X
—¿Cómo? —pregunto, anonadada.
Es imposible que haya más de un Duxilum, en ningún momento escribí algo como eso en mi historia.
—Según lo que leímos faltan al menos dos más —dice Dylan, sin apartar su mirada de mí.
—¿Y de dónde leyeron eso? —quiero saber.
De pronto, Kyle desaparece de la estancia como por arte de magia y regresa antes de que siquiera pueda parpadear.
En sus manos carga un libro gordo que parece salido de otro siglo. A simple vista parece demasiado pesado, pero él lo sujeta sin problemas. Su tapizado es de cuero marrón, con letras y detalles en dorado. Las hojas se ven que han pasado por mucho, su color amarillento y el aspecto avejentado me da una idea de que ese libro debe tener encima unos cuantos años.
—De aquí —lo señala Kyle la barbilla mientras lo deja sobre la mesa. Abre el libro por la mitad y comienza a buscar una página en específico.
Me resulta extraño pensar esto, pero le veo cierta familiaridad al libro. Por más que jamás lo haya visto, un parte de mí cree que sí.
—El libro de los Osados era muy similar a este, al menos en el aspecto —murmura Dylan, acercándose a la mesa. Yo lo sigo por detrás, pero me posiciono frente a los chicos.
Yo creé ese libro, lo recuerdo. Aunque solo Dylan tuvo contacto con éste cuando se infiltró en el castillo y no supe de él por no sé cuanto tiempo. En ese momento apareció Kyle.
—El libro del fin del mundo —susurro al posar mis ojos en él.
Tanto Dylan como Kyle giran rápidamente la cabeza en mi dirección, incluso Taylor se ha detenido a mirarme, ni siquiera vi el momento en que aquel se acercó a la mesa.
—Hiciste trampa, viste el nombre —me acusa Kyle.
No, ese también fue una de mis creaciones. Se me había ocurrido como idea por si quería hacer una segunda parte de mi libro. Sin embargo, como había decidido que quedaría en una sola historia, descarté la idea de este libro y todo el contenido que podría traer consigo.
Pero decidiste revivir a Dylan. Uno de los dos debía morir.
Y la única manera de que los dos sigamos con vida es porque... en realidad la fuente de nuestra magia sigue en pie.
Santo cielo, ¿cómo no me di cuenta de eso antes?
—Sabes de que trata, ¿verdad? —me pregunta Dylan, temiendo lo peor.
Mi pulso se acelera al darme cuenta de que esto es mi culpa. Yo misma los volví a involucrar en todo esto. Las vidas de todos vuelven a estar en peligro una vez más por culpa de mi irreprimible imaginación.
Asiento con la cabeza gacha, ni siquiera soy capaz de mirarlos a los ojos. Después de todo el esfuerzo que nos llevó destruir el primer Duxilum, ahora les vengo con algo como esto...
—Excelente —oigo el sarcasmo de Taylor. A continuación, se da la vuelta y desaparece escaleras arriba, azotando la puerta de algún cuarto.
—No le hagas caso —me anima Kyle—. Se le hace difícil verte a ti y no pensar en Jill.
—No debí matarla, fue una idea estúpida —me lamento, cubriéndome el rostro con las manos.
—Lo hecho hecho está —murmura Dylan, llamando la atención de ambos—. Ahora debemos enfocarnos en esto.
No paso por alto su tono frío y distante. Me recuerda a los primeros días de clases, por aquellas épocas donde era un completo cretino.
¿Te refieres en el otro mundo?
Sí, en la otra realidad.
Disimuladamente, Kyle me hace una mueca al captar lo mismo que yo. Se fue Taylor, pero le contagió el mal humor a su amigo.
Kyle comienza a pasar de páginas muy cuidadosamente, como si temiera romper el delicado papel. Y a los pocos segundos varias palabrotas brotan de su boca.
Mis ojos se abren grandes al ver como pequeños trozos de las hojas se quedan pegados en sus dedos.
—Esto no va a durar mucho más —se queja por lo bajo.
—¿Que tiene? —pregunto, estirando mi brazo para tocarlo, pero no llego a hacerlo porque me veo interceptada por Dylan. Su mano se ajusta entorno a mi brazo para impedir que avance más.
Toda mi extremidad sufre un calambre al sentir el tacto de su tersa piel sobre la mía. Mi tonto corazón no hace mejor cosa que comenzar a latir a trompicones para delatarme. Dylan libera enseguida su agarre como si él también sintiera lo mismo, solo que en su expresión se refleja el disgusto.
—Se está destrozando solo, no sabemos por qué. Debemos tener mucho cuidado al tocarlo —me indica, desviando la mirada hacia otro lado.
—Lo siento —susurro avergonzada.
Por metiche.
—Este libro es interminable. Las letras son tan pequeñas que incluso a nosotros nos cuesta leerlas —se lamenta Kyle—. Aun no pudimos encontrar la página donde dice la ubicación de cada uno, pero al menos encontramos la cantidad de piedras que nos quedan por destruir.
Dominada por la curiosidad, rodeo la mesa y me posiciono en medio de esos dos chicos altos que me hacen sentir demasiado bajita. Tomo la lupa que Kyle me tiende y apunto a donde su dedo señala.
...el Duxilum no es más que un nombre en representación de las tres piedras de la vida. Éstas crearán especies diferentes que lucharán por dominar sobre la faz de la Tierra, desterrando a la raza débil y condenándolos a su destrucción.
El Duxilum no será fácil de encontrar. La tercera piedra supondrá el mayor desafío para los Elegidos, los únicos capaces de escoger que especie ganará...
—Yo imagino que la tercer piedra se encuentra dentro de un volcán a punto de hacer erupción, o algo así —opina Kyle, medio en broma.
—Esto no me gusta nada —masculla Dylan, haciéndose a un lado.
—¿De dónde sacaron este libro? —pregunto con curiosidad.
Dylan se pasa un mano por la nuca mientras observa el suelo, ni siquiera me mira al responder.
—El día que desapareciste te buscamos por todas partes. Creímos que Argus encontró una forma de escapar y te había secuestrado —explica—. Cuando fuimos a las ruinas de lo que una vez fue el castillo, para buscar a ese malnacido, encontramos el libro entre los escombros, pero no a él.
—Y aquí terminamos. No sabíamos que la entrada a este mundo estaba allí —concluye Kyle.
—Creemos que Argus lo sabía. Por eso no escapó cuando lo tuvimos acorralado una vez que el Duxilum se destruyó. Estuvo fingiendo todo el tiempo. Nos engañó —revela Dylan para mi asombro.
—¿Como supo eso? ¿Está escrito en el libro? —les pregunto, posando mis ojos en el escrito.
—O fuiste tú —susurra Dylan, clavando si mirada consternada en mí.
¿Cómo? Yo no hice nada.
Kyle se tapa la boca con la mano al darse cuenta de lo mismo que su amigo.
—¿A qué se refieren? —inquiero, oscilando mis ojos entre ambos.
—Que tú le hayas proporcionado ese dato a Argus, como algo que él supiese desde siempre —declara Kyle.
Pero... yo estoy segura que no...
—Tienes un poder muy grande Caitlin. En el otro mundo puedes manejar incluso nuestros pensamientos —murmura Dylan, y por la expresión de su rostro decir eso no es algo que le agrade.
A pesar de que yo ya lo sepa, oír las palabras salir de su boca me dejan aun más sorprendida. Claro que puedo controlar sus mentes, yo los cree, desde su forma de ser, de pensar y de actuar. Pero ahora yo no estoy controlando eso. Ni siquiera imaginé que Taylor fuera a atacarme de la manera que lo hizo hace unos minutos
Dylan dijo que aquí ya no tienes control sobre ellos.
Y al parecer tenía razón.
Me aparto de la mesa para ir a sentarme al sofá. Me refriego la cara con las manos para despertarme. Ya es muy tarde y el sueño comienza a tomar control de mí.
Lo que ahora me preocupa es, ¿a dónde voy a dormir? A mi casa no puedo ir porque se supone que estoy en lo de Penny, y a lo de mis amigas tampoco puedo ir porque les dije que ya estaba en mi casa. Estoy jodida.
—Puedes dormir aquí, si quieres —me ofrece Kyle con amabilidad—. Les mentiste a todos, no tienes donde quedarte.
Dylan gira rápidamente la cabeza en dirección a su amigo, reprochándole con la mirada que me haya ofrecido eso. Bueno, comprendo que no soy deseada aquí...
—No, no te preocupes —murmuro, poniéndome de pie—. No quiero ser una molestia.
—Vamos, Caitlin, no dejaré que duermas en la calle. No lo permitiremos, ¿verdad, Dylan?
El mencionado lo fulmina con la mirada, pero termina asintiendo a regañadientes.
—Quédate —dice, entonces.
Quiero rechazar su invitación, pero no tengo opción. No tengo donde ir, y tampoco me agrada la idea de pasar la noche en la calle. Hace frío y solo traigo este vestido puesto, ni siquiera tomé algo de ropa abrigada antes de salir.
—Gracias —susurro resignada—. Dormiré aquí en el sofá.
—Puedes dormir en mi cuarto, no necesitas estar cerca de él si no quieres —murmura Kyle.
Dylan vuelve a dispararle todo tipo de artillería solo con la mirada.
—No, estaré bien aquí. Gracias de todos modos —le digo sinceramente. No quiero ser un incordio.
—Dylan, ¿por qué no le prestas una de tus camisetas para dormir? Las mías están todas en la lavandería —murmura Kyle, elevando ligeramente la comisura de sus labios.
Oh, no. Ya sé lo que intenta.
Maldito Kyle...
—¿Llevaste todas? —inquiere Dylan en un tono irónico.
—Todas —asegura el otro, intentando mantener la seriedad.
—No es necesario, puedo dormir con esto —intervengo yo.
—¿Y ensuciar el tapizado del sofá? No, por supuesto que no —Kyle se niega rotundamente—. Dylan estará encantado de prestarte una.
Suspiro con rendición, qué más da.
—Te darás una ducha y Dylan te prestará su ropa. Todo arreglado —declara con una gran sonrisa.
Mi mente suspira aliviada al oír la palabra ducha. No hay otra cosa que anhele más en este momento. Necesito sacarme la suciedad de encima y relajar mi alborotada mente.
—Acompáñala, Dylan. Yo debo hacer algunas cosas —murmura Kyle, tomando las llaves para marcharse.
—¿A esta hora? —le pregunta, extrañado.
—Sí —se limita a responder el otro.
Dylan no hace más preguntas, simplemente se lo queda mirando con desaprobación hasta que se marcha sin decir más nada. Yo no quería que se fuera, hasta ahora Kyle es la única persona que me sigue tratando igual que siempre.
Inspiro profundamente para llenarme de valentía. Estar cerca de Dylan me pone realmente nerviosa.
—Subamos —demanda él, en un tono monótono y desinteresado.
Lo sigo en silencio hasta el segundo piso. La escalera se abre en un ancho pasillo bien iluminado en el cual se distribuyen cuatro puertas a los lados, y al final del mismo, debajo de un enorme ventanal, un piano de cola de color negro se lleva todo el centro de atención.
Dylan se adentra en una de las habitaciones y yo lo sigo por detrás. El cuarto es grande, casi el doble de lo que es el mío. La pintura de un color gris claro y los decorados básicos, le confiere al ambiente un estilo sobrio, pero moderno. Una gran cama, decorada con un edredón blanco, ocupa gran parte de la pared de mi izquierda, flanqueada a los lados por dos mesitas de noche.
En pared de enfrente hay un televisor de pantalla plana junto a un gran armario. De allí saca una camiseta negra de mangas cortas.
—Ten —me pasa la ropa y yo la tomo tímidamente. En el proceso, nuestros dedos se rozan por un breve segundo, lo que provoca un leve cosquilleo en mi vientre. Debo controlarme—. ¿Necesitas algo más?
Gracias a Dios, por encima de mis bragas, traigo puesto un pequeño pantalón corto. Lo usaré como ropa interior, al menos hasta que consiga ropa limpia en mi casa.
—No, así está bien. Gracias —contesto.
Me doy la vuelta evitando su mirada.
—El baño está a la derecha —me indica, antes de que ponga un pie fuera de la habitación.
Supongo que en el otro cuarto está Taylor, y el contiguo a ese sería el de Kyle.
Me meto dentro del baño y me recargo contra la puerta una vez que estoy a solas.
Vaya día...
Es una locura que esté pasando por esto, y más aun que haya aceptado que todo sea real. Los puedo ver, los puedo tocar, nada de esto es mi imaginación. Ellos son reales.
Sé que si me detengo a pensar, las cosas se pondrán peor para mí. Tengo miles de sentimientos encontrados y muchos de ellos están destinados hacia Dylan. Su mera presencia me pone los pelos de punta y desata un caos en mi interior. Ni siquiera Aristeo es capaz de lograr eso con un beso.
Maldición, esto está muy mal. No debo pensar en eso ahora. Mi relación con Aristeo va más que bien, la aparición de Dylan no tiene por qué interferir en ello.
Yo soy feliz. Soy muy feliz sin estos chicos y su mundo. Aprendí a superarlos.
¿Tu crees?
Me llevo una mano al corazón al sentir ese molesto pinchazo que me ataca cada vez que quiero levantar un muro entre Dylan y yo. Esto es un asco.
Me acerco al lavabo y me miro en el espejo. Mi rostro realmente da miedo. El maquillaje está corrido y mi cabello es lo más parecido a un nido de pájaros. Que desastre.
Es hora de quitarme el peso de este día de encima.
Estiro mi brazo para poder abrir el cierre del vestido, pero mis huesos no son lo suficientemente largos para llegar a mi espalda. Parezco un contorsionista intentando hallar la forma de bajar el maldito cierre.
Creo que necesitas ayuda.
No me lo digas...
No quiero llamar a Dylan, pero no tengo opción. Taylor está demasiado furioso conmigo como para darme una mano, y la única persona aquí además de él es Dylan.
Maldito Kyle.
Salgo del baño y me dirijo nuevamente a su habitación. Por suerte, la puerta está abierta. Asomo la cabeza dentro, pero no lo veo.
—¿Dylan? —lo llamo, adentrándome solo unos pasos en el interior de su cuarto.
No está en la cama tampoco.
De pronto, una voz a mis espaldas me hace pegar un brinco del susto.
—¿Qué?
Giro rápidamente, llevándome una mano al pecho para intentar calmar en vano los alocados latidos de mi corazón.
Dylan me observa con las manos en los bolsillos del pantalón, en una posición totalmente despreocupada. Se ha quitado los tirantes y ha dejado los primeros cuatro botones de su camisa desabrochados, permitiéndome ver parte de la piel de su fornido pecho.
Desvía esa mirada, niña.
Algo de su torso me llama la atención, algo en lo que no reparé antes. La sangre que cubre su camisa es un tono más oscura que la que traigo esparcida por mi vestido, incluso luce mucho más real.
—¿Es sangre de verdad? —pregunto, sin dejar de ver la sangre ya seca en sus prendas y en la piel de sus brazos.
—Sí —responde Dylan sin rodeos.
Cualquier humano se horrorizaría al oír una cosa así, sin embargo, yo llegué a acostumbrarme.
—¿Por qué? —quiero saber, intrigada.
Dylan me observa por unos segundos que me parecen eternos antes de contestar.
—Dos Raezers intentaron colarse en la fiesta de hoy. No les fue muy bien —contesta como quien no quiere la cosa.
—Oh —es lo único que soy capaz de decir.
—¿Olvidaste algo? —me pregunta luego de una larga pausa.
Lo miro confundida por un instante hasta que me doy cuenta que lo pregunta por mi presencia en su habitación.
—S-sí... yo... necesito ayuda con el cierre del vestido, no lo alcanzo —respondo torpemente.
Dylan asiente y yo me volteo, corriendo mi cabello a un lado para dejarle el cierre a la vista. Él avanza dos pasos más hasta que lo tengo justo a mis espaldas. Mi cuerpo entero tiembla al sentir su proximidad, está a tan solo unos centímetros.
Mi respiración se acelera cuando toma el cierre y comienza a abrirlo lentamente, a un ritmo tortuoso. O eso me parece a mí. Trago saliva sonoramente cuando sus cálidos dedos se deslizan por mi piel desnuda a medida que el vestido se va abriendo, dibujando una línea central por toda la longitud de mi espalda.
Cuando siento que mis piernas no aguantarán más semejante tensión, Dylan se aleja de mí. Al girarme noto que varios metros se han interpuesto entre nosotros. Su mirada se ha vuelto fría y neutral, escondiendo sus emociones detrás de esa máscara imperturbable que no se ha quitado desde que me lo he encontrado.
Una parte de mí se siente decepcionada de que no haya continuado, esa pequeña porción que se quedó con ganas de más, pero la otra parte más racional ha prendido todas las alarmas para que salga del trance y me largue de aquí ya.
Balbuceo un gracias y salgo de su cuarto a toda prisa.
Me siento una tonta, no entiendo mi extraño comportamiento. Pensé que estas cosas solo existían en los libros, pero no. Soy capaz de percibir en carne propia lo que su piel logra en mí con solo una inocente caricia.
Tardo mi tiempo en la ducha, no es fácil quitar todo el maquillaje y las manchas de sangre que se han quedado pegadas a mi piel como si fuesen tatuajes.
Una vez limpia, cierro el grifo y tomo una de las toallas que hay sobre un mueble. No tardo mucho en secarme el cuerpo y vestirme.
Hazlo, nadie te está viendo esta vez.
Sin poder resistirme, tomo la tela de la camiseta y la llevo a mi nariz para inhalar el delicioso aroma de su fragancia. Su olor me trae miles de recuerdos de todo lo que una vez viví... o creí hacerlo.
Sacudo la cabeza para olvidarme de eso. No es momento para pensar en todas esas cosas.
Me desenredo el cabello con los dedos y lo escurro lo más que puedo con la toalla. Aquí no hay secador, asique no quiero imaginar la forma que tendrá cuando despierte.
Si es que tiene forma.
Hago algunas gárgaras con el enjuague bucal que hay sobre el lavabo y escupo cuando siento que es suficiente.
Coloco la toalla en el cesto de ropa sucia y dejo mi disfraz en una esquina del baño, ya luego lo pondré en una bolsa para evitar ensuciar todo.
Salgo al pasillo una vez que estoy lista.
Al pasar frente al cuarto de Dylan, la tonta de mí se siente algo desilusionada al encontrar la puerta cerrada. ¿Qué esperaba?
Sin embargo, la puerta de la habitación de Kyle, creo que es la de él, está abierta y su interior a oscuras. Casi puedo oír los ruegos de la cama para que vaya a dormir allí. Pero no. Ya demasiado han hecho ellos por mí, lo mínimo que se merecen es dormir cómodos esta noche. Y Kyle, por más que me haya ofrecido dormir en su habitación, seguro querrá descansar como corresponde. Ha sido un día agitado para ellos también.
Me dirijo al primer piso y me encuentro con que alguien ya me ha preparado el sofá con una manta y una cómoda almohada.
¿Habrá sido Dylan o Taylor?
Yo creo que el primero. El segundo te mira como si fuese a sacrificarte en cualquier momento.
Eso es cierto, Taylor está demasiado enojado conmigo. No lo culpo, me pongo en su lugar y creo que yo estaría igual.
Me acuesto en el sofá y me tapo con la manta. No quiero pensar en nada por ahora, asique hago todo tipo de pensamientos a un lado y cierro los ojos para intentar conciliar el sueño.
Los minutos pasan y no logro dormirme. El sofá es cómodo para estar únicamente sentada, no para apoyar la espalda al completo. Mis huesos se sienten algo doloridos y solo han pasado unos veinte minutos como máximo. Lo peor de todo es que estoy tiritando de frío, no acostumbro a dormir con el cabello mojado.
Genial. Ahora más que nunca me resulta tentadora la idea de ir a dormir al cuarto de Kyle...
El tiempo corre y paulatinamente mis pensamientos comienzan a dispersarse y transformarse en algo sin sentido. Ya no tengo fuerzas para seguir manteniéndome despierta, mi mente y mi cuerpo me ruegan una pausa.
Antes de dejarme llevar finalmente por la inconsciencia, mi casi desconectado sentido del olfato logra percibir mi aroma favorito, aquella fragancia adictiva que logra transportarme a sitios donde una vez fui muy feliz.
Rodeada de una agradable calidez, me acurruco un poco más hacia esa placentera fuente de calor que me ayuda a caer en los brazos de mi buen amigo Morfeo.
...
Dylan estaba inclinado delante de Rey, mi perro, que parecía adorarlo por como movía la cola con entusiasmo. Claro, como no iba a estarlo si Dylan tenía en la mano un gran tocino para dárselo al canino.
Justo cuando Dylan se inclinó, tuve en primera plana su perfecto trasero, y juro que el pantalón no fue un impedimento para poder imaginar lo que había debajo...
—Te gusta lo que ves, ¿verdad? —preguntó, de pronto, volviendo a erguirse y volteándose a verme.
El calor se agolpó en mis mejillas. Era una tortura tenerlo vestido de esta manera en mi cocina.
No me había vuelto a sentir intimidada por él hasta ahora, que acababa de acercarse a mí, creando una notoria diferencia de altura y contextura. Alcé la mirada para poder ver sus preciosos ojos y me quedé embelesada por un momento. Aquellos tenían un brillo travieso que provocaba que miles de mariposas revolotearan contra las paredes de mi estómago.
—Tal vez —respondí en un hilo de voz.
Una gran sonrisa se extendió en su rostro.
—¿Y qué faltaría para que sea un rotundo sí? —dijo con picardía, haciendo énfasis en la última palabra.
No llevaba nada cubriendo su esplendoroso torso, solo vestía un pantalón pijama. Asique...
Nuestras emociones se multiplicaron por dos, podía sentir el deseo incrementando en el cuerpo de ambos.
En su rostro se formó una sonrisita de satisfacción. Sí, sabía de sobra qué pasaba por mi mente.
Mi corazón se agitó cuando colocó las manos en mi cintura y me atrajo contra su glorioso cuerpo.
—Mi pequeña Caitlin —murmuró con la voz más ronca de lo normal—, ¿desde cuando te volviste tan pervertida?
Solté una risita traviesa en mi fuero interno.
Él acercó su rostro sin previo aviso y besó mis labios con una pasión desmedida.
—Caitlin —alcancé a oír una voz que susurraba mi nombre en la lejanía, pero no le presté atención.
Sonreí feliz, extrañaba esto. Extrañaba a Dylan.
—Caitlin —insistió una vez más.
Dejé de sentir sus labios cuando todo a mi alrededor desaparece y el sueño bonito que estaba teniendo se termina.
Gimo por lo bajo y me doy vuelta en la cama, tapándome hasta la cabeza con las sábanas. El olor que me rodea me fascina, todo tiene esa exquisita fragancia: la almohada, las sábanas, la cobija... todo huele a Dylan.
Un momento, ¿por qué todo huele a él?
Me descubro la cabeza lentamente y observo mi alrededor. Definitivamente esta no es la sala. Y donde estoy acostada tampoco es el duro sofá.
Este es el cuarto de Dylan. ¡Estoy en su cuarto! Lo peor de todo es que no tengo ni la más remota idea de cómo llegué hasta aquí.
Me incorporo rápidamente, quedándome sentada en la cama, y al hacerlo me topo de frente con una persona que está sentada en una silla en el otro extremo de la habitación. Sus ojos grises me estudian detenidamente, como si fuese lo único que han estado haciendo desde hace quien sabe cuanto tiempo.
Por un momento pensé que al despertar me encontraría con que todo no fue más que un sueño. Pero ya veo que no, Dylan está frente a mí. Él es real. Todo lo que me dijeron lo es.
Me llevo una mano a la mejilla cuando siento que una lágrima inicia su descenso sin ninguna razón. ¿Por qué estoy llorando?
Extrañas lo que sueñas, Caitlin.
No... no, es imposible. Yo borré a Dylan de mi cabeza.
Díselo a tu corazón, entonces.
Me limpio la lágrima de un movimiento rápido, y reúno toda la seguridad que tengo para encararlo desde esta distancia.
—¿Qué hago aquí? —le pregunto.
Luce cansado, no parece haber dormido nada.
—Yo te traje. El castañeo de tus dientes y tus constantes quejidos no me dejaban dormir —responde sin cortarse un pelo.
De cierta forma sus palabras me duelen, y no por el significado de ellas en sí, sino más bien por la manera en que las dice. No estoy acostumbrada a este tipo de trato de su parte, es muy frío e indiferente, casi no lo reconozco.
Sin embargo, es lo que me merezco y lo acepto. Además, es mejor así, yo estoy en el inicio de una relación y su trato distante me ayuda a no caer rendida a sus pies como en otro momento hubiese pasado. Soy fuerte, puedo controlar mis emociones. Puedo hacerlo.
—Gracias, pero no debiste hacerlo. Estaba bien allí —miento descaradamente. Dormir en el sofá fue una experiencia que mi espalda se rehúsa a repetir.
Dylan voltea los ojos, ya sabe que no es verdad.
Lo veo ponerse de pie y acercarse a la punta de la cama. Reparo en las notorias ojeras que se marcan bajo sus ojos claros, acentuando aun más su cansancio. Definitivamente no durmió.
—¿Qué soñabas? —me pregunta, de pronto, dejándome algo sorprendida porque quiera continuar hablando conmigo.
Jamás le diré que estaba soñando con él. Ni loca.
—Ya no lo recuerdo —intento sonar firme, pero mi voz tiembla ligeramente al decirlo.
Un breve mutismo se asienta entre ambos, aumentando considerablemente mi nerviosismo. Además, que Dylan no despegue sus ojos de mí no me está ayudando en nada.
Desvío la mirada hacia mi izquierda y me encuentro con la poca luz mañanera que quiere filtrarse a través de las cortinas. Parece que el día está nublado.
Me aclaro la garganta antes de hablar.
—¿Qué hora es?
—Seis y media —responde cortante—. Tienes instituto, ya levántate.
Apenas dice eso, pego un salto de la cama. Maldición, no llegaré a ir hasta mi casa para buscar ropa limpia.
—Taylor fue por algo de ropa tuya —me señala la mesita de noche donde veo unos vaqueros, una camiseta blanca y otras zapatillas limpias, las que tengo aquí tienen mucha sangre.
—¿Taylor? —pregunto sarcástica—. ¿Por qué haría eso por mí? Me odia, no quiere ni verme.
—Tal vez sea por eso, mientras más rápido te marches será mejor para él.
Me quedo estupefacta al oír su elección de palabras. Por más que intento no darle mucha importancia, su indiferencia comienza a irritarme.
—¿Y para ti? —inquiero algo molesta.
Dylan abre la boca para contestar, pero la cierra de inmediato. No sé si sea porque lo dejé sin palabras o porque seguramente luego se arrepienta de lo que dirá.
—Cámbiate, te espero abajo. Yo te llevaré al instituto —dice finalmente, ignorando por completo mi pregunta.
Desaparece de mi vista en un parpadeo, dejándome con las palabras atragantadas en la garganta y un gusto amargo en la boca.
Resoplo frustrada y miro la ropa que mi hermano tuvo la cortesía de traerme para que me vaya lo más pronto posible. Incluso me ha traído ropa interior, que detallista. Me visto rápidamente y tomo la mochila que también encuentro a los pies de la mesita de noche.
Doblo la camiseta que Dylan me prestó y la dejo sobre la cama que acomodé lo mejor que pude.
Una vez lista, salgo disparada hacia el baño para hacer mis necesidades y arreglarme un poco el cabello. Como pensé anoche, no hay forma de que hoy pueda llevarlo suelto, asique tomo la liga que traje conmigo y recojo mi cabello en una cola alta.
Una vez lista, salgo al pasillo y me dirijo hacia las escaleras. En el camino me encuentro a Taylor que sube de la planta baja con una taza de café en su mano. Él se detiene abruptamente al verme. Le es imposible ocultar la expresión de aversión que toma control de sus facciones.
—Gracias por traerme la ropa —le digo con amabilidad.
Él solo asiente y me esquiva para regresar a su cuarto.
Dejo salir el aire que no sabía que estaba conteniendo y retomo mi camino.
No sé como haré para solucionar las cosas entre ambos.
A lo mejor necesita tiempo...
Sí, puede ser.
Una vez que llego a la sala, me encuentro a Dylan y a Kyle sentados en la mesa, charlando a un volumen que no alcanzo a oír. Al sentir mi presencia, guardan silencio y al mismo tiempo giran la cabeza en mi dirección.
Kyle me recibe con una sonrisa y Dylan no hace otra cosa más que darle un sorbo a su taza de café.
—¿Dormiste cómoda? —me pregunta Kyle con una sonrisita pícara en los labios.
Que bien, lo que me faltaba.
Dylan se pone de pie, arrastrando la silla consigo.
—Buen día para ti también —murmuro en dirección al primero.
—Te preparé waffles, para que comas algo antes de salir al mundo real. Necesitas energía para poder incorporar nuevos conocimientos, como las matemáticas, por ejemplo, o portales a otro mundo...
Me golpeo la frente mentalmente. ¿Portales? ¿Aun siguen con eso? Yo no sé como pueden creer que yo sea capaz de abrir un portar a otra dimensión. Es una locura.
De repente, un chillido se escapa de mi boca al ver algo pequeño dar un saltito arriba de la mesa. Me alejo como acto reflejo.
—Tranquila, es Henry Junior, mi mascota —se ríe Kyle de mi susto.
Me acerco con cautela y alcanzo a ver en el centro de la mesa un pequeño y tierno pajarito de color amarillo. Sus ojitos negros analizan todos mis movimientos con mucha atención.
—¿Henry? ¿Cómo el gusano? —le pregunto, un poco confundida.
Kyle entrecierra los ojos y me lanza una mirada acusadora.
—Sí, como el gusano que aventaste a China.
Recuerdo ese día. Con Kyle hicimos una carrera hasta el campo de entrenamiento, donde el perdedor tendría una prenda. Claramente yo perdí, y el muy idiota sacó un frasco de lodo de adentro de su mochila y me dijo que me lo comiera. ¿Quien lleva frascos de lodo adentro de su mochila?
Kyle.
Desde luego que no comí eso, sino que lo aventé lejos, muy, muy lejos. Lo que no sabía es que en realidad adentro había un gusano, la mascota de Kyle. Fue un final triste para él.
Y para Henry también.
—¿Donde lo encontraste? —le pregunto, señalando el tierno pájaro.
—Lo rescate de una tienda de mascotas. No vuela, nació con un problema en sus alitas.
Siento pena por el pobre animal, pero sé que con Kyle estará bien, es amante de los bichos y todas esas cosas.
Acerco temerosa mi mano y con el dedo acaricio su pequeña cabecita. El ave se deja tocar sin ningún problema, sus plumas son muy suaves. Sonrío y Kyle también lo hace.
Me resulta algo extraña su amabilidad. Es decir, a todos les arrebaté algo. Taylor perdió a Jill, Dylan me perdió a mí, además de a su abuela, sus padres y hermano, y Kyle quedó sin su novia Debbie y sin sus hermanos mellizos. Y a pesar de todo eso, él me habla y me trata como siempre lo ha hecho.
Le quitaste a Debbie, pero le pusiste a Miracle en el camino.
Sí... tal vez sea por eso que no guarde rencor. No lo sé.
—Gracias por el desayuno —digo, dándole dos mordiscos a uno de los waffles—, pero se me hace tarde, tengo irme ya.
Además, Dylan ya está esperándome de pie junto a la puerta.
Corro a su lado y juntos salimos al exterior de la casa. Lo primero que veo son los tulipanes blancos que decoran la entrada. Ni tengo que girarme a ver la casa para darme cuenta cual de todas es. Yo ya estuve aquí hace unos días y nadie me quiso atender. Ahora entiendo por qué.
Lo mismo sucede con el coche. Es el mismo que estuve viendo durante toda la semana. Yo no estaba equivocada.
Nos subimos al vehículo en silencio. Me aseguro el cinturón de seguridad y espero pacientemente a que Dylan encienda el motor.
Estar en este espacio tan reducido solo con él me provoca cierta ansiedad. Mientras conduce, de reojo observo como los músculos se le marcan bajo su camiseta negra cada vez que los contrae y relaja. Sus manos, grandes y fuertes, sujetan el volante y la palanca de cambios con total seguridad. No tiene de que preocuparse, claro, nadie en la ciudad tiene mejores reflejos que él a la hora de conducir.
Su presencia es imponente, en todo momento me siento pequeña a su lado; él es fuerte y poderoso, y yo no soy más que una simple humana que no tiene ninguna habilidad en comparación.
Pues tú los creaste. Ninguno es más fuerte que tú, Caitlin.
Me quedo algo sorprendida por ese pensamiento. En parte tiene mucha razón. Yo los creé, yo elegí sus fortalezas y debilidades, y nadie más que yo tuvo ese poder.
Sonrío en mi interior con orgullo. Al menos yo también tengo algo único que ellos no.
Cuando un semáforo en rojo obliga a Dylan a detener el coche, aprovecha el momento para buscar algo en la guantera.
—Esto es tuyo.
Me quedo boquiabierta cuando me entrega un teléfono idéntico al mío. ¿Compró uno nuevo? No hay forma de haber reparado el que se echó a perder.
—¿Compraste uno nuevo? —le pregunto sorprendida.
—No, es el que tus padres te regalaron por tu cumpleaños —me explica, manteniendo la mirada al frente.
¿Qué? Me quedo algo descolocada por su respuesta, hasta que la claridad de un recuerdo asoma entre mis pensamientos.
Una vez que estacionamos frente al instituto, mi padre se inclinó para abrir la guantera del coche y de allí sacó un paquete de tamaño mediano. Me lo entregó con una sonrisa en sus labios. Al tomarlo entre mis manos noté que tenía un peso muy ligero. Iba envuelto en un papel de regalo bastante colorido que me ponía de buen humor con solo verlo.
Rompí el envoltorio sin perder más tiempo y mis ojos se iluminaron cuando vieron la caja de un nuevo teléfono.
¡Imposible!
La emoción desbordaba de mí mientras abría la caja con apremio, pero al ver el interior me llevé la mayor desilusión de mi vida al encontrarlo vacío. Nada. No había nada.
¿Pero qué es esto? ¡Me engañó!
Me giré para ver a mi padre que se tronchaba de la risa.
¡No es justo!
Estuve a punto de decirle una sarta de cosas cuando de su espalda sacó el teléfono que debía estar en la caja.
—Te merecías un castigo —dijo luego de calmar su risa.
Sonreí de oreja a oreja y me lancé a sus brazos para darle a mi padre un merecido abrazo.
—Con tu madre pensamos en darte el regalo ahora, como ya se acerca tu cumpleaños...
Parpadeo varias veces para regresar de aquel recuerdo nostálgico. Ahora necesito poner atención en esta realidad.
Dylan pone nuevamente en marcha el coche cuando el semáforo cambia a verde.
—¿Trajiste esto del... otro lado? —ni yo puedo creer en mis palabras. Suena ridículo.
—Sí —contesta cortante.
Vaya... es increíble.
—Ya le añadí la tarjera SIM de tu otro teléfono —añade.
—Gracias —digo con sinceridad. Aprecio que haya hecho esto.
Dylan asiente solo una vez. Su mirada no se quita de la calle. Sé que esto le duele, me refiero al estar así conmigo, y no es el único. Yo también la estoy pasando mal, pero no quiero decirlo en voz alta, no quiero que se haga falsas esperanzas. Cuando me decidí a iniciar una relación con Aristeo iba enserio, no jugaría con sus sentimientos de esa manera. Sin embargo, siento que ahora juego con los de Dylan. Una parte de mí se siente demasiado culpable por causarle este sufrimiento, a fin de cuenta nosotros nunca terminamos.
En teoría siguen siendo novios.
Dios, esto es demasiado retorcido.
—Dylan, solo quiero decirte que lo siento. Yo no sabía que...
—Detente —me corta. Por primera vez desde que subimos al vehículo, sus ojos hacen contacto con los míos. Aquellos cargan con un profundo dolor y rabia que me congelan el alma—. Tus disculpas no arreglarán la situación. Te adelantaste, ni siquiera fuiste capaz de esperarme.
—¡Estaba volviéndome loca! —le explico, girándome lo más que me permite el cinturón de seguridad—. Aristeo fue quien estuvo allí para contenerme y evitar derrumbarme.
Indignado, niega varias veces con la cabeza mientras muerde su labio inferior.
—Tenías que esperarme —es lo único que dice luego de una pausa.
La tensión en el ambiente es palpable. Los dos estamos muy molestos con el otro.
—Me dijiste que llegaron aquí cuando desperté, ¿dónde estuvieron desde entonces? ¿Dónde estuviste tú? —le recrimino.
—¡Protegiéndote! —exclama exasperado—. ¡Tienes tras de ti a decenas de Raezers que te quieren llevar con el infeliz de Argus! ¿Sabes lo que pasará si él te encuentra? Te obligará a revelarle dónde está el maldito portal y luego te matará. Eres un estorbo para él.
El corazón se me cae a los pies al oír eso. Entonces él está vivo. Yo creí que había muerto junto con el Duxilum.
—Podían... podían habérmelo dicho antes —intento sonar firme, pero mi vos tiembla ligeramente—. Dejaron pasar más de una semana.
—Quería corroborar que a ti no te ocurría lo mismo que en el otro mundo —me dice, un poco más calmado.
—¿A qué te refieres?
—No sucede nada si pienso en ti. No te descompensas como pasaba del otro lado mientras eras una humana.
No había reparado en eso hasta ahora. Sí que siento esas punzadas en el pecho cada vez que niego su existencia o el cariño que le tengo, pero no más que eso.
Una vez que llegamos al instituto, Dylan estaciona justo en frente y espera a que yo baje.
—Gracias por traerme —digo antes de abrir la puerta para poder salir.
Pero, de pronto, mi muñeca se ve apresada por su mano. Giro la cabeza de inmediato y veo que Dylan observa detenidamente mi mano. Mejor dicho, está mirando el anillo que traigo puesto.
Ay no...
—¿Traes puesto el anillo? —pregunta desconcertado.
El día que él me lo regaló lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Con éste me había pedido finalmente ser su novia. Claro, todo eso en la otra realidad.
—Me dijeron que fue un regalo de mi abuelo. Era el anillo de Dulcie —le contesto, ahora sintiéndome una idiota por haber creído eso.
—Sabías que eso no era cierto —murmura malhumorado.
Sí, lo sabía. Maldición, lo sabía con certeza, tanto como sé que el sol se oculta por la noche y sale durante el día. Pero ¿qué podía hacer? Yo no sabía que ellos eran reales, que él era real.
—Yo... —ni siquiera se que decir.
—¿A qué juegas?
¿Cómo que a qué juego? ¡No tenía idea de nada cuando me lo puse! ¡¿Cómo puede pretender que lo sepa todo?! Está dolido, lo sé, pero ¡yo también lo estoy! No se imagina todo por lo que pasé estos días. No puedo correr a sus brazos como si nada. No jugaré con los sentimientos de Aristeo, él no se lo merece.
Tomándolo desprevenido, tiro mi brazo hacia atrás para soltarme de su agarre y hago algo de lo que estoy segura me arrepentiré luego. En un arranque de ira, me quito el anillo del dedo y lo deposito con brusquedad sobre la palma de su mano.
Su boca se abre ligeramente ante la sorpresa. Sí, a esa no se la esperaba.
Abro la puerta del coche y me bajo rápidamente antes de que pueda decir algo.
—¡Caitlin, espera! —alcanzo a oír su voz justo antes de que yo azote la puerta.
Camino con apremio hacia el interior del edificio sin mirar atrás. Dylan grita mi nombre un par de veces más, pero yo finjo no oírlo.
No, por hoy ya no quiero oírlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro