Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXVII


Me cuesta abrir los ojos. Aún siento que necesito dormir tres días más.

Inhalo profundamente, embriagándome de aquella peculiar fragancia que altera todas las células de mi cuerpo. Puedo oír los latidos de un corazón que se acompasan a la perfección con los míos. Se siente raro. A la vez, algo me dice que puedo llegar a saber a quien le pertenecen.

Tú dime.

Finalmente, levanto los párpados y veo los últimos rayos de luz filtrándose por la ventana, es una hermosa puesta de sol.

Me resulta extraño que aún siga sintiendo esa horrible sensación negativa en el aire, no con la intensidad de hoy en el campo de entrenamiento, sino mucho más leve. Tal vez solo sea cosa mía, de seguro tarde en olvidarla.

Soy consciente, desde el momento en que he sentido su fragancia en la almohada, de que este no es mi cuarto.

Me levanto con dificultad, haciendo una mueca de dolor al sentir cada uno de mis músculos resentirse. Comienzo a recorrer la habitación, observando minuciosamente todo. La última vez que estuve aquí me encontraba demasiado alterada como para apreciar los detalles.

En las dos paredes junto a la cama, hay un par de estantes que contienen una buena cantidad de libros.

Con que Dylan es lector, eh. Ahora me gusta más que antes.

No lo veo por aquí. ¿Donde estará? Tampoco es que iré de chismosa por toda la casa a buscarlo.

En la pared opuesta se encuentra aquel marco que, la última vez que estuve aquí, estaba cubierto por una sábana blanca. Ahora ya no más. En él se hayan una gran cantidad de dibujos hechos por un pequeño niño. Lo deduzco porque los trazos son imprecisos. Logro identificar el garabato de la silueta de un niño, en algunos, y en otros a una niña sujetando su mano. Solo tres de estos dibujos son claramente distinguibles debido a la precisión de su diseño, de seguro Dylan debió haberlos hecho.

¿Y esos otros acaso no son...?

Sí, las dos hojas que se le habían caído la vez que lo encontré en el parque. En ambos dibujos estoy yo. Los rasgos de mi rostro están hechos a la perfección.

El último de los tres es el mejor. Es mi dibujo de la clase de arte. Los rasgos de su cara están... a quién voy a mentir, es horrible.

Creo que el niño lo hace mejor que tú.

—Tú los hiciste a todos.

Doy un respingo al oír la voz de Dylan por detrás de mí. Volteo velozmente con el corazón en la palma de mi mano.

¿Qué yo hice todos? ¿De niña solía dibujarlo? Me cuesta creer que yo ya lo conocía desde antes.

—Finalmente despiertas, llevas durmiendo unas seis horas —dice impresionado.

Los recuerdos de la lucha que vivimos el día de hoy llegan poco a poco a mi mente, embargándome de una profunda desazón.

Sin pensármelo dos veces, lo rodeo con mis brazos y hundo mi rostro en su cuello.

Me tranquiliza saber que está bien, que está vivo. Luego de haberme tirado en la hierba, a su lado, no recuerdo más nada. Es como si mi mente se hubiese desconectado luego de eso.

Dylan me rodea con sus brazos y me atrae contra su cuerpo en un cálido y reconfortante abrazo. Sin embargo, su cercanía no es capaz de borrar la culpa que siento por lo que sucedió hoy. Nada de esto hubiese pasado si él se hubiese mantenido alejado de mí desde un inicio.

Tú tampoco pusiste mucha resistencia.

Me aparto un poco y Dylan me sujeta suavemente el rostro entre sus manos, obligándome a verlo a los ojos.

—No debes sentirte mal por nada —me intenta tranquilizar—. Acabamos con ellos, seguimos vivos. La vida nos dio otra oportunidad, no la gastes con malos pensamientos.

Sé que tiene razón, pero es que la culpa no deja de carcomer mi cabeza.

Bajo la mirada y rápidamente el calor se me sube a las mejillas al ver que no lleva puesta una camiseta.

Sí, leyeron bien. Tiene el torso desnudo.

¡Madre santa!

Cada uno de los músculos de la cintura para arriba se encuentran perfectamente contorneados y definidos. Si no lo conociera bien podría jurar que modela para Calvin Klein, o alguna otra marca de ropa interior.

Lástima que tiene puestos los pantalones.

No hay remedio contra la perversión de mi conciencia.

Dylan sonríe más que satisfecho por mi reacción.

—Esto —señala su cuerpo con un dedo—, es todo tuyo, nena.

¡Aprovecha el momento!

¡Ni loca!

No paso por alto el vendaje que tiene en la parte superior del pectoral izquierdo, justo donde le dispararon.

—¿Cómo está tu hombro?

Él pone un poco de distancia entre nosotros y comienza a quitarse la venda. Solo un poco de sangre seca es lo único que me confirma que allí hubo una herida. A pesar de eso, el orificio de la bala ha cicatrizado por completo.

—Las balas de plata retrasan la cicatrización, nos debilitan —aclara—. Si ingresan en nuestra cabeza nos dejan inconscientes por un momento.

No son balas cualquiera, como creía yo en un principio.

—¿Por qué atraviesan nuestro escudo? —pregunto con curiosidad.

—No se sabe. La plata es lo único que puede atravesarlo. Debes tener cuidado con un Raezer armado, no todos poseen un revólver, pero los que los tienen pueden ser peligrosos. Con eso nos distraen, aunque también tienen sus poderes similares a los nuestros, pero menos intensos.

—¿Cómo es que se logra vivir luego de que la bala atraviesa nuestro cuerpo?

—Nuestro poder se encarga de disolverlas. Tarda más tiempo del normal y consume gran parte de nuestra energía, pero finalmente lo logra.

Antes de que pueda decir algo, se dirige a una puerta en la que antes no había reparado. Un baño. Sale al cabo de unos dos minutos, sin la venda en la mano y sin ninguna mancha de sangre en su torso.

Y pensar que tendría que ser yo la que debería estar en su lugar. Fue muy arriesgado, muy estúpido lo que hizo.

Me acerco a él y me detengo en frente suyo.

—No debías haberte puesto en ese riesgo, fue muy peligroso —me atrevo a decirle.

—Caitlin no...

Uno mis labios con los suyos antes de que pueda terminar la frase. La sorpresa solo le dura un segundo antes de corresponderme de la misma manera, con ansias y deseo. Sus labios son el mismísimo paraíso.

Hago una pequeña pausa para decirle algo importante que aun no le he dicho.

—Gracias.

Él sujeta mi cintura y me apega a su cuerpo sin dejar ningún espacio entre ambos. Son sus labios los que ahora me buscan, reclamando los míos con una intensidad que me hace temblar las piernas. Mis manos suben por sus fuertes brazos, cruzan su cuello y se enredan en su cabello, tironeando con suavidad. Doy algunos pasos hacia atrás cuando Dylan avanza y me acorrala contra la pared y su cuerpo, sin separar en ningún momento nuestros labios. Sus manos descienden hasta mis caderas y allí se quedan, mientras tanto las mías se deleitan libremente con la tersa piel de su fornida espalda.

Sé que debo detener esto porque se nos está yendo de las manos. Solo que se me hace muy difícil cuando la mágica energía que nos mantiene unidos nos incita a que no nos detengamos.

Su lengua se abre paso en mi boca e invita a la mía a danzar a un ritmo lento y seductor. Admito que esto es nuevo para mí, jamás había besado a alguien con esta intensidad.

Pero entonces, Dylan detiene el beso a regañadientes. Se nota a leguas que está usando todo el autocontrol que tiene. Ha sido incluso mucho más fuerte que yo.

—Perderé el control contigo si no me detengo ahora —dice en un murmullo.

Me gustaría que lo pierda, aunque no podemos, debo volver a casa antes de que oscurezca.

Asiento ligeramente.

Dylan no se mueve, aún sigue tieso frente a mí sujetándome por las caderas.

—Te quiero, Caitlin —susurra de pronto.

Mis latidos aumentan en un milisegundo y una extraña sensación de cosquilleo se instala en mi vientre al oír sus palabras.

—Y yo a ti —digo tímidamente.

En sus labios se extiende una gran sonrisa al oír eso. Deposita un beso en mi frente y se aleja. Camina hasta la cómoda que está a la derecha nuestro y toma de allí una camiseta de color gris oscuro que se viste con rapidez.

Lo bueno dura poco.

—Te llevaré a casa antes de que se haga más tarde —dice él.

—Está bien.

—Antes... hay alguien que quiero presentarte.

Luce un poco nervioso, pero no tanto como las emociones que me transmite. Es un manojo de nervios y ansiedad.

¿Por qué se siente así? ¿Conoceré finalmente a su abuela? ¿Qué tiene de malo que lo haga?

Un momento, no puedo conocer a alguien vistiendo este atuendo sucio. Dylan nota mi repentina preocupación y, en un abrir y cerrar de ojos, un pantalón vaquero y una camiseta blanca están entre sus manos.

¿Eso es mío?

—Entré a tu cuarto mientras dormías, no quería que te metieras en problemas cuando llegaras a tu casa —se excusa rápidamente, sintiéndose un poco avergonzado de su atrevimiento.

¡Este ser me ha salvado la vida! Con esto me libero de las preguntas de mi familia y además estaré en condiciones de conocer a quien quiera presentarme.

—Me has salvado —exhalo aliviada.

Estoy a punto de quitarme la camiseta sucia cuando me doy cuenta de que Dylan aun sigue con los ojos puestos en mí. Con las mejillas ligeramente ruborizadas, carraspeo. Él parece entender mi indirecta y se da la vuelta en seguida.

Hace cinco minutos casi terminan en la cama y ahora no quieres quitarte una maldita camiseta frente a él.

Bueno, soy tímida.

Y yo soy Madonna.

—Anda, no veré nada —asegura de espaldas a mí.

¿Debo confiar?

Si el chico recibe un tiro por ti, yo recomendaría casarte.

Casarme no, pero entendí el punto.

Me desvisto velozmente y me visto nuevamente con las prendas limpias. Dylan me alcanza la mochila, que al parecer bajó del auto antes, para que guarde las cosas allí.

Salimos del cuarto y nos dirigimos a la planta baja.

A medida que avanzamos, la sensación negativa que creí sentir apenas desperté comienza a incrementar de a poco su intensidad.

¿Pero qué demonios? ¿Hay un Raezer cerca y Dylan no lo nota?

—Dylan...

—Necesito que mantengas la mente abierta, por favor.

¿Mente abierta? ¿De qué está hablando? ¡Nos matará! ¡Debemos correr!

Llegamos a la sala y la energía negativa parece haber llegado a su máximo tope, provocando que comience a sentirme algo aturdida.

Recuerdo esa sensación a la perfección. No se siente tan fuerte como en la lucha, pero aquí está. El pánico quiere dominarme a pesar de que me resisto. No estoy lista para volver a sentir esto justo ahora.

—Por favor, Dylan...

—Caitlin —me interrumpe la voz de una mujer a mis espaldas.

Me giro bruscamente y allí la veo: sentada en el sofá con las piernas cruzadas y un libro entre sus manos. Tiene el cabello rubio recogido con suma prolijidad. Sus ojos grises son igual de encandilantes que los de la persona a mi lado. Es una mujer muy bella. Es joven, su edad debe estar oscilando entre los cuarenta años. La madre de él no podría ser ya que murió en un incendio, según me contó.

—Ella es Sarah, mi abuela —la presenta Dylan.

No puede ser... pero, ¡no es de los nuestros!

¡Por Dios, su abuela es el enemigo! ¡Está loco! ¿Cómo puede siquiera estar a su lado? Su energía es muy negativa.

¿A esto se refería con tener la mente abierta? ¿Tengo que aceptarla tal como es? Tres de los suyos intentaron asesinarnos hoy, ¿quiere que simplemente olvide a quienes pertenece y la acepte?

—Entiendo que puedas estar confundida —dice ella con voz suave—. Solo pido que no me juzgues antes de conocerme.

—No es como ellos. Se enamoró de uno de los nuestros, Caitlin. No trabaja para Argus.

¿Y quién es ese?

—¿Argus? ¿Quién es él?

—Luego te explico —murmura Dylan.

Sarah le lanza una mirada censuradora su nieto, dejándole en claro la disconformidad de su pobre respuesta.

—Es quién gobierna en nuestro mundo, a favor de los nuestros —se adelanta a responder, señalándose a si misma.

Dylan rueda los ojos y chasquea la lengua.

—Ya aprenderás más de esto, pero de a poco, no quiero saturarte de información —comenta él.

—Dylan...—reprocha Sarah, pero él la interrumpe.

—Ya hablamos de esto —suelta mordaz—. Ahora no es el momento, no después de lo que vivió Caitlin hoy.

¿Qué cree que me puede llegar a pasar si me explica? ¿Me explotará el cerebro? Tengo muchas dudas y Dylan solo se encarga de posponer las respuestas. No me gusta para nada que haga eso. Estoy a punto a abrir la boca para pedirle a Sarah que me cuente más, pero Dylan se adelanta.

—Es hora de irnos —concluye.

Sarah me da una mirada de comprensión y me hace una seña para que vaya con él.

—Espero verte pronto. Adiós, Caitlin —dice ella, regalándome una sonrisa.

Formo una media sonrisa y me despido de ella con un gesto de la mano.

Al salir de la casa puedo sentir la tensión entre Dylan y yo. Busca las llaves del coche en su pantalón y me abre la puerta del copiloto primero.

—¿Por qué no me dijiste que tu abuela es uno de esos Raezers? —le reprocho apenas se sienta frente al volante.

La tensión de la sala de su casa se traslada ahora aquí.

Dylan deja salir bruscamente el aire de sus pulmones, parece molesto. Pone en marcha el vehículo y acelera al cabo de unos segundos.

—Porque temía que reaccionaras así, justamente.

Su respuesta me descoloca por un momento. ¿Temía mi reacción? ¿Por qué? ¿Quién soy yo para opinar de esto? Es su abuela. Su familia. No puedo creer que haya actuado así, ahora me siento como una niña caprichosa.

—Oye, lo lamento —me disculpo algo avergonzada.

Tonta, tonta, Caitlin.

—Descuida —le resta importancia. Suelta un suspiro y gira la cabeza para poder verme por un par de segundos antes de volver los ojos a la carretera—. Ella no es como los demás, ¿sabes? Tiene un gran corazón.

—Lamento no haberla conocido mejor.

—Te aprecia, Caitlin —dice para mi total sorpresa.

¿De verdad?

—Le he hablado mucho de ti —continúa—. Según ella has hecho buenos cambios en mí.

Se ríe al decir eso último. Extrañé demasiado ese sonido.

—Es bueno oír eso —digo algo ruborizada.

Me hace sentir más que satisfecha escuchar aquello.

Llegamos a casa al cabo de unos minutos. Dylan detiene el coche justo en frente.

—Gracias por comprender —se adelanta a decir—. Hoy no vendré a la noche, tengo algunas cosas que charlar con mi abuela. No quise hablarle como lo hice.

Se pasa una mano por el cabello, revolviéndolo un poco. Luce preocupado.

—No creo que esté molesta. Pude ver en sus ojos el amor que te tiene, Dylan.

Sonríe ligeramente por mi intento de hacerlo sentir mejor. Se acerca lo más que le permite el cinturón de seguridad y me da un beso corto en los labios.

—Hasta mañana entonces —me despido de él con una leve sonrisa. Bajo del coche sintiendo que en cualquier momento me desmoronaré, pero intento ocultarlo lo más que puedo por si Dylan percibe mis emociones.

Entro a mi casa y recibo la feliz bienvenida de Rey, mi perro, que celebra mi llegada contento.

En la habitación contigua escucho la televisión encendida. Camino hacia allí y veo a mi padre y a Taylor sentados en el sofá viendo un partido de béisbol. Al notar mi presencia ambos giran la cabeza en mi dirección.

—Hola, cariño. ¿Dónde estabas? —pregunta mi padre, consultando su reloj.

No puede ser...

—Yo... eh... en lo de Penn —miento.

Mi hermano alza una ceja con incredulidad. Sabe muy bien con quien estaba. Le lanzo una mirada asesina por si está pensando en delatarme. Inmediatamente, sus ojos descienden por mi cuerpo. No tardo en darme cuenta de que está inspeccionando mis prendas. He olvidado por completo que cambié de atuendo en lo de Dylan. ¿Lo recordará? Espero que no sea tan detallista.

—Lo imaginé, oí un coche afuera —responde papá tranquilamente—. ¿Quieres sentarte con nosotros a ver el partido? Están jugando los Mariners contra los Angels.

—Gracias, pero tengo deberes que hacer —vuelvo a mentir.

Ya los terminé ayer y hoy no dejaron deberes, gracias a Dios.

Es solo que no quiero compartir asiento junto a Taylor. La tensión aún sigue latente entre nosotros y ya he tenido suficiente por hoy.

Me doy la vuelta y me dirijo a la cocina, allí encuentro a mamá sentada en la mesa, sumando las cuentas del hogar. Ya se ve mucho mejor que ayer. En el horno parece estar asándose algo, huele delicioso.

La saludo, hablo algunas palabras con ella y luego subo a mi cuarto. Cierro la puerta tras de mí, hago la mochila a un lado y me quedo de pie sin hacer nada. Me siento como si desconociera absolutamente todo, como si esta no fuera mi habitación. Me siento una invasora.

Tomo asiento en el suelo, con la espalda contra la puerta. Levanto las rodillas y enrosco mis brazos alrededor.

¿Por qué me siento así? ¿Por qué la culpa me persigue aun sabiendo que no hice nada malo?

Tal vez haber juzgado a la abuela de Dylan sumó una gota más al vaso. Ya de por sí me sentía mal por haber dejado que Dylan arriesgara su vida por mí y luego... dejé que el enojo hablara por mí en el auto.

No debí reaccionar así, maldición.

Tengo un montón de pensamientos rondando por mi cabeza que no me dejan descansar tranquila. Me gustaría tener un pensadero, como el de Dumbledore en Harry Potter, tal vez eso me podría ser útil.

Si nosotros somos reales, si este mundo de Raezers es real, eso quiere decir que podría existir la magia. Ya no pienso como antes, mi forma de ver el mundo es un poco distinta desde hace unas semanas. Creo en muchas cosas que antes no creía, todas aquellas que te puedas imaginar. Pondré en duda, de ahora en más, cualquier cosa que las personas crean irreales.

Pero en este momento, quiero escapar de ese mundo. Me gustaría dejar de ser una Raezer por un tiempo. Quiero descansar y disfrutar de mi adolescencia como cualquier otra chica normal, sin tener preocupaciones como las que debo cargar en mi cabeza. Desearía poder despertar algún día y solo preocuparme por cosas normales, como el colegio, chismes o chicos.

Me refriego el rostro un par de veces para poder despertar de aquella ensoñación. Esta es mi realidad ahora, debo aceptarla y dejar de actuar como una niña.

Respiro profundamente. Hago a un lado los malos pensamientos y me pongo de pie.

Tal vez una ducha me ayude. Confirmo aquello cuando me tomo más tiempo de lo usual bajo el agua. Al terminar, salgo del baño cubierta en una toalla y me visto en mi cuarto. Un minuto después, se oyen tres golpes en la puerta.

—Está la cena servida, Caitlin. Ven a comer —avisa Taylor desde el otro lado.

Abro la puerta y lo veo allí parado esperando no se qué.

—Gracias —murmuro.

Me apresuro a caminar antes de que diga lo que tiene para decir, pero como no, lo tengo a mi lado de inmediato.

—¿Seguiremos de esta manera hasta que me vaya?

Solo quedan pocos días para su partida a la universidad.

—Tu decidiste que sea así —le digo bruscamente.

Acelero el paso y bajo primera la escalera.

Una vez en la mesa, me sirvo un poco de vegetales y una pequeña porción de carne asada. Mi estómago no se siente igual que siempre. Hoy no tengo mucho apetito.

Me sumerjo en mis pensamientos mientras mastico lentamente.

Extrañaré a Dylan esta noche. Espero que pueda llegar a un acuerdo con su abuela. Me agrada que haya sido sincera conmigo. Ella está de acuerdo, al igual que yo, en que necesito ampliar mi conocimiento respecto a los Raezers. No entiendo por qué Dylan se empeña en extender el día en que deba explicarme todo.

—... del caso nuevo de hoy —alcanzo a oír lo que dice mi padre. Eso acapara mi atención de inmediato.

—¿De que trata? —pregunta mamá con interés.

—Una mujer quiere llevar a juicio a las personas que conducían como locos esta mañana. La atropellaron.

De la sorpresa que me llevo, empiezo a toser convulsivamente cuando me ahogo con el agua.

Elegantes modales.

—¿Estás bien? —pregunta Taylor desde el otro lado de la mesa.

Una vez que logro controlarme, asiento rápidamente y me remuevo en el asiento, algo incómoda.

Papá, que había hecho una pausa para observarme, continúa la charla.

—Las cámaras de seguridad logran captar el momento en que la atropellan, pero no alcanzan a distinguir sus rostros. Al parecer fue una persecución —toma un sorbo de su vino y continúa—. Ella estaba embarazada.

—¿Estaba? —pregunta Taylor con expresión de desconcierto.

—Perdió al bebé —murmura con pesar.

Siento como poco a poco la comida comienza a subir por mi garganta.

¡Al baño ahora!

—Disculpen, vuelvo... vuelvo en un minuto.

Me pongo de pie y me apresuro a ir al baño de la planta baja. Me arrodillo frente al inodoro y devuelvo el poco contenido de mi estómago.

Maldición. No puedo permitir que sospechen de mí. Esto está mal, está muy mal.

El ácido de mi estómago me quema la garganta y me provoca unas fuertes arcadas. 

Me tomo tres minutos enteros para tranquilizarme. Una vez que termino, me lavo el rostro y los dientes antes de volver a la mesa.

—¿Estás bien, cielo? —me pregunta mamá, acariciando mi espalda.

Claro que no. No estoy bien. Mi vida no puede ir peor.

—Sí, descuida. Oír eso me revolvió el estómago —contesto—. Me indigna cuanta crueldad puede haber en este mundo.

Me siento una persona horrible al decir eso. Sé muy bien que yo soy la culpable. Esa mujer no hubiese perdido a su hijo si tan solo fuera capaz de ocultarme de aquellos Raezers. Claro que no sería posible porque soy una inútil.

—Demasiada crueldad —masculla mi padre en acuerdo conmigo.

—La comida está exquisita mamá, pero creo que iré a acostarme, no puedo comer nada ahora.

—Esta bien, cariño.

Me despido de todos y abandono la cocina ante la mirada inquisitiva de mi hermano. Espero que no esté sospechando.

Tampoco es que hayas sido muy sutil...

Me encierro en mi habitación y me siento en la cama. Puedo sentir el mundo cernirse sobre mí de golpe.

¿Por qué a mí? ¡Yo no elegí esta mierda! ¡Quiero mi vida de vuelta!

Hoy esos malditos se llevaron la vida de un inocente, de un pequeño que no llegó a conocer el mundo. Se lo arrebataron a su madre de una forma salvaje y despiadada. Y todo por mi culpa.

¿Que me asegura que mi familia está a salvo? Dylan no puede mantener un control las veinticuatro horas del día, él también tiene una vida. Esto no solo me afecta a mí, sino que comienza a afectar a todos los que me rodean. No podría soportar perder a un ser amado pudiendo hacer algo para evitarlo. Y tampoco puedo vivir con el miedo constante de que un día volverán y acabarán con todo lo que, hasta el día de hoy, me mantiene en pie.

Respecto a Dylan, si tan solo me hubiera alejado de él apenas esto inició... tal vez no hubiese puesto su vida en riesgo como lo hizo hoy por intentar protegernos.

¡¿Se dan cuenta que el maldito problema aquí soy yo?! Peligran muchas personas por mi culpa.

Limpio una lágrima que inicia su descenso por mi mejilla y enrosco los brazos alrededor de mis piernas.

Esto se pone cada vez peor. Por más que Dylan no quiera verlo, yo sí me doy cuenta.

¿Y qué vas a hacer al respecto?

Aún no lo sé. Lo único de lo que estoy segura es que tendré que alejarme de todos. Debo irme muy lejos, donde nadie pueda encontrarme. También podría entrenarme yo sola. Sí, puedo hacer eso. Lo intentaré unas mil veces hasta que sea capaz de hacer daño con mi poder. Buscaré la forma de hallar mi escudo, alguien alguna vez fue pionero de esta raza, aprenderé al igual que aquel.

Lo que aún no sé es qué le diré a Dylan, no quiero herirlo, pero tampoco dejaré que me acompañe por mucho que me cueste aceptarlo. No podré hacerlo si él continúa exponiéndose por estar a mi lado.

Apoyo la cabeza contra las rodillas y dejo que las lágrimas que he estado reteniendo durante todo este tiempo se liberen.

Solo ha bastado semanas para que Dylan se metiera bajo mi piel como nunca nadie lo ha hecho. Por eso mismo, sé muy bien que nuestra conexión no me lo hará fácil, va a hacer todo lo posible por unirnos nuevamente.

¿Cómo se lo diré? Me cuesta imaginarme separada de Dylan. Él es lo único que está bien en todo esto. Una dolorosa punzada ataca directo a mi corazón.

Tampoco sé a donde me iré, tendré que abandonar mi vida entera. No estoy segura de si podré lograrlo, pero tampoco puedo quedarme a ver como todos a mi alrededor peligran por culpa mía.

Cierro con fuerza los ojos e intento buscar alguna otra solución que no implique herir a Dylan. A ninguno de los dos.

¿La hay? A donde quieras que vayas él te seguirá. Tal vez debas mentir.

¿Mentir?

Un pequeño ruido me advierte que no estoy sola en el cuarto. Levanto rápidamente la cabeza y siento la sangre huir de mi rostro al ver a Dylan parado junto a la ventana. Su bello rostro se encuentra desfigurado por el dolor. Jamás lo había visto de esa forma.

Algo me dice qué el ya sabe de la decisión que he tomado sin habérselo mencionado antes.

—Caitlin... —su voz rota rompe el silencio entre ambos.

Sorbo por la nariz y me limpio las mejillas húmedas con el dorso de la mano.

¿Cómo le digo?

—¿En qué estas pensando? —inquiere preocupado —¿Por qué me siento así?

Sus ojos no tienen el brillo deslumbrante de siempre. Ahora se encuentran apagados y tristes. Verlo así me rompe el corazón. Nuestra energía se hace notar más que nunca. Nos atrae con una intensidad incomparable a las veces anteriores.

El coraje que había juntado hace unos instantes se ha ido al bote de basura. Debo encontrar la manera de disimular el dolor. Ahora necesito ser fuerte, no puedo echarme atrás a lo decidido. Tengo que seguir con mi plan cueste lo que cueste, por más que una parte de mí quiera correr a sus brazos y no soltarlo jamás.

—Lo siento mucho —digo con la cabeza gacha, no puedo siquiera ver sus ojos.

Dylan tarda solo un segundo en comprender el significado oculto en mis palabras.

Maldición, es tan difícil.

Te enamoraste de él, Caitlin.

Jamás imaginé que dolería así. Creía que los libros exageraban en ese sentido, pero estaba equivocada. Es como si alguien sujetara mi corazón y lo apretara con fuerza, por lo que, la sangre no llega correctamente a mis extremidades, sintiéndolas frías, muy frías.

Mis ojos viajan a los suyos nuevamente.

—No lo hagas —suplica, dando un paso adelante.

—No puedes decidir por mí, por favor, vete —sollozo. Me coloco en el extremo más alejado de la cama. El tomar distancia de él será una señal para que no se siga acercando.

—Caitlin yo...

—Estoy muy agradecida contigo por ayudarme todas esas veces, solo que ya no se puede seguir así. Es a mí a quien quieren. Arriesgas demasiado cada vez estás a mi lado. 

—Ya no me queda más nada que perder, salvo a ti. No puedo perderte a ti también.

—Vete, Dylan —le suplico con un nudo en la garganta.

Limpio inútilmente las lagrimas que no dejan de salir de mis ojos.

Nuestras voces son apenas susurros. Mi familia se encuentra abajo, no quiero que sepan lo que sucede aquí en mi habitación.

—Caitlin... por favor.

Sus ojos se humedecen en la distancia. En mi interior me inunda una fuerte sensación de tristeza.

—Te quiero, no te das una idea de cuanto. No me alejes, te lo suplico.

¿Podría ponerse más difícil esto?

Mis ojos son como dos grifos abiertos, no dejan de llorar. Yo jamás lo hago, es muy raro que me vean así. Una emoción demasiado fuerte solo podría desatar mi llanto.

En mi cabeza no deja de resonar la palabra "mentir". ¿Será lo mejor? Es muy probable que me arrepienta luego, siempre lo hago.

—Yo no te quiero Dylan, te mentí hoy —mantengo los ojos fijos en la sabana cuando lo digo, es más fácil mentir si no lo veo.

¿Se lo creerá? Hoy admití frente a él que lo quería, es muy contradictorio lo que acabo de hacer, pero no tengo alternativa. Debo apartarlo sea como sea.

Los segundos pasan y aun no escucho su respuesta. Tomo el valor de verlo a los ojos y el corazón se me termina de romper al ver una pequeña lágrima rodar por su mejilla. Él la limpia de inmediato. Borra el rastro tan rápido que por un momento me detengo a pensar si no lo habré imaginado.

—Estás mintiendo —afirma con convicción—.  Sé que lo estás haciendo.

Da un paso atrás y posa una mano sobre el marco de la ventana, como si estuviese reteniéndola para que no se escape y lo deje aquí conmigo.

Su mirada es otra. Algo ha cambiado en el momento en que dije esas horribles palabras.

—Dylan...

—No —me corta—. Ya decidiste. ¿Esto es lo que quieres? Bien, así será.

¡No es lo que quiero! Odio la decisión que he tomado. Me encantaría encontrar otra salida a esto, pero es lo único que se me ha ocurrido.

—Sólo te diré una cosa —murmura con voz dura—. No dejaré que ellos ganen.

Cuando estoy por preguntarle a que se refiere con eso, desaparece de la habitación en un abrir y cerrar de ojos.

Me tomo más tiempo del normal en reaccionar.

Acabo de terminar con el único chico que he querido hasta ahora. Estoy sola en esto, no conozco a nadie que pueda guiarme en mi entrenamiento. Salvo el señor Madson...

Estás loca si crees que aceptará. Además daría miedo entrenar con él.

Repito, estoy sola en esto. Debo hallar una forma de arreglármelas, no dejaré que esos Raezers sigan entrometiéndose en mi vida.

Pero por hoy ya no quiero pensar. Me coloco en posición fetal y me dejo llevar por las emociones. No será una agradable noche para mí.

Ni para Dylan.

Para ninguno de los dos.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro