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7. Con amor, para Candy


Gus se despidió de Candy con un beso en la mejilla cuando Gastón llegó a su destino.

Después, mientras iban camino al hospital, Gastón no paró de tomarle el pelo respecto a que se había atrevido a darle un beso a Candy en presencia de alguien más.

— ¡No es eso! - Se quejó Gus - Solo que no lo hago frente a otros porque... ¡Podría sentirse incómoda! ¿Sabes?

Gastón negó con la cabeza mientras se carcajeaba por lo bajito, conduciendo por las calles hasta el hospital de la Zona 4 y esperar a Gus.

— Amigo, no es por nada pero tu novia parece esperar que le des más afecto del que le das. Sé que quieren llevar las cosas con calma y que han construido una larga relación con mucha paciencia y fe, pero no deberías ser tan... bueno, tan mojigato.

— Pero, no pienso faltarle al respeto - Se quejó Gus mientras Gastón se acomodaba en el estacionamiento del hospital.

— Nadie dijo que le faltes al respeto, ¿vale? Solo... mira, sabes mejor que yo por lo que está pasando Candy. Intenta reconfortarla, permanecer con ella. Las mujeres pueden aislarse mucho cuando tienen problemas porque sienten que no las apoyan.

— ¿Cómo sabes tanto de chicas? - Preguntó Gus al tiempo que ambos bajaban del carro.

— He convivido con Nora Vera durante más o menos los mismos años que tú con Candy. No es mi novia, pero he aprendido un par de trucos conviviendo con ella. Ahora no te interrumpo más. Anda, ve con tu amigo.

Gus no tuvo tiempo para decirle al conductor que en realidad, Jonah era más amigo de Candy que suyo, pero Gastón ya estaba muy ocupado fumando a una distancia más que prudencial del hospital.

Sin más remedio, Gus caminó al interior para buscar a su ahora compañero de misión. 

Jonah estaba peleando con la secretaria que hacía el papeleo cuando Gus lo encontró: Esbelto, de tez blanquecina y rostro alargado y ahora desprovisto del acné que tuvo en la pubertad. Jonah tenía el cabello corto, antaño rizado, ojos verde oscuro (casi negros) y cara de estar muriendo de flojera cuando no estaba discutiendo con burócratas inútiles.

— Si no me entrega los registros de urgencias de ayer en la noche, tendré que proceder administrativamente contra usted.

— Los Alba Dorada no son nadie para venir a reclamar estupideces - Contestó la secretaria, harta de tener que lidiar con alguien tan amablemente agresivo como Jonah.

— Somos investigadores privados - Contestó Gus, aproximándose - Si mi compañero ya le mostró su placa o identificación y usted se niega a cooperar, podría ser cesada y procesada por entorpecer la justicia. La vida de un menor está en riesgo y si usted se niega a colaborar podría ser acusada de homicidio involuntario. Usted decide.

La secretaria frunció el ceño, dejándolo aun más fruncido de lo que estaba ya. Las ceñas de aquella mujer estaban a punto de explotar de la presión, evento que ni Jonah ni Gus deseaban ver en realidad. Sin embargo, la mujer se dio la vuelta, buscando entre los cerros de cajas de papeleo que tenía ahí detrás.

— Por si no lo notaste, hay un malasangre detrás de nosotros, en los asientos frente a los consultorios uno y dos - Señaló Jonah sin voltear a ver, confiando en que Gus tampoco lo hiciese.

Gus puso un papel de entre los que le entregó la secretaria en el vidrio de la ventanilla y fingió tomarle foto, aunque en realidad usó la cámara frontal de su teléfono para tomarle foto al pandillero a sus espaldas. En cuanto lo hizo, le dijo a Jonah que quizá lo mejor sería volver a la Base Uno, aunque el chico negó con la cabeza.

— Si no llego al mediodía a casa, me dejarán encerrado y poco podré hacer para ayudar a Candy - Dijo Jonah - Solo pasaré a comer, dejaré que mis padres me vean y me iré de nuevo. ¿Vienes?

Los padres de Gus creían que estaba buscando trabajo (aunque ya tenía trabajo y ellos no lo sabían), así que no había problema con tal que volviera a casa antes de que oscureciera.

— Entonces... ¿Qué hacemos con Gastón? - Preguntó Gus - Creo que se quedó a esperarnos.

— La le mandaré un mensaje para que vuelva a Base Uno, ¿vale? - Resolvió Jonah.

Tras bajar del taxi particular que Jonah llamó, Gus se sintió mal al instante al ver la casa de Jonah, ubicada en una privada aún más ostentosa que la de Candy. Jonah abrió la puerta eléctrica con una tarjeta que solamente tendrían los del edificio. Tras cerrarse la puerta al entrar ellos, Jonah condujo a Gus a través de un solo andador.

— Si los carros no pasan aquí... ¿Dónde se estacionan? - Preguntó Gus al ver que el andador era bastante agreste, con árboles y flores cuidadosamente plantadas y cortadas para no desentonar.

— A ambos lados de la entrada están dos calles para que estacionemos nuestros carros en la parte de atrás de cada casa - Explicó Jonah - Sinceramente, creo que es muy exagerado y poco práctico, pero así son las cosas cuando hay dinero suficiente. No me gusta mucho presumir de estas cosas, pero...

Jonah dejó la frase en el aire. Cuando llegaron a su casa, pintada de color púrpura, con herrería en negro y una puerta de madera blanca y adornos de cobre, Jonah suspiró e invitó a Gus a pasar, quien se encontraba un tanto incómodo ante aquella casa de tres pisos en la que vivía Jonah. Al abrir y pasar él con Gus, una mujer joven con uniforme azul lo recibió con una sonrisa en la cara y después, preguntó por Gus.

— Ah, sí. Nana, él es Gus. Gus, ella es Nana. Es nuestra...

— Soy la doméstica - Sonrió Nana. Gus notaba que a Jonah le apenaba reconocer que en su casa tenían una empleada para limpiar y hacer de comer (entre otros quehaceres, por lo visto) - ¿Gustan algo de comer?

— No te preocupes - Se apresuró a decir Jonah - En serio, no hace falta.

Sin embargo, Nana les sirvió un vaso de agua a cada uno y les acercó un pequeño plato con ensalada.

— Pues... bienvenido a mi casa - Soltó finalmente el chico - Probablemente mi padre esté en su estudio y mi madre... ni idea. Creo que salió.

Gus no sabía bien qué decir. Si hablaban de Alba Dorada, probablemente pondrían en evidencia a Jonah frente a la sirvienta y los padres de Jonah. Entonces, el chico se apresuró a añadir algo más a su discurso.

— Por cierto. Nana es auxiliar en Alba Dorada. No te preocupes, ella ya está al tanto de... de todo esto.

Se sentía casi como si Jonah le hubiese leído la mente a Gus. Sin embargo, Nana añadió rápidamente un "de hecho este es mi segundo trabajo, con un solo salario a veces no alcanza para nada".

— ¿Por qué? - Soltó Gus antes de darse cuenta de que probablemente eso sonó grosero de su parte. Nana probablemente no pasaba de los veinticinco años. Era joven, atractiva y sino esbelta, sí con una cintura más pequeña que la de Gus (quien sí estaba casi en los huesos).

— Ah, es que... tengo que mantener a un par de hermanos y, bueno... a una hija. A veces los padres no se hacen responsables y se van... o el aborto es ilegal. A veces es cansado, pero vale la pena - Sonrió Nana - Pero ya, ¿qué se traen entre manos ahora? - Preguntó ella, animándolos a empezar a trabajar sobre la mesa en la que estaban sentados.

Jonah sacó el expediente que aquella secretaria casi le aventó en la cara y empezó a hojearlo. Aquella mujer les había dado el registro de la última semana y al parecer, los días estaban revueltos. Él y Gus se dejaron caer en sus asientos, un tanto estresados, pero no dispuestos a rendirse (aunque un descanso les vendría bien antes de empezar).

— Creo que mejor les preparo algo de comer. ¿Un omelette para cada quien está bien? - Sugirió Nana.

Jonah se resignó y, derrotado, accedió a la oferta de la doméstica mientras Gus empezaba a acomodar por día y hora los registros de la sala de urgencias.

— ¿Por qué hay tanta gente que se accidenta? - Se quejó Gus - Brazo torcido, labio cortado, se abrió la cabeza al caer de las escaleras... - Leyó el novio de Candy al revisar cada hoja del registro.

— Quizá debamos hacer una especie de filtro, ya sabes, para prestarle atención solo a los de la hora aproximada en la que llegó Candy - Sugirió Jonah.

— Sí... es mejor que revisarlos de uno en uno - Concedió Gus mientras Nana rompía un par de huevos en un bol en la cocina.

— Espero que Candy y Valka se estén divirtiendo - Suspiró Jonah - Digo, no es que quiera meterme en una pelea callejera ni nada, pero ordenar expedientes no es lo que esperaba hacer hoy.

Sin nada más que decir, Jonah y Gus empezaron a formar dos pilas de papeleo, una con los que ingresaron a urgencias alrededor de la hora en la que Candy llegó y los que incluían cortadas de vidrio. En la otra pila, mucho más numerosa, estaban todos los demás.

Ya encontrarían a la culpable.

En algún momento.

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