En mí muñeca la cinta de la suerte.
El té frío sobre la mesa.

La misma coraza de todos los días me pesa.
No hay sueños lindos solo pereza, palidez descalza que se desvela.

La misma novela sin terminar, diez
kilos menos y desconocida de su familia.

-¿Cómo estas?

Media dormida pero en son de "me da igual".

Veo fotos de antes de "mudarme".
La piel no es la misma ya no es suave, la vida no es tranquila a veces es intimidante.

Las cosas no son las mismas mucho menos las de antes.

Dame la mano y promete cuidarme.
Hay veces que prefiero dar todo por perdido, que soñar en grande que consigo algo por lo que verdaderamente no vale la pena matarse.

Dame fuerzas y me las pido a mí.
Dame una razón, de las que ya me  sobran pero evado, para sonreír.

Quiero salir de ese trance.
Quiero volver a ser la que fui.

No escuché la tormenta para que me grite como la almohada reprochosa.

No sentí la lluvia con miedo como las caricias de consuelo cuando se desequilibran las cosas.

Las valadas me asustan ahora, la luz me enceguese.

Me pido ayuda y no respondo.
Me pido aliento y me incorporo.
Tal vez hay momentos en los que me incorporo.

Pero la tormenta está dentro...
¡Socorro!
Me ahogo.

Las tormentas no me daban miedo, hasta que un día cambió el viento.