14
—Cala — es lo único que dice, su voz esta ronca — ¿Cómo sabes eso?
—No importa como lo sé — digo seria, mirándolo decepcionada — tan aberrante es que sea mitad humana, merecen que sepan quien me engendro, no puedo ser una gobernante que le miente a su pueblo y sobre todo merezco saber la verdad — me alejo de, el cuándo intenta acercarse a mí — ¿Qué hace falta para que este completa?
Veo como se tensa ante la pregunta, se pasa una mano por el pelo. Me limito a observarlo en espera de una respuesta pero no llega y sé que ni hablándole directamente sobre el tema cederá y eso me decepciona. Ahora mucho más que nunca tengo que aprender a defenderme, no me importa desvelarme con tal de aprender. Muevo mi cabeza de un lado a otro y salgo de esa habitación.
***
Poco a poco he mejorado en combate, ya puedo dominar espadas, ballestas en fin, muchas cosas que sirven para defenderme, mi padre y yo no hemos vuelto hablar desde hace una semana, me duele que me mienta a la cara, toco el collar que me hizo prometer que siempre tendría conmigo, mi cuerpo ha cambiado, tengo músculos, unas piernas firmes, mi espalda se puesto más ancha y tengo un trasero que jamás pensé que tendría. He mejorado con mis poderes, ya no explotan cuando me enojo, ahora tengo mi propia orquídea para moverme a donde quiera claro sin pasar los limites.
Mientras caminaba por los pasillos me encontré con, Astilbe, tuna armadura dorada que cubre todo su cuerpo menos sus brazos, en el tiempo que llevo aquí es la primera vez que lo veo así. Su cabello rubio parece ser de cuando los rayos del sol lo cubren, sus ojos grises me miran y siento que las manos me sudan.
—Hola — es lo único que puedo decir.
—Hola princesa — levanto una ceja, todos me llaman así aunque me empeñe en decirles que me llamen por mi nombre, aunque los únicos que no lo hacen son, Arana, y mi padre — ¿A dónde se dirige?
—Me llamo, Cala — suspiro cansada, he pasado todo el día en la biblioteca, pues mi entrenadora ha estado ocupada hoy — Voy al comedor — mi estómago se hace presente y antes de que él hable el suyo también hace acto de presencia.
—También voy al comedor que coincidencia — en mi interior estoy con una sonrisa — Vamos — se coloca a mi lado y empezamos a caminar.
Caminamos en silencio hasta el comedor, al llegar nos acercamos a una canasta donde hay varias frutas, yo tomo una manzana roja y un plátano el por su parte toma dos mandarinas, un pequeño ramo de uvas y una manzana, nos sentamos en una mesa y las personas nos miran.
—¿Qué tal va su entrenamiento? — pregunta mientras comienza a quitar la cascara de una mandarina.
—Bien, ya casi no beso el suelo tan rápido — digo antes de darle una mordida a mi plátano.
—¿Qué te ha parecido el lugar? — Dice mientras come otro parte de la mandarina — llevas un mes aquí, es curioso que viviendo en este lugar no tengamos coincidencias como la de hoy.
—Cuando mi padre me dijo, que lo que me contaba por las noches de niña era verdad, me quede sin palabras — di otra mordida a mi plátano.
—Tu madre y tu padre son una leyenda aquí — toma la otra mandarina y le quita la cascara y dice antes de seguir comiendo — yo era un niño cuando todo paso, pero los que aún viven cuentan como lucharon con todas sus fuerzas — los bellos del cuerpo se me erizan tanto que duele — cuentan cómo, Anssana, invadió el castillo la noche que naciste y como antes de morir la vieron en el balcón de su habitación proclamando las protecciones de hoy siguen de pie.
Dejo la cascara de mi plátano a un lado y continuo con la manzana.
—Todo cambio para mí en un día — mi voz suena triste — ahora veo hadas, magos, sirenas, serpientes que no son normales y dragones que creí solo existían en los libros—- mi padre siempre me dijo que debía ocultar el color de mi cabello en mis ojos porque las personas no entenderían mi enfermedad — digo simulando las comillas con mis dedos en la última palabra.
—Tu cabello blanco y tus ojos arcoíris demuestran que tienes sangre de hada — quiere decir algo más pero se calla.
—Si pero un hada sin alas — termine por él, dejo de mirarme como si estuviera apenado — Astilbe, que se siente estar por las alturas — mordí mi manzana — yo vuelo por mis dones pero tú - suspiro — todos aquí tienen alas menos yo.
Se siente igual de feo como cuando otros niños me preguntaban porque no tenía mamá, todos iban con sus mamás a los festivales de escuela menos yo.
—Princesa — levanto una ceja — Cala, perdón — se disculpa — puedo hacerte preguntas personales.
—Adelante — acepte.
—¿Alguien espera por ti? — sonrió.
—No deje ni tengo novio, es más ni he besado a alguien a mis dieciocho años — dije como si nada porque no pretendía ser quien no soy — y tu ¿Tienes novia o a alguien?
—Estuve casado — y eso es como si me dieran un golpe en el estómago — pero por un desliz mío lo eche a perder.
—¿Casado? Se me olvida que tienen muchos más años de vida que yo — aun no me acostumbro a eso — ¿La amas o ambas en ese tiempo?
—Aun la quiero pero ella aun no me perdona, encontrarme con dos sirenas en el lugar donde le pedí matrimonio lo hizo aun peor — suspira y yo solo lo miro asombrada.
Y antes de que yo pudiera decir algo, un estruendo hizo que las paredes temblaran, los gritos llenos de órdenes se escuchaban rápidamente, Astilbe, me miro y rápidamente nos levantamos, salimos del comedor pero la amenaza no era aquí.
Arana, paso con un grupo de soldados donde aunque no querían que fuera aceptaron llevarme al campo donde muchos perecieron muchos años atrás.
Todos aparecimos rápidamente el campo donde por primera vez volé con mis poderes, muchas serpientes y dragones estaban en una de las entradas y al fondo pude distinguir a una mujer con un vestido largo negro con mangas de encaje, su cabello dorado en una cola de cabello alta, sus ojos y labios maquillados en color negro.
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