IX
No puedo creer que Taylor me haya ocultado una cosa así. Mi hermano, mi propio hermano siempre estuvo al tanto de la existencia de estos dos seres que una vez yo creé. ¿Tiene algún sentido eso? Claro que no. Nada tiene sentido a estas alturas.
Lo que no puedo entender es qué rayos me está diciendo. ¿Qué yo maté a Jill? ¿De qué está hablando? Él mismo la ha visto a lo largo de estos días, inclusive hoy. No comprendo su brusco cambio de humor. Las cosas entre nosotros estaban bien antes de bajarme del coche que él mismo condujo hasta la puerta del instituto. ¿Qué mosca le picó?
—¡Dime! ¡¿Por qué mataste a Jill?! —vuelve a gritar, presionando cada más mis menudos hombros.
Sus ojos azules chispean de una rabia jamás vista en él. Taylor suele ser una persona bastante pacífica, es difícil hacerlo enojar. Aunque estos últimos días sus actitudes podrían poner en duda eso.
Mis hombros comienzan a doler y Taylor no es capaz de percibirlo.
—Me lastimas —le digo entre dientes, intentando apartar sus manos que se han agarrotado a mi cuerpo.
—¡Dímelo, maldita sea! —ruge, zarandeándome como si fuese una máquina expendedora que le acaba de tragar el único dólar que tenía a mano.
Su pecho sube y baja al ritmo de su agitada respiración, preso de un ataque de una ira incontrolable.
Repito, jamás lo había visto tan furioso. Puedo sentir toda su ira y tensión emanando por todos sus poros, flotando como una densa neblina a su alrededor.
Dylan es el primero en correr hasta nosotros.
—¡Suéltala, Taylor! —le ordena, sujetando uno de sus brazos.
Kyle también se pone de pie, esperando el momento perfecto para intervenir.
—Acabaste con ella como si no valiera ni una mierda —me dice de frente, rechinando sus dientes—. Le diste una muerte que no se merecía. Me la arrebataste de la peor manera y jamás te perdonaré por eso.
Cuando creo que mis huesos no resistirán más, él afloja su agarre. La mirada de odio que me comparte se clava como un puñal en mi pecho.
Con el corazón en la boca, lo veo alejarse hacia la cocina. Abre el refrigerador y toma una botella de agua.
—¿Estás bien? —me pregunta Dylan, que no se ha movido de su lugar.
Regreso la vista hacia él y me doy cuenta de que está a solo un paso de mí. Estoy a un paso de su perfecto rostro. Él también se percata de eso y reacciona de una forma que me deja completamente desencajada. Su gesto se endurece y se aparta de mí como si mi presencia le causara rechazo. Se da la vuelta y toma asiento en una de las sillas que hay junto a la mesa, colocándose de frente al respaldo.
—Oye, Caitlin, tu disfraz luce muy real. ¿Cómo hiciste para que la herida siga sangrando? —pregunta Kyle, acercándose para ver más de cerca mi abdomen.
Yo no hice eso...
Miro hacia abajo y me sorprendo al ver en mi vestido un gran manchón de sangre, que lentamente va tomando terreno.
Me toco el vientre ante los estupefactos ojos de todos, buscando alguna herida, o alguna señal de dolor que me indique de donde proviene toda esa sangre.
—No es sangre —dice, de pronto, Taylor—. El olor, no es el mismo.
Claro, y él puede olfatear eso desde su posición. No lo creo.
Claro que puede, es un Raezer.
—Tienes razón —concuerda Dylan con mi hermano.
Sigo tanteando mi disfraz, buscando el origen de esa pequeña fuga. Finalmente, la termino encontrando dentro del bolsillo del vestido, donde había guardado un pequeño pote de sangre falsa por si la necesitaba en algún momento. Tal vez, durante el encuentro en el callejón, algún golpe debió de haber presionado el pote haciendo que estallara dentro del vestido, manchándolo todo.
—Que desastre —murmuro, tomando el pote entre mis manos cubiertas de sangre.
—Puedes limpiarte en la cocina —sugiere Kyle, volviendo a tomar asiento en el sofá.
Taylor se aleja de allí antes de que yo ponga un pie en ese sitio. Ni siquiera cruza mirada conmigo, enfila directo hacia las escaleras.
—¿A dónde vas? Te necesitamos aquí —
oigo que le dice Dylan.
Encuentro el cesto de basura en una de las esquinas y allí boto el pote de sangre reventado.
—No, no me necesitan. Y tampoco quiero estar a su lado —responde Taylor con frialdad.
Mentiría si dijera que sus palabras no me han dolido. ¿Desde cuando se comporta así? Casi ni lo reconozco.
—Oye, viejo, es tu hermana de la que hablamos —dice Kyle con incredulidad.
Me acerco a la encimera y abro el grifo, permitiendo que el agua caiga libremente sobre mis ensangrentadas manos. Si un vecino me llegara a ver por la ventana creería que acabo de asesinar a alguien.
—No, no lo es —contesta el rubio entre dientes. Llevo mi mirada hacia él, sin poder creer que haya dicho eso—. Ella no es mi hermana.
—Sí lo es —interviene Dylan—. Yo también tengo mis razones para creer lo contrario, pero no lo hago. Ya hablamos de esto.
¿De qué demonios están hablando?
—¡Vamos, Dylan! Ni siquiera te mira de la misma forma.
Mi corazón vuelve a agitarse al oír esas palabras.
El rostro de Aristeo se me viene a la mente al instante. No, no pueden hablar así delante de mí. Deben respetar que estoy en una relación.
Camino hacia ellos algo molesta.
—¿Cómo tendría que mirarlo? —pregunto, cruzándome de brazos.
Dylan frunce los labios al oír mi pregunta. Por la forma en que sus ojos me miran, luce algo decepcionado.
—¿Lo ves? —me señala mi supuesto hermano con la mano.
—No importa eso ahora, tenemos un asunto más importante que resolver —dictamina Dylan, aunque un poco a regañadientes.
—Pues quiero oír como piensas resolverlo entonces —Taylor camina ofuscado hacia el sofá y se sienta junto a Kyle.
—Juntos podemos hacerlo —le aclara Dylan, haciendo énfasis en la primer palabra.
Camino recelosa hacia el otro sofá y tomo asiento. Mis ojos se posan en Taylor.
—¿Tú sabes quienes son ellos? —le pregunto en un murmullo, señalando a Dylan y a Kyle.
Mi hermano suelta una risita desganada.
—No soy quien tú crees —dice, entonces—. Y tú tampoco eres quien crees ser.
Me tomo un par de segundos para asimilar lo que acaba de decir. ¿Y quién piensa que es entonces?
—Tú eres Taylor... mi hermano —le aclaro. Intento sonar segura, pero mi voz tiembla ligeramente al final de la frase.
Él niega con la cabeza. Su expresión de irritación solo hace que me sienta peor a cada minuto que pasa. ¿Qué le sucede? ¿Qué le hice?
—Necesito que alguien me explique qué está pasando —exijo, ya cansada de tener que estar adivinando.
—¿Quién le dirá? —inquiere mi hermano—. No le creerá a ninguno, asique da igual quien lo haga.
—Tengo una idea —la voz de Kyle llama la atención de todos.
Ay no...
Dylan junta las cejas y lo mira a la espera de que hable.
—Llama a su teléfono —demanda, señalando el aparato que sobresale del bolsillo del pantalón de mi hermano.
¿Por qué haría eso? Si está justo frente a mí.
Kyle rueda los ojos al ver que los segundos pasan y yo no muevo un dedo.
—Solo hazlo, Caitlin —me exhorta.
Lo haría, pero... hay un problema.
Tomo de una puntita lo que queda de mi teléfono. Como el vestido solo tiene un bolsillo, los restos del aparato también se bañaron en sangre. Esto es algo muy doloroso de ver. Ni siquiera están todas las piezas, faltan algunos trozos de pantalla.
—Bueno, tengo el leve presentimiento de que eso no encenderá —se le ocurre decir al inteligente de Kyle.
—Oh, ¿tú crees? —comenta Taylor con sarcasmo.
Dylan toma su teléfono que estaba apoyado sobre la mesa y se pone de pie para entregármelo. Vuelvo a guardar el mío y me limpio el resto de ese líquido viscoso de los dedos con el vestido.
—Ten, el número está agendado —me indica, entregándome el móvil.
—Observa, lo que ocurre es increíble —afirma Kyle con una sonrisita en los labios.
Desbloqueo el teléfono y no necesito irme a Contactos, hace tiempo que me tomé el trabajo de aprenderme los números de mi familia, asique lo único que debo hacer es marcar el número de mi hermano.
Al primer tono, su celular comienza a sonar en el bolsillo de su pantalón, pero él no mueve un dedo para contestar la llamada, solo se limita a observarme con expresión seria.
No entiendo, ¿a qué esperamos?
Miro los rostros expectantes de todos, como si en cualquier momento fuese a ocurrir algo.
Siento que me toman el pelo, o peor aun, si esto es una especie de sueño o algo así, yo misma me lo estoy haciendo. Es ridículo.
Pero, de pronto, cuando estoy a punto de colgar la llamada, alguien contesta.
—¿Hola? —la inconfundible voz de Taylor se oye desde el otro lado de la línea.
El corazón se me detiene, al igual que mi respiración que se corta abruptamente.
¿Qué es esto?
¿Cómo... cómo es posible? Si Taylor... él está frente a mí.
De la impresión que me llevo, el teléfono se resbala de mis manos y termina en el suelo.
Un nudo se forma en mi garganta, impidiendo que el aire circule a mis pulmones. No soy capaz de hablar ni de respirar.
Miles de teorías comienzan a bombardear mi mente, clavándose como misiles en mi cerebro, haciendo explosión y esparciendo locas ideas por toda mi cabeza.
¿Viajeros en el tiempo?
¿Mundos paralelos?
¿Taylor tiene un gemelo?
¿Mundos paralelos?
Una broma de mal gusto.
Mundos paralelos.
¡Déjate de tonterías, conciencia! Esto no es más que una maldita broma. O peor aun, esto es una alucinación, tal cual dijo Aristeo.
—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —alcanzo a oír su voz a través del parlante.
Kyle toma el teléfono a una velocidad increíble, lo vuelve a poner en mi mano y lo lleva a mi oreja. Lo veo hacer algunas señas para que baje de mi nube y responda.
¿Qué debo decir? Tendría que colgar y terminar con esto
Solo sígueles la corriente.
Me obligo a incorporar oxígeno a mi cuerpo para poder hablar.
—H-hola —es lo único que soy capaz de decir.
—¿Caitlin? —enseguida reconoce mi voz—. ¿Caitlin eres tú?
Dylan se coloca detrás del sofá donde están Taylor y Kyle, apoyándose sobre el respaldar para poder tener una mejor vista de la situación. Sus increíbles ojos grises conectan con los míos por un segundo y creo ver en él un ligero asentimiento, animándome a hablar.
—Sí... sí, soy yo —intento que mi voz suene normal, pero es inevitable que tiemble un poco.
¿Cómo no estar nerviosa con algo como esto? Estoy hablando con mi hermano, el mismo que se supone que está frente a mí, mirándome en silencio.
—¿De dónde llamas? ¿Ocurrió algo? ¿Estás bien? —pregunta Taylor, algo preocupado.
Esto es una locura. No, no puede ser real.
¿Cómo puede ser que haya dos Taylor?
—Estoy bien, tranquilo. Yo... eh... quería avisar que vine a lo de Penny a pasar la noche —me invento sobre la marcha—. ¿Le puedes avisar a mamá por mí?
—¿De quien es este número? —vuelve a preguntar, pasando por alto todo lo que dije. Por el tono de su voz, presiento que está desconfiando—. ¿Dónde está tu teléfono?
—Estoy usando el... el teléfono de Jill, porque al mío se le agotó la batería.
El Taylor que tengo delante me mira por las rendijas de sus ojos al oír su nombre.
—Lo siento, creí que te había ocurrido algo —suspira aliviado mi otro hermano.
Muchas cosas ocurrieron, demasiadas.
Por un momento tengo ganas de creerme esa mentira que dije e imaginar que estoy con mis amigas, pero enseguida reparo en donde estoy sentada, o en los rostros de las personas que están frente a mí y... las ganas de salir corriendo no me faltan.
—Tranquilo, no te preocupes. Ya debo colgar, veremos una película antes de dormir —me siento una horrible persona.
Observo detenidamente al farsante que creí mi hermano. Sus voces... son iguales. No entiendo nada.
—Vale, nos vemos mañana —se despide el otro.
Cuelgo el teléfono y lo dejo a mi lado en el sofá.
La estancia se ve sumida en un pesado silencio que recae sobre nosotros como un denso manto.
Tres pares de ojos están sobre mí, mirándome con cautela a la espera de alguna reacción.
Mi corazón late con fuerza dentro de mi pecho, golpeando contra mis costillas en un intento de huir.
No sé que pensar. Estoy tan confundida que mi cabeza da vueltas como un imparable carrusel. Siento que todo este tiempo estuve intentando tapar la luz del sol con mis manos; es imposible esconderlo, siempre encontrará una forma de escapar. Mis malos pensamientos pasaron a ser el sol y yo misma quise ser las benditas manos para intentar ocultarlos, controlarlos... Como si eso fuese posible. Ahora me doy cuenta de que he perdido el control de absolutamente todo.
Mi mente comienza a rebuscar entre todos los recuerdos recientes, mostrándome en un principio el día en el cual creí ver a Dylan saliendo de la oficina de mi madre, o la forma en que sus ojos me miraron a través de la máscara que llevaba puesta en el baile de hoy, su aparición repentina e impresionante en la feria donde me salvó la vida, la batalla en el callejón, la fuerza sobrehumana, los gritos agonizantes de esas personas que fueron asesinadas por quienes tengo delante, mi sorpresa al volver a ver a estos hombres, y por último mi hermano y su gemelo. Sí, su gemelo.
Al terminar de ver ese pequeño pantallazo de todo lo que viví en tan poco tiempo, me veo invadida por cientos de sentimientos encontrados.
¿Cómo sé si todo esto es verdad? Yo solo escribí un libro, ¿cómo se explica que los personajes que imaginé estén frente a mí? Es imposible. Siempre fueron ideas que plasmé en una hoja. Todo siempre ha estado en mi cabeza. ¿Será ese el problema? Mi cerebro está mal, yo lo estoy. Y lo reconozco, lo peor de todo es que lo hago y sin embargo me dejo llevar por eso. Aquí estoy, ¿no?
Mis ojos se detienen en cada uno de ellos. Primero miro a Dylan, que mira atentamente cada uno de mis movimientos por más mínimos que sean, como si estuviese analizándome.
Kyle, por otro lado, me está observando como siempre lo ha hecho, con esa mezcla de picardía y socarronería tan típica en él.
Y mi hermano luce como mi hermano, salvo por esa expresión de molestia que últimamente... Esperen un momento. Creo haber encontrado una pieza del rompecabezas.
¿Y si la persona que tengo frente a mí se hizo pasar por mi hermano durante estos días?
Si es así, creo haber encontrado la respuesta a todas esas veces que él me trató... diferente. Taylor jamás suele enfadarse conmigo, siempre hemos mantenido una buena relación fraternal. Pero estos días se estuvo comportando como un cretino más de una vez.
¿Habrá sido él quien armó toda esa discusión para que no me permitieran salir por primera vez con Aristeo? Si mal no recuerdo, al volver esa noche, Taylor lucía algo desorientado y confundido, como si jamás se hubiese enterado de que esa noche yo salía con él.
Oh, por Dios. ¡Ahora todo tiene más sentido!
Me pongo de pie tan rápido que casi pierdo la estabilidad.
—¿Tú te has hecho pasar por mi hermano? —lo acuso con el dedo.
Taylor frunce los labios cuando oye mis palabras. No tendría que molestarle, según él yo no soy su hermana. Fueron sus palabras no mías.
Su silencio es todo lo que necesito para confirmar mis sospechas.
¡El muy maldito...!
No lo puedo creer. El lío mental que tengo en la cabeza continúa agrandándose a medida que me voy dando cuenta de las cosas.
Que gran locura. Ni siquiera puedo creer que esté pasando por todo esto.
No puedo contenerme, es muy difícil hacerlo. Primero mis labios se curvan un poco hacia arriba, luego una amplia sonrisa de lunática transforma mi rostro en la de una trastornada total. Comienzo a reír. Sí, como están leyendo. Me río como jamás lo hice en toda mi vida.
Disimula, creen que estás loca.
No necesito disimularlo, yo sé que lo estoy.
Caigo de culo nuevamente en el sofá, riendo sin poder parar. ¡Esto es horrible! Nada de lo que está pasando me hace gracia, no sé por qué no logro controlarme.
—Oigan, ¿está bien? Yo creo que la rompimos —le cuchichea Kyle a los otros dos, como si yo no pudiera oírlo.
Tardo un par de segundos en tranquilizarme, y cuando al fin lo consigo, dirijo mi vista hacia Dylan. Sus facciones no demuestran ninguna emoción, pero a mi no me engaña, lo conozco bien, sus ojos no pueden mentirme. Sé que esto le afecta a él también, a pesar de que no pueda sentir sus emociones como solía pasar antes.
Esto es una jodida locura. Nada tiene sentido. ¿Cómo pude llegar a esto?
—Debo irme —les digo, repentinamente, poniéndome de pie para iniciar la marcha hacia la salida.
¿Qué haces?
Lo que debí hacer hace tiempo.
—¿Cómo es que se va? —oigo a Kyle preguntar a mis espaldas—. Dylan has algo, debemos regresar pronto.
—Como si a ti te importara marcharte ya... —susurra Taylor en respuesta.
—¿Y a ti? —inquiere el otro algo molesto.
¿Por qué pelean? Son libres de irse a donde se les de la real gana. Como yo ahora.
Pero cuando estoy a solo un metro de la puerta, Dylan se planta frente a mí en un pestañeo, bloqueándome la salida.
Doy un paso atrás, algo sorprendida por su repentina aparición.
—¿A dónde vas? —me pregunta, algo inquieto.
Mi corazón reacciona a su cercanía y a su voz latiendo como desquiciado.
—Directo al manicomio —respondo sin vueltas.
Esto que estoy visualizando no es real. No estoy hablando con nadie, es todo parte de mi imaginación.
Debí haber pedido ayuda cuando aun había tiempo, pero ya no lo hay. Ya no soy capaz de distinguir entre lo real y lo imaginario. Creí que podía sola con esto, pero me equivoqué.
No es secreto que hoy en día el mundo esté formado por todas las personas con sus propias locuras. Nadie está cuerdo, y quien se atreva a negármelo les puedo asegurar que ese es el peor de todos. Yo misma lo confirmo.
Antes solía considerarme una persona razonable, prudente. Pero jamás imaginé que al verlo a él, parado frente a mí, terminaría cambiando mi forma de ver el mundo, incluso mi manera de pensar.
No existen las personas sensatas, aun en el sujeto más correcto pueden encontrarse grados de locuras de los cuales jamás nos enteraremos. La mente de cada uno puede esconder millones de secretos que morirán con nosotros.
Dylan sujeta el pomo de la puerta antes de que intente escapar.
—No puedes irte —me dice, negando levemente con la cabeza.
—¿Tú me lo impedirás? —pregunto imperativa.
Veo como avanza dos pasos hasta quedar a pocos centímetros de mí. Levanto la cabeza para poder apreciar sus perfectos ojos.
Piensa en Aristeo, piensa en Aristeo.
—No puedes irte porque no estás loca, Caitlin —susurra con una intensidad que por poco hace que mis piernas se doblen.
El sonido de su voz es increíblemente adictivo de oír, es tan varonil, jovial y profundo, que me extraña que eso sea parte de mi imaginación. Luce tan real...
—¿Tú que sabes? Yo te cree a ti —le discuto. Una risita desganada sale de mi garganta al darme cuenta de algo importante—. Y ahora estoy discutiendo conmigo misma, esto es increíble.
Lo esquivo para retomar lo que estaba por hacer antes de que Dylan se interpusiera, pero vuelve a obstaculizarme el camino con una rapidez que me deja perpleja. Vale, aun no me acostumbro a eso.
—Sí, tú fuiste la que nos creaste, pero ya no tienes control sobre nosotros. Aquí no, ¿sabes? —afirma él, completamente seguro de sus palabras.
No entiendo nada.
—¿De qué hablas? —pregunto desconcertada.
Dylan comienza a avanzar unos pasos para que yo retroceda y me aleje lentamente de la puerta mientras escucho con atención sus palabras.
—Nosotros no pertenecemos a este sitio —dice, entonces.
Es algo obvio, ¿no?
—Eso lo sé mejor que nadie. Ustedes solo existen en mi cabeza —murmuro, algo atontada por su cercanía. Mis pies no dejan de retroceder.
—No. Tú puedes vernos, puedes tocarnos y oírnos. Somos más reales de lo que crees.
En un movimiento rápido, sujeta mi mano y la coloca extendida sobre su pecho. Nuevamente, millones de descargas ascienden por mi brazo hasta llegar a mi corazón para darle un chute de adrenalina. Los bombeos frenéticos de mi corazón se coordinan con exactitud con los de él. Esto es algo... algo... extraordinario.
Sabes a dónde perteneces, sabes quien eres en realidad, Caitlin.
—Detente —le suplico. Me niego a creer en todo esto.
Hazlo.
—Vamos, Caitlin, una parte de ti lo sabe
—insiste.
—No... no puedo... —poco a poco mi voluntad comienza a resquebrajarse.
No puedo dejarle ganar, eso... eso me mataría.
—Tienes que ayudarnos. Necesitamos volver —dice en un murmullo.
Mis pies se detienen de inmediato. ¿Qué dijo? Retiro la mano de su pecho y me quedo mirándolo con cara de idiota.
—¿Volver? —pregunto.
Dylan toma aire mientras le da una mirada a los otros dos, que observan atentamente la situación.
—Ya es hora, hermano. Hazlo —lo anima Kyle con una gran sonrisa, como si hubiese anhelado este momento desde hace mucho tiempo.
Taylor también asiente imperceptiblemente, pero por la expresión de su rostro éste no está igual de entusiasmado que Kyle.
Dylan gira la cabeza nuevamente hacia mí y me mira por un par de segundos más antes de soltar la verdad.
—No pertenecemos a este mundo, sino a otro, al que tú creaste —me revela—. Accidentalmente caímos aquí, en tu realidad.
Imagínense la expresión de mi rostro al oír todo eso.
—Caitlin, tú creaste un universo paralelo.
Te lo dije.
¿Un qué? Eso es imposible.
—No es divertido —le digo, negando con la cabeza.
Dylan pasa por alto mi comentario y continúa diciendo locura tras locura.
—Cada libro tiene su propio mundo. Todo escritor o escritora es capaz de crear un universo del cual solo él o ella sabe donde está la entrada.
—El mundo mágico de Harry Potter existe, ¿lo sabías? —dice Kyle, emocionado.
¿Qué?
—Tiene razón —afirma Dylan—. Y solo su escritora tiene la llave de la entrada.
—El país de las maravillas es real, Hogwarts, Tierra Media, Forks y sus hadas con brillo también son reales... —enumera Kyle con los dedos.
—¿Hadas con brillo? —pregunta Taylor confundido.
—Los vampiros, esos que corren por los bosques y brillan a la luz del sol —responde el otro con aire indiferente, como si los vampiros no estuvieran a su altura.
De solo imaginar que eso pueda llegar a ser verdad... sería alucinante.
—Como dije antes, solo tú sabes donde está la entrada a tu mundo, Caitlin. Necesitamos volver cuanto antes.
—¿Y yo cómo voy a saber dónde está eso? —pregunto con incredulidad.
—Pues ponte a pensar —murmura Kyle desde su lugar.
—Esto es ridículo —digo por lo bajo, comenzando a dar un paseíllo nervioso por la sala.
A pesar de que crea que es un jodida locura, tiene sentido. Tiene muchísimo sentido. ¿De que otra forma explicaría que ellos estén aquí? Además, Ashley y Trevor fueron capaces de vernos a todos en el callejón. Eso quiere decir que no lo imaginé. Nada de esto es imaginación mía.
Oh, por Dios. ¡No estoy loca!
Dylan decide darme mi espacio para pensar y digerir a mi ritmo la noticia. Lo veo caminar nuevamente en dirección al sofá donde estaba yo antes, en el cual toma asiento.
—¿Y cómo es que llegaron hasta aquí?
—pregunto en general, intentando entender esto.
—Bueno... —comienza a explicar Dylan, pero lo interrumpo al darme cuenta de un pequeño detalle.
—¿Cómo estas vivo? Yo te vi muerto —digo en un murmullo, conteniendo el nudo que se ha formado en mi garganta.
Aun tengo la imagen de él en el suelo, con sus ojos abiertos mirando fijo hacia la nada. La sangre se congela en mis venas de solo recordarlo.
—¿Tú? —pregunta Kyle, algo perdido.
Claro, ellos no lo saben. No tienen ni idea de que pude revivir la historia en mi cabeza, mientras no podía hacer otra cosa más que escuchar. Ellos ni se imaginan que todo lo que Aristeo me leyó se convirtió en mi mundo entero. Al despertar ni siquiera quise aceptar mi mundana vida. Hasta el día de hoy la sigo rechazando, pero al menos sé que ahora tengo opción de elegir.
Y no estoy loca.
—Una persona me leyó mi libro todas las noches durante el tiempo que estuve inconsciente. Fui capaz de sentir en carne propia todas las emociones que escribí para la protagonista, que a fin de cuentas soy yo —les aclaro.
—Aristeo —dice Dylan, de pronto—. Esa persona se llama así, ¿verdad?
Inmediatamente mis ojos vuelan hacia él. Su mandíbula se ha apretado con fuerza, y sus manos se han convertido en dos puños que descansan sobre sus muslos. Su rostro no es la viva imagen de la alegría justamente...
—Sí —respondo en un murmullo.
—¿Y es tu... novio? —pregunta Kyle dudoso. Cada dos por tres sus ojos le echan una miradita rápida a Dylan para ver como reacciona.
Taylor también levanta su antena y se pone a oír con mayor atención.
¿Cual es la necesidad de ponerme en esta incómoda situación?
—Algo... algo así —contesto un poco nerviosa.
¿Por qué reacciono así? No debería sentirme de esta manera. Se supone que Dylan no pertenece a este mundo, él ya tiene a... Un momento...
—¿Hay otra como yo? —pregunto atónita.
—Esa es una historia muy graciosa —se adelanta a decir Kyle—. Todos tenemos a nuestro gemelo. Pero tú no tienes a nadie. En nuestro mundo simplemente desapareciste, Caitlin.
¿Desaparecí de su... mundo? ¿Cómo es eso posible?
—Todo es muy confuso desde que destruimos el Duxilum —aclara Dylan—. Nada tiene sentido, lo que hacemos, lo que pensamos.
Otra pieza más del rompecabezas cae en su lugar.
—Porque el libro está incompleto —digo en un susurro al darme cuenta de ese detalle.
Todos se quedan inmóviles por un segundo al oír eso. Por supuesto que no se lo esperaban.
—Ahora entiendo —Kyle decide romper el silencio—. No quería criticarte, pero yo ya iba a decir que tu final fue una mierda.
Taylor hace un gesto muy sutil, pero justo lo alcanzo a ver. Él también está de acuerdo con lo que dijo su amigo.
Claro que lo va a estar. Le mataste a su novia, ¿qué esperas?
Por otro lado, Dylan parece estar sumergido en su mundo. Ha adoptado una posición pensativa, con sus ojos mirando a un punto fijo en el suelo y su dedo índice acariciando su labio inferior.
—¿Pensaste algún final aunque sea? —la voz de Taylor me hace desviar la mirada hacia él. Al parecer ya me dirige la palabra. Su enfado parece haber disminuido un poco, sin embargo sus ojos continúan mirándome con censura.
Cuando estoy a punto de responder a su pregunta, Dylan vuelve en sí y saca de no se donde una pequeña libreta, sosteniéndola en el aire para que yo pueda verla.
¿Eso no es mío?
—¿De dónde la sacaste? —le pregunto, frunciendo ligeramente mi ceño.
No volví a abrir esa libreta desde el día anterior a mi accidente. Allí solía escribir todas las ideas que surgían en mi cabeza para añadir al libro. Pero al despertar de ese coma mi manera de pensar también cambió. Ya no soy la misma que era antes. Cualquier cosa allí escrita no me iba a servir.
—La tomé hace un tiempo de tu cuarto —responde.
No me lo pienso dos veces. Con premura, camino hasta su posición para poder recuperar lo que es mío, pero Dylan se pone de pie de inmediato y esconde la libreta detrás de él para evitar que se la robe.
Desde luego que no haré el intento de quitársela, eso sería vergonzoso, él me saca sus buenos centímetros de altura, sin contar que es mucho más fuerte y ágil. Sería una pérdida de tiempo.
—Devuélvemela —le pido, extendiendo la mano para que la deposite en la palma.
Dylan me mira fijamente por un eterno segundo, en el cual mis piernas comienzan a temblar del nerviosismo que su presencia me causa. A continuación, saca la libreta de su escondite y la deposita abierta en mi mano.
—¿Alguna vez deseaste que todo lo que escribiste fuera real? —me pregunta, entonces.
Por supuesto que sí. Cuando desperté del largo sueño, lo único que anhelaba con todas mis fuerzas era que todo lo que Aristeo me había leído fuese verdad.
—Nunca deseé tanto algo como cuando desperté y me di cuenta que mi mundo se había desmoronado —respondo en un murmullo.
—Eso explica muchas cosas —murmura Dylan.
—¿A dónde quieres llegar, Dylan? —pregunta Kyle, que parece estar devanándose los sesos por entenderlo todo.
—Lee —me pide Dylan, señalando mi libreta.
Frunzo el ceño y leo las hojas que ha dejado a la vista.
Muerte de Jill.
Día especial.
Retorno de Taylor.
Viaje al castillo.
Destrucción del Duxilum.
Mi muerte.
Muerte de Dylan.
En una de las hojas están anotadas en orden cada una de las ideas sobre las cuales escribí en su momento. Pero en la otra hoja, no son más que palabras sueltas y sin sentido:
Almas gemelas.
Final abierto.
¿Fin Duxilum?
¿Dylan vive?
¿Segundo libro?
Regreso la vista a dos de esas frases en la lista, que son las únicas que están subrayadas. Recuerdo haberlas escrito como posible final, pero no me terminaba por convencer. De una u otra forma debía destruir el Duxilum para escribir la parte trágica de la historia. En cuanto al segundo libro, si ni siquiera pude terminar el final del primero mucho menos podría seguir con el siguiente.
—Estamos aquí desde el día que tú despertaste —me dice Dylan, como si él ya se hubiese dado cuenta de algo que yo no.
—Pero... —el estridente sonido de un teléfono me corta a mitad de la frase.
El bolsillo del pantalón de Taylor se ilumina al recibir la repentina llamada. Toma el teléfono entre sus manos y frunce el ceño al ver el número, pero atiende de inmediato.
—¿Hola?
Su ceño se frunce aun más cuando oye la voz del otro lado. Sus ojos se detienen en mí y extiende el teléfono en mi dirección.
—Es Penny —me indica.
Palidezco al pensar que mi otro hermano pudo haber atendido la llamada. Además, ¿qué hace llamando ella a su número?
Tú ya no tienes teléfono.
Maldición.
Tomo el teléfono y lo llevo a mi oreja.
—¿Penny? —contesto, sin poder ocultar el asombro en mi tono de voz.
—¿Dónde está tú teléfono? ¡Creí que te habían secuestrado! —su grito casi rompe mi tímpano.
Incluso Kyle alza ambas cejas al oír ese chillido.
—Lo siento, olvidé llamarte —me disculpo—. Ya estoy en casa.
Mientras hablo, mi mirada recae en el moretón que ha comenzado a formarse en mi brazo. Hago una mueca de dolor al recordar como el sujeto del callejón me presionaba la piel como si yo fuese de goma. Estoy segura que sus dedos quedarán marcados allí por un buen tiempo.
—Sí, lo sé —murmura ella. La imagino volteando sus ojos—. Tuve que buscar entre los llamados de hace tres meses para encontrar el número de Taylor.
Recuerdo que ese día olvidé mi teléfono en casa, pero estuve toda la mañana buscando en cada rincón del instituto pensando que lo había perdido allí.
—¿Taylor? ¡¿Dijiste Taylor?! —se oye, de pronto, la inconfundible voz de Jill.
Mi hermano se pone de pie al segundo de haber oído su voz. Su rostro ha cambiado totalmente, ahora sus ojos brillan con una adoración que me deja pasmada. Es como si un reflector le apuntara directo a la cara.
—¿Es ella? —pregunta con una ilusión que se clava como puñal en mi pecho.
¿Qué es lo que hice?
No debiste matarla.
—¿Esa fue su voz? —quiere saber mi amiga, y por el tono que usa la imagino con una sonrisa que debe ocupar toda su cara.
—Sí, fue él —suspiro.
—¡Taylor te amo! —el grito que sale por el parlante casi me deja sorda.
Madre mía, ¿se habrá terminado la fuente de ponche ella sola?
A pesar de que no está en manos libres, el mencionado alcanza a escucharlo todo. Su mano se convierte en un puño y se tapa la boca como si se estuviese conteniendo. Al percatarse de que mis ojos están puestos en él, me lanza una mirada llena de odio.
Vale, me lo merezco. Merezco su odio. No debí matar a Jill en mi libro.
Si todo lo que me dijeron es cierto, él debe estar viviendo un calvario. No puede acercarse a Jill de la forma que desearía porque en esta realidad ellos no son novios, aquí nunca lo fueron. Y además de eso, su cabeza debe estar hecha un lío. Lloró la muerte de una persona que en realidad no murió del todo.
—Ya cállate, tonta —puedo oír la regañina de Penny—. Lo siento, señor, disculpe la idiotez de mi amiga.
¿Señor? Deben estar arriba de un taxi, seguramente recién salieron de la fiesta. Eso explica mucho...
—Siéntate, deja de torturarte —Kyle intenta llamar la atención de mi supuesto hermano, pero está tan enfrascado en oír la conversación que no le presta atención al otro.
—Solo dile a Penny que ya estoy en... mi casa. No llamen a mi teléfono, tiene la batería descargada —no hay ni una cosa cierta en todo lo que dije.
Que triste.
—¡¿Entonces este es el número de tu hermano!? ¡¿Cómo es que tú lo tienes y yo no?! —nuevamente el tono agudo de su voz vuelve a aturdirme el oído.
Su chillido no me asusta, pero sí que me sobresalto cuando Taylor golpea con su puño el apoyabrazos del sofá en señal de frustración.
—Adiós, Jill.
Cuelgo rápidamente la llamada y permanezco en silencio. ¿Qué debo decir? No puedo hacer más nada que disculparme, a pesar de que eso no solucione las cosas para él.
—Taylor, lo lamento. No sabes cuan...
—¡No! —me corta, elevando su voz unas octavas, producto del enfado que lo domina en estos momentos—. No te atrevas a hacerlo.
Su rechazo realmente duele, pero estoy segura que no se compara con lo que está sintiendo él en este momento.
—No veo la hora de irme de este maldito lugar —murmura por lo bajo.
—De todas formas ella también vendrá —le dice Kyle, señalándome con el dedo.
—¿Qué? —pregunto yo, desconcertada.
—Empieza la segunda parte del juego —se encoje de hombros como si fuese lo más obvio.
¿Segunda parte? ¿De qué está hablando?
—No te entiendo, Kyle.
—Es obvio, cuando tú decidiste dejar vivir a Dylan cambiaste toda la historia. Su reaparición tiene que tener algún sentido, ¿no?
—Y cuando deseaste que todo fuera real nos permitiste ingresar a tu mundo —añade Dylan, poniéndose de pie.
Mi mandíbula casi toca el suelo al oír todo eso. ¿Eso hice yo?
—La gran pregunta es, ¿por qué? ¿Por qué nos hiciste venir? —murmura Kyle, fingiendo hacerse el pensativo.
—¿Y yo como voy a saber eso? —pregunto exasperada.
—Claro que lo sabes, cerebrito —se mofa él—. Caímos en tu mundo para llevarte, ¿no es verdad?
—¿Y por qué lo harían?
—Porque no tenemos opción —oigo a Taylor murmurar por lo bajo.
—Necesitamos tu ayuda, y tú la nuestra —dice Dylan, acercándose un paso a mí.
¿A qué se refiere con eso?
No es difícil de adivinar.
Observo un segundo más la libreta que tengo entre mis manos. Claro... ¿cómo no me di cuenta de eso antes?
Alzo la mirada para poder ver a Dylan a los ojos. Su altura me resulta un poco intimidante, a decir verdad, sin embargo en ningún momento me echo hacia atrás.
Espero en silencio a que hable. Ya comienzo a hacerme una idea de la dirección que ha tomado la charla. La lista, la dichosa lista que tengo en mis manos siempre tuvo la respuesta.
Una horrible quemazón se instala en la boca de mi estómago al intuir lo que Dylan dirá a continuación.
—El Duxilum que destruimos solo era uno de varios —afirma con seguridad—. Nada terminó, Caitlin.
No, en realidad esto recién inició...
....
N/a:
Hola mis hermosos Raezers, espero que estén muy bien! ❤
¿Se esperaban esta sorpresita en la historia?
Fue un capítulo largo, lo sé. Tuve que atar muchos cabos para no dejar nada suelto y que se entienda la idea.
Tal vez tengan dudas, pero tranquilos que en los siguientes capítulos iré explicando de a poco como funciona esto. Aun me queda por aclarar muchísimas cosas.
A partir de este punto se vienen varias cosas interesantes. Se enterarán que pasará con Caitlin, Dylan y Aristeo. O como seguirá la relación con Taylor, ¿creen que su hermano la perdone?
Si les gustó el capítulo no olviden votar y dejar sus lindos comentarios.
Los quiero! ❤
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