IV
Ya han pasado dos horas desde que llegué a mi casa. Desde entonces, he estado tirada en mi cama con el fin de poder estar sola para pensar mejor las cosas.
¿Existen las coincidencias? ¿Es posible que todo lo que una vez imaginé de verdad exista?
Ya sé que me obligué a mí misma a olvidarlo todo, pero es que es tan difícil hacerlo. No puedo simplemente olvidar de un día para otro todos los momentos que creí vivir.
Todo fue una mentira.
Me incorporo en la cama, quedándome sentada en medio, y levanto mis rodillas para envolver mis brazos alrededor.
¿Qué es lo que está pasando conmigo?
Tan solo insinuar que Dylan es real y pueda estar aquí entre nosotros ya me califica como una demente. Ni siquiera puedo hablarlo con nadie, porque ninguno en su sano juicio pensaría en estas cosas.
Entonces olvida todo lo que tú cabeza una vez creó.
Estoy segura que una vez que lo haga no habrá vuelta atrás. Soy ese tipo de personas que deja el pasado donde debe estar, jamás vuelvo a él. Es por eso que la actitud que tengo ahora me está volviendo loca, no acostumbro a salirme de los márgenes y lo que me pasa en estos momentos se escapa totalmente de mi control.
Un par de golpes en la puerta me advierten que alguien está por entrar. Me acomodo mejor en la cama para que nadie se percate de la crisis que me carcome la cabeza.
—¿Caitlin? —pregunta Taylor, asomando medio cuerpo por la puerta—. Te buscan abajo.
No tiene ni que decirme el nombre, yo ya sé de quien se trata.
—Es Aristeo, ¿verdad? —me limito a decir.
Mi hermano asiente, observándome con sus ojos entrecerrados.
Sin decir más nada, me levanto, me pongo nuevamente las zapatillas y salgo de mi cuarto.
—Hola —me saluda Aristeo una vez que abro la puerta de la entrada y nos vemos a la cara.
—Hola —respondo.
¿Cómo sabe dónde vivo?
—Yo... lo lamento, busqué la dirección en tu expediente médico —se excusa rápidamente, respondiendo así la pregunta formulada en mi cabeza.
Cierro la puerta a mis espaldas y lo enfrento. Él se pasa una mano por la nuca en un gesto de incomodidad.
—Lo de hoy...
—Es tu trabajo, lo entiendo —digo sin dejar que termine—. ¿Cómo está el conductor del vehículo?
—Bien, no tuvo ningún tipo de lesión —afirma, denotando cierto alivio en su tono de voz.
—¿Y pudieron descubrir quien era el otro? —intento averiguar.
Que me diga cualquier nombre y eso será suficiente para mí.
—No, nadie pudo ver la matrícula del vehículo. Tuvo suerte, las cámaras de las tiendas tampoco apuntaban en su dirección.
—¿Nada? No puede ser posible.
Y otra vez estoy en el punto de inicio.
—El ángulo no lo permitió —responde él con un leve encogimiento de hombros.
No puedo creer la mala suerte que tengo en estos momentos.
Ya déjalo.
No, no puedo dejar esto así. Aun hay algo que puedo hacer. Sí, agotaré todas las opciones que haya.
—¿Tú estás bien? —pregunta de pronto, sacándome de mis cavilaciones.
No me había dado cuenta hasta ahora que Aristeo se ha acercado un paso más a mí. Alzo la mirada para poder dar con sus ojos, él es alto, me saca unos buenos centímetros de más. De todas formas, cualquiera lo hace, mi metro sesenta y dos no es suficiente para nadie.
—Sí —le respondo, algo atontada por su proximidad. Aun así no hago amago de moverme.
Estos últimos días esa pregunta fue la que más me han hecho. ¿Tan mal me veo para que me la estén haciendo cada cinco minutos? Comienzo a cansarme de responder siempre lo mismo.
De decirles la misma mentira a todos. El infierno te espera, gran pecadora.
De pronto, siento sus tibias manos acunar mi rostro. Es un gesto demasiado tierno de su parte que me deja paralizada. Ni siquiera sé si debo hablar, sonreír o correr.
—Puedes hablar conmigo, Caitlin. Estoy aquí para cualquier cosa que necesites —dice en un murmullo.
Mi garganta se niega a emitir cualquier sonido. Jamás me había pasado esto. Nunca antes había tenido a un chico tan cerca de esta manera. Incluso soy capaz de ver con mayor detalle la tonalidad de sus ojos. Me sorprendo al ver una pequeña areola de un color apenas más oscuro que el de su iris, similar al caramelo.
No es justo. Hasta sus ojos son igual de dulces que su personalidad. ¿Cómo puedo merecer a una persona así después de descubrir el grado de locura que padezco?
Mis labios se abren ligeramente para responder y veo como sus ojos no pueden resistirse a bajar a verlos.
¿Va a besarme?
Mis pulmones comienzan a incorporar oxígeno a mi cuerpo con mayor frecuencia.
—Te invito mañana a cenar para compensar lo de hoy, ¿que dices? —pregunta en un susurro. Su aliento golpea la piel sensible de mis labios.
¡Reacciona!
No puedo quitar mi mirada de la suya. Aristeo es demasiado hermoso como para que cualquiera pueda resistirse. Sus facciones son... casi perfectas. Y a pesar de que a sus veintitrés años sigue siendo muy joven, su rostro ya ha adquirido esos rasgos rudos que caracteriza al sexo masculino. Además, la ligera barba que se ha dejado crecer lo hace lucir mucho más varonil.
Me abofeteo mentalmente para poder salir de aquel trance y responderle.
—Me parece... bien —alcanzo a murmurar.
—¿Mañana a las siete? —pregunta sin moverse ni un centímetro.
Asiento casi imperceptiblemente. Mis ojos se deslizan irremediablemente hasta sus labios. Una parte de mí los desea, pero la otra me grita por altavoces que me aleje, me hace sentir culpable cada vez que miro a cualquier otro chico que no sea...
No puedes estar pensando en él en un momento como este.
De pronto, la puerta se abre repentinamente, obligándonos a ambos a separarnos ipso facto. Giro la cabeza velozmente y veo a Taylor parado bajo el umbral observándonos con sospecha.
—Lamento interrumpir, pero mamá te necesita, Caitlin —dice entonces.
Que oportuno.
—Yo ya me iba —se apresura a decir Aristeo.
Me giro hacia él y le doy una sonrisa de boca cerrada.
—Lo siento —murmuro por lo bajo.
—Te veo mañana entonces —me dice él, despidiéndose con un beso en mi mejilla—. Adiós, Taylor —saluda también a mi hermano.
—Adiós —le responde el otro, que se encuentra de brazos cruzados.
No me había dado cuenta que Aristeo tiene auto hasta que lo veo subir a uno muy bonito que está estacionado frente a la casa. Enciende el motor y lo veo alejarse por la calle sin mirar atrás.
Claro que no mirará atrás si Taylor lo espantó.
Me giro hacia mi hermano un poco molesta con él. Estoy segura que debe sentirse bien consigo mismo por haber interrumpido el momento con Aristeo.
Paso junto a su lado sin decirle absolutamente nada. Es él quien decide abrir la boca una vez que estamos adentro de la casa.
—¿Se verán mañana? —me pregunta con el ceño fruncido acercándose un paso.
—¿Dónde está mamá? —le cambio la pregunta.
—¿Estás saliendo con él? —continúa indagando, pero ahora luce un poco molesto.
Me cruzo de brazos para adquirir una postura mucho más firme.
—Me invitó a cenar —le revelo solo para que me deje de fastidiar.
Será mejor que yo misma encuentre a mi madre.
Me doy la vuelta para iniciar mi escapatoria, pero la voz de Taylor deja mi pie suspendido en el aire.
—¿Y piensas ir?
Me giro hacia él con una sonrisa burlona curvando mis labios.
—¿Debo pedirte permiso a ti? —me río desganadamente.
De pronto, papá aparece desde la cocina y observa la situación con el semblante preocupado.
—¿Pasa algo aquí? —nos pregunta a ambos.
—Caitlin tiene una cita con su médico —le sopla mi hermano—, y no me refiero a una cita en el hospital.
Lo fulmino con la mirada apenas termina de decir eso. ¡¿Por qué lo hizo?! ¡No tiene derecho!
Mi padre abre sus ojos sorprendido y me observa con el semblante desencajado.
—¿De qué médico hablas? —me pregunta ahora un poco más serio.
¿Qué? Un momento, ¿cree que me veré con mi otro doctor de casi cincuenta años? ¡¿Qué?!
—Aristeo —se apresura a decir Taylor para evitar malentendidos.
Desde aquí noto como los hombros de mi padre se relajan casi al instante.
—¿Saldrás con ese chico? —me pregunta un poco más calmado.
—Sí, saldré con él —le confirmo, sin dejar de lanzarle miraditas de odio a mi hermano.
—Dile que no puede hacerlo, papá. Es pequeña para esas cosas.
¿Pequeña? ¿Yo? ¿Acaso no se enteró que ya cumplí dieciocho? ¡Soy mayor para decidir por mí misma!
—Ustedes no pueden decidir eso —los enfrento, cruzándome de brazos.
Justo lo que me faltaba. Ya es hora de que se aparten de mi camino, esto no puede seguir así. Necesito un respiro, me están asfixiando.
—Caitlin tiene razón. Además, ¿que tiene de malo que salga a comer con un amigo? —interviene mamá—. Por cierto, ¿no te ibas a pasar la noche en casa de Rody, cariño? —le dice a su hijo mayor, algo sorprendida de verlo aun aquí.
Por supuesto, él puede tener permitido salir a donde le plazca y con quien le plazca y yo no. Por más que se vaya a lo de su amigo, ¿quién sabe si en realidad lo hace?
—Justamente por eso, él no quiere ser su amigo. Yo sé por qué se lo digo —continúa discutiendo Taylor, haciendo caso omiso a la pregunta de mamá.
Esto no puede estar pasando. Hablan de mí como si yo no estuviese aquí.
—Ya basta —intervengo—. No tienen derecho a meterse de esta manera en mi vida. Yo saldré con quien quiera y ustedes no opinarán de eso —sentencio, comenzando a subir las escaleras.
—Aristeo es un buen chico, cariño. Ya viste todo lo que hizo por ella —escucho como mamá le susurra a mi hermano.
—Aun así no estoy de acuerdo.
—Algún día esto iba a pasar —dice mi padre antes de marcharse nuevamente a la cocina.
Una vez en mi cuarto, cierro la puerta de golpe y me siento en la silla de mi escritorio, intentando normalizar mi agitada respiración. Esto es nuevo, jamás había enfrentado a mi familia de esta manera. Es la primera vez que discuto con ellos. Siempre supe que sería difícil lidiar con esos dos hombres, me han mantenido en una caja de cristal, ahuyentando a cualquiera que se me acercara. Sí, he sido la niñita de papá desde que vine al mundo, y la hermanita pequeña de su otro hijo. Son demasiado territoriales y no puedo comprender su forma de pensar. Bueno, vale, yo también cuido de mi hermano, pero tampoco con ese nivel de intensidad suyo. Es realmente asfixiante. Tendrán que acostumbrarse a esta nueva faceta mía, por que ya no seré la pequeña niña que acatará todas sus ordenes, es tiempo de construir mi propio camino a base de aprendizajes y errores.
Tampoco los culpes, ellos no saben lo que pasa por tu cabeza.
Si tan solo supieran... yo creo que me dejaría intentarlo sin discutir. Con Aristeo me siento bien, es la única persona que conoce mi otro mundo y puedo hablar de ello libremente.
¿Le hablarás de lo que te sucede ahora?
Bueno... hay algunas excepciones.
...
Una suave caricia en el cabello me despierta de un profundo sueño.
Abro mis ojos lentamente y tardo unos segundos en enfocar la vista. Una vez que lo logro, mis ojos casi se salen de sus cuencas al ver en frente mío a la persona que tanto he extrañado.
—Dylan... —susurro pasmada.
Él está sentado junto a mí en la cama. Sus preciosos ojos grises no dejan de escudriñar mi rostro. No puedo creer que esté aquí, en mi habitación, a mi lado. Es real. Él sí existe.
Mis ojos se deleitan un instante con la imagen que tengo delante de mí. Dylan es jodidamente bello, cualquiera podría afirmarlo sin atisbo de duda. La luz de la luna que se cuela por la ventana se refleja sobre su tersa piel blanca y muere en su atuendo negro. Todo en él refleja misterio y peligro, pero no del tipo que pondrá en juego tu vida, sino del que jugará con tu mente. Una vez que él decide involucrarse en tu vida es muy difícil poder escapar, es casi imposible no sucumbir a la tentación cuando él está cerca. Yo no puedo tolerar la idea de estar separada de su lado, Dylan es mi maldita droga. Y ahora por su culpa tengo una incurable adicción que crece cada vez más, incluso si no está a mi lado.
Me incorporo inmediatamente, quedándome a un palmo de distancia de él. Nuestros rostros han quedado demasiado cerca, puedo sentir su respiración golpeando mis labios con suavidad.
—Te extraño demasiado —susurra entonces.
Me siento engatusada por el poder de su mirada, de su exquisita fragancia y de su belleza. Llevo mi vista a sus preciosos ojos grises y me permito perderme en ellos por un momento.
—Estoy aquí, no tienes que seguir haciéndolo —le respondo en un murmullo.
Dylan frunce el ceño ante mis palabras y me sujeta por lo hombros para apartarme unos centímetros y así poder verme mejor. La piel bajo mi camiseta cosquillea al sentir el calor que me transmite su tacto.
—No, no es así. Tú no estás más conmigo. Me abandonaste, ¿no lo recuerdas, Caitlin?
Me quedo helada al oír la manera en que se dirige a mí. Es hiriente.
—Yo jamás lo haría. Aquí estoy —insisto. Llevo mis manos a su pecho, pero él me las ataja para que las aleje de su cuerpo.
¿Qué le sucede? ¿Por qué me está rechazando? Siento como si me atravesaran el corazón con un puñal. ¿Por qué me hace esto? Él jamás me había tratado así antes.
—Estás a punto de romper lo que tanto nos costó construir. ¿Es que ya no me amas? —me pregunta con un terrible dolor en la mirada.
—¿Qué? Lo que dices no tiene sentido, Dylan. Claro que te amo —le respondo, confundida por todo lo que me dice.
—Mientes, tú no actúas así. Siempre detestaste ser igual que el resto. ¿Por qué ahora quieres hacerlo?
—¿Hacer qué? No te entiendo —él se queda en silencio, asique me animo a seguir hablando—. Mírame, estoy aquí contigo, delante de ti.
—No, no lo estás —susurra tan bajo que apenas soy capaz de oírlo.
Con el corazón latiéndome con violencia en el pecho, recuesto mi frente contra la suya.
—Bésame —le ruego, ansiando sentir sus labios sobre los míos. Tal vez esa sea la única forma de conectar con él ahora.
—¿Por qué? Dame una razón para hacerlo.
—¿De qué hablas? —le pregunto confundida.
¿Tampoco me besará? Lo he extrañado demasiado, esa es una buena razón, pero cuando estoy a punto de decirlo él me gana de mano.
—Te amo —me dice de repente.
Mis latidos se aceleran aun más y como tonta empiezo a hiperventilar.
Una sonrisita curva mis labios al oír esas palabras, son melodía para mis oídos.
—Pero tú te rendiste rápido conmigo. Y hasta que no aceptes quien eres no estaré más a tu lado.
Mi sonrisa cae en picada al oír eso. Mis ojos siguen sus movimientos cuando suelta mis manos, se pone de pie y comienza a caminar hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —le pregunto ansiosa.
—Me mantendré lejos de ti por un tiempo. Pondré a salvo nuestro amor, no permitiré que lo destruyas.
—¡No, espera! —le grito desesperada.
No puede desaparecer otra vez. No puede hacerlo.
Me quito las sábanas de encima y me levanto de un salto de la cama. A todo esto, Dylan ya cruzó la puerta de mi cuarto.
Corro hacia el pasillo esperando verlo allí, pero no. No está ni en las escaleras ni en el piso de abajo.
¡No! ¡Otra vez no!
Me despierto de golpe, y me siento rápidamente en la cama. Tardo unos segundos en caer en la cuenta de que todo fue un sueño. Mi corazón late tan deprisa como si hubiese corrido una maratón, y mis pulmones se esfuerzan por buscar más oxígeno.
—¿Por qué me pasa esto? —me pregunto a mí misma en un susurro.
Coloco una mano en mi pecho, sintiendo los alocados latidos de mi corazón que, paulatinamente, comienzan a volver a la normalidad.
¿Será algún efecto secundario del accidente con el que tengo que lidiar? ¿Una especie de trauma? Antes esto no solía pasarme, sabía diferenciar muy bien la realidad de la fantasía. Pero ahora no sé, ya ni siquiera puedo reconocerme. Esto me está haciendo mal, necesito olvidarme de todo y comenzar desde cero otra vez.
Aristeo puede ayudarte con eso.
Reemplazar un amor con otro no es la solución.
Llorar por el resto de tu vida por alguien que no existe tampoco.
Un momento, ¿a eso se refería Dylan en mis sueños? ¿Aristeo es el problema?
Vaya, incluso mi inconsciente está programado para seguir vinculándome con Dylan.
Idiota, idiota, ¡idiota! ¿Qué debo hacer para dejar de pensar en él? Aun sigo creyendo que él sí existe a pesar de habérmelo negado miles de veces a mí misma.
Miro el reloj sobre mi mesa de noche y veo que recién son las tres de la madrugada. Vaya hora de despertarse uno...
Camino fuera del dormitorio y voy directo al baño. Necesito orinar. Además quiero sacar esa imagen tan hiriente de mi cabeza. En ese sueño pude percibir el dolor que él sentía a través de su mirada. No soporto recordar eso.
Por más que todo sea producto de mi imaginación, una parte de mí se niega a creerlo; aun continúa velando por él, anhelando el día que vuelva a verlo.
Es tiempo de seguir adelante. Hazlo antes de que sea demasiado tarde.
¿Y cuando será eso? ¿Cuando ya ni siquiera sepa si yo misma soy real?
Todavía hay algo que debo hacer antes de olvidarme de todo lo que una vez escribí. Cerraré esa etapa de mi vida, jamás volveré a mencionar a Dylan ni a ninguna persona que una vez imaginé.
Me miro en el espejo y frunzo los labios al ver en lo que me he convertido en tan solo dos meses. Esta no soy yo. Jamás tuve que lidiar con estos demonios que han surgido de lo más profundo de mi mente.
Pero antes de olvidarme de todo e intentar seguir con mi vida, primero hay algo de lo que debo asegurarme. Sí, es mi última carta en el juego.
Termino rápido lo que vine a hacer al baño y regreso a acostarme. Cuando quiero darme cuenta de las cosas, la alarma comienza a sonar de fondo, trayéndome a rastras nuevamente del profundo sueño.
—¿Qué dirías si un día te dijera que el mundo que yo imaginé es real? —le pregunto a Jill distraídamente.
Luego de las primeras dos horas de clase, mis amigas y yo hemos venido a la cafetería del instituto para comer algo. De todos modos, mi estómago se ha negado a ingerir algo, solo he conseguido darle dos mordiscos a mi emparedado de jamón. Solo dos.
Una atrocidad.
Hoy me siento más ansiosa de lo normal, eso se lo debo a Aristeo y a su propuesta de ir a cenar esta noche.
¿Nada más que eso?
Bueno, y lo que planeo hacer luego de clases también me tiene inquieta.
—Pues primero diría que estás mal de la cabeza, y luego te pediría que me compartas un poco de lo que fumas —bromea Jill en respuesta a mi pregunta.
Penny se ríe del comentario de su prima.
Por otro lado, a mí solo una cosa me aterra de lo que dijo: "Diría que estas mal de la cabeza...", eso es lo que cualquier persona normal creería. Incluso me podrían encerrar en un manicomio por eso, ¿no es así?
Sonrío algo incómoda ante su respuesta y me limito a no decir nada.
Mientras le doy un sorbo a mi jugo de naranja, paseo mi vista por la gran sala. Los del equipo de baseball ríen en voz alta solo para llamar la atención del resto. Mis ojos recaen en Trevor que tiene sobre su regazo a esa arpía de Ashley. Ella se asombra por algo que él le susurra al oído y enseguida su expresión cambia a una de lujuria al igual que la de él. Ambos se ponen de pie de inmediato y se marchan sin siquiera saludar. El resto sigue charlando como si no se hubiesen percatado de la ausencia de dos de sus miembros.
No quiero ni imaginar a donde se han ido esos dos y a qué.
—¿Caitlin? —la voz de Penny logra que vuelva la atención a mi mesa.
—¿Qué cosa? —pregunto desorientada.
—¿Qué te pondrás esta noche para la cena con Aristeo? —vuelve a repetir la pregunta que yo no había oído.
No me había puesto a pensar en eso.
—No lo sé, ¿tú que dices?
—No le pidas consejos a ella porque te hará vestir de gala —se apresura a decir Jill.
Penny le dedica un mohín y luego se vuelve a mí.
—¿Tienes algún vestido para salir? —me pregunta.
Pff, cientos.
—Bueno...
¿El de pijamas cuenta?
—Imaginé que dirías que no —se adelanta a decir, interrumpiéndome—. Irás a mi casa al salir de aquí. Jill tú también.
—Oh, no. A mí no me metas en esto —se queja la rubia—. Sabes que si es por mí la vestiría con una camiseta y unos pantalones deportivos.
Penny se gira a verla, fulminándola con la mirada.
—Eh... solo era una broma. Será divertido, ¿por qué no? —se corrige rápidamente su prima.
—Nos vemos todas a la salida —concluye la castaña con determinación.
A Jill y a mí no nos queda otra que asentir varias veces, ninguna puede contra el autoritarismo de Penny. Al menos no tendré que preocuparme por la ropa. Gracias a Dios que las tengo a ellas, sino no sé que haría.
Crisis.
De verdad.
Las siguientes horas pasan mucho más rápido de lo que me gustaría. La cena con Aristeo se acerca y ya comienzo a arrepentirme de haber aceptado. Es solo que no sé de que podríamos hablar. Él ya conoce todos los aspectos de mi vida, ¿qué puedo decirle de interesante? Nada. El lado positivo es que puedo pasar toda la velada haciéndole preguntas a él y solamente escucharlo hablar. Soy buena para eso.
Ambos deben participar de la charla. Sino será aburrido para él.
¿Por qué lo sería? A todo el mundo le gusta hablar de sí mismo. El humano de por sí es muy egocéntrico, y no lo digo en el mal sentido. Somos personas individuales, cada cual con su propio mundo. Al intentar entablar una conversación con alguien somos capaces de escuchar lo que dice el otro, procesarlo y compararlo con lo que nosotros solemos hacer habitualmente. Si no somos capaces de expresarnos en voz alta, solo lo guardamos para nosotros mismos. Es algo que sucede espontáneamente, no tenemos control sobre eso.
—Estoy segura que uno de estos dos te gustará —me muestra Penny, levantando delante de mis ojos dos vestidos del mismo color.
La habitación de mi amiga se ha vuelto un desastre desde que hemos llegado hace una hora. Su ropa ahora se encuentra esparcida por todo el suelo, sobre el escritorio y un par han caído encima de Jill que se encuentra tendida sobre la cama.
—Ella no suele usar negro —opina la rubia desde su posición.
—Tiene razón —coincido con ella, mirando a Penny con cara de cordero degollado.
Ella suspira con cansancio y hace a un lado los dos vestidos.
—Mi armario es todo tuyo —dice lo que tanto he querido oír desde que llegamos a su casa.
Me siento más cómoda eligiendo mi propia ropa. No quiero llevar nada que sea demasiado atrevido, cualquiera que me conoce sabría que esa no sería yo.
—Recuerda que no irás a una misa —murmura Jill.
Ruedo los ojos al oír eso.
—Muy graciosa —digo con retintín.
Me tomo el trabajo de revisar uno a uno los vestidos que tiene Penny. Yo creo que incluso tiene más que en cualquier otra tienda. Veo algunos vestidos de noche y otros más casuales que no son tan apropiados para una cena, más bien para usar durante las tardes.
—¿De dónde sacas tantos vestidos? Hasta donde yo sé tú no sueles salir tanto de noche —quiero saber, algo desconcertada al ver semejante cantidad de prendas.
—Ya sabes que vengo de una familia grande, tengo muchos tíos que tienen muchos hijos, y eso se resume a que tengo muchas fiestas —explica, haciendo aspavientos con las manos.
—Tenemos —le corrige su prima—. Lo bueno es que yo no tengo que comprar vestidos. Gracias a Penn todas salimos ganando.
Me río de eso último. Tiene razón.
Mis manos tocan la suave y lisa tela de un vestido que llama de repente mi atención. Lo tomo de su lugar y lo miro detalladamente. Es un vestido de un precioso color azul cielo, y tiene como detalle pequeñas flores de color rosa y blanco esparcidas por toda la tela. Es corto, ajustado a la cintura y las mangas son de tipo tres cuartos, esas que llegan justo hasta por encima del pliegue del codo.
—Este —susurro fascinada.
Sin perder el tiempo, comienzo a desvestirme aquí mismo y me coloco el vestido en un plis. Puesto se luce mejor, es realmente hermoso.
—¿No crees que es muy simple para la ocasión? —me pregunta Penny mientras sus ojos me analizan de arriba abajo.
—Creo que es perfecto —opino yo, mirándome al espejo.
El vestido me llega un poco por encima de la mitad de mis muslo, no es muy corto ni tampoco demasiado largo, parece hecho a mi medida. Lo único que opaca la imagen es el aburrido yeso en mi brazo. Suspiro al pensar en eso.
Da igual.
Es cierto, ¿a quién le interesa? Además no falta mucho para que me lo quiten, unos pocos días más y adiós.
—Yo... —comienza a decir Jill. Penny y yo ponemos nuestra atención en ella—, hubiese elegido algo más atrevido, como insinuó Penny, con éste parece que irás a la iglesia. De todos modos, admito que te queda bellísimo, luce perfecto en ti.
Penny asiente ante la respuesta de Jill, dándole toda la razón.
Sonrío por su respuesta. Listo, ya las convencí.
—Me siento cómoda, es lo que importa, ¿verdad?
Jill suelta un pequeño suspiro y se pone de pie para caminar en mi dirección.
—Ven aquí, dame un abrazo, mi Virgen María —intenta molestarme, pero solo hace que la sonrisa se extienda más en mis mejillas.
Mientras acomodamos toda la ropa nuevamente en su lugar, Penny voltea a verme repentinamente y sus ojos parecen iluminarse en la medida que la idea se formula en su mente.
—¿Te besará? —pregunta entonces.
Jill queda con media cabeza a través del cuello de una sudadera cuando escucha eso.
—¡Caitlin dará su primer beso! —el grito de Jill queda mitigado por la tela de la sudadera. Termina de colocarse rápidamente la prenda de su prima y se gira hacia mí—. ¿Se lo permitirás?
Mis mejillas se ruborizan de solo pensarlo. Aun recuerdo la manera en que ayer, en el porche de mi casa, me miraba los labios y como yo le correspondí ese gesto. Tal vez hoy eso suceda, no lo sé.
—Yo... bueno... sí, creo. ¿O no? —balbuceo nerviosa—. Depende de como salga todo esta noche.
—Se lo tiene que merecer —afirma Penny con seguridad.
—Exacto —su prima coincide con ella.
Me quedo una hora más y luego decido que ya es hora de irme. Tengo cosas que hacer que mis amigas no necesitan saber.
Con la fría brisa otoñal acariciando mi rostro, camino firmemente hacia el lugar donde espero encontrar mi respuesta. Hoy le pondré un punto final a todo este lío que tengo en mi cabeza. Lo necesito, quiero descansar de una vez por todas de esta constante bruma que apenas me deja dormir.
Minutos después, luego de guiarme por las distintas flores que decoran las entradas de las casas, me encuentro de frente con los preciosos tulipanes blancos que resaltan entre el resto de las plantas.
¿Estás segura que esto es una buena idea?
Si Aristeo es mi nuevo comienzo, debo cerrar esta etapa de mi vida para comenzar una hoja en blanco. Él no tiene por qué pagar los platos rotos, este es mi problema y debo resolverlo.
Desde la acera, miro la imponente casa delante de mí, una extraña sensación se remueve en mi pecho al imaginar quien puede estar viviendo allí. ¿Debería llamar a la puerta?
¡Estás loca! Además corroboraste con tus propios ojos que el joven que salió de la oficina de tu madre no era Dylan.
Estoy segura que me confundí de persona cuando corrí tras ese chico. Dylan pudo haberse ido para otro lado y justo esta persona vestía el mismo modelo de camisa que él.
¿No es mucha coincidencia?
Recorro con la mirada cada esquina, buscando algún indicio de que pueda estar en lo cierto.
¿Y si el chico que se apellida Waight es Dylan?
Esto es una locura.
¿Lo es? Tal vez mi conciencia tenga razón y todo esto sea solo una etapa que uno debe atravesar luego de volver de la muerte una docena de veces. Y estoy a punto de convencerme a mí misma de eso cuando mis ojos se posan en el peculiar coche que está estacionado en la entrada de la cochera. Camino lentamente hasta allí, mirando cada centímetro del vehículo. Su color negro, sus cristales oscuros y el modelo, es lo que más llama mi atención. ¿Puede ser posible? Ya son dos las veces que lo veo, la primera fue cuando estaba en la heladería con mi padre y la segunda ocurrió tan solo ayer. Este auto había sido partícipe de un choque y su conductor se dio a la fuga sin siquiera corroborar el estado de la persona que conducía el otro coche.
Doy la vuelta alrededor del vehículo y termino por confirmar mis sospechas cuando veo la abolladura en el lado derecho de la parte delantera. Mi corazón pega un brinco en su sitio y comienza a latir alocadamente. Esta no puede ser una simple coincidencia.
Mis piernas parecen de plomo mientras me conducen directo a la puerta principal.
¿Ahora me dirán que estoy loca? Yo puedo sentirlo, él está por aquí en algún lado.
Toco la puerta tres veces y espero algunos segundos. Nada. Vuelvo a intentarlo y al cabo de dos minutos recibo la misma respuesta. No puede ser.
Me alejo de la entrada lo justo para poder ver de lejos las ventanas. Están cerradas con cortinas, asique es imposible ver si hay movimiento adentro.
No hay nadie. Ya vete.
No, si hoy mismo debo ponerle punto final a mi locura entonces agotaré todas mis opciones.
Me doy cuenta que se puede acceder a la parte trasera de la casa por uno de los laterales. Mis pies se mueven con premura por la hierba hasta llegar a la parte posterior. La puerta, como era de esperarse, también está cerrada. Toco un par de veces, pero no consigo ninguna respuesta. Esto es una pérdida de tiempo.
Enfurruñada, me dirijo nuevamente hasta la parte delantera y observo la casa desde la acera como hace un rato. Por un momento creo ver un fugaz movimiento en la cortina de arriba, pero no le doy mucha importancia porque todo parece seguir en la misma posición, tal vez haya sido cosa mía.
Inspiro hondo para poder retener la dignidad que se me está escurriendo por los poros. No puedo creer que mi locura haya llegado hasta este punto. Debo detenerme. Tal vez todo haya sido una coincidencia. Una muy, pero muy grande coincidencia. A veces estas cosas suceden, no puedo dejarme llevar por mi tonto corazón, tengo que pensar con la...
¿Cabeza?
Bueno, ya no confío en ninguno de los dos. Mi corazón y mi cabeza son los sitios más dañados desde que desperté de mi largo sueño. Me llevará tiempo y trabajo repararlos de nuevo, pero lo haré, hoy mismo comenzaré a trabajar en ello. Con todo el dolor del alma me decido a hacerlo y deberé apoyarme en los pilares más grandes que tengo: mi familia y mis amigas.
Y tal vez en una persona más...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro