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20. Antídoto


Afortunadamente, no se rompió ningún hueso en la caída.

Desgraciadamente, Caleidoscopio no le dio chances de darse un respiro, pues saltó sobre ella directamente desde la parte alta del anfiteatro, como esperando caerle encima o algo así, pero Candy consiguió rodar hacia un lado para evitar que su rival le clavase parte de la armadura en el cuello o algo por el estilo.

— Podrías... no sé, entregarte - Balbuceó Candy, harta de aquella pelea.

Julieta le disparó una aguja cargada de LSD, misma que Candy pudo detener con el antebrazo, quedando clavada la aguja en la armadura. Julieta disparó dos o tres veces más con su propia muñequera cargada de agujas, sin embargo, o bien falló al apuntar o Candy bloqueó exitosamente los disparos.

— No tienes derecho a decir... ¡No fue mi culpa! - Gritó Julieta, tratando de acercársele a Candy, quien ya había demostrado ser ligeramente superior peleando cuerpo a cuerpo contra ella, que parecía estar a punto de fracturarse algo a cada rato.

— ¿Fue culpa de Kai por denunciarte? ¿Fue culpa de tu madre por echarte de casa? ¿Fue culpa de mi hermano?

Lo último no salió con la impasibilidad que había usado Candy en su discurso hasta ese momento, sino con una nota de voz algo triste, con desesperación.

— ¿Era necesario hacerle eso?

— Habrá sido necesario si me dices en dónde está Kai. Hazlo y acaba con esto.

Candy realmente lo pensó. Sin embargo, se repitió una y otra vez a sí misma que no iba a entregar a uno de sus amigos; no podría hacerlo sin  sentirse una miserable traidora de ahí en adelante, aún si a Kai no le ocurría nada después. No quería ser como...

Como Tenebra y Niambi.

Candy no había pensado en ellas desde hacía bastante, casi un año, de hecho. Mientras más le daba vueltas al asunto, peor se sentía y ese no era el momento para sentirse mal, pero se dio cuenta de por qué le costaba tanto entregarle información tan insignificante a Caleidoscopio pese a que tan pronto su hermano estuviese a salvo, podrían mandar agentes de Alba Dorada a Xalapa, donde Kai estaba estudiando.

Simplemente, Candy se negaba a ser como ellas, quienes en su momento (y con la ayuda de Noah Nakamura, claro está) le dieron la espalda a Alba Dorada, a Copa Escarlata y al grupo de amigas de Candy de la secundaria. No quería sentirse como las personas en las que intentaba no pensar.

¿Pero eso era más importante que la vida de su hermano?

— Ya dime. ¿Qué pasó en realidad con Copa Escarlata? - La presionó Julieta mientras una gota de sangre le caía de la parte de atrás de su cabello.

— No te incumbe.

— Yo creo que sí.

Candy lo pensó. Podría ganar tiempo en lo que sus compañeros llegaban. ¿Por qué se estaban tardando tanto? Esa era su única opción, así que comenzó a hablar.

— Kai se iba a ir a la universidad, pero estaba saliendo con Pat... con Tenebra - Explicó Candy, tratando de conservar la calma - Noah acababa de perder a su novio y ahora Kai también se iría, así que intentó hacer que se quedara en La Ciudad. Después...

Le pareció ver algo con el rabillo del ojo, pero al voltear y no encontrar nada, retomó su narración.

— Después, empezó a decirle cosas a Tenebra y Niambi participó llenándole la cabeza de mierda. Intentaron convencer a Kai de que se quedase, pero cuando se negó, Niambi fue la primera en insultarlo. Noah y Tenebra no se quedaron atrás pero...

¿Por qué le estaba contando todo eso a una desconocida? Probablemente Julieta no tenía idea siquiera de quiénes eran Tenebra y Niambi a menos que Noah le hubiese dicho. ¿Entonces por qué preguntaba?

— ¿Pero? ¿Pero qué? - Preguntó Caleidoscopio al escuchar que Candy se detenía un momento a pensar qué más decirle.

— Pero al final, Kai decidió irse al día siguiente. Apenas le dio tiempo de despedirse de Amelia y se fue a Xalapa con...

Candy cerró los ojos.

— Creo que ya no te necesito.

Caleidoscopio disparó un sinnúmero de agujas empapadas de alucinógenos hacia Candy, pero ella seguía esquivándolas o deteniéndolas con su armadura. Cuando intentó dispararle de vuelta con sus sedantes, Julieta disparó una aguja que le dio al botón de la muñequera de Candy que abría el compartimiento de municiones, regando sobre la hierba sus agujas sedantes.

Entonces Julieta aprovechó para coger un par de cápsulas de su traje y aventarlas hacia Candy. Antes de que ella pudiese desviarlas, su contrincante encendió las luces de su traje y aunque algunas no funcionaban correctamente, sí las suficientes para obligar a Candy a cerrar los ojos y cubrirse la cara con uno de sus brazos.

En cuanto se dio cuenta de que las cápsulas se habían roto a sus pies, Candy cerró la boca y evitó respirar por unos breves segundos en lo que se ponía a cubierto tras una mesa de picnic del parque.

— En cuanto acabe contigo, me iré a buscar a Kai - Anunció Julieta en voz alta - A Xalapa, ¿no?

A Candy se le ocurrió una idea al ver varias agujas impregnadas con alucinógenos en su antebrazo. Cogió dos o tres y las cargó en su vacío compartimiento de agujas antes de volverlo a cerrar. Ahora sí, salió a plantarle cara una vez más a su enemiga.

— ¿Dónde tienes el antídoto para Manuel? - Preguntó directamente Candy, intentando deducirlo por su cuenta.

Julieta desvió la mirada hacia el anfiteatro antes de contestarle a Candy que eso ya no tenía importancia.

— Pudiste negociar y salvarle la vida a tu hermano, pero preferiste jugar al superhéroe. Por mí, que se mue...

Candy disparó una sola vez, apuntando al cuello de Julieta, convenientemente desprotegido gracias a que ella había perdido su casco durante la pelea. Julieta cerró los ojos y se mordió los labios mientras se sujetaba un brazo con la otra mano. Casi parecía como si le estuviese gustando la sensación. Entonces Candy se dio cuenta.

Julieta era una drogadicta desde hacía al menos dos años. Obviamente le gustaba sentir el ácido en su sistema.

Sin embargo, eso no detuvo a Candy de disparar por segunda vez.

— ¿Dónde tienes el antídoto? - Preguntó a voz en grito, intentando ser tan intimidante como le era posible.

— En mi escondite, pero nunca lo adivinarás.

Candy volteó a ver a un lado, en dirección al anfiteatro y las tres puertas en su parte trasera que, según ella recordaba, servían como cuartos de mantenimiento.

— Debajo del anfiteatro - Trató de adivinar Candy sin estar muy segura de su respuesta, a sabiendas de que era su única pista).

— ¿Cómo lo supiste? - Se quejó Julieta, volviendo a cerrar los ojos y a morderse ligeramente un labio - ¡Yo no te lo dije! ¿Te lo dije?

Candy decidió dispararle la tercera aguja a Julieta, esta vez en la parte inferior de la mejilla. Julieta avanzó hacia ella, tratando de no caerse pero con un sorprendente dominio sobre sí misma para haber recibido tres cargas (y aproximadamente tres gotas) de LSD directamente en su sistema.

Esta vez, Candy no se tentó el corazón para golpearla, estrellando uno de sus puños reforzados por los guantes anti-agujas contra la nariz de Julieta, rompiéndole el tabique. Un segundo golpe a un costado, en la sien, bastó para noquearla y hacerla caer de espaldas.

De una patada, Candy intentó abrir el primero de los armarios de mantenimiento bajo el anfiteatro y se encontró con un simple almacén de escobas y trapeadores. Tras tirar abajo la segunda, se encontró lo que buscaba; una hamaca recogida de esquina a esquina, una radio vieja junto a varios objetos personales de Julieta.

En una caja del suelo estaban dos o tres mudas de ropa y en la otra, varias libretas, un par de bolígrafos y otras cosas por el estilo. Un cargador de celular estaba conectado a un móvil en una esquina del almacén y por último, un esquema detallado del traje Caleidoscopio.

Candy empezó a rebuscar entre las libretas con apuntes que Julieta tenía ahí guardadas. Entonces se encontró una que ponía en una de sus primeras hojas algo respecto a veneno. Solamente usaba uno, pero en vez de intentar adivinar o leer uno por uno, Candy decidió guardársela para leerla con algo de calma en la Base Uno.

No sabía cuánto tiempo más estuvo ahí en el escondite de Julieta, pero no debió ser mucho, pues cuando se quiso dar cuenta, Gus ya estaba ahí con ella, abrazándola desde su espalda.

— ¿Y los demás? - Quiso saber Candy, preguntándole en voz baja a su novio.

— Jonah y las chicas están llevándose a Julieta. Tú y yo iremos a casa de Jonah, Amelia y Valka se ofrecieron a entregar a Julieta y los otros, si no tienes problema.

— Sí... digo, no, no hay problema. Digo, me gustaría... sí.

Gus bajó una de sus manos. Candy se sobresaltó un poco antes de darse cuenta de que Gus estaba buscando su mano y no pretendía propasarse o algo por el estilo. En cuanto la mano de Gus se entrelazó con la suya, Candy se permitió suspirar, y en ese suspiro dejó ir la gran mayoría de sus preocupaciones.

— Ya pasó - Le aseguró Gus con un tono tranquilizador que solía usar ella con todos los demás a los que solía escuchar cuando contaban sus problemas - Ya se terminó. Mañana vamos a darle el antídoto a tu hermano y habremos terminado.

Candy dejó caer una lágrima, pero no de tristeza, sino por el alivio que sentía.

No había podido llorar en la última semana, pues necesitaba ser fuerte para su hermano.

Ahora, sentía que podría llenar un mar entero si se ponía a llorar, pero todavía no era el momento. Todavía no había terminado.

No aún.

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