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XXX


No puedo creer que siempre haya tenido el Duxilum delante de mí.

Mientras mis piernas se mueven fuera de las minas no dejo de pensar en que Argus pudo haberse hecho con el anillo el día que me secuestró. Gracias a Dios él tampoco tenía idea, sino las cosas ahora estarían mucho más complicadas.

Una vez en el exterior, nos subimos a los vehículos y nos alejamos tan solo unos kilómetros para tener más privacidad para hablar.

—¡No lo puedo creer! —grita Kyle, frenético, en cuanto se baja de su coche.

Cierro la puerta de nuestro vehículo y me reúno con los demás, que esperan igual de ansiosos que yo. Pero no tan histéricos como Kyle.

—Quiero verlo —me pide Miracle, acercándose a mí con cautela.

No muerdo...

—No tengas miedo, siempre estuvo conmigo y jamás le sucedió nada —me encojo de hombros.

Ella toma tímidamente mi mano y mira detenidamente el Duxilum.

—Si lo miras fijamente... pareciera que brillara por dentro —susurra fascinada. 

Mi pobre visión humana no alcanza a ver tanto, pero sí, supongo que así debe ser. Recuerdo el Duxilum anterior, el primero. Era bellísimo. Solo que ahora mismo estas piedras están creando caos. Pero no tienen la culpa. No tendría que destruirlas si las personas no fuesen tan codiciosas. Tendría que acabar con Argus, él es el mayor problema de todos.

—¿Fue Argus quien atacó al pobre hombre? —pregunta de pronto Jill.

Ese pobre trabajador no merecía lo que le hicieron.

—Sí, no sé como no me di cuenta antes —responde Dylan, molesto por no haber sido más perceptivo.

—Ese sujeto no tiene límites —critica Taylor.

El rubio pasa uno de sus brazos sobre los hombros de Jill y la atrae con suavidad contra su costado, en un gesto protector. Los observo por un breve instante. Ellos deben vivir. Tienen que recuperar el tiempo perdido y dejar sanar las heridas que les causé. Ya deben marcharse.

—Y el límite de ustedes es este —insisto, mirándolos a ambos.

A los dos se les descompone el rostro al darse cuenta de lo que quiero decir con eso.

—Caitlin... —empieza a decir mi hermano, pero no lo dejo terminar.

—Ya lo hablamos. Corran lo más rápido que puedan, crucen el portal y sálvense —les ruego.

Jill se acerca a mí y no se aguanta abalanzarse a mis brazos. La estrecho con fuerza, imaginándome un futuro distinto, donde la paz reina donde quiera que vayamos. ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?

—Prométeme que te veré de nuevo —me susurra al oído.

—Te veré del otro lado —respondo.

Ella se aparta un poco para mirarme confundida. Vale, esa no ha sido la mejor respuesta...

Aunque tampoco estás del todo equivocada.

Mi doble sentido lleva a pensar que si todo sale mal volveré a ver a la persona que le quité la vida en el primer libro, la Jill de este mundo. Pero si todo sale bien, cruzaré el portal y me encontraré con mi amiga en la otra realidad. Demasiado rebuscado.

Jill se aparta de mí y Taylor toma su lugar. El rubio sonríe con tristeza cuando me ve a los ojos. Sus manos se amoldan a mi rostro y sus labios se apoyan sutilmente sobre mi frente.

—Sé que puedes hacerlo, princesita. Tú eres más fuerte que todo esto —dice en un murmullo. A continuación, me veo envuelta en sus brazos.

Desearía que todo fuese diferente, pero esto es lo que nos ha tocado...

—¡Cuidado! —grita de pronto Miracle.

No me da tiempo ni a pestañear. Taylor se mueve conmigo a una velocidad increíble y nos desvía de la trayectoria de un proyectil de energía. El calor de semejante carga pasa a mi lado como una bala, pero no llega ni a rozarme. De la nada, dos Raezers aparecen y clavan su mirada directamente sobre mí. Sus uniformes me indican que trabajan para Argus. Y si ellos están aquí, otros más podrían estarlo.

Jill y Taylor se envaran para atacar, pero Miracle se les adelanta.

—Nosotros nos encargamos —avisa ella, mirando a Kyle para asegurarse que esté listo. Claro que lo está.

Dylan parece un león enjaulado. Camina de lado a lado, agarrándose la cabeza con las manos. Quiere participar, pero ya sus poderes ni funcionan.

—Deben irse... —les repito a Taylor y a Jill, quienes miran todo con suma atención por si deben intervenir.

Kyle comienza a fintar con uno de ellos y, a su vez, Miracle distrae al otro para que yo deje de ser su objetivo.

Fui golpeada varias veces con el poder de otros Raezers teniendo el anillo puesto en mi dedo, así que sé muy bien cuan resistente es el Duxilum. Pero tampoco puedo confiarme y permitir que un mal golpe lo destruya delante de mi hermano y de Jill. Ellos podrían morir aquí, ahora mismo, si no se marchan.

—¡Váyanse ahora! —les ordeno al ver que los dos no reaccionan.

—Ya es hora —está de acuerdo Dylan, quien se acerca a mi lado para hablar con nosotros—. Debes irte, Taylor. Lleva a Jill contigo y crucen el portal. No regresen hasta que nosotros no vayamos por ustedes.

—¿Y Miracle? —pregunta mi hermano, llevando sus pupilas hacia ella, quien se encuentra esquivando la descarga de energía que le ha lanzado su contrincante.

No debe ser fácil para ella, ni para Kyle. Ellos no logra ver el poder de los Raezers mortales, y tampoco su escudo. Se deben guiar por la percepción sensorial y hacerse a un lado cuando el calor de su poder los esté por alcanzar.

—¡Luego los alcanzo! —grita ella, sin quitarle el ojo a su oponente.

—Aléjense de aquí, por favor —les suplico.

—Está bien —masculla Taylor, no muy convencido. Sabe que no tiene opción.

Sujeta a Jill de la mano y nos echan un último vistazo antes alejarse a toda velocidad.

—¿Estás bien? —me pregunta Dylan una vez que lo tengo frente a mí.

Kyle aniquila al Raezer con el que estaba peleando y corre a ayudar a Miracle.

—Sí —le tranquilizo—. ¿Y tú?

—También.

En ese preciso momento, nuestros amigos acaban con el último Raezer.

—¡Púdrete en el infierno, infeliz! —le grita Miracle al cuerpo calcinado de ese desgraciado.

—Ella tiene que irse... —murmuro preocupada, viendo a los lados por si algún otro Raezer decide aparecer—. Todos tienen que hacerlo.

Buscaré una forma de destruir la piedra yo sola. Por mucho que me duela, podría poner el anillo bajo el auto y aplastarlo con la llanta. Le he tomado un cariño especial, así que no es de mi agrado tener que destruirlo. Pero si Dylan se queda aquí él también morirá. A pesar de que sus habilidades se redujeron al límite y continúa siendo Raezer, es casi tan humano como yo. Y al no llevar escudo... eso lo mataría.

—¿Todos? —pregunta él, mirándome confundido.

Kyle y Miracle enfilan en nuestra dirección, mirándome con recelo. Ellos también me han oído.

—Tú también —digo—. No hay nada que puedas hacer, este es mi problema. Tengo que resolverlo yo sola.

—No pienso moverme de tu lado —contesta con determinación.

—Ni yo —lo secunda Kyle.

Está bien, imaginé que dirían eso. ¿Ahora qué hago? El miedo pronto se apodera de mi pecho, presionando, quitándome el aire, forzando a mi pobre corazón a latir más rápido.

—No podré vivir conmigo misma si uno de ustedes muere —sollozo.

—Nadie lo hará —me anima Dylan, rodeando mi cuerpo con sus brazos.

Dejo caer mi cabeza contra su pecho e intento calmarme allí, en mi rincón perfecto. Mis pulmones se hinchan al inhalar su delicioso aroma y eso me trae un poco de la calma que necesito.

—Puedo quedarme y... —comienza a decir Miracle, pero Kyle no la deja terminar.

—Tú ve, por favor —le implora—. Hazlo por nuestro hijo.

Esa es una jugada bastante sucia, y Kyle lo sabe. Pero si esa es la única manera en que Miracle se vaya... está perfecto.

—Sabes donde está el portal —le digo a Miracle, saliendo del resguardo de los brazos de Dylan—. Jill y Taylor te deben estar esperando.

Me quito el anillo del dedo y lo mantengo a la vista del resto. Todos abren ligeramente los ojos al ver al Duxilum.

Ya es hora.

Ya es hora.

Miracle presiona sus labios hasta convertirlos en una fina línea. Lleva una mano hacia su vientre y lo acaricia con delicadeza. Luego, conduce la mirada hacia Kyle, quien le regala una radiante sonrisa. Sé cuanto le está costando hacer eso, fingir que todo está bien... Por dentro, él se debe estar rompiendo en pedazos. Lo sé por como sus ojos, de color esmeralda, comienzan a humedecerse y tornarse rojos. Si esto sale mal él no verá nacer a su bebé, ni tampoco tendrá la oportunidad de acompañar a Miracle en esta nueva etapa, ni de ser un gran padre, como estoy segura que lo será.

Mi amiga se acerca a él como un rayo y ambos se funden en un abrazo rápido. Él besa sus labios una sola vez antes de verla marcharse por el mismo lugar que lo hicieron los otros dos.

La expresión en el rostro de Kyle me parte el alma. Como desearía que esto fuese distinto...

—Terminemos con esto —masculla entonces, mirando al Duxilum con un odio que ya no oculta.

—No sé si tú puedas destruirlo —digo con inquietud—. Cuando estuve en el castillo de Argus quise escapar y él me atacó con su poder, sin embargo, el anillo siguió intacto.

Dylan gruñe por lo bajo al recordar la visión que tuvo de eso.

—No tenemos los mismos poderes que Argus —replica el de rizos.

—Miracle también disparó accidentalmente su poder contra mí, me confundió con uno de los discípulos de Argus —le recuerdo.

Eso ya lo saben, ella les contó toda la historia mientras yo dormía como un oso en hibernación.

—Y no le pasó nada al Duxilum —continúa Dylan, analizando el anillo que he puesto en la palma de mi mano.

—A lo mejor no recibió la cantidad suficiente de energía para romperse —deduce el otro.

—Es posible. —Estoy de acuerdo con él—. Debemos hacerlo ahora, no podemos perder más tiempo.

—Hagámoslo —concuerda Dylan.

Coloco el anillo en el centro de la ronda que armamos y me aparto unos pasos hacia atrás. Dylan y Kyle también se mueven esos escasos metros lejos de la piedra.

—¿Están seguros de quedarse al lado de...? —Kyle se calla abruptamente cuando percibe algo.

Sus ojos se entrecierran mientras mira alrededor buscando algo que Dylan y yo no notamos. Mi corazón martillea en el pecho al imaginarme el peor escenario. De repente, Kyle parpadea varias veces como si no lograra enfocar bien la vista. Pero lo que más me asusta de todo eso es el ligero tambaleo que lo desestabiliza por un breve segundo. Mi respiración se acelera al ver a Dylan hacer exactamente lo mismo.

¡¿Qué ocurre?!

¡Recoge el Duxilum!

Me apresuro a tomar el anillo y ponerlo nuevamente en mi dedo, por las dudas.

—Corran... ¡Corran! —grita Kyle con cierta dificultad.

No... ¡No! ¡¿Cómo nos encontraron?!

Es Kyle quien me toma en brazos para facilitarle a Dylan la huida. Abandonamos la carretera y nos adentramos dentro un extenso campo. Sin embargo, sus movimientos son torpes. Casi me agarra algo cuando Kyle avanza solo unos pocos metros antes de caer de rodillas sobre la tierra seca, conmigo en brazos.

Dylan cae un segundo más tarde, a un par de metros de nosotros, sujetándose la cabeza.

¡¿Qué es esto?!

—¡¿Qué tienen?! —les pregunto, poniéndome de pie lo más rápido que puedo.

Kyle quiere levantarse, pero tropieza dos veces en el intento. Y Dylan solo se preocupa por seguir respirando y no dejarse vencer por esa repentina debilidad que lo hunde cada vez más.

No me da tiempo a acercarme a ellos, alguien me jala del brazo algunos metros más lejos.

—¡Caitlin! —grita Dylan, sacando fuerzas de no sé donde para llamarme.

Todavía lo tengo a la vista, tampoco me han arrastrado tan lejos. Él consigue ponerse de pie, pero da un solo paso antes de terminar nuevamente en el suelo.

Giro la cabeza hasta dar con la persona que me ha apartado de ellos.

No puede ser...

Mi boca se queda colgando al ver esos ojos grises tan... perturbadores en ese rostro. Sus facciones me resultan tan familiares que me da escalofríos pensar que esta persona podría hacerme daño. Pero sé con toda seguridad que es capaz de hacer las mismas atrocidades que los otros Raezers.

Ryan, el hermano de Dylan, sonríe con malicia al notar mi desconcierto.

—¿Me extrañaste? —me dice.

—¡Maldito! —le grita Dylan, perdiendo el aliento en la última vocal.

Puedo sentir su impotencia como un pesado bloque de ladrillos puesto sobre mis hombros.

—¿Q-Qué haces tú aquí? —le pregunto a Ryan en un tartamudeo. Trago saliva para bajar el nudo de mi garganta—. ¿Qué le estás haciendo?

—¿Yo? Yo nada —se ríe de manera burlona—. Ellos a lo mejor sí.

¿Ellos?

Llevo la vista hacia donde apuntan sus ojos y... el mundo se detiene por un instante. Solo puedo oír el sonido de mi pesada respiración abriéndose paso por mis bronquios. Mi pulso se torna irregular de golpe, pasando a latir con un bombeo mucho más enérgico.

La primera vez que combatí contra el ejercito de Argus había sido en el primer libro, y fue dentro de su castillo. En ese momento, la mayor parte de los Raezers que habitaban ahí mismo se habían ido a esa especie de "cacería" donde buscaban Raezers novatos a quienes quitarles sus poderes o matar, por lo que los guardianes del Duxilum que quedaron allí, y los demás discípulos, no eran suficientes como para hacernos retroceder.

Pero hoy no es el mismo caso.

Atónita, observo como decenas, no, cientos de Raezers nos han rodeado sin que me haya dado cuenta. Esto es... imposible. Ni siquiera me dan las manos para contar la cantidad de Raezers que hay aquí. La gran mayoría viste los típicos uniformes con la insignia de plata puesta en la parte superior izquierda del pecho. Solo dos o tres se han presentado vestidos como se les dio la regalada gana. Ni siquiera alzando la cabeza soy capaz de encontrar el final de esa multitud que tiene sus pupilas clavadas sobre nosotros.

Ahora todo tiene sentido. Ya entiendo por qué Dylan y Kyle han perdido sus fuerzas de esa forma tan repentina. Esos Raezers, al menos los que no son mortales, usan su energía negativa como arma para debilitarlos y así tener ventaja sobre ellos. Y como Dylan aún no es un humano completo, esto le está afectando tanto como si todavía fuese un Raezer.

—Dios mío... —consigo decir en un murmullo.

Miro hacia todos lados buscando una salida, pero no encuentro ninguna. Estamos rodeados. Además, estamos en medio de la nada, ni un alma pasa por aquí. 

Ryan ajusta un poco más el agarre entorno a mi brazo, arrancándome un grito al presionar de más.

—Caitlin... —murmura Dylan casi sin voz.

Me destroza el alma verlo así. Sus manos se aferran a la tierra, intentando mantenerse despierto, aunque dudo de cuan consciente esté; luce ido, con la mirada perdida. Sus emociones también se han distorsionado bastante, porque apenas consigo distinguir una de otra.

—¿No es hermoso? Me encantan los finales felices —me dice Ryan al oído.

Maldito loco...

—Suéltame —le ordeno entre dientes. Tiro de mi brazo para poder zafarme de su agarre, pero no consigo moverle ni un dedo—. ¡Suéltame!

—¡Kyle, no! —grita de pronto Dylan. Es lo único que llega a hacer.

En ese momento, un calor abrazador se acerca desde el frente a toda velocidad. Ryan actúa con una rapidez que no me da tiempo ni de asombrarme. Cuando quiero darme cuenta, estoy parada en el lugar donde estaba él hace menos de un segundo. 

Ay, no...

¡Muévete!

No llego ni a pestañar. El poder que Kyle le ha arrojado a Ryan me golpea con una fuerza bestial, arrastrándome unos pocos metros sobre la tierra. El dolor que siento me nubla el pensamiento, me hace olvidar de mi propio nombre. Me enceguece. Grito con todas mis fuerzas al sentir a cada célula de mi organismo arder como si estuviese en llamas. 

Sé que pudo ser peor, mucho peor, pero la energía de Kyle ha mermado y su poder ahora no tiene la capacidad de hacer mucho daño. Gracias a Dios, porque, si no, no estaría contando esto ahora.

—Atacas una vez más y tu noviecita sufrirá las consecuencias —le advierte Ryan, adoptando una actitud mucho más seria.

Oír eso hace que el dolor restante se esfume por completo. Levanto la cabeza del suelo y con el corazón en la boca miro a Ryan. Él dirige su mirada hacia un lado y le hace una seña a uno de sus compañeros. 

Que no sea lo que yo creo... Que no sea lo que yo creo...

Por desgracia, mis más temidas suposiciones se confirman al ver a Miracle ser traída a rastras por un sujeto de cabello negro y rizado. Suelto todo el aire de golpe al ver a mi amiga en las mismas condiciones que Dylan y Kyle. La carga negativa del ambiente apenas la deja respirar con normalidad, ni siquiera es capaz de extender su escudo para alejar a esos Raezers de encima de ella. Aun así, luce mucho más lucida que Dylan.

La agarraron. ¡No pudo cruzar el portal!

—Miracle... —musito atónita.

—¡No! ¡Suéltala, maldito desgraciado! —grita Kyle, recobrando fuerzas de no sé donde.

—Atacas y ella muere —le vuelve a avisar Ryan.

Kyle se lleva una mano a la frente, pensando en qué hacer. La preocupación tiñe cada una de sus facciones cuando mira a su chica.

Mientras tanto, aprovecho a levantarme del suelo. Mis piernas tiemblan y no sé si es por el miedo o por la fuerza que he perdido. Tengo miedo de volver a caer, el ataque accidental de Kyle me ha dejado más débil de lo que creía. Llevo mi mirada hacia Dylan y me doy cuenta que jamás ha quitado sus ojos de mí. Su pecho sube y baja al ritmo de su acelerada respiración. Ahora mismo la preocupación lo consume, y me consume a mí también, haciéndome perder la concentración de toda la mierda que nos rodea.

"Estaremos bien", gesticulo con los labios en su dirección. No sé como terminará todo, pero al menos esas palabras podrían traerle un mínimo de calma para que no se ahogue en su propia agonía.

—¿Por qué tanto alboroto? —pregunta alguien más. Su voz podría reconocerla incluso entre miles de personas.

Todo mi cuerpo se tensa al ver salir a Argus del medio de esa gran multitud de Raezers. Como siempre, su andar es seguro, elegante, luce muy confiado de sí mismo. Se mimetizaría con el resto de sus guardias y discípulos si no llevara la capa negra que cuelga desde sus hombros, ni su distinguible insignia de oro.

Yo puedo hacerlo. Puedo hablar sin desmoronarme.

—Quiero que suelten a Miracle —le exijo, cerrando mis manos en dos puños.

Argus me mira con atención, asombrado por mi tono autoritario a pesar de la situación en la que me encuentro.

—Ella siempre fue mi prisionera —contesta, acercándose algunos pasos hacia mí.

Ryan me vuelve a sujetar del brazo para que no intente nada. Idiota, como si pudiera...

—Tú me la robaste, ¿lo recuerdas? —continúa Argus, echándole una mirada de censura a Dylan y a Kyle.

Sabe muy bien que yo no fui quien lo hizo, sino ellos dos. Pero yo los obligue a hacerlo al escribirlo de esa forma, así que es lo mismo.

—¿Por qué haces esto? —Decido enfrentarlo, más que nada para hacer tiempo y pensar en algún plan.

¿Cómo piensas escapar? Están rodeados por cientos de Raezers. No cometas locuras, Caitlin.

Algo se me tiene que ocurrir...

—Tienes algo que yo quiero —responde, acercándose a mí como una exhalación.

Me toma de la muñeca con brusquedad y alza mi mano para tener a la vista el anillo que tanto cariño le tengo, a pesar que sea el Duxilum... Intento retirar la mano hacia atrás, pero mi fuerza no tiene nada que hacer contra la suya.

—¡No te atrevas a tocarlo! —le grito en la cara.

Intento soltarme del agarre de Ryan para ir contra Argus, pero me resulta imposible. ¡No!

Argus hace caso omiso a mis palabras y me quita el anillo con una brutalidad que me termina haciendo daño. Me aguanto las ganas de pegar un grito de dolor al sentir como se lleva parte de mi piel junto con el anillo. ¡Maldito!

—¡Caitlin! —grita Dylan al sentir mi dolor interno. A él no puedo ocultarle nada.

Consigue ponerse de pie con mucha dificultad, pero entonces el estruendo de un arma al ser disparada me aturde los oídos. Veo con horror como Dylan cae sobre su rodilla cuando su pierna herida no soporta el peso de su cuerpo.

—¡NO! —grito espantada.

Busco a quien ha efectuado el disparo y mi corazón incrementa su ritmo al ver a Aiden con el revolver en la mano. ¡Fue ese desgraciado! Una sonrisa arrogante se forma en sus labios cuando me ve a mí, luchando por escapar de las garras del hermano de Dylan. Miro a Aiden y mi estómago se revuelve. Ya no le tengo ni una pizca del cariño que sentía hacia él cuando éramos amigos. No, ya no queda nada.

—Lo pondré en un lugar seguro, te lo prometo —murmura Argus, llamando de nuevo mi atención. 

—¡Devuélvemelo! —le ordeno, retorciéndome como un gusano para poder liberarme.

Él levanta la cabeza y me mira con una sonrisa victoriosa que me saca de quicio.

—Sabes que no lo haré, Caitlin. Ya deja de insistir.

No me deja opción.

—¡Destruye el Duxilum, Kyle! ¡Hazlo ahora! —le grito, rogando porque me haga caso.

El de rizos quita la mirada de su novia y me observa a mí con cierto temor. No está seguro de hacerlo. 

Pero entonces, Argus desenfunda el arma de Ryan y apunta hacia la cabeza de Miracle.

—Le dispararé antes de que puedas parpadear —le amenaza.

—¡No! —grita Kyle, desesperado.

Si le disparan antes de que se destruya la piedra, ella morirá.

Y su bebé también.

—¡Espera, detente! —digo en su mismo tono, sintiendo el escozor de las lágrimas en mis ojos—. ¡Él no lo hará! ¡No lo hará!

—Destruye la piedra, Kyle... —le ruega Miracle, sacando fuerzas de su interior para poder hablar sin perder el aliento.

—No... No lo haré —se niega él—. No puedo.

Desde aquí puedo ver como el brillo de una lágrima inicia el descenso por su mejilla. Mi corazón se encoge al ver esa estampa. Kyle es una persona que no se desmorona por cualquier cosa, pero tiene un talón de Aquiles: su familia y todos sus seres queridos, incluyendo a la mujer que ama. Si le tocan eso, lograrán acabar con él.

—Esperaba esa respuesta —se alegra Argus.

Le hace una seña al guardia que está junto a Miracle y aquel inmediatamente saca una arma para apuntarle en su cabeza. De esa forma, Argus tiene a Kyle controlado, quien ahora es el más fuerte de los cuatro.

—Ya tienes lo que querías —le digo con los dientes apretados por la rabia—. Ahora déjanos ir.

Argus se gira hacia mí y me mira con el ceño fruncido.

—Claro que no —contesta repentinamente serio—. ¿Ya te olvidaste de mi propuesta? Aún no tengo todo lo que quiero.

Por supuesto que todavía me acuerdo de eso.

—No pienso irme contigo —escupo molesta.

—Ya expiró el tiempo para que tú puedas elegir —dice—. Esta vez vendrás conmigo y te unirás a mí, quieras o no.

—¡No tengo nada para ofrecerte! ¡¿Qué no lo ves?! ¡Lo que creía que te interesaba lo tienes en tu puta mano! —exclamo frustrada.

De un momento a otro, ese trastornado se echa a reír como si le hubiese contado el mejor chiste del año. ¿Y ahora que le pasa?

—Es increíble que aun no te hayas dado cuenta de nada. Te creía más astuta.

—Jamás pensaré con la misma mente retorcida que tú —gruño.

—Espera, tú me hiciste así. Soy una creación tuya, ¿o no? Todos aquí lo somos —señala—. Así que, pequeña Caitlin, no me vengas a hablar de mentes retorcidas a mí.

Frunzo los labios cuando no tengo argumentos válidos para discutirle eso. Tiene razón, yo soy la causante de todo esto.

Mis pupilas se desvían hacia Dylan quien continúa sin quitarme la vista de encima. Cada parpadeo que da parece durar una eternidad. Me da miedo pensar que en una de esas su cuerpo no aguante más...

—Deja que ellos se vayan, por favor —le suplico a Argus como último recurso.

Su sonrisa arrogante me responde por sí sola.

—Ya no negociaré contigo. Te di la oportunidad de hacerlo sin que los entierres, sin embargo, decidiste escapar y burlarte de mí —contesta, fingiendo sentirse dolido por mi traición—. Ahora me toca a mí mover las fichas. En mi tablero de ajedrez yo soy el rey. Tú tuviste la oportunidad de convertirte en la dama, Caitlin, pero preferiste mantenerte como un débil peón. Qué decepción.

Entiendo esa referencia, desde pequeña sé jugar al ajedrez gracias a mi padre.

—El peón también puede destruir al rey —argumento.

—No si el rey lo hace primero —responde con aires de suficiencia.

La sonrisa que de repente curva sus labios no presagia nada bueno. 

—¿No te has preguntado cómo los encontramos? —pregunta entonces.

Claro que lo he hecho. Supongo que sus rastreadores han hecho un buen trabajo, ¿no?

—Ven, Aristeo —ordena de pronto.

No puede ser... Él también está aquí. 

Miro hacia todos lados, buscando al mencionado. Dylan también alza la cabeza levemente para mirar. Pero Aristeo no aparece hasta después de cinco eternos segundos. Y lo que veo me deja sin aliento. Con los ojos bien abiertos, observo como aquel aparece de entre la multitud, sujetando de ambos brazos a... Penny. ¿Qué? Esto... Esto tiene que ser una broma. Mi amiga lleva una cinta negra en la boca para amortiguar sus gritos, es por eso que no la he oído antes. Sus ojos están hinchados de tanto llorar, y su rostro es un auténtico desastre por todo el maquillaje que se le ha corrido.

—¿Qué hace ella aquí? —pregunto en un hilo de voz.

¿Qué tiene que ver Penny con esto? Ni siquiera es una Raezer. 

Sus ojos enseguida se encuentran con los míos y su primera reacción es pegar un grito que queda amortiguado por la cinta. Intenta liberarse de los brazos de Aristeo agitándose convulsivamente, pero no consigue soltarse. De lo único que él la libera es de esa cinta, la cual retira con brusquedad de sus labios. Ella gime de dolor en un principio, pero se olvida rápidamente de eso.

—¡Caitlin! —grita desesperada—. ¡Te juro que no tenía idea de quien era él! ¡Pensé que era bueno! ¡Se suponía que lo era, te salvó en el primer libro! ¡Él te mantuvo con vida, eso fue lo que escribiste!

Lo leyó. Penny terminó mi libro. Al instante comprendo que habla de Aristeo. Sí, él fue bueno en un tiempo pasado. Si leyera la segunda parte de la historia lo comprendería.

—¡¿Qué fue lo que le dijiste?! —exijo saber, fulminando a Aristeo con la mirada.

—¡Me dijo que Argus te había encontrado y que debía ir a advertirte! —me informa ella.

—¡Maldito mentiroso! —bramo molesta.

Ella no tendría que haberse cruzado con él en un principio. Si no lo hubiese conocido aquel día donde creí que él había entrado accidentalmente a este mundo... ella no habría abierto la boca.

Me revuelvo con más ganas para poder ir tras él. Fracaso en el intento, desde luego. Ni siquiera sé por qué sigo luchando contra eso.

Deja de gastar energías, él no te soltará.

—¡Lo único que yo sabía fue lo que me contó Jill por teléfono, nada más! —llora Penny, desconsolada.

Su prima le iba a mandar fotos de los bellos paisajes que se encontró en este mundo. Eso tuvo que ser más que suficiente para Aristeo.

—Él es el tercer rastreador, Penn —le informo, intentando recobrar mi compostura.

Ella me mira atónita, luego gira la cabeza para verlo a él.

—No puede ser... —susurra pasmada.

—Hay pocas montañas con esas características. —Sonríe Aristeo, orgulloso de sí mismo.

Mi amiga se echa a llorar con más fuerzas, temiendo lo peor.

No... no puedo permitir que le hagan daño a ella.

—¡Déjala ir! —le grito, pateando a Ryan con fuerzas. Él ni se inmuta.

—¿Por qué haría eso? —interviene Argus—. Ella sabe demasiado, ¿no lo crees?

—¡Ella no tiene nada que ver con esto! —la defendí—. Deja que se marche, te lo ruego.

Puedo sentir como las lágrimas comienzan a deslizarse por mis mejillas, ya nos las puedo seguir reteniendo. Quisiera ser más fuerte que esto, pero ¿cómo serlo?

Argus se queda en silencio por un momento, estudiándome con sus grandes ojos de color ámbar. Puedo sentir como puede ver a través de mí, notando cada una de mis inseguridades. Detesto que haga eso.

Unos segundos después, la decisión está tomada.

—¿Qué hacemos con los humanos que se enteran de lo que somos? —cuestiona entonces.

Dejo de respirar en el momento exacto en que proceso sus palabras y comprendo a donde quiere llegar con eso. Pero no soy lo suficientemente rápida para encontrar una salida. Aristeo se adelanta a todo lo que yo estuviese planeando y, con un movimiento rápido y enérgico, gira a un lado la cabeza de Penny hasta que se oye un crac

Los latidos de mi corazón cesan durante el tiempo en que veo como el cuerpo sin vida de mi amiga cae al suelo. 

No...

—¡PENNY! ¡NOO! —chillo con horror.

La vista se me torna borrosa a causa del mar de lágrimas que se agolpan en mis ojos y comienzan a caer una tras otra por mi rostro. Ryan se posiciona a mis espaldas y me sujeta de ambos brazos para mejor comodidad suya.

—¡Caitlin! —Dylan usa la poca energía que le queda en ese agónico grito. 

—¡NO! ¡NO! —grito desconsolada.

El dolor que siento es tan real que mi corazón se retuerce por las constantes punzadas que se ensañan con despedazarlo. Lo peor es que esa tortura se multiplica por dos al sentir el sufrimiento de Dylan por verme así. Ahora mi interior es una completa oscuridad que amenaza con engullirme y encarcelarme en sus rincones más sombríos.

A esto me refería en la mañana cuando dije que no debía subestimar todo lo que ocurriera en este mundo. Aquí las personas también sienten, aman, lloran, y piensan. Y aquí yo también puedo sentir exactamente lo mismo que sentiría del otro lado. Ahora mismo he perdido a una de mis mejores amigas y se siente igual que si me hubiese pasado en la otra realidad. 

En medio del llanto, veo a Argus acercarse a Aristeo para susurrarle algo al oído. Una vez que termina de decirle lo que sea que le haya dicho, Aristeo pega media vuelta y se marcha de aquí a la velocidad de la luz. 

—¡Cobarde! —le grito en un arranque de ira.

Bajo la mirada al suelo y me encuentro con los ojos de mi amiga, que han quedado mirando en mi dirección. El brillo en ellos se ha apagado, tornándolos opacos, sin vida. Como me duele...

Los constantes sollozos sacuden mi cuerpo, negándome el control del mismo. Una parte de mí acaba de morir y no sé como superarlo. Esto me recuerda tanto a la muerte de Jill... Ahora en este mundo alternativo, ni Penny ni Jill existen. Aunque Penny podría regresar solo si la traigo del otro lado, como hice con su prima. Pero no sé si pueda hacerlo...

—¿Ahora lo ves? —Argus se atreve a romper el silencio—. Todas las acciones tienen sus consecuencias. Lo que le pasó a tu amiga es tu culpa. Si tan solo hubieses hecho lo que...

—¡Eres un maldito embustero! —le grito enfurecida, interrumpiéndole—. ¡Jamás me uniré a tu estúpido séquito! ¡Eres un enfermo!

Argus ni se inmuta por mi sarta de insultos. Peor aun, una sonrisita burlona aparece de pronto en sus labios. Mi magullado y pobre corazón incrementa su trabajo al imaginarme los posibles escenarios que pueden surgir a continuación. ¿Qué planea?

—¿Lo que acabo de hacer no ha sido suficiente? —cuestiona.

Mis ojos se desvían inmediatamente hacia los chicos, temerosa de que pueda hacerles algo a alguno de los tres. Pero de repente, saca un objeto de entre su capa y lo arroja delante de mí, provocando que algún tipo de cristal se quiebre al chocar contra el suelo. Admito que me llevo un pequeño sobresalto. Cuando al fin enfoco mejor mi vista, reparo en que lo que ha lanzado es un portarretrato. La foto me resulta difícil de ver al principio por los trozos de cristales que hay esparcidos encima. Sin embargo, no tardo mucho más en reconocer la imagen. 

¿Qué?

 Me quedo paralizada  al ver que se trata de una foto de mis padres. ¿Qué es todo esto? Se supone que ese portarretrato debería estar colgado en la sala de mi casa. Junto al mismo, caen dos sortijas que reconozco de inmediato. Son los anillos de matrimonio de ellos... jamás, desde que tengo uso de razón, se las han quitado. Mi corazón pega un salto al distinguir una mancha de sangre en una de las esquinas del marco. Un temblor incontrolable se apodera de mi cuerpo al pensar en... lo peor.

—Admito que tu padre fue un hombre valiente —dice de pronto—. Intentó defender a tu madre en todo momento, incluso cuando me vio arrancarle el corazón con mi propia mano. Sí, ese pobre hombre luchó hasta el final.

Mi mundo termina de derrumbarse al oír eso.

Un repentino mareo me hace cabecear por un segundo. Puedo sentir el nudo en mi garganta que no me deja respirar. Me ahogo. La gélida oscuridad que se ha venido formando en mi interior me abraza y me arrastra hasta sus profundidades, privándome de cualquier rayo de luz.

—Tú te pareces mucho a ella, ¿sabes? —puedo oír la voz de Argus desde algún rincón de este agitado y oscuro océano.

Regresa, Caitlin. Enfócate.

No encuentro la fuerza para hacerlo. Mi corazón apenas late y la angustia me consume a pasos agigantados. Mis padres... ellos están... Argus los mató. Están muertos. Muertos.

El nudo consigue romperse, liberando finalmente todas las emociones contenidas.

—¡NOOO! —grito abatida—. ¡¿POR QUÉ LO HICISTE?! ¡¿POR QUÉ?!

Mis ojos son un par de cataratas que no dejan de sacar lágrimas. A este ritmo me voy a deshidratar antes de que termine el día.

—Oh, vamos. ¿No tienes un repuesto de ellos en el otro mundo? —se burla Ryan a mis espaldas.

¿Un repuesto? ¿De qué cree que está hablando? ¡Han matado a mis padres! Sea en este mundo o en el otro, es lo mismo. El dolor es real, es abrumador, desesperante.

Argus avanza dos pasos, pisando intencionalmente el portarretrato de mi familia. Su figura luce borrosa y distorsionada por culpa de las lágrimas que han vuelto a colonizar mis ojos. 

—Porque es mi turno de destruir todo lo que amas —responde con severidad a mi pregunta.

¿Su turno? Entonces, ¿esta es su venganza por el final que elegí para su historia de amor?

—Esto siempre fue por ella, ¿no? —No necesito dar nombres ni más detalles, Argus comprende al instante que me refiero a Amelie.

Su mandíbula se tensa el escuchar mis palabras. Sí, ella siempre será su talón de Aquiles.

—Ten cuidado con lo que dices —me advierte entre dientes.

No he olvidado nuestra conversación en el castillo. Argus me amenazó, juró acabar con todas las personas que amo si revelo la verdad acerca de su gran poder. Si todos se llegaran a enterar que ningún Raezer entregaría sus poderes a menos que sea por un acto de amor, todo lo que ha logrado se le vendrá abajo en un abrir y cerrar de ojos. Supongo que ya no lo verán como un ejemplo a seguir. ¿Quién querría estar bajo el mando de un mentiroso y manipulador?

—¡Caitlin, no lo hagas! —escucho la débil voz de Kyle a lo lejos.

Desvío la mirada hacia él y veo que me señala con sus pupilas a Miracle. Mi amiga intenta mostrarse fuerte al mantener a raya la crisis de nervios que está teniendo, pero el temblor en sus manos y piernas la delatan.

Si abro la boca ahora será como estallar una bomba atómica. La gran mayoría de Raezers intentará hacerse con Miracle para obtener el poder de ella y de su bebé, con el único propósito de convertirse en alguien igual de poderoso que Argus. Todos será un caos, si es que nos mantienen con vida para verlo, claro. 

Argus mira a Kyle con curiosidad, luego cambia la dirección de su mirada hacia Miracle. El disgusto es evidente en la expresión de su rostro, pero logra disimularlo con una ligera mueca.

—Tranquilo, mi buen amigo Kyle. A ella no la puedo tocar, le hice una promesa a mi hermano —establece con una serenidad mal fingida.

Ryan resopla por la nariz al oír eso. Debe ser feo haber sido reemplazado de esa forma tan... repentina. Puedo imaginar el odio que le debe tener a Aristeo.

—Primero iré por lo que más le duele —continúa Argus.

Mis ojos se dirigen automáticamente hacia Dylan. Sus pupilas se enganchan con las mías al mismo tiempo, permitiéndome ver en ellas algo que él jamás mostró: miedo. Pero no miedo de morir, puedo sentir dentro de mí que no es así, sino, más bien, miedo a lo que vendrá luego cuando él ya no esté. Dylan ni siquiera teme por su vida, él teme por mí. 

—¡No! —grito, aterrada—. ¡No le hagas daño!

Argus hace oídos sordos y camina en dirección a mi destrucción.

No, no, ¡no! ¡NO!

—¡Detente, por favor! ¡Te lo suplico! ¡No le hagas nada! —continúo gritando como una posesa.

Me agito en los brazos de Ryan con toda la fuerza que tengo, en un débil intento por soltarme de su agarre. No lo consigo. Es más, otro Raezer se coloca a mi lado por si las dudas. 

—¡Es tu hermano! ¡Haz algo! —le pido a Ryan, pateándolo para que reaccione.

—Dylan dejó de ser mi hermano hace tiempo —murmura en un tono áspero.

Esas palabras provocan que mi llanto aumente, porque yo decidí que así fuera. Ahora me doy cuenta que todo se ha vuelto en mi contra, cada palabra que escribí, cada personaje que imaginé... ¿En qué momento perdí el control de este mundo?

Argus se detiene a dos metros de Dylan y lo mira desde arriba, con su mentón ligeramente elevado y una expresión de vanidad que me revuelve el estómago, más de lo que ya lo tengo.

—¿Qué se siente haber perdido? —se atreve a preguntarle a Dylan con una ligera sonrisa de satisfacción.

Pero lo que sucede a continuación no es la respuesta que yo esperaba. Dylan emite un alarido de dolor que me cala hasta los huesos y me congela el alma. Argus lo ha atacado.

—¡No, por favor! ¡Basta! —imploro, ahogándome en un mar de lágrimas.

Mi corazón recibe una horrible punzada al sentir el dolor desgarrador de mi alma gemela. Argus lo matará delante de mis ojos...

—¿Dónde está tu escudo? —le pregunta autoritario.

Me horrorizo aún más cuando le pega una patada en el mentón, provocando que su hueso suene igual que una rama al partirse en dos. Dylan gime de dolor mientras cae de espaldas al suelo.

—¡NO! —vocifero.

Mi garganta comienza a doler de tanto maltratarla, pero eso ahora ni me importa.

—¡Déjalo! —interviene también Kyle, pero Argus ni lo escucha.

—¿Dónde están tus poderes? —continúa preguntando.

Dylan vuelve a chillar de dolor al sentir el poder de Argus quemarlo vivo, arrancando su vida lentamente con una crueldad inhumana.

Kyle intenta ponerse de pie una vez más, pero fracasa estrepitosamente. Y a raíz de ese amague, el arma en la cabeza de su novia presiona con un poco más de fuerza, arrancándole a ella un gemido de dolor. 

—Miracle... —La mira aterrado, arrepintiéndose de inmediato de haber hecho ese movimiento.

—¿Ya ves, Caitlin? —Argus se dirige hacia mí—. Así es como esto debió terminar en la última batalla. Él no es más que una distracción para ti.

—¡Eso no es cierto! —replico.

Mis ojos deben estar realmente hinchados de tanto llorar. No sé como parar, no puedo hacerlo.

—Eres demasiado inocente... —dice entonces—. Hiciste mal tu elección, te equivocaste, querida.

Lo miro sin comprender. ¿De qué habla?

Argus observa por un segundo mi rostro lleno de dudas. Lo está disfrutando, el desgraciado disfruta confundirme.

—¿Es que no te das cuenta? —pregunta, sin poder creer que yo no lo siga.

—No sé de qué hablas —digo entre dientes.

Argus se pone repentinamente serio.

—Yo soy toda tu maldad, Caitlin. Soy tu otra personalidad, esa que tanto te empeñas en ocultar.

Sus palabras son como un baldazo de agua fría.

—¿Qué? 

Sus manos se cruzan detrás de su espalda cuando comienza a dar un paseíllo mientras me explica con toda la tranquilidad del mundo.

—Todos tenemos un lado bueno y un lado malo. Depende de ti lo que quieras ser. Muchas personas se dejan dominar por el lado malo, es fácil caer en la tentación, ¿sabes? Pero es mil veces más difícil permanecer en el lado bueno, cumpliendo reglas, contentando a todo el mundo... Tu decidiste elegir ambos lados, pero no te atreviste a vivirlos en la vida real. Por eso nos creaste a todos nosotros. —Señala con la mano en forma general—. Yo soy toda la maldad que hay en ti. La mayor parte la acumulaste en mí. Y tu noviecito...

Es todo lo que está bien; correcto, gentil, cariñoso, bueno...

—... es toda la bondad que habita en ti —dice a la par de mis pensamientos.

Pestañeo confundida. No, no puede ser así.

—Eso no tiene sentido. Yo jamás sería como tú —murmuro desconcertada.

—Te equivocas, tú eres peor que yo. Solo que no sabes manejar esa parte de ti, entonces decidiste reflejarla en alguien más, por eso me creaste a mí.

—¡Mientes! —espeto irritada. No caeré en su juego.

—Si yo destruyo esa bondad...

—¡No! —le detengo, oscilando mi mirada hacia Dylan—. ¡No lo hagas!

—... tendré lo mejor de ti —continúa hablando como si yo no hubiese dicho nada.

—Detente... —sollozo, rendida.

Argus me mira con curiosidad.

—¿Por qué debería hacerlo? —cuestiona—. Ya hice el jaque en tu tonto juego, ¿cómo piensas escapar?

—Me iré contigo. —Juego mi última carta, mi único movimiento antes de que haga un mate—. Haré... todo lo que tú quieras. Pero por favor, no le hagas nada. 

—Caitlin... no... —musita Dylan con la voz rota.

—Deja que ellos se vayan. Llévame contigo, seré uno de ustedes. Te ayudaré en lo que necesites, obedeceré cada una de tus órdenes. Pero no lo mates a él... por favor.

Argus se toma unos eternos segundos para pensar en mis palabras. Mientras tanto, la ansiedad me consume. No puedo ver a Dylan en ese estado. Estoy viviendo un maldito infierno.

Cuando ese miserable al fin se digna a contestar, yo ya veo la respuesta reflejada en sus ojos. Mi estómago sufre un calambre al percibir sus intenciones. Ese odio que emana me golpea con tanta fuerza que el aire contenido en mis pulmones se escapa en una rápida y corta exhalación.

—A ti ya te tengo, Caitlin —contesta sin atisbo de dudas.

El mundo deja de girar en el momento en que su mirada se torna oscura, malévola, llena de una ira acumulada y un resentimiento que me resulta abrumador incluso hasta a mí. Logro captar en cámara lenta como se vuelve hacia Dylan para asestarle el golpe final, el puñal que arrebatará el alma de su cuerpo. Mi alma. 

Lo hará. Ya no hay vuelta atrás.

He leído en muchos libros la típica frase donde uno ve pasar su vida delante de sus ojos antes de morir. A mí me pasó. Cuando tuve aquel accidente donde casi muero, varias imágenes pasaron delante de mí; cada momento feliz o triste estuvo plasmado en esa secuencia de momentos que describieron quien fui y quien soy ahora. Y en este preciso momento, algo similar ocurre. 

La conexión que tengo con Dylan no es fácil de explicar con palabras. El ejemplo más claro que puedo utilizar es el de los imanes. La misma fuerza que los atrae, tan irresistible e hipnótica, es la misma que siento hacia él. Y no en el sentido físico, más bien en el espiritual. Así lo sienten nuestras almas, que se buscan constantemente para acariciarse, besarse, y danzar juntas en un baile sin fin. Jamás lo tendrá. Y por mucho que Argus intervenga, nuestras almas estarán enlazadas para siempre. Por lo que si uno muere, condenará al otro a sentir que la vida se le escurre de las manos. Ambas almas lucharán por mantenerse unidas a pesar de que una de ellas deba marcharse. La persona que viva jamás tendrá un descanso. Jamás podrá cerrar los ojos y dormir con tranquilidad sin sentir que su alma lucha por perseguir a la otra. Esa es la condena que Argus me impondrá si arranca a Dylan de mi lado.

Tan fuerte es lo que nos une, que ambos vemos pasar al mismo tiempo una corta sucesión de imágenes donde se mezcla nuestro pasado y nuestro presente.

La primera imagen se presenta como una pantallazo, donde veo una versión pequeña de mí. Mi yo de siete años, tiene su rostro aniñado sumido en una absoluta concentración. Veo a través de sus ojos los trazos que dibuja en una hoja blanca, tan imperfectos, pero tan especiales... El color gris predomina en el interior del iris que colorea. Cuando termina, coloca el lápiz a un lado y una sonrisa infantil se extiende en su rostro al admirar los ojos grises que ha dibujado. La visión cambia rápidamente y me veo en la piel de alguien más. Esta no soy yo. Enseguida me doy cuenta que estoy dentro del cuerpo de un chico de unos catorce años, que observa atentamente el dibujo que le han dejado en el interior de un tronco hueco. La emoción que siente al ver esa ilustración es contagiosa. Hasta cualquiera podría pensar que en sus manos tiene una obra del mismísimo Picasso...

Ver por mí misma un recuerdo de Dylan me pone los pelos de punta, porque también puedo percibir el cariño fraternal que tenía hacia mí, un cariño tan inocente y... puro. Es increíble.

Las imágenes avanzan y se detienen en el momento en que nuestras miradas se cruzaron por primera vez en el instituto, luego de tantos años. La familiaridad e intensidad en su forma de verme vuelve a resultarme igual de intimidante que aquel primer día. Su rostro siempre me ha parecido una obra de arte, sin ningún imperfecto. De repente, un destello cambiar esa visión por otra. Exhalo con asombro al verme a mí aquel primer día de clases. Parada en medio del pasillo formado entre las mesas, me veo estupefacta, confundida y maravillada a la vez, todo eso se refleja en mi rostro al mismo tiempo. También puedo sentir las emociones de la persona que me observa, sus sentimientos son tan sólidos y fuertes que me dejan desconcertada. El deslumbramiento que sintió Dylan al verme fue un reflejo de lo que yo también sentí ese día. De pronto, un sentimiento cálido, similar al que uno experimenta cuando se siente querido, se esparce por cada fibra de mi ser mientras sigo viendo esa imagen. Dylan ya me guardaba cariño incluso el primer día de habernos conocido en clase. Sin saberlo, desde ese momento nuestras almas se reclamaban. Ese día comenzamos a amarnos.

Las imágenes ahora comienzan a pasar más rápido, sin un orden aparente. De un momento a otro, se detienen en aquel día en que tuvimos que reunirnos en la biblioteca para hacer un trabajo de Historia. En la visión sus labios lucen de lo más apetecibles, en aquel entonces quería probarlos para sentir su textura y su sabor. No sabía cuan enamorada estaba de él en su momento...

La visión cambia velozmente y es reemplazada por otra donde me veo a través de los ojos de Dylan durante nuestra primera vez. El amor que siente por mí es igual de avasallante e inquebrantable que el que yo siento por él. Me mira anonadado, maravillado. Yo jamás me he visto de la forma en que me ve él, realmente preciosa, única, sin ningún defecto. 

La escena cambia y pasan algunas más donde veo su sonrisa, su manera de mirarme, de tocarme; me veo a mí besándole, riéndome como si estuviese en el momento más feliz de mi vida, que de seguro lo era si él estaba junto a mí. 

Otras imágenes, estas no tan felices, pasan delante de mis ojos para recordarme los momentos difíciles que tuvimos que atravesar. En la primera aparezco yo, indecisa y dolida por no ser lo suficientemente inteligente para elegir a qué hombre entregarle mi amor. Que tonta era. Si tan solo hubiese conocido la otra faceta de Aristeo... no hubiese tenido duda alguna. En la siguiente imagen reconozco la sala en la casa de Dylan, estoy dentro de su cuerpo viendo con sus propios ojos como yo salgo corriendo por la puerta, con el rostro cubierto de lágrimas. Ese día él decidió dejar de luchar por mí. Y en sintonía con lo que estoy viendo, una enorme amargura se cierne sobre mí al ver como Dylan cae de rodillas y se larga a llorar como si el mundo se hubiese terminado para él.

De repente, el día que me entregó el anillo para pactar nuestro amor se planta frente a mí con rapidez, resaltando esa preciosa gema de color verde que, por supuesto, no tenía nada de inocente. El Duxilum reluce con un brillo que no había notado antes. Es inusual y mágico. Siempre nos estuvo avisando sobre lo que era, pero no fuimos capaces de comprender la complejidad del mismo. Ahora, la felicidad reemplaza con una facilidad pasmosa al desconsuelo causado por lo visto con anterioridad. Abrazo el placer y la alegría porque Dylan y yo hayamos coincidido en esta vida. Una vida ficticia, pero real a fin de cuentas. 

Las imágenes continúan pasando mientras me hundo en mis pensamientos, intentando no dejarme llevar por los constantes cambios emocionales. 

El tiempo que he pasado con Dylan... los momentos que hemos vivido... todo ha sido perfecto, tanto lo bueno como lo malo. Pero ahora estoy a un paso de perderlo todo. Estoy a punto de ver morir a la persona que más amo en este mundo sin poder hacer nada al respecto, sin poder luchar por él. Porque después de que él muera en esta dimensión... todo se irá a la mierda. No podré traerlo del otro mundo porque será imposible escapar siendo lo que soy: una humana. Dylan morirá, luego se cargarán a Kyle, torturarán a Miracle hasta la muerte, y por último quedaré yo, a quien mantendrán muerta en vida para ver el desastre que harán con la Tierra y su población. Sería imposible intentar nada, me quedaré encerrada en este lado del portal para siempre.

Las lágrimas se empecinan en bañar mi rostro mientras pienso en que perdí. Fallé. Argus tenía razón, yo solo soy un peón que nada tiene que hacer contra un rey

Mis ojos observan horrorizados como el mundo vuelve a cobrar su ritmo habitual. Dylan lleva su mirada hacia mí, mostrándose ligeramente sorprendido por todo lo que acaba de ver y aun sigue viendo. Sí, los recuerdos aun no se han detenido. Yo también los sigo viendo, pasan delante de mis ojos a toda velocidad, interponiéndose con la realidad que ahora desearía dejar de ver. 

—¡Dylan!—grito a todo pulmón, entre medio de un llanto desconsolado—. ¡Suéltenme!

Las visiones cambian y me enseñan varios de los momentos alegres con él. Mi interior grita de agonía al recordar su sonrisa y su manera ser conmigo, de hacerme feliz. Sin embargo, aun sigo viendo lo que sucede tras esas visiones, las realidad se sigue interponiendo entre cada recuerdo, opacando todo lo bueno. El contraste que hacen ambas situaciones es devastador. Mi mente se empecina en enseñarme todo lo bueno, mientras que mis ojos no dejan de ver la horrible situación que tengo delante.

Inesperadamente, mi magullado corazón recibe una brutal embestida al ver a Dylan gesticular con los labios un "lo lamento".

Lo lamenta... Dylan lamenta no poder hacer nada más que esto; lamenta no ser lo suficientemente fuerte para sobrevivir por los dos. Y yo lamento no haber aprendido a controlar este mundo a tiempo. Sí, cuanto lo lamento...

Me sacudo en los brazos de Ryan para quitármelo de encima y poder hacer cualquier cosa para salvar a Dylan, lo que sea. Pero nada parece funcionar. Hoy el universo se ha puesto en mi contra y se ha ensañado en arrebatármelo todo. Y no puedo hacer nada contra eso. Solo me queda ver como Argus clava la mirada en su objetivo, decidido a terminar con todo esto de una buena vez.

Es la hora. Yo lo sé, Dylan lo sabe. Pero sus ojos permanecen en los míos, no se despegan de mí ni en su último segundo de vida. 

—¡NOOOOOOOOOO! —chillo con todas mis fuerzas, dañándome la garganta, destrozando mis cuerdas vocales.

Ningún dolor puede compararse con el que siento ahora dentro de mí. Mis órganos se desgarran por culpa del inmenso sufrimiento que hace colapsar a mi sistema entero en busca de una salida que no encuentra. Ya estoy cansada, no quiero seguir más con esto. Quiero regresar a mi mundo, al que siempre he pertenecido para continuar interpretando el papel que me ha tocado en esta vida. En la de verdad. Porque nada de esto existe, jamás existió. Todo está en mi cabeza. Siempre lo ha estado.

Cierro mis ojos para dejar de ver esta farsa. Lo único que deseo es que la negrura que me engulle pueda devolverme a donde en verdad pertenezco. Así se siente tocar fondo, como si nada más que el propio sufrimiento importara. Nos aislamos del resto cuando creamos una barrera a nuestro alrededor que nos separa de la realidad. Supongo que ese es el mecanismo de autodefensa que tiene nuestra mente para sanar. Nos encerramos, nos hacemos pequeños, nos abrazamos a nosotros mismos, y nos contenemos de la forma que solo nosotros sabemos. A veces nos herimos. Y muchos se pierden buscando ese fondo que jamás llegan a tocar. Se siente como lanzarse en una enorme piscina sin saber nadar y sin poder hacer pie. Ahogarse es inevitable.

Yo acabo de encontrar ese fondo, puedo tocarlo, sentirlo, y es tentador quedarse allí en la nada misma, donde nada más importa. Pero algo me hace reaccionar. Un minúsculo chispazo hace vibrar una pequeña parte de mi corazón, dotándolo de una refrescante energía. Su luz dorada ilumina parte de la oscuridad que ha invadido mi interior, regalándome un fugaz instante de paz. 

De pronto, todo mi organismo enloquece. Adicto a ese nuevo rayo de esperanza, lo busca desesperadamente en cada rincón, destapando emociones, sentimientos y memorias que creía haber perdido. De todo lo que voy sintiendo algo llama mi atención: un recuerdo de cuando fui una Raezer. Al principio me resulta abrumadora la sensación de sentirme poderosa, en contraste a como me siento ahora. Pero poco a poco ese recuerdo se vuelve más sólido, permitiéndome rememorar el tiempo en que veía el mundo con una claridad pasmosa. Todo lo que oía, veía, tocaba o hacía, lo llevaba a cabo con una gracilidad exquisita, envidiosa.

Sentir ese poder, aunque sea por medio de un recuerdo, provoca un cambio en mí. La fe que había perdido regresa para darme esperanzas y, sin darme cuenta, comienzo a ascender hacia la superficie, abandonando esa profundidad oscura que había comenzado a consumirme.

A lo mejor no todo está perdido, tal vez esa Caitlin que fui en un pasado sigue habitando en mí, solo que yo no le dejo salir. ¿Por qué no lo hago? Simplemente porque no me he permitido creer que yo misma puedo pertenecer a este mundo. Desde que descubrí que todo esto existe, no he dejado de pensar que yo también puedo tener a mi otra persona, la otra Caitlin de esta dimensión. Pero jamás consideré que esa otra persona siempre pudo haber estado en mí. Yo soy ambas Caitlin. Soy humana, pero también soy una Raezer. 

Esta vez el chispazo de energía es mayor, y el latir de mi corazón lo propaga rápidamente al resto de mi sistema, colmándome de una inesperada vitalidad. Mi poder ha despertado de su letargo y ahora lucha por salir, deseando mostrar quien soy en verdad, ansiando enmendar el error que cometí al crear a estos monstruos sin corazón que quieren quitarme lo más valioso que tengo. No puedo permitir que lo hagan. No dejaré que me arrebaten a Dylan.

Pensar en perder a esa persona que tanto amo es la clave para que mi poder finalmente se revele.

Sí, yo soy una Raezer.

Mis pensamientos han sido incluso más rápidos que Argus. Pero mucho más veloz es la poderosa energía que se acumula en mi pecho y es bombeada como un chorro de luz por cada una de mis arterias y venas. Mi poder rompe las últimas barreras de la negación y se exterioriza como una potente onda expansiva que se expande a miles de kilómetros de distancia. 

Jamás había visto algo igual en mi vida. Ni siquiera mi poder junto al de Dylan fueron capaces de crear semejante descarga. Puedo sentir la energía recorrer un largo camino, arrancando de raíz todo lo que se le interpone en medio, alejando toda la maldad de mi lado y del de Dylan. Milagrosamente él no se ha movido ni un centímetro de su lugar, solo lo hace para tomar una gran bocanada de aire fresco, como si todo este tiempo hubiese tenido la cabeza sumergida en el agua. 

En ese mismo instante, algo sorprendente ocurre. Me quedo asombrada al ver que todo su cuerpo se ve envuelto por una tela flexible, pero resistente, que desprende un sutil brillo dorado. No tengo dudas que ese es su escudo. Pero más maravillada me quedo aun cuando veo que mi escudo también ha regresado y está soportando una extraña fuerza que tira de él hacia dentro. No obstante, no es tan fuerte como para hacerlo retroceder.

Ya nadie me retiene. Mis rodillas hace tiempo están clavas en el suelo, soportando los últimos vestigios de esta extraña fuerza. Y cuando todo termina, mis pulmones inhalan profundamente, cargándose de un aire mucho más limpio y puro; uno lleno de un poder inmenso, colosal. Jamás me había sentido así antes.

El sol refleja sus últimos destellos en las nubes, volviéndolas de un vivo color rojizo. La oscuridad está a punto de tomarlo todo, pero eso no es un problema para mí. Mi visión se ha vuelto mil veces mejor que la de un humano. Ahora la claridad con que veo todo es alucinante. 

Es un mundo nuevo.

—Caitlin... —murmura Dylan desde su lugar.

Mis oídos captan su murmullo como si lo hubiese gritado en mi oreja.

Dylan...

Nadie más que él se encuentra en el centro del extenso campo. Estamos solos.

—¡Dylan! —Me levanto de un salto y corro hacia él.

La velocidad con la que me muevo ahora ya no es la misma de antes. Claro que no. Es increíble ver como alcanzo mi objetivo en tan solo un mísero segundo. Lo bueno es que manejo la situación con una facilidad sorprendente, como si estuviese grabado en mi mente desde el comienzo de mi existencia.

Anonadada, veo como Dylan se levanta rápidamente y me ataja antes de que pueda tirarme a su lado. Él está bien, está vivo. El alivio que siento es indescriptible, pero se hace aún mayor cuando por fin me veo rodeada por sus fuertes brazos. Mi corazón se ablanda cuando le oigo inhalar el aroma de mi cabello para calmar sus nervios. Yo hago lo mismo, por supuesto, pero con su camiseta. Su fragancia me trae la paz que necesito.

Él es más fuerte que yo y consigue despegarse de mí solo un poco para poder verme a los ojos.

—Tus poderes... ¿Cómo...? ¿Qué fue lo hiciste? ¡Los recuperaste! —me dice desconcertado, pero feliz a la vez.

—Solo tenía que creer en mí. —Me encojo de hombros—. Desde un principio debí creer en mí...

Me observa maravillado.

—Eres grandiosa —susurra.

—Tus poderes también han vuelto —observo.

—Sí, gracias a ti —responde con una sonrisa ladina.

De pronto, una mueca de dolor descompone su bonito semblante. Entonces, recuerdo todas las torturas a la que fue sometido, principalmente al disparo. La bala aún continúa dentro de su pierna.

—¡El disparo! —exclamo preocupada—. Déjame revisarte eso.

Dylan me sujeta de las manos y me obliga a mirarle a los ojos.

—Eso es lo de menos —se ríe.

También me doy cuenta que su mandíbula ya se encuentra en perfecto estado.

Me quedo embelesada mirando su sonrisa. Es demasiado hermoso...

Dylan desciende la vista a mis labios y ya sé cual será su próximo movimiento. Me adelanto a él y me abalanzo a sus labios para besarlos con fervor. Sus manos viajan a mi cintura y me atraen aún más contra él. Me olvido de absolutamente todo durante los pocos segundos que dura el beso.

—Creo que ya entiendo qué pasó —dice de pronto, despegándose de mis labios—. Tú y yo estamos conectados, pero no solo sentimentalmente. Lo que tenemos va más allá que eso. Compartimos poderes. Yo empecé a perder los míos porque tú no los tenías en este mundo. —Alza su mano para acariciar mi mejilla—. Ambos somos un reflejo del otro.

Me quedo pensando en sus palabras por un momento. Tiene sentido, sino ¿qué otra explicación habría? 

Pregúntale a los demás...

¡Dios mío, los demás! Me encantaría volver a sus labios de nuevo, pero tenemos que bajar de las nubes y enfrentar la realidad. Como si estuviese leyendo mi mente, Dylan también parece caer en la cuenta de ese detalle y me suelta súbitamente. Los dos nos ponemos a inspeccionar el lugar con apremio.

—¿Dónde están todos? ¿Dónde están Kyle y Miracle? —pregunto, comenzando a ponerme nerviosa.

Ni los pájaros se atreven a sobrevolar el terreno. No hay ni un alma vagando por estas tierras.

Volteo hacia Dylan y lo encuentro con la misma expresión de desconcierto que la mía.

—No lo sé. Será mejor que vayamos a buscarlos —responde, con un deje de inquietud en su tono de voz.

De pronto, oímos algo que nos pone en alerta. Un quejido de lamento atraviesa varios kilómetros y llega a nuestros oídos. Podría reconocer esa voz donde fuera, incluso si fuese un débil y frágil susurro. La ira toma control de mi cuerpo y hace que mi poder fluya en mis venas con más facilidad. Sin pensármelo dos veces me lanzo en esa dirección dejando a Dylan atrás, desconcertado por mi repentina impulsividad. Corro a toda velocidad, cegada por la rabia que me da el solo pensar en su asqueroso rostro.

Cuando al fin llego donde mi objetivo, me asalta primero el asombro. Me quedo atónita al ver a Argus tirado en el suelo, rodeado de un halo de luz que reluce de un tenue color anaranjado. ¿Esa es su energía? Un momento. ¿No lleva su... escudo? Por otro lado, su rostro luce descompuesto mientras mira el anillo que tiene entre sus dedos. Mi anillo. Una fea sensación se asienta en la boca de mi estómago al ver que la preciosa piedra que tenía incrustada ya no está. En cambio, el suelo está cubierto por diminutos trozos de lo que una vez fue el segundo Duxilum. Sí, ese fue el segundo. Pude sentir su fuerza empujar mi escudo hace un rato.

Ahora solo queda el tercero. El más difícil de encontrar.

Cuando Argus se percata de mi presencia, vira el semblante en mi dirección y noto el cambio en su mirada, la cual se vuelve oscura, sombría.

—¡Tú hiciste esto! ¡Me las pagarás! —grita colérico.

Todo sucede tan rápido que apenas me da tiempo a reaccionar. Un agradable calor pasa velozmente junto a mí y se precipita sin cuartel sobre él. Argus solo llega mostrarse sorprendido por lo que se le viene encima, ni siquiera le da tiempo a apartarse. Su alarido de dolor resuena en el campo abierto cuando es embestido por tal descarga de poder. Acabo de confirmarlo, no lleva escudo. Un segundo después, Dylan aparece junto a mí y entrelaza nuestros dedos, creando alrededor nuestro un escudo más amplio y resistente.

Debo decir que una parte de mí está disfrutando esto. Después de todo lo que nos hizo pasar, de todo lo me hizo perder, Argus se merece este sufrimiento. 

Y mucho más.

Ese miserable deja de retorcerse al cabo de un minuto. Intenta ponerse de pie, pero su cuerpo le falla. A duras penas levanta la cabeza para fulminar a Dylan con la mirada. Luego, dirige sus pupilas hacia mí.

—Creo... creo que te he subestimado, Caitlin —murmura, contrayendo el rostro en una mueca de dolor. 

Ahora soy yo quien le lanza un buen chorro de mi poder. Su grito es música para mis oídos.

—¡Eres un desgraciado! —escupo enojada, dolida.

Su tortura se prolonga un poco más que la primera vez.

—Siempre... supiste... lo que eres —dice de pronto.

—¿Qué dices? —pregunto confundida.

Argus me observa con las cejas hundidas. ¿Tan fuerte le di? Hasta que parece reparar en algo y abre los ojos como platos.

—Sigues sin darte cuenta —se sorprende.

Resoplo por la nariz, molesta por tanto misterio.

—¿De qué demonios hablas?

Su ojos oscilan hacia Dylan y regresan enseguida hacia mí.

—No importa —musita. Y con voz sugerente añade—: De todos modos tú decides quien vive, ¿no es así?

Me quedo en silencio, sin saber que responder. Yo no puedo tomar esa decisión, ¿o sí?

Dylan se encarga de hacerle abrir la boca lanzándole otra potente descarga de energía. Argus se retuerce por tercera vez, de seguro rogando porque lo matemos ya mismo.

—Sabes... que no puedes... acabar conmigo, ¿verdad? —consigue decir en un murmullo.

—Eso es lo que tú crees —increpo, lista para asestar el golpe final. Pero lo que dice a continuación me impide hacerlo.

—Siempre estoy... a un paso por delante de ti.

Tardo un segundo en comprender a dónde quiere llegar con eso.

¡Lo sabía!

—Landon lo sabe todo —digo a la par de mis pensamientos.

Yo tenía razón, ese maldito estaba al tanto de todo. Cuando lo vi en la casa de Jill... lo supe con solo ver su mirada. Ya no era Landon, era Argus quien gobernaba ese cuerpo. Ahora entiendo mejor su apego a Aristeo, el vínculo entre hermanos sigue bastante sólido. Si Jill se llegase a enterar que su madre ya no sale con Landon, si no con el mismísimo Argus... le dará un patatús.

Lo peor de todo es que ese maldito consigue sonreír a pesar de todo el dolor.

—Landon ya no existe —murmura. Claro que no. Ahora solo hay dos Argus. Esto es increíble. Apenas podemos con uno y ahora tenemos dos—. Aunque me mates ahora, regresaré.

—No lo harás —afirmo con convicción—. Un peón también puede destruir al rey.

Argus no llega a dar ni su última exhalación, mi poder arremete contra él sin cuartel, matándolo en el acto. 

Lo hice... Al fin lo hice.

Me quedo un instante viendo su cuerpo calcinado. Tanto tiempo esperando por esto y... aun no me siento completamente satisfecha.

—Ya está hecho —susurra Dylan a mi lado.

 Algo merodea en mi pecho que no me deja celebrar la victoria en paz, si es que puedo llamarla así con una amiga menos y mis padres muertos. Cierro los ojos con fuerza y procuro no pensar en eso. No es momento de hacer el luto. Ahora tengo una cosa en mente: encontrar el último Duxilum y matar a Landon, o mejor dicho, a Argus.

—Sí —digo en un murmullo—. Ahora busquemos al resto.

—Aguarda un momento —me pide, inclinándose ligeramente hacia adelante.

Ay no...

Le doy la espalda para no tener que ver como mete su dedo en la herida de la pierna para quitarse la bala. 

Dylan se aguanta el dolor bastante bien, porque solo oigo un leve quejido provenir de su garganta. 

—Listo. —Suspira con alivio.

Me vuelvo hacia él en el momento en que arroja la bala al suelo.

—¿Estás mejor? —le pregunto.

—Sí, esa cosa me estaba poniendo realmente malo.

Como ven, no nos llevamos muy bien con la plata.

Comenzamos a caminar hacia el lado contrario, poniendo atención a cualquier señal que nos indique el paradero de Kyle y Miracle.

—¿Yo decido quién vive? —cuestiono en voz alta. No puedo dejar de darle vueltas a eso.

Dylan me echa un rápido vistazo.

—No le prestes atención a eso, Argus estaba chiflado. —Pone mala cara al recordarle.

Me gustaría que todo me diera absolutamente igual, pero siento que hay algo más... algo importante. ¿A qué se refería con eso de que todavía sigo sin darme cuenta? ¿De qué?

—Me esconde algo, lo sé —murmuro con desconfianza.

Dylan se detiene y me obliga a mí también a hacerlo. Una de sus manos sube a mi barbilla y la sujeta con delicadeza para que lo vea a los ojos. A sus preciosos ojos.

—Lo dijo por que tú eres la creadora de este mundo, amor —dice entonces.

Es inevitable que al oír ese apodo mi estómago vuelva a verse colonizado por las mariposas que se habían escondido en algún rincón, espantadas por la presencia de ese ser maligno.

—Sí, lo sé. Pero es solo que... —Lo que estoy diciendo pierde por completo el sentido cuando mi cabeza se ordena de golpe, y todas las fichas caen súbitamente en su lugar.

La impresión que me dan mis propios pensamientos me hacen retroceder un paso, apartándome bruscamente de Dylan. Sus ojos buscan los míos, pero no los encuentra. Estoy tan sumida en mis pensamientos que por un momento me olvido de todo lo que está a mi alrededor.

Yo... yo soy la creadora de este mundo. Yo soy la que decide quienes viven y quienes mueren, siempre y cuando no hayan cruzado los portales.

Parece que pasaron meses desde la última gran batalla, donde se supone que Dylan tendría que haber muerto por haberme entregado sus poderes. Pero no fue así. Yo soy la que lo ha mantenido con vida durante todo este tiempo. A todos ellos.

Ahora entiendo muchas cosas. Cuando todo esto inició, Dylan no quería acercarse a mí porque temía que me ocurriera lo mismo que en el primer libro, temía que mi débil cuerpo "humano" no soportara la fuerza de nuestra atracción. Pero lo resistí, y eso es porque siempre seguí siendo una Raezer, solo que tenía ese lado oculto en algún rincón de mi ser. 

Sí, siempre he sido una Raezer. Una Raezer que tiene el control de la mayoría de las cosas que me rodean. Yo soy la creadora de todo esto.

—Soy el último Duxilum —susurro perpleja, a la par de mis acelerados pensamientos.

Dylan me mira desconcertado. Sabe que no estoy mintiendo, él puede sentir lo mismo yo. Está al tanto de la veracidad de mis palabras.

—¡Ahí están! —la repentina voz de Kyle me provoca un sobresalto.

Dylan también gira la cabeza para ver lo que sucede.

Kyle y Miracle caminan en nuestra dirección junto a Jill y Taylor. Los dos primeros están desprovistos de sus escudos, por lo que brillan como dos arbolitos de navidad.

—Casi muero —murmura Kyle con cara de pánico—. Mi escudo se rompió un segundo después de que todo acabara.

—El mío igual —le sigue Miracle—. Por un momento pensé que no lo lograría.

—¡No se imaginan lo que sucedió en el otro mundo! —grita Jill, eufórica—. ¡La tierra tembló con una fuerza increíble!

—Duró menos de un minuto —aclara Taylor—. Regresamos porque nos dimos cuenta que pasó lo que tenía que pasar aquí, de alguna forma los mundos están conectados. El Duxilum ya se destruyó, ¿no?

Casi no logro entender nada de lo que dicen. Mi cabeza todavía sigue con lo mismo de antes.

—Yo soy el último Duxilum —repito, aturdida, desconcertada.

El revuelo queda en pausa y todos me prestan atención.

—¿Qué? —interroga Miracle.

Por eso Dylan no murió cuando tuvo que hacerlo. Por eso mismo siguen creándose nuevos Raezers, porque por más que se destruyan las otras dos piedras yo continúo creando vida. Yo mantengo vivos a los humanos que Argus trae del otro mundo para transformarse en lo que aquí son: Raezers.

Veo la claridad reflejada en el semblante de todos. Ahora lo comprenden. Es a mí a quien tienen que destruir, si no esto será un ciclo sin fin.

—No... —susurra Jill con los ojos llenos de lágrimas.

Kyle se sujeta la cabeza con las manos, mientras que Taylor me mira horrorizado.

—¡Yo soy el último Duxilum! —exclamo desesperada.

Ninguno es capaz de recuperarse con rapidez del terrible shock. Solo Dylan reacciona a tiempo. Sus manos me sujetan las mías para llamar mi atención, pero no puedo siquiera devolverle la mirada.

Si Landon... Argus, regresa a este mundo hará un desastre. Está bien, no tendrá a su ejercito tan rápido, pero no tardará en conseguirlo. Mi mente crea nuevos personajes, nuevos Raezers a cada segundo. Es algo que no puedo controlar. Me aterra pensar que él podría hacer lo mismo en el otro mundo, en mi realidad. Si yo permanezco del otro lado, él tendría la posibilidad de modificar las cosas si quisiera. Podría matar cuanta gente se le cruzara en el camino, siempre y cuando se mantuviera como un Raezer. Si no llegara a regresar a este mundo, podría perder sus poderes al volverse un humano.

Ante su mirada dolida, me zafo de las manos de Dylan y comienzo a dar varios pasos atrás.

—No puedo... —digo con la voz estrangulada por el nudo que presiona mis cuerdas vocales.

—Caitlin, espera —me advierte Dylan, dando un paso hacia mí con cautela.

Yo ya sé lo que tengo que hacer. Es una vida por millones de otras. Será mi vida por la vida de niños, mujeres y hombres inocentes, de este y del otro mundo.

—Lo siento —es lo único que me sale decir antes de romper en llanto.

Dylan comprende de inmediato mis intensiones.

—¡NO! —grita entonces.

Pero ya es tarde. Me doy la vuelta y echo a correr como jamás lo hice en mi vida.

Primero debo hallar a Argus, el maldito debe está aguardando del otro lado del portal. Y una vez que termine con él, porque yo confío en esta nueva versión de mí, tendré que... acabar con mi vida. No hay forma de hacer que esos Raezers dejen de aparecer. No puedo controlarlo. Pronto todo será un caos. Porque por más que yo mate al otro Argus, esto se saldrá de control. Tendremos nuevos enemigos, que vaya uno a saber si no son peores, que intentarán repetir la historia. Todo secreto se descubre en algún momento, queramos o no. Y no podemos dar caza uno o uno, eso nos llevaría una vida entera.

Muevo mis piernas lo más rápido que puedo, sintiendo como el miedo me las agarrota cada vez más. Mi pecho se contrae por culpa del pánico, impidiendo que el aire fluya con normalidad.

Por el camino me voy encontrando los cuerpos calcinados de todos los Raezers que fueron víctimas de mi revelación hace unos minutos. Es como un inmenso cementerio. Es escalofriante.

¡Caitlin, detente! —me pide Dylan en un intento por alcanzarme.

Pero yo ya estoy a pocos kilómetros de llegar al portal. Una vez que ingrese, le será todavía más difícil encontrarme, porque no cruzaremos a la otra dimensión juntos.

Este es el final que tuvo que tener todo desde un principio, así tenía que terminar el primer libro. El problema desde un inicio he sido yo. ¿Por qué tardé tanto en darme cuenta de eso? Aun así, si lo hubiese descubierto a tiempo, ¿me hubiese animado a hacer lo mismo que estoy por hacer ahora? No lo sé...

Mi aguda visión alcanza a ver las ruinas del viejo castillo a unos pocos kilómetros. Ya casi llego. Solo un poco más...

Pero lo triste de todo esto es que estoy tan sumida en mis pensamientos que no me doy cuenta de la persona que me espera allí. Cuando se aparece frente a mí, a un paso del portal, sé que todo se ha jodido.

Ahora entiendo qué es lo que le dijo Argus al oído. Él sabía que el Duxilum podría destruirse hoy mismo, por eso se aseguró que Aristeo estuviera en la otra dimensión para darle aviso a Landon, mejor dicho, Argus, de lo ocurrido. Y ahora aquel debe estar esperándome.

Siempre a un paso por delante...

Cuando logro salir de mi ensimismamiento ya es tarde. El arma que sostiene Aristeo en una de sus manos dispara contra mí sin vacilaciones. 

Yo soy rápida, pero él también lo es. Y la bala me gana esta vez, igual que en el primer libro.

—¡NOOO! —grita Dylan a unos cuantos metros por detrás, viendo lo mismo que yo.

Doy mi último suspiro en el momento justo en que un dolor agudo se instala en mi cabeza y mi cuerpo se desconecta abruptamente de todas sus funciones, excepto por mi visión y audición, que tardan unos segundos más en apagarse definitivamente.

—¡CAITLIN!

Puedo sentir como mi cuerpo se va apagando rápidamente, sin darme oportunidad a hacer nada. La oscuridad comienza a devorarme, tirando de mí hacia las profundidades, alejándome cada vez más de la luz.

¡No! ¡Quiero regresar!

—¡Se escapó, ese infeliz cruzó al otro lado! 

Puedo oír las voces, pero no puedo distinguir a sus dueños. Sé que se trata de los chicos, solo que mi cerebro es incapaz de hacer las sinapsis adecuadas. Además, el volumen parece ir disminuyendo con el transcurso de los segundos. 

Mi conexión a Dylan es tan fuerte que logro percibirlo a mi lado, aunque no siento ni su piel ni su calor.

—¡¿Qué mierda pasa?! ¡El portal ya no está! 

Mi cuerpo ya no aguanta y termina por sumergirse en esa oscuridad, en ese descanso que me han obligado guardar.

—Estarás bien, mi amor. Todo estará bien...

Esas son las últimas palabras que oigo antes de que la luz se apague por completo.



...

N/a:

¡Hola mis preciosos Raezers! ¡Feliz 2021! Espero que se encuentren de maravilla ❤

¡No puedo creer que ya llegáramos al final de este segundo libro! ¿Qué les pareció? Moría de ganas por revelarles este final que tan loco se me hizo cuando se me ocurrió. ¡Me encantará leer todos sus comentarios al respecto!

Por cierto, quería aclarar algo respecto a la portada de los libros que me anduvieron preguntando. No se preocupen que eso lo explicará Caitlin en el Tercer Libro, pero yo ahora les daré un adelanto. En el primer libro, la portada tiene la imagen del primer Duxilum, bueno al menos una parte de él. En el segundo libro, la otra parte la complementa la mitad del segundo Duxilum. Y ambos, juntos, forman el tercer Duxilum, que sería Caitlin. Por eso el nombre de ella está en medio del dibujo. Ella es la suma de todo eso, es la creadora. Y la forma del rombo en sí, sus dos puntas, hacen referencia a ambos mundos. Espero que se entienda ❤ Ya sé que es medio engorroso jaja. Les dejo pensar a ustedes el significado de la tercera portada, que dejé en uno de los capítulos anteriores.

Y aun queda el Epílogo, que eso terminará por volarles la mente. Lamento no traérselos a tiempo, se me hizo demasiado largo este capítulo final y no quería dividirlo para que no se perdiera el hilo. Pero estaré publicando el Epílogo dentro de muy, muy poquito. 

Lo que sí les traigo ahora es el BOOKTRAILER, que lo encontrarán en el siguiente capítulo. ¡Espero que les guste! ❤ 

Gracias por leer. ¡Los quiero! ❤

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