Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXVIII

Una semana atrás...

Narra Argus:

—¡Les dije que no llamaran la atención! —bramé, regañando al grupo de ineptos que tenía delante de mí.

Eran tres en total. Dos de ellos tragaron grueso al notar mi furia.

—Lo lamento, mi señor. Esos humanos son realmente escandalosos —contestó uno con la cabeza gacha.

Jamás me olvidaba de los nombres de nadie. El que acababa de hablar se llamaba Aiden, y yo mismo lo traje de vuelta al mundo de donde había sido desterrado una vez. Los otros dos eran Thomas y Jason. Como dije, jamás me olvidaba de las caras de ninguno de mis Raezers.

—Oblígalos a cerrar la boca entonces —le dije, sin inmutar mi mirada severa—. No me importa como lo hagas, pero cruzarán el portal les guste o no.

Esos humanos me iban a sacar canas verdes. Yo iba a reunir de nuevo a mi ejercito, costara lo que me costara. Solo debía hallar a cada uno de ellos y arrojarlos a las vías del tren. No era tan difícil.

—Sí, señor —respondieron los tres al mismo tiempo.

Crucé mis manos por detrás de mi espalda y alcé el mentón, mirando a los tres con autoridad. Ni dudaron en darse la vuelta y desaparecer de mi vista.

A veces debía tener mano dura con ellos, aunque no solía cabrearme seguido con mis discípulos. Se suponía que yo debía ser una figura ejemplar a la cual seguir. No quería perder su confianza en mí.

Una vez solo en mi habitación, me acerqué al ventanal que decoraba la pared frente a la puerta y dejé que la brisa que ingresaba del exterior calmara mi temperamento. De entre unas nubes blancas como el algodón, se asomó el sol por un par de segundos, iluminándome a mí y al cuarto. La insignia de oro, que colgaba de la parte superior de mi uniforme, emitió un delicado destello al ser alumbrada por los rayos de ese magnífico sol.

Había veces que también me sentía abrumado. No era fácil tener al mando a cientos de personas que siempre esperaban que las cosas me salieran bien. Al menos ahora sí me estaban saliendo bien. Tenía a mi ejercito casi listo, y Caitlin todavía no había podido encontrar el segundo Duxilum. Eso era una gran ventaja para mí, pero estaba seguro que pronto lo encontraría. Me había quemado el cerebro pensando en los lugares dónde pudo haberlo metido, pero aún no daba con el sitio. Ni siquiera El Libro del Fin del Mundo había ayudado en nada. Me lo leí de arriba abajo, de adelante atrás, pero en ningún lado decía específicamente el lugar donde podía hallarse.

Tal vez las imágenes podrían decir algo. Tendría que ponerme a analizar las cientos de ellas que había allí. Iba a ser un trabajo bastante pesado, que decir.

Si no encontraba esa piedra en los siguientes días iba a tener que jugar muy sucio. Si tenía a Caitlin en mis manos era cuestión de tiempo tener el segundo Duxilum en mi poder. Lo iba a poner en un lugar que nadie más que yo supiera la ubicación. No pensaba dejar que nadie lo destruyera.

¿Y el tercero? Bueno, ese libro tenía escrito en sus anticuadas hojas que era el más difícil de encontrar. ¿Difícil? ¡Ja! Yo ya sabía donde estaba, lo deduje desde el primer momento. Otra ventaja para mí: ellos no tenía ni idea de que yo estaba un paso por delante de ellos.

Tenía ganas de salir de aquí. No quería tener otra interrupción por el día de hoy.

Ni me molesté en cruzar la puerta. Salté por la ventana y dejé que la gravedad me llevara al encuentro con el suelo. Quería alejarme por unas horas de este castillo, escapar para poder ordenar un poco mis pensamientos.

Corrí a toda velocidad, sin ver exactamente a dónde me dirigía, solo quería largarme de aquí. Cuando quise darme cuenta, estaba en mi anterior hogar. Las ruinas del castillo me recibieron cuando me detuve frente a ellas. Tantos años vividos aquí... Tantos recuerdos...

Quería acceder al centro de la montaña, pero era imposible. El castillo había colapsado por completo, enterrando todo lo que había debajo. Incluida a mi Amelie. Cuanto la extrañaba... A veces sentía que el tiempo se había congelado desde el día que la perdí. Desde entonces, mi corazón y cualquier rastro de bondad que pudiera existir dentro de mí se apagaron, dejándome vacío, sin alma.

No pude ir más allá, de pronto fui engullido por el portal que me transportó al otro mundo, a ese mundo nuevo, pero tan familiar para mí. Todo era igual que en mi dimensión, al menos las partes en las que estuve. Aquí había mucha más variedad. Caitlin necesitaba conocer más el mundo para expandir su mente y abrir nuevos lugares, porque muchas veces todo se repetía. Los paisajes eran los mismos, incluso las personas. Pero no aquí. En esta realidad había millones de cosas nuevas con las que podía entretenerme.

Me pregunté como sería este mundo sin humanos... No es que fuera un sitio muy habitable para nosotros, los Raezers, porque perderíamos nuestros poderes. Pero sería el lugar indicado para quienes quieran tomarse unas vacaciones de tan pesado trabajo que los Duxilums nos han impuesto.

—Algún día —suspiré.

En un futuro podría tener el control de cuanto quisiera. Eso me gustaba.

La capa de mi uniforme se vapuleó con el viento que había en lo alto de la montaña donde me encontraba. Me sentía en la cima del mundo, y la sensación era realmente placentera. El único inconveniente es que comenzaba a tener frío. La nieve había cubierto el pico de esta montaña y el de sus hermanas. No sabía en qué sitio estaba, pero tenía la ligera sospecha de que el invierno estaba a poco de llegar. Y sería un invierno muy crudo.

Me bajé lo más rápido que pude de la cima y corrí lejos de allí, buscando un nuevo lugar donde parar. Un sitio donde pudiera dejar que mi imaginación volara.

Luego de estar corriendo por unos quince minutos sin ninguna interrupción, tuve que frenar en seco cuando vi un acantilado abrirse paso justo a pocos metros de mí.

Me percaté de que no estaba solo. Rápidamente me escondí detrás de un árbol para que la persona que se hallaba sentada en el borde del acantilado no me viera. De todos modos no lo haría, estaba de espaldas a mí y tampoco me escucharía llegar. Podía llegar a ser muy silencioso cuando me lo proponía.

La energía negativa de mis Raezer a mí no me afectaba. Ser más poderoso que cualquiera tenía sus ventajas. Y sabía que esta persona no era ningún Raezer. Además, se hubiera dado cuenta de mi presencia si fuese uno.

Observe al humano con detenimiento. Me di cuenta que era una chica. Su largo cabello se extendía por toda su espalda, hasta por encima de su cintura. Estaba ligeramente inclinada hacia adelante, concentrada en algo.

La estudié por al menos diez minutos enteros antes de pensar en acercarme. Observé que a su lado descansaba un frasco de vidrio, cilíndrico, que contenía un líquido verde en su interior. A cada tanto, ella le daba un rápido vistazo. Una sola vez lo vi alzarlo y sacudirlo en círculos, como si estuviese catando un buen vino. Parecía que esperaba a que sucediera algo.

Caminé sin hacer el menor ruido, procurando no pisar ninguna ramita seca en el camino. Al llegar a su lado vi que aún seguía sin sentir mi presencia.

Humanos...

Ella leía un libro sin percatarse de nada a su alrededor. ¿Cómo podían ser tan descuidados? El peligro siempre acechaba desde los rincones más oscuros. O desde su lado, en este caso.

Me senté junto a ella sin decir ni una sola palabra, con el mismo silencio que lo haría un fantasma. La miré de reojo. Una sonrisa había curvado ligeramente la comisura de sus labios mientras leía alguna parte que le había gustado en la historia.

El vestido blanco que traía puesto no mostraba más allá de sus rodillas, era suelto y de una tela ligera. Este le confería una especie de armonía al combinarse con el color blanco-rosado de su piel. Todo ella transmitía una agradable paz.

¿Cuantos años tendría? ¿Dieciséis? Me recordaba un poco a Amelie, aunque tenían sus diferencias, por supuesto. La mujer que una vez amé tenía al radiante sol en su cabello, mientras que esta jovencita tenía el color del chocolate.

Las épocas eran muy distintas. La mentalidad del ser humano también había cambiado mucho a lo largo de los siglos. En mi época de humanidad, no estaba mal visto que alguien mayor saliera con una niña de tan solo quince años y formara una familia. Hoy eso era un hecho repudiable. Y coincidía. Con el paso del tiempo tuve que amoldar mi mente a la nueva sociedad, olvidando la mayoría de mis costumbres. Eso era lo único que me impedía ir a buscar a mi Amelie en este mundo. Solo era una niña. Podía ser un asesino, un psicópata, pero jamás le haría daño a ella. No era un maldito depravado.

Llevé mi mirada hacia nuestros pies. Estábamos a una gran altura del suelo. Abajo, el agua golpeaba con una fuerza descomunal las rocas que se amontonaban en la base. ¿Qué hacía ella aquí? Era demasiado peligroso. Alcé la cabeza y fijé mi mirada en el paisaje. Enseguida comprendí el por qué. La vista era increíble. En mis largos siglos de vida jamás había tenido la oportunidad de ver algo como esto. El cielo tenía pinceladas rosadas y anaranjadas que le daban un toque mágico, de otro mundo.

—Te preguntaría por qué te sientas aquí, pero creo saber la respuesta —dije entonces.

Ella se sobresaltó al notar por fin mi presencia. El libro a punto estuvo de caerse de sus manos, pero con mis finos reflejos alcancé a sujetarlo antes de que terminara en el agua.

Harry Potter —Leí la portada con detenimiento—. ¿Tú crees que todo eso existe?

Ella no se levantó. Permaneció en su sitio mientras una pequeña "v" comenzaba a formarse en su ceño. Me miraba el uniforme, desde luego. Sus grandes ojos de color chocolate ocultaban muchas preguntas.

—¿Y tú quién eres? —preguntó desconfiada, con un marcado acento español.

Yo también hablaba español, entre mucho otros idiomas, por supuesto.

—Si te digo mi nombre esperaré el tuyo devuelta —le advertí en su misma lengua.

—No te conozco, ¿por qué debería decirte mi nombre?

—Para conocernos —bromeé.

Rodó los ojos y tomó el libro de mis manos para buscar la página donde estaba leyendo antes. Noté que a cada tanto observaba de reojo mi capa.

—¿No te fías de mí porque llevo una capa? —quise saber.

—Tú lo has dicho, no yo —enarcó una ceja.

Solté una pequeña risa al darme cuenta por las cosas estúpidas que se guiaba el ser humano. Alguien era peligroso si llevaba puesta una capa.

—¿Tú crees que soy peligroso? —le pregunté para sacarme de la duda.

Ella alzó la mirada de su libro y la posó en mí. Ahora me miraba con más cautela.

—No lo sé. ¿Lo eres?

Solté un suspiro y uní mis manos sobre mis muslos. Qué más daba, si esta chica abría la boca la considerarían loca. No corría riesgos al revelarle nada.

—Lidero un ejercito de personas que no son realmente humanos. Planeo conquistar el mundo —confesé sin ningún tapujo.

Las cejas de la chica se alzaron levemente. Una sonrisa comenzó a extenderse en sus labios. Esperé por su respuesta un minuto entero.

—Y creía que yo era la loca —contestó finalmente.

—¿Por qué piensas eso? —cuestioné.

Negó con la cabeza para restarle la importancia que no creía merecer.

—He leído muchas historias a lo largo de los años. Moriré esperando que algo interesante como en los libros me suceda.

—Creo que acabas de cumplir ese sueño —Sonreí ampliamente.

Estaba hablando con el villano de una historia. En realidad, yo no me consideraba el villano, así era como querían verme los demás. Yo solo quería lo mejor para el mundo. Los humanos eran una plaga; malvados, crueles, codiciosos, no podía permitir que su peste continuara expandiéndose.

Ella no comprendió al principio lo que dije, pero al relacionarlo con mi vestimenta y lo que acababa de revelarle, una risita escapó de sus labios.

—Vaya, no sé que decir. Jamás creí que este momento llegaría algún día —murmuró medio en broma.

Prefería que se lo tomara así. A lo mejor, si realmente le confirmaba mis palabras saldría corriendo.

—Nunca dejes de creer en lo imposible —le aconsejé—, porque cuando dejes de hacerlo serás igual que el resto, una persona aburrida, sin nada especial.

Ella me sonrió y desvió la mirada al atardecer que teñía nuestros rostro de tonos anaranjados.

—Cuando uno vive mucho tiempo en la realidad... simplemente deja de creer. —Se encogió de hombros.

La observé con curiosidad.

—Pareces saber mucho de la vida a tus cortos veintidós años —le dije.

Su semblante se giró hacia mí automáticamente.

—¿Cómo sabes mi edad?

—Cuando uno vive mucho tiempo, aprende cosas —le respondí, modificando un poco su frase anterior—. Me resulta fácil deducir la edad de las personas por la forma en que miran el mundo.

—Entonces, tú debes tener unos cien años —bromeó.

No estaba tan errada.

—Solo unos pocos más —asentí, sonriéndole.

—Eso debe ser agotador.

A pesar de que solo lo decía en chiste, jamás había estado más acertada. ¿Así me sentía? Pues sí. Vivir tanto tiempo era realmente extenuante. Tenía muchas cosas en la cabeza, momentos vividos, obligaciones, responsabilidades, metas... Cada día se sumaba algo nuevo.

—Lo es —Suspiré.

Los últimos rayos del sol estaban a punto de desaparecer. Pronto el atardecer terminaría, al igual que esta conversación.

—¿Qué bebes? —le pregunté, señalando el frasco.

Ella lo miró y frunció los labios, buscando una respuesta rápida a mi pregunta.

—Jugo de algas —contesto finalmente.

Me la quedé mirando por unos segundos de más. ¿Por qué me miente?

Levanté el frasco y miré su contenido detenidamente. En su interior, había algo parecido a una alga dando vueltas en aquel líquido verde. Acerqué el contenido a mi rostro y arrugué la nariz al sentir el desagradable olor.

—¿Segura que no está vencido? —le seguí el juego, devolviendo el frasco a su lugar.

—Eso mismo estaba pensando —asintió ella.

Pequeña mentirosa...

En fin, sus asuntos no me interesaban, a decir verdad.

—¿Y por qué quieres conquistar el mundo? —preguntó de pronto, desviando el tema de conversación—. ¿Eres un adicto al poder o algo así? ¿No podrías encontrar una especie de paz entre los tuyos y los humanos?

—No —respondí sin dudar—. Ellos destruyeron mi vida, ahora me toca a mí destruir las suyas.

—Entonces, ¿no eres feliz?

Su pregunta me dejó algo descolocado. Muy pocas veces me había puesto a pensar en esa palabra. La felicidad me había sido arrancada de cuajo, ¿cómo me daba cuenta si había logrado recuperarla? El poder me hacía feliz, debía admitirlo, pero seguía sintiéndome vacío. Me faltaba algo. Me faltaba alguien.

Observé con atención el rayo verde que se vislumbraba un segundo antes de que el sol se ocultara por completo, llevándose consigo todos esos colores hermosos que hacían del paisaje algo mágico.

—No lo sé —le respondí luego de una larga pausa. Pasé a mirarla a ella—. ¿Y tu lo eres?

—Creo que sí —asintió con cierta duda al principio, pero luego de replanteárselo mejor, añadió—: Sí, lo soy.

Sonreí.

De alguna extraña manera eso me ponía contento. Por primera vez en mucho tiempo pude contener mis deseos de manipular o matar. Me agradaba esta chica, era muy fácil expresar lo que sentía con ella. Si llegaba a colonizar este mundo algún día, podría considerar dejarla con vida.

—Debo irme, mi madre me matará si no llego antes de que oscurezca —Se puso de pie.

Yo no me moví de mi sitio. Asentí con la cabeza, llevando mis ojos hacia el agua que había a varios metros bajo mis pies.

—Adiós. Fue un placer hablar contigo —dije amablemente.

Me resultaba raro comportarme así después de todas las masacres que había cometido hasta ahora. Si fuera otra persona de seguro no la hubiera dejado con vida. ¿Qué tenía ella?

—Lo mismo digo —murmuró a mis espaldas. Oí sus pies posicionarse hacia el lado contrario del abismo—. No te desearé suerte en tu plan para matar a la raza humana, pero sí te deseo suerte en tu búsqueda de la felicidad.

Una sonrisa desvaída fue lo único que obtuvo de mí.

Sus pies iniciaron una andadura lejos de mi posición, perdiéndose en el interior del bosque.

Durante los siguientes minutos su pregunta no dejó de rondar por mi cabeza. ¿Yo era feliz? ¿Iba a serlo si lograba lo que tanto ansiaba? Porque ganara o perdiera eso no me iba a devolver a mi preciosa Amelie y los años perdidos junto a ella.

Suspiré. Al menos destruir a quienes me la habían arrebatado me iba a traer algo de paz. Iba a vengar su muerte como sea. Y para lograrlo, primero necesitaba acabar con quien mantenía a Caitlin de pie. Si destruía su talón de Aquiles, ella ya no tendría por quien luchar, por quien vivir. Aprovecharía su vulnerabilidad para manipularla a mi antojo y así podría mantener un absoluto control de todo cuanto me rodeaba.

Mi plan era casi perfecto, siempre y cuando ella no supiera lo que yo sabía. Y si la cosa tomaba un rumbo distinto al planeado, ya tenía asegurado un plan B. Sí, mi plan B ya estaba listo por si acaso...

Miré con desinterés el agua que peleaba contra aquellas rocas que nunca cedían. ¿Cuánto tiempo tendría que pasar hasta la erosión las hiciera desaparecer? Seguramente muchos, muchos años. Podría regresar en algunas décadas para ver como seguía este sitio.

Pensar en todos los años que tenía por delante me causaba cierta ansiedad. Demasiadas cosas iban a pasar en esa brecha de tiempo. Para ese entonces ya tendría que haber logrado mi cometido.

Mientras tanto, lo único que deseaba en este momento era tirarme al agua para limpiar mi cabeza de toda la basura del día. El liderazgo suponía un gran desgaste de energía. Y yo siempre debía mantenerme fresco y fuerte para aquellas personas que veían en mí ese ejemplo a seguir; para aquellos que me creían su Dios.

Nadie me detendría. Me impulsé hacia delante y al cabo de unos pocos segundos las puntiagudas rocas quedaron cara a cara conmigo. No eran competencia para mí, pero reconocía que, al igual que yo, podían hacer mucho daño.

Para conseguir lo que quería siempre iba a tener que luchar, como el mismo mar lo hacía. Ahora entre el agua y yo había un obstáculo, uno que no era un problema para mí. Al menos eso creía. Estaba listo para apartar lo que sea que se me cruzara en el camino, cuando en vez de eso me sumergí dentro de un extraño mar oscuro que me engulló por completo. Se sentía como... si otro mundo me reclamara.

¿Otro mundo?

No. Mejor dicho, mi mundo me estaba reclamando. Y Caitlin, esa chiquilla que tantos problemas me seguía causando, no era la única que podía lograr cosas asombrosas.

...

Actualidad...

Narra Caitlin:

Como siempre, pierdo la noción del tiempo cuando cruzo entre dimensiones. Tal vez solo transcurren segundos, pero estar en ese limbo se siente como si pasaran horas.

El portal me escupe nuevamente hacia ese mundo fantasioso que mi cabeza una vez creó. Mi caída se ve amortiguada por otro cuerpo que me salva de tener un feo encuentro con el suelo. Cuando alzo la cabeza, me llevo la grata sorpresa de tener a un palmo de distancia el perfecto rostro de Dylan. Es inevitable que me quede embobada viéndole. No hay ser más hermoso que él. Mis manos descansan en su fuerte pecho, mientras que las suyas las puedo sentir adosadas firmemente a mis caderas. Eso enciende ligeramente el rubor en mis mejillas, porque estoy sentada en una parte de su anatomía que me trae ciertos recuerdos... lujuriosos. Y sé que a él también. La mágica energía que surge alrededor nuestro cada vez que conectamos en pensamientos no tarda en hacer su aparición, tentándonos a lo prohibido.

Compórtate.

El inesperado carraspeo de Taylor me despierta de esa especie de trance. Me levanto de un salto y observo que tanto Kyle como mi hermano ya están de pie, esperando por nosotros. El primero me sonríe con picardía al imaginarse la clase de pensamientos que están rondando por mi cabeza. En cuanto a Taylor... ya se imaginarán la de cuchillas visuales que le está lanzando a Dylan. En fin, ya se está acostumbrando a que Dylan y yo estamos juntos.

Miro a mi alrededor y reparo en que estamos en el jardín trasero de la casa de Dylan. Creo que aparecer aquí fue idea suya, porque yo no recuerdo haber pensado en algún lugar en específico donde aparecer.

—Otro portal —Dylan es quien decide romper el silencio. Se pone de pie rápidamente y se queda viéndome con asombro.

—Ahora ya sabemos por dónde se mueve el desgraciado de Argus —añade Kyle.

—Puede que no sea el mismo, a lo mejor usa otro. No sabemos cuantos portales haya —observa Taylor.

Le concedo un punto a mi hermano. Pueden haber decena de portales, ciento de ellos, que aun no han sido descubiertos por nosotros.

Suelto un suspiro cargado de frustración.

Espero que los portales no sean tan evidentes, porque cualquier humano podría cruzarlos. Y ya sabemos lo que les sucede a los que ingresan a este mundo sin pertenecer a la historia...

De pronto, la puerta trasera se abre de golpe, dejándonos ver a Jill bajo el umbral. El pecho de la rubia sube y baja rápidamente. Luce asustada y por demás de preocupada.

—¡Ya era hora! —dice en un grito—. ¡Casi morimos, pero lo atrapé! ¡Vengan a ver!

¿Qué?

Todos desaparecen de mi lado como por arte de magia. ¡Oh, vamos! ¡Odio no contar con mis poderes! Corro a paso humano hasta el interior de la casa, dónde me encuentro a todos en la sala viendo perplejos la escena. Dejo la mochila de mi amiga sobre el sofá y me acerco a ellos. Mi mandíbula llega al piso cuando veo a un hombre tirado en el suelo, atado de manos y pies con un par de corbatas. Está inconsciente. Su apariencia física me da un indicio de su edad, que debe estar rondando entre los cincuenta y tantos años, aunque su cabello canoso lo hace aparentar aun más.

—¡Le dije que no era peligroso! —interviene Miracle, que no había notado su presencia hasta ahora.

La pobre no deja de ver al hombre con... ¿lástima?

—¡Entró por la puerta trasera! —continúa relatando Jill, como si lo vivido fuera sacado de una película de acción—. Sabía que vendrían a buscarla a ella, pero no iba a dejar que se la llevaran. ¡Iban a tener que pasar sobre mi cadáver!

Noto como mi hermano se estremece al oír eso último. Por otro lado, Dylan se lleva una mano a la cabeza mientras mira al señor que yace en el suelo.

—Les dije que podían contar conmigo —Sonríe Jill, orgullosa de su asaña—. Lo he dejado vivo para que ustedes hagan lo que quieran con él. De seguro a Kyle se le ocurrirá algo bueno.

Dylan avanza dos paso hacia el frente, deteniéndose a un metro del cuerpo del hombre. Todos lo miramos expectantes.

—Jill, es el jardinero —dice pausadamente, para que ella entienda sus palabras con claridad.

La cara de la rubia es todo un poema, pasa del asombro a la vergüenza en menos de un segundo.

—Yo... no sabía... creí que... —balbucea más nerviosa de lo normal.

—Te dije que no sentía ninguna energía negativa —le dice Miracle, medio sonriendo por la preocupación de ella.

Kyle se coloca al lado de su novia y le planta un beso en la sien.

—Lo lamento —Jill se cubre el rostro con las manos para ocultar sus mejillas encendidas.

Sin darme cuenta, una pequeña risa se escapa de mi boca. Todos me miran con gestos extrañados. Y claro, ¿por qué me río en una situación seria como esta? A lo mejor el hombre está muerto y yo a carcajada limpia a su lado.

Seriedad, por favor.

Pero todos parecen contagiarse de mi humor y la sala se llena de risas que, dada la situación actual en este mundo, nos hace muy bien.

—Lo hiciste bien, cielo —le susurra Taylor a mi amiga en el oído. Y la recompensa con un beso corto en los labios.

—Está vivo —anuncia Dylan, que se encuentra inclinado sobre el cuerpo del pobre hombre.

—Gracias a Dios —Se alegra Jill.

—¿Con que le diste, rubia? —pregunta Kyle con curiosidad.

—Con la sartén —responde mi amiga sin titubeos.

Un momento...

—¡¿Qué sartén?! —exclama Kyle, desapareciendo a toda velocidad de la estancia.

¿La sartén donde él estaba cocinando antes de que tuviéramos que salir?

—¡Hoy te quedas sin novia, Taylor! ¡Te la voy a matar! —se lo oye gritar desde la cocina.

Jill hace una mueca de arrepentimiento.

—Igual limpié el desastre que hice —aclara ella.

Dylan pasa por alto esa pequeña discusión, tiene su atención puesta en el señor que ha movido a uno de los sillones.

Taylor se acerca al sujeto y se encarga de tomarle el pulso. Podría directamente escuchar sus latidos sin tocarlo, pero elige seguir el protocolo y hacerlo como una persona normal lo haría: colocando su dedo índice y medio en la muñeca del señor.

—Su pulso es fuerte. Despertará en un rato —asegura mi hermano.

Jill lo abraza con fuerza cuando él regresa a su lado.

Kyle vuelve la sala con cara de pocos amigos. Antes de que diga algo, Miracle llega a su lado como una bala y se le tira encima. Sus pequeños brazos rodean el cuerpazo de su novio y deja descansar la mejilla en su abdomen.

—Te extrañé —le dice ella en un murmullo.

Cualquier rastro de enfado desaparece del rostro de Kyle. La comida y la sartén quedan en el pasado. Ahora, toda su atención se centra en su chica, a la cual envuelve con sus fuertes brazos.

—Y yo a ti, nena —le responde con una sonrisa.

—Debemos pensar en qué haremos ahora —dice de pronto Dylan, llamando la atención de todos.

Camina hasta donde estoy yo y se detiene a mi lado.

—Taylor dijo que despertará —digo confundida, mirando de reojo al hombre que sigue en el quinto sueño.

—Me refiero al séquito de Argus —me aclara—. Aristeo tuvo razón en una sola cosa, es un rastreador con experiencia. Y si te busca, te encontrará —mira también a Miracle con preocupación—. A ambas.

—¿Qué es lo ocurrió allí afuera? —decide preguntar la aludida.

Nos decantamos por explicarles a mis amigas todo lo que ocurrió. Incluso, le contamos a Jill lo de Landon.

—¡Tengo que sacarla ya de esa casa! —grita ella en un ataque de nervios.

Taylor consigue sujetarla antes de que pueda salir por la puerta.

—¡No! ¡No puedes ir! —le digo a mi amiga—. No sabemos si Argus está metido en esto. A lo mejor tu mamá sí está saliendo con Landon.

—Un simple y ordinario humano —añade Kyle con ironía. No, él tampoco se lo cree.

—¡No puedo dejarla con ese loco! —se niega ella, tirando de su brazo para zafarse del agarre de Taylor—. ¡Suéltame!

—No podemos regresar —le dice él, intentando que entre en razón—. Nos estarán esperando en todos los portales.

—Miracle tenía razón —interviene Dylan—. Los portales están custodiados. Si antes había solo dos Raezers, ahora debe estar medio ejercito de Argus esperando por nosotros.

—¿Me piden que lo deje estar? ¡La matará! ¡Matará a mi mamá! —Rompe en llanto—. ¡Debo... ir... suéltame!

Taylor hace todo lo contrario a lo que le pide, tira de su extremidad y Jill termina rodeada de sus brazos, que la contienen con mimo.

—Me divorciaré de ti, lo juro —dice ella entre lágrimas.

Mi hermano sonríe ligeramente, algo afectado por el estado de su novia.

—Cuando nos casemos podrás hacerlo, si es lo que quieres, mer bleue —le responde.

Otra vez esa palabra...

—¿Qué significa eso? —pregunto con curiosidad.

—Mar azul —contesta mi hermano—. Eso veo cada vez que la miro a los ojos, un infinito y precioso mar azul.

Admito que los ojos de ambos son muy bonitos. Los de Taylor son como dos zafiros, mientras que los de Jill tienen una tonalidad mucho más clara, casi tirando a un gris.

Mi amiga se despega solo unos centímetros del pecho de su novio para mirarlo con adoración.

—Te quiero. No me voy a divorciar de ti —le dice en un susurro, aun con el rastro de las últimas lágrimas en sus mejillas.

—Lo sé, cariño —Sonríe él, limpiándole las lágrimas con sus pulgares.

De pronto, una mano se enlaza a la mía y le da un suave apretón. Al girar la cabeza a mi derecha, me encuentro con el rostro de Dylan virado en mi dirección. Me mira con un cariño que provoca una revolución de sensaciones en mi interior. Le devuelvo el suave apretón de mano y le regalo una sonrisa. Él recuesta su frente contra mi sien y se queda así durante un par de segundos. Por ese instante, puedo sentir cuan vulnerable se siente ante esta situación. Las cosas se nos están yendo de las manos y cada día es un nuevo desafío contra nuestros enemigos.

Acaricio su mejilla con mi mano para infundirle ánimos. Sé cuan cansado está de todo esto, apenas podemos tener tiempo para nosotros solos, y eso me afecta en parte a mí también. Me duele ver que desde que crucé a este mundo las cosas no han salido precisamente bien como para tomarnos un tiempo juntos. Pero no demostraré ese dolor delante suyo. No, no lo haré. Si él no se siente bien, entonces yo pasaré a ser el pilar donde pueda apoyarse. Seré fuerte por él, por ambos.

—Te amo —susurra en mi oído. Mi piel se eriza al sentir su cálido aliento.

—Y yo a ti —digo en su mismo tono, sonriendo como una tonta enamorada.

—Debemos irnos —dice de pronto.

—¿A dónde? —Lo miro confundida.

Él vuelve a erguir la cabeza y me mira con un deje de ansiedad pintado en su bello rostro.

—Lejos —responde.

—¿De qué hablas?

El resto ha levantado la antena y ahora tienen puesta su atención en nosotros.

—¿Plan B? —dice Kyle entonces.

¿Plan B? ¿De qué demonios están hablando?

—Plan B —afirma Dylan, asintiendo con la cabeza.

Jill, Miracle y yo nos observamos sin entender nada. Parece que esta charla la tuvieron solo los chicos.

—Nos iremos de aquí —explica Dylan—. Tendremos que marcharnos lo más lejos posible. No podemos arriesgarnos a que los dos rastreadores de Argus nos encuentren. Aristeo ya lo ha hecho una vez, no permitiré que haya una próxima.

—¿Irnos? ¿A dónde? —ya parezco una tonta con tantas preguntas.

—No lo sé, a la otra punta del mundo si es posible.

—¿Y qué le diré a mis padres? —inquiero con un deje de preocupación en mi tono de voz—. Además, tenemos clases. ¿Qué haremos con eso?

—Puedes hacer lo mismo que hiciste cuando volvimos de la otra realidad —plantea Taylor.

Toma de la mano a Jill y juntos se sientan en el sofá doble.

Lo miro con una ceja arqueada. ¿Qué es lo que hice?

—Tus padres creyeron que nos habíamos ido de viaje —me dice Dylan al recordarlo.

Sí, él estaba conmigo en ese momento. Ya me acuerdo de ese día.

—Lo que pensé en el otro mundo se cumplió en este —murmuro con asombro.

¿Cómo pude olvidarlo? Eso podría ayudarnos un montón ahora.

Un momento...

—Entonces, ¿Argus me quiere por eso? —me apresuro a decir antes de que alguien hable.

—Maldito... —gruñe Dylan por lo bajo.

—Si eso es cierto, ¿por qué no haces que los Duxilums aparezcan en esta sala? —Se le ocurre a Kyle.

—No tienes idea de cuanto lo he deseado, estando en este mundo como en el otro —le digo, frustrada.

—¿Y si solo funciona con personas? —cuestiona Miracle, que está aferrada al brazo de su novio.

—No, también deseé que Argus desapareciera, sin embargo...

—El desgraciado sigue bien vivito y coleando —termina Kyle por mí.

—Pero él traspasó los portales —murmura Dylan con aire pensativo.

—¿Y? —pregunta el de rizos, encogiéndose de hombros.

—Y mis padres no —respondo yo, comprendiendo a donde quiere llegar.

—¿Te refieres a que tienes el control sobre todo aquello que no haya salido de este mundo? —cuestiona Jill.

—Creo que... sí. No lo sé, tendría que hacer una prueba.

—Pero no ahora —Dylan niega con la cabeza—. Es muy peligroso salir de esta dimensión, debemos estar pensando en irnos ya. Estoy seguro que en cualquier momento el ejército entero de Argus aparecerá por aquí. Hay que despistarlos. Necesitaremos cambiar de sitio las veces que sea necesario para que pierdan la pista de nuestro verdadero paradero. Eso nos dará tiempo hasta que encontremos el lugar exacto del segundo Duxilum.

—Está bien —acepto finalmente.

Nos tendremos que ir.

—Hablaré con mamá y papá, les diré que no te sientes bien por lo de... —Taylor se detiene a mitad de la frase, como si le costara seguir la oración.

—Porque morí —responde Jill por él.

A pesar de ser la cruda verdad, a todos nos genera una fea sensación. No creo volver a matar a ninguno de mis futuros personajes. Jamás.

—Sí... —masculla el rubio—. Les diré que es un momento difícil para ti, que necesitas alejarte un poco de todo.

—Diles que nos vamos de campamento por algunos días —sugiere Kyle—. O diles cualquier cosa, de todas formas Caitlin les hará un lavado de cerebro luego.

Muy sutil, como siempre.

No me agrada la idea de manipularlos, porque eso es lo que estaría haciendo. Tendré que obligarles a creer lo que yo quiero que crean. Eso es terrible. En este mundo o en el otro, son mis padres. Siguen siendo los mismos en ambas realidades.

—Es lo mejor para ellos —murmura Dylan en un tono suave, percibiendo mi malestar—. Aunque nosotros no te presionaremos a hacer nada que no quieras.

—Lo haremos de ese modo —digo sin titubeos.

Ya no hay marcha atrás. Es el mejor plan que tenemos hasta ahora.

—Bien.

—Entonces, ¿a dónde iremos? —indago.

Los dos días siguientes se resumen en buscar sitios seguros donde quedarnos. Pasamos primero por Australia y luego nos dirigimos a Londres. No nos quedamos más de un día en cada lugar. Se siente extraño... yo jamás había visitado estos territorios en mi vida, sin embargo, todo luce muy bien armado. Aun así, nada es perfecto. He imaginado esas ciudades de acuerdo a lo que alguna vez vi de ellas en internet o en alguna película. Por eso, ya no nos resulta raro encontrarnos con caminos repetidos o casas que ya habíamos visto antes. A veces, da la sensación de estar caminando en círculos. Inclusive la gente parece ser la misma, como si mi cerebro los reutilizara para añadirlos en otros escenarios. Y como el planeta es tan grande, los lugares que desconozco están parcheados por extensos bosques o desiertos.

Necesito ampliar mi conocimiento del mundo. He viajado durante mi vida, pero cuando esté en mi verdadera realidad me encantaría ir a cientos de lugares nuevos, así se recrearían también de este lado.

En este momento nos encontramos en un prado que encontramos al azar para poder entrenar un poco. Los chicos están a unos cuantos metros de nosotras, peleando a una velocidad que mis ojos humanos no alcanzan a ver. Se mueven con tal rapidez que solo distingo unos borrones, o el momento en que alguno aterriza contra el suelo.

—¡Vamos, cielito! ¡Gánale! —Jill alienta a su novio desde su posición a mi lado.

Miracle, Jill y yo, estamos sentadas sobre la hierba, charlando de banalidades y viendo a nuestros hombres luchar. Ahora Taylor está peleando contra Dylan, mientras Kyle está recargado contra el tronco de un árbol, observando atentamente los movimientos de cada uno.

—¡Tu puedes, cielito! —este se burla de su amigo.

Alcanzo a ver como varios trozos de tierra se dispersan por doquier cuando mi hermano termina de espaldas contra el suelo.

—¡Si no te callas te meteré ese árbol por el culo! —lo regaña el rubio, poniéndose de pie de mal humor.

Dylan suelta una carcajada que es música para mis oídos.

—Le daré una golpiza a Kyle —murmura Jill por lo bajo.

—Es todo tuyo —acepta Miracle.

Kyle se gira hacia nosotras y mira a su chica con la boca abierta. Escuchó todo, claro que sí.

—¡Oye, tú deberías defenderme! —le reclama, indignado.

—No, yo la ayudaré —le responde ella con malicia.

Me muerdo el labio inferior para aguantarme la risa.

Por otro lado, Kyle mantiene su vista fija en Miracle. Su semblante indignado de pronto cambia a uno lleno de intenciones. Las mejillas de la chica toman rápidamente un color escarlata al entender el significado oculto tras esa mirada. Dios santo, hasta yo soy capaz de entender eso. Conozco bien la personalidad de Kyle, sé como piensa y la relación que lleva con Miracle. Y... a veces me gustaría entender menos.

Desvío la vista de esos dos tórtolos y la llevo hacia mi chico, que está poniéndose nuevamente en posición para pelear contra Taylor.

—Idiota —susurra Miracle una vez que se libera de ese juego de miradas. Aunque una sonrisa de enamorada mantiene sus labios curvados hacia arriba.

—¿Cuando dijiste que irán a buscar ese mapa? —me pregunta Jill, solo para comenzar otra conversación.

—Dylan quiere ir mañana —respondo con un deje de ansiedad en mi tono de voz.

Aún no he podido ir a mi casa de la otra dimensión para buscar el mapa que copié de El Libro del Fin del Mundo, y mi laptop. Ese dibujo mal hecho podría ser nuestra salvación, pero los chicos no quieren arriesgarse a cruzar el portal, por más que sea Dylan quien vaya a buscar el recado y no yo. Puede ser que esta vez no nos esperen dos Raezers, sino diez o cincuenta. No lo sé.

El mapa podría guiarnos hacia el segundo Duxilum, y si llegamos antes que Argus tendríamos la oportunidad de destruirlo. El único inconveniente que tendríamos es que Taylor y Jill no podrían estar aquí cuando lo hagamos. Si el primer Duxilum acabó con todos los Raezers que no poseían escudo, aquellos que tenían su energía negativa como arma, tal cual lo eran Sarah, o Aiden, entonces el segundo Duxilum podría ser la razón de la existencia de Raezers mortales.

El tercero también podría serlo.

Alguna de esas dos piedras es la que crea Raezers mortales. Acabar con ella supondría el fin de la creación de los mismos, pero a su vez llevaría a la destrucción de los ya creados. Por eso Jill y Taylor deberán cruzar el portal cuando llegue el momento de romper la piedra. Del otro lado estarán a salvo de su ola de poder. Si se quedan aquí, ni sus escudos podrán hacer nada por ellos.

¿Y el tuyo? Tu escudo te salvará, ¿verdad?

Muy graciosa.

Creo que cualquiera de nosotros podría destruirlo, esta piedra no necesita que los elegidos lo hagan.

—Todo saldrá bien —me anima Miracle, regalándome una pequeña sonrisa.

Eso espero, no quiero que nadie salga herido en esta batalla contra esas piedras.

Por el rabillo del ojo veo que Jill se ha quedado pensativa. Su habitual expresión de alegría y despreocupación ha sido reemplazada por otra de inquietud. Ya sé que le preocupa lo que pueda salir de esto, todos estamos iguales, pero hay algo más que está rondando por su cabeza y tengo una idea de lo que puede ser. Ambas sabemos que no tenemos un tiempo definido de estadía en este mundo de fantasía, ni tampoco estamos seguras de lo que nos pueda llegar a ocurrir. Nada nos garantiza regresar con vida a la otra realidad. Y esta vez, si algo nos llegara a suceder, ya no habría forma de volver.

—Sí, todo estará bien —digo yo también.

Jill alza la mirada y sonríe sutilmente al oírnos a las dos.

—Y... ¿ya han elegido nombres? —decide cambiar de tema, mirando el vientre aun plano de Miracle.

Seguramente, en unas pocas semanas, ya comenzará a notarse aunque sea un pequeño bulto en su vientre. Todavía es demasiado pronto.

Ahora que Jill tocó el tema... tengo que hablar sobre el detalle del embarazo. Soy una cobarde, todavía no les he dicho nada a ninguno de los dos. Ni Miracle ni Kyle saben que su hijo fue planeado por mí antes de que toda esta locura de mundos paralelos se desatara.

Ahora es el momento de hablar.

—Wilder, Garrett, Byron —empieza a nombrar Miracle, en respuesta a la pregunta de Jill—. Yo sé que será un niño, lo presiento, pero si llegara a ser una niña estaba pensando en Ruby o Rosie.

—Es raro que diga esto, pero me gustan todos los nombres de varón —se ríe Jill—. ¿Podría el niño tener tres nombres más el apellido?

—¡Ni que fuera de la realeza! —grita Kyle desde su posición.

—Wilder es mi favorito —Sonríe Miracle.

—Me gusta el significado —apruebo—. Espero que no sea igual de salvaje que su padre.

—¡Te aseguro que lo será! —me pelea Kyle.

Las tres nos reímos.

Mi sonrisa se apaga de a poco al recordar lo que debo hacer.

—Oye... —digo titubeante. Miracle me mira con atención—. Necesito hablar contigo.

—Me apetece una lucha. Iré a pelear con Kyle —dice Jill enseguida. Me guiña un ojo y se pone de pie.

—¡Así me gusta, rubia! ¡Ven! —le grita el otro, emocionado por tener algo de acción.

Cuando al fin quedo a solas con Miracle, las palabras parecen haberse marchado de mi cabeza. No sé como empezar a hablar.

—¿Sucede algo? —pregunta ella, comenzando a preocuparse por mi silencio.

El resto sigue en lo suyo, pero sé bien que también tienen los oídos puestos en esta conversación. Y por más que lo intenten, es imposible tener privacidad para hablar.

—Es... Lo que te quiero decir... —balbuceo como una idiota.

Escúpelo.

—Es sobre tu bebé —digo finalmente.

Sus ojitos se abren ligeramente. Incluso Kyle ha permitido que Jill le encaje una patada en las costillas. Me ha escuchado.

—¿Qué tiene mi bebé? —pregunta ella, llevándose una mano a su vientre.

Kyle recibe otra patada, pero ahora en sus partes íntimas.

Auch.

—El bebé está bien —me apresuro a decir. Debí haber usado otras palabras—. Es por el modo en qué...

¿Cuáles son las palabras correctas?

—Me estás asustando —murmura ella.

Vamos al grano.

—Yo decidí que tú quedaras embarazada.

Todas las peleas, incluida la de Dylan con Taylor, se detienen. El mundo parece detenerse por un breve segundo. Siento los cinco pares de ojos puestos en nosotras dos. Esto es realmente incómodo.

—¿Qué? —es lo único que logra decir Miracle.

Tomo una bocanada de aire antes de explicarle todo.

—Es cierto. Ese había sido un posible final para el primer libro. No creí que fuese a cumplirse, pero la idea ya estaba bastante sólida. Ustedes son jóvenes, y te juro que si hubiese sabido que todo esto... —no soy capaz ni de completar la frase—. Me enoja pensar que fue Argus quien hizo que me diera cuenta de eso. Ahora te he puesto a ti también en peligro y...

No puedo continuar. Las palabra quedan a mitad de camino cuando Miracle se abalanza a darme un fuerte abrazo.

Bueno... esta no es la reacción que esperaba.

—Gracias —susurra en mi oído—. Fue el mejor regalo que pudiste habernos dado.

Tengo la ligera sospecha de por qué escogió esas palabras. Kyle se estaba yendo por un camino peligroso antes de que se entrara del embarazo. Estuvo a punto de perderlos a todos por no haber podido superar su pasado. Pero ahora, este bebé ha vuelto a poner su vida y sus pensamientos en orden. Su relación ya no peligra, ambos saben que están destinados a estar juntos para siempre. Así lo deseé.

Al apartarse de mí, soy capaz de ver la humedad que ha tomado lugar en los ojos azules de mi amiga.

Bueno, a lo mejor no hice todo mal...

Las luchas vuelven a retomar su ritmo normal, pero antes alcanzo a vislumbrar una pequeña sonrisa en los labios de Kyle. Me da un ligero asentimiento de cabeza a modo de agradecimiento justo antes de esquivar el puño de Jill.

—Entonces, ¿Wilder te parece...? —Miracle se detiene abruptamente cuando un grito desgarrador corta el aire del prado.

Mi corazón se congela por un momento. Me pongo de pie de un salto y llevo mis ojos hacia el dueño de esa voz: Dylan. Mis piernas se paralizan al verlo tirado en el suelo, retorciéndose de dolor.

Mi corazón sufre un aguijonazo punzante que me saca el aire de golpe de mis pulmones.

Taylor está a unos metros de él y lo mira con la boca ligeramente abierta, sorprendido por lo que acaba de pasar.

—¡Dylan! —grito una vez que reacciono, echando a correr en su dirección.

—¡Les juro que no sabía que no lo llevaba puesto! —explica Taylor, desesperado y angustiado.

Me adentro en el círculo que han armado y me dejo caer de rodillas a su lado. Él apenas nota mi presencia. Sus ojos están cerrados y ha cruzado los brazos sobre su pecho mientras aguanta con todas sus fuerzas el dolor que ejerce sobre su piel el poder de mi hermano. Jadeo por lo bajo al ver algunas regiones de su piel chamuscadas y al rojo vivo. Aunque el proceso de cicatrización ya está en marcha, me sigue horrorizando verlo así.

—¡Mierda! —gime de dolor, apretando con fuerza sus dientes.

—¡¿Qué ha pasado?! —exijo saber, en un ataque de nervios.

No quiero tocarlo, siento que eso le provocará más dolor.

—¡¿Qué pasa con tu maldito escudo?! —le pregunta Kyle, con el semblante bañado en preocupación.

¿Su escudo? ¿Qué problema hay con su escudo?

Dylan se toma un momento para recuperarse de ese ataque. Todos lo observamos con los caretos afligidos. ¡¿Qué le sucede?!

Lo esperamos pacientemente hasta que abre lentamente los ojos y se encuentra con los míos, que lo observan desbordantes de inquietud.

—¿Estás bien? —le pregunto.

Él extiende con cuidado su mano y me acaricia con delicadeza la mejilla. Luego, oscila la vista hacia el resto.

—Mis poderes —dice entonces—. Los... estoy perdiendo.

...

N/a:

¡Hola, mis preciosos Raezers! ¿Cómo están?

¿Creían que la situación no podía ponerse más complicada de lo que ya estaba? Pues no, señor. Esto se pondrá peor aun.

El capítulo estuvo dividido en dos partes, como ya han visto. Una narrada por Argus y otra por Caitlin. En cuanto a lo que leyeron de Argus, si recuerdan el capítulo anterior, él encuentra el mismo portal que Caitlin, con la única diferencia que él lo hace varios días antes que ella.

Cambiando de tema, ¿por qué creen que Dylan esté perdiendo sus poderes? ¿Que piensan que esté pasando?

¡El final se acerca, solo quedan unos pocos capítulos! ¿Están listos para descubrir las respuestas a la mayoría de sus dudas con respecto a este libro? Solo aguarden un poco más y se enterarán.

Si el capítulo les gusto, por favor no se olviden de votar y comentar, que eso realmente me ayuda a seguir creciendo ❤ Además, ¡adoro leer cada uno de sus comentarios!

Gracias por el apoyo ❤ ¡Los quiero!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro