Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXXV


Sarah abre la puerta de su casa luego de que casi se la derribara a golpes.

—Caitlin —dice sorprendida por mi repentina aparición. Estoy segura que me sintió venir.

Se hace a un lado para que me adentre en la casa. La energía negativa que desprende choca contra mí con fuerza cuando paso por su lado.

No sé por donde empezar a contarle lo que acabo de vivir. La gran pregunta es: ¿me creerá?

Ni siquiera espero a tomar asiento o ponernos cómodas, escupo lo que sé sin cuidado alguno. Sarah debe saber la verdad.

—Dylan está en peligro.

Ella se queda inmóvil al oír tal noticia, creo que ni está respirando.

—¿Cómo sabes eso? —pregunta con un repentino nerviosismo.

Comienzo a retorcer mis dedos en un claro gesto de ansiedad. Esto es más difícil de lo que creía.

—Sonará raro, pero tienes que creerme... —le digo lentamente, pero me veo interrumpida por su advertencia.

—Caitlin...

Habla ya.

—Tuve una visión —digo rápidamente, sintiendo mis mejillas ruborizarse por decir semejante estupidez.

Ya está, lo dije.

Sarah ladea la cabeza sin poder creer lo que está oyendo.

—Como si fuese una película —me apresuro a explicar—. Fue un corto fragmento de una batalla. Dylan se estaba enfrentando a tres Raezers, lograron debilitarlo y romper su escudo.

Sarah se acerca velozmente hacia mí y me sujeta por los hombros.

—¿Y que sucedió luego? —indaga con voz apremiante.

Niego con la cabeza para darle a entender que no vi nada más. Sarah da dos pasos atrás, poniendo espacio entre nosotras. Necesita procesar lo que le he dicho.

Y tú también.

Lo sé.

—No puede ser... —susurra, llevándose una mano a la boca.

—Es real, yo lo vi. Te juro que...

—Te creo, Caitlin —me detiene—. Solo que me acabo dar cuenta de algo que no pensé antes.

—¿Qué cosa? —pregunto con intriga.

Sarah pasa junto a mí y camina hacia la sala. La sigo y veo que toma asiento en el sofá, en aquél donde la vi por primera vez.

Tomo asiento en una silla que está justo en frente de ella y espero a que hable.

—Dylan no fue tras Argus —dice de pronto, dirigiendo su mirada impaciente hacia mí—. Fue tras El libro de los Osados.

¿Qué demonios es eso?

—¿Y de qué trata? —pregunto con curiosidad.

¿Tan importante debe ser para que Dylan arriesgue su vida?

—Nadie más que Argus conoce lo que hay allí escrito —responde—. O eso cree él.

—¿A que te refieres? ¿Quién más lo sabe?

Se limita a observarme sin decir absolutamente nada. No puede ser...

—Tú —declaro perpleja.

Ella asiente y se inclina hacia adelante, entrelazando sus dedos.

—Trabajé con Argus por más de cuatro siglos, confiaba en mí, fui su mano derecha —confiesa.

¡¿Qué?! ¿Cuatro siglos? ¿Cuántos años tiene ella?

Sarah se da cuenta de la sorpresa que me llevo al oír eso y curva levemente las comisuras de sus labios.

—Tengo cuatrocientos sesenta y tres años, Caitlin —responde a mi pregunta formulada mentalmente—. Me uní a él cuando recién empezaba a gobernar. Argus confiaba mucho en mí, por eso jamás imaginó que leería el libro sin su permiso. Solo los antiguos Raezers, como yo y otros pocos, sabemos del aquel. La única diferencia es que ninguno tuvo el valor que yo tuve para un día meterme en su habitación y robarlo sin que se diera cuenta. Al otro día, después de acabarlo más rápido de lo que creía, lo dejé de nuevo en su lugar. Él jamás lo supo.

Termina de hablar y yo aun sigo pasmada por su edad. Por tener cientos de años está muy bien conservada.

—¿Y qué tiene que ver Dylan con aquel libro? —pregunto. No entiendo la conexión. ¿Qué hay escrito allí?

El libro de los Osados explica como destruir el Duxilum —contesta con seriedad.

¿Creías que debías arrojarlo a suelo y ya?

Bueno...

—¿Y cómo se hace? —indago con intriga.

Me da una mirada perpicaz al oír mi pregunta. Sabe que, tal vez, algún día haga uso de esa información.

Podría ser un peligro.

—No te diré eso, Caitlin —se niega rotundamente.

No, no puede dejarme con la duda. Ahora necesito saberlo.

—Por favor, Sarah —le imploro con las manos unidas.

Ella rueda los ojos y deja salir un suspiro pesado cuando por fin la convenzo.

Eso ha sido fácil.

—Solo los dos elegidos pueden hacerlo —comienza a explicar—. El libro asegura que el Duxilum elegirá solo a dos personas capaces de destruirlo. Lo difícil de ello sería encontrarse, podrían estar años buscándose o simplemente jamás coincidir.

—¡Pero todos morirían! —exclamo, recordando lo que me contó sobre el Duxilum la primera vez.

—No todos. Ellos dos no, ni ninguno que domine bien su escudo, es lo único que podría salvarlos.

—Esa piedra planeó su autodestrucción desde hace tiempo —digo sin dar crédito.

Sarah asiente y frunce los labios antes de decir lo más importante:

—Y Dylan cree que ustedes dos son esos elegidos.

Mis ojos se abren tan grandes que por poco se salen de la órbita. No estará hablando en serio.

—Eso es imposible.

—Es posible —me corrije—. Ustedes tienen todas las características que describe ese libro; la atracción que sienten, el poder compartido, las visiones cuando uno peligra... Si me dices que no eres capaz de sentir las emociones de Dylan, entonces te creo y esto sería totalmente imposible.

Me quedo en silencio. No tengo respuesta para dar, porque tiene razón en todo. Hasta soy capaz de sentir las emociones de Dylan, su enojo o su tristeza logro captarlos con facilidad.

—¿Qué más dice ese libro, Sarah? —pregunto en un susurro.

—Ustedes dos unidos serían inexplicablemente fuertes. Más fuertes que cualquier otro Raezer. Incluso más fuertes que Argus.

Esto es increíble. Si el libro tiene razón podríamos acabar con ellos. Mi vida volvería a normalizarse, y ya no viviría con miedo. Quiero hacerlo. Pero ¿que pasará con Sarah? Ella moriría al igual que los otros Raezers. ¿Habrá pensado en eso Dylan? No creo que haya pasado por alto los pros y los contras de ponerle fin a esto.

El pánico poco a poco comienza a dominarme. En realidad no es una buena idea destruir el Duxilum.

—Todo estará bien, Caitlin. No te preocupes —dice en un intento por tranquilizarme. Por la expresión que tiene su rostro, me da a entender que se da una idea de mi repentino temor.

Asiento y trago saliva al sentir la boca seca.

Ahora no sé que es lo que quiero. Si decido destruir aquella piedra, Dylan perderá a la única persona que le queda de su familia.

Esto es más complicado de lo que creía.

Me quedo unos minutos más y luego me marcho de allí con la cabeza a punto de estallarme. La información que Sarah acaba de revelarme no es fácil de digerir, si es que llegara a ser verdad, claro. Eso solo podríamos comprobarlo llevando a cabo un plan, uno que de seguro Kyle estará en contra, y que jamás podrá cumplirse si Dylan no regresa.

Mi tarde culmina con una cena en la casa de Jill. Dos cajas de pizzas son suficientes para saciar nuestro apetito. Al menos el de mi amigas, mi estómago se niega a comer más de una porcion de pizza. Este último tiempo creo haber bajado de peso, mi apetito no es el mismo que el de antes.

Luego de la cena, subimos al cuarto de Jill y elegimos una película para ver: "It". No creo dormir hoy.

—Entonces, dijiste que te torciste el pie, ¿verdad? —dice Jill, llevándose un gran puñado de palomitas a la boca.

Eso es lo que he tenido que inventarles a mis amigas. No creo que decirles la verdad acerca de la visión sea lo más conveniente, además que de seguro ni me creerían. Es de locos.

Admito que realmente me está cansando esto. No puedo vivir el resto de mi vida en una gran mentira. Además, en algún momento notarán que no envejeceré al igual que ellas, y en ese momento tendré que decidir entre hablar y afrontarlas, o callar y desaparecer de sus vidas.

Yo voto por la primera. Tú puedes, Caitlin.

Que lo diga ahora o en unos años es prácticamente lo mismo.

—Yo soy... —comienzo a decir muy segura de mi decisión, hasta que reparo en algo importante. ¿Qué me asegura que estarán bien sabiendo mi secreto? No puedo exponerlas a mi mundo. Si a ellas les sucediera algo... ya todo dejaría de tener sentido para mí—. Soy muy torpe —cambio la dirección de mi frase. Será mejor así, por ahora.

—Ya lo sabemos. Solo que decías cosas muy raras, Caitlin —asegura Penny, bajando el volumen del televisor para poder oír mejor.

—Confusión —digo rápidamente—. Es un síntoma de un estado de shock, ya saben como me pongo con esas cosas, creí que me iba a desmayar.

Penny me mira como si estuviese loca, mientras que Jill me analiza de arriba a abajo. Esta chica me conoce demasiado bien, sabe cuando estoy mintiendo.

—¿Y ya caminas bien? —pregunta la rubia como si fuese un detective. Toma su teléfono y me alumbra el rostro con el mismo—. ¿Acaso no te duele? ¡Responde, maldito rufián!

Me río de su buena actuación, Jill debería estudiar Teatro luego de graduarse. Estas cosas me hacen bien, pasar tiempo junto a ellas es lo único que está bien.

—Me tomé un analgésico y me puse hielo —miento con rapidez.

—O podrías decirle al doctor Taylor que venga a verme... —frunce el ceño al decir aquello y se corrige rápidamente—. Verte, que venga a verte.

Este último tiempo Jill ha estado haciendo demasiados comentarios respecto a mi hermano. Espero que no me diga que le gusta porque eso sí que sería raro.

—¿Te gusta mi hermano? —suelto la pregunta sin ningún filtro.

Sus mejillas se tornan rojas de golpe y apaga la luz de su teléfono. Por suerte el foco de atención se ha desviado ahora hacia ella.

—¿Qué? Claro que no —responde avergonzada.

—Jill... —digo en tono de advertencia, pero a la vez con una leve sonrisa en los labios.

A mí no me engaña.

—Yo creo que haríamos linda pareja, ¿tú que opinas? —dice de pronto.

¿QUÉ? ¿Jill y Taylor? ¿Pero qué demonios?

—¿Qué tenía tu vaso de agua, amiga? —le pregunta Penny entre risas.

Jill la golpea con una almohada en la cabeza y ese es el comienzo de una guerra de almohadas donde las tres terminamos en el suelo riéndonos a carcajadas. Nos quedamos así por un buen rato.

—Terminé con Dylan —confieso de pronto.

Penny se levanta de un salto como si le hubiesen puesto un explosivo en el trasero.

—¡¿Qué?! ¿Cuándo fue eso? —pregunta en un grito agudo.

—Hace unos días —respondo sin ánimos.

—¿Y es verdad que está de viaje? —continúa preguntando.

—Sí... eso sí, pero ya no estamos juntos.

—No te sientas mal, Caithy, si en verdad te quiere volverá —dice Jill, sabiamente.

Eso espero, que vuelva.

Durante la noche me encuentro más despierta que nunca. Me es imposible pegar un ojo.

Luego de volver de la casa de Jill me tiré en la cama, sin ganas de hacer absolutamente nada. Contarles a mis amigas parte de todo lo que oculto, supuso un alivio para mí, solo que no dejo de darle vueltas al asunto.

Ahora son las cuatro de la madrugada y aun no logro conciliar el sueño.

Tengo aquella visión grabada en mi mente con fuego. Cada segundo en los que vuelvo a revivir la escena son una tortura.

¿Por qué decidió hacer esto? Dylan es un idiota. ¿Qué esperaba al entrar allí? Solo a él se le ocurre lanzarse como si nada a la boca del lobo.

Eran tres contra él. Tres malditos Raezers contra uno, eso no es justo.

Lo tenían acorralado. Su escudo desapareció, algunos de sus huesos se rompieron... ¿Cómo habrá podido escapar de allí?

Cierro con fuerza los ojos, intentando hacer desaparecer aquellas horribles imágenes.

El grito desgarrador. El sufrimiento al sentir el poder de los otros tocar su piel... Todo me pone los pelos de punta.

¡Ya basta!

Tomo mi reproductor de música y me coloco los auriculares. Subo el volumen casi al máximo e intento dejar la mente en blanco, así tal vez el cansancio me gane.

Sí, claro.

Tres horas después no he dormido nada. Esto no esta bien.

La ansiedad me está consumiendo. El no saber qué es lo que ocurrió con Dylan me está volviendo loca. Y no es justo. No es justo para mí.

Todos los días reviso mi teléfono para ver si hay algún mensaje, pero nunca hay nada. Dylan ignora todos los mensajes que le hemos estado mandado Sarah y yo, incluso las llamadas.

Poco a poco el sentimiento de tristeza comienza a ser reemplazado por uno de enojo. No sé si está vivo o si está muerto, pero no puede irse lejos y dejarnos a todos con el corazón en la garganta a la espera de su llegada.

Si es que regresa.

Regresará, y cuando lo haga me va a escuchar.

—Ayer no viniste —es lo primero que digo apenas me siento junto a Kyle.

De un manotazo le quito la capucha de la sudadera negra que lleva puesta.

¿Por qué les gusta vestir colores oscuros? Ni que trabajaran para Argus...

—Hola, Kylecito, ¿cómo estás? ¿Qué te sucedió ayer que no viniste? —imita mi voz con un tono agudo que ni se parece al mío.

—¿Te enfermaste? —pregunto como si eso fuese lo único que me interesaría oír.

Kyle rueda los ojos y me mira con fastidio.

—No podemos enfermarnos —responde con obviedad—. Solo... me dormí. Y creo que a ti tampoco te haría mal dormir un poco.

Kyle no pasa por alto las grandes ojeras bajo mis ojos. Espero que hoy me deje el día libre de entrenamiento, necesito descansar.

—¿Dormiste durante todo el día? —paso por alto lo último que dijo—. Te dejé un centenar de mensajes.

—No quería contestarte —dice sin tapujo alguno—. A veces te pones muy intensa.

Le doy un manotazo en el brazo al oír eso. Es un grosero.

—Oye, ¿por qué me golpeas? —pregunta mientras se acaricia la zona del golpe.

—Porque eres un idiota.

El profesor Murphy entra al salón y poco a poco todos van guardando silencio.

—Solo bromeaba —dice dolido—. Ayer tuve que resolver algunos pendientes.

—Todos hagan silencio, por favor —solicita el profesor, dando inicio a la clase de Matemáticas.

—Hablaremos luego en el campo de entrenamiento —declara Kyle, mientras abre su cuadernillo y toma un lápiz.

...

—¡Eso dolió! Esta vez te has pasado —bramo molesta.

Kyle y yo estamos en el campo de entrenamiento desde hace una hora, aproximadamente. No puedo concentrarme. Cada roce de su poder es como si prendieran fuego mi piel. Tal vez hoy estoy demasiado irritable y sensible por no haber descansado bien.

Me levanto del suelo masajeando mi estómago.

Kyle alza los brazos una vez que llega al límite de su paciencia.

—¿Qué tienes hoy, Caitlin? Cualquier cosa te molesta —murmura exasperado—. El campo de energía que acabo de lanzarte no ha sido más fuerte que los de ayer.

Estoy muy molesta, ¿verdad?

Sí.

Suelto un suspiro de derrota y me siento sobre la hierba.

—Lo siento, no he dormido bien —me excuso.

Kyle se acerca hasta donde estoy y me mira desde arriba. Debo alzar la cabeza para poder verlo a los ojos. Por suerte, su figura delante de mí tapa el sol que hoy está más fuerte que nunca. Él se ha quitado la sudadera y ahora lleva puesta una camiseta negra sin mangas que deja a la vista sus muy trabajados brazos.

Me pregunto cuantas horas entrenan para tener aquel físico. Yo ni haciendo un millón de abdominales podría ponerme en forma.

—Entonces no podremos continuar por hoy —sentencia, sentándose junto a mí.

—Gracias —suspiro aliviada.

Se forma un breve silencio entre ambos. Mis ojos están puestos en la espesura del bosque.

—¿Que ocurrió ayer que me necesitabas? —pregunta Kyle de pronto.

Giro la cabeza para poder verlo a los ojos.

—No te necesitaba —contesto con suficiencia.

En realidad sí lo necesitaba, solo que no quiero que piense que es de suma importancia que esté siempre conmigo.

—Eso no es cierto, sino no hubieses sido tan agresiva conmigo esta mañana —me reprocha.

—Puedo ser agresiva contigo cuando se me de la gana...

Vuelvo a golpear su brazo como lo hice hoy en clases.

Kyle me observa sorprendido por mi arrebato, y sin dudarlo me devuelve el golpe en el mismo lado. Admito que lo ha hecho con demasiada suavidad a como debería hacerlo en verdad. Aun así lo observo pasmada, no puedo creer que me lo haya devuelto.

Levanto la mano para golpearlo nuevamente, pero Kyle cierra con fuerza su mano en torno a mi muñeca. Levanto el otro brazo y también me lo aprisiona. En un movimiento rápido, me echa hacia atrás y se coloca a horcajadas de mí. Me remuevo debajo suyo para apartarlo, pero es imposible. El maldito me supera en fuerzas.

Me sorprendo al ver que su rostro ha quedado a un palmo de distancia del mío. Esto sí que no lo me esperaba. Su cercanía me pone un poco incómoda.

—No querrás jugar a esto conmigo —dice en un susurro.

Trago saliva sonoramente al captar de inmediato el peligro que emana su voz. Olvidé que Kyle es bueno en defensa personal, no debería haberlo provocado.

—Yo...

—Tú nada —me corta—. Ahora me debes una disculpa.

¿Qué? Debe estar bromeando. No le pediré disculpas ni aunque me torture.

—No lo haré —digo decidida.

Kyle resopla ante mi desobediencia y aplica un poco más de presión a su agarre.

—Mira, niña, tú...

—Si no te mueves en los próximos tres segundos jamás sabrás lo que me ocurrió ayer —le interrumpo, utilizando un tono amenazante. No sé si esto empeorará el asunto o qué, pero al menos intentaré que muerda el anzuelo—. Uno...

Kyle frunce el ceño y se aleja solo un poco para poder verme mejor.

—¿Qué te sucedió? —pregunta con el semblante teñido de una repentina preocupación.

—Dos... —continúo con la cuenta regresiva.

Será mejor que se apresure en salir de encima mío, si sabe lo que le conviene.

Kyle presiona con fuerza su mandíbula mientras decide que hacer.

—Tre...

—Está bien —dice rápidamente mientras se hace a un lado—. Tú ganas.

Me acomodo nuevamente como estaba antes y lo observo con los ojos entornados.

—No te reirás si te cuento, ¿de acuerdo? —le advierto.

Él asiente y espera expectante a que comience a hablar.

—Ayer en medio de la clase de gimnasia yo... lo vi —comienzo a explicar—. Vi a Dylan, no sé como, pero pude verlo delante de mí.

Kyle alza una ceja y me mira con incredulidad.

—¿Te golpeaste la cabeza con algo? —bromea.

—Dijiste que no te reirías —le reprocho.

—No me estoy riendo —se defiende—. Solo es que no entiendo. ¿Cómo es que lo viste? Explica eso.

Como si fuese tan fácil de explicar.

—Tuve un especie de visión en donde Dylan aparecía en medio de una lucha contra otros Raezers —me expreso con un leve movimiento de manos.

El rostro de Kyle palidece de un momento a otro. Bienvenido al club, yo también me pregunto cómo estará él.

—¿Qué más viste? —pregunta en un murmullo.

—Rompieron su escudo, lograron debilitarlo —mi voz tiembla al decir aquello—. Kyle, ellos estaban a punto de matarlo cuando la visión terminó.

—Es imposible —susurra boquiabierto.

—No entiendo por qué lo hizo. Si es por ese maldito libro yo...

—¿Sabes del libro? —me pregunta perplejo.

—Sarah me habló de eso ayer. Tú no estabas por ningún lado, necesitaba hablar con alguien. Y ella es su abuela, tenía que saber lo que había visto.

—Ya veo —se limita a contestar.

¿Solo eso dirá? Le acabo de revelar información sumamente importante, debería decir más que esas dos estúpidas palabras.

¿Qué quieres que diga?

No lo sé, ¿que tal vez irá en busca de su amigo?

—Di algo más que eso —le ruego.

Durante la noche no pude dormir pensando en Dylan. Miles de cosas horribles se me cruzaban por la cabeza. Necesito escuchar a su amigo decir que todo está bien, aunque no lo esté. Prefiero mentirme a mí misma a pensar en que algo pudo haberle sucedido.

—Lo que me has contado es realmente descabellado, Caitlin. Es imposible que una cosa así suceda.

No me cree. Genial. No debí contarle nada.

—Pero —añade rápidamente—, o todos nosotros estamos mal de la cabeza y es por eso que nos entendemos, o de verdad todo esto existe. ¿Y sabes qué, Caitlin? Prefiero creer en lo segundo.

Sonrío al oír eso, Kyle me cree. Ahora sí puedo sentir un gran alivio.

—¿Y qué piensas hacer? —le pregunto luego de un par de segundos en los que ninguno ha dicho ni una palabra.

Kyle me mira fijamente a los ojos, como si intentara leer en ellos lo que tengo en mente.

Tampoco es muy inteligente lo que pienso, no creo que sea conveniente salir a buscar a Dylan sin saber antes en donde hacerlo. Aunque una persona tal vez sí lo sepa...

—Tú debes saber donde está el castillo —digo con esperanzas—, Dylan tiene que estar allí, vamos a buscarlo.

Kyle niega con la cabeza y se pone de pie de un salto.

—No lo sé —contesta cortante, alejándose de mí a grandes zancadas. Parece que ya se marcha.

Me levanto y corro tras él.

—Sí que lo sabes. Anda Kyle, juntos podemos lograrlo.

Suelta una pequeña risa sarcástica y luego, sin detener sus pasos, dice entre dientes:

—Él volverá, Caitlin.

¿Cómo puede estar tan seguro de eso? Después de lo que vi yo pondría en duda todo lo que diga.

—Pero mi visión...

—¡No irás a ese maldito castillo! —grita enfadado, volteándose a verme. Sus ojos chispean de rabia.

—¿Por qué no? —me atrevo a preguntar, desafiante.

—No estás lista para enfrentarte al centenar de Raezers que están allí. Te matarán en un chasquido de dedos, si es que no deciden tortúrate antes —responde en un tono sombrío.

—¿Dylan sí lo estaba? —le pregunto de vuelta—. ¿Él estaba listo para enfrentarse a ellos?

Ninguna práctica nos preparará lo suficiente para enfrentar a la muerte. Solo nos queda dejarlo en manos de la suerte.

¿Qué sentido tiene que adquiera experiencia? Dylan lleva años siendo un Raezer y aun así lograron desarmarlo.

—Detente ya, Caitlin —masculla las palabras con fastidio—. No cometeré el mismo error dos veces.

¿Cuál error?

—¿De qué hablas? —le pregunto confundida.

Kyle cierra los ojos al darse cuenta de que ahora tendrá que explicarme, aunque no le agrade la idea.

Entonces, mi sorpresa, se da la vuelta e inicia nuevamente la marcha hacia la espesura del bosque.

—¡Oye! —le sujeto el brazo y lo obligo a detenerse—. Ya es hora de que me cuentes tu historia, Kyle. Es la única forma en que tal vez logremos entendernos de una buena vez.

Me observa detenidamente por unos segundos y termina asintiendo.

No lo puedo creer, ¿y ahora que le puedo preguntar acerca de él? Jamás creí que llegaría tan lejos.

Kyle recarga su espalda contra un árbol que está a su lado, y yo tomo asiento sobre una roca frente a él.

—¿Cómo fue tu transformación? —es lo primero que se me ocurre preguntarle, lo más importante también.

Él toma una bocanada de aire justo antes de iniciar su historia.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro