LXIII
Narra Kyle:
Todo se ha ido a la mierda.
Los guardias no dejan de atacarnos y ni siquiera hemos encontrado esa dichosa piedra.
Cuando mi cuerpo se terminó de recuperar del ataque anterior en el cual casi termino rostizado, he podido reincorporarme nuevamente a la batalla.
Ahora tengo a dos encima que no me dejan en paz. Juro que le arrancaré la cabeza a uno de los dos y se la daré de comer a su compañero. ¿No me creen? Pues deberían hacerlo. Uno de ellos se abalanza hacia mí con su lanza de Tarzán, pero esta vez soy más cuidadoso y no dejo que me toque ni un solo pelo, me muevo con agilidad hacia un lado y la lanza termina por incrustarse contra la pared rocosa, dándome un segundo extra para poner mi atención en su compañero que ya estaba por lanzarme su poder.
Ni lo sueñes.
Mis pies abandonan el suelo cuando de un salto esquivo su ataque. En el aire alcanzo a ver a Dylan y a Caitlin, a un par de metros de mi posición, que parecen estar manteniendo una charla con Argus. O mejor dicho, los está distrayendo de ver una cosa...
—¡Chicos, miren detrás de ustedes! —les advierto una vez que mis ojos corroboran que eso que está allí es el Duxilum.
No hago tiempo de detenerme a contemplarlo más a detalle, ya que mi peso inicia nuevamente su descenso a donde me esperan esos dos idiotas con sus armas listas.
Bueno, ahora recuerdo que yo tengo una mejor.
Tomo una corbata negra del bolsillo de mi pantalón y la arrojo a modo de látigo contra una de las lanzas a la cual se une. Lo siguiente que hago es tirar de ella hacia mí para finalmente tenerla entre mis manos. Esto se pondrá divertido. Con todas mis fuerzas, la lanzo contra el cuello del otro Raezer que sigue aun armado y que es incapaz de esquivar mi tiro certero. La lanza le atraviesa la garganta y la misma potencia lo arrastra más lejos, justo contra la pared de piedra a la cual se queda clavado.
Qué lastima, ya se murió. Me hubiese gustado divertirme un rato más con él. Por suerte, tengo al otro que ya está planeando abalanzarse contra mí. Centro toda mi atención en ese imbécil y le hago un gesto con la cabeza para que se acerque. Él desvía la mirada hacia la corbata de mi mano y veo como su ceño se frunce. No querrá saber que estaba haciendo con esta corbata antes de que Taylor me llamara para que fuera a lo de Dylan. Pensar en eso me trae a Miracle a la mente y no puedo perder la concentración ahora. Aunque admito que estoy un poco preocupado por ella, su inexperiencia con el escudo podría llevarla a perder contra la fuerza del Duxilum. Si algo le llegara a suceder... no quiero ni imaginarlo.
Haciendo a un lado esos pensamientos, enfoco mi vista en mi objetivo y le sonrío con chulería para hacerlo enfadar. Sí, eso creo que ha funcionado. El sujeto rechina los dientes y me lanza a toda velocidad su maldita lanza. De puro milagro consigo hacerme a un lado, pero ésta atraviesa mi escudo y logra rozarme el brazo. Maldito... Aprieto los labios para evitar maldecir en voz alta. Lo mejor que puedo hacer ahora es usar mi arma más poderosa: la corbata. Antes de que pueda darse cuenta, de un latigazo la enlazo alrededor de esa maldita vara. Tiro hacia mí y la lanza queda finalmente en mi poder.
Mi contrincante no se rinde tan fácil. Primero me ataca con su poder, el cual se disuelve apenas toca mi escudo, por supuesto, y luego atina a tomar su pistola. Este es mi momento. No le doy ni tiempo de poner el dedo sobre el gatillo ya que le arrojo la lanza en su dirección. Observo como la vara le atraviesa de lado a lado la mano y la pierna, justo donde allí tienen la correa que sujeta la funda del arma.
Un mejor tiro no pude haber hecho.
Bravo, Kyle.
El Raezer abre la boca para proferir un alarido de dolor, pero lo callo al instante cuando una descarga de mi energía impacta de lleno en su horrible rostro. Me hubiese gustado descargar más contra él, pero hasta ahí esta bien, no quiero que la cueva se derrumbe sin antes haber encontrado el Duxilum.
Me acerco a ese ser despreciable que ahora está en el suelo retorciéndose de dolor y termino con su sufrimiento al clavarle en la cabeza su grandiosa lanza que saco de adentro de su cuerpo. La verdad que este invento me tiene asombrado, que decirles.
Volteo a ver como viene la situación. Un vistazo al panorama me indica que cada vez más Raezers comienzan a unirse a la fiesta. Bueno, podría ser peor.
Lo que más llama mi atención es... es esa preciosa piedra que ahora queda delante de mis ojos. Me quedo maravillado ante la belleza que emana desde la distancia, es realmente increíble.
Concéntrate, Kyle. Esa piedra es la responsable de absolutamente todo.
Como la muerte de mi Debbie. Maldito Argus y su lengua ácida, sus palabras lograron tocar una fibra sensible en mí. ¿Cómo alguien se recupera de una pérdida? Yo creo que nadie jamás lo hace, solo aprendemos a sobrellevar el dolor. Eso es justamente lo que hago. A pesar de que ame a Miracle con mi alma, una parte de mí siempre le pertenecerá a Debbie. Un trocito de mi corazón se lo llevó cuando dio su última exhalación antes de alejarse para siempre de este infierno en el que vivimos. Todo gracias a esa maldita piedra. Sin el Duxilum no se crearían más Raezers, Argus no podría expandir su estúpido ejército de idiotas que siguen las órdenes de un trastornado, y la humanidad no se extinguiría.
Mi rostro cambia de uno de fascinación y admiración a otro que delata a simple vista el resentimiento que le tengo a esa maldita piedra. De un momento a otro, mi poder quema como fuego dentro de mi pecho pidiendo una liberación urgente.
Porque impulsivo es mi segundo nombre, no me contengo de lanzarle un buen campo de energía al Duxilum. Miro con atención como se acerca hacia esa cosa a toda velocidad, pero la dichosa barrera que lo protege cumple su función y evita que mi poder le haga un solo rasguño.
¡Maldición!
La energía se dirige ahora a toda velocidad contra un guardia que por poco no sale vivo y, finalmente, se estrella contra una de las paredes causando un leve temblor bajo nuestros pies. Todos y cada uno de los pares de ojos presentes en el lugar recaen sobre mí, algunos me observan sorprendidos por mi arrebato y otros me han sepultado unas siete veces con sus miradas asesinas.
—Creo que fue una mala idea... —murmuro por lo bajo.
Hora de correr.
Salgo pitando de allí lo más rápido que me dan las piernas, buscando con insistencia alguna salida mágica que me saque de aquí de inmediato, ya que unos... cinco Raezers ya está pisandome los talones. Enseguida veo que la cueva tiene un par de niveles más arriba, tal vez por allí es que entran los guardias a este sitio. Dejando de lado las escaleras, pego un salto bien alto que me deja con los pies sobre el segundo nivel. Frente a mí se abre un túnel medianamente iluminado por algunas antorchas desperdigadas por los muros. El eco de las voces de los otros resuena por el pasadizo mientras avanzo a gran velocidad. Freno en seco cuando me encuentro con una intersección.
¿Izquierda o derecha? Esa es la gran pregunta.
Izquierda.
Entonces derecha.
Giro hacia la derecha y continúo avanzando. El final de este pasillo no se abre en dos caminos diferentes como el anterior, sino que me veo obligado a girar nuevamente a la derecha. En el trayecto me encuentro con un Raezer que se lleva el susto de su vida al verme correr hacia él a toda velocidad. ¿Andaba haciendo guardias por los pasillos con los auriculares puestos? Este sujeto se merece un premio, y adivinen qué...
Yo se lo daré.
Él no llega siquiera a terminar de comprender lo que está sucediendo, porque a una velocidad récord tomo una de las antorchas que cuelga de la pared y se la lanzo hacia la cabeza.
¡Headshot!
Increíble.
Salto el cuerpo sin vida de ese Raezer y continúo avanzando hasta que mi escudo recibe el impacto de un enemigo. Estupendo. Están comenzando a fastidiarme y odio que me fastidien.
Rápidamente, freno en seco y sorprendo a los dos primeros, que venían pisándome los talones, al girarme y atacarlos sin reparos con mi poder. Sus cuerpos se desploman sobre el suelo, cubiertos de quemaduras y desprendiendo el típico olor a barbacoa. Odio que suceda eso, porque me da hambre.
Me cubro la cabeza con los brazos cuando un par de rocas se desprenden del techo del túnel y comienzan a caer sobre nosotros. Aunque eso es lo de menos, yo ya estoy listo para la segunda ronda.
Los últimos tres aparecen al segundo y con lo primero que se encuentran son los cuerpos de sus amiguitos, luego me ven a mí.
Aquí me tienen, señores, den su mejor pelea.
Los tres extienden esas malditas varas de plata y se transforman al instante en aquellas lanzas capaces de atravesar nuestro escudo. Cobardes. Tendré que seguir corriendo.
Cobarde...
Mi pie queda suspendido en el aire cuando justo alguien aparece detrás de ellos y se los carga a todos juntos. A los primeros los rostiza y al último le clava en la cabeza la lanza del compañero.
Madre mía.
Me limpio la tierra sobre mis hombros y me acerco a Taylor que me mira con una ceja en alto, listo para sermonearme. No haré comentarios respecto a lo que pasó allí afuera hace menos de un minuto.
—Vaya, hermano, has comido tu cereal hoy —me apresuro en decir, dándole un golpe en su hombro.
El voltea los ojos y decide hacer el tema a un lado. Gracias, hombre.
—Vi que necesitabas ayuda —contesta, mirando hacia atrás para ver si vienen más.
A veces me siento identificado con Taylor. Él está atravesando la misma mierda por la que yo pasé cuando perdí a Debbie. Así que puedo imaginarme lo que debe estar sintiendo, esa impotencia, aquel odio que crece día a día y opaca cada uno de los buenos pensamientos.
¿Por qué, Jill? ¿Por qué tú, rubia?
Aun no me acostumbro a su ausencia. A pesar de nuestras diferencias, yo la quería. Era una buena amiga. Admito que no verla más me duele en lo más profundo de mi corazón.
El alboroto afuera, que crece cada vez más, me trae nuevamente a la realidad. Será mejor que nos movamos de aquí.
—Y la necesitaremos ambos si no nos largamos de aquí —le aviso, emprendiendo nuevamente la marcha.
Los dos avanzamos rápidamente por los pasillos. Doblamos en cada esquina que se nos presenta y continuamos atentos a cualquier mínimo ruido.
Esto es un laberinto. Es imposible salir de aquí. Cuando ya estamos por creer que llevamos corriendo en círculos durante un buen rato, una tenue luz al final del pasillo nos advierte que estamos a punto de entrar a quien sabe dónde.
—Esto me resulta familiar... —digo en un susurro una vez que nos detenemos.
—Porque volvimos al centro de la montaña, idiota —murmura Taylor, soltando un suspiro de exasperación.
—Corrimos en círculos, no tiene sentido —afirmo, rascándome la nuca.
Taylor me mira pensativo por un segundo y luego parece darse cuenta de algo que yo no.
—Está claro que el túnel era una trampa, cualquier Raezer que no fuera de aquí sería asesinado allí dentro o aquí afuera —deduce el rubio.
Bueno... tiene sentido.
De pronto, la cueva se ve sacudida por unos estruendosos bombardeos. Los dos nos acercamos al límite del segundo nivel y vemos como Dylan ataca repetidas veces la barrera del Duxilum. Está enfadado, mucho diría yo.
—¿Qué intenta hacer? —pregunta Taylor, confundido como yo.
Por más que intente e intente jamás lo logrará sin Caitlin. Ella es su otra mitad, ella complementa su poder. Antes yo no lo quería entender, me había aferrado a la idea de que solo la protegíamos por una tonta obsesión que Dylan tenía por ella. Sí, sabía que iba a ser una Raezer, yo podía ver su energía, pero ¿por qué debíamos hacernos cargo de ella? Es por eso que fui un cretino la primera vez que me conoció. Yo sí sabía como hacer que cualquiera me detestara en tan solo tres segundos de estar a mi lado.
No encontraba una lógica. ¿Por qué arriesgarme por alguien que no había hecho nada por mí? De todos modos, terminé haciéndolo por Dylan, no por ella. Y luego lo entendí. Comprendí su vinculo, su amor, su existencia. Ellos habían nacido para este momento. El Duxilum los convirtió en una sola persona. Cada movimiento que hacían, incluso cada latido de sus corazones estaban sincronizados a un ritmo perfecto. Era una única alma en dos cuerpos distintos. Ellos eran los únicos que lograrían salvar a la humanidad.
—Caitlin no puede llegar hasta él —observo, desviando la vista hacia donde está ella.
El señor Madson está a su lado, mirando al techo para advertir donde caerán las estalactitas que se desprenden por los continuos disparos de Dylan. Con Taylor esquivamos de milagro uno que venía directo a golpear contra nuestros escudos.
Esto es un desastre. La cueva se desmoronará en nuestras cabezas si no terminamos ahora.
—Lo que podríamos ha...
Mis palabras quedan suspendidas en el aire cuando me doy cuenta de que estoy hablando solo. Taylor ha desaparecido de mi lado justo cuando Dylan ha dejado de bombardear al Duxilum.
—¡Caitlin, agáchate! —le oigo gritar a Taylor desde algún lugar por debajo de mí.
No alcanzo a encontrarlo, ya que dos personas aparecen justo por detrás de mí, su energía negativa los delata.
Me giro rápidamente con la intención de lanzarles mi poder, pero lo desvío de inmediato cuando me doy cuenta de quienes son. No... no puede estar pasándome esto a mí.
La cara de ambos cuando me ven es un poema. Están tan confundidos y sorprendidos como que yo.
—Kyle... —susurra mi hermana, sin poder ocultar la alegría de verme aquí.
Por otro lado, Félix, me observa con cierto recelo. Ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi en nuestra casa, ahora está más alto y desarrollado, casi no queda nada de niñez en él.
El año pasado fui a visitarlos, de lejos, por supuesto, ellos vivían con mis padres en ese entonces. No entiendo como es que no me percaté de la energía negativa que emanaban, ¿o su transformación habrá sido después de ese día? No lo sé, pero me sorprendió haberlos visto en el campo de entrenamiento el día en que perdimos a Jill.
Volviendo al presente, me doy cuenta de que mi hermana me ve con una mezcla de alivio, felicidad y... ¿orgullo? ¿Es posible?
Ella está hermosa, ha crecido a la par de Félix, aunque éste le saca un par de centímetros más. Se ha dejado crecer el cabello, solía tenerlo por encima de los hombros cuando era pequeña, solo por el hecho de que tenía rulos al igual que yo. Pero ahora es distinto, sus rulos se han abierto mucho más y ha dejado que crecieran hasta su cintura. Las facciones de su rostro se han vuelto más finas en comparación a las de su hermano y su cuerpo también sufrió los cambios de la pubertad. Holly se ha convertido en una mujer hermosa.
—¿Qué hacen aquí? —les pregunto con un nudo en la garganta.
Durante todo este tiempo he querido no pensar en ellos, en lo que el Duxilum les hará una vez que se destruya, pero ahora que lo hago es como si un saco repleto de ladrillos cayera dentro de mi estómago.
—Lo mismo que tú, pelear —murmura Félix con acidez.
Holly le propina un codazo en las costillas apenas termina de decir eso.
—Es Kyle con quien estás hablando, tu hermano —le reprocha.
No hay dudas de eso, los tres pares de ojos de color esmeralda relucen bajo la tenue iluminación de la cueva.
—¿Podemos considerarlo nuestro hermano? Míralo, es uno de ellos —me señala con la mano mientras de fondo se oyen disparos.
No me gusta la forma en como lo dice, tan... despectivamente. ¡Por el amor de Dios, somos hermanos! ¿Que mierda importa si somos de distintas especies? Podemos soportarlo, estoy dispuesto a intentarlo.
Por los próximos cinco minutos, ¿verdad?
Mi corazón se comprime una vez más.
—¿Y eso que tiene que ver? Sigue siendo nuestro hermano —le discute ella.
—¿Ya no recuerdas lo que nos enseñó Argus? —le pregunta Félix, un poco molesto—. Mira a tu alrededor, están aquí para acabar con nosotros. Te quieren muerta, él te quiere muerta.
Eso sí que no.
Ajusto mi escudo lo suficiente para poder tener contacto con él y lo sujeto por los brazos.
—Eso mentira y lo sabes. Ustedes nos obligaron a esto —le digo, comenzando a enojarme.
Félix me aparta de un empujón justo cuando la cueva tiembla violentamente una vez más.
—Yo no estaré de tu lado, hermano. Lo lamento, pero debo proteger a los míos.
Holly y yo miramos con los ojos muy abiertos como Félix se lanza hacia el campo de batalla.
—No... —ella intenta correr tras él pero la encarcelo entre mis brazos antes de que pueda arrojarse hacia ese matadero.
Félix ha caído frente a Caitlin que se encuentra junto al cuerpo de... ¿el profesor Madson? ¡No! ¡¿Cómo es que lo mataron?! Si el Duxilum se destruye el no volverá. ¡Maldita sea!
—No destruirán el Duxilum —alcanzo a oír desde aquí lo que le dice a ella—. No dejaré que nos maten.
Y entonces, saca una pistola y le apunta en la cabeza.
¡NO!
Mi cuerpo entero quiere saltar para intervenir, incluso si tengo que pelear contra mi propio hermano, pero alguien más me gana de mano: Sarah. Ella aparece de la nada y de un tiro en la cabeza lo deja inconsciente.
El chillido de Holly por poco me aturde los oídos.
—¡Félix! —lloriquea, horrorizada por lo que acaba de ver.
Yo debo soltar a mi hermana y hacerme a un lado cuando mi cuerpo se ve sacudido por una fuerte ahorcada. Joder, ¿qué fue eso? Me vuelvo rápidamente hacia Holly y veo que niega con la cabeza mientras a su alrededor con una expresión de horror.
—Oye... —quiero decirle que todo saldrá bien, que nada malo sucederá, pero mi mentira se ve interrumpida por su dulce voz.
—Este es el fin para mí.
No, no, eso no pasará. Me niego a que su vida termine aquí. Es muy joven aun, tiene muchos, muchos, años por delante.
Estoy por un dar un paso en su dirección cuando dos Raezers aparecen frente a nosotros y miran la situación desconcertados.
—¿Que ocurre aquí? —pregunta uno de ellos.
—¿Qué esperas para deshacerte de él? —le sigue el otro, mirando a mi hermana con enfado.
Ella comparte conmigo una miradita de complicidad que lo dice todo. Hay que acabar con ellos.
Ambos nos lanzamos para atacar a ese par de escorias. Holly golpea a uno en sus partes íntimas y con eso logra desestabilizarlo. Mientras esquivo la lanza que uno intenta clavarme en las entrañas, veo como ella aprovecha ese momento de debilidad para tomar la pequeña vara metálica del cinturón de su compañero y sin siquiera abrirla se la clava en la cabeza.
Madre mía, ¿dónde aprendió a hacer eso?
Cuando mi oponente se toma solo un segundo para mirar lo que mi hermana acaba de hacerle a uno de los suyos, yo aprovecho para romperle el cuello de un movimiento rápido y enérgico. Los dos cuerpos terminan desperdigados por el suelo cuando acabamos.
—¡Kyle, lo... lamento tanto! —solloza ella, corriendo hacia mí.
Me aseguro que mi escudo no esté expandido del todo antes de recibirla entre mis brazos. Mi hermana solloza en mi pecho, abrazándome con fuerza, con miedo. Su cuerpo tiembla ligeramente y no es precisamente por el llanto.
—Esta bien, pequeña. Tranquila. Estoy aquí, no me iré a ningún lado.
Sé que sueno cursi, pero no puedo controlarlo, es mi hermanita, es mi pequeña Holly. Siempre lo será.
—¿Por qué te fuiste? Te he extrañado mucho —me pregunta sin moverse ni un centímetro.
Directo al grano, es una buena pregunta para comenzar.
—No podía volver. Mataron a Debbie, ¿la recuerdas? Fue difícil para mí superarlo. Además era un novato, no iba a arriesgar a nuestra familia.
Y recién ahora comienzo a sentirme bien. Miracle es una gran persona, divertida, lista, con carácter y con una increíble personalidad. Es perfecta. Ella me ha ayudado mucho a superar la muerte de mi antiguo amor. Hoy en día Debbie es solo un lindo recuerdo que ha dejado una cicatriz en el corazón. Miracle es ahora el centro de mi mundo. Nuestros corazones se han entendido y se han puesto de acuerdo para amarse con una intensidad que jamás había sentido. Tal vez, encontrarla en el castillo era lo que tenía que suceder. El destino ya tenía planeado dejarla en mi camino para animarme a volver a amar. Y estoy muy agradecido por ello.
—Sí, oí eso. Lo lamento —se disculpa mientras se aparta de mí con suavidad, mirando hacia abajo como si estuviese avergonzada de lo que sus compañeros hicieron.
—¿Que les pasó a ustedes dos? —ahora me toca a mí interrogar—. ¿Cómo... murieron?
Un escalofrío me recorre la espalda al decir esa palabra.
—¿No lo sabes? —pregunta, frunciendo su ceño con extrañeza.
No se lo estaría preguntando si lo supiera...
Niego con la cabeza y me cruzo de brazos, esperando su respuesta.
Ella duda por un momento, pero termina por soltarlo todo.
—Tuvimos un accidente de auto, un conductor ebrio nos embistió de frente.
¿Qué? ¿Pero eso como...?
—¿Félix agarró el auto de papá? —le pregunto confundido.
Ella respira hondo y niega con la cabeza, mordiéndose el labio. Desde aquí noto como sus ojos se cristalizan.
Un momento, ¿y si Félix no fue quien tomó el coche?
La sujeto por los hombros y la miro a los ojos.
—Dime que mamá y papá están bien —le pido, sintiendo un repentino nudo en la garganta.
Ella agacha la cabeza y se pone a sollozar.
—Todos morimos, Kyle. ¿Por qué crees que con Félix tuvimos que venir aquí? No tenemos otro lugar donde ir. Nos encontraron y nos ofrecieron vivir aquí a cambio de servirle a Argus.
Mis muelas se aprietan con tanta fuerza que las escucho crujir. Puedo sentir la repentina humedad en mi ojos y como mi respiración y mis latidos se vuelven más fuertes.
No lo entiendo, esto tiene que haber sido reciente. Hace un año yo fui a verlos y ellos aun seguían siendo humanos. Mis padres también estaban allí.
—Pasaron seis meses desde entonces —aclara mi duda sin tener que decirla en voz alta.
Me llevo la mano a la cabeza y doy un par de pasos lejos de ella, necesito espacio para poder digerir la noticia.
Miles de emociones me confunden en este momento. Quiero llorar, sí, quiero hacerlo como lo haría un niño pequeño, pero no lo haré. Estas cosas pasan, la gente muere todos los días. Nosotros no somos nada en este mundo.
De repente, un Raezer aparece como por arte de magia y clava sus asquerosas pupilas en mí, ni siquiera repara en mi hermana. Yo no me controlo, no puedo hacerlo. No le doy tiempo a esa basura ni de pestañar, mi mano atraviesa su abdomen sin compasión alguna. Puedo sentir el calor de la sangre sobre mi piel, pero eso no me detiene, destruyo todos sus órganos mientras me abro paso hasta su columna para romperla en mil pedazos.
Por primera vez la muerte de alguien no es causada por toda esta mierda, y sin embargo yo los sigo culpando por eso.
Holly me mira con la boca abierta cuando quito mi mano del asqueroso cuerpo de ese Raezer y dejo que caiga al suelo, paralizado y medio muerto. Despertará luego.
Solo si el Duxilum no se destruye...
Me limpio la mano con mi camiseta y la miro a ella con el alma dolida. Es la única familia que me queda, ella y Félix. No sé como haré para hacer cambiar de opinión a mi hermano, le han lavado el cerebro. Pero me gustaría que ellos se vinieran a vivir conmigo, podría funcionar. Sí, va a funcionar. No pueden destruir el Duxilum, debo decirle a Dylan y Caitlin que se detengan.
Holly me observa desde su lugar con cierta compasión. Camina hacia mí y envuelve sus brazos a mi alrededor.
No, estoy bien. Estoy estupendo. Esto no me afecta. No quiero que sienta compasión por mí. Yo debo ser quien cuide de ella, no al revés. Es mi pequeña hermana, tengo que ser un adulto responsable de una buena vez.
—Todo terminará aquí, Kyle —susurra contra mi pecho.
No, eso no es cierto. Nada terminará aquí. Ella tiene una larga vida por delante, nadie puede arrebatarle eso.
—No, tú vida continuará. Nada termina para ti hoy, ¿me oyes? —le digo con seguridad, estrechándola entre mis brazos.
Ella no morirá. No lo permitiré.
Se aparta con suavidad y me toma de las manos. Sus ojos parecen decididos cuando se enganchan con los míos.
—Quiero pedirte algo —me dice, forzando una sonrisa que no llega a formarse del todo.
—Lo que quieras —contesto con un asentimiento.
Ella traga grueso y respira hondo antes de hablar.
—Cuando el Duxilum se destruya no quiero que sea él quien se lleve... mi vida.
¿Qué? ¿A qué se refiere?
—No te entiendo. Tú no morirás —le digo con convicción.
—¡Ya basta, Kyle! Por favor. Solo deja de mentirte.
No, no, ¡no! Tiene solo diecisiete años, ¿cómo quiere que piense en perderla?
—¡No! Tu te graduarás, estudiarás una carrera universitaria, tendrás muchos hijos y los verás crecer, y yo seré el tío divertido que en las fiestas... —me detengo a mitad de la frase cuando me es imposible contener un sollozo.
A quien quiero mentir, no puedo cambiar el curso de las cosas. El Duxilum está destinado a ser destruido, para eso estamos aquí.
—Déjame morir a tu lado —susurra entonces.
Un horrible malestar en mi estómago aparece después de oír eso.
—¿Qué dices? Sabes que yo no podré morir, mi escudo me protegerá —le digo, incrédulo.
—Lo sé, deja que yo también entre —me implora, mordiéndose el labio para aguantar las lágrimas que comienzan a acumularse en sus ojos.
¡¿Qué?! ¿Me está pidiendo que yo la mate?
—No puedes pedirme eso, Holly. Sabes que no podré hacerlo.
—Sí, sí puedes. Por favor, es mi último deseo.
Una lágrima se desliza por su mejilla al terminar de decir eso. Sé cuanto le duele tener que pedirme una cosa así, pero no tiene opción. Ya no la hay.
Con mi pulgar le limpio la lágrima y le acuno el rostro entre mis manos.
—Siempre fuiste mi hermana favorita, pero no se lo digas a nadie —le digo con una media sonrisa.
Ella sonríe al igual que yo, pero se pone en alerta cuando el grito de mi amigo llega a nuestros oídos.
—¡¿Por qué? ¡¿Por qué, Ryan?! —al parecer Dylan encontró a su pequeño hermano.
—Ya es hora, Kyle —la voz de mi hermana me trae a mi propio tormento.
Es hora de que mates a tu hermana.
¿Cómo lograré superar esto? No estoy seguro de poder hacerlo. Me pide que la mate, que la torture. Sí, nuestro escudo es una tortura para ellos. ¿Tanto odia a esa piedra para pedirme a mí que le arrebate su vida? No sé si pueda hacerlo, ella es mi hermanita.
Un único disparo hace eco en toda la cueva, seguido de dos gritos que me ponen los pelos de punta. Y en el transcurso de ese corto segundo, la miro a Holly sin saber que será la última vez.
Me desconecto de la realidad por un momento cuando un recuerdo me golpea tan fuerte que el aire se me queda atascado en la garganta.
—¿Volverás aquí antes de navidad? —me preguntó mi pequeña hermanita, que venía corriendo desde la habitación contigua. Había ido a buscar su muñeca que había dejado tirada por ahí.
Me causaba mucha ternura el traje de princesa que traía puesto. Sabía que ella estaba un poco grande para esas cosas, pero jamás le importó la opinión de los demás. Bueno, ella decía que era grande, pero yo no creía lo mismo.
—Claro que volveré antes de navidad —me reí—. Con Debbie solo nos vamos unos días.
Por detrás de ella apareció Félix, su mellizo, y se cruzó de brazos mientras me miraba enfadado.
—Prometiste que terminaríamos la casa del árbol.
Vaya carácter por tener solo ocho años.
—Solo tenemos hecho el suelo, amiguito. Nos falta mucho todavía. Apenas vuelva nos ponemos manos a la obra, ¿qué dices?
Él se lo pensó un momento y terminó asintiendo. ¿Qué más podía hacer? Yo ya estaba por irme, solo faltaba Debbie que debía estar por llegar. Ella quería despedirse de mis padres que tanto aprecio le habían tomado, y luego mi padre nos llevaría hasta el aeropuerto.
—¿No te olvidas nada, osito? —me preguntó mi madre por enésima vez.
Odiaba que me llamara así y ella lo sabía, pero le daba igual. Al menos no me llamaba de esa manera frente a Debbie, eso sí sería vergonzoso.
—No, mamá. Ya está todo —dije con voz cansina, pero riéndome de su insistencia.
Me iré solo cuatro días a Idaho con Debbie. La primera noche la pasaríamos en la casa de los tíos de ella que harán una fiesta, por eso el viaje, y los últimos dos días planeábamos acampar en alguno de los bosques de las afueras de la ciudad.
De pronto, el timbre sonó y mi corazón se agitó
Holly corrió hacia mí y me rodeó la cintura con sus brazos.
—Regresa pronto, Kylecito —me pidió, mirando hacia arriba, a mis ojos.
Ella era la que más sufría cada vez que me marchaba a cualquier lado más de un día. No es de extrañarse siendo el único que se sentaba con ella en esas sillas de miniatura que traían los juegos de té. El señor Oso a veces era nuestro invitado de honor.
—Lo haré, ya verás. Te lo prometo, peque —respondí, tocando su nariz con la punta de mi dedo.
—Ya es hora, Kyle —me avisó mamá, abriendo la puerta.
Volteé a ver y mi pecho se infló de alegría al ver a Debbie parada bajo el umbral.
Ya era hora.
—¡Ahora, Kyle! —vuelve a insistir una voz en la lejanía.
Parpadeo repetidas veces hasta que logro escapar de aquel recuerdo tan... vívido.
Siento bajo las palmas de mis manos el menudo cuerpo de mi hermana, que no deja de abrazarme como la última vez que la vi muchos años atrás. Aunque esta vez no soy yo el que se marcha.
La explosión que sigue a continuación me obliga a extender mi escudo de manera automática, dejando a Holly dentro de él.
No...
Los vellos de mi nuca se erizan al oír sus gritos desgarradores. Cierro los ojos con fuerza para no verla; lo único que hago es abrazarla, rogando que pronto se termine este calvario.
Los chillidos de mi hermana se prolongan por al menos cinco segundos. Lo peores cinco segundos de mi vida. Puedo sentir bajo la palma de mi mano como su traje y su piel comienzan a desprenderse, y un conocido olor a quemado comienza a invadir la burbuja en la que me encuentro con ella.
La fuerza con la que presiona el Duxilum mi escudo es tanta que profiero un alarido que a punto está por desgarrarme la garganta. No sé si lo logre.
No me atrevo a abrir los ojos, porque ya sé lo que me espera. Holly ha dejado de gritar, ahora su cuerpo cae flácido sobre mis brazos. No quiero soltarla, no quiero hacerlo. Mis piernas ceden ante tanta tensión y caigo de rodillas al suelo, acunando entre mis brazos el cuerpo ya sin vida de mi hermana. Los sollozos sacuden mi cuerpo con violencia, ¿por qué tuvo que terminar todo así? Ella no se merecía esto.
Las lágrimas comienzan a rodar una tras otra por mis mejillas mientras resisto los últimos segundos.
¿Qué sentido tiene hacerlo? Sabes lo que te espera luego.
Arrepentimiento. Dolor. Culpa.
Me veo tentado a arrojar la toalla, pero rápidamente el rostro de Miracle aparece en mi mente. No, no puedo hacerle una cosa así. Sería un maldito cobarde si decido abandonar el barco ahora. Ella está esperándome, le prometí que regresaría.
No puedo volver a romper mi promesa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro