Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

TAYLOR


No todos los adultos son valientes ante la oscuridad, muchos fingen serlo. Hay miedos de la niñez que ni siquiera al crecer pueden borrarse. Y eso es lo que siento cada vez que despierto en medio de esta fría oscuridad. Me siento sola, perdida, pero puedo oírlos. Y eso es lo más aterrador.

—No puede seguir así —murmura una voz familiar para mí.

—No es nuestra decisión —le contesta alguien a su lado.

—Tú los estás convenciendo de no hacerlo. Debes superarlo. Ella está sufriendo, ¿es que no lo ves?

—Lo logrará —se limita a responder aquel.

—Si no lo hace, nada será suficiente para aplacar tu dolor. Te has aferrado a ella como si fuera tu... —la voz se detiene, suelta un suspiro y continúa:—Solo diré que esto es un gran error.

Abro los ojos de golpe y me incorporo en la cama respirando agitadamente y sintiéndome desorientada. ¿Dónde estoy? Estas no son las paredes de mi cuarto. Y esta cama gigante tampoco es mía.

Dylan...

Su deliciosa fragancia se siente en todas las sabanas. Estoy en su habitación. ¿Cómo llegué aquí?

—¿Dylan? —pregunto en un murmullo bajo.

Escucho unos suaves toques en la puerta antes de verlo a él entrando al cuarto.

Luce cansado, parece no haber dormido mucho. No tengo idea de qué hora sea, pero el día sigue oscuro afuera.

Se queda a una distancia prudente de la cama, no se acerca a mí. ¿Qué sucede?

—¿Cómo estás? —pregunta al verme ya despierta.

¿Cómo estoy? ¿A qué va esa pregunta?

—Bien... —le respondo, extrañada.

Pongo un pie en el suelo para poder levantarme, pero enseguida me doy cuenta de que lo que he dicho es una gran mentira. Siento como si un camión hubiese pasado por encima mío mientras dormía. Mis músculos protestan cuando consigo finalmente salir de la cama.

Llevo una mano a mi cabeza al sentir una punzada, creo que necesitaré un analgésico.

No recuerdo nada, ¿cómo es que llegué aquí? ¿Es que jamás me fui de su casa?

Mis ojos viajan a mi atuendo y mi ceño se frunce al ver que llevo puesta una camiseta blanca suya a modo de pijama. ¿Qué es lo que hicimos? Los colores se me suben a la cara al darme cuenta de que tal vez hayamos hecho... no, traigo la ropa interior puesta.

—Te explicaremos todo. Ven conmigo —Dylan extiende su mano en mi dirección esperando que la tome.

¿Explicaremos? ¿Él y quienes?

Doy un paso hacia él, pero enseguida me detengo a darme cuenta de algo. ¿Qué es esto? Mis pies están vendados por algún motivo que desconozco, o no recuerdo...

Miro a Dylan desconcertada. ¿Qué está sucediendo aquí?

Antes de que la pregunta salga de mis labios, alguien más entra al cuarto. Ante mis sorprendidos ojos, Taylor se coloca al lado de Dylan y cruza los brazos sobre su pecho, mirándome con una mezcla de diferentes emociones en sus ojos. Y entonces lo recuerdo todo.

Mi mente se ve bombardeada por todos los recuerdos de lo sucedido en mi casa hace... ¿horas? ¿Minutos? No lo sé. Pero todavía no puedo creer nada de lo sucedido. Mi hermano... él me engañó todo este tiempo. No quito los ojos de encima suyo cuando hablo.

—Eres un maldito... —ni siquiera soy capaz de terminar la frase, hay tantas palabras que podría decirle que no encuentro la indicada.

Sus labios se transforman en una fina línea al oírme decir eso, pero prefiere no responder. Me da un vistazo de arriba abajo y luego le lanza una mirada acusadora a Dylan. De pronto, se mueve tan rápido que casi podría decir que ha desaparecido delante de mis narices como por arte de magia. Me quedo quieta, completamente confundida. No acostumbro a ver a mi hermano usando sus nuevas habilidades. Dylan agacha la mirada para no dar con mis ojos, se siente culpable.

Mi hermano regresa al cuarto antes de que pueda decirle algo a Dylan. Trae en sus manos ropa que reconozco al instante como mía. ¿Se fue hasta nuestra casa?

—Vístete y baja. Tenemos que hablar —ordena autoritario.

¿Y hacer lo que él me diga? No creo que esté en posición de dar órdenes.

Por más enojada que esté con Dylan también por haberme ocultado esto, conservo su camiseta. A fin de cuentas me queda como un vestido que llega hasta mis rodillas. Y tampoco tengo frío, por el enojo que siento mi cuerpo se encuentra a una temperatura más elevada de la normal.

No pienso seguir ninguna de sus órdenes, así que camino fuera de la habitación pasando por al lado de ellos dos. En el camino choco con el brazo de mi hermano en señal de desafío. Me hubiese gustado que fuese con su hombro, pero no llego a tanto. Taylor suelta bruscamente el aire de sus pulmones, tragándose las palabras.

Salgo al pasillo y bajo las escaleras rápidamente. Al llegar a la sala veo a Kyle desparramado en uno de los asientos individuales, jugando a un jueguito con su celular. Me sorprende que no esté Miracle. Él parece muy concentrado hasta que me escucha llegar. Entonces, se acomoda nuevamente y deja a toda velocidad el celular en la mesita que hay entre medio de ambos asientos.

Dylan llega justo por detrás de mí y toma el celular de allí, lanzándole una mirada de advertencia a su amigo.

Bueno, no era el teléfono de él al parecer...

Taylor se sienta en el asiento contiguo al del otro, Dylan y yo lo hacemos en el sofá doble. Aunque procuro sentarme alejada de su cuerpo, y él se da cuenta de eso, puedo oír su suspiro de frustración.

Mis ojos no se despegan de los de mi hermano, quiero respuestas y las quiero de su propia boca.

—Yo también soy un Raezer —suelta él sin vueltas.

A continuación de eso se extiende un silencio en el que intento digerir sus palabras. Los tres pares de ojos están puestos en mí como si esperaran que se desatara la tercera guerra mundial.

¿Qué clase de Raezer es? Tiene su escudo, pero no lo veo. ¿Pasará lo mismo con su poder? No lo entiendo.

—Él es mortal —simplifica Kyle, para no hacer la cosa más complicada de lo que ya es.

Mis ojos se abren tan grandes que casi se me salen de las cuencas. ¿Dijo mortal? ¿Donde oí eso antes? ¡Ah, ya lo sé! En mi primer día de entrenamiento, de camino al bosque, Dylan me habló de eso sin ahondar en el tema. Y yo jamás volví a preguntar.

—¿Qué...? —no termino de formular mi pregunta que Taylor ya la responde.

—Podría morir con un disparo. Mi escudo es mucho más débil. Mi poder es solamente mío, no podría compartirlo por más que me torturaran a muerte, es imposible. Además, mi crecimiento no se detiene como el suyo. Yo envejezco, Caitlin. Soy lo más parecido a un humano.

Me estallará la cabeza con tanta información. Esto es increíble. Mi hermano es mortal. Un Raezer mortal.

—¿Por qué no me lo dijiste? Sabías lo que yo era —le reprocho, molesta y dolida.

—Solo tenías once años, eras pequeña para saberlo —murmura con pesar—. Me costó aceptar que a partir de los catorce tú también podrías formar parte de esto. Fue un golpe duro, no quería que te vieras involucrada en este mundo. Hice todo lo que estuvo a mi alcance para que no te transformaras.

—Dejé de ser pequeña hace mucho tiempo, Taylor —le contesto, enfadada.

Mi hermano frunce los labios y baja la mirada por un momento, buscando las palabras en el suelo alfombrado.

—Si te decía, ¿ibas a dejar que arriesgue mi vida todos los días por ti? Eres mi hermanita, no iba a permitirlo.

Claro que no lo dejaría, me opondría firmemente a eso, aun cuando mi elección fuese a traer muchos conflictos entre ambos.

—¿Por qué me querías alejar de Dylan? La carta que una vez encontré en mi cuarto era tuya, ¿verdad? —le pregunto con voz dura.

La expresión de su rostro me da la respuesta antes que sus palabras.

—Sí, y luego la tomó él. Quería que estuvieras lo más alejada de esto. Y él era el principio del fin de tu humanidad —responde, echándole una mirada al mencionado.

Dylan frunce el ceño, mirándolo con fastidio.

—Sabes que hice todo lo posible, yo tampoco quería esto para ella —ruge, molesto.

Mi hermano suelta un bufido y niega con la cabeza.

—Como si pudieras con tu jodido vínculo —dice entonces, en un murmullo casi inaudible.

—Me necesitabas, admítelo, era mucho para ti. Además sin mi ayuda no hubieses podido siquiera controlarte —murmura Dylan en un tono ácido.

—¿A qué te refieres? —intervengo, extrañada.

—Dylan fue nuestro instructor, el de Taylor y el mío —responde Kyle, luego sonríe burlonamente— Aunque yo también ayudé con el entrenamiento de este fenómeno.

Taylor entorna los ojos en dirección a aquel idiota.

—Lo que menos hiciste fue ayudar. ¿O quieres que te recuerde lo bien que lo has hecho? —suelta mi hermano, visiblemente enfadado por algo que existe entre ellos desde hace tiempo.

Kyle rueda los ojos y da un pequeño golpe con su mano en el apoyabrazos del sofá.

—Ya te dije mil veces que lo sentía, ¿qué más quieres que haga? Puedo pagarte la cirugía de reconstrucción si quieres.

¿Cirugía de reconstrucción? ¿De qué rayos hablan?

—¿De qué están hablando? —le pregunto a ambos con cierto recelo en mi tono de voz.

Mi hermano suspira antes de ponerse de pie delante de todos y quitarse la camiseta de un movimiento rápido. Me resulta extraño verle su torso desnudo, él jamás se ha quitado la camiseta delante de ninguno de la familia. Yo siempre creí que lo hacía por respeto, o tal vez por vergüenza, no lo sé, pero ahora lo comprendo. Mi boca casi toca el suelo cuando mis ojos ven aquello. Su cuerpo está igual de trabajado que el de Dylan o el de Kyle, a diferencia que su torso tiene un pequeño detalle que te hace helar la sangre. Desde el borde inferior de su pectoral derecho, hasta por encima de la línea del hueso de la cadera, y trazando una línea media por su vientre, toda la piel de esa zona parece haber sido quemada con ácido. Una gran cicatriz cubre toda esa área.

—Oh, por Dios —susurro, llevándome la mano a la boca.

—¿Yo que iba a saber que no te regenerabas como nosotros? —se defiende Kyle, gesticulando con las manos—. Además te lancé la carga mínima, eso ni a un humano podría dañar.

Taylor lo fulmina con la mirada mientras vuelve a colocarse la camiseta para volver a tomar asiento.

—Pasé cinco días completos sin poder moverme. Me costó fingir frente a ustedes —revela mi hermano en mi dirección, y sonríe al recordar algo—. En especial frente a ti, que siempre andabas rondando cerca mío.

—Pero al menos supimos lo que eras, ¿no? Hay que ver el lado positivo de las cosas —dice Kyle, con un leve encogimiento de hombros.

—Vi el lado positivo cuando pude devolverte el favor —contesta con sarcasmo.

—Vamos, me dejé ganar —lo pincha el otro.

—Seremos iguales en fuerza, pero soy más rápido que tú.

—Yo lo llamo "Experimento fallido" —se le ocurre decir Kyle con una gran sonrisa.

Dylan le da una mirada censuradora y Kyle borra de inmediato la sonrisa de su rostro y guarda silencio. Por otro lado, Taylor pasa por alto el último comentario de aquel y continúa hablando como si no hubiese dicho nada.

—Por mi condición de mortalidad debo mantenerme lo más oculto posible, incluso más que ustedes. Mientras menos sepan es mejor.

—Yo jamás te delataría —murmuro, algo ofendida por haberme excluido—. ¿Jill lo sabe?

Aunque ya puedo imaginarme la respuesta, se lo pregunto de todas formas.

Taylor guarda silencio un momento mientras piensa la respuesta. Se imaginará las consecuencias que traerán sus palabras. Que mi propia amiga me oculte algo así...

—Sí, lo sabe desde hace ya un año —responde con cautela, analizando mi rostro al soltar aquello.

Eso quiere decir que Jill siempre supo lo que yo era, incluso antes de transformarme...

—Siempre supo todo —digo en un susurro, y me dirijo a Dylan y Kyle al darme cuenta de algo—. Sabía quienes eran ustedes dos incluso antes de entrar al instituto, ¿verdad?

Ambos asienten sin dudarlo, aunque algo preocupados por descubrir la verdad de esta manera.

—¿Recuerdas la vez que te enfadaste conmigo en el instituto por haber oído de alguien más que yo tenía novia? —inquiere Dylan, con una ligera sonrisa en los labios.

—La rubia que sacaste a pasear en tu coche —le sigo yo, ya viendo por donde van los tiros.

—Esa rubia era Jill —se ríe Kyle.

Dylan también suelta una risita al recordarlo.

¿Y qué hacía Jill allí?

—Te habías enfadado conmigo por nada. Ese día nos habíamos reunido nosotros tres para charlar unos asuntos y Jill acompañó a Taylor —me explica Dylan tranquilamente.

—Enseguida recordé que tenía que... —se detiene abruptamente cuando casi dice algo que al parecer no quería, y se corrige rápidamente—. Que tenía cosas que resolver, por eso Dylan me hizo el favor de llevarla hasta su casa.

Mis mejillas se ruborizan al darme cuenta de que mi ataque de celos había sido por esa gran estupidez. Había perdido el control de mí.

Taylor también sonríe a pesar de la tensión, aunque parece algo nervioso.

Aquí hay gato encerrado. Sí que lo hay.

—¿Cosas que resolver? —le pregunto, solo por curiosidad.

A mi hermano se le borra la sonrisa del rostro.

—Cosas de la Universidad, ya sabes —responde atropelladamente.

¿Cómo puede ser por eso si él estuvo de vacaciones?

—¿Pero no estabas de vacaciones? —interrogo con desconfianza.

Él, Dylan y Kyle se miran entre ellos como si supieran algo que yo no. Y claro que saben algo que yo no. Siempre es lo mismo.

—Dime la verdad —le ordeno con voz grave, ya cansada de que siempre me oculten todo.

—Iré a tomar un vaso de agua —dice rápidamente Kyle, poniéndose de pie y comenzando la marcha a la cocina lo más rápido que le dan los pies.

Mi hermano toma una bocana de aire y lo suelta lentamente.

—Ese día acompañé a la abuela a hacerse unos estudios por su salud —responde finalmente.

Mis cejas caen tan bajo que apenas me dejan ver. ¿Cómo dijo?

—¿Viajaste a Colorado? —inquiero sorprendida.

Taylor asiente sin decir más nada. Pero de pronto, mi cerebro encuentra la respuesta solito. Es tan clara como el agua, tanto que me duele haberla descubierto.

—Tú sabías que la abuela tenía cáncer —susurro, estupefacta.

Él vuelve a asentir para darme la razón. Lo miro sin comprenderlo. Mi boca se queda colgando por segunda vez.

—Es más complicado de lo que crees —me advierte rápidamente, mirándome con cierta precaución por miedo a mi reacción.

¿Qué es más complicado? ¿Cómo podría ser más complicado que esto? Estoy tan asombrada que las palabras no salen de mi boca.

Taylor se pasa la mano por el cabello en un gesto ansioso. Puedo notar desde aquí sus ojos vidriosos. ¿Qué es lo que está ocurriendo?

—Te lo contaré —murmura decidido, aunque con cierto temor en su tono de voz.

Se toma un par de segundos extras antes de empezar a relatar la verdad...

Narra Taylor:

—Volveremos pronto. Cuida de Taylor, mamá, intenta que coma un poco —le escuché decir a mi madre.

La puerta se cerró y un par de pasos se acercaron a la cocina, donde yo estaba con Eros, mi mascota.

—Cariño, te prepararé unas galletas, ¿quieres? —se ofreció mi abuela, una vez que llegó a mi lado.

Yo no quería soltar ni por un segundo a mi perro, sentía que si lo hacía se iría pronto. Y no le quedaba mucho tiempo, lo sabía, pero me negaba a aceptarlo. Él viviría muchos años más. Me acompañaría en la secundaria y también en la universidad.

No tenía recuerdos de mi vida sin él. Todo se había pasado tan rápido que sentía que los años junto a él fueron muy pocos. Ayer él cumplió sus dieciséis años, para un humano no son nada...

Levanté la mirada solo para ver a mi abuela moverse con destreza por la cocina, buscando todos los ingredientes para preparar sus deliciosas galletas. Sin embargo, yo no tenía hambre, sentía un nudo en el estómago que impedía comer cualquier cosa.

Me acomodé mejor al lado de Eros, que estaba aovillado en su pequeño colchón aquí en la cocina. Debía estar en un lugar cálido, alejado del frío, eso había dicho el veterinario.

—Pronto llegarán tus padres con el veterinario, cielo. No te preocupes, él lo revisará y verás que se pondrá mejor —intentó darme ánimos mi abuela mientras mezclaba los ingredientes en un recipiente.

Quería creer en sus palabras, pero uno es capaz de sentir cuando la vida de alguien que amas se escurre entre tus manos como el agua. El tiempo se me agotaba junto a mi fiel amigo.

—¿Caitlin se fue con ellos? —pregunté, solo para cambiar de tema.

—Sí, le duele verte así —contestó ella, hizo una pausa en donde clavó sus adorables ojos azules en los míos—. ¿Sabes? Ella te admira mucho, Taylor.

Quería ser fuerte, pero me era imposible. No ahora, no podía. Mi mejor amigo se estaba yendo, ¿qué debía hacer? ¿Cómo debía controlar mis sentimientos? Una lágrima rodó por mi mejilla, pero la limpié de inmediato, no quería que me vieran llorar. Llorar es de débiles, y yo no era uno.

Eros era un hermoso Siberiano, sus ojos encandilaban a cualquiera que lo viese. Juguetón, cariñoso, leal... así era él. Solo que ahora no quería jugar, ya no comía, y desde ayer que no quería beber nada de agua.

Dicen que los animales saben cuando les llega la hora. Dejan de hacer lo que solía gustarles, se apartan de todos y se dejan estar para morir lentamente, a su tiempo.

Acaricié su cabeza y deposité un beso en ella. En ningún momento dejé de abrazarlo, ni siquiera cuando él soltó su último suspiro.

Abrí los ojos alarmado y lo sacudí suavemente para ver si reaccionaba.

—Abuela... —dije en un susurro, mientras las lágrimas se acumularon en mis ojos.

Mis latidos se aceleraron y mis músculos se tensaron de inmediato al darme cuenta de la situación.

Eros...

Mi abuela observó todo con ojos como platos y se acercó rápidamente a donde estaba yo.

—Ay, no... —susurró mientras tocaba la cabecita de mi perro, conteniendo sus lágrimas—. Lo lamento, cariño.

Abracé a Eros con todas mis fuerzas, y finalmente dejé que mis emociones salieran a la superficie, echándome a llorar como un niño. Su tiempo se había acabado. Ya era tarde para hacer nada.

Mi corazón se estrujó con fuerza en mi pecho y los sollozos sacudieron mi cuerpo con intensidad.

No... él no podía estar... por favor no...

Mi abuela colocó su mano en mi espalda, sin decir nada. Me daba mi espacio y lo agradecía muchísimo, no quería hablar.

—Despierta —le rogué, entre el incesante llanto.

No quería que se fuera, teníamos una conexión única. Lo amaba como nunca antes había amado a una mascota. Bueno, él fue mi primera mascota, jamás tuve a nadie más. Era la primera vez que presenciaba la muerte de un animal. Todos pasamos por eso una vez en la vida. La primera muerte. Que ilusos somos al creer que nuestras mascotas serán eternas. Que ilusos somos de niños. Me dolía que la vida fuera tan injusta. Te daba algo a lo cual aferrarte, aprendías a querer, para luego quitártelo como si no significara nada.

Una opresión se instaló en mi pecho, descolocándome un instante. No le di mucha importancia, nada me importaba ahora. Lo único que quería hacer era regresar el tiempo atrás y pasar un rato más con mi mejor amigo.

¡¿Por qué?! ¡La vida era una mierda!

Sentía que mi cuerpo ardía. Mi corazón comenzó a bombear la sangre con más fuerza, impulsando un extraño cosquilleo por todo mi cuerpo, como si fuese electricidad. Me sentí mareado, pero en ningún momento me despegue de él. La tristeza y la rabia por haberlo perdido tan pronto tomaron control de mi cuerpo. Y yo me dejé, todo me daba igual.

¿Taylor? preguntó mi abuela con un matiz de preocupación en su tono de voz.

Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo a darme cuenta de las cosas. La electricidad se acumuló en mi pecho para salir despedida con vehemencia hacia afuera. Jadeé de la impresión cuando vi que mi abuela fue arrojada de espaldas contra la encimera.

¡¿Qué mierda?!

Toda la cocina vibró por la fuerza de mi energía. Hasta pude ver como el cristal de la ventana se resquebrajó, aunque no llegó a partirse. La mesa y las sillas se movieron de lugar, estampándose contra la barra con ímpetu. Los retratos colgados en las paredes se balancearon, pero volvieron a su lugar cuando todo terminó.

¿Qué demonios fue eso?

Me sentía agotado, los ojos se me cerraban, aunque podía aguantarlo.

Llevé mi vista hacia Dulcie, que estaba levantándose con dificultad del suelo. ¿Qué le había hecho?

Abuela, lo... lo siento dije en un murmullo. No sé que acaba de pasar.

Dulcie posicionó la mesa y las sillas nuevamente en su lugar, sin quitarme los ojos de encima. Podía ver en su mirada cierto temor, pero eso no la amilanó.

No se lo diremos a nadie, Taylor susurró lentamente las palabras.

Pero era tarde, alguien más ya lo sabía.
Un chico de unos dieciséis años, aproximadamente, me observó con el semblante desconcertado a través de la ventana de la cocina. ¿Cuando apareció allí? ¿Y por qué le veía cara conocida? ¿Ya lo había visto antes?

De pronto, la puerta de la entrada se abrió y oí con más claridad los pequeños pasos de alguien acercándose. Caitlin apareció bajo el umbral de la puerta de la cocina, su sonrisa desapareció al ver nuestros semblantes.

Volví la vista rápidamente al chico de la ventana, aquel de esos llamativos ojos grises, pero él ya había desaparecido de allí como por arte de magia.

¿Quién era?

...

Narra Caitlin:

—A sus catorce años, Taylor, estaba listo para ser un Raezer, pero a diferencia nuestra solo se iba a transformar por algún hecho que desencadenara alguna emoción fuerte en él —explica Dylan, mirando a mi hermano de forma comprensiva.

Recuerdo a Eros. Fue nuestra primera mascota antes de la llegada de Rey. Todavía puedo ver a Taylor jugando felizmente con él, nunca había sentido ese lazo con ningún otro animal. Su muerte fue dura para él, para todos.

—No entiendo que tiene que ver eso con Dulcie, ¿es que ese día te contó a ti que tenía cáncer? —le pregunto, incrédula.

Dylan mira de reojo a Taylor, a éste se lo ponen rápidamente los ojos vidriosos.

—No fue mi intensión, Caitlin, lo juro. Yo no quería que mi poder le pegara a ella —comienza a decir a las apuradas.

¿Qué está queriendo decirme? El aire empieza a entrar cada vez más rápido a mis pulmones a medida que mi cabeza va armando las piezas del puzzle. No puede ser...

—Tú...

—Sí, soy el culpable de su muerte —confiesa en un susurro, confirmando mis pensamientos—. Cuando me transformé en lo que soy ahora, parte de mi energía la golpeó a ella, y esa radiación le desarrolló el cáncer.

Mis oídos no dan crédito a lo que oyen, y mi boca se ha quedado colgando. La visión se me nubla a causa de las lágrimas que se amontonan para salir. Todo eso no puede ser verdad, ¿cómo es posible? ¿Cómo es que no me lo contó?

—Los primeros cuatro años transcurrieron sin problemas, la abuela parecía estar igual de sana que siempre. Pero las cosas se complicaron cuando le encontraron dos grandes tumores en sus pulmones. Los médicos dijeron que fue culpa de una gran radiación a la que estuvo expuesta. Le aconsejaron que podían extraerlos quirúrgicamente, pero que tenía un alto riesgo de no salir viva de la operación, y eso tampoco le aseguraba que el cáncer desaparecería. Su sistema estaba muy comprometido.

No puedo creer que me esté diciendo todo esto ahora. Quiero pensar que sigo dormida, que esto es una maldita pesadilla.

—Dulcie se negó a recibir tratamiento —continúa mi hermano—. El pronostico no era muy bueno, tal vez le quedaba un año o menos, pero los médicos se sorprendieron cuando la vieron viva casi tres años después. Ella no había vuelto a pisar un hospital desde entonces. Yo la acompañé en un principio a todas sus consultas medicas. Me sentía demasiado culpable por lo que estaba atravesando.

—Ella sabía de... de mí, ¿verdad? —murmuro, con la mirada perdida en el suelo.

Claro, ¿cómo no lo pensé antes? Tuve un montón de oportunidades para decirle de esto y jamás lo hice. Varias veces me preguntó y yo solo decidí excluirla del asunto. ¡Seré estúpida! ¡Agh! ¿Cómo es que ella no quiso decirme que ya lo sabía?

—Esperó a que estuvieras lista para decírselo —murmura Taylor con pesar.

Y se fue sin saberlo de mi boca, creyendo que yo no confiaba en ella.

De lo contrario se lo hubieses dicho.

¡¿Cómo iba a querer involucrarla en esto?! ¡Maldición! Si tan solo hubiese sabido que ella... que Taylor... ¿Por qué lo hicieron?

Me llevo las manos a la cabeza, tirando de mi cabello, intentando lidiar con la culpa. ¿Pero por qué yo me tengo sentir culpable? Levanto la cabeza y llevo mis ojos chispeantes de ira a los de mi hermano.

—¿Por qué, Taylor? ¿Cómo pudiste ocultarme una cosa así? —le pregunto con voz contenida, me estoy esforzando de sobremanera en no gritar, por más que sienta una bola de fuego en mi garganta.

Mi hermano le da un vistazo a Dylan, y me sorprende ver que éste último lo mira serio, incluso puedo percibir cierto enfado en sus emociones. Aun así, no parece sorprendido por la revelación de mi primogénito. Claro, solo yo estaba desinformada de esto. No me extraña.

—Quería contártelo, lo juro. Nada de esto debía terminar así —murmura, arrepentido.

No le creo.

—Como querías contarme de que tú también eres un Raezer, ¿no? —espeto con ironía.

—Se que estuve mal, y no sabes cuanto lo siento.

¿Mal? ¿Eso cree él? ¡Estuvo horrible! ¡No puedo creer que me haya robado momentos con Dulcie, si hubiese sabido que sus días estaban contados no me hubiese despegado de su lado en ningún momento.

—¿Qué estuviste mal? —escupo con enojo, poniéndome de pie y dando un paso hacia él—. ¡Me arrebataste momentos a su lado! ¡Hubiese estado con ella mucho más tiempo! ¡Hubiese podido hablar un montón de cosas que me guardé por miedo a que le sucediera algo si habría mi boca! ¡Por Dios, ustedes sabían todo y jamás fueron capaces de confiar en mí ni por un segundo!

—Caitlin... —me llama Dylan a mis espaldas, pero no lo dejo terminar.

—¡Son unos cobardes los tres! —les grito, furiosa—. ¡Y tú, Taylor, eres el peor de todos! ¡Tú me arrebataste a mi abuela!

Sé que luego me arrepentiré de lo que acabo de decir. Pero cada palabra sale de mi boca como navajas filosas que disparan en dirección a ellos. Casi no tengo control de lo que digo, la ira me domina y es la que habla por mí. Hago un esfuerzo sobrehumano por contener mi poder que quiere abrirse paso por la estancia.

Taylor cierra los ojos, absorbiendo el dolor que mis palabras le causan al clavarse con saña en su corazón. Y sí, soy una mierda de persona. Más aun cuando veo como una lágrima rueda por su mejilla, pero él borra su rastro rápidamente.

¿Debería sentir compasión por él? La he pasado como el infierno estos días, y si tan solo hubiese sabido la verdad a tiempo... tal vez hubiese sido menos doloroso. Me enoja que tenga que descubrirla de esta forma.

No solo estoy furiosa con Taylor, sino también con Dylan y Kyle, que éste último parece que haber ido a buscar agua a los glaciares.

Doy otro paso más hacia mi hermano, casi estamos a la misma altura. Mis ojos lagrimean de la rabia, y mis uñas se clavan con saña en la piel de mis manos al formar dos puños.

—¡No quiero volver a verte! —le grito enfurecida, dolida—. ¡Todo esto es tu culpa!

—¡Ya basta! —grita él, entonces. Me sobresalto cuando se pone de pie de golpe, arrastrando bruscamente el sofá hacia atrás.

Recalculo dos pasos cuando se planta frente a mí, intimidándome con su altura. Alzo la mirada para dar con sus ojos vibrantes de rabia.

—¡¿Crees que no tuve suficiente?! —vocifera furioso—. ¡¿Crees que para ti es más difícil que para mí?!

Kyle aparece en la sala en un abrir y cerrar de ojos, deja un vaso de cristal en una pequeña mesita entre los dos asientos individuales, y se posiciona junto a Taylor por si es necesario intervenir. Dylan también se pone de pie y se coloca a mis espaldas.

—¡Día y noche atormentándome, culpándome por ser un maldito asesino! ¡Porque sí, yo la mate! ¡Yo le causé un tremendo dolor a toda la familia! —exclama, limpiándose rápidamente una lágrima —¡No tienes idea de lo que se sintió ver a todos llorar por mi culpa! ¡Tu dolor no se asemeja ni un poco a lo yo he estado sintiendo desde hace años, maldita sea! ¡Seré un jodido asesino, pero no lo hice a propósito!

¡Debía decírmelo! ¡Él me lo tenía que decir! ¡Hubiese pasado mucho más tiempo al lado de Dulcie, le hubiese dicho cuanto la amaba mil veces hasta cansarme! ¡¿Por qué me arrebató todos esos momentos?!

—¡Te odio! —le grito con rabia mientras las lágrimas se deslizan una tras otra por mis mejillas.

Intento darle un empujón con las manos, pero él me las ataja a tiempo, sujetándome con fuerza por las muñecas.

—¡Suéltame... maldito... mentiroso! ¡No quiero... verte! —le digo entre sollozos, haciendo fuerza para liberarme de su agarre.

Taylor hace todo lo contrario a lo que le ordeno. Tira de mí y, de pronto, me veo envuelta entre sus brazos, oyendo como su corazón late deprisa en su pecho. Intento apartarlo, pero en estos momentos él es más fuerte que yo, y una parte de mí no quiere alejarse. No, no quiero hacerlo, porque de esta forma terminaremos lo que no pudimos el día del entierro. Ambos tenemos que, de una vez por todas, despedir a esa persona tan especial para nosotros. Y sin mentiras.

—Sabes que la amaba, la amaba muchísimo, tanto como tú —susurra sobre mi cabeza.

Lloro sobre su pecho al sentir nuevamente ese vacío que me dejó la partida de mi abuela. No recordaba haberme sentido así cuando perdí a mis dos abuelos, quizás cuando uno es pequeño ve las cosas de otra manera. Duele, eso se ve, se siente. Ver a tu familia sufrir siempre incrementa la angustia. Pero cuando uno crece comienza a entender un poco más los lazos emocionales, entiende que una partida significa la desaparición espontánea y sin retorno de alguien a quien amamos. Jamás los veremos entrar por la puerta de nuestra casa; no compartirán nunca más una cena; no festejarán más un cumpleaños... y ahí está el mayor problema: las fechas. Siempre recordaremos un día donde duele más, donde nos sentimos vulnerables. Y esa persona se reduce a eso, a un recuerdo y a una fecha. Por eso tenemos que compartir todos los momentos que podamos con quien amamos, porque eso nos quedará cuando ya no estén.

Enrosco los brazos alrededor de su torso y libero toda esa carga que he estado soportando en mis hombros durante estos días.

—No te... odio... Taylor... —me retracto entre lágrimas, sintiéndome pésima por haber gritado tremenda aberración.

Lo extraño mucho a mi hermano, aunque en este momento lo único que quiera hacer es golpearlo por haberme ocultado una cosa como esta.

—Lo sé, princesita. Lo sé —dice en un murmullo apenas audible.

Nos quedamos así solo por un momento hasta que Taylor me aparta con delicadeza, alzo la mirada para ver sus ojos rojos y cristalizados. Les da un vistazo a Dylan y Kyle antes de hablar.

—No los culpes a ellos dos, les hice prometer que no te contarían nada —aclara, a la vez que limpia con sus pulgares los restos de lágrimas que quedan en mi rostro.

—Y no sabes como se puso cuando Dylan intentó contártelo —le oigo decir a Kyle, que ahora ya está sentado nuevamente en el sofá.

En su mano tiene un vaso de... ¿eso es Whisky? Mi sensible olfato me lo confirma al sentir el fuerte olor a alcohol. ¿Cómo es que no lo noté antes? Le diría que no puede tomar eso, pero lo que se ha servido es mínimo, no le afectará como dos vasos.

—¿Qué sucedió? —pregunto ahora un poco más tranquila. Tomo asiento nuevamente donde estaba, justo al lado de Dylan. Taylor procede a hacer lo mismo en su lugar.

—En resumen, tuve que usar una silla para detenerlo —responde orgulloso de sí mismo.

¿Una silla? ¿Pero qué me está diciendo? Esto tiene que ser eso de lo que hablaban en el instituto.

—Varias veces estuve a punto de decirte la verdad sobre tu hermano —dice ahora Dylan—, pero no pude hacerlo, aunque estaba dispuesto a romper mi promesa. Siempre surgía algo que me obligaba a esperar para decírtelo, pero con lo de tu abuela... no quería verte sufrir, yo te iba a dar las explicaciones que necesitabas. ¿Recuerdas lo que estaba a punto de decirte en las escaleras?

—Antes de que llegaran Penny y Jill —asiento al recordarlo.

—Exacto. Si ellas no hubiesen llegado en ese momento no te estaría contando esto ahora, porque tú ya lo sabrías.

—Y aquí viene la mejor parte —dice Kyle, emocionado.

Dylan pone los ojos en blanco.

—Tu hermano fue quien me golpeó, por eso el ojo morado. No se alegró de saber que estuve a punto de incumplir mi promesa —masculla, lanzándole una mirada de reproche hacia el mencionado.

—Le di con una silla para detener la pelea —añade Kyle, con una sonrisita en los labios.

Entonces, no estuvieron en el castillo como creía. Ni tampoco le arrojaron la silla a Ryan, como pensaba ayer en el instituto.

—Es por eso que no podía contarte, ibas a saber la verdad sobre él. Y Taylor quería que te enterases por boca suya —me aclara Dylan.

Me gustaría saber en qué momento pensaba hacerlo, porque si hoy no gritaba su nombre iba a desaparecer por la puerta de su cuarto. Le lanzo una mirada de desaprobación a mi primogénito. Él pone los ojos en blanco y le quita el vaso de la mano a Kyle para darle un gran sorbo. Hace una mueca al sentir el ardor del líquido fluir por su garganta. Le devuelve el vaso casi vacío a Kyle y éste lo fulmina con la mirada.

—¡Oye, eso era mío! —se queja Kyle.

—Tú me partiste una silla en la espalda —le contesta el rubio, como si fuera poca cosa.

El otro resopla, frustrado, pero se limita a dejar el vaso en la mesita sin decir nada. Se la debía.

—Escucha, Caitlin, hay algo más que debes saber —señala Taylor.

Dylan y Kyle giran el careto hacia mi hermano al mismo tiempo, mirándolo sorprendidos.

—¿Tú sabes lo que les sucedió al abuelo Paul y a la abuela Margaret? —cuestiona para mi sorpresa.

Dylan y Kyle parecen relajarse al oír eso, ya están al corriente del tema. Todos saben todo menos yo, como siempre. Igual no puedo culpar a Dylan, yo tampoco le pregunté sobre eso, ¿por qué sacarlo a colación?

Y... no. Jamás pregunté sobre su muerte. Yo era pequeña cuando sucedió. Y al crecer preferí no indagar mucho en el tema, no es que no me importase, sino que preferí mantener ese asunto como un capítulo pasado.

Niego con la cabeza y me inclino hacia adelante, interesada en lo que tiene para decir sobre eso. ¿Es que acaso nuestros abuelos también...?

—Eran Raezers —Taylor se adelanta a mis pensamientos—. La abuela era como tú, pero el abuelo Paul era uno de los otros, al igual que Sarah.

—Al revés que en mi caso —señala Dylan.

—No puede ser cierto, ¿ellos también se enamoraron? —pregunto asombrada.

—Y Argus se encargó de matar ese amor —murmura, transformando sus manos en puños—. No fue un accidente automovilístico como dice papá, eso cree él. ¿Un Raezer que muere en un accidente de tránsito? ¿En serio? Estoy seguro que fue Argus.

Mis muelas crujen cuando aprieto mi mandíbula más de la cuenta. Ese maldito sigue sumando puntos, algún día nos la pagará a todas.

—Pero ¿tú como sabes que ellos eran Raezers? —le pregunto, para dejar de pensar en lo otro.

—Cuando era pequeño y me quedaba a dormir en casa de ellos, el abuelo siempre me contaba cuentos. Y en ellos siempre involucraba a unos seres mucho más poderosos que los humanos, capaces de conquistar el mundo si se lo proponían. Los llamaba Raezers.

Mi boca casi toca el suelo al oír eso. Esos cuentos no eran más que la triste realidad.

—Imagínate enterarme años más tarde que yo también era uno de esos personajes fantasiosos de sus cuentos. Fue bastante abrumador.

Los cuatro guardamos silencio durante un minuto, perdiéndonos en nuestros propios pensamientos. Esto es lo que somos ahora. Esta es nuestra vida nos guste o no.

—Entonces —pronuncio lentamente la palabra, acaparando la atención de los otros tres—, ustedes ya se conocían en mi fiesta de cumpleaños, ¿verdad? Fingieron todo el tiempo.

Kyle suelta una carcajada que resuena en las cuatro paredes de la sala y dice entre risas:

—Las caras de estos dos trogloditas eran para ser fotografiadas. ¿Es que viste las expresiones de sus rostros al saludarse?

Es imposible que las comisuras de mis labios no se curven hacia arriba al recordar la escena. Ahora entiendo qué es lo que le hacía tanta gracia a Kyle en ese momento.

—¿Tú como estás de la mordedura de perro? Ah, ¿y de la quemadura con la estufa? —le pregunta Taylor, con una ligera sonrisa en los labios.

Recuerdo la mentira poco creíble que le dijo a mi hermano acerca de la lastimadura de su brazo. Estoy segura que Kyle entrena para alguna competencia de estúpidos, ¿es que quiere el primer puesto?

—Ese imbécil de Aiden las pagará —masculla Kyle, con una mirada llena de odio.

—Entonces, tú sabías lo que había pasado con Aiden, ¿verdad? —le pregunto a mi hermano. Su cuerpo se tensa de solo recordárselo.

—Claro, yo me cargué al que estaba vigilando la entrada de la casa —contesta como si nada—. Sabía que ese día Aiden iría a verte, así que si o sí yo debía estar allí. Nos organizamos, tuvimos un minuto para charlarlo, ¿lo recuerdas? Tu oreja estaba muy bien direccionada hacia nosotros tres.

Mis mejillas se encienden al recordar eso. Me habían pillado oyéndolos. Aunque en ese momento no creía que mi hermano también fuera parte de esto, pensaba que solo estaban socializando.

—Yo no quería escuchar —miento descaradamente, desviando la mirada hacia otro lado.

—No, por supuesto que no —responden los tres al mismo tiempo.

Soltamos un par de risitas y eso provoca que el ambiente se aligere un poco. De todos modos, yo ya estoy en mis últimas, no sé que hora de la madrugada será, pero el sueño está comenzando a ganarme. Es inevitable bostezar. En un rato tengo clases y tendría que estar durmiendo. Tendría que volver a lo que estaba haciendo antes de que apareciera Taylor, el secuestrador.

Un momento...

—¿Cómo supiste que esos Raezers vendrían por mí hoy? —le pregunto a mi hermano, curiosa.

Él observa a Dylan un instante, como si estuviese dudando entre decirlo o no, pero termina contándolo de todos modos.

—Sarah me llamó.

Los tres nos quedamos momentáneamente sorprendidos. ¿A él? ¿Lo llamó a él y no a Dylan? ¿Qué se trae Sarah entre manos?

—¿Cómo dices? —es Kyle quien decide romper el silencio.

—Yo hice guardia durante la noche mientras ustedes resolvían sus asuntos —explica Taylor—. Gracias a Dios estaba por ahí cerca cuando recibí la llamada de Sarah advirtiéndome que irían por Caitlin.

¿Es que mi hermano también vigila que no halla Raezers cerca? ¿De él es quien hablaban en la cafetería los otros dos? Vaya, aun no puedo creer que Taylor sea de los nuestros.

¿Y cómo es que Sarah sabía eso? ¿Eso quiere decir que Argus ya la aceptó?

O tal vez los espió.

—Lo que me resulta extraño es que hayan usado una llave para... —mi frase queda en el aire al darme cuenta de algo.

Me levanto de un salto ante la cara de confusión de todos, y sin decir nada salgo de la casa para echar a correr a toda velocidad por las calles oscuras de mi ciudad. Me quedo pasmada al ver el desastre que hice. Ahora entiendo por qué mis pies están vendados. Los cristales de los faroles y de algunos autos están desperdigados por todo el suelo. No me queda más que intentar esquivarlos, pero aun así hago una mueca cuando uno o dos de esos se clavan nuevamente en mis pies. ¿Por qué no tomé otro camino? Incluso la policía aun continúa tomando nota de algunas personas que parecen realmente molestas. ¿Creerán que haya sido algún acto de bandalismo? Paso por su lado a toda velocidad sin que siquiera noten mi presencia. Doblo unas dos esquinas más y llego a mi destino. Una vez en el porche de mi casa, con manos temblorosas, busco la tercera baldosa más próxima a la puerta y la levanto.

No, no, no. Mi mano tantea dentro del pequeño hueco, pero no encuentro nada.

No puede ser posible.

Vuelvo a poner la baldosa en su sitio y echo a correr nuevamente hacia la casa de Dylan, tomando otra calle distinta por donde vine para evitar la policía y los cristales del suelo.

Llego en menos de cinco segundos a lo de Dylan, que se encuentra en el porche caminando de lado a lado, parece nervioso. Al verme corre hacia mí y me sujeta el rostro entre sus manos.

—¿A dónde fuiste? —pregunta, preocupado. Su ceño se encuentra levemente fruncido.

—A mi casa —contesto algo descolocada por su actitud.

Dylan me suelta y da un paso atrás, es evidente su alivio al oír mis palabras.

—Lo lamento —dice algo avergonzado por su reacción.

—La llave de repuesto no está, Dylan —digo con premura, entrando rápidamente a la casa de nuevo, donde Kyle y Taylor esperan en sus lugares.

—¿Se la habrán llevado tus padres? —pregunta Kyle apenas me ve.

Claro que oyeron la conversación con Dylan.

—Ellos tienen su juego de llaves —contesta Taylor por mí.

—¿Quienes sabían de ese escondite además de nosotros? —le pregunto a él, cruzándome de brazos.

—Yo —responde mi novio y su amigo al mismo tiempo.

Ya me lo imaginaba.

—Y Sarah —añade Taylor—. Todos nosotros la sabíamos, por si las dudas.

—Entonces...

—No, es imposible —se me adelanta Dylan—. No pudo haber sido ella.

¿Haría Sarah una cosa así? No la veo capaz.

—Debe hallar una forma de que Argus la vuelva a aceptar. Esa llave significaría un símbolo de lealtad —se pone a explicar mi hermano.

Es realmente loco oírlo hablar de todas estas cosas. Hasta hace un día creía que él solo era mi nerd hermano que solo se preocupaba por sus estudios. Pero ahora es un Raezer... mortal, pero Raezer a fin de cuentas.

—Mierda... —masculla Dylan al caer en la cuenta de eso.

¿Sería capaz de traicionarnos así? ¿O será que no tuvo opción?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro