Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXX


Debo admitir que la ensalada griega está deliciosa. Sarah se ha lucido.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —comienzo con mi interrogatorio luego de tragar el segundo bocado.

Ella deja el tenedor a un lado del plato y se limpia suavemente la boca con un paño.

—Adelante.

—¿Cuantos Raezers están con Argus, aproximadamente?

Se piensa la pregunta por un momento y responde al minuto.

—Cientos, tal vez.

¿Solo eso?

—¿Y dónde se encuentran?

Sarah duda si decirme o no la respuesta. Debe estar creyendo que iré a ese lugar a buscar a Dylan.

No es mala idea.

¿Tú crees?

¡No! Claro que es una pésima idea. Ya deja de meterte en problemas.

—La mayor parte de ellos viven en un castillo. Los que no lo hacen deben frecuentarlo seguido para seguir las ordenes de Argus.

—¿Y por qué vivirían allí? Argus tiene poder, mucho más que ellos. Sin embargo, ¿necesita que lo protejan?

—Solo unos pocos guardias están con él, la mayoría se desvive por custodiar lo único que nos mantiene con vida.

—¿Qué cosa? —pregunto confundida.

¿Algo nos mantiene con vida? ¿De qué está hablando?

—¿No te preguntaste por qué tú tienes poderes y no el resto de los que te rodean?

Siempre me lo pregunto, aunque ya aprendí a aceptarlo... creo.

—Cada uno de nosotros ha sido elegido muy cuidadosamente por el Duxilum.

¿Duxi... qué?

—¿Y quién es ese?

—Mejor dicho, ¿qué es eso? Es una pequeña roca de forma romboidal, se encuentra justo por debajo del castillo. Es sumamente frágil y delicada. A simple vista se parece a un precioso diamante, te seduce con su belleza. Rodeado por una poderosa barrera, nadie es capaz de tocarlo ni dañarlo. Solo lo han hecho unos pocos Raezers de mi especie que están en contra del reinado de Argus. Lo único que te diré es que no vivieron para contarlo luego. Si no los matan antes los guardias... lo hace la mágica barrera que posee. No muchos saben de eso, por eso se arriesgan.

Y así terminan...

Tiene que ser una broma. Esta bromeando, ¿verdad?

Las ganas de reírme me invaden de pronto y no puedo contenerme.

Buena jugada, Sarah.

—Eso fue divertido, pero quiero la verdad —le digo entre risas.

Su rostro serio me hace cambiar de parecer en menos de un pestañeo.

Dios mío, ¿todo eso es verdad?

—No es una broma —señala—. Todo eso existe. Me extraña que no creas en ello siendo lo que eres.

No puede ser posible.

¿Fui escogida por esa cosa? Pero, ¿cómo? ¿Yo no estuve en el vientre de mi madre?

¡Santo cielo!

—¡Soy un extraterrestre! —grito espantada.

Sarah se ríe por primera vez desde que la veo. Sus blancos dientes relucen bajo la luminosidad de la cocina. Su forma de reírse me recuerda a la de Dylan, ambos se parecen en muchos aspectos.

—Nada de eso, Caitlin —dice para mi tranquilidad.

—¿Y eso co... cómo escoge a cada Raezer? —tartamudeo perpleja.

Necesito una abofeteada.

—Suena ridículo al principio, lo sé, yo tampoco lo creía, pero que no se creen dudas sobre tu nacimiento, tú estuviste en el vientre de tu madre. Se dice que la magia del Duxilum se recibe mientras estás allí. Cada un año, esta piedra envía una onda expansiva de poder que recorre todo el mundo y escoge a los más aptos para sobrellevar su condición. A cierta edad, once para nosotros y catorce para ustedes, el poder dentro de ese portador ha llegado a su desarrollo y está listo para ser utilizado. Solo los que ven pasar la muerte por su lado podrán activarlo, sino se quedará oculto hasta el día en que se mueran.

No quiero ni imaginar la cantidad de personas en la calle que son Raezers y aun no lo saben.

Ahora entiendo la poca cantidad de ellos en el castillo. Yo suponía que habría miles, pero no siempre ocurren desgracias. Somos pocos los que corremos con esa suerte.

Vaya suertuda que eres, Caitlin.

—De tu especie muy pocos logran vivir más de treinta años sin saber de su poder. La energía que desprenden es demasiado fuerte para pasar desapercibida a la percepción de los Raezers de mi tipo.

Siento un escalofrío de solo pensarlo. Ahora esa es mi realidad, cada día para mi es como si fuese el último. Ya ni siquiera me siento segura en mi propia casa. Podrían encontrarme mientras duermo y tal vez jamás volver a despertar.

De repente, se me ha ido el hambre. Le doy un pequeño sorbo a mi vaso con agua.

Creo que ahora tengo más dudas que antes.

—¿Y por qué somos distintos a ustedes? ¿Con qué propósito esa cosa divide a nuestra especie de esta manera? —pregunto con cierta frustración en el tono de voz.

Esto es exasperante. No creía que fuera tan compleja la situación.

—Hay muchas teorías acerca de la elección del Duxilum, pero ninguna ha sido comprobada —responde—. Aquella piedra tiene mucha historia por detrás, ni siquiera se sabe el año de su existencia, tal vez miles o millones.

Eso no responde a mis preguntas.

—Me gustaría oír una de las teorías.

—Preguntaste por qué somos diferentes y una teoría lo explica. La onda expansiva de poder proveniente del Duxilum, que cruza el mundo entero, puede seleccionar una cantidad indefinida de sujetos que poseerán esta cualidad, y solo uno de ellos será mejor que el resto. Se cree que aquel será capaz de atravesar su barrera y destruirlo.

—¿Quieres decir que yo podría hacerlo? —pregunto atónita.

—Es solo una teoría, Caitlin —detiene mis acelerados pensamientos—, aún nadie de tu tipo lo ha intentado. Es por eso que Argus mantiene al Duxilum bajo la protección de muchos guardias. No quiere arriesgarse por si acaso...

Muy precavido.

—No le encuentro sentido. ¿Por qué la piedra intentaría destruirse a sí misma?

Sarah se toma un momento pensar la pregunta.

—El Duxilum es demasiado inteligente, ¿sabes? Tal vez, de alguna forma, sabe de su error en la Tierra y esté buscando la manera de autodestruirse.

¿Es eso posible?

—¿Y que sucederá con todos nosotros?

Sarah me da una mirada que no necesita palabras. Sería nuestro fin. Me estremezco de solo pensarlo.

¿Y si es verdad? Nosotros mismos seríamos capaces de liberarnos de las manos de Argus. Significaría el fin de todo, pero finalmente seríamos libres.

—Ya llegué —aviso una vez que estoy dentro de mi casa.

Mamá aparece en mi campo de visión con una pila de ropa prolijamente doblada en sus manos.

—¿Por qué no respondiste mis llamadas? Estaba preocupada.

Maldición.

—¿Tal vez porque dejé el teléfono aquí? —respondo en tono culpable.

La puerta se abre detrás de mí y veo entrar a Taylor con la mirada gacha.

—Listo, mis amigos ya se despidieron de mí —murmura con aflicción.

Aprovecho el momento para escabullirme mientras mi hermano charla con mi madre.

Papá está en la cocina lavando los platos de la cena.

Mientras subo la escalera, oigo unos pasos acompañar a los míos por detrás.

Miro sobre mis hombros y veo a mi hermano con la pila de prendas que cargaba mamá hace unos instantes. Debe ser toda ropa de él recién lavada, tiene que preparar la maleta para mañana.

—¿Necesitas ayuda? —le pregunto.

Taylor me ve por encima del montón de ropa y sonríe con arrogancia.

—Gracias, pero no. Lo último que falta es que te caigas de la escalera por no ver por donde vas, enanita.

Y yo que trato de ser buena.

—Entonces puedes metértela por el... —llevo una mano a mi boca apenas me doy cuenta de lo que estoy a punto de decir.

¿Desde cuanto uso ese lenguaje? Y peor aún, delante de Taylor.

Su boca se abre ligeramente al oírme decir eso. Está tan sorprendido como yo.

De suerte no terminé la frase.

—¿Que acabas de decir? —su tono de voz se vuelve mucho más amenazante.

Esto no es bueno.

—Que... que eres un idiota —farfullo.

No, aguarden. Eso no mejora las cosas.

La inteligencia te persigue, Caitlin, pero tú eres más rápida.

Una sonrisa malévola se dibuja en sus labios al darse cuenta de que yo misma he sacado un boleto para mi tortura.

¡Sálvese quien pueda!

Echo a correr por el pasillo, a paso humano, adentrándome en la primera habitación que veo con la puerta abierta. Claramente hoy no es mi día de suerte. Adivinen en que cuarto me vengo a meter...

Me abofeteo mentalmente por ser una idiota.

Me apresuro a cerrar la puerta y ponerle seguro.

Si no quieres escupir un pulmón de la risa, yo que tú me las ingeniaría para escapar de aquí.

Soy consiente de que me espera una tortura de cosquillas si no me largo cuanto antes de la habitación de mi hermano. Él utiliza ese medio para castigarme desde que tengo uso de razón. Sí, es muy cruel conmigo.

Tres golpes pausados en la puerta me hacen pegar un salto en mi lugar.

¡Esto no es una película de terror!

¡Escóndete!

Miro en todas direcciones en busca de algún escondite rápido.

Tal ves debería abrir la puerta y sacar la bandera blanca de la derrota. Temo que mi poder quiera expulsarse contra él como casi sucede la última vez.

Ahora pienso que no solo los Raezers que están detrás de mi son peligrosos, yo también lo soy.

—No puedes quedarte por siempre allí dentro, Caitlin —le escucho decir del otro lado de la puerta.

—¡Claro que sí! ¡No pienso salir!

Tan solo imaginar la tortura que me espera... Prefiero quedarme aquí hasta que envejezca.

Jamás saldrás, entonces.

—Si me abres ahora tal vez sea benevolente contigo.

Me río en mi interior, esa táctica es vieja. De pequeña caía en sus mentiras, pero ya no.

—Mentiroso —digo por lo bajo.

—Cómo tu quieras.

Cuando termina de decir eso, un silencio peligroso se hace presente tras la puerta.

¿Estará pensando en derribarla?

¡Escóndete ahora!

¿El armario es buen lugar?

Allí es donde buscará primero.

Debajo de la cama.

¡Vamos, Caitlin! Piensa en algo mejor.

Podría ser dentro del...

Perfecto.

Corro hacia el cesto de ropa sucia que está en una esquina de la habitación. Levanto la tapa y maldigo al ver que se encuentra casi lleno.

¿De dónde saca tanta ropa sucia este chico?

Aguantando la respiración, doy vuelta el cesto y dejo que caiga todo al suelo, luego escondo la ropa debajo de la cama.

Brillante.

Intentando hacer el menor ruido posible, me meto dentro del reducido espacio y cierro la tapa encima de mi cabeza.

Por primera vez en la vida estoy agradecida de ser pequeña.

Observo la habitación aún vacía por una pequeña abertura en la pared del cesto. ¿Por qué estará tardando tanto? Cómo si hubiese otro lugar por donde entrar.

Otro lugar...

¿Cerraste la ventana?

La sangre huye de mi rostro al darme cuenta de que no lo he hecho.

Taylor siempre supo como entrar y salir de su cuarto por la ventana. ¿Cómo creen sino que escapaba para irse a fiestas cuando estaba castigado?

Estoy a punto de salir de mi escondite para cerrar la ventana cuando un ruido en el cuarto me advierte que haga lo contrario.

Me tapo la boca con las manos y observo en completo silencio por la pequeña abertura que me da una pequeña visión de lo que sucede aquí afuera.

Las piernas de Taylor avanzan por el cuarto en mi búsqueda.

En este momento mi corazón palpita con fuerza en mis oídos. Un Raezer sería más que capaz de escucharlo.

—¿Dónde estás, princesita? —pronuncia lentamente las palabras. Parece un asesino serial.

Quiero reírme, pero no puedo dejar que me escuche.

Se oye que abre la puerta del armario y luego de unos segundos la cierra.

Te dije que buscaría allí primero.

—¿Dónde estará, Caitlin?

Me hago aun más pequeña en mi reducido lugar.

Sus pies caminan hasta un mueble y lo mueve para mirar por detrás.

¿Cómo no pensé en ese lugar?

Gracias a Dios no lo hiciste.

Taylor se acerca a su cama y mira debajo, quedando su cabeza y sus pies en mi campo de visión.

Oh, no...

Me entran unas ganas terribles de orinar al darme cuenta de que está viendo la ropa sucia.

¡Encontró la ropa sucia de aquí!

¡No debiste esconderla allí!

¡No se me ocurrió otro lugar!

¡Eres una tonta!

—No lo puedo creer —murmura en voz baja.

Se pone de pie soltando una pequeña risa maliciosa. Cambia de dirección y se dirige a mi posición a paso decidido.

¡No, no, no!

Estoy a punto de gritar y salir del cesto de un salto, cuando unos golpes en la puerta me salvan de milagro.

—Joder, te salvaste —masculla—. No digas nada o va a ser peor para ti.

Abre la puerta y enseguida veo las piernas de mi madre.

—¿Qué ocurre, mamá? —pregunta Taylor con tranquilidad.

—Necesito el cesto de ropa sucia, cariño.

—Ahora lo bajo yo, descuida.

Mamá está por darse la vuelta cuando algo la detiene.

—¿Por qué está toda esa ropa sucia en el suelo? —pregunta extrañada.

—Es que no encontraba una camiseta y quería comprobar que no estuviera para lavar. Estaba a punto de llevar todo al cuarto de lavado.

Que mentiroso.

—Está bien —responde ella, segura de las palabras de su hijo.

Taylor no pierde tiempo en cerrar la puerta, sino que se acerca al cesto donde me encuentro escondida y lo levanta conmigo dentro.

—¡Bájame! —chillo asustada.

Él muy idiota avanza tranquilamente por el pasillo como si nada. Intento levantar la tapa pero la mantiene presionada con los dedos.

De su boca se escapa una risita maliciosa.

—¡Gritaré tan fuerte que te dejaré sordo!

Taylor lanza al aire el cesto conmigo dentro y lo vuelve a atrapar. La ensalada de Sarah sube por mi tubo digestivo y amenaza con salir.

—Deberías estar agradecida, enanita. Fui bueno contigo, pero eso no quita que en otro momento me cobre tu deuda.

—¡Te juro que te mataré!

Taylor se ríe mientras bajamos las escaleras.

—¿Has subido de peso? —pregunta, moviendo el cesto de un lado a otro—. Yo creo que sí.

—¿Tu nivel de estupidez ha aumentado? ¡Yo creo que sí!

Taylor chasquea la lengua en negación.

—Eso no ayuda, Caitlin.

Después de unos tortuosos segundos, al fin terminamos de bajar las escaleras. Me he golpeado el cuerpo y la cabeza con las paredes de este maldito cesto.

—Me las pagarás, Taylor —digo entre dientes.

—Que miedo —se mofa.

Cuando al fin llegamos al cuarto de lavado, apenas el cesto toca el suelo, salgo lo más rápido posible de ese claustrofóbico lugar. Volteo a ver a mi hermano, que tiene una estúpida sonrisa en el rostro, y corro a su lado para dale unos cuantos golpes con mis puños.

Intenta no fracturarlo.

¡Mejor si lo hago!

—Te vas a lastimar —dice él, tomando mis muñecas y deteniendo mis inútiles golpes.

—Me vengaré —mascullo.

—¿Irás a Stanford a hacerlo? —dice con presunción.

Podría hacerlo, estaría allí en menos de cinco minutos.

—Te sorprenderé —murmuro.

Estoy por salir del cuarto cuando sus palabras me detienen a mitad de camino

—¿Me echarás de menos?

¿Cómo podría no extrañarlo? A pesar de las pequeñas peleas que tenemos a veces, me gusta pasar tiempo con él. Es un gran compañero.

Creía que hoy sería uno de mis peores días, pero Taylor contribuyó a que me olvide por un momento lo que por dentro me está matando lentamente. Agradezco eso.

Volteo a verlo y finjo que pienso.

—No lo sé...

Taylor me sigue el juego y finge entristecerse por mi respuesta.

Me acerco a él y le doy un abrazo rápido. Los relajados latidos de su corazón retumban en mi oreja al posar la cabeza sobre su pecho.

—Claro que te echaré de menos, tonto.

—Y yo también a ti, princesita.

Luego de una hora, mientras tomo una ducha, presto atención a la charla que mantiene mi madre con su hermana.

Mi abuela se ha enfermado. Debí suponer que pasaría esto, la última vez que hablé con ella no se oía muy bien. Solo espero que no sea nada grave.

Me acuesto en la cama más temprano de lo normal. Tal vez sean las ansias que siento por ver a Dylan en el instituto. Bueno, si es que va.

No sé como reaccionaré si no lo veo allí. Seguramente me embargue una profunda tristeza que no dejará que piense en otra cosa por el resto del día.

Mientras tanto, me aferro a esa pequeña esperanza que tiene fecha de vencimiento dentro de un par de horas.

...

Es hoy. Apenas he podido descansar por la noche. Mi mente estuvo divagando por horas, pensando en todo lo que debo hablar con Dylan. Primero que nada le debo una disculpa, estuvo mal mentirle.

Como el día de ayer, hoy también me desperté con el rostro cubierto de lagrimas. Es agobiante saber que en las pocas horas que alcancé a dormir mi mente no hizo más que darle vuelta al tema.

Como la mitad de mi desayuno ya que mi estómago se niega a terminar el plato. Los nervios crecen cada vez más a medida que se acerca la hora.

Penny pasa por mí al cabo de uno minutos y mientras nos dirigimos al instituto, mis amigas logran distraerme con una acalorada discusión acerca de bandas de rock. Jill trae una sudadera con el logo de su banda favorita, Muse. Mientras Penny y yo coincidimos que The Rolling Stones es mejor banda que esa.

De todas formas, ya conocen a Jill, es la persona mas tozuda que he conocido en mi vida. Y ya sabrán la intensidad con la que puede responder un fan cuando insultan a lo que admiran...

—Ahora, Caitlin, te toca hablar a ti. ¿Qué te sucede? —pregunta Penn,  echándome un rápido vistazo por el espejo retrovisor.

—¿Por qué lo preguntas?

Tal vez porque no dejas de moverte ni por un segundo.

—Luces... nerviosa.

—¿Las cosas van bien con tu Adonis? —pregunta inquisitivamente la rubia.

Justo tenías que tocar ese punto Jill...

—De maravillas —miento—. Se ha ido unos días a... Detroit a visitar a unos parientes.

Eso quisieras tú.

¿Preferirías que les dijera que ha ido a buscar a Argus, un gobernador de la especie a la que pertenezco, a quien quiere matar? Sonaría ridículo para ellas.

El trayecto en coche hasta el instituto se hace más largo de lo habitual, o eso me parece a mí. Mis nervios van aumentando a medida que nos acercamos.

¿Estará allí Dylan?

Una vez que llegamos nos encaminamos juntas hasta el interior del edificio.

Yo no siento nada, ¿y tú?

No soy capaz de percibir la energía que me atrae a él. Tal vez no esté pensando en mí...

¿Sentirá la mía?

Afortunadamente la clase de gimnasia se ha movido para luego del recreo. De todas formas, la asignatura que tendré ahora es mucho peor que la primera.

—Adieu —se despide Jill en francés antes de marcharse a su clase de literatura. Penny también se marcha hacia la clase de biología.

En los pasillos jamás falta la mirada fulminante de algunas chicas que envidian mi relación con Dylan.

Ignoro esas pocas miradas que me persiguen por los pasillos y me apresuro a llegar a la clase de francés.

Una vez que estoy frente a la puerta, respiro profundamente para intentar calmar mis nervios.

Necesito verlo allí. Necesito saber que está bien.

Hago a un lado cualquier tipo de pensamiento y me adentro al aula. Estoy hecha un manojo de nervios.

Mientras avanzo a mi pupitre, veo como algunos alumnos que mantenían una entretenida charla se detienen al verme. Algunas chicas susurran cosas entre sí y dan furtivas miradas hacia el último pupitre del aula.

Esto me recuerda al primer día de clases cuando conocí a Dylan por... bueno, no por primera vez, ya lo conocía de antes.

—¿Lo conoce? —susurra una.

—¿De donde sacan tan buenos genes? —pregunta su compañera.

—¿Serán parientes? —quiere saber otra.

Esas son algunas de las conversaciones que alcanzo a oír. ¿De quién demonios hablan?

Mi corazón pega un brinco al notar el asiento de Dylan ocupado.

¡Está aquí!

Me apresuro a llegar a su lado, pero a medida que me acerco noto algo fuera de lugar. La persona ocupando la silla de Dylan, no es justamente Dylan.

Por su figura noto que es un chico. Lleva una sudadera negra con la capucha sobre su cabeza, lo que no me permite apreciar su pelo ni siquiera el color de sus ojos debido a la sombra.

La complexión física de esta persona me recuerda a la de Dylan, ambos son muy similares. Más aún cuando se echa contra el respaldar de la silla y se cruza de brazos.

Cuando mis pies me llevan frente a esa persona, se quita la capucha y deja a la vista su pelo corto, castaño y rizado. Lo que más llama mi atención de este chico son sus increíbles ojos color verde esmeralda que, apenas posan su mirada en mí, un destello de picardía se refleja en ellos.

Admito que es demasiado apuesto, no puedo negarlo, pero afortunadamente no despierta ninguna sensación fuera de lo normal en mí. Ese lugar lo tiene Dylan, quien con solo mirarme es capaz de causar una revolución hormonal en mi interior.

Dudo si tomar asiento a su lado o no, no sé ni quien es.

—Me llamo Kyle —dice para mi sorpresa, como si hubiese leído mi mente—. Al fin nos conocemos, Caitlin.





Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro