XVII
Han pasado dos días desde que estoy en el mundo real, alejada de Dylan, de Aristeo, y de todo aquello que pueda dañar mi corazón.
Mi madre me avisó ayer que Aristeo había ido a mi casa por la mañana a preguntar por mí. Desde luego que no le atendí, ella se dio cuenta de inmediato que las cosas entre nosotros no estaban bien y decidió no hacer preguntas al respecto. De todos modos, yo creo que él vino a verme con el fin de saber si sigo viva. Tal vez no tendría que haberle mencionado donde se encuentra el dichoso portal para cruzar a mi mundo...
—¡Un hijo! ¡No lo puedo creer! —el grito de Jill provoca que varios estudiantes voltean a vernos con curiosidad.
Hoy ya es lunes y he tenido que volver a la rutina del mundo real. Ahora estoy con mis amigas en pleno recreo, comiendo nuestros almuerzos mientras les cuento lo que sucedió con Aristeo, omitiendo detalles, claro...
—Baja la voz, tonta —la regaña Penny.
—Yo tampoco lo creo aun —digo cabizbaja, revolviendo con el tenedor mi ensalada de col.
—¿Y tú terminaste con él por eso? —me pregunta la rubia, todavía sin comprender mis sentimientos. Aunque tampoco deseo que los comprenda...
—Sí... No... Bueno, en realidad le pedí que nos distanciemos por un tiempo —respondo, algo nerviosa porque cada vez indagan más.
Por un tiempo largo. Muy largo.
—Entonces, ¿van a volver? —cuestiona Penny, estirándose un poco sobre la mesa para poder oír mejor mi respuesta. Como si desde allí no me oyera...
—No lo sé, Penn. Por ahora necesito estar sola y pensar bien las cosas —digo sin ánimos.
Estos días no me anduve sintiendo muy bien, no tengo la misma energía que siempre, es como si Dylan se hubiese quedado con toda mi vitalidad antes de irme de su casa con el corazón hecho trizas.
¿Cómo la estará pasando él? No lo he visto desde entonces y tampoco ha cruzado a este mundo, sino estoy segura que nuestro vínculo me lo hubiese dejado saber.
...
Apenas terminan las clases voy directo a mi casa, ignorando el mensaje que Aristeo me ha enviado para que hablemos. Sigo sin querer verlo, solo hay una persona a la que deseo ver, pero estoy segura que no debe querer saber nada de mí.
Estos días he estado pensando mucho acerca del secretito de Aristeo y no estoy segura de si eso, en un principio, hubiese influido en lo nuestro. Es decir, mi "primer" novio es un chico que ya trabaja y tiene un hijo, y yo recién estoy en mi último año de preparatoria. Mi vida no está ni de cerca de realizarse como la suya. A lo que me refiero, es que él ya está en una etapa de su vida en la que seguramente quiera sentar cabeza, porque al fin y al cabo ya es un adulto. En cambio, yo aun ni siquiera sé que es lo que quiero para mí. Así que sí, tal vez esa noticia en un principio hubiese influido bastante en la perspectiva de iniciar una relación con él.
Al llegar a mi casa, me recibe un agradable olor a comida. Me paro en la puerta de la cocina y observo a mi madre sacar del horno una bandeja caliente de bollos de pan.
Me alegra saber que ha llegado temprano del trabajo. Estos últimos dos días me la pasé encerrada en mi cuarto sin muchas ganas de socializar, solo bajaba a comer para luego regresar a hacer lo mismo desde que me despertaba: pensar dónde podía estar el segundo Duxilum. El tercero tendrá que esperar. Según El libro del fin del mundo, ese último será el más difícil de hallar. No quiero imaginar dónde diablos se me ocurrió meterlo. Yo sé que la respuesta está en algún rincón de mi mente, solo debo recordar.
—Eso huele delicioso —elogio el trabajo de mi madre, entrando finalmente en la cocina.
Ella se sobresalta al oír mi voz, pero una sonrisa de alivio cruza su rostro al verme. De seguro comenzaba a preocuparle mi estado de ánimo.
—Espero que el sabor sea igual que el aroma —añade con una risita.
Me agrada la idea de que esté aprendiendo nuevas recetas y quiera expandir sus conocimientos culinarios.
—Seguro que sí —digo con total seguridad.
Ella se quita el guante de horno y lo deja a un lado de la fuente, donde están enfriándose los panes. Se da la vuelta y toma de la encimera su anillo de matrimonio y los otros dos de decoración que se había quitado para no ensuciarlos mientras cocinaba. Al ver su anillo de casada, mi vista baja automáticamente al sitio donde yo antes tenía el anillo con el cual Dylan me había pedido ser su novia. Siento un nudo en la garganta al pensar que tal vez las cosas con él jamás se arreglen.
Sin quitar mis ojos del espacio vacío en mi dedo, de pronto recuerdo que en realidad otro anillo es el que debería estar allí.
Me doy la vuelta dispuesta a salir disparada hacia mi habitación, pero la voz de mi madre me detiene a mitad de camino.
—¿Tú como estás, cielo?
Cierro los ojos con fuerza al darme cuenta de la dirección que tomará esta charla. Me giro hacia ella, procurando aparentar tranquilidad.
—Bien, todo bien. ¿Y tú? —le devuelvo la pregunta a ver si puedo evadir el tema.
—¿Con Aristeo todo bien? —intenta averiguar mientras lava algunos utensilios de cocina. No ha respondido a mi pregunta.
Inhalo profundamente, sintiéndome algo incómoda por tener esta charla con ella. No quiero contarle en este preciso momento todo lo que pasó con él.
—Mamá... —comienzo a decir con el fin de evadir su pregunta, pero enseguida me detiene.
—No quiero meterme en tus asuntos con él, eso no me incumbe. Solo lo pregunto por cómo te he visto estos últimos días. Yo también tuve tu edad, cariño, sé lo que se siente.
Ahora me siento un poco culpable. Ella se preocupa por mí, es mi madre.
—Terminamos —afirmo, tomando una manzana del frutero que está sobre la encimera, solo para tener algo entre mis manos—. Pero ya estoy mejor, de verdad.
Ella voltea a verme con rapidez. Su rostro adopta una expresión de sorpresa y compasión que provoca que mis ojos se cristalicen. No me siento así por el hecho de que terminé con él en sí, bueno vale, eso también me duele, pero yo pensaba que al menos podríamos llegar a ser, no lo sé... ¿Amigos? De todas formas en este momento estoy algo molesta con Aristeo como para charlarlo, tal vez en otro momento podamos aclarar las cosas.
Mi madre cierra el grifo y se seca las manos con un trapo que hay a su lado. Yo devuelvo la manzana a su lugar.
—Oh, cielo —murmura ella con cierta preocupación—. Cuanto lo lamento...
—Estoy bien, mamá, enserio. No te preocupes por eso —intento restarle importancia.
Ella se acerca a mí y toma mi rostro entre sus manos, observándome con cariño a través de sus bonitos ojos azules.
—Si necesitas con quien hablar, sabes que puedes contar conmigo —me indica, regalándome una sonrisa de boca cerrada.
Le devuelvo la sonrisa y asiento.
Lo siento, mamá, pero no puedo contarte esto.
Repentinamente, su teléfono comienza a sonar, obligándola a apartarse para contestar la llamada.
—¡Hola, mamá! —la voz de mi hermano se oye desde el otro lado de la línea. Es una videollamada.
—Hola, mi precioso bebé —sonríe ella con ternura.
Bebé...
Mamá me enfoca con la cámara a mí y no me queda otra que fingir una gran sonrisa.
—¡Princesita! —me saluda alegremente, echándose despreocupadamente sobre uno de los sofá de la sala común de su fraternidad—. ¿Cómo estás?
Mi madre me hace una pequeña mueca sin que mi hermano la vea.
—Bien, excelente —respondo con una sonrisa que, por lo que se ve en la pantalla, me parece poco natural. Espero que no lo note—. ¿Y tú? ¿Cómo te trata la universidad?
Taylor guarda silencio por un breve segundo, como si estuviera analizando cada palabra que dije...
¿Tú crees que lo note?
No lo sé. ¿Tú qué crees?
Que sí, para mí se dará cuenta.
¿Por qué lo dices?
Mira tu cara de cordero degollado, ¿a quién quieres engañar?
Estupendo, gracias por los ánimos, conciencia.
—Me alegro por ti, hermanita —dice luego de lo que me parece una eternidad—. Y yo bien. No voy a mentirte, me ha costado un poco retomar la rutina de nuevo, pero ya casi estoy al día.
Suelto un suspiro de alivio al ver que no lo ha notado. Mamá me guiña un ojo por detrás del teléfono. Sí, ella sabe bien cuan sobreprotector es Taylor.
—Eso es lo que esperaba oír —digo con orgullo.
Mamá comienza a preguntarle las cosas típicas que una madre haría, si está bien, si está comiendo, si le falta dinero, etcétera. Yo aprovecho ese momento para escabullirme de allí e ir corriendo a mi cuarto.
Lo primero que hago una vez que cierro la puerta y me encuentro sola, es buscar dentro de mi armario lo que casi había olvidado. Entre toda la ropa, al fondo de todo, mis dedos rozan la textura lisa de una bolsa. La tomo con una mano y la saco finalmente de su escondite.
Me acerco a la cama y tomo asiento en el medio, posando la pequeña bolsa blanca sobre mis piernas. Al meter la mano dentro, lo primero que tocan mis dedos es la aspereza de un papel. Saco la pequeña carta del interior de la bolsa y la miro con curiosidad. El papel se ha tornado algo amarillento por el paso de los años. Con un nuevo interés, leo las palabras escritas hace tiempo con una muy bonita caligrafía.
La joya perfecta no existe. Lo material no significa nada. Lo único que importa es lo que simbolice. Cuando la conexión entre dos personas es tan fuerte, nada ni nadie será capaz de romperla. Ama hasta el último segundo de vida, hasta el último aliento, hasta el último latido de tu corazón. Atesora este obsequio como símbolo de lo que será un eterno amor...
Con una sonrisa en el rostro, doy vuelta la hoja y leo lo que en el centro han escrito hace poco:
Feliz cumpleaños a mi hermosa y maravillosa nieta. Te quiere, tu abuelo.
Las letras que eligió mi abuelo cuando le obsequió esto a Dulcie, hace muchos años atrás, son demasiado hermosas. A él siempre le ha gustado escribir, y me hace feliz saber que yo heredé su pasatiempo favorito.
La nostalgia me embarga al pensar en mi abuela. Ella cuidaba de este anillo como si fuese lo más valioso del mundo, porque comprendía lo que simbolizaba. Igual que lo hizo ella, lo cuidaré del mismo modo.
"Cuando la conexión entre dos personas es tan fuerte, nada ni nadie será capaz de romperla".
Mis ojos vuelven a pasar por aquellas palabras unas dos veces más. Un nudo se instala en mi garganta al recordar mi relación con Dylan. Nosotros teníamos ese tipo de conexión.
Tienen, Caitlin. Tienen ese tipo de conexión.
Él no debe ni querer verme. Sus palabras fueron claras, Dylan encontrará la forma de odiarme para no tener que lidiar con un amor que él cree no correspondido. Si tan solo hubiese esperado un día más...
Haciendo a un lado esos pensamientos, tomo la pequeña caja de terciopelo rojo que descansa en el fondo de la bolsa y la abro con cuidado.
El anillo sigue igual a cómo lo recuerdo, es bellísimo. Su cuerpo es fino y de oro, el cual no se cierra, sino que se mantiene abierto. Todo el borde superior de sus dos extremos, está decorado con una hilera de tres piedras rosas pequeñas, que se incrustan en el anillo con sutileza. Es precioso.
Paso el anillo por mi dedo, en el mismo sitio donde antes tenía el otro...
En ese lugar no.
Detengo mi mano a mitad de camino, pensando si debo ubicarlo allí.
¡Claro que no!
Se supone que Dylan y yo ya no estaremos juntos, así que ese sitio estará disponible de ahora en más. Me termino de poner en el anillo donde lo iba a poner en un principio y observo mi mano. Se siente raro, en este momento tengo varios sentimientos encontrados que, a decir verdad, me ponen un poco ansiosa.
—¿Caitlin?
Me giro rápidamente, sintiendo el corazón en la garganta. Los ojos azules de mi hermano me observan con un deje de preocupación. Menudo susto me ha dado.
—¿Taylor? ¿Qué haces aquí? —le pregunto agitada, intentando recobrar la compostura.
Él camina hasta el borde de la cama para poder hablar sin tener que elevar la voz. Se supone que en este momento él está hablando abajo con mi madre por videollamada.
—Alguien ha venido a verte —me informa, volteando a ver la ventana por la que él ha entrado.
¿Dylan? Me pongo de pie rápidamente, pero él no es quien se adentra al cuarto.
—¿Kyle? —inquiero confundida.
El de exóticos ojos verdes tiene la misma expresión que Taylor en el rostro. Ambos me observan con una inquietud palpable en el aire.
¿Qué está pasando?
—Debes volver al otro mundo, Caitlin —habla el de rizos por primera vez—. Se trata de Dylan...
—¿Qué le pasó? —pregunto ansiosa, acercándome un paso a él.
—Deberías verlo por ti misma —se limita a responder, compartiendo una mirada rápida con mi hermano.
Estoy a punto de asentir sin ninguna duda cuando me percato de algo importante.
—Él no quiere verme —digo en un susurro, aun dolida por sus palabras.
Taylor coloca una mano sobre mi hombro para que ponga mi atención en él.
—Confía en nosotros —me pide el rubio—. Vamos, yo te cargo.
¿Por qué Kyle le contó a él y a mí no? Eso no es justo. Aun así, tampoco dejaré que a Dylan le pase algo malo por mi culpa. Necesito ir a ver que está pasando.
—Esta bien —acepto.
Taylor no pierde el tiempo y me sujeta entre sus brazos. Kyle salta por la ventana a toda velocidad y mi hermano lo sigue por detrás, cargándome a mí sin ningún problema. Durante la carrera hacia el portal en las vías del tren, me doy cuenta de que Taylor no es capaz de seguir el mismo ritmo que Kyle. En ese momento me doy cuenta que su estancia en este mundo le está arrebatando sus poderes, transformándolo cada día en más humano de lo que por sí ya es.
—Cuando yo regrese, tú deberás quedarte del otro lado. Perderás tus poderes si permaneces aquí, Taylor —digo preocupada.
—Tú no te hagas problema por eso, me turnaré con Kyle para la próxima —me avisa con una pequeña sonrisa para intentar relajarme, pero lo último que hago es eso. Soy una pequeña bola de nervios en este momento.
Una vez que llegamos a donde están las vías, nos paramos en medio y nos tomamos de las manos mientras esperamos al bendito tren, que hoy se está tardando más de la cuenta.
—Ya debería estar por pasar —murmura Taylor, ajustando el agarre de su mano en un gesto ansioso.
—Estamos presentando dificultades técnicas —se le ocurre decir a Kyle mientras balancea nuestras manos de atrás para adelante como si fuese un niño pequeño.
—Por favor, necesitaré mis manos luego —les digo a ambos, que no dejan de moverse como si tuvieran hormigas en el trasero.
—Seguro que sí, viendo a dónde estás yendo... —susurra Kyle, intentando disimular pésimamente la sonrisita traviesa que quiere aparecer en sus labios.
Un repentino calor se apodera de mis mejillas al oír eso. Lo que escucho a continuación es un quejido provenir de su boca al recibir un manotazo de parte de mi hermano. Gracias.
Respiro hondo y me preparo mentalmente para lo que se viene. Otra vez entraré en mi mundo y de nuevo veré a Dylan. No sé por qué estoy tan nerviosa, pero creo que en parte temo su reacción. Tal vez no me quiera ahí y me termine echando.
Todo es posible.
A lo lejos, muy muy lejos, alcanzo a ver un pequeño punto que comienza a acercarse en nuestra dirección.
—Bueno, ahí viene. ¿Listos? —nos pregunta Taylor.
—Nací listo —contesta Kyle, masajeándose la parte trasera de su cabeza justo donde Taylor le dio su merecido.
—Lista —respondo en un murmullo.
Ahora soy yo la que se aferra a sus manos con fuerzas.
Aprendimos que si unimos nuestras manos, todos apareceremos en el mismo lugar. Me he dado cuenta que si yo soy la que piensa en el sitio a donde quiero aparecer, ellos también vendrán conmigo. De seguro, al ser mi mundo, yo debo tener más poder a la hora de hacer elecciones.
Tu poder es lo que te falta.
Ya lo sé, no necesitaba un recordatorio.
Ese es otro tema que me preocupa, mis poderes. No tengo ni idea si aparecerá en algún momento o qué.
Aguardamos ansiosos a que el tren se acerque, pareciera que marcha a dos kilómetros por hora. Cuando llega la hora y queremos darnos cuenta, ya nos encontramos con la mejilla pegada a la acera del otro mundo.
Eso me ha dolido, lo admito.
—Deberíamos trabajar en eso de caer con estilo, ¿no creen? —murmura Kyle, escupiendo un hilo de sangre al haberse mordido el labio durante la caída. Lo bueno, es que su herida desaparecerá en unos segundos.
—Concuerdo contigo —digo algo dolorida mientras me pongo de pie.
—Aunque no lo creas, yo igual —coincide Taylor, que está acomodándose un dedo de nuevo en su lugar. Sus muecas de dolor provocan que se me revuelva el estómago.
Maldición, no debí ver eso.
Los dos se pone de pie casi al mismo tiempo.
—Excelente, ya estamos aquí —me felicita Kyle mientras observa la casa de Dylan desde el medio de la calle.
El sol comienza a ocultarse por el horizonte, tiñendo todo de un color anaranjado y rosado. Es un hermoso atardecer.
A tres calles, aproximadamente, un auto dobla en la esquina y comienza a acercarse.
—Deberíamos movernos, lo último que falta es que nos atropellen —indico, comenzando a caminar hacia la acera.
Por suerte no hay gente alrededor que haya podido ver nuestra repentina aparición, solo el coche que se acerca en la distancia.
—Tú deberías —me corrige Taylor—. Ve, estaremos por la zona si es que nos necesitas, pero lo dudo.
—¿No entrarán conmigo? —pregunto desconcertada y más nerviosa que antes. Tenía la leve esperanza de que tal vez no me dejaran a solas con Dylan.
—Yo... debo ir a bañar al gato —se excusa Kyle.
Taylor pone los ojos en blanco al oír eso.
—Tú no tienes gato —le recuerdo, pero él ya está dándose la vuelta para marcharse.
Mi hermano se acerca a mí y me sujeta por los hombros.
—Él no nos quiere ver a nosotros, Caitlin. Inténtalo tú, tal vez a ti te escuche —dice en voz baja, procurando que la persona que está dentro de la casa no le oiga.
Miro en esa dirección y siento mi corazón latir con fuerza.
—Está bien, te veo luego —le digo.
Taylor deposita un pequeño beso sobre mi frente y se aparta para marcharse junto a Kyle.
Las manos comienzan a sudarme mientras camino en dirección a la casa del chico que me tiene de los nervios.
Una vez que me paro frente a la puerta de entrada, mi atención se ve acaparada por el inesperado sonido de las teclas de un piano al ser tocadas con una soltura que me deja pasmada. Me adentro a la casa con sigilo, procurando no hacer mucho ruido para que, quien sea que esté tocando, no pierda la concentración.
Una vez adentro, cierro la puerta a mis espaldas y me encamino hacia la sala, que es de donde proviene la bonita melodía. A esa canción la reconozco, si no me equivoco es una versión en piano de la canción "Lost on You". Me quedo bajo el umbral de la puerta con los ojos como platos al ver que es Dylan quien está al piano, tocando de memoria cada nota sin perderse ni equivocarse.
¿Cómo es posible? Yo no le añadí esa habilidad en mi libro.
Recuerda que estuvo en el otro mundo.
Entonces allí tuvo que haber adquirido ese talento.
Algo que me llama la atención mientras lo observo a sus espaldas, son las botellas de alcohol que hay en el suelo y sobre el piano. Cuento tres sobre la alfombra y dos arriba del piano. También otra cosa de la que me doy cuenta es que Dylan sigue igual a como lo vi la última vez que estuve aquí hace dos días. Continúa vestido con la misma camisa negra y pantalón, pero esta vez está descalzo.
Mi corazón se paraliza al oírle cantar por primera vez en mi vida. Santo Dios, ¿estoy en el cielo?
—Let's raise a glass or two
To all the things I've lost on you
Tell me are they lost on you?
Just that you could cut me loose
After everything I've lost on you
Is that lost on you?
Is that lost on you?
Baby, is that lost on you?
Is that lost on you?
Solo canta el estribillo, pero es lo mejor que he oído en toda mi vida. Su voz suena tan masculina y grave que provoca que todo mi cuerpo se estremezca, a pesar del verdadero significado de la letra.
De repente, sus dedos le erran en una nota, y yo observo desilusionada como quita las manos de las teclas, deteniendo por completo su música.
—Maldita sea, no puede ser que la esté olvidando —le oigo refunfuñar.
Con lo que acaba de decir ya no me queda ninguna duda sobre dónde aprendió a tocar. Su yo humano lo hace, por eso adquirió esa habilidad, pero al estar aquí, en el mundo donde pertenece, se fortalece como Raezer y olvida todo lo que adquirió del otro lado.
Algo de lo que no me había percatado nada más caer en este mundo, es la serenidad que siento en mi alma. A lo que me refiero es que no hay dolor, no como aquel de la última vez que me obligó a marcharme a mi mundo para poder sanar. Ahora todo está en calma. Eso me da mucho que pensar, ¿y si Dylan ya logró su objetivo?
Él toma una de las botellas que hay sobre el piano y le da un largo trago. Hace unos segundos parecía tan sumergido dentro de su propia música que al parecer ni me escuchó entrar, pero ahora, en medio de aquel silencio, mi corazón es el único que golpea con fuerza en mi pecho y me manda al frente. Dylan se gira rápidamente en el asiento, abriendo ligeramente los ojos al verme.
Su cabello negro, ahora despeinado, parece haber sido revuelto unas cien veces como mínimo en lo que va de estos dos días. Debajo de sus ojos se marcan unas buenas ojeras que le dan un aspecto sombrío a su pálido semblante. Ver su rostro demacrado, sin ningún atisbo de felicidad, provoca que el alma se me caiga a los pies. Este no es el Dylan de aspecto fuerte e intimidante que yo conozco. En estos momentos, a simple vista, luce como una persona que lo ha perdido todo, infeliz y vulnerable. Puedo sentir su tristeza y su dolor, y eso me termina de destrozar por dentro. Al parecer, no he sido la única que ha tocado fondo.
—¿Qué haces aquí? —pregunta él, atreviéndose a romper el silencio. Deja la botella donde estaba y se pone de pie algo tambaleante.
Quiero acercarme un paso para ayudarle, pero Dylan alza una mano para que me quede donde esté.
—¿Has venido a regodearte de mi miseria? —continúa indagando con un resentimiento palpable en su tono de voz.
—Claro que no —asevero—. Permíteme ayudarte.
Dylan suelta una risita sarcástica que me pone de malas.
—¿Ayudarme? No, gracias. Ya hiciste suficiente —responde con aversión.
Auch.
Reuniendo valor, doy un paso al frente.
—Tú no eres así, no te conviertas en...
—¿Mi padre? —se adelanta a decir, arrastrando un poco la voz—. ¿En que te afectaría a ti? Tú y yo no somos nada.
Su embestida golpea directo en mi corazón.
—En alguien que odiarás toda tu vida —le corrijo, no dejando amilanarme.
Dylan se queda quieto, observándome con atención. Aprovecho ese momento para acercarme otro paso a él.
—Te conozco, tú no quieres hacer esto —insisto.
—Te equivocas, Caitlin. Tú no sabes que es lo que quiero —ruge molesto.
Quiero acercarme a agarrar la maldita botella, pero Dylan es más ágil y la recoge antes que yo.
—¿Qué ganas haciéndote esto? —le pregunto incrédula.
Sus ojos me miran somnolientos.
Claro, eso es. Dylan ha encontrado un poco de paz sumiéndose en la inconsciencia. Siendo un Raezer su organismo detecta el alcohol como un invasor y utiliza toda su energía para poder eliminarlo, por eso no podemos tomar más de dos vasos de esa bebida. Pero Dylan se ha traído un poco de humanidad a este mundo, haciéndolo ligeramente más resistente al alcohol, por eso sigue de pie delante de mí.
No lo estará por mucho tiempo.
—Solo vete —dice entre dientes, dándole otro trago a la bebida.
Está loco si cree que me marcharé.
—No —respondo firmemente.
Dylan alza una ceja al oír mi respuesta.
—¿No? —inquiere perplejo.
Sin quitarme los ojos de encima, vuelve a dejar la botella en su lugar y se encamina en mi dirección con sigilo, procurando no tener un encuentro con el suelo.
—Me quedaré —procuro sonar segura, pero mi voz tiembla ligeramente al sentir su proximidad. Doy dos pasos atrás, pero mi espalda se encuentra contra la pared.
Cuando lo tengo a medio metro de mí, no me queda otra que alzar la cabeza para poder ver sus bonitos ojos grises que me observan entre dolidos y enfadados. Lo que más me asombra es que no veo aquel odio que él prometió tenerme.
Mi corazón incrementa sus pulsaciones cuando Dylan coloca ambas manos a los costados de mi cabeza, acorralándome entre su cuerpo y la pared.
El olor a alcohol que desprende cada poro de su cuerpo por poco me deja ebria a mí. ¿Cuánto estuvo tomando?
Todo mi vello de pone de punta cuando su aliento roza mi oído.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —pregunta con voz rota. Aleja un poco su rostro para poder verme a los ojos—. Te lo llevaste todo, ¿qué más quieres?
Puedo ver en su mirada el profundo dolor que siente en este preciso momento. De todos modos, soy consciente de ello. Sus emociones no dejan de atormentarme.
—No quiero que te hagas esto —le ruego.
Dylan parpadea un par de veces, de seguro para acomodar su vista. Debe estar viéndome doble.
O triple...
—No pude odiarte —susurra al cabo de unos segundos—. Lo intenté con todas mis fuerzas.
Una chispa de esperanzas se enciende en mi pecho al oír eso. Tal vez aun no sea tarde.
Sin detenerme a pensarlo por más tiempo, me coloco en puntitas de pie y le doy un beso rápido en los labios. El contacto de nuestras bocas solo dura un mísero segundo, enseguida me echo hacia atrás con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho.
Oh, por Dios.
¿Qué acabo de hacer? Eso ha sido lo más vergonzoso que he hecho en mi vida.
Dylan intenta mostrarse sorprendido, pero su mirada luce algo desorbitada. Y de un momento a otro, todo el peso de su cuerpo finalmente cae sobre mí. Luego de una larga batalla, sus piernas han cedido y su organismo se ha desconectado hasta quien sabe cuando.
Ya lo mataste.
Hago uso de toda mi fuerza para contener su cuerpo de pie, pero es tan pesado para mis débiles brazos humanos que yo también caigo con él. Por un momento mis pulmones se quedan sin aire al verme atrapada bajo su esplendoroso cuerpo, pero enseguida logro apartarlo para poder salir y respirar de nuevo oxígeno.
¿Qué demonios hago ahora?
Primero haz lo más importante.
Mi mirada se detiene en las botellas de alcohol y corro a vaciarlas en el lavabo. La mayoría no tenían nada, solo dos estaban a medio llenar.
Una vez que me deshago de eso, regreso a la sala donde veo a Dylan desplomado en el suelo.
Podría pedirle ayuda a Taylor o a Kyle, pero esta vez quiero hacerlo sola. Yo soy la culpable de haber roto su corazón, así que ahora me toca a mí hacerme cargo de la situación.
Sin perder más tiempo, sujeto a Dylan por las manos y comienzo a arrastrarlo por toda la sala para poder ir hasta las escaleras.
A mitad de camino, freno para poder descansar. Esto es realmente agotador. Si tuviese la fuerza de un Raezer ya lo habría alzado sobre mi hombro.
Una vez que me siento lista de nuevo, continúo arrastrándolo hasta llegar al pie de la escalera. Me paro sobre el primer escalón y comienzo a subir con cuidado, procurando no dejar su cabeza en uno de los peldaños.
Al llegar a la planta alta, continúo mi trayecto hasta llegar a su cuarto, que está igual a como lo recuerdo de mi imaginación. Me quiere embargar un sentimiento de nostalgia, pero lo hago a un lado y me concentro en lo que debo hacer.
Llego hasta su cama y dejo su cuerpo apoyado contra lateral de la misma, me apresuro a desarmarla para poder meterlo entre las sábanas. Una vez lista, me acerco hasta Dylan y sopeso la idea de quitarle la camisa. No debería acostarse vestido, ¿verdad?
Claro que no. Prosigue.
Me arrodillo a su lado y con dedos temblorosos comienzo a desabotonar su camisa negra. Al cabo de unos segundos, mis dedos ya están deslizándose por la nívea piel de sus anchos hombros para dejarlos al descubierto. Coloco una mano en su nuca e inclino ligeramente su cuerpo hacia adelante para dejar que la camisa se deslice por la musculatura de su espalda, de sus brazos, y finalmente terminar en el suelo.
Me tomo un momento para apreciar la perfección de hombre que tengo delante de mí. Todo su cuerpo es una jodida obra de arte. Es increíble.
Como aun sigo sintiendo el olor a alcohol y eso ya me está irritando la nariz, me dirijo a su baño y humedezco una toalla con agua tibia. Al volver, veo que sigue en la misma posición. Parece un muñeco de trapo.
Me tomo el trabajo de limpiar su torso con la toalla humedecida para lograr disminuir el olor a alcohol lo máximo posible. No me quejo la verdad...
Como para que lo hagas, mira las vistas que tienes.
Una vez que termino, me pongo de pie y tiro en el canasto de la ropa sucia su camisa y la toalla que utilicé. Cuando regreso a su lado, me quito las zapatillas para poder subirme primero a la cama, así desde arriba podré moverlo mejor.
Levantar una persona que duplica mi peso no es un trabajo fácil. Me cuesta lo suyo subirlo a la cama, pero luego de un par de intentos ya se encuentra cómodo sobre el mullido colchón.
Como ya he terminado mi trabajo aquí, le permito a mis ojos llevarse un recuerdo antes de tener que marcharme. Mi mirada se deleita por unos segundos más con cada centímetro de su poderoso cuerpo. Acerco mi rostro un poco al suyo para poder apreciarlo mejor. Sus párpados están bajos y sus labios ligeramente entreabiertos, permitiéndome oír un leve ronquido provenir de su garganta. Todas sus facciones se encuentran relajadas y en calma, trayéndome, de alguna forma, paz.
Es hora de marcharme y dejarle descansar.
Estoy a punto de moverme para bajarme de la cama cuando Dylan se voltea dormido hacia mi lado y me aprisiona con uno de sus brazos. Mi estómago se llena de mariposas que comienzan a revolotear enloquecidas. Él tira de mí contra su cuerpo, de modo que quedo estampada e inmovilizada contra su fuerte pecho. Mi oído, que está pegado a su caja torácica, es capaz de oír aun los suaves ronquidos que emite, señal de que aun sigue dormido.
¿Qué hago ahora? Se supone que al terminar de acostarlo me marcharía para que pudiese dormir tranquilo, no esperaba verme en esta situación. Algo me dice que nuestra conexión está actuando por su propia cuenta, manejando a Dylan a su antojo. Sí, estoy segura que hará lo posible por juntarnos de nuevo.
Déjala que lo haga.
Dylan es quien está negado a solucionar las cosas entre nosotros.
Pues yo no diría eso en este preciso momento...
De pronto, su otro brazo me rodea la espalda para poder abrazarme y pegarme aun más a su cuerpo, si es que eso es posible. Puedo sentirle inhalar el aroma de mi cabello antes de murmurar algo ininteligible. Mi corazoncito golpetea feliz en mi pecho al notar eso. Su corazón también responde al igual que el mío, latiendo ambos al mismo ritmo.
Si lo despiertas te mato.
No, despertarlo justamente no es lo que tengo en mente. Y menos después de lo que hice. No puedo creer que lo haya besado, ¿con qué cara lo veré ahora después de que me pidiera de mil formas que dejara de fastidiarlo? Esto es terrible.
Sin darme cuenta, mis pensamientos me llevan a perder la noción del tiempo. En algún momento mis párpados ceden y me quedo profundamente dormida a su lado.
...
Unas suaves caricias en mi cabello poco a poco me arrastran del sueño más bonito que he tenido en días. Un aroma exquisito inunda mis fosas nasales y me trae a la mente tantos recuerdos que creí perdidos. Su deliciosa fragancia mentolada mezclada con el jabón, forman un aroma fresco y afrodisíaco para mí. Me resulta casi imposible controlar mis impulsos a su lado, es como una maldita droga de la cual soy adicta.
Sin abrir los ojos, me doy cuenta que mi mejilla está apoyada sobre un abdomen que me está siendo de almohada en este momento. Sus marcados músculos no son el sitio más cómodo donde apoyar la cabeza, pero para mí es como estar recostada sobre una nube de algodón. Y me doy cuenta que no me molesta por la forma en que dormida he estirado mi brazo alrededor de su torso para prenderme a él y no dejar que se marche.
Apenas reparo en todo eso, mi corazón sufre un chute de adrenalina y comienza a latir desbocadamente.
Las caricias cesan de inmediato y todo su cuerpo se tensa de repente. Sí, creo que ya se ha dado cuenta que estoy despierta.
Lentamente lo libero de mi agarre y, manteniendo los ojos cerrados, me doy vuelta para quedar mirando hacia el lado contrario. Mantengo la esperanza de que crea que aun sigo dormida.
—Buen día —dice entonces su celestial voz a mis espaldas.
Maldición.
Abro de a pocos los ojos, permitiéndoles acostumbrase a la claridad del cuarto. Bueno, en realidad aun está medio oscuro, pero varios rayos de luz se están colando a través de los ventanales. ¿Qué hora es? Cielos, ¿cuánto tiempo dormí?
Como si Dylan me estuviese apuntando con un arma, me giro lentamente hacia él. Una vez que estamos cara a cara, lo observo mejor. Él está recostado contra el respaldar de la cama, sin nada cubriendo su esplendoroso torso. Solo lleva puesto un pantalón negro, distinto al que traía encima cuando lo acosté. Por la humedad de su cabello y el delicioso aroma a jabón que desprende su varonil cuerpo, me doy cuenta que no ha salido hace mucho de la ducha. ¿Por qué no me despertó entonces?
¿Querías ducharte con él?
¡No! Claro... claro que no. Pero me hubiese ido a mi casa.
La intensidad con la que me mira solo provoca que las mariposas en mi estómago se multipliquen por mil. Agradezco estar acostada porque sino me hubiese caído de culo al ver semejante belleza.
¿Se acordará que lo besé?
Estaba ebrio, con suerte se acordará que estuviste allí.
—Buen día —respondo algo aturdida.
—¿Dormiste bien? —pregunta serio, pero puedo notar que está haciendo un gran esfuerzo por ocultar la sonrisita que quiere aparecer en sus labios.
Él sabe que dormí bien. Mejor dicho, que dormí excelente, mejor que en mucho tiempo.
—Sí —respondo en un murmullo—. ¿Y tú?
—Mejor que nunca —contesta sin quitar sus preciosos ojos de los míos.
Mis latidos se aceleran al oír su respuesta. Quiero gritar de la emoción, pero me controlo lo mejor que puedo.
No sé en que momento me he tapado, pero recién me doy cuenta que las sábanas me cubren hasta la cintura.
Estoy segura que fue Dylan.
Me quito las sábanas de encima y me siento en la cama, mirándolo a él.
—¿Te sientes mejor? —me atrevo a preguntarle.
Su gesto se endurece al recordar lo de ayer. Se gira hacia su mesita de noche y toma un vaso con zumo de naranja que no había visto antes.
—Bébelo, tienes que comer algo —dice autoritario, tendiéndome el vaso.
¿A qué hora se levantó para haber hecho tantas cosas?
Suspiro mentalmente al darme cuenta que también ha evadido mi pregunta. De todas formas me ha dado hambre, no sé que horas sean, pero mi estómago ya ruge por comida.
Tomo el vaso con cuidado y por un segundo nuestros dedos se rozan. Mi mano cosquillea al sentir su tacto.
Bebo dos tragos del delicioso jugo exprimido y relamo mis labios cuando bajo de nuevo el vaso. Dylan posa la mirada en mi boca por un segundo y la vuelve a subir enseguida a mis ojos.
En ese momento recuerdo algo que quería comentarle ayer.
—Aristeo tiene un hijo. ¿Por qué no me dijiste lo que estaba ocultando?
Dylan resopla frustrado al oír ese nombre.
—No era asunto mío —responde cortante.
En teoría tiene razón, pero me hubiese gustado saber la verdad.
—Si tú hubieses estado en mi lugar también querrías saber la verdad —le reprocho.
Enfadada, le doy otro trago al zumo.
Dylan se ríe sin ganas.
—No, yo jamás hubiese estado en tu lugar, porque nunca hubiese estado con nadie más que no fuese contigo —responde, mirándome fijamente a los ojos.
Me quedo en silencio, observándole de la misma forma que lo hace él. No quiero responderle porque siempre terminamos peleando por eso. Hoy no quiero pelear, ya no tengo fuerzas para hacerlo.
—Terminé con él —revelo para sorpresa suya.
Él demuestra su asombro alzando una ceja, pero estoy segura que por dentro no cabe en sí de gozo. Sus emociones me lo dejan muy en claro.
—¿Terminaste con él solo porque tiene un hijo? —pregunta con incredulidad.
—Esas cosas no se ocultan, Dylan —respondo como si fuese lo más obvio.
—Los sentimientos tampoco —replica.
Touché.
Me muerdo la lengua para evitar responder una mentira. Él tiene razón, Aristeo no fue el único que engañó.
Al ver que no respondo, se inclina hacia adelante para poder tenerme más cerca.
—De todos modos, gracias por haber venido ayer —me dice con sinceridad—. Aunque no era necesario.
—Sí que lo era. No iba a dejarte solo en un momento así —respondo, mirando sus alucinantes ojos grises.
Dylan se queda pensativo ante mi respuesta.
—¿Ahora te importo? —pregunta sarcástico.
—Nunca dejaste de importarme —le corrijo, algo molesta por su actitud.
Una pequeña sonrisa curva la comisura de sus labios. El maldito está jugando conmigo.
—Por eso me besaste —dice de pronto.
Mis mejillas toman color en menos de un segundo. ¿Cómo demonios se acuerda de eso? Se supone que perdió la conciencia.
—Yo... yo no te besé —opto por negar lo que ha dicho y darle un largo trago a mi jugo, terminándomelo por completo.
La intensidad de su mirada me hace temblar el cuerpo entero. A continuación, estira su brazo y me quita el vaso de las manos para depositarlo nuevamente sobre la mesita de noche.
Ahora no sé que hacer con mis manos, que no dejan de estrujarse la una a la otra, inquietas.
—¿Ya lo olvidaste? —pregunta divertido, conocedor de que soy una horrible mentirosa—. Tendré que ser yo quien refresque tu memoria, entonces.
No alcanzo a terminar de procesar todas las palabras cuando Dylan se pone de pie y jala de mi brazo a una velocidad increíble. Cuando quiero darme cuenta, la pared de su cuarto está pegada a mi espalda y tengo a Dylan encima de mí, acorralándome con sus fuertes y bien contorneados brazos. Madre mía. Nuestros cuerpos casi se rozan de lo cerca que están. Tenerlo a esta distancia despierta todo tipo de sensaciones en mi interior. Además, el cautivador aroma que desprende me está volviendo loca.
Sus ojos grises me observan con tal intensidad que mis piernas comienzan a temblar del nerviosismo y la ansiedad. Dylan se da cuenta de eso y con una mano me rodea la cintura para aguantar todo mi peso antes de que me desplome.
En este preciso momento soy capaz de sentir mejor que nunca la fuerza de nuestra conexión. Es increíble el poder con el que nos domina esta atracción. No es normal. Los humanos son incapaces de sentir lo que nosotros ahora. Siendo sincera, no sé si sentirme mal por ellos o envidiarlos por poder ser libres de esta tortura.
—A ver si recuerdas esto... —murmura Dylan con voz ronca, acercándose a mis labios y depositando un beso rápido, tan rápido que apenas alcanzo a sentirlo. Aun así, todo mi organismo reacciona a ese primer contacto y envía señales a mi corazón para que aumente a más no poder sus latidos.
Me quedo observando a Dylan entre embobada y desconcertada.
Tiene razón, ese fue el tipo de beso que le di ayer. Un beso inocente, tan inocente como si tuviésemos cinco años. La única deferencia es que ninguno de los dos sale corriendo avergonzado. No, nada de eso. Nuestras miradas hacen contacto para decirse sin palabras lo que ambos queremos. Mejor dicho, necesitamos.
El gris de sus ojos se torna más oscuro de lo normal, confiriéndole una mirada parecida a la de un depredador. Su brazo de tensa entorno a mi cuerpo, atrayéndome más contra sí mismo. Suelto un pequeño jadeo al sentirlo adosado a mí. Santo cielo...
En este momento nos estamos comiendo con la mirada. No sé lo que está esperando Dylan para besarme como Dios manda, pero me está poniendo por demás de impaciente. Así que llevo mis manos a su nuca y una de ellas la enredo en su humedecido pelo.
Al darse cuenta de que al fin le doy pase libre y he bajado todas mis barreras con él, me observa decidido. Ya no hay vuelta atrás, ambos nos rendiremos a esa insistente atracción que vibra con fuerzas a nuestro alrededor. Y es él quien se deja vencer primero. Sus labios se abalanzan hacia los míos con una ferocidad que me deja alucinando. El beso no es tranquilo ni lento, ambos nos besamos con desesperación, como si hubiésemos pasados siglos sin saborear los labios del otro. Suelto un jadeo cuando él muerde mi labio inferior, lo que le permite ingresar su lengua a mi boca para buscar con anhelo a la mía. Este beso ahora tiene todo menos inocencia.
Mis manos se mueven con ansias por cada tramo de su esplendoroso torso, acariciando su vigorosa espalda, sus fuertes brazos y sus contorneados abdominales.
Sin dejar de besarme, Dylan gira sobre su eje de modo que la pared queda tras de él. Pero ahí no se detiene, él avanza unos pasos hasta que la cama choca contra la parte posterior de mis piernas. Caigo sobre el colchón junto con él, que apoya los brazos a cada lado de mi cabeza para evitar aplastarme.
Sus labios son el paraíso. No sé como pude aguantar tanto tiempo sin probarlos. La calidez de su aliento caldea hasta la última célula de mi organismo. Todo mi interior se incendia, es una sensación desesperante y fascinante a la vez, porque todo mi ser ruega, implora por más.
Sus gloriosos labios abandonan los míos para pasar a besar mi cuello mientras mis manos se pierden en su cabello. Me quedo sin aliento cuando muerde suavemente la piel de esa zona tan sensible, encendiéndome el triple que antes.
—Dylan... —jadeo ansiosa.
Sus manos se pierden por debajo de mi blusa y se entretienen con mi pecho, rozando mis senos por encima de la tela de encaje de mi sostén.
Siento mi cuerpo a punto de estallar. Necesito de alguna manera apagar la llamarada que comienza a quemar en mi bajo vientre.
Mientras Dylan me quita la blusa, mis piernas se enroscan en torno a su cintura. Entonces, un gemido sordo abandona mi boca al sentir su prominencia rozar mis partes. Madre mía, al parecer no soy la única que necesita apagar el fuego.
Sus labios vuelven a besar los míos con una pasión que me nubla la mente. ¿Cómo puede ser tan perfecto?
Sus habilidosos dedos logran desabrochar mi sostén justo en el momento en que se oye la puerta de abajo cerrarse.
No puede ser, ¡no ahora!
Dylan se queda en silencio un momento, oyendo atentamente lo que sucede abajo.
—Kyle y Taylor están aquí —me avisa con voz ronca. Por la expresión de su rostro, no le ha agradado para nada la inesperada interrupción.
Dylan se aparta de mí y se pone de pie de inmediato. Yo me apresuro a abrocharme nuevamente el sostén y ponerme mi camiseta que sigue en la cama.
—¡Levántense, bellos durmientes! —grita Kyle desde la planta baja, seguramente para que yo lo pueda oír.
Si supiera que estábamos haciendo todo menos dormir...
—Le cortaré la lengua —masculla Dylan con enfado, luego hace una mueca a lo que supongo le ha respondido Kyle.
—¡Apúrense que tenemos clases! —continúa gritando el otro desde abajo.
—¿Clases? —pregunto confundida mientras me pongo las zapatillas—. ¿Qué hora es?
Siento que no ha pasado mucho desde que fui al instituto en el otro mundo. Esto es increíble, cursaré dos veces en un día.
—Casi las siete, ya se les hizo tarde —esta vez es Taylor quien responde.
Dylan toma del armario una camiseta negra y se viste rápidamente. Por mi parte, corro al baño para vaciar mi vejiga y terminar de prepararme. Me lavo la cara, me limpio la boca con enjuague bucal y me cepillo el pelo. No tengo tiempo de ver si quedé bien, ya es demasiado tarde.
Al salir del cuarto de baño veo que Dylan ya está listo, está esperando por mí en la puerta de su habitación. Al verme un extraño brillo surge en sus ojos. Yo me ruborizo por la intensidad de su mirada. Después de lo que pasó aquí, me da una vergüenza terrible verle a la cara. Él nota esa incomodidad en mí y decide darme un respiro. Se adelanta en bajar para poder ir con los otros dos que esperan impacientes abajo.
Tomo algunas respiraciones profundas para poder calmarme. Es ridículo que me sienta así después de lo que pasó aquí, más aun conociendo todo de él.
Ya te acostumbrarás de nuevo.
Eso espero...
Salgo de la habitación y bajo las escaleras para encontrarme con Taylor que observa el desorden de botellas que hay junto al piano, Kyle que analiza el entorno desde la puerta de entrada y Dylan que busca las llaves del auto bajo un cojín.
—¿Dónde demonios las dejé? —pregunta irritado.
—Hola, Caitlin —me saluda Kyle apenas me ve.
Taylor voltea a verme y se encamina en nuestra dirección. Con disimulo, Kyle señala con un dedo su cuello, pero con la vista clavada en el mío. Palidezco al darme cuenta que debo tener una bonita marca de algún beso de Dylan. Me coloco rápidamente el cabello hacia adelante, ocultando lo mejor que puedo ese lado del cuello.
Mataré a Dylan.
El de ojos verdes sonríe abiertamente al darse cuenta que Dylan y yo nos reconciliamos... o algo así.
—Creí que anoche me llamarías para volver a casa —dice Taylor al llegar junto a mí.
Yo tampoco pensaba que dormiría aquí.
—Sí, es que... pasaron cosas —respondo no muy convincente.
—Y bueno, Conde Drácula, ¿encontraste las llaves? —se le ocurre decir al genio de Kyle.
Por supuesto que Taylor dirige su mirada automáticamente a mi cuello, pero se guarda sus comentarios al notar que hago todo lo posible por tapar la marca con mi pelo. Le lanza una mirada fulminante a Dylan, que viene con las llaves del coche en la mano, sin enterarse de nada.
—¿Conde Drácula? —pregunta confundido, pero decide pasar por alto su comentario—. Ya las encontré, estaban adentro de la tapa del piano. No pregunten como llegaron allí.
Dylan parece ser el mismo que antes. Ha vuelto a su andar seguro e intimidante, nada que ver al chico que parecía deshacerse en aquel piano.
—Hora de ir al instituto —dice Kyle, pasándome mi mochila que no vi que traía colgada del hombro.
—Los esperaré aquí, yo me quedaré a ordenar esto —murmura Taylor, mirando el desorden que hay en la sala.
—¿Debemos volver? —pregunto confundida.
También tengo que regresar al otro mundo, no puedo pasar toda la vida en este sitio.
Los tres me miran con incredulidad.
—Por supuesto que sí —se adelanta a decir Kyle—. Se inicia la búsqueda del tesoro, Caitlin.
...
N/a:
Hola mis preciosos Raezers! ¿Cómo están? ❤
Espero que el capítulo de hoy les haya robado más de una sonrisa. Estaba esperando este momento con las mismas ansias que ustedes.
En cuanto a la canción que elegí en multimedia, que es la que toca Dylan en el piano, pueden ir a escucharla a Youtube con el nombre Lost on You Male Version para imaginarse como Dylan podría cantarla ❤
Ahora bien, quiero advertirles que las cosas a partir de aquí se pondrán algo intensas. Sujétense de donde puedan porque estamos subiendo a la cima de esta empinada montaña rusa.
Nos vemos en la siguiente actualización. Los quiero ❤
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