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XXVI


Narra Dylan:

Mi mirada está perdida en un punto cualquiera de la nada. A esta altura hasta pensar agota mis energías. Estoy cansado, llevo despierto dos días enteros, casi tres.

Suspiro por enésima vez y procedo a darle un sorbo a mi café ya templado. Vuelvo a dejar la taza sobre la mesa y la contemplo por unos segundos. Es mi tercera taza de café en el día. Esto me ayuda a mantenerme despierto, aunque tampoco podría pegar un ojo si lo intentara. Caitlin no está a mi lado, eso me desespera y me enfurece, porque me la arrebataron de mi lado sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

Lo vi. Sí, vi al malnacido de Argus y al otro hijo de puta de Aristeo. Que ganas tengo de arrancarle la cabeza a aquel último. Yo no me equivocaba acerca de él. Sabía que algo raro lo acechaba, incluso sin que él mismo se diera cuenta de eso. Ni siquiera me sorprendí al ver su asqueroso careto aparecer de la nada en mi mente. Y ese uniforme Raezer... Ugh, le sentaba espantoso. Pero cuando vi a ese ser repugnante forzar a mi novia a besarle... enloquecí. ¿Cómo se atrevió a tocar sus preciosos y perfectos labios? Él no se merece ni mirarla, no debería ni de respirar el mismo aire que ella. Si llego a cruzarme a ese infeliz algún día, le arrancaré el hocico de un zarpazo.

Dejando de lado mi ira, no entiendo cómo es que pude ver esa escena en mi cabeza. Se supone que para que podamos vernos en la distancia uno de nosotros debe estar en peligro de muerte, pero ella no lo estaba en ese momento. O eso creo...

La sangre vuelve a hervir en mis venas al recordar la otra escena que pude visualizar. El desgraciado de Argus la atacó con su poder, ¡con su maldito poder! Pudo haberle hecho mucho daño, ella aún es humana. ¡¿Qué demonios le sucede a ese demente?! Y lo peor de todo es que hace unos minutos volvió a ocurrir lo mismo. Caitlin fue atacada con el poder de otro Raezer, pero esta vez no pude ver quien fue. Donde haya sido de nuevo ese malnacido...

¡Carajo! ¡Esto me tiene harto!

Kyle levanta la cabeza al escuchar mi resoplido. Yo me sitúo en la cabecera de la mesa, mientras que él está sentado frente a mí. Luce como la mierda, un perfecto reflejo de mi estado. Ambos estamos devastados, aunque él está como loco; la culpa no le permite ni respirar, se está ahogando a cada hora que pasa. No solo le arrebataron a su novia en un día, también se le llevaron a su hijo.

Todavía no puedo creer que vaya a ser padre, fue una sorpresa enorme enterarnos de ese tema. Sé que él lo hará bien, está listo para avanzar en esta nueva etapa. Pero ahora solo veo en sus ojos dolor, ira y sed de venganza. Sí, Kyle hará correr sangre donde se llegue a cruzar con los Raezers que se llevaron a su familia.

Estos dos días nos hemos dedicado a buscar hasta por debajo de las rocas a las chicas. Sabemos que Argus se cree un rey, por eso recorrimos cada extremo del planeta; ocupamos horas revisando decenas y decenas de castillos donde creíamos que podrían estar, pero no tuvimos suerte. Nos encontramos con algún que otro Raezer en el camino y eso nos vino como anillo al dedo para desquitar nuestra ira. Aunque Kyle se encargó de torturar a algunos para sonsacarles información que tampoco obtuvimos.

Sin quitarme la mirada de encima, Kyle le da un sorbo a su cuarta taza de café. Desde que nos conocemos siempre ha sido así, no necesitamos hablar para decir lo que sentimos. Sus ojos cristalizados me dejan ver su calvario interno, ya no lo soporta.

Una repentina sensación de temor vuelve surgir en mi interior. Mis emociones están ligadas a las de Caitlin, y estos dos días he estado sintiendo lo mismo que ella. Me paralizo cada vez que mi cuerpo se ve invadido por un miedo aterrador, o por esa preocupación que me pone nervioso de sobremanera. Caitlin siente miedo, dolor, ansiedad... Me mata no poder hacer nada por ella, pero a la vez me enfurece, me pone realmente malo cada vez que pienso en el infierno que le deben estar haciendo vivir.

Taylor deja el teléfono sobre la mesa, haciendo que desvíe mi atención hacia él. El rubio no se ha despegado de nosotros en ningún momento. Ahora lo tengo sentado a mi izquierda, y su semblante es el mismo que el nuestro.

Los tres estamos devastados.

Hace veinte minutos que hemos regresado de hacer el cuarto rastrillaje del día. Otra vez sin suerte. No logramos dar con la ubicación de Argus. Sé que están en un castillo, al menos eso es lo que me mostraron los ojos de Caitlin cuando tuve esas dos visiones.

—Ya no hay más sitios a los que ir, buscamos por cielo y tierra. ¿Dónde pueden estar? —pregunta Taylor desesperanzado.

No, yo no pienso rendirme. Seguiré buscando hasta que mi cuerpo ya no resista el cansancio.

—A lo mejor están la otra realidad —reflexiona Kyle.

—No —digo rápidamente—. Argus no es tan estúpido como para instalarse del otro lado y perder fuerzas. No pretende volverse humano, sabe que vamos tras su cabeza.

—Maldito bastardo —masculla Kyle, haciendo crujir sus muelas.

—¿Volviste a ver a Caitlin? —interroga Taylor por cuarta vez.

—No —suspiro con pesar.

De pronto, escuchamos el ruido de la puerta de entrada abrirse. La esperanza inunda mi pecho al creer que podría ser Caitlin. Todos nos ponemos de pie inmediatamente, pero solo llegamos a hacer ese movimiento. Jill aparece como un borrón en la cocina, haciéndonos degustar el crudo y amargo sabor de la desilusión.

La rubia se queda tiesa bajo el umbral, incluso un ligero rubor comienza a asentarse en sus mejillas por nuestra estúpida reacción.

—Oh, rubia, no vuelvas a hacer eso —se queja Kyle, volviendo a apoyar su trasero en la silla.

—Lo siento, avisé que vendría —se disculpa, dirigiendo la mirada hacia su novio.

Taylor mira la pantalla de su teléfono y pone los ojos en blanco.

—Me mandaste el mensaje hace menos de un minuto —murmura, volviendo a dejar el aparato sobre la mesa. Luego, toma asiento donde estaba.

—Exacto, eso es lo que tardaría en llegar hasta aquí —dice un poco más relajada.

—Hola, Jill —digo yo mientras vuelvo a sentarme, sin poder ocultar la desilusión en mi semblante.

—¿Algo nuevo? —pregunta, dirigiéndose a la silla que hay junto a Taylor para sentarse a su lado.

—No, nada —responde él.

Un silencio desolador se extiende entre los cuatro por un buen periodo de tiempo. Mis ojos vuelan hacia la pared más lejana de la cocina, perdiéndome en el blanco impoluto de su pintura.

—A mí también me gustaría ayudar en la búsqueda —es Jill quien decide romper con ese silencio.

—No —respondemos los tres al unísono.

Aun tenemos bien fresco lo de su muerte. No la expondremos a tal peligro.

—No es justo, estoy igual de preparada que ustedes —dice, algo molesta por nuestra negativa.

—Un año y pocos meses de entrenamiento no son suficientes para esto —decreto, mirándola fijamente para que vea que no voy a ceder.

Y bien que lo sé. Hace poco tiempo Caitlin se enfrentó a todo el ejercito de Argus junto a nosotros, y ya saben cómo terminó eso. Y Jill... No, no podemos arriesgarnos a perderla de nuevo.

Ni Taylor ni Kyle se atreven a contradecirme. Saben que tengo razón. Ellos han estado a mi lado por mucho más tiempo; aprendieron muchísimas cosas que logré enseñarles a lo largo de los años. Y más aun Kyle, que también tuvo la oportunidad de entrenar con mi abuelo todas las veces que pudo.

—Dylan tiene razón, cielo —me secunda Taylor, tomando la pequeña mano de Jill entre las suyas—. Necesitas más tiempo para pulir todo lo que ya sabes.

—Eso también va para ti —digo entonces, llamando la atención de los tres.

—¿Qué? —pregunta el rubio, confundido.

Dejo la taza de café a un lado y apoyo los codos sobre la mesa.

—Cuando encontremos a las chicas y todo esto termine, tú retomarás el entrenamiento —le informo.

—¿De qué estas hablando? Hace mucho tiempo dejamos de hacer eso, ya no lo necesito. Puedo practicar solo perfectamente.

—En las últimas dos veces que intentaron llevarse a Caitlin tú estabas a cargo de su cuidado —le recuerdo—. Lograron meterla en un coche la primera vez, y ahora Argus se la ha llevado.

—Vamos, hombre, ¿cómo pretendes que enfrente yo solo a ese tipo? —replica molesto.

—Ni siquiera llegaste a enfrentarte a él —murmura Kyle por lo bajinis, pero Taylor y yo logramos oírle.

Argus lo golpeó antes de que se diera cuenta. No podemos permitir que eso vuelva a ocurrir.

—Escucha Taylor, no estoy diciendo que desconfíe de tus habilidades —le aclaro antes que nada—. Eres un excelente Raezer, todos sabemos eso. Pero tu mortalidad te quita cierta ventajas, con un poco más de entrenamiento podrías mejorar ese lado humano que sigue siendo parte de ti.

—Dylan...

—No te estoy hablando como tu amigo, te estoy hablando como tu mentor —le corto lo que estaba a punto de decir, hablándole en tono severo—. Cuando esto termine tú también reanudarás el entrenamiento.

Sus labios se convierten en una fina línea cuando decide desistir en la discusión. Lo hará, no le estoy dando otra opción. Sé que tanto él como Kyle sienten un respeto hacia mí que jamás entenderé. Nunca han dudado de mis acciones y siempre me han seguido en todas las batallas que el destino nos ha puesto enfrente. Jamás encontraré personas tan fieles como ellos, son mis amigos, mis hermanos. Si se meten con ellos, se están metiendo conmigo. Son mi familia. No podría soportar que algo malo les sucediera. Por eso siempre me he asegurado de enseñarles todas y cada una de mis técnicas para que sepan defenderse bien.

Jill coloca una mano en el rostro de su chico y lo obliga a mirarla a los ojos.

—Dylan tiene razón —dice en tono suave—. Tienes mucho más que dar, debes explotar tu potencial. Además, yo estaré ahí viéndote entrenar, y sabes que eso me encanta.

Una sonrisa traviesa curva los labios de la rubia. Taylor la observa embobado por un instante.

Me siento feliz por él, después de todo lo que pasó al fin ha vuelto a reencontrarse con ella. Y sé que ahora mismo está conteniendo las ganas de abalanzarse a sus labios, pero no lo hace solo por el hecho de que nosotros también estamos aquí. Kyle y yo realmente apreciamos ese detalle.

—Está bien —acepta, una vez que consigue despegar los ojos de su novia.

No me da tiempo a decir más nada. Una nueva escena ocupa por completo mi campo de visión. En ella veo a través de los ojos de mi pequeña. No consigo encontrarle una forma definida al fondo, todo se mueve muy rápidamente. Caitlin parece estar en los brazos de alguien más. Enseguida distingo a esa persona cuando parte de su cabellera larga y rubia queda a la vista de mi chica. Son ellas, no tengo duda.

—¿Qué tienes? —pregunta de pronto Taylor.

A pesar de escuchar sus voces, no consigo ver sus rostros con la misma claridad, la película que se está transmitiendo delante de mí se solapa con la verdadera realidad.

—¿Es otra visión? —pregunta Kyle, esperanzado.

Algo me preocupa en Caitlin. Sus ojos no consiguen mantenerse abiertos del todo a pesar de que se esfuerza en intentarlo. ¿Qué tiene? Mi nerviosismo va en aumento a medida que veo lo que sucede.

¡Caitlin! —entonces escucho la voz de Miracle—. ¡¿Qué tienes?!

—Miracle está bien —le anuncio a Kyle, quien suspira con alivio y alegría.

La visión desaparece y vuelve a aparecer reiteradas veces, como si se cortara la conexión de a ratos. ¿Qué demonios ocurre?

—¿Y Caitlin? —pregunta su hermano con inquietud.

—Algo anda mal con ella. No sé que está pasando —digo en un murmullo, aun con la mirada perdida.

—Mierda... —dice el rubio entre dientes.

Los colores verde y marrón son lo único que distingo entre los borrones que se ven a causa de la velocidad. Parece que Miracle corre por un bosque, pero ¿qué bosque?

Estoy bien —susurra Caitlin a duras penas.

No, ella no está bien. Mierda, ¡mierda!

De pronto, sus ojos dan con algo que incluso a mí me deja petrificado. A sus espaldas, dos Raezers las están siguiendo. Los muy infelices están listos para atacar.

¡Cuidado! —consigue advertirle a Miracle antes de que me vea arrastrado fuera de la visión.

—¡NO! —bramo desesperado.

Me levanto tan rápido que la mesa se mueve a un lado y tira al suelo tanto mi taza como la de Kyle, que a punto estuvo de volcarse encima suyo si no se hubiese apartado con rapidez.

—¡¿Qué pasó?! —pregunta Kyle al borde del histerismo, parándose justo a mi lado.

Tengo que tragar saliva cuando el enorme nudo de mi garganta no me permite emitir voz alguna.

—Consiguieron escapar —les comunico a los tres. Y antes de que el alivio consiga brillar en sus ojos, les digo la peor parte—: Pero están siendo perseguidas.

...

Una hora antes...

Narra Caitlin:

Camino por mi celda como un tigre enjaulado. Mi cabeza va a mil por hora, pensando en los pros y los contra del plan que podría sacarnos a Miracle y a mí de aquí. No podemos pasar un día más en este lugar. Miracle no puede, la matarán en cualquier momento.

Ya me estudié de memoria el mapa que está dibujado bajo esa piedra. ¿Quién lo habrá hecho? He pensado en varias opciones, pero ninguna se asocia a un prisionero. No, no lo creo. A lo mejor, algún habitante de este castillo que se lo haya recorrido de arriba abajo. La única razón de que esté escrito en esa piedra es porque no quería que nadie más lo viera.

Se supone que tú deberías saberlo. Estamos en tu mundo.

Eso complica más las cosas. En algún momento tuve que haber imaginado este sitio...

Mi estómago apenas me deja pensar tranquila. No para de sonar, recordándome que debo alimentarme. Lo haría si tuviera con qué. Luego de estar dos días y medio encerrada en este sitio sin comer, el hambre se ha transformado en un dolor agudo y punzante. Solo puedo tomar algo de agua cada vez que me dejan salir al baño.

Miserables...

La peor parte son los mareos. No sé cuanto aguante así.

De todas formas, lo que más me tiene preocupada ahora es el hecho de no saber la ubicación de la celda de Miracle. ¿Y si le hicieron daño? ¡Por favor, no! Su bebé...

Respira, Caitlin.

Tengo la opción de escapar de este sitio infernal, pero no puedo hacerlo sin ella. No puedo dejarla aquí. Pensé en la posibilidad de irme sola y regresar con los chicos, pero descarté de inmediato la idea. Conozco a Argus, sé que apenas se entere de mi partida lo primero que hará es ir tras ella. Y estoy segura que esta vez no le dejará pasar otra noche con vida. Me estremezco de solo pensar en eso.

Así que tuve que idear un plan.

Donde me tienen encerrada no hay ningún pasadizo, pero sí lo hay en un lugar donde yo ya estuve: el cuarto de baño. Se supone que detrás del gran espejo, que decora el sitio, hay un pasadizo. También hay dos más en este piso, pero sería imposible acceder a ellos, primero porque no me dejan salir de este maldito cuarto, y segundo porque me escucharían incluso antes de verme.

Entonces, lo primero que debo hacer es averiguar donde la tienen.

Es hora de actuar.

Respiro profundamente y me seco las manos con la camiseta. Ya he empezado a sudar y ni siquiera empecé con el show.

Tú puedes.

Sí... yo puedo.

Sin más dilaciones, me acerco a la puerta y pego la oreja para ver si escucho algo.

—¿Qué quieres? —pregunta alguien desde afuera. No reconozco su voz.

Aristeo tenía razón, no puedo ni respirar sin ser escuchada. De todas formas, ya sabía que habría alguien allí afuera, no dejan de custodiarme ni por un segundo. No entiendo por qué lo hacen, soy humana. ¿Serán idiotas?

—Quiero ir a baño —murmuro en voz muy baja, fingiendo sentirme mal.

Tengo que retroceder rápidamente para que la puerta no se me estampe en la nariz. Un Raezers, a quien desconozco por completo, se queda parado bajo el umbral, estudiándome con el ceño fruncido.

Debe ser uno más de los extras.

Los extras... Así los llamo porque nunca han tenido ningún protagonismo en mi historia. Son Raezers de relleno para mi libro, uno más del montón. He añadido muchos como él en distintas batallas.

La última persona a la que vi fue a Thomas, el exnovio de Penny. No entiendo por qué, pero al verlo sentí unas horribles ganas de asesinarlo. Ya sé que yo misma lo creé y lo obligué a hacer lo que hizo con Jill, pero haberlo visto todo desde otra perspectiva, haberlo vivido en carne propia... Señor, hay muchas cosas de las que me arrepiento.

—Me dijeron que fuiste hace una hora —observa el nuevo guardia.

Me llevo una mano al vientre y contraigo el rostro en una mueca de dolor.

—Me duele la barriga.

—Es porque no tienes nada en el estómago —se burla con una sonrisita que me hace desear querer partirle la puerta en la cara.

Concéntrate.

Es cierto, debo seguir en el papel.

—Creo que el agua que bebí del grifo del baño me hizo mal —le digo, llevándome la mano al vientre.

Él hace una mueca de disgusto al imaginárselo.

—¿Tomas agua de ahí? Las tuberías son viejas, vaya uno a saber las cosas que pueden habitar allí —murmura asqueado.

"Si me dieran agua en un vaso como a una persona normal no tendría que hacerlo, imbécil". Me encantaría decirle eso, pero me contengo.

—Necesito ir ahora —insisto.

Él me mira por un segundo más y finalmente asiente.

—Bien, vamos.

Me toma del brazo y me conduce fuera del cuarto.

Perfecto. Primera parte de mi actuación: listo. Ahora viene lo más difícil.

—No necesitas llevarme del brazo, puedo caminar sola —digo sin quitar esa falsa expresión de dolor.

—Toda precaución contigo es poca —se encoge de hombros.

—¿Le tienes miedo a un débil humano? Podrías romperme el cuello sin ningún esfuerzo.

Sonrío en mi interior cuando veo sus labios curvarse hacia arriba con agrado. Su pecho se infla con orgullo y eso es más que suficiente para mí. Lo tengo donde quiero.

—Lo sé —responde con altanería.

Estamos a nada de llegar al baño, necesito apurarme en sonsacarle la información.

—¿Entonces por qué insistes en sujetar mi brazo? Sé que no tengo oportunidad contra un Raezer fuerte y poderoso como tú, ¿para qué me arriesgaría?

—Es cierto. Pero se hará a mi modo —contesta, sin dar derecho a réplica.

Caminamos en silencio solo por tres segundos más.

—¿Tú sabes dónde tienen a...?

—¿Qué estás haciendo? —una voz más que odiada para mí, surge de la nada.

Ryan, el hermano de Dylan.

Al igual que la primera vez, me estremezco de la impresión al ver el parecido que tiene con mi chico. Sus ojos son idénticos, aunque este gris no es el mismo gris al que estoy acostumbrada, la frialdad que desprenden me encoge el corazón.

—Llevándola al baño —responde su compañero con obviedad.

—Eso no se te encomendó a ti —le reprende.

¡Vamos, no me lo arruines ahora!

—Está haciendo bien su trabajo —intervengo, poniéndole mala cara a mi cuñado.

Luego recuerdo que no debo salirme del papel. Pongo cara de sufrimiento otra vez.

—¿Por qué siquiera le hablas? No debes hacerlo —continúa recriminándole, sin poner atención a lo que le dije.

Esta es la mía.

—Solo le estaba preguntando dónde tienen a mi amiga. No es que fuera a buscarla, idiota.

Y al fin Ryan pone su atención en mí. Sus ojos desprenden un odio que podría congelar incluso a un volcán a punto de hacer erupción. Siento miedo durante un ínfimo segundo, pero enseguida me recompongo.

—¿Cómo me llamaste? —pregunta indignado.

—En el área sur —responde el otro al mismo tiempo.

La emoción me inunda al oír las palabras mágicas. ¡Sí! Es todo lo que necesitaba oír.

—¡¿Eres estúpido?! —brama un enfurecido Ryan.

—¿Qué problema hay que lo sepa? Estamos en el área norte. No puede escapar, somos más fuertes y poderosos. Ella es una débil humana.

—Definitivamente no sabes nada de ella —masculla el otro.

—Necesito ir al baño, por favor —les aviso con apremio, ahora fingiendo sentir unas terribles nauseas.

—¿Qué tiene? —pregunta Ryan, airado.

—El agua del grifo le hizo mal —contesta el Raezer del cual aun no sé su nombre.

¿Le habré puesto un nombre?

El mismo reanuda la marcha y me arrastra por el poco tramo que nos faltaba para llegar al baño antes de que apareciera Ryan.

—Si no sales en cinco minutos te corto el cuello —me amenaza el de ojos grises.

Ahora sí siento ganas de vomitar.

Con la mano puesta ya en la perilla de la puerta, me giro hacia esas dos pobres almas.

—No se preocupen, saldré lo más rápido que pueda —les digo con segundas, que desde luego ellos no entienden. Claro que no, si llenaron la ventana de tablones para que yo no pueda escapar. Astutos. Pero no más que yo.

Me adentro en el baño, dejándolos a ambos afuera en el pasillo. Es una suerte para mí que enseguida Ryan se ponga a darle una sarta de insultos y regaños a ese pobre e inocente Raezer. Eso los mantendrá entretenidos por un rato.

¡Ahora!

Camino en puntas de pie hasta el gran espejo y mis ansiosas manos comienzan a tocarlo por todas partes.

¡Apúrate que no es Dylan!

¡No es momento para tus chistes, conciencia!

Al fin encuentro un pequeño espacio donde apoyar mis dedos para empujar. La emoción me embarga al instante.

Vamos, Caitlin, esto tiene que ser sencillo.

Sudando la gota gorda, le rezo a todos los dioses porque la puerta secreta no haga ningún ruido al abrirse.

Tú no eres más que un infeliz y mortal novato —escucho que de pronto le dice Ryan a su compañero.

Oh, al parecer es un Raezer mortal como Taylor y Jill. Pensándolo bien, eso quiere decir que su transformación pudo haber sido bastante reciente. Necesitamos encontrar ese maldito Duxilum para que deje de crear a estos seres. Bueno, más bien, a las dos piedras que faltan.

Respiro hondo y con cierto temor muevo el espejo hacia afuera. Las bisagras protestan al principio, lo que me dejan paralizada en el lugar.

Paro mi oreja y pongo atención a la charla que aun mantienen esos dos.

¡¿Qué estás diciendo?! le grita Ryan, realmente molesto.

¿De qué están hablando?

¡Vete ahora!

—Eso es lo que oí y... —le contesta el otro, pero no logro escuchar con claridad lo siguiente a eso.

Termino de abrir la puerta-espejo y observo con los ojos bien abiertos el interior de este pasadizo. Algunas telarañas cuelgan del techo y las paredes. Ay, Dios mío.

—¡No, no va a pasar, me lo prometió a mí! —Ryan está tan enfadado que su voz se escucha alta y clara.

—Aristeo es su hermano, déjame decirte que ya no eres el favorito de Argus —se atreve a encararlo ese Raezer mortal—. Esta noche logrará hacerse con el poder esa mocosa.

Por Dios, Miracle. Ya lo tienen todo planeado. Aristeo atacará esta misma noche, intentará doblegarla, le hará... atrocidades. ¡NO! No le pondrá un dedo encima. La sacaré de aquí como sea.

Imagínate a dos como Argus.

No quiero ni pensarlo. Apenas podemos con uno, si sumamos otro igual con sus mismos poderes... Todo se saldrá de control.

Siento que voy a desfallecer con toda esta tensión.

Pongo mis pies dentro del pasadizo y con mucho cuidado muevo la puerta para cerrarla. Solo una cosa me pone los pelos de punta antes de sumirme en una aterradora oscuridad, y son las palabras de Ryan:

—No la tocará. No si llego antes...

Santo cielo...

¡Debo hallar a Miracle ahora!

Miro el pasadizo con cierta desconfianza al principio, pero al recordar las palabras de Ryan, un chute de adrenalina recarga las células de mi cuerpo, motivándome a avanzar sin importarme más nada.

Aprovecho que los otros dos se han quedado discutiendo para comenzar a correr. Pero repentinamente, un par de pequeñas luces de emergencia se encienden ante el movimiento, incrementando mis latidos a un ritmo salvaje. ¡Vaya susto!

Quien haya creado esto definitivamente lo tenía todo planeado. Ahora el camino se hace más visible ante mis ojos, mucho mejor para correr.

Es mejor que me de prisa antes de que noten mi ausencia y descubran el pasadizo. Podrían llegar a mi lado en cuestión de un segundo si quisieran, y ahí si que estaría jodida. Sí, mejor me doy prisa.

Corro por el interminable y estrecho túnel por al menos un minuto entero antes de ver algún cambio. Como estaba en el mapa, enseguida me encuentro con el primer cruce que conduce al lado oeste del castillo. En total ya van tres minutos, ¿se habrán dado cuenta?

Ahora solo necesito llegar al lado sur. El único problema es que debo exponerme. Los pasadizos de cada sección del castillo no están conectados entre sí los cuatro juntos; es decir, el norte se conecta con el oeste, pero oeste no lo hace con sur. Lo mismo sucede con el lado este, que está conectado únicamente con el sur, pero no con el norte ni con el oeste. Un lío. A lo que voy es que debo salir de este pasadizo ahora y encontrar el otro antes de que Ryan y ese Raezer me encuentren a mí primera.

El largo pasillo termina frente a lo que parece una especie de puerta de madera, pero una madera mucho más fina que el resto de las puertas normales del castillo. No dudo en correr hacia ella y abrirla cuidadosamente, no sé que me espera del otro lado.

Entonces, me quedo desconcertada al encontrarme con una absoluta oscuridad. Incluso distingo algunos abrigos colgados en sus perchas.

¿Piensas entrar a Narnia?

Pareciera, ¿no?

Sin perder más tiempo, me meto en ese armario bastante pequeño para mi gusto. Me enredo con algunas mangas de los abrigos, y una que otra bufanda se ensaña en querer ahorcarme. Piso en total tres zapatos. No avanzo ni cuatro pasos cuando mis manos tocan la puerta de salida. Suspiro aliviada. Es hora de salir de este claustrofóbico lugar.

Abro la puerta con cuidado, la cual se queja un poco con el movimiento, y al instante un par de camas aparecen dentro de mi campo de visión.

No puede ser...

Estoy en una de las habitaciones de los discípulos de Argus. Qué bien.

Salgo con cuidado de no tropezar con mis propios pies. Aunque consigo hacerlo, de pronto un inminente mareo se encarga de desestabilizarme por un breve segundo.

Necesitas comer.

¡Ya lo sé! Mi estómago duele por los ácidos que se deslizan por sus paredes, buscando algún alimento que digerir. Es realmente molesto. En algunas horas se cumplirán tres días sin probar ninguna comida. Mi estómago debe estar como una pasa de uva. La peor parte son los mareos; en lo que va del día ya he tenido tres. No sé cuanto más aguantará mi cuerpo en inanición.

Al menos la habitación está vacía. Eso es bueno, realmente bueno.

Camino vacilante hasta la puerta y la abro con mucho cuidado. Asomo la cabeza al pasillo y me aseguro de que no haya nadie.

No hay moros en la costa.

Bien, ahora viene la parte difícil. No sé en que piso está Miracle. Sé que está en el área sur del castillo, pero no tengo ni la más remota idea de cuantas escaleras tengo que bajar o subir para encontrarla. Esto no puede ponerse mejor.

Mientras tanto debo concentrarme en llegar primero a la parte sur de este endemoniado lugar. Aquí es el área oeste, la cual está conectada con la norte, de donde acabo de venir. Pero ahora me encuentro con este pequeño corte que no hace más que sacarme ventaja. Ahora debo encontrar en este piso la entrada que me va a conectar el área sur con el área este, y así dar con mi amiga.

Respira profundo y sal afuera.

Hora de continuar.

Luego de una buena bocanada de aire para despejarme del repentino sueño, salgo al pasillo. En este sitio el alfombrado es de un color marrón claro, y las maderas que decoraban las paredes han sido reemplazadas por papel tapiz de un vivo color coral con una serie de dibujos abstractos en dorado que forman un entramado interesante.

Camino por el pasillo con sigilo, atenta al menor ruido. Pensándolo bien... ¿qué podría hacer si me llegaran a descubrir? ¿Correr? No lo creo. Estaría perdida.

Ahora bien. Por lo que recuerdo, el pasadizo se encuentra dentro de una de las habitaciones que está llegando al final de este corredor.

¿Cuál de todas?

Interesante pregunta. No me acuerdo.

Mi corazón aumenta sus latidos al verme envuelta por un repentino pánico. ¿Y ahora qué?

Tendrás que averiguar cual de todas es.

Si no tengo otra opción...

Llegando al final del pasillo, solo veo dos puertas dispuestas una frente a la otra. ¿Es la de la izquierda o la de la derecha?

¡Izquierda!

¿Y si es la de la derecha? No, mejor seguiré el instinto de mi conciencia e iré por la de la izquierda.

Haces bien.

Tomo la perilla de la puerta y abro con mucha cautela. Es una cocina pequeña. Una mesa con cuatro sillas está ubicada en el medio, y en el fondo está el resto de muebles que toda cocina tiene. Mis ojos se van volando hacia lo que hay arriba de la mesa. Mi boca por acto reflejo empieza a producir saliva al ver el pequeño emparedado puesto sobre un plato grande. Jamás he visto un sándwich tan perfecto. El jamón, la lechuga, el queso y el tomate parecen brillar en medio de los dos panes esponjosos. Es... perfecto. Y no sé si ya haya perdido la cabeza del todo, pero puedo jurar que siento su aroma desde aquí. Mi estómago ruge con vehemencia al contemplar semejante obra de arte.

—Hasta que apareciste, Tony —la voz de una mujer por poco me hace escupir el estómago por la boca. Llevo mi mirada hacia la dirección de donde provino su voz y la encuentro finalmente a unos cuantos metros a mi derecha, con más de medio cuerpo cubierto por la puerta del refrigerador. Se la ve muy concentrada buscando algo dentro—. El glotón de Blake casi se te lleva tu emparedado, estuve a punto de cortarle la mano con el cuchillo, pero el muy listo fue más rápido. Hubiese sido interesante para ti tener una salsa extra en tu sándwich, ¿no?

De solo imaginarlo el hambre es reemplazada por unas horribles nauseas. Aunque también se lo atribuyo al feo momento que estoy pasando ahora. Estoy tiesa bajo el umbral de la puerta, pálida, y con el aire a medio camino de mis pulmones.

No respires. No te muevas.

Hasta mi corazón parece haberse sincronizado con los demás órganos para disminuir su frecuencia y así no mandarme al frente.

Listo. Estoy muerta. No hay forma de salir de aquí. Podría irme lentamente y una vez en el pasillo echar a correr a toda velocidad, pero no creo que haya tiempo para eso. Esa Raezer acaba de encontrar lo que estaba buscando.

—¿Qué idiota puso los huevos junto a las naranjas?

De pronto, cuando cierra la puerta del refrigerador y finalmente puedo verla al completo, me quedo aun más paralizada al reconocerla de la última gran batalla en la que se destruyó el primer Duxilum. No hay forma de que ella no me reconozca. Pero cuando está a punto de girar hacia mí, algo la detiene.

—¿Qué quieres? —pregunta con brusquedad.

¿Tengo que responder?

—Pues levanta tu jodido trasero y ven a buscártelo tú —continúa hablando sola.

Cualquiera diría que está loca, pero yo no. No tardo en darme cuenta de que está manteniendo una charla amigable con alguno de sus compañeros en la otra habitación. Lo malo es que yo no puedo escuchar lo que le dice ese Raezer, mi oído humano no alcanza para tanto.

—¡Eres un fastidio! —grita de pronto, volviendo a abrir la heladera. La observo sacar una botella de jugo y darse la vuelta sin siquiera parar a verme.

Permanezco tiesa como rulo de estatua mientras esa Raezer se va por otra puerta que está en uno de los laterales de la cocina.

Suelto el aire que he estado conteniendo y me ordeno a mí misma dejar de temblar. No debo ser cobarde. No ahora.

Estoy en la habitación equivocada, eso ya lo sé. El único que no está en el sitio equivocado es ese emparedado que me suplica que lo coma. Y mi estómago está de acuerdo con eso. Alcanzo la mesa de un movimiento veloz y como una vil ladrona tomo entre mis manos ese emparedado que no podría llenar ni la mitad de mis energías. Al menos es algo, ¿no?

¿Miracle habrá comido?

No hago ni tiempo de llevármelo a la boca cuando ese pensamiento cruza por mi mente. Demonios. Por supuesto que ella no habrá comido nada. Si yo no lo he hecho hasta ahora, ella mucho menos. Oh, no... eso no es bueno para su bebé, para nada bueno.

Roba algo de aquí.

Sí... ¡sí! Excelente idea. Haré eso.

No llego a dar ni un paso cuando escucho de nuevo la irritante voz de esa mujer.

—¡¿Que no te gusta?! ¡Entonces métete la botella por ya sabes dónde, porque yo no te traeré otra, estúpido!

¡Mierda, la loca esta volviendo a la cocina!

¡Sal ya de aquí!

Envuelvo rápidamente el emparedado con el papel en el cual se apoyaba sobre el plato y salgo pitando de la cocina.

Eso estuvo cerca.

Prácticamente corro hasta la habitación de enfrente y entro sin ningún cuidado. La sorpresa que me llevo es que este cuarto no es más que un sitio donde guardar cosas. Y lo peor de todo es que la mayoría de estas cosas están cubiertas por mantas blancas y una película de polvo. Es realmente aterrador.

Trago saliva y reúno fuerzas de no sé donde para caminar entre los muebles fantasmas. Esto parece una película de terror.

Ahora tengo que encontrar un armario azul, ya que detrás de este debería encontrarse el otro pasadizo. La gran pregunta es: ¿cual de todos los armarios es?

Hora de descubrir a los fantasmas.

Comienzo a quitar sabanas blancas de una en una. Podría hacerlo más rápido si tuviera ambas manos libres, pero el emparedado mantiene ocupada una de ellas.

En medio del poco higiénico trabajo, me dan ganas de estornudar.

Te lo aguantas.

Claro que sí.

Por fortuna, al cuarto mueble que destapo, enseguida encuentro un armario de un particular color azul. Bingo.

Abro sus puertas y me pongo a revisar su fondo. Aquí no hay ninguna salida. Frunzo el ceño. ¿Me habré equivocado de armario?

O tal vez...

Destapo una mesita que hay junto a mí y allí dejo el sándwich. Ahora solo tengo que correr el mueble.

Estupendo, me oirá medio castillo.

Con mucho, mucho cuidado muevo los primeros centímetros, comprobando que no es tan pesado y ruidoso como creía. Puedo hacerlo. A pesar de que mis energías caen en picada, consigo mover el armario. ¡Sí!

Me seco la fina capa de sudor de la frente y me paro frente al amplio pasadizo que ha quedado a la vista. Vaya... es increíble. ¿Quién habrá hecho todo esto?

Recuerda que estás en tu propio mundo.

¿Yo lo hice? ¿Pero en qué momento? No recuerdo haber imaginado semejante castillo, ¿o sí?

—La mataré, juro que no pasará de este día —escucho de pronto la inconfundible voz de Ryan.

El mundo se me cae a los pies al ver cuan cerca estoy de fracasar en el escape. No... ¡No!

A pesar de sentir las piernas como dos pedazos de plomo, consigo que me obedezcan y me saquen de este maldito cuarto.

Me muevo por el pasadizo con el corazón en la mano, pensando constantemente que en cualquier momento podrían atraparme o lanzarme su poder. Pensándolo bien, la última opción creo que sería mejor en todo caso. Presiento que Ryan podría cumplir con su palabra si me llegara a encontrar.

Corro por un par de segundos por el pasadizo con el mismo sistema de iluminación que el anterior. Hasta que de pronto, me llevo la sorpresa de que el camino se hace más ancho y presenta dos caminos a elegir. No recuerdo haber visto esto en el mapa. ¿Ahora que hago? Se supone que este pasadizo me llevaría directo a una habitación en el área sur, como ocurrió anteriormente. Es de esperarse esto, a decir verdad, ya todo me venía saliendo de maravilla...

Está bien, ahora tengo que decidir. ¿Izquierda o derecha?

Derecha.

¿O izquierda?

Izquierda entonces.

Mejor derecha. Me apresuro a avanzar por el camino de la derecha, rogando que esos Raezer tomen el lado contrario, si es que llegan a encontrar la entrada a este pasadizo secreto.

Doblo a la izquierda en una curva y continúo corriendo como nunca antes corrí en mi vida. Otra curva. Giro a la derecha y entonces debo frenar en seco cuando me encuentro con un muro de frente y en medio, en el suelo, una abertura donde se encuentra una escalera vertical de madera. Uff, menos mal que he llegado a frenar a tiempo.

¿A dónde me llevarán estas escaleras? Siento que estoy parada en las puertas del infierno.

Las puertas que te salvarán de que te corten en trocitos. ¡Baja ya!

Es cierto, esos Raezers no tardarán en dar conmigo.

Pongo el primer pie en el segundo escalón y me aferro a la escalera con más fuerza de la habitual (si fuese una Raezer ya hubiera quebrado la madera). Bajo el resto de los escalones con prisa, mirando hacia arriba en todo momento para vigilar que nadie aparezca.

Un piso... Dos pisos... Tres pisos... Cuatro pisos... Cinco pisos...

No tengo ninguna referencia que me indique la cantidad de pisos que voy haciendo, pero me da la sensación de que ya van más de cinco.

Cuando mis pies por fin tocan el suelo, calculo unos ocho pisos. Me volteo a ver lo que ahora me espera: otro pasillo. Me sorprende un poco lo corto que es, porque enseguida visualizo un muro que corta el trayecto, pero tiene lo que estoy buscando: la bendita puerta. ¡Al fin!

Medio tropiezo con mis propios pies de lo apresurada que me lanzo a andar hacia esa puerta. Al llegar a la misma, pego mi oído a la madera y espero unos segundos antes de abrir. No se oye nada.

Es hora de entrar.

Intento abrir la puerta, pero está algo atascada y no quiere ceder a mis empujes. ¿Habrá algo del otro lado? Espero que no.

Empujo un poco más y... crack. Finalmente, como si hubiese estado pegada con algún tipo de pegamento, se rompe esa barrera que la bloqueaba. La misma fuerza me lanza adentro sin ningún remedio. Y cuando quiero darme cuenta, un calor abrasador se estrella de lleno contra mí.

El dolor es indescriptible.

Contengo un grito de agonía mientras me retuerzo de dolor en el suelo. Esto es mucho peor de lo que me arrojó Argus. Sí, él fue demasiado generoso conmigo. Esto no tiene comparación. El dolor sobrepasa cualquier limite, cegándome, nublando mis pensamientos.

Me quemo viva. Así lo siento.

La peor parte es que no puedo gritar. Un solo grito mío podría escucharse por todo el castillo, incluso podrían oírme desde el bosque. Así que no sé de dónde saco la fuerza que me impide gritar hasta desgarrar mi garganta.

¡No aguanto!

El dolor está en tu cabeza. Concéntrate.

La piel de mi brazo, dónde el impacto fue mayor, se está volviendo roja. Lo mismo pasó hace unos días cuando me encontré por primera vez con los chicos en el callejón, el poder de Kyle me había el rozado el brazo, chamuscándome la piel.

—¡Oh, no! —dice una voz femenina en un volumen bajo, procurando que nadie de afuera la oiga.

Conozco esa voz.

Hago un esfuerzo inhumano para girar mi semblante, desfigurado por el dolor, en su dirección.

Miracle... ¡Es Miracle!

Vaya, esto definitivamente es un golpe de suerte. De todas las habitaciones que hay en este sitio, la han venido a poner aquí.

Realmente me preocupa su estado. Tiene sangre seca pegada en su coronilla, y varios hilos se han deslizado hasta su mejilla y mandíbula, dibujando un trayecto de color rojo carmesí ya oscuro por el tiempo. También veo algún que otro moretón en su rostro y brazos, pero solo se ven tenuemente, como si ya casi estuvieran a punto de desaparecer. Oh, Dios. ¿Qué le hicieron?

—Caitlin, ¿estás bien? —susurra preocupada—. Lo siento, creí que eras uno de ellos.

Consigo asentir solo para que se relaje. No me estoy muriendo, aunque se sienta igual...

—El que me custodia se ha ido por un momento —me avisa—. Vendrá su reemplazo. Tienes que irte de aquí, ahora.

Ahora entiendo como logró expulsar semejante cantidad de poder: no tiene a nadie que la debilite. Miracle es una Raezer novata, basta con su estancia aquí y alguien que concentre su energía negativa en ella para que su poder se vea mermado.

—Nos... iremos de aquí —consigo decir con voz temblorosa.

Ella me ayuda a levantarme y a duras penas consigo mantenerme de pie.

Despéjate, es hora de huir.

Cierro los ojos con fuerza, absorbiendo los últimos restos del dolor.

Sí, es hora de huir.

—¿Qué es ese olor? —pregunta de pronto Miracle.

La miro confundida.

—¿Cual olor?

—Huele delicioso —olfatea el aire un momento hasta que sus ojos caen en mi mano que tiene agarrotada su emparedado.

—¡Ah, casi lo olvido! —se lo extiendo en su dirección—. ¿No has comido nada, verdad? Te lo traje para ti.

—No, nada —afirma con una mueca, dudando si tomarlo o no.

Ya lo imaginaba... ¡Malditos!

—No es bueno para tu bebé —le digo, insistiendo para que lo agarre.

Ella lo toma entre sus manos y abre el envoltorio. Al menos el sándwich se encuentra decente, creí que estaría peor con la sacudida que me dieron. Los ojos de Miracle se iluminan al ver la comida. No le ve defecto alguno. Un segundo después, sus ojos regresan a los míos.

—Compartámoslo —dice sin atisbo de duda.

Ella está dispuesta a compartir conmigo lo poco que he conseguido para comer. Eso ni siquiera podría aportarle la energía suficiente para su hijo. Además, ella es la que necesita estar fuerte para que salgamos de aquí, ella es una Raezer, sus habilidades nos van a dar ventajas.

—No, yo ya comí —miento, aparentando naturalidad. El dolor de mi estómago se hace más agudo de golpe, como si me reprendiera por haber dicho eso. Al menos no ha sonado, eso me hubiese delatado—. Argus me ha llevado mucha comida para intentar convencerme de unirme a su séquito. No he podido traerte más que esto, lo siento.

Miracle parece creerse mi farsa. Tiene un poco de sentido en realidad, me he armado una buena.

—Está perfecto. Gracias por acordarte de mí. De nosotros —sonríe con ternura.

Le devuelvo la sonrisa y miro una última vez el emparedado, ocultando el deseo que siento por darle un gran bocado.

Hiciste bien, Caitlin.

Lo sé. Siempre haré lo que esté a mi alcance por proteger a los que amo. Daría mi vida por ellos, no lo dudaría ni un segundo.

—Anda, come. Buscaré la salida —le digo, dando un paso al frente para mirar los muros de piedra y dejarla comer tranquila.

¿La puerta del cuarto no es la salida?

Desvío la mirada hacia aquella. Por supuesto que lo es. También es perfecta para conducirnos a una muerte segura. Debemos ser... discretas en la medida que se pueda.

Podría ser... Un momento. Que tonta soy. Ya lo recuerdo, ¡lo recuerdo! ¡El otro camino de la intersección que crucé es la salida!

Me giro rápidamente hacia Miracle y veo que el emparedado ya ha desaparecido por completo de sus manos. Está terminando de tragar el último bocado. Bueno, eso fue rápido... Aunque yo le hubiese ganado con el tiempo. Sí, eso seguro.

Mis tripas amenazan con rugir, pero las regaño para que no lo hagan. ¿Cómo hago eso? Ni yo lo sé, pero me obedecen.

—Estaba rico —murmura con la boca llena—. Gracias.

—De nada —suspiro—. Salgamos de aquí, ya recuerdo el camino que debemos seguir.

—Te sigo —contesta una vez que traga la comida.

—¿Cómo que escapó? —es lo que escucho a continuación, un segundo antes de que todo se torne confuso y movido a mi alrededor.

Cuando quiero darme cuenta, alguien me ha empujado nuevamente hacia el pasadizo a una velocidad increíble. La puerta se cierra y otra se abre. Miracle me indica que guarde silencio mientras escucha atentamente lo que ocurre del otro lado.

—¡Te arrancaré con mis propias manos el engendro que cargas si no me dices donde...! —grita alguien al entrar, pero guarda silencio de manera súbita, dejando su amenaza inconclusa—. ¡Joder, la otra también se escapo!

—¡¿Es una maldita broma?! —exclama alguien más.

Y entonces, la habitación se queda en un absoluto silencio.

—Vamos, vamos, vamos —me apremia Miracle, girándose para emprender la huida por el pasadizo.

Sus pasos se adaptan al ritmo humano y juntas llegamos a las escaleras.

—Déjame ir primera —se me adelanta—. He logrado sacar mi escudo afuera, podrá protegerme.

—Tu escudo está débil... —digo preocupada, mordiéndome la uña de mi pulgar.

No me responde. Sube las escaleras y la pierdo de vista por un momento.

No quiero ser pesimista, pero tengo el ligero presentimiento de que no saldremos de aquí tan fácilmente.

Los segundos pasan y Miracle no regresa. ¿Por qué tarda tanto? Mierda, mierda...

—Es seguro —dice de pronto, dándome un buen susto al verla aparecer por el hueco de la escalera.

El alivio que siento está a punto de relajar mi cuerpo por completo. ¡No! Un ligero mareo me hace perder el equilibrio, pero logro recomponerme con rapidez.

Estoy bien, no es nada. Estoy bien.

Miracle frunce el ceño al ver mi pequeño percance.

—¿Dónde estabas? —le pregunto para distraerla y que no pregunte. Mientras tanto, me dispongo a subir por las escaleras.

Ella termina por desistir. Al fin y al cabo soy una humana, estas cosas a veces pasan. Nuestro cuerpo no es tan perfecto como el suyo.

—Quería ver por dónde habías entrado. Coloqué el armario azul de nuevo en su lugar, al menos eso podrá darnos un poco de tiempo —responde.

Eso ha sido... ¡brillante!

—Excelente, bien hecho. Si yo lo hacía me iban a oír hasta en el cielo; con suerte pude abrirlo sin llamar la atención.

Miracle me tiende la mano para ayudarme en el último tramo. Hago una mueca de dolor cuando sin querer le tiendo la extremidad dolorida. Con los pies en la tierra de nuevo, observo como está la herida. No se ve muy bien...

Sanará, ¡ahora váyanse!

—Perdón, no sabes cuanto lo lamento —se disculpa Miracle otra vez.

—Te perdono —digo con prisas—. Salgamos de aquí ya, por favor.

Ella asiente. Alza un pie para echar a andar, pero lo deja suspendido al percatarse de un detalle.

Tú eres el detalle, Caitlin.

—Yo te llevo —se ofrece de inmediato.

No tengo otra opción más que aceptar. Ella puede correr a una velocidad que ni el mejor corredor humano del mundo en años podría lograr.

—Está bien —acepto—. ¿Cómo lo harás?

—¿En mi espalda? —murmura pensativa—. ¡No, ya sé! Salta a mis brazos y enrosca tus piernas alrededor de mi cintura. Así serás los ojos de mi espalda.

Lo dudo un momento. No digo que sea mala idea, todo lo contrario, es perfecto. Lo que me hace dudar es la estatura que tiene ella. ¿Aguantará mi peso? Espera... ¿Qué estoy diciendo, seré estúpida? ¡Claro que lo aguantará! Podría aguantar un auto encima y no le pesaría nada.

—Buena idea —apruebo, trepándome a su pequeño torso.

Mis piernas se enroscan alrededor de su cintura, tal cual lo pidió, y mis brazos se unen en su espalda, por encima de sus menudos hombros. Dios, siento que la voy a romper.

—Sujétate —me dice antes de empezar a correr hacia el lado contrario a las escaleras.

La velocidad es realmente alucinante. Pero ni siquiera hago tiempo de darme cuenta de nada, ya que Miracle frena en seco y, en menos de un segundo, nos encontramos en medio de los dos caminos. A la derecha, el pasadizo por el que vinimos, a la izquierda, un sitio inexplorado.

Mi amiga ni siquiera tiene que preguntar. Nos adentramos en el segundo pasillo que aun desconozco.

Admito que esto es mil veces mejor que usar mis piernas humanas. Lo que yo hubiera tardado mis buenos cinco minutos corriendo, ella lo hace en cuestión de segundos. Salimos finalmente a lo que parece el interior de una de las torres y una escalera caracol se presenta ante nuestros ojos. No dudamos en descender por ella. Todavía estamos solas, nadie nos persigue.

—¿A dónde crees que nos lleven? —pregunta mi amiga, refiriéndose a las escaleras.

—No lo sé, solo... apresura el paso, por favor —le ruego, llevándome dos dedos al puente de la nariz cuando empiezo a ver doble.

He gastado mucha energía que no tengo en esta misión. Y ahora que Miracle está a mi lado, mi cuerpo comienza a sufrir un brusco descenso de adrenalina, muy inoportuno.

—¿Qué tienes? —me pregunta Miracle, preocupada.

La visión se me torna negra y a punto estoy de soltarme de mi débil agarre.

—Necesito... salir de aquí... —digo en un murmullo.

Ella coloca una mano en mi espalda para ayudarme a mantenerme en mi sitio.

¡No puedo sentirme así ahora! Estamos a tan poco de escapar... Debo ser fuerte. TENGO que serlo.

Presiono mis párpados con fuerza para espabilarme aunque sea un poco. Cuando los abro, el panorama ha cambiado de manera repentina. Ya no veo las escaleras que vamos íbamos dejando atrás, ahora hemos entrado a un nuevo pasillo de uno de los pisos inferiores del castillo. Bueno, Miracle se ha tomado muy enserio lo de "apresura el paso". Gracias a Dios.

Antes de frenar nos aseguramos de que no haya nadie cerca. Una vez corroborado eso, mis pies vuelven a tocar el suelo. Inmediatamente recargo mi espalda contra un muro mientras respiro profundamente. La rubia se acerca a mi lado y me cuchichea al oído:

—¿Te está afectando la energía negativa? ¿Están regresando tus poderes?

—No, es solo que... hoy no dormí bien —vuelvo a mentir.

Pero esta vez, mis entrañas me traicionan. Las muy cabronas rugen con la misma furia que un león, retumbando en los altos muros de piedra de este corredor.

—¡Oye, me mentiste! —me reprocha indignada, aunque controlándose de no elevar tanto la voz.

Preparo mis cuerdas vocales para responder, pero su mano se posa sobre mi boca a la velocidad de la luz.

—Ya revisamos esta zona, vayan por el otro lado, inútiles —se oye la voz de última persona a la que querría ver ahora: Aiden—. No puede ser tan difícil encontrar a una humana y a una novata. ¿Es que no pueden hacer nada bien?

La expresión del rostro de mi Miracle es un reflejo del mío. Ambas estamos aterradas. Y las dos sabemos bien que no podremos salir de aquí como una persona normal lo haría. Ahora mismo la puerta de la entrada debe tener tanta custodia como la de una fiesta privada.

Los pasos de Aiden y del resto de los Raezers se dispersan, esquivando de milagro el pasillo en el que estamos nosotras. Sé que será por unos segundos. Dentro de poco, estaremos rodeadas.

—¿Confías en mí? —me pregunta de pronto Miracle, quitando su mano de mi boca.

Frunzo el ceño por su extraña pregunta, pero no dudo en asentir sin ninguna duda.

A una velocidad que me toma por sorpresa, mi amiga me toma en brazos y echa a correr velozmente hacia...

Ay, no...

Yo que tú me sujeto bien.

El cristal de la ventana se hace añicos cuando Miracle se lo lleva por delante. Mi corazón acelera su ritmo a más no poder cuando me veo volar fuera del castillo, junto a los demás trozos de cristales. Estos terminan por reducirse a pequeños fragmentos cuando tocan el suelo al mismo tiempo que nosotras.

—¡Están afuera! ¡Las veo! —grita alguien desde la cima de una de las torres.

¡Cállate!

—Mierda —masculla la rubia, ajustando un poco más su agarre entorno a mis piernas y mi torso—. No dejaré que te pase nada, Caitlin. Te lo prometo. Ahora necesito que te sujetes fuerte porque la carrera será... complicada.

Yo estoy más preocupada por ella que por mí misma. De todas formas le doy la razón, la carrera será realmente dura. Y no lo digo por el echo de que media población de Raezers está a punto de tirarse encima nuestro, sino porque este tipo de velocidad no es compatible para una simple humana como yo. Una cosa es que la carrera dure menos de cinco segundos, pero otra muy distinta es que se alargue por un período de tiempo mucho más prolongado. No, mi cuerpo no es compatible para esto.

Los ácidos de mi estómago ascienden por mi esófago cuando Miracle pone a volar sus pies. La rapidez con la que nos movemos es realmente sorprendente. Increíble.

El tiempo que transcurre es muy corto cuando el sonido del agua llega a mis oídos como un suave murmullo. Se oye una cascada cerca, la misma que oí desde la ventana del cuarto en donde me mantenían encerrada.

Una cascada... ¿eso no te suena de ningún lado?

Creo... creo que sí.

—¡Frena! —le ordeno a Miracle cuando el sonido del agua se hace aun más fuerte. Un paso más y nos estaríamos alejando muchísimo.

Por suerte, Miracle me obedece sin rechistar y frena de golpe.

Mi boca se abre ligeramente al ver el panorama. Definitivamente no estaba tan equivocada. Observo anonadada el mismo paisaje que vi cuando puse por primera vez un pie en este nuevo mundo junto a los chicos. Y al igual que ese día, hoy también me quedo maravillada al ver el esplendor de la naturaleza. Pero algo más me saca del repentino aturdimiento, un detalle al cual no le había prestado tanta atención el primer día que estuve aquí. Ahora jamás lo voy a olvidar. El castillo blanco, situado a sus ya buenos kilómetros de nuestra posición, nos vigila desde su ubicación sobre una de las imponentes montañas.

¿Estuve siempre allí? No lo puedo creer...

—Muy hermoso, pero tenemos que irnos ahora —la voz de Miracle me saca de mi trance.

Ella jamás vio este sitio, esta es la primera vez. Ahora que lo pienso, ¿ella salió alguna vez de este mundo de fantasía? Porque tengo el presentimiento de que no lo ha hecho todavía.

Sus pies vuelven a correr a la velocidad de la luz, dejando todo atrás. Aunque varias pisadas a nuestras espaldas no tardan en hacerse oír. Nos están siguiendo. Creo que voy a vomitar la nada de mi estómago. No es momento para que esto ocurra, pero mis ojos quieren cerrarse para arrastrarme a un profundo sueño. Me siento extremadamente cansada.

—¡Caitlin! —me zarandea Miracle para despabilarme—. ¡¿Qué tienes?!

No... ¡no puede estar pasándome esto ahora! Ni siquiera puedo controlar mis párpados, que se cierran sin mi consentimiento y me transportan por un microsegundo hacia una negrura espesa. El frío también se apodera de mi cuerpo. Siento que me congelo.

¡Resiste!

—Estoy bien... —consigo decir en un hilo de voz cuando recupero a medias el control de mi cuerpo.

Enfoco la mirada detrás nuestro. No consigo ver nada más que borrones de color verde y márron. Aun no hemos abandonado el bosque.

—Lo sé, ya los vi. Son dos —me avisa.

¿Qué?

Entrecierro los ojos y consigo ver a dos Raezers corriendo hacia nosotras. Mis párpados llegan hasta cielo cuando me percato de ellos. Estamos jodidas.

Dos son mejor que el castillo entero.

De pronto, una masa de aire caliente se precipita hacia nosotras con una rapidez que apenas me da tiempo de avisarle.

—¡Cuidado!

Miracle hace un quiebre y esquiva milagrosamente el ataque de uno de esos Raezer. Nos salvamos a regañadientes. Casi pude sentir el calor rozar mi cuerpo.

—No sé como perderlos de vista —masculla mi amiga, con una mezcla de miedo y frustración en su tono de voz.

También me doy cuenta de que su energía ya no es la misma, esos dos Raezers están debilitándola. Aun así, ella está haciendo todo lo posible por seguir de pie. Está cumpliendo su promesa.

—Tú solo corre —le digo, echando furtivas miradas hacia atrás.

De pronto, puedo darme cuenta que nuestra velocidad empieza a disminuir. Las piernas de mi amiga empiezan a flaquear, al igual que sus brazos que me mantienen sujeta de pura inercia.

No, no, ¡no! ¡Ya casi lo logramos!

—¡Aguanta, Miracle! ¡No te rindas! —le doy ánimos, viendo de reojo como esos Raezers se acercan cada vez más.

No sé si les ordenaron matarnos o regresarnos con vida, pero estoy segura que en cualquier momento nos volverán a atacar con su poder.

—No... no puedo —murmura sin aliento.

—¡Sí, sí puedes! Piensa en Kyle y en tu bebé. Piensa en la familia que estás formando. No puede simplemente rendirte —mis palabras parecen funcionar, porque los pasos de Miracle se vuelven más seguros, al igual que su agarre entorno a mí—. Kyle te ama y te está esperando.

—Lo sé —dice entonces con voz segura, carente de cualquier duda. Su mirada se ha enfocado enfrente y ni un solo músculo de su cuerpo vuelve a flaquear.

La velocidad con la que ahora se mueve por poco me deja los pelos en el castillo. Mi rostro debe estar para una fotografía. Imagínense sacar la cabeza fuera de la ventana en un coche en marcha, pero a una velocidad mil veces superior. Siento que mis labios se van a fusionar con mi frente y mis mejillas con mi nuca. Al menos el viento fresco que golpea en mi rostro me mantiene despierta. Eso es bueno.

En una de esas, se me da por mirar hacia atrás. Y es en ese preciso momento cuando la velocidad parece disminuir ante mis ojos y todo se mueve muy, muy lento. Llego a captar el momento en que esos Raezers frenan en seco y me dan una última mirada antes de dejarnos libres. ¿Qué? No paso por alto las sonrisas victoriosas que dibujan sus labios, como si hubiesen ganado esta batalla. Pero ¿cómo? ¿Nos están liberando?

El tiempo reanuda su velocidad normal en el momento justo en que escucho a Miracle hablar.

—Creo que los perdimos —dice con alivio—. Pero creo que nosotras también...

Por supuesto que ella lo sabe. Incluso sus pasos se han vuelto aun más firmes que antes. Sin esa energía negativa flotando en el aire se debe sentir mucho más liviana. Aun así, algo más me llama la atención de lo que dijo. ¿Nos perdimos? Genial.

—No, ellos nos han dejado ir —digo en respuesta a lo primero. Eso es raro. De todos modos, ahora hago ese tema a un lado—. ¿Cómo que nos perdimos?

—No sé dónde estamos —murmura con cierto temor. Aun así, no ha dejado de correr nunca—. Podría ser que... ¡Oh, ya sé!

Gira a la izquiera a toda velocidad y corre por unos pocos minutos más.

—Le agradezco a mi padre que de pequeña me hiciera colorear mapas de todo el mundo. Ya estamos en casa —me avisa con una sonrisa.

Miracle disminuye la velocidad de a poco hasta que frena por completo. Nos detenemos frente a la puerta de la casa de Dylan. Gracias a Dios ya estamos aquí. Me suelta con cuidado, pero al bajarme, debo sujetarme de su brazo para no darme la frente contra el suelo. El mareo es inminente.

La puerta se abre de un movimiento brusco y Jill aparece bajo el umbral con los ojo abiertos de par en par. ¿Qué está haciendo aquí? ¿Dónde está Dylan?

—¡Caitlin —grita al verme, luego mira a mi lado y el alivio se refleja en el azul de sus ojos—. ¡Miracle!

Nos agarra a ambas del brazo y nos mete dentro de la casa. Miracle no me suelta ni por un segundo. Nos dirigimos a la sala y me ayuda a recostarme en el sofá doble. La cabeza me pesa, todo mi cuerpo pesa el doble. No estoy bien, pero me siento segura aquí. Y eso es más que suficiente para que mi cuerpo y mi mente se relajen al fin.

Por mucho que deseo ver a Dylan, mi mente ruega por desconectarse y sumirse en la inconsciencia. Lucho con todas mis fuerzas para mantenerme despierta, pero se me está haciendo realmente difícil.

Todo se vuelve muy lento a mi alrededor. Entre cada pestañeo observo lo que sucede en la sala. Jill se ha puesto a gritarle al teléfono y Miracle ha desaparecido.

Sé que todo eso dura unos pocos segundos, pero mi lenta mente lo traduce en agónicos minutos dentro de mi cabeza.

—¡Están aquí, regresen! —Jill le grita al aparato.

Otro pestañeo. Miracle aparece mágicamente a mi lado, cargando una pequeña botella de Coca-Cola, la cual me implora que tome.

Azúcar. Bien pensado. Pero no tengo ni fuerzas para levantar mi mano.

Otros agónicos minutos. Tal vez horas. No lo sé.

Solo pasan tres segundos, Caitlin.

Sí, pasan tres míseros segundos antes de que la sala se vuelva un completo caos.

Dylan es el primero en aparecer. Lo noto agitado, emocionado y preocupado a la vez. Mis adorados ojos grises no tardan en conectar con los míos. El alivio en ellos es inmediato, pero la inquietud no desaparece al verme, todo lo contrario, alcanza el pico más alto.

Para mí, verle es más que suficiente. Mi corazón se hincha de alegría y comienza a latir con más fuerza, despertándome de ese molesto letargo. Sé muy bien que su corazón se ha sincronizado con el mío, ayudándole a latir por mí, aportándome una renovada vitalidad.

Dylan... Mi Dylan...

Su amor acaricia cada centímetro de mi cuerpo, despertando a cada célula, cargándolas de vigor. Puedo sentirlo. Siento como esa poderosa energía recorre mis venas y cosquillea bajo mi piel. Los vellos se me ponen de punta al sentir la esencia de su amor. Mi cuerpo magullado vuelve a caldearse de forma espontánea. Ya no siento frío.

—¡Caitlin! —exclama ansioso, corriendo hasta situarse a mi lado.

Miracle se aparta automáticamente para darnos espacio. Deja la botella de gaseosa sobre la mesita y se sitúa junto a Jill.

Dylan me toma el rostro entre sus manos y me analiza minuciosamente.

—¿Estás bien? —me pregunta, más que preocupado. Luego se vuelve hacia Miracle—. ¿Están bien?

Ella está a punto de abrir la boca para responder cuando alguien más irrumpe en la estancia.

—¡Miracle! —grita Kyle, repentinamente.

Taylor entra justo detrás de él. Sus ojos vuelan hacia nosotras, corroborando que estamos bien... Bueno, vivas al menos.

Kyle se acerca a su novia como una exhalación. Ella apenas se da cuenta cuando él clava sus rodillas en el suelo y se aferra a su menudo cuerpo como si fuese un salvavidas en medio de un agitado océano.

Su oído queda sobre el vientre de la chica, esperando oír el sonido que calmará el torbellino de su mente.

—Está bien... —dice entonces, dejando escapar una lágrima de sus ojos—. Ambos están bien.

Oh, acaba de oír el latido del corazón de su bebé. Me encantaría poder hacer lo mismo si regresaran mis poderes

—Estamos bien —lo tranquiliza ella, pasando a acariciar su cabello.

—Oh, nena, cuando lo lamento —su voz se quiebra y Kyle rompe en llanto—. Te suplico que me perdones. Ya me quité la venda de los ojos y aplasté mi pasado. Tú eres mi presente, mi futuro; eres mi familia, no quiero perderte. Quiero que tengamos este bebé juntos y compartir esta nueva etapa contigo. Por favor, perdóname, mi amor. Seré tu esclavo por el resto de nuestra existencia, si así lo deseas. Te amo, te amo muchísimo.

A ella también se le caen unas cuantas lágrimas al oír la confesión de Kyle.

Yo estoy un poco perdida. ¿Qué pasó entre ellos?

Siento la mano de Dylan cerrarse en torno a la mía mientras mira la escena al igual que yo.

Miracle sujeta a Kyle por sus fornidos hombros para que se ponga de pie. Él obedece rápidamente y la mira expectante, con el miedo dibujado en su semblante. Teme perderla. Por otro lado, Miracle está por demás de tranquila. Ella sabe la respuesta que le dará desde hace rato.

—Te amo, Kyle. Pero... —el rostro del otro se ilumina al oír las primeras palabras, hasta que oye el inoportuno pero—... no dejaré que llames a nuestro hijo Henry. También podría ser una niña.

Kyle suelta una sonora exhalación donde deja salir toda la tensión, y luego larga una risotada en medio de las lágrimas.

—No, no, claro que no. Tú elegirás el nombre que tú quieras. Yo estaré feliz con lo que decidas —dice él de forma atropellada, rebosando felicidad por todos lados.

Me encanta la pareja que hacen, los dos son tal para cual. Estoy contenta por ellos, porque lo que sea que haya pasado entre ellos se haya solucionado.

Ya me siento en paz. Ahora sí podré descansar tranquila. Podría echarme una siestita, ¿no? No duermo desde hace más de dos días. Y estoy muy... muy cansada. Pero antes de hacerlo necesito una cosa.

Al girar el rostro me encuentro con los ojos de Dylan, que ya me están mirando con una mezcla de emociones que pelean dentro suyo por dominar. Siente mucha culpa, eso puedo notarlo dentro de mí. Se culpa por no haber estado a mi lado cuando pasó lo que pasó, y también por no haber sido capaz de encontrarme antes. Aunque también siente alivio y felicidad por tenerme devuelta, además de orgullo por haber sido capaz de escapar de las garras de Argus por mi cuenta. Solo que eso último realmente lo perturba.

Acerco mi boca a la suya y él termina por acortar el espacio entre nuestros rostros, respondiendo a mi silenciosa súplica. Sus labios alcanzan los míos para besarlos con una lentitud que me estremece. Así me gustaría estar por el resto de mi vida humana. Sus labios son mi paraíso. Siempre lo serán.

Hago uso de mis últimos restos de fuerza para apartarme de su boca y enroscar mis brazos entorno a su cuello. Mi rostro queda apoyado en el inicio de su hombro, justo donde nace esa curvatura en la que me gustaría resguardarme siempre. Sus manos se aferran a mi espalda y me brindan la contención que ahora mismo necesito.

Adoro sentir su aroma, me trae la paz que mi alma implora. Y luego de casi tres días alejada de él, viviendo un verdadero calvario, esto se siente como la gloria misma.

Me permito cerrar los ojos por un momento mientras inspiro su agradable olor. Me dejo mecer por ese aroma arrullador y por el calor de su presencia, que me transportan a ese otro mundo desconocido de la inconsciencia.

Sí, ya estoy devuelta en mi hogar...

...

N/a:

¡Hola mis preciosos Raezers! ¿Cómo están?

¡Mil disculpas por la demora! El capítulo se me ha hecho demasiado largo, pero no podía dividirlo sin que se perdiera la esencia de esta parte de la historia. Por lo que decidí dejarlo así.

Les quiero informar que estamos a poco de terminar la historia, tal vez queden... ¡menos de diez capítulos!

¿Qué creen que va a ocurrir en las siguientes actualizaciones? Quiero leer sus teorías ❤

Por cierto... una tercera parte puede que esté cocinándose. ¿Qué opinan de eso?

Les agradezco mucho el apoyo que le están dando al libro. ¡Adoro leer sus preciosos comentarios!

No olviden dejar esas bellas estrellitas si el capítulo les ha gustado ❤

Sin nada más que decir, me despido.  Hasta la próxima actualización ❤

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