4. Un vidrio roto
Durante el trayecto de la ambulancia, Candy empezó a disociar.
Negándose a separarse de su hermano, fue con él cuando los paramédicos lo transportaban en camilla hacia la ambulancia. Los vecinos estaban despertando y algunos incluso salieron a ver lo que ocurría para toparse con que el hijo menor de los Castillo estaba siendo llevado a urgencias.
El padre de Candy tomó las llaves del coche y su madre subió de copiloto en cuanto la vieron irse en la ambulancia, aunque realmente no sabían lo que ocurrió ni Candy se molestó en quedarse a explicarles.
Su hermano yacía en la camilla mientras dos paramédicos le revisaban los signos vitales. Candy quería acribillarlos a preguntas, pero sabía que lo mejor era esperar a que hicieran su trabajo y no estarlos incordiando.
De repente, uno de los dos que atendían a su hermano se dio la vuelta un breve momento y, mirando a los ojos a Candy, recitó una frase que ella habría oído ya decenas de veces:
— Esperamos por un nuevo amanecer.
— Y pelearemos por el alba - Contestó ella por lo bajo.
Durante el resto del trayecto, el paramédico miembro de Alba Dorada le explicó que en realidad su hermano estaba estable, exceptuando el pequeño detalle de que no recobraba la conciencia aún, pese a que técnicamente no había nada que se lo impidiese. No mostraba signos de cansancio físico ni de que sus signos vitales estuviesen débiles.
Candy lo interpretó como que su hermano técnicamente estaba bien, así que trató de sosegarse. En cuanto la calma comenzó a tomar posesión de su cuerpo y mente, Candy cayó en la cuenta de que había contactado a Alba Dorada enfrente de sus padres.
Los siguientes minutos los pasó pensando en una excusa decente para justificar lo injustificable, actividad que le sirvió para poder distraerse un rato, aunque terminó siendo tan infructífera como preguntar por su hermano cada medio minuto.
Para cuando bajó de la ambulancia, vio cómo se llevaban a su hermano a la sala de urgencias mientras que, para su sorpresa, varios miembros de Alba Dorada ya la estaban esperando en la entrada del hospital.
El propio Ezra Saucedo estaba de pie ahí, siendo el primero que la vio llegar. Al lado del jefe Saucedo estaban Valka (quien hace poco se había vuelto residente de la Base Uno) y Amelia, sus compañeras de Copa Escarlata. El jefe de seguridad y conductor designado Gastón estaba ahí también, parado a un lado como si estuviese esperando algo.
— Recibimos el mensaje - Saludó Ezra.
— No pensé que todos fuesen a venir - Se apenó Candy.
— En realidad, nos alarmamos bastante con el mensaje, así que terminamos viniendo todos - Contestó Valka.
— Aunque a mi madre no le hizo tanta gracia - Suspiró Amelia - Quizá me mude a la Base Uno dentro de poco, ¿sabes? Alyssa y otros tienden a llamarme seguido.
Candy decidió explicarles de una vez lo que ocurría antes de que llegasen sus padres; que Caleidoscopio se había metido a su casa y le había inyectado algo en el cuello a su hermano, provocando que se desmayase en menos de un minuto. Había llamado a la ambulancia pero sus padres se habían enterado de que ella era parte de Alba Dorada.
Ezra decidió que podía ayudar en eso y Candy le agradeció en silencio. Ni siquiera pasaron cinco minutos desde que empezó a explicarles cuando vio el carro de sus padres recién aparcado cerca de la entrada en la que estaban. Hasta ese momento, Candy no se había dado cuenta de que seguía en shock, pues se le cayó el alma a los pies en cuanto vio acercarse a sus padres.
Amelia y Valka decidieron llevarla a sentarse adentro mientras Ezra hablaba con ellos.
— ¿Segura de que te sientes bien? - Quiso saber Valka.
Candy asintió lentamente, aunque sabía que Amelia, la experta en no sentirse bien, sabría que mentía. En realidad, Valka también se daba cuenta, pero Candy sentía la necesidad de afirmar que se sentía bien, probablemente para poder creérselo tras repetirlo varias veces.
— ¿Creen que esté bien...? ya saben... ¿Creen que sea buena idea solicitar que me asignen la misión contra Caleidoscopio?
Valka lo pensó por menos de un segundo antes de inclinarse en dirección a su amiga.
— Si lo pides, asegúrate de elegirme como parte de tu equipo.
Amelia se apresuró a decir que por mucho que quisiera participar, ella estaba ya en otra misión y no podría participar tanto como quisiera, pero que haría lo posible por echarle una mano a Candy.
— Gracias chicas - Soltó finalmente Candy, intentando no ponerse a llorar en la sala de espera.
Esa sin duda fue una gran decisión, pues casi inmediatamente después, entraron Ezra, Gastón y los padres de Candy.
— Entonces... labores administrativas - Articuló su padre - ¿Por qué no nos quisiste decir? - La increpó su padre, usualmente comprensivo y alegre.
— No seas tan duro con ella - Lo reprendió la madre de Candy - Sabemos que te desesperaba no hacer tu servicio social tan pronto como fuese posible pero, bueno, sólo pensamos que pudiste habernos dicho antes cielo - Le expresó aquella mujer a su hija - Queremos que sientas que puedes contarnos todo y entiendo por qué no lo hiciste.
— Es que es peligroso trabajar para... ¡Para estos! Es decir, ¡Atacaron a tu hermano!
— Señor Castillo - Lo detuvo Gastón - Si desea que le explique los motivos de este ataque, lo haré con gusto, pero no voy a dejar que levante falsos en contra de Alba Dorada.
El padre de Candy retrocedió un par de pasos al ver a aquél adulto joven amenazarlo. La madre de Candy, más comprensiva, la abrazó, diciéndole que la esperarían ahí mientras pasaba con el doctor en turno que atendía a su hermano.
Candy asintió, a sabiendas de que, a diferencia de lo demás, no podría pedirle a nadie que la acompañase; estaba sola en esto.
Con algo de temor, pero con más miedo a quedarse en donde estaba, Candy avanzó hacia la camilla separada de las demás con dos cortinas en la que el doctor ya habría terminado de revisar a su hermano.
Una vez ahí, un señor con aspecto afable le sonrió al verla detenerse frente a él.
— Sinceramente, esperaba a un par de padres muy molestos. Tú debes ser quien lo encontró. Eres una señorita muy valiente.
Candy no se sentía valiente. Se sentía muy culpable pues por ella habían localizado a su hermano y había terminado envenenado. Sin embargo, decidió tragarse sus palabras y asentir.
— Bueno, tu... eh, hermanito, sí... - Balbuceó el doctor al leer la hoja de expediente - Tu hermano Manuel recibió una dosis de más de tres mililitros de un veneno orgánico desconocido que no podemos recuperar sin causarle más daño. Tampoco podemos extraerlo y resulta peligroso cambiarle toda la sangre, pues no hay garantías de que el veneno, uh... se disuelva - Explicó el doctor.
— Pero, ¿se encuentra bien? - Quiso confirmar Candy.
— Sí. Por ahora, sí. Manténganlo en observación un par de días, puede que presente algún síntoma como dolor de cabeza, fatiga extrema y náuseas, pero si pasa de ese tiempo o presenta algún otro síntoma, vengan corriendo.
Candy escuchó atentamente al doctor. Al menos su hermano se encontraba relativamente estable.
— Si me disculpas un momento, iré a dejar el informe y traeré un papel que debes firmar. Después de eso, pueden llevárselo a casa.
El doctor se fue andando de la sala de urgencias. Ni diez segundos pasaron hasta que Candy escuchó una voz del otro lado de su cortina.
— Más te vale decirme de una vez en dónde está Kai - Dijo una chica en la camilla a la izquierda, oculta tras aquella cortina color azul celeste - Y si te atreves a abrir la cortina, puedes despedirte de tu hermano. Si me dices en dónde está Kai, te diré cuál es el antídoto para tu querido hermanito. Si intentan crear un antídoto ustedes, podrían terminar matando a tu hermano. ¿Entendiste?
— Si llegaste hasta urgencias... ¿estás herida, no? ¿Fue por el vidrio que rompiste al escapar? La sala de urgencias de este hospital también atiende a personas sin recursos, lo que nos deja un campo de búsqueda más amplio, pero ten por seguro - La amenazó Candy - Que te encontraremos y te vas a pudrir en prisión. No te diré en dónde está Kai y no dejaré que mi hermano muera envenenado.
— Tienes menos de quince días antes de que el veneno lo mate y los últimos serán peores, una agonía para él. En siete días sabrás de mí, por si quieres decirme en dónde está tu amiguito Kai.
— ¿Para qué quieres buscarlo? - La intentó distraer Candy mientras le intentaba hacer señas a Gastón, quien seguía hablando con Ezra y con los padres de Candy.
— No lo entenderías.
Cuando Gastón volteó, Candy le hizo señas de que viniese con ella. Sin embargo, cuando le preguntó a Caleidoscopio quién era, se dio cuenta de que no hubo respuesta. Gastón siguió directamente a la siguiente camilla para encontrarla vacía y con un traste lleno de pequeñas astillas de vidrio en él.
Candy intentó no perder la calma ni hacer un espectáculo enorme; si ella seguía cerca, podría hacerle daño a otros pacientes. Aun así, le era difícil tranquilizarse a sabiendas de que la culpable de envenenar a su hermano estuvo en sus narices y se le escapó de todos modos.
— Mañana estaré en Base Uno - Le dijo Candy a Gastón en un tono que no admitía contradecirla - Y solicitaré una misión. Me llevo a mi hermano de aquí.
En cuanto el doctor se acercó y Candy firmó los papeles, el padre de Candy se llevó cargando en brazos al chico y Candy pudo despedirse de sus amigas y del jefe Saucedo.
Aunque quería descansar para el día siguiente, ella sabía de antemano que esa noche no podría dormir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro