No solía contarlo, no me gustaba mostrarlo, era tonta y siempre terminaba llorando…
Era tonto porque no me dejaba hablar y ante la más mínima muestra de afecto o algo que salga mal era suficiente para llenarme de lágrimas…
Por extrañar, por lástima, por felicidad, por soledad, por no saber que hacer, por no saber hablar…
Por no entender, por no ver a alguien conocido cerca, por estar lejos, por no ver en la noche…
Era tonta, una tonta llorando, que me achicaba entre mis rodillas, cubriéndome la cabeza en una esquina del patio…
Pero en tiempos donde la sangre fría recorre venas de seres que te escupen en la cara, tiempos donde los corazones laten pero se enfrían y se encierran atacando el poco tacto que reciben, tiempos donde nada te moviliza los sentidos y cada vez expresar es para mediocres…
Llorar te hace un tonto, llorar es algo hermoso, si bien duele y te deja los ojos hinchados con voz entre cortada, la liberación es tanta que te vuelves transparente, eres un libro abierto con un índice valiente digno de ser fuerte…
-¿ves esto? Ya lo pasé.
Lloraste porque superaste y ganaste
Lloraste porque perdiste pero encontraste
Lloraste porque amaste y lo intentaste
Lloraste porque sentiste y de verdad amaste
Llové cuanto quieras llover, mirá el cielo y no te tapes la cara, que para caretas intactas, caretas recién pintadas, nos sobra un mundo de hipócritas sin alma.