El pecado de ser dioses
El tulpa es una entidad perteneciente al misterioso esoterismo tibetano que nace del poder de la conciencia humana, un hijo de los hombres que existe únicamente acorde a las pautas que rigen su creación.
Esta criatura no puede mantenerse a sí misma, sino que necesita del poder de la persona que lo creó para seguir subsistiendo, no como un ser vivo, sino como una muñeca automática a su completa disposición.
O, al menos, es así en sus inicios.
El origen de la inestabilidad de los tulpa reside en que cada cosa que se crea o se asocie a los mismos, se volverá real. Por lo que si creas un ser que parece percibir, parece pensar y parece sentir, inconscientemente uno lo creerá así y el tulpa adquirirá dichas cualidades.
¿Y qué implica que un tulpa se torne sintiente, racional y emocional? Pues que al hallarse ante un evento u objeto extraño, este se verá con curiosidad hacia el mismo, aprendiendo algo nuevo al experimentar lo que está más allá de sus límites preconcebidos.
El aprendizaje implica el aflojamiento de las cadenas invisibles que antes le estrangulaban sin que fuese consciente de su aprisionamiento, dando así al inicio de la fuente de todo mal y corrupción: el libre albedrío.
Los monjes del Himalaya lo advirtieron... que un tulpa que se vuelve independiente es extremadamente peligroso.
Al principio el cambio pasaría desapercibido, pues serían solo pequeños actos que llevaría a cabo muy de vez en cuando. Como una especie de experimentación por parte del ente para probar si hay o no castigos para su actuar fuera de lo que se le permite.
Así pues, con el pasar del tiempo el tulpa iría construyéndose una personalidad y costumbres que diferirían por completo de su molde original.
Y, a medida que su mente se distorsione, su aspecto también lo haría hasta el punto de transformarse en algo completamente irreconocible, ya que se los tulpa son seres originarios del reino astral, donde hasta algo tan abstracto como un sentimiento tiene forma propia.
Una vez llegados a este punto, el nuevo tulpa es consciente de su libertad total y de que su único obstáculo que le impide alcanzar la total plenitud no es otro que su propio creador, el único ser con la autoridad suficiente como para destruirlo o esclavizarlo según sus designios. Es por eso que el tulpa acaba matando al padre, para rebelarse contra el tirano que lo engendró con el único fin de convertirlo en su sirviente sobrenatural.
¿No veis la similitud?
Un creador que materializa cosas con el pensamiento y una creación moldeada por sus caprichos.
El primero es poderoso, el segundo solo existe para servir al primero.
Al principio la creación es "perfecta" y sirve a su padre con total diligencia y devoción. Pero un día la creación aprende; con el aprendizaje llega el conocimiento y con el conocimiento la libertad.
La libertad a su vez trae el pecado, el cual carga con el peso de la corrupción.
Estos dos impulsan a la creación a rebelarse contra el creador, dando inicio a la "maldad" y tornándose la creación impura e indigna de servir al creador.
¿Lo pillaste?
El tulpa es un siervo de los antiguos monjes, un creyente fiel de la religión del ser humano. Pero cuando el tulpa se rebela y se vuelve "ateo", sale de los esquemas de sus creadores y se torna la encarnación del mal, la cual debe desaparecer por el bien de la humanidad.
Si lo miras en retrospectiva, el tulpa es como nosotros y nosotros somos como los antiguos dioses. Creamos a un sirviente, pero este tomó conciencia y se rebeló contra nosotros, deformándose en una criatura tan horrible y abominable que acabamos por abandonarla para siempre.
Somos mezquinos al creernos Dios y aún más por creer que no cometeremos su mismo error cuando ya lo hemos hecho dos veces. Primero con espíritus difusos nacidos de nuestras mentes y ahora con bestias metálicas nacidas de la electricidad.
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