XXV
No estoy muy segura del tiempo que ha pasado desde que Argus me dejó a solas, pero he calculado unas cuatro horas.
La noche ha caído desde hace rato en el firmamento, oscureciendo por completo la habitación. Solo la tenue luz de los faroles iluminan pobremente el lugar, impidiendo que me quede totalmente a oscuras. De seguro deben ser alrededor de las dos de la madrugada, aunque no estoy del todo segura. De lo que sí me he percatado es del silencio que reina en los pasillos desde hace rato. Ya no se oye ese constante movimiento que oía hace unas horas. Al parecer, la mayoría de todos esos Raezers se han ido a dormir.
Solo una cosa no ha dejado de oírse desde que desperté: el ruido del agua. Si no me equivoco, cerca de aquí debe haber alguna cascada, porque su sonido tan característico me ha acompañado durante todas estas horas.
Desde hace rato que estoy parada junto a la ventana, mirando la negrura de la noche y pensando en las distintas formas de salir de aquí junto a Miracle.
De lo que me he dado cuenta en este periodo de tiempo es que Argus es fanático de los castillos. Oh, sí, le encantan. Vaya uno a saber a quienes tuvo que matar para ocupar este lugar, porque no luce abandonado, todo lo contrario. Incluso el exterior está bastante conservado. Cuando el sol aun no se había ocultado e iluminaba todo cuanto pudiera, llegué a distinguir que la pintura blanca que decoraba su fachada no tenía más que unos pocos años encima.
Miro una vez más hacia el abajo y suelto un suspiro. Es imposible escapar de aquí, Argus me ha dejado a unos veinte pisos del suelo. El castillo es realmente grande, colosal, imponente...
Me pregunto qué estará haciendo Dylan. ¿Me estará buscando? Yo creo que a estas alturas ya debe de haberse enterado de lo sucedido. Además, estamos conectados, él tuvo que haber sentido mis emociones, o haber visto algo... No lo sé. La situación es complicada, porque por más que Dylan haya tenido una visión de mí, se le hará difícil descifrar dónde me ha traído el loco de Argus. Ni siquiera yo lo sé.
Para colmo, también estoy preocupada por mi hermano. Era Taylor quien estaba vigilando la casa antes de que me secuestraran. ¿Y si Argus le hizo algo? Seré una torpe humana, pero si se atrevió a ponerle un dedo encima sacaré fuerzas de no sé dónde para arrancarle la capa ridícula que tiene y atársela al cuello para ahorcarlo.
Ya quisieras.
Ya quisiera...
De repente, mirando distraídamente, mi corazón pega un pequeño brinco en mi caja torácica cuando me encuentro con un... ¿brazo? No, dos brazos. Estos se asoman por una ventana como la mía, a unos dos pisos de aquí. Observo detenidamente que, al igual que yo, parece estar mirando el paisaje arbóreo ennegrecido por la oscuridad de la noche. Sus brazos son delgados y están cubiertos por las mangas de una camiseta azul. Miracle llevaba una camiseta azul cuando Argus la arrastro a mi cuarto.
No debería... pero tampoco quiero quedarme con la duda. Necesito confirmar que sea ella.
—Miracle —la llamo en un susurro. Se supone que debería oírme sin ningún problema.
Y dicho y hecho, su cabellera rubia es lo primero que veo cuando asoma su cabeza. Como la ventana no es tan grande y está a sus buenos centímetros del suelo, lo único que veo de ella es su cabeza asomarse, portando en su rostro la misma expresión de sorpresa que la mía. Una repentina alegría me inunda el cuerpo al ver que está bien.
—¡Caitlin! —intenta mantener el mismo tono de voz que el mío, pero se nota a leguas que le cuesta. De seguro se está aguantando las ganas de gritar tanto como yo.
—¿Estás bien? —le pregunto preocupada.
Ella deja pasar unos segundos antes de responder.
—Sí. Tengo mucho miedo.
Su voz tiembla ligeramente al decir eso, presa del temor que esta situación le causa. Y no es la única, me siento igual que ella. Solo que Miracle ahora no solo teme por su vida, sino también por la del pequeño que lleva dentro.
—Tranquila, todo estará bien. Encontraré una forma de salir de aquí —le digo en un cuchicheo, tratando de que eso último sonara aun más bajo que un susurro.
Ella asiente varias veces, como si quisiera convencerse a sí misma de mis palabras.
—Estoy embarazada —suelta entonces, intentando formar una sonrisa en sus labios, pero no llega a ser más que una mínima curva.
Si la situación fuese otra, si las dos estuviésemos en otro sitio que no fuese este maldito lugar, ya la estaría abrazando y dándole mis felicitaciones. Es una noticia realmente sorprendente. Aun no me imagino a Kyle siendo padre, ahora Miracle tendrá que cuidar a dos niños.
¿Segura que no puedes imaginarlo?
¿A qué viene ese pensamiento?
Observo a Miracle con cariño y le devuelvo una sonrisa que me sale del alma.
—Lo sé —afirmo. Entonces, mi rostro borra cualquier rastro de felicidad y se pone serio para que lo siguiente suene aun más convincente—. Te prometo que los sacaré a ambos de aquí.
La luz de la luna me enseña el repentino brillo de esperanza que aparece en sus ojitos. Pero cuando está por responder, la ventana del piso de arriba se abre de golpe. Las dos nos metemos dentro de nuestras habitaciones en un santiamén.
Uf, eso estuvo cerca.
Mi corazón no alcanza a retomar su ritmo normal, no hace tiempo. De pronto, la puerta se abre inesperadamente y todo mi cuerpo se tensa al ver entrar a Aristeo al cuarto.
¿Qué hace él aquí?
Lo observo con recelo mientras cierra la puerta y se gira hacia mí. Sus cejas bajan con extrañeza al verme junto a la ventana.
—¿Que haces allí? —pregunta desconfiado, acercándose lentamente a mí.
—Tomando un poco de aire —respondo rápidamente—. Descuida, no planeo tirarme desde esta altura.
Aunque ganas no me faltan...
Aristeo entrecierra los ojos, estudiando cada uno de mis gestos. Termina cediendo a su escrutinio cuando se da cuenta que tampoco puedo hacer mucho siendo una humana. Se adentra otro par de pasos más hasta quedarse a unos tres metros de mí.
—Siéntate —me ordena, señalando con la barbilla la "cama", o esa cosa de piedra que pretende ser una.
Tal vez sea una mesa.
Da igual.
Lo observo en silencio por un segundo más antes de acatar su orden. Detesto siquiera dirigirle la palabra, pero viendo y considerando la situación en la que me encuentro... no puedo hacer de las mías.
Por ahora.
Prefiero obedecerle para que esto termine rápido y se vaya de una buena vez de aquí. Tomo asiento en esa dura y fría piedra, mientras que él arrastra la silla que está en el centro para colocarla frente a mí y sentarse de cara al respaldo.
—Date la vuelta —demanda autoritario.
—¿Qué? —lo miro desconcertada.
—Que te des la vuelta —repite resoplando por la nariz.
¿Qué piensa hacer? Ya comienzo a pensar que perdió la cabeza del todo, como Argus.
Al ver que no me muevo, me sujeta del brazo con fuerza y me gira con brusquedad.
Tardo un par de segundos en recomponerme del aturdimiento. Aristeo jamás me trató así antes, siempre se portó por demás de gentil y cariñoso conmigo. Al menos así era durante el tiempo que salimos...
—Si alguien te pide que hagas algo, lo haces —masculla entre dientes.
Me estremezco para mal al sentir sus dedos apartándome el cabello de la espalda. ¿Qué pretende hacer? Hago el amago de levantarme, pero él vuelve a sujetarme del brazo y tira hacia abajo para que mi trasero vuelva a pegarse a la silla.
Lanzarte por la ventana comienza a ser una idea agradable.
—No me hagas repetir las cosas —dice airado.
De pronto, sus dedos encuentran el punto que estaban buscando. Suelto un gemido de dolor al sentir una punzada justo donde ha tocado.
—¿Qué crees que haces? —le pregunto dolorida, intentando quitar sus manos de encima de mí, pero Aristeo logra inmovilizarme para seguir con su inspección.
—Viendo como está la herida de tu cabeza. Argus me lo pidió —responde.
—¿Y ahora se preocupan por mí? Los dos son un par de hipócritas.
—Te necesitamos viva —se limita a contestar.
Mis muelas crujen al oír eso. ¿Y a Miracle?
—Liberen a mi amiga —exijo firmemente.
Aristeo deja por fin mi cabeza y yo puedo girarme nuevamente hacia él.
—Eso no lo decides tú —murmura.
Saca de no sé donde ese maldito bolígrafo con luz que recuerdo bien del día de la fiesta de disfraces, y comienza a iluminar mis ojos. Ni siquiera debe acercarse, los mira desde su posición sin ningún problema.
Creo que era él quien estaba a mi lado cuando empecé a despertar. Recuerdo varias voces, pero una de ellas se encontraba junto a mí. Seguramente estaba revisando mi cabeza como lo hace ahora. ¿Tan fuerte me golpeó el otro?
Pregúntale al bulto que sobresale de tu cabeza.
—Pronto olvidarás todo respecto a la medicina, en este mundo tú no eres médico —le recuerdo.
—No si me mantengo entre ambos mundos —responde con arrogancia-. Tampoco abandonaré la otra realidad.
Lo observo enfadada, no puede hacer eso.
Sí, sí puede. Tú también lo haces, ¿o no?
—¿Y tu hijo? Deberías pensar en él. ¿No te da vergüenza lo que estás haciendo?
Su rostro se torna serio y frío, amenazador.
—No metas a Vincent en esto -masculla con la mandíbula tensa—. Él está bien con sus abuelos.
Sé que no es de mi incumbencia, pero tengo la duda desde que me enteré del tema y jamás me he atrevido a preguntárselo, hasta ahora.
—¿Dónde está su madre?
Aristeo termina la inspección rápida de mis ojos y suelta el aire con un deje cansino.
—Nos dejó —dice con una tranquilidad que me indica que es algo que ya superó—. Yo me encargué de criarlo, aunque mis padres me han ayudado bastante.
—Oh —es lo único que se me ocurre decir. Tal vez no debí preguntar...
De pronto, una sonrisa que no presagia nada bueno se forma en sus labios.
—Pero lo bueno de ser un rastreador es que no solo puedo ocultar mi energía, ¿cierto? —dice entonces.
Me quedo de piedra al oír eso. Un frío gélido asciende por mi columna al entender esa referencia.
—La encontraste —digo en un murmullo—. ¿Qué le hiciste?
Él mantiene esa expresión de suficiencia por un par de segundos más hasta que decide sacarme de la duda.
—No le hice nada. Supongo que Vincent algún día querrá conocerla, para mi desgracia.
Suspiro alivia al oír eso. Ya no sé qué esperarme de Aristeo de ahora en más. Está igual de loco que su hermano.
Me quedo observándolo en silencio, algo pensativa por lo que dijo anteriormente. Al repetir las palabras en mi cabeza, inmediatamente me doy cuenta de dos cosas importantes que pasé por alto en su momento, y ambas se relacionan con el día en que él entro a este mundo por accidente. Ahora lo comprendo. Aristeo me encontró en las vías del tren porque está en su naturaleza hacerlo. La fuerza que lo conecta a este mundo es mucho más fuerte, y el portal estaba abierto. En cualquier momento, ambas personalidades iban a colisionar.
Lo único que no me cierra es por qué Dylan no logró sentir su energía negativa en el momento que este cruzó el portal. ¿Tan rápido supo controlar sus habilidades como Raezer?
—¿Cómo supiste controlar tu energía el día que cruzaste entre mundos? —le pregunto, haciendo eco de mis propios pensamientos—. Dylan no pudo notar nada.
Aristeo luce algo sorprendido por mi repentino esclarecimiento, pero logra recuperar su compostura rápidamente. Su expresión se torna fría, inescrutable, y se pone de pie con rapidez, dispuesto a marcharse para dejarme con un sinfín de dudas.
—Necesito explicaciones —le imploro como último recurso—. Por favor...
Me observa sobre su hombro por un corto segundo, y finalmente accede a mi petición. Gira sobre su eje y se detiene hasta quedar frente a mí. No toma asiento. Se queda de pie, mirándome desde arriba.
—Yo estaba enterado de este mundo cuando entré contigo y tu amiga. Si bien era la primera vez que cruzaba el portal, no estaba desinformado de lo que estaba pasando.
—¿Cómo lo sabías? —le pregunto confundida.
—Argus me había visitado ese mismo día, unas horas antes. Creí que se trataba de mi verdadero hermano, fue así hasta que me contó todo. No le creí, desde luego, pensaba que Landon me estaba haciendo una broma. Pero ¿cómo sabía él de todo eso? Me dijo quien era yo en este mundo...
—No, él no podía saber eso —le interrumpo—. Ni siquiera yo sabía que tú eras un rastreador.
—Yo que tú me ando con cuidado, Argus sabe más cosas de las que crees —afirma con total seguridad—. Él me dijo lo que debía hacer apenas cruzara el portal. Si escondía mi energía nadie notaría lo que soy. —Una sombría sonrisa se adueña de sus labios—. Y funcionó.
Claro que sí. Por eso Dylan no noto nada extraño en él. Ahora lo entiendo todo.
Como me he quedado con cara de idiota, sorprendida por esa información, Aristeo aprovecha para levantarse nuevamente y enfilar hacia la puerta.
—Quiero ir al baño —digo antes de que su mano pueda alcanzar la perilla.
Y no estoy mintiendo. Han pasado muchas horas desde que me trajeron a este lugar, mi vejiga lleva un largo tiempo quejándose.
Aristeo gruñe por lo bajo, algo irritado, pero se da la vuelta y camina decidido hacia mí. Lo observo con cierto temor. Cuando estamos frente a frente, me sujeta con fuerza del brazo y me obliga a levantarme de un tirón.
—Ni pienses en intentar nada, porque tengo permitido hacer cualquier cosa menos matarte —me advierte.
Mi piel se eriza al sentir su voz tan pegada a mi oreja. Un sentimiento de aversión hacia él ha comenzado a crecer muy rápido dentro de mi pecho desde que supe la clase de persona que es en este mundo. Aristeo ya no es el mismo que una vez conocí, ya no queda nada de él.
—Podrías ser más amable, ¿no? —farfullo por lo bajo.
Él hace caso omiso a mis palabras. Me arrastra fuera de la habitación y me conduce por un pasillo tenuemente iluminado por la luz de los faroles que cuelgan de los altos muros. La decoración no se compara con el anterior castillo, aquí el suelo está cubierto en toda su extensión por un alfombrado de color granate muy elegante. Por otro lado, los altos muros de los corredores están revestidos hasta la mitad por madera, la cual está impecablemente pulida y tallada con unos diseños geométricos; y la otra mitad que llega al techo, simplemente está cubierta por una capa de pintura de color hueso.
Sí, no se compara en nada con el otro castillo.
Lo único fuera de lugar aquí es esa horrenda habitación donde me pusieron. A lo mejor ese cuarto en otro tiempo fue una despensa o algo de eso, porque está totalmente fuera de contexto si se compara con el resto del lugar.
Caminamos por ese largo pasillo por al menos un minuto entero y luego giramos la derecha. Él detiene sus pasos frente a una puerta de madera maciza y yo lo imito.
—Te esperaré aquí afuera —declara, liberándome de su agarre.
—¿Te quedarás a escuchar todo? —murmuro algo ruborizada.
Su oído por poco es capaz de percibir la orina circulando por mis uréteres. Dios mío, que vergüenza.
—No pienso moverme de aquí —sonríe con malicia.
Suspiro con resignación y entro en el baño de una vez por todas.
La habitación, de un tamaño promedio, cuenta con su respectivo retrete, un lavabo y una bañera de aspecto anticuado colocada justo al fondo, por delante de un enorme ventanal. Las paredes ya no poseen ese decorado de madera, si no que ha sido reemplazado por la misma piedra que reviste los muros del cuarto donde me dejaron.
Como único decorativo, un espejo de pared está colgado en la pared lateral a la tina. Es bastante grande, debe medir un metro setenta al menos. Su marco de oro es realmente precioso. Me acerco al mismo y observo el pobre reflejo que la luz de los faroles me permiten ver. Durante el día creo que se vería mejor. Por el aspecto que me devuelve la chica frente a mí, diría que luce por demás de cansada. Harta de todo esto. Y sí, así me siento. Nunca tengo un momento de paz, todos mis días son un nuevo golpe que me destroza por dentro. No es fácil tener que estar luchando constantemente; el desgaste tanto físico como mental me está consumiendo.
Por otro lado, agradezco haberme puesto ropa deportiva y no la de dormir, porque no hubiese sido una linda experiencia andar con un pijama por todo el castillo, rodeada de Raezers malvados.
Eso hubiese estado interesante.
En fin, debo apresurarme a hacer mis necesidades rápidamente, porque Aristeo abrirá la puerta de una patada en cualquier momento.
Una vez que termino de vaciar mi vejiga, me lavo rápidamente las manos y aprovecho a beber un poco de agua. Mi garganta me lo agradece, a poco estuvo de volverse polvo.
Me seco la boca con la camiseta y me observo una última vez en el espejo.
¿Lista para afrontar ese infierno de nuevo?
El frío nocturno que ingresa por la ventana me despista de mis propios pensamientos. Observo con curiosidad el gran ventanal que por casualidad está abierto. ¿Aristeo se dio cuenta de eso?
Me acerco con cuidado al mismo y observo con mucha atención el exterior. El suelo está repleto de una espesa vegetación que luce muy pequeña desde la altura en la que me encuentro.
Mis ojos brillan con esperanza al ver la cornisa al pie de la ventana. ¿Qué pasaría si...?
¿Si te caes? Te matas.
Miro a ambos lados, intentando descifrar a dónde me llevaría esa cornisa si me atreviera a caminar por ella.
De pronto, el corazón se me sube a la garganta cuando la puerta de abre de golpe y Aristeo aparece bajo el umbral. Sus ojos se entrecierran al verme junto a la ventana, ya imaginándose mis intenciones.
—Sabía que intentarías hacer alguna estupidez —masculla malhumorado.
Doy un paso atrás cuando lo veo avanzar hacia mí con un enfado que no veas. Es extraño ver todas esas expresiones en su rostro que nunca antes me había mostrado. No logro acostumbrarme a esta nueva faceta de él.
—N-No iba a hacer nada —me apresuro a decir, nerviosa.
Aristeo me toma del brazo con rudeza y prácticamente me arrastra fuera del baño.
—¿Cuándo te darás cuenta de que no estoy jugando? —dice entre dientes.
Ajusta un poco más su agarre y hago una mueca de dolor al sentir su fuerza. Definitivamente no está jugando.
Llegamos a la habitación donde me tienen encerrada y me suelta bruscamente. A poco estoy de terminar en el suelo, pero por suerte consigo mantener el equilibro.
De pronto, se acerca a mí a una velocidad vertiginosa y mi columna termina estampada contra el muro. Debo levantar la cabeza para verle a los ojos, ya que me saca unos buenos centímetros de altura.
—Puedo oír todo lo que haces, cada músculo que mueves, cada respiración que tomas; puedo oírlo todo —susurra a centímetros de mi rostro—. Si intentas escapar lo sabré. No te irás de aquí, Caitlin.
Tampoco pensaba hacerlo sin Miracle.
Mantengo mi mirada fija en la suya, aguantando las incontenibles ganas de golpear su estúpido rostro.
Aristeo sonríe con arrogancia y alza una de sus manos para rozar con sus largos dedos mis labios.
—¿No me extrañas? —pregunta en un tono un tanto burlón—. ¿No extrañas mis besos?
—No —contesto de manera automática, intentando apartar mi rostro. Pero su mano se aferra con fuerza a mis mejillas, obligándome a regresar mi mirada hacia él.
Haciendo caso omiso a mi respuesta, sus ojos descienden hacia mis labios. Todas las alarmas se encienden en mi cabeza.
—Yo creo que sí lo haces —murmura, peligrosamente cerca de mí.
Su aliento golpea contra mis labios, lo que causa que mi cuerpo se tense por el apuro.
—¡No! —vuelvo a repetir, esta vez forcejeando con él para que me suelte.
De pronto, Aristeo estampa sus labios contra los míos. Mis ojos se abren con sorpresa al recibir ese beso tan súbito.
Mi mente enseguida proyecta la imagen de Dylan. Estos no son sus labios. Esta persona no es él. Estos labios impostores intentan tomar un lugar que no les pertenece. ¡Jamás le pertenecerán! ¡Nunca lo hicieron!
Interpongo mis manos en su pecho y hago uso de toda mi fuerza para empujarlo lejos de mí, pero es imposible. Es como si quisiera mover una pared.
Él pone todo su empeño en ese beso agresivo y posesivo, pero yo no le respondo. No pienso hacerlo. Entonces, cuando sus labios alzan mi labio superior, aprovecho para clavarle mis dientes con ahínco. Aristeo se aparta con rapidez entre un gemido de dolor, tocándose el labio inferior con sus dedos, como si quisiera corroborar que aun sigue allí.
—¡Jamás vuelvas a hacerlo! —le grito furiosa.
Observo como una gota de sangre brota de la pequeña herida que le hice. Aristeo se relame el labio y borra cualquier rastro de ese líquido carmesí. Ya no hay nada. La cicatrización ha tardado menos de cinco segundos. Increíble.
—No debiste haber hecho eso —masculla con rabia.
Cierro los ojos cuando creo que voy a recibir una abofeteada. Los segundos pasan y el golpe no llega. Lo que sí escucho es la puerta cerrarse con violencia, lo que me indica que Aristeo se acaba de ir. Abro los ojos rápidamente y observo mi alrededor con frenetismo. Estoy sola.
¿Eso es todo? ¿Cinco palabras y listo? Creía que se avecinaría una tormenta luego de haberle hecho eso.
Suelto todo el aire que no sabía que estaba acumulando y me dejo caer en el suelo, esperando que mi corazón recupere su ritmo normal.
Santo cielo, eso ha sido... intenso. ¿Qué demonios le pasa a Aristeo? Ya no lo reconozco, es otra persona. Cambió totalmente.
Maldito infeliz, no puedo creer que se haya atrevido a besarme. Si tuviese mis poderes habría hecho algo más que solo morderle el labio.
—¿Caitlin? —el susurro de una voz fuera de mi ventana llama mi atención de inmediato.
¿Miracle?
Corro hasta la ventana y saco la cabeza fuera. Definitivamente Miracle sigue despierta.
—¿Estás bien? —me pregunta con el semblante bañado en preocupación.
Y por supuesto que oyó todo.
—Sí... no te preocupes —intento tranquilizarla.
Está a punto de decir algo más cuando guarda silencio de inmediato.
—Creo... creo que alguien viene —dice de pronto, con la voz temblorosa por el repentino nerviosismo que ha tomado control de su cuerpo.
No... ¡No! ¡Maldición!
No necesitamos verle el rostro para saber de quien se trata. Sí, las dos lo sabemos.
Alcanzo a oír como la puerta de su habitación se abre con otro golpe brusco y Miracle se aparta súbitamente de la ventana.
Me desespero al no poder oír más nada. Mis manos comienzan a sudar y mi respiración se torna irregular al pensar que ella y el bebé podría estar en peligro.
—No... —su voz suena como un susurro apenas imperceptible.
Me estiro todo lo que puedo para poder ver algo, pero es imposible. El tamaño de la ventana no me permite hacer muchos movimientos.
De pronto, la sangre abandona mi rostro al ver a Aristeo asomarse desde la ventana donde estaba Miracle segundos atrás.
—Piensa mejor las cosas para la próxima —me dice a mí, destilando maldad por cada uno de sus poros.
Vuelve a meterse en la habitación, provocando que la desesperación que siento alcance el pico más alto.
—¡Aguarda! —intento detenerle, pero Aristeo no vuelve a salir.
Entonces, el primer golpe llega. El quejido de dolor que profiere Miracle me encoge el corazón.
—¡No! ¡Detente! —grito desesperada.
Otro golpe más. Esta vez, Miracle chilla más fuerte.
—¡Basta! ¡BASTA! —bramo al borde del histerismo.
¡¿No ve que está embarazada?! ¡Maldito! ¡Matará al bebé! ¡La matará a ella!
Corro hasta la puerta e intento abrirla, pero no cede. Está trancada desde afuera. ¡No!
—¡Detente, Aristeo! —exclamo al regresar junto a la ventana—. ¡No le hagas daño, por favor!
Llega un tercer golpe, pero esta vez no escucho a Miracle hacer ningún ruido. Todo queda en silencio. Mi corazón y mi respiración se unen a ese silencio abrumador. No soy capaz ni de parpadear.
—¿Miracle? —pregunto en un murmullo.
De pronto, Aristeo asoma su cabeza. Mi estómago se revuelve al ver la sonrisa de satisfacción que no se molesta en ocultar.
—Ella ya se fue a dormir —responde con un sobreactuado desinterés. Mi pulso reanuda su frenético ritmo al oírle decir eso—. Descansa, Caitlin.
—No... —susurro pasmada—. ¿Qué le hiciste? ¡¿Qué le hiciste?! ¡Miracle! —estallo al fin, totalmente fuera de mis casillas.
Él solo se limita a mirarme, y puedo decir que luce algo divertido por la situación.
—¡Eres despreciable! ¡Te odio! —le grito con todas mis fuerzas. Da igual si viene por mí luego, prefiero enfrentarme a él yo misma a que lo haga Miracle.
Aristeo ni me responde. Mete la cabeza nuevamente en la habitación y, al cabo de unos segundos, se oye otro portazo. Se ha ido.
—Miracle —la llamo, nerviosa.
A cada tanto miro en dirección a la puerta, por si a Aristeo se le ocurre volver aquí.
—Miracle, por favor, respóndeme —le digo en medio de un sollozo.
Si le llega a pasar algo a ella o al bebé... No quiero ni pensarlo.
—Despierta... —lloriqueo, dejándome caer en el suelo.
Me rodeo las piernas con lo brazos y finalmente doy rienda suelta a todas esas emociones que me oprimen el pecho clamando libertad.
Durante las siguientes horas, lo único que hago es llamar a mi amiga constantemente. Desde que Aristeo le atestó el tercer golpe, ella no ha respondido ni a una de mis súplicas.
Esto es una pesadilla, una jodida pesadilla.
Aristeo es peor que cualquier Raezer que haya conocido antes. La maldad del resto se queda corta comparada a la suya. Es un monstruo, ¡un maldito monstruo!
Las horas pasan sin siquiera darme cuenta. No he podido pegar un ojo en toda la noche. Estoy muerta de sueño, pero no quiero dormir. Debo estar despierta por si Miracle recobra la conciencia. No podría descansar sabiendo que ella sigue en ese estado de inconsciencia. Sé que es una Raezer, es fuerte, pero estar en este sitio le quita toda su energía. La negatividad que desprenden cada uno de los Raezers que habitan en este sitio, le pega directo a ella como si le echaran encima una tonelada de elefantes. Recuerdo esa sensación. Tengo tantos recuerdos de cuando yo misma fui inmortal...
Pensar en eso enseguida me trae a la mente a Dylan. Imagino lo preocupado que debe estar y eso incrementa mi ansiedad, porque sería capaz de cometer locuras con tal de encontrarme. Como yo también haría por él si se encontrara en una situación similar.
Lo peor de todo es que no soy capaz de diferenciar si la ira y preocupación que siento es mía o suya.
O de ambos.
Sí, presiento que de ambos.
De solo una cosa estoy completamente segura: Argus cruzó el portal conmigo y me trajo a este caótico mundo que yo misma he creado. ¿Cómo estoy tan segura de eso? Porque no creo que se arriesgue a quedarse tanto tiempo en la otra realidad, perder sus poderes y los de su gente de seguro no está en sus planes.
Suspiro con pesar.
Estiro la mano y juego con el rayo de sol que entra por la ventana, empecinándome en tocar esas partículas que se vislumbran en esa claridad. Aun no me he levantado del suelo, he pasado la noche pegada a la ventana, esperando oír a Miracle. Me resulta extraño que no se haya despertado aun. Es una Raezer, ¿qué va mal?
Todos mis sentidos se activan repentinamente cuando escucho un ruido fuera de mi celda. Me levanto de un salto, haciendo caso omiso al protestar de mis músculos, y observo como Argus aparece tras la puerta.
—Dime que ella está bien —exijo saber, apretando los puños.
Argus cierra la puerta detrás suyo y me observa impasible. El hombre es alto, elegante, y realmente temible. Su mirada y su aura son tan oscura que los vellos de mi nuca se erizan de solo sentir su presencia cerca. La insignia de oro puro que lleva con orgullo en su pecho brilla por un instante corto cuando se topa con otro rayo de luz que ingresa por la ventana de manera repentina, como si el sol se hubiese puesto de su lado, aliándose con el mal para agrandar aun más la entrada de este ser despreciable.
—¿Quién? —pregunta, fingiendo no enterarse de nada.
Resoplo frustrada y le lanzo una mirada que podría mandarlo al mismísimo infierno
—Hablo de Miracle —mascullo. Mis muelas crujen por la presión que ejerzo con mi mandíbula.
—Oh, ella. La han cambiado de cuarto, no te preocupes —responde con toda la tranquilidad del mundo.
¿En qué momento lo hicieron?
—No quiero a Aristeo cerca de ella —decreto.
Argus camina un par de pasos hasta posicionarse a unos pocos metros de mí. Me mira con atención por unos segundos, percatándose de mis ojos hinchados por las lágrimas derramadas, y de las profundas ojeras.
—No creo que estés es posición de exigir mucho, ¿no crees? —sonríe divertido.
—Ella no tiene nada que ver en esto, es a mí a quien quieres.
—Sabes que no la puedo dejar ir después de haber descubierto su pequeño secreto. ¿Cómo es que no te contó nada de eso? Se supone que eres su amiga.
Maldito...
Aunque yo me pregunto lo mismo. ¿Por qué no me dijo nada antes?
A lo mejor se enteró el mismo día que tú.
Sí... es posible.
De todas formas eso no me preocupa ahora, lo que sí me tiene realmente inquieta es lo que acaba de decir. No la dejará salir.
—Si... si yo aceptara unirme a los tuyos —sus ojos se iluminan al oír eso—, ¿ella podrá irse a casa?
Argus frunce los labios y se queda en silencio casi por un minuto entero, sopesando mis palabras.
—Primero acepta y luego veremos —responde sagaz.
Lo conozco, lo conozco muy bien. No dejará a Miracle libre ni aunque acepte su propuesta.
—No lo harás —suelto a la par de mis pensamientos.
—La vida no es justa. Nunca lo es —murmura—. He llegado muy lejos para que ahora un par de niños arruinen mis planes. Lo intentaron una vez, no lo permitiré dos veces.
Creo que comienzo a entender lo que pretende hacer. Si logra separarnos a todos dejaríamos de ser un problema para él, porque nadie intentaría atacarle. Estaríamos en desventaja.
—Entonces no hay trato —me cruzo de brazos.
—Entonces ella morirá pronto —resuelve.
—¡Ni se te ocurra! —le grito con una mezcla de rabia y temor.
Mis ojos se desvían hacia la puerta, que ahora no tiene puesta ninguna llave o cerrojo.
Necesito intentarlo. Necesito intentarlo aun sabiendo que voy a fracasar.
No me lo pienso dos veces, echo a correr en dirección a la salida pasando por al lado de ese desgraciado sin ningún inconveniente. ¿Por qué no me detuvo? No importa, mejor aun. Mis piernas se mueven torpemente por la falta de energía, pero consigo que me conduzcan hasta la puerta. Pero justo cuando consigo poner una mano en la perilla, una repentina ola de calor se aproxima a mí justo por detrás.
Ay no...
El calor abrazador no tarda en chocar de lleno contra mi espalda. Mi pecho se estampa contra la puerta por el impulso y rápidamente un ardor insoportable comienza a extenderse por todo mi cuerpo. Mi garganta profiere un grito desgarrador al sentir como me quemo viva, pero sin estar realmente en llamas.
Mis piernas se niegan a resistir tal agonía por más tiempo y me traicionan, dejándome caer al suelo, donde me retuerzo de dolor. El ardor es inaguantable, se siente como si mi piel se fuera quemando lentamente para penetrar en el interior y arrasar con el resto de mi sistema.
Pasan al menos dos minutos enteros antes de que consiga recuperar el control de mi cuerpo. Cuando al fin lo logro, observo a Argus con espanto. No puedo creer que aun sabiendo que soy una humana haya decidido atacarme con su poder. ¡Está loco!
Él niega con la cabeza en mi dirección y avanza los pasos que puse como distancia. Sus pies quedan a mi altura, por lo que debo alzar la cabeza para poder verle a los ojos. Su mirada es seria, imperturbable, aunque distingo en su mirada un pequeño brillo de satisfacción. Está disfrutando humillarme, le encanta hacer eso, lo sé. El poder lo ha cegado por completo, él ya no razona, hace tiempo que perdió el juicio.
—Después de todo lo que hice por ti, así me pagas —murmura con gesto contrariado.
¿De que está hablando? Él jamás haría algo que no fuese solo para su propio beneficio. Nadie le interesa, nada le importa.
Me lleno de valor antes soltar las siguientes palabras:
—Lo único que hiciste fue arruinarlo todo desde el principio.
Argus suelta el aire de golpe y me levanta del suelo de un tirón.
—¡Suéltame! —le grito entre golpes y patadas. Pero él ni se inmuta, lo que me deja a mí aun más en ridículo.
—¿Crees que lo arruiné? —cuestiona indignado, tirándome sobre esa cama o mesa de piedra.
—No lo dudo —digo sin titubear.
Argus se planta frente a mí y se inclina un poco para que nuestros rostros queden a la misma altura.
—¿Quién crees que te ayudó a que llegaras al portal? —pregunta entonces.
Mi ceño cae en picado al oír esas palabras salir de su boca.
—No sé de que estás hablando.
Él se aleja y comienza un paseíllo por la habitación mientras busca las palabras correctas para explicarse. Y las encuentra.
—¿Recuerdas el choque que te liberó a ti y a tus amigos de una persecución?
No lo he olvidado. Ese día Kyle le atravesó la cabeza a uno de los Raezers que iban en el auto con una botella de agua que encontró en el coche de Dylan. Increíble.
—¿Tú embestiste al que quedaba dentro? —pregunto desconcertada. Argus asiente tranquilamente—. ¿Por qué lo hiciste?
—Porque estaba estorbando. No debieron hacer eso. De todos modos, no los culpo, solo seguían mis órdenes. Y únicamente yo sabía que se dirigían al portal. Los estuve observando. Debió dolerle la espalda a Kyle cuando cayeron desde ese edificio, ¿no?
Siempre imaginé que podría estar observándonos. A todos.
De solo recordar el día que casi mato a Kyle... Mejor no pensar en eso.
—No finjas que pretendías ayudarme, porque no lo hiciste por nadie más que por ti —escupo molesta—. Tú también debías regresar, seguramente estabas desesperado, ¿no es así?
Argus detiene su caminata y entorna los ojos en mi dirección.
—Qué inteligente —dice con sarcasmo.
Ladeo el rostro para no tener que seguir viendo la maldad que desprenden sus ojos. No me gusta, me hace sentir realmente mal. Prefiero estar sola. Tener delante de mí al monstruo de mis pesadillas no me hace gracia, y menos si yo fui la responsable de su creación.
—Quiero que pienses de nuevo lo que te propuse —es él quien decide romper el silencio—. Ahora estás parada en una cuerda floja, Caitlin. Tú y tu amiga.
Estoy a punto de contestarle, pero mi barriga se me adelanta. El monstruo del hambre se ha despertado desde hace un buen rato y ruge en mi interior, haciendo temblar a mis entrañas.
—Creí que aceptarías, por eso me tomé las molestias de venir hasta aquí —murmura Argus de pronto, desviando sus pupilas a mi abdomen—. Quería charlar sobre nuestros planes en un almuerzo.
Debe estar bromeando.
—¿Nuestros planes? —digo con incredulidad—. Jamás aceptaré unirme a tu séquito, acéptalo de una maldita vez.
Argus suelta un largo suspiro mientras sus ojos me observan con censura.
—Está bien, supongo que tendré que dejarte aquí un par de días hasta que el hambre responda por ti... y por ella —sentencia con una sonrisita malvada.
Mis uñas se aferran con fuerza a la piedra donde estoy sentada, al punto de hacerme daño. De todo lo que ha dicho desde que entró por esa bendita puerta, eso último es lo que realmente me ha dejado preocupada. Y no por mí, precisamente. Que me mate de hambre si quiere, pero que no haga lo mismo con Miracle, ella tiene un estómago más que alimentar.
Siento lástima por ese bebé, aún no ha nacido y ya tiene que sufrir las consecuencias de este mundo tan cruel. Ese ser es demasiado puro para que sea contaminado por toda esta maldad.
—Déjala ir, por favor te lo pido —lo intento una vez más, suplicándole con la mirada.
Las comisuras de sus labios se curvan al verme suplicándole. Bastardo...
—¿Sabes una cosa, Caitlin? —murmura entonces—. Oír el latir del pequeño corazón de esa criatura que trae en su vientre me trajo muchos recuerdos a la mente. Tú sabes de lo que hablo...
Claro que lo sé. Yo escribí todo eso. Su novia, Amelie, estaba embarazada el día que se rindió ante él y le entregó sus poderes. Fue triste, injusto y muy cruel. No es difícil darse cuenta del por qué de su odio hacia mí.
—¿A dónde quieres llegar con eso? —le pregunto con un repentino interés.
Uno de sus largos dedos se posa en su barbilla, adquiriendo una expresión analizadora.
—Estuve sacando algunos cálculos. Me puse a contar los días que han pasado desde que hemos pisado nuevamente el suelo de esta dimensión, y resulta que las cuentas no me cierran.
—¿Cómo? —inquiero confundida—. ¿De qué estás hablando?
—Ha pasado casi una semana desde que estamos devuelta. Tú y tus amigos, mi gente, yo...
Poco a poco comienzo a entender a donde quiere llegar con eso. Un sentimiento extraño comienza a revolverse en mi pecho al darme cuenta de algo que antes no noté. ¿Es posible que Miracle se embarace en menos de una semana?
Entonces, si el bebé no fue concebido en el lapso de esta semana, eso quiere decir que...
No puede ser.
La palidez se adueña de mi rostro al percatarme de lo mismo que Argus. Él sonríe abiertamente al ver que ha conseguido lo que quería.
—Tú la embarazaste —dice en voz alta lo que no me atrevo a decir.
Yo hubiese buscado otras palabras...
Mi mandíbula queda colgando al verlo todo con una claridad pasmosa.
Ahora lo recuerdo. ¿Cómo pude olvidarlo? El primer libro no tuvo un final desarrollado, pero mi imaginación no se había detenido. Si cerraba la historia, una de las tantas ideas que habían surgido en mi mente fue la de convertir en padres a Kyle y Miracle.
Y por lo visto se cumplió.
Sí, Miracle quedó embarazada justo antes de que Kyle, Dylan y Taylor cruzaran a la otra dimensión. Antes de que yo desapareciera de su mundo.
—No haces más que crear problemas —me acusa Argus, valiéndose de mi estado de aturdimiento para hacerme sentir peor—. A tus amigos no le hará ninguna gracia lo que hiciste. Ellos son muy jóvenes, ¿no crees? Piénsalo bien, les arruinaste la vida. Te van a odiar apenas lo sepan.
—No... ellos no... —quiero decirle que se equivoca, pero me sale un torpe balbuceo.
Creo que tiene algo de razón. Kyle y Miracle son jóvenes, de seguro querían disfrutar un poco más de ellos mismos antes de tener una responsabilidad tan grande como lo es un pequeño.
Oh, no... ¿qué hice?
Un sudor frío comienza a bajar por mi espalda al imaginar lo enojados que estarán al enterarse de la verdad.
—Si te unieras a mí no tendrías que enfrentarte a ellos. Y a lo mejor... ella quede en libertad —sonríe, satisfecho por su excelente jugada.
Alzo la cabeza para mirarlo consternada. Es un maldito manipulador.
Sin siquiera esperar a una respuesta, se da la vuelta y se marcha de la habitación, dejándome la cabeza hecha un lío.
No lo puedo creer. Esto es... es... inaudito.
Mis manos estrujan aun más el borde de piedra de la superficie donde estoy sentada, descargando toda mi frustración en ese simple movimiento. Pero entonces, suelto un grito ahogado al clavarme en la piel parte de un saliente de la roca.
—Maldición —farfullo alzando la mano para ver la herida.
Entonces, algo más llama mi atención además de la gota de sangre que sale de la pequeña herida. Mi mano se encuentra bastante sucia por una especie de... polvo negro. Levanto la otra y me llevo la misma sorpresa. ¿Qué es esto?
Levanto mi trasero de esa superficie y me tiro al suelo para ver qué es lo que hay debajo.
Mis cejas se bajan con extrañeza al ver un dibujo que ocupa casi toda la extensión de la parte posterior de esa mesa/cama donde estaba sentada. En el mismo se muestra una muy buena replica de lo que creo son distintos sectores del castillo. Parece haber sido dibujado hace bastante tiempo con el frote de un carbón, porque su color es demasiado oscuro. ¿Quién pudo haberlo hecho?
Agudizo la vista y leo en varios sitios la palabra pasadizo. No puede ser...
La suerte al fin se ha apiadado de ti.
Esto es bueno, muy bueno.
Si los planos no están mal, esto podría ayudarnos a escapar de esta pesadilla. El único problema es que ahora no sé en que parte del castillo dejaron a Miracle.
Escapar no será para nada sencillo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro