Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXIII- parte II


Me muevo a toda prisa por el bosque, esquivando los árboles que se me interponen en medio. Estos se empecinan en bloquearme el camino a mi objetivo. Y para añadir otro problema, se me dificulta mucho poder verlos con la claridad, la velocidad a la que voy no me permite distinguir más que borrones sin forma. Sin embargo, consigo moverme en dirección al resplandor que me llama en la distancia.

Ya no me preocupa estar sola. Necesito llegar sea como sea hacia aquel destello. Es la primera vez que mis ojos ven algo así.

Finalmente, se abre frente a mí la imagen más fascinante que jamás haya visto. Aquel tenue halo de luz proviene de Dylan. Sí, leyeron bien. Su cuerpo entero está cubierto de un ligero fulgor dorado.

¿Qué es eso?

Acelero aún más, chocando con algunos troncos debiluchos que se rompen ante el mínimo contacto. Mi corazón bombea frenéticamente a medida que me acerco.

Comienzo a preguntarme si son reales todas las historias de los libros. ¿Se imaginan que exista la magia, las sirenas, el viaje en el tiempo, la inmortalidad...? Eso último real. Tan real como yo. Pero ¿qué otra cosa existe además de eso?

Dylan se da cuenta de mi presencia inmediatamente, es entonces cuando sus ojos se conectan con los míos como si fuesen imanes. Y de la nada, los abre grandes, muy grandes. Parece alarmado. ¿Qué está mal?

¡Frena!

Cuando me doy cuenta de eso, ya es demasiado tarde. Dylan extiende sus manos por delante para atajarme, pero la velocidad con que lo embisto es mucho más fuerte que eso. Lo termino arrastrando en una caída de varios metros, donde rodamos por un buen par de segundos. Lo único que logra detenernos es una gran roca que se parte en dos cuando la espalda de Dylan la golpea con contundencia. Incluso escucho algunos huesos de su espalda sonar.

Eso debió doler.

El impacto repercute también en mí, dejándome un poco aturdida al principio. Parpadeo varias veces para poder centrarme. Pero la percepción del tacto responde más rápido que el resto de mi cuerpo. Mis manos presionan ligeramente sobre la tela de una camiseta, permitiéndome sentir la firmeza de los músculos que hay debajo. Y mis oídos... mis oídos pueden oír el bombeo de un enérgico corazón, que late bajo mi mejilla. El poder con el que retumba de alguna manera me trae alivio.

La fragancia que me rodea es exquisita, sublime, digna de los Dioses. La reconozco, por supuesto. El aroma que desprende Dylan es realmente embaucador.

Un momento...

Lentamente me aparto el cabello de los ojos y casi escupo mi corazón al ver dónde he caído. El rostro de Dylan está a un palmo de distancia del mío, a tal punto que puedo distinguir con claridad los diferentes matices grises de sus ojos. La manera en que me mira provoca que los vellos de mi nuca se ericen y mis latidos aumenten su frecuencia. Me encuentro sobre él con las manos sobre su fuerte pecho, mientras que las suyas están firmemente adheridas a mis caderas.

¿Estoy soñando? A lo mejor me golpeé la cabeza y morí. Tal vez, no soy tan inmortal como él creía. Me gustaría creer eso, pero las sensaciones son tan reales...

Una exhalación se escapa de mis labios al sentir como sus dedos se deslizan suavemente hacia arriba y levantan el dobladillo de mi camiseta para acariciar la piel de mi cintura. Madre mía... Todo mi cuerpo reacciona a esa caricia y se estremece como nunca.

Sus ojos descienden hasta mis labios y mis nervios alcanzan la estratosfera cuando la energía que nos atrae se vuelve por demás de insistente. Quiere que nos besemos. De solo pensar en probar sus labios mi rostro es invadido por un intenso calor. Dylan dirige la mirada a mis mejillas y me sonríe con ternura.

Dios, ¿qué estoy haciendo?

Cuando al fin reacciono, me levanto de un salto de su esplendoroso cuerpo. Es una gran desilusión, lo sé, pero él también se ha llevado un gran golpazo, no es justo que me aproveche de él así.

¿O sí?

—¿Estás bien? —le pregunto algo preocupada.

Dylan se pone de pie como si nada, como si no hubiese partido una colosal roca con su espalda. No paso por alto la mueca de desilusión que cruza por su rostro. Mi corazón da un brinco al reparar en eso.

—Sí, ¿y tú? —responde, resignado.

Me sacudo un poco la camiseta, que parece tener el bosque entero encima.

—Bueno, yo no partí una roca con la espalda.

Dylan mira lo que le señalo con los ojos y chasquea la lengua.

—¿Estás preocupada porque me haya lastimado con eso?

¿Y todavía me lo pregunta?

Por un momento Dylan luce sorprendido porque esté preocupada por él. ¿Cómo no estarlo?

—Claro, tus huesos sonaron —respondo confundida.

—No es nada, estoy bien. Aunque si fuese humano no podría ni ponerme de pie.

—Desde luego no lo eres —mascullo.

Dylan curva sus labios hacia arriba al oír mi contestación.

—¿Y a ti que te pasó? ¿Se te rompió el freno? —dice en broma.

¡Oh, casi lo olvido! El resplandor... ya no está.

—Estabas brillando —declaro, extrañada al no ver nada.

Estoy segura que no lo imaginé.

—Así te ves tú en este preciso momento —afirma ante mi cara de desconcierto.

Le echo un vistazo rápido a mi cuerpo, pero no veo nada. ¿Qué me está diciendo? 

—Ese resplandor es lo que vieron... —Hace una pausa donde aprieta la mandíbula y los puños con fuerza—. Aquellos bastardos en el callejón antes de atacarte. Esa es nuestra energía.

—Ya no está —observo. No hay nada alrededor suyo.

—Mi escudo me protege, lograrás verlo cuando desarrolles el tuyo. ¿Ahora entiendes su importancia?

Apenas puedo correr bien y quiere que logre controlar eso. De todas formas sé que es una parte importante del entrenamiento. Mañana nos dedicaremos únicamente a mi escudo. Me mantendré concentrada lo suficiente para lograr sacarlo cuanto antes.

Asiento con la cabeza y desvío la mirada a un lado. El sol ha comenzado a esconderse de a poco en el horizonte. No tardará en caer la noche. Sin darme cuenta, el tiempo ha pasado volando.

—Creo que hemos acabado por hoy —su voz hace que vire el semblante hacia él. Está mirando lo mismo que yo—. Mañana regresaremos para continuar.

Suspiro por lo bajo y agacho la cabeza. Veo una pequeña roca en el suelo y no dudo en darle una patadita.

—¿Qué? —pregunta Dylan de pronto.

Alzo la mirada rápidamente y me topo con su mirada analizadora.

—¿Qué? —repito como la idiota que soy.

Sí, una respuesta muy inteligente de mi parte.

—¿Por qué suspiras? ¿No te quieres ir? —pregunta perspicaz.

La cosa se estaba poniendo interesante.

—No, no es eso —digo rápidamente—. Es solo que aún no estoy cansada.

—Es normal —murmura—. Ahora físicamente tienes mucha fuerza, soportarás mejor los entrenamientos. Aun así, hoy fui condescendiente contigo, solo te mostré una pequeña parte de lo que haremos los próximos días.

—Nadie dijo que seas condescendiente conmigo —replico—. ¿Qué tiene de malo enseñarme el verdadero entrenamiento?

Dylan se queda pensativo durante unos pocos segundos, estudiándome con la mirada.

—Me odiarás muy rápido —murmura finalmente.

—Estoy dispuesta a aceptar los riesgos. —Sonrío desafiante.

Yo no me confiaría...

Puedo hacerlo.

—Está bien —acepta él con una ligera sonrisita en los labios.

¿Qué se trae entre manos?

Dylan se sitúa a un metro de mí y me observa con una repentina seriedad. Se ha puesto en el papel de instructor otra vez.

—Atácame, muéstrame que sabes hacer —dice entonces.

¿Qué?

—Yo no... no sé usar mi poder todavía —le recuerdo.

—No me refiero a eso. Usa tus brazos y piernas. Este es un entrenamiento físico. Pelearás conmigo.

Yo no quiero atacarle. Además, no sé pelear. Debí haber cerrado mi bocota.

Miro de arriba abajo su cuerpo y tiemblo por dentro al ver todos esos músculos bien formados. ¿Él peleará conmigo? Un mínimo golpe y podría enviarme a Rusia...

—No te atacaré —me niego rotundamente.

Prefiero resguardar mi integridad física. Sí, señor.

No lo veo venir. De pronto, de un movimiento rápido y limpio, termino estampada de espaldas al suelo.

—Yo no digo lo mismo —susurra en mi oído.

Vuelve a erguirse y me mira desde arriba con una sonrisita triunfal plasmada en su estúpido careto.

Salgo del repentino aturdimiento y me pongo de pie con rapidez. ¿Cómo se ha atrevido?

—¡Eres un...!

—Adoro esta parte del entrenamiento —confiesa, interrumpiéndome—. Lástima que tú aun no sepas controlar tus movimientos.

¿Quién dice eso?

Levanto el pie con la intensión de incrustárselo en la rodilla, pero como a mí nada me sale como lo planeo, me sujeta por la pierna y la lleva hacia atrás. Mis huesos se resienten cuando el suelo vuelve a recibirme.

¡Lo odio!

Él te lo advirtió.

Me levanto por segunda vez, fulminándolo con la mirada.

—¿Eso es todo lo que tienes, Caitlin? —me provoca—. Un niño de dos años podría hacerlo mejor que tú.

Eso me dolió hasta mí.

Hasta aquí llega mi paciencia.

Recuerdo que de niña tuve clases de artes marciales por al menos tres meses. No era lo mío. Aun así, terminé aprendiendo un par de técnicas que podrían ayudarme ahora.

Sin darle aviso previo, me adelanto con rapidez y levanto la pierna para propinarle un golpe en las costillas. Dylan retrocede solo dos pasos, llevándose la mano al costado del torso. Al principio luce sorprendido por mi arrebato, pero esa sorpresa no dura más que unos pocos segundos. Mi cuerpo entero tiembla al notar la mirada desafiante que me lanza.

—Mi turno —dice entonces.

Oh, no...

¡Corre!

Giro sobre mis talones y escapo de allí a toda velocidad. Corro como jamás lo hice en toda mi vida. Las ramas de los árboles se ensañan en arañarme la piel, pero no le doy importancia. Lo único que me interesa ahora es mantenerme con vida. Vale, estoy siendo un poco exagerada, pero estoy segura que Dylan no tendrá compasión.

Suelto un grito agudo cuando lo veo situarse a mis espaldas en un abrir y cerrar de ojos. Ahora mismo me siento como un venado a punto de ser comido por el implacable león.

No está tan mal la idea, ¿no? Deja que el león te atrape.

Entre la euforia que siento y ese pensamiento que acabo de tener, una risotada se escapa de mi boca. Es una risa jovial, alegre, carente de miedo por lo que se avecina. De alguna manera sé que Dylan jamás me haría daño.

—¡No puedes escaparte, Caitlin! —grita detrás de mí.

Sonrío al escuchar eso. Es más que evidente que me está dejando tener la delantera, estoy segura de que él podría alcanzarme en un chasquido de dedos. Pero si lo hiciera, ¿dónde quedaría la emoción?

—¡Eso es lo que tú crees! —le sigo el juego.

Escucho su risa celestial a mis espaldas. Eso es música para mis oídos.

Hago uso de toda mi concentración para evitar chocar contra los árboles y demás vegetación. La adrenalina ayuda bastante con mis reflejos, aumentándolos al doble, no, al triple. Sin embargo, los brazos empiezan a escocerme por las heridas que las ramas dejan en mi piel. Cuando una se está curando, otra más se está abriendo, y así. Es un ciclo sin fin. A menos que me detenga, claro. Pero si lo hago me atrapará el león. Mi corazón martillea en mi pecho como un desbocado, e incrementa sus latidos al imaginar que podría pasar si llegara a atraparme.

Sus pasos se escuchan cada vez más cerca. La expectativa me tiene de los nervios, aunque es realmente excitante. ¿Qué hará cuando me atrape? ¿Qué técnica de tortura usará conmigo? Me arrepiento de lo que dije, ahora sí quiero que sea condescendiente conmigo.

No tengo que esperar mucho para saber la respuesta. De repente, su mano se enrosca en mi brazo y tira de mí para que me detenga. Como todo sucede tan rápido, cuando quiero darme cuenta mi pecho ya se está chocando contra su esplendoroso torso. Interpongo mis manos por delante para no enterrar de lleno el rostro entre sus increíbles pectorales.

A que te hubiese gustado...

Asegura que no me escape colocando un brazo alrededor de mi cintura.

Al alzar la cabeza me doy cuenta de que su rostro y el mío han quedado a solo cinco centímetros de distancia. Puedo sentir su respiración golpear mis labios, despertando un centenar de mariposas más de las que ya tenía.

Mi respiración está demasiado agitada, y puedo asegurar que no es por la carrera. Tener su cuerpo pegado al mío de esta manera genera toda una revolución en mi sistema. Además, su mirada es tan penetrante que mis piernas comienzan a temblar.

La energía entorno a los dos cambia. Se hace más insistente, provocadora. Quiere que nos dejemos llevar, que perdamos el control solo por una vez. Vibra con tal intensidad que estoy dispuesta a rendirme ante ella ahora mismo.

Y no soy la única. Dylan parece estar en una lucha interna que le impide hacer lo que ambos deseamos desde hace rato.

El magnetismo es tan intenso que mi mano viaja por su cuenta hacia su camiseta y la encierra en un puño, tirando sutilmente de ella para que él se acerque un poco más. Lo necesito más cerca.

Él comprende enseguida mi señal y en sus ojos se ve reflejada la determinación. Ya no más dudas, no más barreras.

Corta la poca distancia que nos separa y presiona sus labios contra los míos.

Todo mi ser suspira de alegría con ese beso. Nunca pensé que podría llegar a ser tan perfecto. Mi corazoncito no puede ir más deprisa, y el suyo responde de la misma manera, puedo sentirlo bajo la palma de mi mano.

Su mano libre sube hasta mi mejilla en el momento en que comienza a mover sus labios con una delicadeza que me estremece. Un cosquilleo se apodera de mi vientre al sentir como me presiona ligeramente contra su cuerpo para que no haya ni un ápice de distancia separándonos.

Nuestros labios continúan entrelazándose con una sincronización exquisita, sin errores, como si tuviésemos grabado a fuego la forma en que el otro besa. Y eso que jamás he besado a nadie, Dylan es el primero.

Mis manos se deslizan con cierta timidez por su pecho, ascienden por sus fuertes hombros, acarician su nuca y se enredan en su suave cabello. Oigo un gruñido de satisfacción provenir de su garganta cuando tiro suavemente de su pelo.

El beso es lento, suave e intenso a la vez. Es una maravilla, se siente como tocar el cielo por primera vez. Besarle es extremadamente dulce, adictivo. Jamás creí que yo pudiera tener alguna adicción, pero aquí me encuentro, deseando tener más de estos labios que ahora se han convertido en mi droga.

Todavía la energía que nos atrae continúa alrededor nuestro, observándonos, esperando que algo suceda. No lo entiendo, ¿no es lo que quería?

Las mariposas revolotean como locas en mi estómago y quieren esparcirse por el resto de mi abdomen. Ya no las retengo más. Ya no voy a esconder mis sentimientos. Dylan me gusta demasiado, y no me avergüenza decir que durante todo este tiempo ha conseguido enamorarme. Un sentimiento que jamás experimenté con esta intensidad.

Entonces, en mi pecho comienzo a sentir una presión poco usual, similar a la misma energía que acumulé durante la pelea en el callejón. Pero ahora se siente diferente, no es la misma.

El beso se intensifica mientras estoy sintiendo todo eso. Nos besamos con anhelo, un anhelo que venimos reprimiendo desde la primera vez que nos vimos en el instituto.

Y de un momento a otro, esa energía detona en mi interior, rompiendo aquello que la mantenía aprisionada. Sale de mi cuerpo por un instante, envolviéndonos a los dos en su manto invisible de poder. Al cabo de unos segundos, traspasa mi cuerpo con una fuerza inusitada, filtrándose por cada poro de mi piel.

Dylan aparta su rostro solo lo suficiente para poder verme a los ojos. Luce maravillado, como si el también hubiese sentido lo mismo que yo. ¿Podría ser eso posible?

Acuna mi cara entre sus manos y me da un último beso antes de poner un poco de distancia entre nuestros cuerpos.

Sonrío tímidamente cuando lo tengo frente a mí. No sé que decir en estos momentos. Solo me limito a observarle fascinada.

—Te atrapé —murmura con la voz más ronca de lo normal. Eso causa que me estremezca.

—Hiciste trampa —replico.

Dylan se ríe, negando con la cabeza. Sabe que soy muy mala perdedora. Sus ojos tienen un brillo especial que antes no tenían. También sus labios están un poco más rosados e hinchados por el beso. Luce hermoso, perfecto.

Me toma un poco por sorpresa cuando sus dedos se entrelazan con los míos. Qué bien se siente estar así.

—Es hora de volver —avisa, echándole un vistazo al cielo que a poco está de oscurecer.

—Sí, volvamos.

Regresamos al auto en menos de cinco segundos. Nuestra velocidad es realmente increíble. Ya no tengo escusas para llegar tarde a ningún lado.

Recorremos las calles de vuelta a la ciudad sin decir ninguna palabra. No es un silencio incomodo tampoco, simplemente no hay de que hablar. Lo único que tenemos en mente es ese beso que se reproduce una y otra vez en nuestras cabezas. Sus llamados son constantes desde que salimos del bosque, así que sé que él también está pensando en eso.

Lo observo conducir con una mano, la otra la tiene ocupada sujetando la mía sobre mi regazo. Pasan unos minutos antes de oír su voz.

—¿Cómo estás? —pregunta entonces.

Es una pregunta un poco difícil de contestar porque me siento feliz, pero a la vez extraña.

—Estoy bien, solo algo... rara.

Tal vez no tendría que haberle dicho eso, pensará que estoy loca.

Un poco lo estas, sí.

Tú cállate.

—No eres la única —murmura por lo bajo.

¿Ah, no? A lo mejor esté relacionado con nuestra conexión. No lo sé. Mis emociones parecen haberse potenciado, no puedo pensar con claridad.

Dylan estaciona el vehículo frente a mi casa, se desabrocha el cinturón y se gira hacia mí.

—¿Quieres que hablemos luego? —pregunta, lo noto algo ansioso por escuchar un como respuesta.

Lo único que no entiendo es ese luego. ¿Cuándo quiere hablar? Ya casi es de noche. ¿Acaso me llamará por teléfono? Ahora que lo pienso jamás le di mi número.

—Está bien —respondo con algo de dudas—. Pero no pensarás entrar como un bandido por mi ventana, ¿no?

Todavía recuerdo el día que lo hizo. Esa noche estuvimos a punto de besarnos, nos habíamos dejado llevar por la fuerza que nos atraía. Aunque no llegó a ser nada, lamentablemente él se había ido antes de que sucediera algo. Ahora que lo pienso, gracias a eso hoy nos dimos el primer beso perfecto.

—Te sorprenderé —se limita a responder.

Ruedo los ojos y me desabrocho el cinturón de seguridad.

—Ya debo irme —digo—. Adiós.

Abro la puerta, dispuesta a salir del coche, pero Dylan sujeta mi brazo y me atrae hacia él. Nuestras miradas se conectan por un instante. Sus ojos descienden a mis labios y mi corazón bombea con fuerza al intuir qué sucederá. Dylan deposita un pequeño beso en ellos y se aparta un centímetro.

—Eres hermosa —dice en un susurro.

Mis mejillas se ruborizan un poco al oír aquello. Aún me parece extraño que esas palabras salgan de la boca de él, casi me había acostumbrado a su constante rechazo desde el primer día de clases.

Sus ojos miran por encima de mi hombro y su expresión cambia a una de preocupación. Volteo rápidamente para alcanzar a ver como mi hermano se oculta detrás de la ventana de la sala.

No lo puedo creer.

—Mierda —masculla Dylan—. Lo lamento, no quería meterte en problemas.

Tomo la mochila de la parte trasera, sintiendo una repentina molestia en la boca de mi estómago. Estoy furiosa con Taylor.

—No es tu culpa, Taylor a veces se mete donde no le corresponde. Tú no lo conoces.

Dylan solo se limita a hacer una mueca.

—Adiós —me despido rápidamente y bajo del coche.

Me apresuro a entrar en la casa y cerrar la puerta a mis espaldas. Taylor está parado junto a la ventana, de brazos cruzados. Su ceño fruncido le hace sombra sobre los ojos. Luce realmente molesto, aunque no más que yo, eso seguro.

—¡Ya estoy en casa! —aviso a mis padres y me encamino a la escalera sin darle importancia a mi hermano.

—Se han ido a cenar —dice con voz gélida.

Cierto, hoy es el aniversario de su matrimonio. Con todo lo que hice durante el día casi olvido que me avisaron que no estarían aquí para la cena. Ahora debo cocinarme yo sola, y siendo sincera no me apetece cenar cereal.

—Cierto, casi lo olvido —digo con una fingida sonrisa. El ambiente está muy tenso entre nosotros.

Taylor abre la boca para decir algo, pero lo interrumpo antes de que pueda hablar.

—Tengo muchos deberes que hacer, adiós.

Que mentirosa.

Subo las escaleras lo más rápido que podría hacerlo un humano, pero lo más lento que lo haría un Raezer. Estoy a punto de cerrar la puerta de mi cuarto cuando un pie me lo impide.

Aquí vamos...

—No escucharé tus sermones —digo de mala gana, haciendo la mochila a un lado.

Mi hermano da un paso adentro y se queda allí parado, observándome con sus ojos chispeantes de ira.

—¿Qué haces en el auto de un extraño?

¿Un extraño? Es todo menos eso.

—Él no es un extraño. Se llama Dylan, te lo mencione una vez si mal ni recuerdo —digo con una nota de fastidio en la voz.

Lo hice. Cuando volví del primer día de clases.

—Ya veo, por la forma en que te besó deben ser muy íntimos, ¿verdad?

Mis mejillas adquieren un tono rojo intenso al oír aquello. ¿Cómo se atreve a decir eso?

—¡No tenías por qué estar espiándome! —le grito enfurecida.

—No tienes edad para esas cosas —dice entre dientes.

—¡Por el amor de Dios, soy solo tres años menor que tú!

—Sigues siendo pequeña para mí.

Suelto un suspiro de fastidio. Esta discusión es realmente innecesaria.

—No necesito que te preocupes por mí, ¿está bien? Ahora vete, por favor —le digo frustrada.

Quiere pintar de color gris uno de los días más felices de mi vida. No puedo permitírselo.

Taylor sonríe con amargura y se da la vuelta para marcharse, pero se detiene a mitad de camino. Se vuelve otra vez, conteniendo pesimamente su ira.

—¿Acaso no te das cuenta, Caitlin? —pregunta con voz contenida.

—¿Darme cuenta de qué? —inquiero  mordaz.

—¡De que el mundo jamás será como lo describen en los malditos libros que lees! —brama furioso.

Mi mundo es mucho más parecido al de los libros de lo que cree. Si su vida es una mierda muy estructurada y aburrida, humana, no puede echarme la culpa por eso.

Además, se equivoca conmigo. Me he cruzado con un chico que ha puesto mi mundo de cabeza, he estado cara a cara con la muerte, y hoy en día estoy aprendiendo a tener más control de mí misma para poder protegerme por mi cuenta, sin necesidad de que alguien más lo haga por mí. ¿Eso es no tener idea de nada? He pasado por experiencias que el jamás tendrá que pasar. Admito que envidio su vida, el estudio, sus amigos, su destreza, que todo él sea perfecto. Jamás ha tenido ningún defecto en lo que hace y deja de hacer. Y yo soy un defecto con patas.

—¡Por favor, tú no sabes nada de mí! —espeto furiosa.

—¡Te confundes en eso! ¡Vives en una burbuja! ¡Confías en quién se te cruce en el camino!

Nuestros gritos son tan fuertes que me extrañaría que no los escucharan los vecinos.

—¡Eso no es cierto!

Guarda silencio por un momento en el que me imagino que se ha cansado de discutir algo sin sentido. Pero no, vuelve a hablar ahora un poco más calmado.

—Eres muy ingenua, Caitlin.

Mi hermano ha cruzado la línea. Definitivamente ya no aguantaré estas escenas. Ni siquiera mi padre es tan controlador como lo es él.

—No es tu problema —digo en un murmullo, fulminándolo con la mirada.

Mi poder fluye a raudales por mis venas. Estoy haciendo mi mayor esfuerzo por contenerlo. La ira lo hace incontrolable.

Suelta un bufido, negando con la cabeza.

—Verás que todos te decepcionan algún día. Nadie es tan perfecto.

Oh, ¿eso cree él?

—¿Tú lo has hecho? —quiero saber, temiendo su respuesta.

Intento mantener a raya las lágrimas que escuecen en mis ojos. Tengo que ser fuerte, no quiero que me vea llorar.

Las palabras lo toman desprevenido ya que se aleja un paso atrás. Su rostro cambia de la ira a la confusión en un milisegundo. Y entonces, para mi sorpresa, se da la vuelta e inicia su huida dejándome plantada en medio del cuarto.

—¿Lo has hecho? —vuelvo a preguntar con un nudo en la garganta.

Se detiene en medio del umbral y sin girarse responde:

—Y no sabes cuanto lo lamento.

Dicho aquello, retoma su camino cerrando la puerta de un golpe.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro