XXIX
A estas alturas las cosas comienzan a ponerse realmente feas. Dylan está perdiendo sus poderes a una velocidad sorprendente, y eso me tiene por demás de ansiosa.
Han pasado tres días desde el incidente en el que nos enteramos del grave problema. Sus poderes están a poco de desaparecer, él no hace más que volverse humano a cada hora que pasa. ¿Por qué le sucede eso? Estamos en su mundo, aquí no debería convertirse en un humano, sino que tendría que conservar sus poderes como los demás.
Ahora él también es un blanco fácil para los demás Raezers, y eso me tiene de los nervios. Si llegara a sucederle algo... yo no podría soportarlo.
Me giro en la cama y dejo caer mi mano sobre el lugar donde debería estar Dylan. La mejor parte de estar hospedándonos en hoteles es que él y yo podemos dormir en el mismo cuarto, los dos en una misma cama.
Me encanta poder decir que no hemos perdido el tiempo en ninguna de las cinco noches que llevamos durmiendo juntos. Es el único momento en que podemos ser solo nosotros. Nos aislamos en nuestra propia burbuja y dejamos afuera todos los problemas que tenemos encima. Que decir, con poderes o sin poderes, Dylan sigue siendo excelente en la cama. Él sí sabe como transportarme al paraíso cada vez que hacemos el amor. Me hace olvidar de absolutamente todo. En ese instante solo existimos nosotros dos.
Mi mente divaga en la última noche, recordándome la forma en que sus masculinas manos me acariciaban cada tramo de piel, o como su viril cuerpo se amoldaba a la perfección con el mío, como si fuésemos dos piezas de rompecabezas hechas para estar una con la otra. Eso lo tenemos bien claro. Y lo que tampoco ha desaparecido es la magia que nos envuelve cada vez que nos entregamos el uno al otro. Ese vínculo no podría romperse ni aunque el mundo se fuera a terminar. Nuestro amor cruza todos los límites, cada frontera, porque estamos unidos desde el alma. Y esa conexión es inquebrantable. Estoy más que segura que seguiríamos sintiendo lo mismo por el otro si nuestro destino fuese ser solo humanos.
Las sábanas se deslizan por la piel desnuda de mi cuerpo cuando al fin me levanto de la cama. Mientras me coloco las bragas, mis pupilas se topan con la camiseta negra de Dylan que ha dejado colgada sobre una silla. No dudo en ponerme su prenda. Inhalo la fragancia de la tela y dejo que mis pulmones se llenen de ese maravilloso aroma.
Hace una hora que él tuvo que marcharse hacia Idaho por un par de problemas que tenía que solucionar en la empresa, que requerían de su presencia y la de Kyle. Aun no han regresado, eso me resulta extraño.
El sitio donde nos alojamos esta vez es mucho más amplio que los anteriores. Ubicado en el sexto piso de un edificio, cuenta con tres habitaciones matrimoniales, cada una con sus respectivos baños. La sala común es bastante espaciosa, tiene un sofá individual, dos sofás amplios y una gran alfombra por debajo que combina con la gama de tonos beige de la estancia.
Dylan es quien se encarga de todos los gastos. Todos quisimos aportar algo, pero no nos ha dejado.
Tú tampoco podrías aportar mucho...
Yo aporto el amor, eso vale más que todo el dinero del mundo.
¿Tú crees?
Por supuesto.
Muerdo mi labio inferior, pensativa. Hay algo que me está preocupando. Desde que me desperté, estoy sintiendo una extraña sensación de culpabilidad que no hace más que ahogarme. ¿Por qué me siento culpable?
¿Estás segura que eres tú?
O a lo mejor... Dylan. ¿Qué le pasa?
Me levanto de la cama y camino hasta la puerta del cuarto para ir a ver si está en la sala. Pero mi mano queda suspendida sobre la perilla cuando escucho un par de voces provenir de allí.
Ya están aquí.
—... por supuesto que me haré cargo. El pobre hombre recibirá la indemnización correspondiente —le oigo decir a Dylan. Su tono de voz deja ver su evidente preocupación por quien habla, pero también noto su enojo relacionado a lo ocurrido—. Reforzaré la seguridad del lugar. Y cuando me desocupe iré a ver las condiciones del sitio.
¿Qué fue lo que pasó?
—Esos vándalos lo pensarán dos veces antes de volver a poner un pie en las minas —es Kyle quien habla ahora.
—Esto no me gusta nada...
—¿Pueden dejar el trabajo a un lado y hablar de lo otro? —Ese es Taylor.
¿Lo otro?
—No quiero hablar de eso —se niega Dylan, adoptando una actitud más hosca.
—¿Al menos le dirás a Caitlin? —cuestiona Kyle.
Casi me doy la frente contra la puerta al oír mi nombre. ¿Qué me tiene que decir?
—No. Y no quiero hablar de eso aquí —responde en un murmullo que a poco estoy de no oír.
¿No? ¿Dijo NO?
—Es una pésima idea.
—Ellas corren peligro por mi culpa, ¿qué más puedo hacer? —replica Dylan con disgusto.
—Irte no solucionará las cosas. No te dejaremos hacerlo.
¡¿Irse?!
Abro la puerta de un tirón y los tres voltean a verme. No les voy a mentir, casi se me cae toda la baba de un año entero cuando veo a Dylan. Jamás me acostumbraré a verlo vestido con sus habituales camisas negras, pantalón, cinto y zapatos, que usa cada vez que debe irse a trabajar. Es un jodido Adonis. Y está para comérselo. Si no fuese porque Taylor y Kyle también están aquí, ya lo hubiese metido dentro de la habitación para despojarle de sus ropas.
Te me calmas, mujer.
Kyle va vestido de igual forma, con una camisa blanca, pantalones azules y zapatos. Oh, y el cinto, por supuesto. No entiendo por qué ese accesorio le sienta tan bien a los hombres. O a lo mejor deben ser ideas mías...
El único que desentona con el resto es mi hermano, que va vestido con una cómoda ropa deportiva.
Y tú.
Bueno, yo solo tengo puesta una camiseta, que ni siquiera es mía.
Taylor resopla por la nariz al ver mis pintas, pero no dice nada al respecto, solo ladea el rostro hacia el otro lado.
—¿Irte? —digo desconcertada.
Dylan fulmina con la mirada a sus dos amigos.
—Ella tenía que saberlo —se excusa Kyle.
Eso quiere decir que los dos sabían que yo estaba escuchando detrás de la puerta.
Y no se lo dijeron a Dylan.
Ahora que él está perdiendo sus poderes, su agudeza auditiva y visual también han mermado bastante. Por eso no me escuchó antes. Él... la está pasando bastante mal.
Ahora entiendo. Esa es la razón por la que quiere marcharse. Su escudo ya casi no le sirve. Según Kyle y Miracle su energía se ve desde kilómetros de distancia, y eso es demasiado peligroso para todos.
Dylan regresa la mirada hacia mí, la culpabilidad se ve reflejada en sus ojos.
—Caitlin, yo...
—No puedes irte —Le corto, acercándome a él—. ¿Por qué crees que será más fácil si te vas?
—Les ayudará a ustedes a ocultarse mejor —responde.
—¡Hay Raezers en todos lados! —digo exasperada—. Ningún sitio es seguro.
—Ahora nos siguieron dos —revela para mi sorpresa—, mi energía los atrajo. Debemos movernos de nuevo, este lugar ya no es seguro.
Apenas le presto atención a sus palabras, porque ahora algo de lo que escuché anteriormente se estampa en mi cara como una hoja que trae el viento.
—¿Pensabas irte sin decirme nada?
Admito que eso me ha dolido un poco.
¿Un poco?
Está bien, ha sido como si me atravesaran el pecho con un puñal. ¿Quién hace eso? Me iba a dejar sin despedirse. Iba a desaparecer así sin más, dejando todo atrás como si nada más importara. Vale, comprendo su punto, pero estamos juntos en esto. Si viene al caso, entonces yo debería apartarme de ellos porque en realidad es a mí a quien quiere Argus, ¿o no? Al igual que Miracle.
Sí, creo que esa parte es la que más me molesta de todo lo que dijo. No solo me duele el hecho de que no considerara mi opinión al respecto, sino que me pone mal que haya pensado siquiera en eso.
Tú pensabas hacer lo mismo en el primer libro. Y te recuerdo que primero rompiste con él.
Sí, eso fue lo escribí. Pero muchas cosas han cambiado desde entonces. He madurado, hemos madurado. Además, después de todo lo que vivimos juntos... No logro comprenderlo.
—Lo lamento —Es lo único que dice en su defensa.
No puedo seguir hablando sin perder la calma. Es muy temprano para discutir. No quiero hacerlo.
Le doy la espalda y enfilo de nuevo hacia la habitación. Pero entonces, algo me detiene. Sobre el sofá veo el mapa que tanto necesitamos, y mi laptop. Cruzaron el portal sin decir nada.
Ahora no tienes ninguna excusa para ir a ver a tu familia.
Genial.
—Gracias —digo solo por educación, sin embargo, no miro a ninguno a los ojos.
Tomo las dos cosas y camino de nuevo hasta la habitación sintiendo un horrible nudo en la garganta.
La puerta está a punto de cerrarse de un portazo cuando un pie se interpone en medio. No tengo ni que girar para comprobar quien es. Dejo la laptop y el mapa sobre la mesita, y me siento en el borde de la cama justo cuando la puerta se cierra.
Se preguntarán por qué insisto tanto con la laptop, bueno es porque allí comencé a escribir la segunda parte de mi libro. Y si dejo pasar muchos días, iré olvidando todo lo que va sucediendo hasta ahora. La segunda parte será como mi diario íntimo. Y por supuesto que todo lo de hoy estará escrito en un capítulo.
Dylan también toma asiento a mi lado sin decir nada. Siento sus ojos puestos en mí, pero yo ni lo miro.
Tomo el mapa entre mis manos y lo analizo detenidamente. ¿Dónde demonios queda este lugar?
—Caitlin...
Mis desobedientes ojos se desvían en su dirección por un segundo. Puedo ver el arrepentimiento en su semblante, y también puedo sentirlo. ¿Él habrá sentido mi decepción?
Vuelvo la vista al mapa sin atenderle a él. Con esto en mano ya podría ir en busca de esa piedra. Espero que sea el lugar indicado. Ya veremos después como se destruirá, porque yo no tengo ningún escudo que me proteja.
Y Dylan tampoco.
—¿No me vas a hablar? —pregunta al cabo de un minuto.
Dejo el mapa de nuevo sobre la mesita y me pongo de pie. Supongo que ya podríamos iniciar con la misión; tenemos el mapa, y además debemos movernos de este lugar. Nada nos impide ir en busca de ese Duxilum.
Sí, ya es hora de ir en busca de esa piedra.
Me quito su camiseta quedándome solo en bragas delante suyo. Soy consciente de que mi torso está completamente desnudo y a merced de sus ojos.
Sonrío en mi interior cuando escucho un suave jadeo escapar de su boca.
Camino delante suyo sin prestarle ni la menor atención. Debo cambiarme rápido para ir a avisarle al resto sobre lo que haremos hoy. Pero de pronto, una reconocida mano se enrosca en mi muñeca y me obliga a detenerme. Dylan tira suavemente de mí hasta que quedo entre medio de sus piernas. Una corriente familiar inunda mi estómago al sentir sus fuertes manos amoldarse a mi cintura. La suavidad y calidez de su piel contra la mía es exquisita. Él no se ha movido ni un centímetro de su lugar. Ahora nuestros rostros están a la misma altura. Y sin poder evitarlo, me quedo hipnotizada al ver sus preciosos ojos grises.
—No hagas eso —me suplica con voz ronca.
La parte baja de mi abdomen palpita al oír su voz. En realidad, todo mi ser lo desea. Si ya de por sí es hermoso como Dios lo trajo al mundo, ni se imaginan como luce con la ropa que trae puesta.
Aun así, por más bueno que esté, no olvido lo que acaba de pasar ahí afuera.
—¿Hacer qué? —le pregunto, indiferente—. Solo me estaba por cambiar.
—Finges que no estoy aquí —susurra peligrosamente cerca de mi rostro.
—¿Lo estarás hasta cuando? Piensas marcharte —No puedo evitar que mi tono de voz vaya cargado de reproche.
Dylan se pone de pie y yo debo alzar la cabeza para poder dar con sus ojos. Ahora me siento más pequeña. ¡No, vuelve a sentarte!
—No me iré a ningún lado, Caitlin —dice para mi grata sorpresa.
Mi pecho se infla de felicidad y alivio.
—¿Y por qué dijiste que lo harías? —pregunto confundida.
—Fue una idea de último momento que le comenté a los chicos.
—Ya imagino que te respondieron.
—Los escuchaste tú misma —Sonríe sin ganas.
Lo miro sin inmutar mi semblante serio. Él tampoco quita sus pupilas de mí, eso hace que a los pocos segundos un rubor comience a extenderse por mis mejillas al darme cuenta que sigo desnuda frente a él. Aunque sus ojos están mirando a los míos, sé que se muere por llevarlos a otro sitio.
—Eres un idiota —las palabras salen disparadas de mi boca sin darme tiempo a procesarlas.
Dylan alza las cejas, sorprendido al oír mi insulto.
—Y un impulsivo —continúo al ver que no dice nada.
El muerto se asusta del degollado...
—Lo sé —Suspira con pesadumbre—. Y lo siento. No me iré, te lo prometo.
Por la forma en que lo dice sé que habla enserio. Además, soy capaz de percibir la sinceridad en sus palabras, y también sentir su arrepentimiento en lo más profundo de mi ser. Estamos conectados, siempre lo estamos.
—No vuelvas a decir algo como eso —digo en murmullo, apoyando mi frente sobre su pecho.
Dejo que mis pulmones se llenen de su exquisita fragancia a colonia masculina. Su aroma es delicioso.
Dylan toma mi rostro entre sus manos y clava su intensa mirada sobre la mía.
—Daría mi vida por ti —dice entonces—. Me mata por dentro saber que corres el doble de peligro por estar aquí contigo, ¿entiendes? Pero también nos mataría estar separados. Por eso sigo aquí, no he tenido la fuerza para irme antes.
Lo sé, todo lo que dice es lo mismo que yo siento.
Me paro en puntas de pie y le doy un pequeño beso en los labios.
—Desde el principio supimos que esto sería difícil y peligroso. No sé como vaya a terminar todo, tenemos las mismas probabilidades de ganar como de perder. Y sea cual sea el resultado, quiero que estemos juntos en esto —le digo.
Sus dedos acarician con suavidad mi mejilla y mentón.
—Juntos hasta el final —susurra sobre mis labios.
—Juntos hasta el final —repito.
Sus labios por fin hacen contacto con los míos. Dejo caer mis párpados y me dejo llevar por el suave roce de sus besos. Sus manos me presionan contra su cuerpo para quitar cualquier espacio que haya entre nosotros.
Dylan se vuelve a sentar sobre la cama y me arrastra consigo, posicionándome encima suyo. Sus labios abandonan mi boca para recorrer mi mandíbula y mi cuello, dejando besos húmedos a su paso. Jadeo con ansias cuando predigo la dirección de sus labios. Mis manos se pierden en su cabello y mi cabeza se echa hacia atrás cuando su boca se encuentra con mi pecho.
—Esto... ¿No debíamos irnos? —digo entre suaves jadeos.
Me encantaría quedarme así para siempre, solo los dos. Pero tenemos que darnos prisa si es que queremos estar un paso por delante de Argus.
Dylan detiene sus gloriosas caricias y besos para regresar a mis labios.
—Sí —dice resignado.
Me besa una última vez y se pone de pie, dejándome a mí con cuidado en el suelo.
—Te dejo alistarte, preciosa. Te espero afuera.
O podría enseñarte los otros usos que tiene un cinto...
¡Madre mía! Ahora entiendo el por qué de mi fascinación por ese accesorio. Cuando terminemos con esto tendré que bañarme en agua bendita.
Finjo que me pongo a buscar la ropa para que no vea mis mejillas prendidas fuego.
—Ay, mi dulce Caitlin... —canturrea mientras se aleja.
Se ha dado cuenta.
¡Ha sido tu culpa, conciencia pervertida!
Lo sé, y no lo lamento.
Dylan me da la espalda y se aleja en dirección a la puerta. No despego mis ojos de su portentosa espalda hasta que no se va del cuarto.
Gran parte del sabor amargo que me dejó la situación anterior casi ha desaparecido. Bueno, es que también puedo entender su punto de vista. Si estuviera en su lugar, esa idea de seguro se me hubiese cruzado por la cabeza en algún momento.
Tardo unos pocos minutos en bañarme, y mientras lo hago mi mente se encarga de recordarme que debo llamar a mis padres en el transcurso de este día. Si no lo hago, ellos se preocuparán y eso sería perjudicial para el plan que armamos.
Se siente extraño pensar en esta doble vida que estoy llevando. Fuera de este mundo me espera mi otra familia, ¿podría llamarla "la verdadera"? Si fuera así, ¿qué importancia tiene para mí la familia que tengo en esta dimensión? Siento que es exactamente lo mismo. Porque Taylor sigue siendo mi hermano en este mundo, a pesar que del otro lado me espere la otra versión suya más "normal". Sin embargo, siguen siendo los mismos. Todas las personas que conozco siguen siendo exactamente las mismas, salvo una que otra excepción. El amor que siento por ellos se siente igual de fuerte en las dos realidades. Por eso mismo, no menospreciaré todo lo que tiene este otro lado.
Una vez que termino de ducharme y alistarme, recojo el mapa que sigue sobre la mesita y me dirijo a la sala común, donde están los demás. Mis amigas ya se han levantado. Jill está sentada en el regazo de mi hermano, charlando con Miracle que se encuentra sentada en el sofá opuesto. La cabeza de Kyle descansa sobre sus muslos; si bien sus ojos están cerrados, no parece estar dormido.
Por otro lado, Taylor tiene un ojo puesto sobre Dylan, quien mantiene una pose reflexiva. Mi novio está sentado en uno de los sofás simples, con una pierna apoyada sobre la otra y sus ojos cerrados. Sus dedos pulgar e índice presionan el puente de su nariz como si sufriera una jaqueca. Pero al oírme, voltea a verme con rapidez y me hace una seña para que me siente en su regazo.
—Ya era hora, Caitlin. Muero de hambre —dice Jill, que ha volteado a verme.
Miracle la apoya, asintiendo varias veces con la cabeza. Observo como acaricia con delicadeza los rizos de su novio, quien parece estar en una sesión de spa, o algo así. Me encantaría llegar a ese nivel de relajación.
Camino hasta donde está Dylan y obedezco con gusto. Sus piernas son mil veces mejor que cualquier otro asiento.
—¿Estás bien? —le pregunto en cuanto me pongo cómoda. Sus brazos no tardan en rodear mi cintura.
Puedo sentir su preocupación interna. Que esté perdiendo sus poderes lo está afectando sobremanera, y eso repercute también en mí. Quisiera poder hacer algo por él, pero ciertamente estoy en desventaja. Soy más humana que él, no hay nada que pueda hacer.
—Sí, tranquila —me responde al oído.
—Ya tenemos el mapa, ¿ahora qué haremos? —indaga Taylor.
—Ir al lugar, idiota —le responde Kyle, adormilado.
—Tú duérmete ahí —le increpa el rubio.
—No estoy segura si es el sitio exacto donde está, solo ha sido una corazonada —digo con una mueca.
—Yo confío en tus corazonadas —Me sonríe Jill.
—Yo igual —coincide Dylan, apoyando su barbilla sobre mi hombro.
—Los seguiré a donde sea —añade Miracle.
Kyle abre los ojos repentinamente y se incorpora de golpe.
—Tú cruzarás el portal con Jill y Taylor —demanda autoritario.
—¿Qué? —contesta Miracle, indignada porque él decida por ella—. No haré eso. Ellos necesitarán nuestra ayuda. Solo nosotros dos podremos protegerlos.
—Mortales... ni una mierda —farfulla Taylor, resignado por no poder estar con nosotros.
—No te expondré a ti y al bebé al peligro —le discute Kyle.
Miracle baja las cejas con enfado y desconcierto.
—Si ellos fracasan en la misión, la situación se pondrá mucho peor.
No me gusta admitir que tiene razón. Si fracasamos y Argus consigue la piedra antes que nosotros, todo se irá al traste. Pero también me enferma pensar que está arriesgando su vida y la de su hijo por tener que protegernos a nosotros. ¿Qué mierda pasa con nuestros poderes? Ella tendría que refugiarse en el otro mundo para evitar cualquier desastre, no tendría que quedarse aquí.
—Escucha, nosotros no te pediremos que nos acompañes...
—Yo iré —me interrumpe ella—. Digan lo que digan, estaré allí con ustedes.
Kyle se pasa una mano por el rostro, exasperado. No se atreve a llevarle la contra, Miracle también tiene un carácter bastante fuerte.
—Nosotros no los dejaremos hasta el final. Nos marcharemos una vez que el Duxilum esté en sus manos y ellos estén en un sitio seguro —argumenta Jill.
—Puedes venir con nosotros luego —le propone Taylor, aunque no muy convencido de querer irse y dejarnos solos.
Esa idea parece agradarle más a Miracle.
—¿Qué pasará con ustedes? —pregunta en nuestra dirección.
—Ya se nos ocurrirá algo en el momento —responde Dylan por ambos.
—Ella no tiene escudo y el tuyo... Tu escudo ya casi no existe, Dylan —murmura mi hermano, contrariado.
—Según lo que decía El Libro del Fin del Mundo, los elegidos son indispensable para destruir la primera piedra, pero no para las siguientes —le recuerda mi chico.
—Cualquiera de nosotros podría romperlas si quisiera —continúo.
Kyle se estremece ligeramente.
—No me agrada la idea de volver a estar cerca de una de esas cosas —dice aquel con cierto repelús—. Pero me ofrezco a hacerlo. Pueden contar conmigo.
La respiración de Miracle se corta de golpe, sin embargo no dice absolutamente nada. Primero, porque sabe que no hay otra opción, y segundo, porque ella misma se negó a acatar cualquier orden de él, por lo tanto, ahora no puede reclamarle nada.
A mi también me pone mal pensar que Kyle tomará semejante riesgo. ¿Y si nada sale como lo pensamos? ¿Y si el Duxilum que encontramos es el tercero y no el segundo? Todavía no sabemos la finalidad de cada uno. Estamos al tanto de que uno de esos dos crea a los Raezers mortales, pero ¿y el otro? Tal vez pueda destruirnos a nosotros, a los Raezers inmortales que gozamos de escudo. A lo mejor, esta vez nada pueda ayudarnos a sobrevivir en este mundo.
Si no los mata el Duxilum los matará Argus.
Es cierto, tampoco tenemos muchas opciones. Debemos acabar con ese desgraciado, y para eso necesitamos que dejen de crearse nuevos integrantes para su ejercito. Por eso debemos destruir las dos piedras. A pesar de que también nos mate a nosotros.
No si están en la otra dimensión.
Kyle no lo estará.
—Primero encontremos la piedra, después veremos que pasa —decreto, dando por finalizado ese tema.
Ya sé lo que tengo que hacer, solo que no es momento de que ellos lo sepan.
El sonido de un teléfono interrumpe lo que Dylan estaba por decir.
—Es Penny —nos comunica Jill, afligida—. No sé que decirle, está muy preocupada. Ya no se conforma con simples mensajes.
A veces olvido que la Penny de esta realidad lo sabe todo. Y ahora que ha recuperado a su prima, la llama a cada rato para asegurarse de que siga con vida y no se la vuelvan a arrebatar.
—Ella lo sabe todo acerca de nosotros —dice Miracle con un leve encogimiento de hombros.
—Es muy peligroso para ella saber de esto —murmura Dylan en su dirección—. Si Argus llegara a dar con su paradero... Mejor que no sepa nada.
—Penny jamás nos delataría —alega Jill, algo ofendida por la insinuación de él—. Argus podría torturarla a muerte y no sacaría nada de ella.
—A estas alturas ya debió haber leído mi libro. Penny debe estar al tanto de quien es Argus... —afirmo.
Casi olvido que le pedí que lo leyera. Ahora entiendo su insistencia. Sabe que algo relacionado con todo eso anda mal.
—Solo dile que estamos bien —le insto.
El sonido del teléfono ya empieza a ponerme nerviosa.
Jill se levanta del regazo de su novio y contesta la llamada. La vemos dirigirse a su habitación para tener más privacidad para hablar, sabiendo que casi todos la pueden oír igual.
—Hola, prima —le escucho decir antes de cerrar la puerta.
—Entonces, ¿cuándo saldremos? —pregunta Kyle, volviendo al tema.
—De aquí, ahora —responde Dylan—. Y en cuanto al lugar del mapa, primero debemos mudarnos de este sitio.
—Y comer algo —añade el otro, dándole un rápido vistazo a Miracle. Ella le sonríe tímidamente.
Mientras ellos siguen discutiendo los preparativos, yo me dedico a ver el mapa que dibujé.
Madre mía, ese dibujo...
Dylan tendría que haberlo hecho, él sí sabe dibujar.
En mi teléfono marco las coordenadas que escribí en una de las esquinas de la hoja y espero a que el GPS me lleve a ese lugar. Lo que encuentro me deja boquiabierta.
—¿Idaho? —interrogo sorprendida, interrumpiendo la charla de los demás.
Todos se voltean a verme con una mezcla de confusión y estupor en sus rostros.
—¿Qué? —pregunta Dylan a mis espaldas.
Le enseño el móvil y él mira detenidamente la pantalla, comparando con las coordenadas escritas en el papel.
¿El segundo... o tercer Duxilum siempre estuvo bajo nuestras narices? ¿Cómo no nos dimos cuenta de eso?
—Es verdad —corrobora mi chico, devolviéndome el teléfono—. Está en Idaho.
—¿Cómo puede ser? —pregunta Kyle, desconcertado.
—Pero ¿está precisamente en Boise? —pregunta Taylor.
—Podría estar en cualquier ciudad, no especifica eso aquí —contesto.
—Tendremos que averiguarlo —señala Dylan.
En ese mismo momento, Jill regresa a la sala con una sonrisa nostálgica dibujada en los labios.
—Listo. Creo que con lo que hablamos bastó para que se quedara tranquila —comunica.
Por ahora...
—Lamento informarte que no podrás pasarle ninguna de las fotos que le prometiste. Ya nos vamos —le avisa Kyle.
—¡Oye! Nadie dijo que escucharas —gruñe molesta.
—No puedo evitarlo —Se encoge de hombros.
Ella regresa al regazo de mi hermano y él la recibe con gusto.
—Siempre hay tiempo para unas fotos —responde la rubia, intentando zanjear el tema.
Solo que Kyle no la deja.
—¿Por qué le dijiste dónde estábamos?
—Yo no le dije eso —Jill se pone a la defensiva—. Solo le hable del paisaje. Ni en el otro mundo existen esas montañas nevadas tan perfectas y... mágicas.
¿Por qué mágicas? Porque todos los paisajes de este mundo, si no han sido copiados del otro lado, los cree en base a mi fantasiosa imaginación. Aquí las montañas lucen más que imponentes; la luz del sol baña sus más elevados picos, sacando a relucir tenues destellos que le confieren ese esplendor mágico. Es una maravilla.
—Será mejor que empecemos a empacar. No podemos perder más tiempo —interviene Dylan.
—Eso —murmura Jill, solo para picar a Kyle.
Yo me río por bajo mientras me pongo de pie. Esos dos son como niños.
Solo tardamos diez minutos en empacar y marcharnos. Tampoco es que tuviésemos tanto desorden, al fin y al cabo nos mudamos cada un día. Es realmente agotador, pero no tenemos más opciones que esto.
No tardamos en encontrar un hotel en el cual alojarnos por el resto del día. Bueno, en realidad se alojarán nuestras maletas. Nosotros tendremos que seguir.
Dejamos todo bien ordenado en las habitaciones y salimos a comer algo rápido. Solo perdemos una hora de tiempo en total. Cuando nos queremos dar cuenta, ya estamos de vuelta en viaje. La carrera hasta Idaho se vuelve bastante torpe para Dylan. Sus reflejos han disminuido hasta el límite, sus piernas ya no se mueven con la misma velocidad que los demás, y su fuerza es casi la misma que la de un humano. Sin contar que su escudo es inexistente a estas alturas. A este ritmo, mañana habrá dejado de ser un Raezer por completo.
Puedo sentir su frustración e impotencia como una ola que arrasa con cualquier otra emoción. Dylan la está pasando fatal con esto, porque se siente un estorbo en la misión. El residuo de su energía está dejando un largo camino tras a él a medida que avanzamos por los diferentes continentes. Y no hay forma de ocultar eso.
Esta vez se ha ofrecido Taylor a llevarme en brazos para aligerarle la carga a Dylan. Todos sabemos que es capaz de cargarme sin ningún problema, pero mientras más rápido nos movamos, mejor.
Los cinco disminuyen la velocidad una vez que entramos en nuestro territorio. Taylor me deja con los pies en la tierra y me acerco corriendo hasta Dylan, que respira agitado por la carrera, cosa que un Raezer no haría.
—¿Estás bien? —Kyle se me adelanta en preguntar—. Luces como si fueses a morir en cualquier momento.
Fulmino con la mirada al de rizos y sujeto a mi novio de la mano.
—Así me siento —le oigo cuchichear a Dylan por lo bajo.
Lo miro con el entrecejo fruncido. ¿Por qué dice eso? Yo perdí mis poderes y estoy viva.
Gracias a ellos.
Sí, bueno...
—¿Por qué mejor no seguimos en mi auto? —pregunta de pronto.
—Es una buena idea —aprueba Taylor.
—Yo manejo —dice Kyle con rapidez, sonriendo abiertamente.
—Puedo manejar mi coche. Mis ojos, manos y pies aun siguen en su sitio —le contesta Dylan con acidez.
Su amigo rueda los ojos.
—Como digas... ¡Yo iré de copiloto!
Llegamos a la casa de Dylan en cuestión de pocos minutos. Hubiéramos entrado por la puerta que da a la cochera sino hubiésemos visto la puerta principal mal cerrada.
¿Qué...?
El nerviosismo y la tensión entre los seis aumentan con creces al entrar en su casa. Mi corazón inmediatamente empieza a bombear con más fuerza. Nos quedamos horrorizados al ver la escena que se proyecta delante de nuestros ojos. Todo está hecho trizas. Los muebles han sido reducido a pedazos, las paredes han sido víctimas de todo tipo de golpes, y las escaleras... parece como si una estampida de elefantes hubiese pasado por encima de ellas.
—Oh, por Dios... —susurro perpleja.
—¿Qué demonios pasó? —Kyle pregunta por todos.
Dylan observa su hogar con los ojos abiertos como platos. Percibo su confusión, incrementada también por la mía.
—Tenías razón, ellos iban a venir aquí —murmura Taylor, a la vez que aparta del camino los restos de una silla.
Me aferro al brazo de Dylan y tomo su mano para infundirle ánimos.
—Solo han destruido lo material. Eso no me importa —se limita a contestar. Gira el semblante hacia mí y clava sus penetrantes ojos grises en los míos—. No han podido encontrar lo más valioso que tengo.
Mis mejillas adquieren un poco de color al sentir la intensidad de su mirada. Sus sentimientos son demasiado fuertes como para ignorarlos. El piensa exactamente lo mismo que yo, ni todo el oro del mundo podría valer más que nuestro amor; ni la piedra preciosa más brillante, refinada y única podría compararse con el sentimiento mutuo que tenemos por el otro.
—¡Ay! Me sonrojas, Dylan —el vozarrón de Kyle corta de cuajo nuestro momento.
A pesar de la situación, no podemos evitar que un par de risitas se nos escapen al oír eso. Él siempre sabe qué decir en el momento menos indicado.
El tenso momento se ve amenizado solo un poco, lo suficiente para reaccionar e ir en busca del coche. Debemos marcharnos de aquí cuanto antes. Lo que acabamos de ver es una señal para darnos prisa. Argus tiene más fichas en juego que nosotros. Él cuenta con sus discípulos para que hagan el trabajo sucio mientras él busca el Duxilum sin interrupciones.
Eso es trampa.
Una vez en la cochera, Dylan le arroja un juego de llaves a Kyle, quien las atrapa sin ningún problema.
—¿Y esto? —pregunta su amigo—. ¿Me dejarás conducir?
—Conducirás el auto de Sarah. No entramos todos en el mío.
El semblante de mi chico se torna melancólico por un breve segundo al pronunciar el nombre de su abuela. Dylan la extraña demasiado. ¿Por qué tuve que acabar con su vida? ¿Por qué no pude añadirle un escudo a ella y hacerla una de los nuestros? Hay tantas cosas de las que me arrepiento...
—Está bien —acepta Kyle. Se gira hacia Miracle y le extiende la mano—. Vámonos, nena.
—No, espera —lo detiene Dylan antes de que puedan dar dos pasos—. Miracle, ¿tú puedes venir con nosotros?
Ella duda por un segundo, pero acepta sin rechistar.
—Sí, claro.
—¿Por qué no puede venir conmigo? —indaga Kyle.
—Porque necesitamos a alguien que pueda sentir la energía negativa de esas escorias —responde Taylor con rapidez, comprendiendo el inteligente plan de su amigo.
—Y otra persona que pueda distinguir a los Raezers mortales —concluye Dylan.
—Perfecto, entonces Taylor ven conmigo —decreta el de rizos.
—No, iré con Dylan. Ya puse las coordenadas en el GPS, seré su guía.
—Tú nos seguirás —le indica mi novio—. Jill, ¿tú podrías ir con Kyle?
La rubia mira a Kyle y los dos ponen los ojos en blanco al mismo tiempo.
—Está bien, si no tengo otra opción... —suelta con voz cansina.
—Oí eso, rubia —se queja el otro—. Además, no encontrarás otro compañero de viaje como yo.
—No, ya sé que no.
Miracle se acerca a mi lado para susurrarme al oído:
—Estoy segura que en poco tiempo uno de los dos va a arrojar al otro por la ventanilla. ¿Quién crees que sea?
—Apuesto por Jill —digo en su mismo tono de voz.
Ella asiente, totalmente de acuerdo.
Los aludidos escuchan nuestra conversación sin ningún inconveniente. Jill lo pasa por alto, pero Kyle posa su mirada llena de intensiones en Miracle.
—Esa maldad... —murmura él, sonriendo con travesura—. Tendré que hacer algo al respecto... Luego.
El rostro de la chica toma un color rojo intenso al oír semejante cosa delante de todos. Pero los demás ni le prestan atención, están tan acostumbrados a los comentarios de Kyle que ya ni se molestan en escandalizarse.
Nos subimos a los vehículos y enseguida emprendemos el viaje rumbo a la ubicación señalada en el mapa. Dylan, Taylor y Miracle vienen en el mismo auto que yo. Mi hermano va de copiloto y Miracle está en la parte trasera conmigo. Mientras tanto, en el coche de atrás vienen Kyle y Jill.
Al principio del viaje la carretera estaba muy concurrida, pero ahora, después de unas dos horas, se ha vaciado casi por completo.
Yo me he entretenido bastante mirando el paisaje exterior.
Y también el interior.
Está bien, no me he podido resistir a echarle unas cuantas ojeadas a Dylan. Su belleza es demasiado cautivadora para mí. Y más aun que se ha dejado puesta esa camisa que resalta los músculos de sus fuertes brazos. Ni él, ni Kyle se han cambiado. Miracle y yo somos realmente afortunadas, que decirles.
—¿Cuánto falta? —pregunta mi amiga con la mirada perdida en su ventanilla.
—Una hora y diez minutos —responde Taylor, echándole un vistazo a la pantalla de su teléfono—. Menos mal que cargué este aparato.
Así que todavía tenemos para rato...
Tomo una de las botella de agua, que compramos hace un rato en la tienda de una gasolinera, y le doy unos cuantos tragos. Allí también aprovechamos para usar los baños, ya que nuestras vejigas comenzaban a resentirse.
Pasada la hora, el teléfono de Dylan empieza a sonar. Mira la pantalla rápidamente y se lo pasa a mi hermano.
—Es Kyle. Ponlo en altavoz, por favor —le pide.
Mi hermano hace lo que se le solicita y de inmediato la voz de Kyle inunda el habitáculo.
—¿Dylan? ¿Estás ahí?
—Sí, hermano. ¿Qué ocurre? —interroga.
—Observa el lugar, ¿no te parece conocido?
Dylan mira a los lados con el ceño fruncido. Yo también lo hago. No hay nada fuera de lo común, solo árboles y hierba. A cada tanto vemos algún que otro caballo trotando o descansando.
—No... —dice Dylan, dubitativo.
—¿Nunca viniste a este sitio antes?
Dylan resopla por la nariz.
—No —contesta impaciente—. ¿Qué sucede?
—Te llamaré en veinte minutos. Quiero asegurarme que estamos yendo a ese sitio —responde Kyle.
—Pero ¿eres idiota o...? —la voz de Jill se llega a oír justo antes de que se corte la llamada.
—¿Por qué tanto misterio? —pregunta Taylor, cruzándose de brazos.
—En veinte minutos lo sabremos —digo en un murmullo, acomodándome mejor en el asiento.
Pasado ese tiempo, a lo lejos, tapado entre unos cuantos árboles, vemos salir un gran camión de reparto.
—Creo que allí es donde me indica el GPS —avisa Taylor.
El teléfono de Dylan vuelve a sonar, y esta vez mi hermano atiende sin que le digan nada.
—Estaciónate en la siguiente parada, por donde sale ese camión —ordena Kyle.
—¿Dónde estamos? —pregunta Miracle, viendo los alrededores con cierta desconfianza.
—Te lo diré cuando te vea, nena —le responde su novio por el altavoz.
Ella se gira en el asiento de modo que queda a la vista de Kyle.
—Ya me estás viendo.
Un par de dientes blancos relucen por el parabrisas del coche de atrás.
—Estás hermosa —le dice él, guiñándole un ojo.
Ella se sonroja levemente y vuelve la vista hacia adelante para ocultarle la sonrisita que ha aparecido en sus labios.
Dylan toma su teléfono y apaga el altavoz.
—Te veo en dos minutos —le dice a Kyle antes de colgar la llamada.
Llegamos al sitio señalado y nos detenemos a pocos metros de la entrada. Al bajarnos del coche, me tomo un breve segundo para observar con atención cada detalle. Un enrejado encierra una buena porción de parcela, aunque tengo el presentimiento de que todos los árboles que rodean el terreno abierto ocultan algo mucho más grande. También, una gran puerta de hierro forjado, la cual nos saca unos buenos metros de alto, se alza con poderío frente a nosotros. Es realmente imponente.
—¿Dónde estamos? —le pregunto a Kyle, buscándolo con la mirada.
Él acaba de bajarse de su auto y ahora se dirige hacia nosotros. Jill camina a su lado.
—Lean esa placa —nos indica con el dedo.
Miro en esa dirección y reparo en la placa de metal que había pasado por alto, la cual está adherida a dos troncos que le hacen de soporte. En el metal tiene escrito lo siguiente:
E&S HALE
MINAS SUBTERRÁNEAS
¿E&S Hale? Serán... ¿Edmond y Sarah? ¡Los abuelos de Dylan!
Ahora es de él.
Esto es... increíble. No puedo creer que todo esto les perteneciera a ellos.
Pues tú así lo decidiste.
—Yo he venido dos veces con Sarah hace algunos años —comenta Kyle.
Claro, él trabajaba en la empresa de los abuelos de Dylan. Bueno, lo sigue haciendo. Solo que ahora su jefe es su mejor amigo.
—Jamás he pisado este lugar —murmura Dylan, posando sus ojos en las dos pequeñas cámaras que están ubicadas en lo alto de cada extremo del portón. Ahora mismo están apuntando hacia nosotros—, desde que heredé la empresa, no he tenido tiempo de hacerlo.
Es entendible, no ha pasado ni un mes desde que todo esto se le vino encima.
De pronto, dos sujetos salen de unas cabinas ubicadas en el interior del recinto. Van vestidos con un overol de trabajo de color azul oscuro y botas negras. Ambos son altos y corpulentos. Y sus rostros... no lucen muy amigables. Me pregunto en qué momento mi cabeza creó a estas dos personas.
Dylan sujeta mi mano y yo aferro más nuestro amarre.
—¡Oigan! ¿Qué están haciendo aquí? Esto es propiedad privada. No pueden ingresar —nos advierte uno de ellos.
Su larga barba colorada llama mi atención por un corto segundo.
—Venimos por...
—No es un lugar turístico. Será mejor que se marchen —nos advierte el otro sujeto, interrumpiendo lo que estaba por decir Dylan.
¿No se supone que trabajan para él?
Él dijo que jamás había pisado este sitio.
Entonces no lo conocen. Uy...
—¿O si no qué? —A Kyle no se le ocurre mejor idea que provocarlos—. ¿Llamarán a la policía? ¿Por qué mejor no se comunican con su jefe?
—Kyle... —gruñe Dylan por lo bajo.
—¿Quién te crees que eres, mocoso? —lo enfrenta el señor de la gran barba.
—Kyle Lowelle, un trabajador como tú —le responde, sin dejarse amilanar.
Ahora que se han acercado hasta el límite entre la verja y el exterior, puedo decir que estos hombres son mucho más altos de lo que creía.
Bajo mi mirada hasta sus identificaciones y al fin puedo darle nombre a sus caras. El de barba se llama Chad y su compañero es Vernon. Este último toca un botón en su llavero y el portón comienza a abrirse desde uno de los laterales.
Ay, no...
—Ya está bien —interviene Dylan, lanzándole una mirada de advertencia a su amigo. Saca una identificación del bolsillo de su pantalón y luego se dirige hacia las dos personas que bloquean la entrada—. Ellos están autorizados por mí para entrar. Soy Dylan Waight, dueño de la empresa.
Los párpados de esos dos señores se abren tanto que sus ojos a punto están de salirse de sus cuencas. Ambos dan un paso atrás por el exabrupto, cambiando totalmente la actitud amenazadora de hace un minuto.
—¡Señor, Waight! —exclama Chad, completamente avergonzado—. ¡Lo siento tanto, no sabíamos que era usted!
Pobre hombre, su rostro ha sufrido un colapso de sangre por el bochorno. Y su compañero tampoco se queda atrás, varias gotas de sudor han aparecido de la nada sobre su frente.
¿Se imaginaban que su jefe fuera a ser tan joven? De seguro que no. Y esa palabra que usan para dirigirse a él lo hacen parecer como si tuviera cincuenta años, y no dieciocho.
—Realmente lo sentimos, señor. No era nuestra intensión insultarlo a usted ni a sus amigos —se disculpa Vernon, sacando un pañuelo del bolsillo de su overol para secar el sudor de su frente.
Los dos hombres de seguridad se hacen a un lado para permitirnos el ingreso.
—No se preocupen —les dice Dylan con calma—, solo cumplen con su trabajo.
Una vez dentro, Vernon vuelve a accionar el interruptor para cerrar el portón. Por delante nos espera un largo camino de tierra, flanqueado por grandes árboles dispuestos en fila.
—Por supuesto, señor —asiente Chad—. Luego de lo ocurrido esta mañana no queremos correr riesgos.
—Disculpe que me atreva a preguntarle —interviene Vernon—. Pero ¿usted sabe algo del estado de salud de Rick?
Dylan hace una breve pausa antes de hablar.
—Su compañero está hospitalizado. Según el informe médico, la fractura de una costilla le causó una perforación en el pulmón, y eso le llevó a un neumotórax —Me sorprende la facilidad con la que explica todo eso. Yo ya me hubiese perdido en la palabra fractura—. También tiene una fractura en una vértebra cervical.
Los rostros de los dos guardias palidecen al oír todo eso. Pero se ponen peor al oír lo último.
Creo que comienzo a entender lo que estaban hablando Kyle y Dylan esta mañana.
—¿Él volverá a caminar? —pregunta Vernon en un murmullo.
—No lo sabemos —responde Dylan con pesar—. Estoy esperando que me avisen cuando despierte de la operación.
—¿Quién pudo haber hecho una cosa así?
De repente, Dylan se tensa a mi lado. Lo miro con una mezcla de confusión y alarma. Él gira rápidamente la cabeza hacia Chad.
—¿Tienen aquí las grabaciones de las cámaras de seguridad? —le pregunta con apremio.
—Por supuesto. Tenemos copias de ellas, a las originales se las han llevado los del equipo de seguridad —dice. Pero entonces, su ceño se frunce—. Creía que a estas alturas ellos ya habrían hecho el informe.
—Lo hicieron —afirma mi chico—. No encontraron nada fuera de lo normal. Pero quiero verlas yo mismo.
—Como usted diga, señor. Síganme por aquí —le dice con amabilidad.
Vernon se despide de nosotros y se da la vuelta para regresar a su puesto de vigilancia, dejando que su compañero nos guíe. Caminamos unos pocos metros hasta llegar a una cabaña escondida entre los árboles. Su interior está conformado por dos habitaciones: la primera, donde estamos parados, y la segunda que está en el fondo; por lo que puedo ver desde aquí, es un baño con dos cubículos.
La habitación principal está prevista de cinco escritorios con sus respectivas computadoras encima. En una de las esquinas hay una gran sofá junto a un refrigerador de puerta transparente, el cual deja ver una gran cantidad de refrescos, jugos y bebidas energizantes.
Tres de las computadoras están ocupadas por otros empleados, que nos saludan con un asentimiento de cabeza al vernos entrar.
Chad se acerca a una de las computadoras y se pone a teclear con rapidez. Al cabo de un minuto, el video grabado por las cámaras de seguridad se hace visible en toda la pantalla.
Dylan suelta mi mano para acercarse y ver mejor.
—¿Quieres que lo vea yo? —se ofrece Kyle.
Un Raezer podría captar lo que los ojos humanos no. Yo tampoco sería la adecuada para analizar dicho video.
—Está bien —acepta Dylan, haciéndose a un lado para permitirle el paso.
Kyle toma asiento en la silla frente al computador.
En ese momento, Miracle aparece a mi lado y se aferra a mi brazo para paliar un poco su ansiedad.
—¿Quién es Kyle Lowelle? —escucho que le pregunta Chad a uno de sus compañeros, en un susurro que pretende ser discreto.
—Es el jefe del área de Contabilidad —le responde el otro en su mismo tono de voz.
Chad traga grueso al darse cuenta de su metedura de pata del principio.
Por otro lado, Miracle alza ligeramente el mentón, orgullosa de su novio y de todo lo que ha logrado.
Kyle es contador público, y según lo que estudié en el instituto, lo más básico, él se encarga de lo que es el registro de todos los movimientos monetarios de bienes y derechos. Y en este caso, Dylan, debe acudir a él para consultarle sobre el estado financiero de la empresa.
—¿A qué hora ocurre el accidente? —Kyle le pregunta a Chad.
—A las ocho y veintitrés de la mañana —le responde—. Eso no fue filmado, Rick estaba fuera del foco de la cámara.
—Ocho y veintitrés de la mañana... —repite Kyle, adelantando el video hasta esa hora.
El silencio se adueña de la habitación mientras todos observamos el video atentamente. De pronto, el grito agudo de Jill nos sobresalta a los diez.
—¡Allí! ¡Retrocede un milisegundo!
—No hay nada —le discute Kyle, sin embargo hace lo que le pide.
Mi hermano y Miracle también agudizan la vista, intentando ver lo mismo que Jill.
—¡Allí! —vuelve a gritar la rubia.
—¿Dónde? No veo nada —murmura Kyle, poniéndole pausa al video.
Que me queda a mí entonces, y eso que la cámara tiene una calidad de primera.
—Retrocede una vez más y detén el video a las ocho horas, veinticinco minutos y cuatro segundos —le ordena Jill
Kyle suelta un bufido y vuelve a retroceder. Pone pausa en el momento exacto.
—Ves, no hay nada —le señala con la mano.
—¿Qué es eso? —pregunta de repente Taylor, acercándose un poco más a la pantalla.
Todos nos inclinamos más cerca.
—¿Qué cosa? —inquiere Dylan.
—Al costado de la pantalla.
Todos estrechamos los ojos para ver mejor ese pequeño detalle. Parece un trozo de... ¿tela?
—¿Hay alguna bandera negra aquí? —pregunto confundida.
Chad me mira con incredulidad, pero se contiene de hacer un comentario sarcástico.
—No, no hay ninguna bandera —responde.
—¿Eso es un... pie? —pregunta Kyle de la nada.
Mis ojos no alcanzan a distinguir tanto, pero sí llego a ver la claridad asomándose en los ojos de Dylan. Todos se vuelven a sobresaltar cuando su puño golpea el escritorio. De milagro no lo rompió.
—No es una bandera, es una maldita capa —masculla, haciendo crujir sus muelas.
Oh, no... ¡Argus! ¡¿Encontró el Duxilum primero?!
—Mierda —dice Kyle, poniéndose de pie como un resorte.
—Carajo —ruge mi hermano, tomando la mano a Jill para salir de inmediato de este lugar.
—Gracias —le agradece Dylan a un confundido Chad—. Iremos a recorrer las inmediaciones.
Aparece a mi lado en un abrir y cerrar de ojos y me arrastra fuera de la cabaña.
—¡¿Crees que ya lo tiene?! —le pregunto a Dylan en un ataque de nervios.
—Tendremos que descubrirlo —me responde preocupado.
—Según las coordenadas, estamos a ciento cincuenta metros del Duxilum —informa Taylor, viendo su teléfono móvil.
—Tú dinos a dónde ir, te seguiremos.
—Derecho por unos cuantos metros —nos indica.
El lugar es tal cual yo creía mientras estaba tras la verja, aquí dentro es un mundo aparte. Al estar al aire libre, el viento acaricia sutilmente mi rostro mientras camino de la mano de Dylan. El clima se está poniendo cada vez más fresco, y eso hay que atribuírselo al sol que está en pleno proceso de ocultarse. Al menos la vista es linda, el atardecer ha comenzado a colorear el establecimiento de tintes rojizos y anaranjados.
En el camino nos cruzamos con varios trabajadores; algunos van cargando diferentes herramientas, otros están arriba de grandes camiones repletos de tierra, o conduciendo grandes maquinarias de excavación. Varios nos observan con curiosidad mientras avanzamos.
Mi hermano nos guía hasta la entrada de unas de las minas y nos detenemos frente a ella.
—Ustedes se tendrán que poner esto —nos señala Kyle un par de cascos que están puestos dentro de un gran cubo de metal.
A su lado hay una mesa de madera, y sobre la misma reposan unas diez linternas.
—¿Y tú? —le pregunto, arqueando una ceja.
—Yo no necesito eso.
—Entonces no entrarás —decreta Dylan. Lo veo agarrar uno de los cascos y se lo coloca sin inmutarse en lo más mínimo.
Miracle se acerca al cubo y recoge uno para ella. Jill y Taylor hacen lo mismo. Kyle rueda los ojos, y al ver que ha perdido esta pelea toma un casco y se lo pone de mala gana.
—Estaba peinado —refunfuña, cruzándose de brazos.
—Estabas —se mofa Dylan, curvando ligeramente la comisura de sus labios.
Su amigo le lanza una sarta de cuchillas con la mirada, pero no dice nada. Solo recoge una linterna y se adentra en la cueva. Tampoco es que vamos a estar a oscuras, el sitio está tenuemente iluminado por unas cuantas farolas.
Caminamos algunos metros, cruzándonos a cada tanto con algún que otro minero.
—Buenas tardes —nos saluda un hombre al pasar justo por al lado nuestro.
—Buenas tardes, buen hombre —lo saluda Kyle.
El señor voltea a verlo, extrañado por esa respuesta, sin embargo, no le dice nada, solo se ríe por lo bajo mientras continúa su camino.
—¿Cuanto nos falta? —le pregunto a Taylor.
—Estamos a unos treinta y cinco metros —informa.
Giramos en una intersección y poco a poco comienza a verse el trabajo sobre algunas de las paredes. Los muros y el techo han sido picados en lugares específicos. Y a medida que profundizamos más en la cueva, los boquetes en los alrededor se hacen más pronunciados y continuos.
—Es aquí —anuncia Taylor de pronto.
Detenemos la marcha apenas oímos eso. Nos quedamos estáticos, como si un solo movimiento pudiese poner en riesgo la misión. Como si un solo movimiento pudiese destruir la piedra frente a nuestros ojos.
—¿Dónde? —pregunta Jill, haciendo su cabeza giratoria.
—No lo sé, esta cosa me marca que llegamos al punto —murmura Taylor, tocando la pantalla de su teléfono.
—Tiene que estar dentro de estos muros —observa Miracle.
—Pero pareciera que ya trabajaron aquí —digo, mirando los grandes boquetes de las paredes.
En ese momento, un señor de unos cuarenta años, de bigote y anteojos, se acerca hasta nosotros.
—Disculpen, ¿tienen permiso para estar aquí? —nos pregunta en un tono amable. No parece estar regañándonos, solo indagando por seguridad.
Según la pequeña placa que tiene en la parte superior del overol, su nombre es Albert y tiene el cargo de Supervisor.
—Sí, ellos vienen conmigo —responde Dylan, acercándose a él para estrechar su mano—. Soy Dylan Waight. Usted debe ser el supervisor, ¿verdad? —le dice, leyendo la placa que trae sobre el uniforme.
—¡Señor Waight! —Se asombra el sujeto—. Lo siento mucho, no sabía que era usted. Es un gusto poder conocerlo —ambos se estrechan la mano—. Soy Albert, y sí soy el supervisor.
—Estupendo, porque tengo una pregunta para ti —le dice Dylan.
—Pregunte lo que sea, señor.
Mi novio se pone a analizar el entorno.
—¿Esta área ya fue trabajada al completo?
—Sí, ya está terminada. De aquí salió ese pequeño diamante de color verde que mandamos hace poco en una de las entregas —nos informa—. Nos resultó muy raro su color, porque aquí no hay materiales radiactivos para que los diamantes tomen un color tan característico. Hace rato no encontramos algo así, es inusual. Y gracias a Dios no estaba del todo adherido a la roca porque sino lo hubiésemos destruido.
¿Diamante... verde?
Bajo lentamente la mirada hacia mi mano y mis ojos se topan con el anillo que Dylan me regaló. La preciosa gema verde que lo decora hoy parece resplandecer más que nunca.
No puede ser...
Dylan se percata de lo mismo que yo y su boca se abre ligeramente para dejar salir todo el aire de sus pulmones.
—El anillo —dice en un murmullo apenas audible.
—¡Carajo! —exclama Kyle, asustado, apartándose de mí de un salto.
Albert lo mira confundido, sin entender nada. Pero el resto me observa como si hubiesen visto un fantasma, y automáticamente dan un paso atrás.
—Gracias, Albert. Eso es todo —agrega Dylan.
El mencionado se despide de nosotros con la misma expresión de desconcierto, y desaparece por la misma dirección por donde vino, pero no sin antes echar algún que otro vistazo hacia atrás.
Observo estupefacta la preciosa piedra. Siempre me pareció hermosa, única, pero ahora la veo absolutamente perfecta, cautivadora...
—Creo que... —no soy capaz de terminar la frase, mi voz me traiciona cuando un nudo se asienta en mi garganta.
—Encontramos uno de los Duxilums —Dylan completa la oración.
Siempre lo tuvimos bajo nuestras narices. Siempre estuvimos en peligro de que un mal golpe hiciera que detonase delante nuestro. Siempre estuvo conmigo.
Y ya es hora de que todo esto acabe.
...
N/a:
¡Hola, mis preciosos Raezers! ¿Cómo están?
¿Qué les pareció el capítulo? ¡Al fin han encontrado uno de los dos Duxilums restantes! Ahora solo queda uno más.
Adivinen que... Si mis cálculos son correctos, ¡el siguiente capítulo es el último! ¡Estoy demasiado ansiosa por revelarles la gran verdad! Y ahora que estoy de vacaciones, el siguiente capítulo será publicado dentro de muy poquito. En lo posible intentaré también tener el Epílogo preparado.
Y tengo otra noticia más, ¡ya tenemos BOOKTRAILER! No se dan una idea como ha quedadoooo, ya quiero mostrárselos. Lo subiré al final del último capítulo porque contendrá spoilers.
¡Les agradezco muchísimo el apoyo que le han dado a la historia! Los quiero muchísimo ❤ Nos leemos en la siguiente actualización.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro