LVI
Actualidad.
Narra Caitlin:
Cuatro días. Cuatro horribles y agonizantes días han pasado desde la muerte de Jill. Todas mis actividades se congelaron desde entonces, y recién hoy he decidido retomar las clases. Estos últimos tres días no hice más que quedarme acostada en mi cama mirando a la nada misma, pensando en todos los finales que pudo haber tenido la batalla si Jill se hubiese marchado con Penny y Miracle. Cada día, cada minuto, no he hecho más que culparme a mí misma por no haber impedido que Jill participara en eso. Debí haberla atado o embriagado con el fin de sacarla de allí en contra de su voluntad. Daba igual como lo hacía, ella estaría viva, y no bajo tierra como lo estaba ahora.
A sus padres tuvimos que contarles parte de la verdad, pero solo de su relación con Taylor. Lo demás fue solo inventarles que paseaba con mi hermano cuando fueron interceptados por unos ladrones. Ella se resistió a entregarles su teléfono y por eso le dispararon. La historia parece un chiste, ¿verdad? Jill era una Raezer, los supuestos ladrones no tenían posibilidad alguna contra ella. Es ridículo siquiera imaginarlo, pero fue lo mejor que se nos ocurrió en el momento.
No consigo superar la muerte de mi amiga, no sé como hacerlo. Y tampoco sé si algún día se supera, a lo mejor solo aprenda a vivir con eso.
Dylan me ha acompañado en cada minuto y cada hora de este horrible duelo. Y no solo yo la he estado pasando mal, a él, a Kyle y a mi hermano también les afectó la muerte de Jill, a éste último más que nada. No hemos sabido de Taylor desde la última vez que lo vimos en el entierro de mi amiga, hace tres días. Le hemos dejado miles de mensajes, pero no contesta a ni ninguno, ni siquiera nos devuelve las llamadas.
Lo peor de todo fue decirle a Penny. Recuerdo su reacción y la vista se me nubla por las lágrimas que comienzan a acumularse. Ella no lo podía creer, creía que le estábamos jugando una broma de mal gusto. Ojalá lo fuera...
Toda su familia está pasando por un mal momento, perdieron a una integrante muy especial y querida. Los padres de Penny han decidido sacarla de la ciudad solo por unos días, como unas pequeñas vacaciones para que pueda despejar su mente. Todavía no han vuelto. Lo puedo entender, Penny y Jill eran primas, más que eso, eran hermanas. Las conozco desde pequeñas y me han hecho sentir parte de su familia también. Y al igual que Penny yo también perdí a una hermana. Mi corazón está destruido.
Dylan deposita un pequeño beso en mi sien para poder llamar mi atención. Últimamente me siento en otro planeta, casi no puedo entablar una conversación normal sin que mis pensamientos se desvíen a esa triste escena en el lugar de entrenamiento, donde Taylor cargaba el cuerpo inerte de mi amiga.
Concéntrate, Caitlin.
—Deberías comer un poco —intenta persuadirme Dylan.
Nos encontramos en la cafetería del instituto, acompañados por Kyle y por el bullicio de gente que hay aquí. Tanto ruido comienza a darme jaqueca, no tolero nada el día de hoy. Me siento molesta, con ganas de salir corriendo de aquí solo para ir a enfrentarme a ese bastardo de Argus. Lo quiero muerto.
—La ensalada está buena —lo secunda Kyle.
Los tres nos hemos pedido lo mismo por primera vez, salvo por el postre.
Tengo frente a mi una bandeja con un poco de ensalada de col y un pudin de chocolate. Mi mirada recae en el postre y sonrío tristemente al recordar cuanto le fascinaba a Jill. Tal vez por eso es que lo tomé entre tantas cosas para elegir, porque me recuerda a mi amiga. Por otro lado, ellos tomaron una manzana.
Bajo los ojos hacia mi comida, esperando que al verla de nuevo me entren ganas de comer, pero no.
—Ya lo hice —contesto, mirándolos a ambos.
—Dos bocados no es suficiente —murmura Dylan, extendiendo hacia mí un jugo de naranja.
No quiero sonar desagradecida, porque ellos hacen todo lo que pueden por intentar que no decaiga, pero no me gusta la idea de que estén pendiente de mí todo el tiempo. Puedo cuidarme sola, soy grandecita para hacerlo. Pero también me pongo en el lugar de ellos, no soy la única que perdió una amiga, y sin embargo aquí están junto a mí, preocupándose por una tonta comida.
Soltando un suspiro de rendición, tomo el vaso de jugo y lo bebo de unos cuantos tragos. Es un gran paso para mí, casi ni he comido en estos últimos días. Y estoy segura que he bajado de peso, o al menos así lo sentí esta mañana mientras me probaba la ropa que traigo puesta. El pantalón me queda un poco suelto a la altura de la cadera, y la camiseta se me ve media holgada a pesar de ir pegada al cuerpo.
—Así está mejor —me sonríe.
Quiero devolverle la sonrisa, pero mi atención se ve acaparada inmediatamente por la charla que se está manteniendo a dos mesas de la nuestra.
—... se la ve más que feliz. Ahora nada le impide estar a todas horas con ese par de dioses —oigo la inconfundible voz irritable de Ashley.
A esa arpía la detesto ahora más que nunca. Me ausento tres días y pasan miles de cosas aquí, pero hay una que supera a todas. ¿Se acuerdan de su perrito faldero Zac? Bueno, lo hizo a un lado y ahora se puso de novia con el imbécil de Trevor. Son el combo de idiotas perfecto.
—¿Tu crees, Ash? Porque...
—¿Porque qué, Sophie? Es obvio que tengo razón, por algo la llaman "la zorra del Olimpo".
Y lo decía ella...
Aprieto mi puño con fuerza sobre mi muslo y mis muelas crujen cuando las presiono más de la cuenta.
—No les prestes atención —susurra Dylan en mi oído.
Paso por alto su comentario y sigo escuchando, esto se pone interesante. Hoy agradezco más que nunca tener una excelente audición, porque no hubiese escuchado nada si mi oído fuese el de un tonto humano.
—¿De quién hablas, dulzura? —ahora es Trevor quien se une a la charla.
Perfecto.
—De aquella estúpida —supongo que me habrá señalado, no puedo verla porque estoy de espaldas a ella—. Finge sentirse mal por la muerte de la otra inútil rezagada, pero no lo hace más que para llamar la atención...
Me levanto como un resorte de la silla. Una cosa es que se burle de mí, pero otra muy distinta es que lo haga de Jill, ella ya no está aquí para defenderse. Y no le daré a esa arpía el gusto de hacerlo.
Dylan y Kyle se ponen en alerta de inmediato. Mi novio intenta sujetarme del brazo, pero logro esquivarlo a tiempo.
Esa maldita me escuchará.
Camino hacia ella echando humo por las orejas. Está sentada en la mesa con todos lo chicos del equipo de baseball. Su amiga Sophie está a su lado, intentando coquetear con uno de los chicos. Pobrecilla, aquel ni siquiera la registra. Pero Ashley es otra cosa, está sentada encima de las piernas de Trevor, acaparando la atención de la mayoría de los presentes allí.
Llego a su mesa y me paro a su lado, una horrible sentimiento de repulsión se instala en mi estómago al ver su asqueroso rostro.
Ella es la rubia oxigenada.
Los ocho pares de ojos de la mesa se centran en mí. Detesto ser el centro de atención, pero en este momento me da exactamente igual.
Ashley sonríe burlonamente al verme y se levanta del regazo de Trevor, situándose frente a mí. Excelente, justo donde la quiero.
—¿Qué quieres, mosquita muerta? —dice, mirándome de arriba abajo de forma despectiva.
Oírla decir eso solo incrementa aun más mis ganas de estrangularla.
—No te atrevas a volver a hablar de Jill —mascullo, intentando contener mi ira.
No entiendo por qué comienza a reírse, ¿acaso es idiota? ¿Tiene algún problema en su cabeza?
Sí, claro que sí.
—Ya está muerta, supéralo de una buena vez. Siempre supe que era una lenta, personas así no sirven en este mundo —se atreve a decir delante de mí.
Todos los músculos de mi cuerpo se tensan al oír eso, listos para atacar ante la mínima orden. Siento tanta ira que casi no puedo controlar mi poder. Ella sí que tiene agallas, pero sé que solo lo hace para quedar bien delante de su novio y sus amigotes. Estoy muy segura de que si supiera quien soy en verdad no se atrevería a decir eso.
No puedo atacarla, es una jodida humana. Acabaría con su vida donde mi poder la llegara a tocar, y no sería suave, dispararía a matar.
Pero estamos hablando solo de tu poder, ¿verdad?
Es cierto.
Ella casi ni se da cuenta de la rapidez con la que estampo mi mano en su mejilla. El golpe la deja tan sorprendida que el dolor llega unos cuantos segundos después.
¿Cómo he hecho para medir mi fuerza? No lo sé, lo bueno es que su cabeza sigue en su lugar.
Muy bien hecho.
Lo único malo es que la bofetada ha resonado en todo el sitio. Ahora la cafetería está sumida en un abrumador silencio. Decenas de ojos están puestos en mí y en Ashley, que ahora se masajea la mejilla adolorida.
—¡Ay! ¡Bruja! —grita cabreadísima.
Trevor se levanta enseguida de su lugar y se pone junto a su chica, fulminándome con la mirada.
¿Qué hará ahora? ¿Me golpeará por ella? ¡Já! Quiero ver eso.
De pronto, una mano se aferra a mi cintura y me hace retroceder un paso hacia atrás.
¡No!
Giro la cabeza y encuentro a Dylan justo a mi lado.
—Es hora de irnos —dice en un murmullo.
Claro que no quiere que haga una escena aquí, teme que no sea capaz de controlar mi poder y mate a todos. Pues está equivocado, hasta ahora me estoy conteniendo a la perfección.
¿Tú crees?
—Nunca mejor dicho. Llévatela de aquí —murmura Trevor con prepotencia—. Y para la próxima, recuerda ponerle la correa de la que hablamos la otra vez.
Mis mejilla se ponen rojas de rabia en un microsegundo.
¿Es que ese imbécil no aprendió nada del último encuentro que tuvo con Dylan? A él solo se le ocurre repetir lo mismo. Parece que le encanta vivir al borde de la muerte.
Sus fieles seguidores y su novia se ríen de su chiste como si fuese el mejor comediante.
Tengo el presentimiento de que aquí correrá sangre.
Puedo sentir el cuerpo de Dylan tensarse al oír eso. Eso no es bueno. Le sujeto la mano y entrelazo nuestros dedos para intentar disminuir el instinto asesino que comienza a surgir dentro de él, lo puedo sentir. Pero de un momento a otro, sucede lo que más temía. De un movimiento sumamente veloz para el ojo humano, Dylan estrella su puño en todo el careto de Trevor. La misma fuerza del golpe lo arroja sobre la mesa donde estaba sentado, desparramando comida y bebida por todo el suelo.
Todos los presentes, yo inclusive, quedamos con la boca abierta.
Santa mierda...
No puedo creer que lo haya hecho, y mucho menos frente a todos. No digo que lo desapruebe, todo lo contrario, estoy riéndome a carcajadas maliciosas en mi interior. Solo que ahora... nos meteremos en serios problemas.
El primero en romper el silencio es Trevor y su aullido de dolor.
—¡Mi nariz!
Oh, no. ¿Le rompió lo nariz?
Se lo merecía.
Súbitamente, Kyle se instala al lado de su amigo y pone una mano sobre su hombro para impedir que vuelva a abalanzarse sobre Trevor.
—Hay que salir de aquí —le dice con prisa.
Y debemos hacerlo antes de que sus amigos deportistas quieran saltar en defensa de ese idiota, que por cierto, no serán un problema para nosotros.
Tiro de la mano de Dylan para iniciar la marcha. Todos los ojos están puestos en nosotros, nadie habla, nadie se mueve. Algunos hasta nos miran con expresiones de horror en sus rostros. Genial.
Tomamos nuestras mochilas cuando pasamos por nuestra mesa y enseguida atravesamos la cafetería bajo aquel silencio sepulcral. Una vez en el pasillo, seguimos hasta salir afuera del edificio.
—¡¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer?! —brama, Kyle, realmente molesto.
Miro a los lados, asegurándome que no haya nadie cerca.
Dylan se suelta de mi amarre y camina un paso lejos de nosotros.
—¡Lo mataré! ¡Volveré a matarlo! —espeta, completamente fuera de sí.
Sus pies atinan a ir nuevamente hacia dentro del instituto, pero Kyle se interpone en su camino y coloca las manos sobre sus hombros para detenerlo.
—No irás a ningún lado, ya hiciste suficiente —señala.
Dylan se suelta con brusquedad de su agarre y da un paso atrás. Yo aprovecho para ponerme junto a él y aferrarme a su brazo.
—No quieres hacer esto, él no vale la pena —le digo, con la intención de que mis palabras calmen un poco su ira.
Hago un esfuerzo sobrehumano para relajarme yo también, porque si siente que yo aun sigo enfadada él jamás se calmará. Estamos conectados hasta en ese punto.
Baja su mirada hacia la mía y permanece un par de segundos observándome en silencio. Puedo sentir como poco a poco se relaja, no tanto como me gustaría, pero lo suficiente como para saber que no entrará y le arrancará la cabeza a Trevor. Espero que ese maldito idiota esté llorando en algún rincón, se merecía la golpiza que Dylan le dio.
—Le rompiste la nariz, hombre —habla Kyle, de pronto, pasándose una mano por el cabello.
—Solo fue un rasguño —le contesta el otro entre dientes.
Se nota a kilómetros que le hubiese gustado que fuera más que un simple rasguño.
Esta vez Trevor se ha pasado. Lo mismo va para Ashley, esa maldita no tiene corazón. ¿Cómo pudo haber hablado de Jill de esa manera? Ni un mínimo de respeto le enseñaron de pequeña.
—Lo lamento, preciosa —susurra Dylan, de repente.
Me aparto solo unos centímetros para poder tenerlo de frente y ver sus hermosos ojos.
—¿Por qué? —pregunto, confundida.
—No debí reaccionar así delante tuyo, pero es que cuando oí lo que dijo de ti yo...
Antes de que pueda terminar la frase, uno rápidamente mis labios con los suyos. Mi arrebato lo sorprende al primer segundo, pero enseguida me corresponde el beso.
Por un momento, me siento libre de dejar que las mariposas de mi estómago aleteen libremente. Las he estado reprimiendo todos estos días, desde que Jill... mejor no pensaré en eso.
Debo obligarme a separar nuestros labios solo porque Kyle sigue aquí y no quiero hacerlo sentir incómodo.
—Gracias por defenderme —susurro sobre su boca.
Dylan sonríe levemente y acto seguido me da un cariñoso beso en la frente.
—Ya que por hoy no volveremos a entrar allí dentro, entonces me iré con mi chica —anuncia Kyle.
Miracle y Kyle hacen una bonita pareja. Los dos tienen carácter fuerte, por lo que lograrán aguantarse el uno al otro. Desde lo sucedido en la última batalla, solo una vez los he visto: en el entierro de Jill. Es raro decirlo, pero Miracle se mostró más comprensiva y cariñosa de lo habitual con él, aunque era entendible dada la situación, Kyle había perdido a una amiga. Y sí, Dylan me contó todo sobre como conocieron a Jill, su transformación y la relación que mantenía con Taylor, Kyle y él. Me hubiese gustado que ella compartiera conmigo todo eso. Me hubiese gustado que me pidiera consejos sobre como conquistar al chico que amaba, a pesar de que fuera mi hermano. Yo debía estar allí, debí haberla ayudado en todo eso.
La culpa me ha carcomido todos estos días y me ha hecho sentir una horrible persona. ¿Cómo es que no noté todo lo que estaba pasando con ella? ¿Cómo pude ser tan ciega? Toda mi jodida vida humana la pasé con una venda en los ojos, y solo mi transformación me permitió quitármela finalmente.
—Tú no tienes la culpa de nada —la voz de Dylan me trae nuevamente a la realidad, sobresaltándome al oírla.
Kyle ya no está con nosotros, no tengo idea en que momento se ha ido.
—Yo... no quiero hablar de eso ahora —digo en un murmullo. No estoy lista para hacerlo.
Dylan asiente. Extiende una mano y me coloca un mechón detrás de la oreja.
—Está bien, no hablaremos de eso —declara—. ¿Y qué quieres que hagamos ahora? Tenemos tres horas libres.
Nos hemos fugado del instituto, si el director llegara a enterarse nos caerá una terrible bronca.
Da igual.
Lo último que me importa ahora es el director y las malditas reglas.
—No lo sé... no puedo ir a mi casa, mis padres creen que estoy aquí, estudiando —digo pensativa.
—Te invito al cine, ¿qué dices? Una buena película distraerá tu mente —propone con una sonrisa.
Sonrío ante su esfuerzo por hacerme sentir bien.
Si Jill estuviera aquí lo último que querría es verme en este estado melancólico. Seguramente me diría que debería mirar hacia delante, seguir con mi vida y superarlo, por más difícil que fuera. Ella era una mujer muy fuerte. Desearía poder ser como ella.
Intentarlo no cuesta nada.
Respiro hondo y me centro en mis adorados ojos grises. Si quiero superar esto debo comenzar por no poner una barrera a mi alrededor. Dylan parece dispuesto a querer ayudarme a salir de esto, podría darle la oportunidad de hacerlo.
Suelto el aire lentamente y pongo mi mejor cara.
—¿Es una cita? —le pregunto, curvando mis labios hacia arriba.
—Claro que lo es —afirma, entrelazando nuestros dedos.
Un cosquilleo surge en mi vientre al oírlo decir eso. He extrañado esa sensación.
Sí, haré mi mejor intento por salir adelante.
—Yo creía que no les temía a los payasos —comento, entrando a la casa de Dylan mientras juego con el sorbete del refresco que me he traído hasta aquí.
Las palomitas se acabaron poco después de iniciar la película, ¿cómo es que esas cosas jamás llegan al final? Y eso que nos habíamos comprado uno de los recipientes grandes... Lo único que aun ha sobrevivido es el refresco que traigo en mis manos.
Dylan entra justo por detrás de mí y cierra la puerta principal a sus espaldas, sonriendo a mi comentario. Se acerca hasta mí y me toma una mano, la cual besa con ternura.
—¿Y cómo te sientes? —pregunta entonces, dando un giro a la conversación.
La he pasado muy bien, debo admitirlo. Estuvimos más de dos horas en el cine. Fuimos a ver "It", la película del famoso libro de Stephen King. Admito que ha estado buena, muy buena en mi opinión.
Y la verdad es que me siento bien, estas horas a su lado haciendo algo divertido me han distraído bastante. Sí, me siento muy bien.
—Mucho mejor, gracias —me acerco a él y lo beso como recompensa.
Dylan me corresponde encantado, entrelazando sus labios con los míos lentamente, disfrutando del momento. Nuestra conexión hace de las suyas, aumentando a cada segundo las ganas que nos tenemos. Si seguimos así será más difícil parar luego. Hago acopio de toda mi fuerza de voluntad y consigo separar nuestros rostros.
—¿Quieres que prepare un bocadillo rápido? —pregunta, sin quitar sus ojos de los míos.
—Esta bien —acepto, encantada.
Una vez en la cocina, Dylan se pone a revisar la heladera mientras yo me quedo esperando sentada en un banquillo. Mis ojos se pasean por el lugar hasta que me encuentro con algo que capta de inmediato mi atención.
—No sé tú, pero hay un frasco de crema de avellanas que intenta seducirme —le digo en broma al ver el pequeño frasco sobre la encimera.
Dylan dirige su mirada hacia donde apuntan mis ojos y sonríe de lado.
—¿Debo preocuparme por eso? —me sigue el juego.
Cierra la puerta de la heladera y se acerca a la encimera para tomar el frasco y una cuchara de uno de los cajones.
—No me hagas elegir —continúo yo.
Él se muerde el labio inferior, intentando no reírse. Santo Dios, que no haga eso tan seguido porque lo único que hace es tentarme. Y eso está mal.
Muy mal.
Me acerco a él y me pasa la cuchara para que sea yo quien haga los honores.
Con mucho gusto.
Quita la tapa y extiende el frasco en mi dirección. Tomo un poco con la cuchara y la llevo directo a mi boca. Mmm... en mi opinión no hay nada más delicioso que esto.
Tomo otro poco y lo llevo a su boca. Dylan en ningún momento quita su mirada de mí, eso hace que me sonroje un poco.
—¿Por qué me miras? —le pregunto con un poco de timidez.
Mis ojos se desvían a sus labios, que se los relame para quitar el dulce en ellos.
O podrías quitárselo tú.
Conciencia pervertida...
Vuelvo a pasar la cuchara por la crema y ahora me la llevo a mi boca. El sabor danza en mis felices papilas gustativas.
—Solo observo lo hermosa que eres —confiesa, encogiéndose de hombros.
Sus ojos bajan hasta mis labios y no duda ni un segundo en acercar su rostro para besarme. Un suave jadeo se me escapa al sentir su lengua deslizarse por mi labio inferior. Cielos...
—Te había quedado un poco allí —me dice una vez que se aleja.
¿Y yo soy la pervertida?
Queda más sexy viniendo de él. Mil veces más sexy.
De todas formas, no entiendo como puede estar tan tranquilo después de eso. Mis hormonas se han disparado, al igual que mi corazón, que ahora retumba con fuerza en mi pecho.
Tal vez podría jugar a su juego. Yo también podría intentarlo y así le daría de su propia medicina.
Sus ojos observan cada uno de mis movimientos detenidamente. Cargo la cuchara con otro poco de crema de avellanas y la acerco a su boca, pero ante de que siquiera pueda saborearla, desvío la cuchara y le ensucio la comisura de su boca.
—¡Oh, lo lamento! —exclamo, como parte de mi actuación—. Que torpe soy.
Y antes de que pueda quitársela con su lengua, acerco mis labios y le beso esa esquina de la boca ahora cubierta de dulce. La piel sensible de mis labios es capaz de sentir la incipiente barba que le otorga cierta aspereza a esa zona, y debo decir que me agrada.
Escucho cómo deja el pote de crema de avellanas sobre la encimera. Y de pronto, corre el rostro de modo que ahora son sus labios a los que beso. Se sienten tan suaves, húmedos y cálidos...
La cuchara se me cae al suelo de la sorpresa cuando me arrincona contra la encimera. ¿Por qué solemos perder el control en la cocina? Siempre sucede lo mismo.
Como si no te gustara.
Nadie dijo que no.
Sus manos me acorralan entre el mueble y su cuerpo varonil, presionando ligeramente sus caderas contra las mías. Ese pequeño toque envía cientos de descargas por todo mi cuerpo, encendiendo cada una de mis células.
Alzo la mirada para poder dar con sus ojos, aquellos me están observando con una intensidad abrumadora.
—¿A que juegas, mi dulce Caitlin? —murmura con voz ronca, muy cerca de mi boca.
Mis piernas tiemblan de la expectación. ¿Por qué inicié esta tortura?
—A... a nada —balbuceo.
Dylan se inclina para acercar su nariz a mi cuello y así inspirar mi aroma.
—Mientes —susurra sobre mi piel.
Su cálido aliento provoca que entre en calor de inmediato, olvidando por completo lo que estábamos haciendo. Los vellos de mi piel se erizan cuando, de repente, deposita un tierno beso en mi cuello. Con la respiración ya agitada, llevo mis manos contra su pecho, sintiendo la firmeza de sus músculos bajo las palmas de mis manos. Cómo me gustaría que no estuviera la camiseta de por medio...
—¿Qué quieres hacer? —me pregunta, depositando otro beso en mi cuello.
¿Tengo que responder? Porque no sé si logre encontrar mi voz.
¿Cómo hace para controlar mi cuerpo de esta forma? Cada palabra, o cada caricia, provoca en mí una descarga de sensaciones y emociones que me llevan a lugares inexplorados, mágicos...
Dylan se endereza nuevamente, esperando mi respuesta. Pero creo que mi mirada ya debe decirle todo.
Sube su mano hacia mi rostro y recorre cuidadosamente mis labios con las yemas de sus dedos. Los ojos se me cierran automáticamente al sentir la calidez de su tacto. Su otra mano se desliza por mis caderas, atrayéndome más contra su cuerpo.
Se siente... extraño. Estos últimos días he estado reprimiendo cualquier tipo de emoción. Debía guardar luto por mi amiga, necesitaba hacer mi propio duelo. Y al hacerlo casi olvido lo que siento cada vez que estoy cerca de Dylan. Lo bien que me hace sentir su aroma, sentir su piel, su cercanía.
Necesito sentirlo, saber que está conmigo, que no lo perderé a él también. Hoy lo necesito más que nunca.
Abro los ojos y clavo mi lujuriosa mirada en él. Puedo notar como sus pupilas se dilatan lentamente y oscurecen sus bellos ojos al darse cuenta de mis intenciones. Hay veces que agradezco estar conectada de alguna forma a él, casi ni necesito expresarle con palabras lo que siento, lo que quiero.
La energía a nuestro alrededor sube unos cuantos niveles, haciéndose cada vez más intensa. Ya no podemos seguir ignorándola, es más fuerte que nosotros. Y casi al mismo tiempo, nos abalanzamos hacia los labios del otro con un deseo irrefrenable.
Sus besos saben al cielo mismo, o tal vez al infierno... no lo sé, un poco de los dos, creo. Besarlo es como subir en una nube que me eleva del suelo y me transporta lejos de la Tierra, pero a su vez, sus labios son abrazadores, incendian mi cuerpo entero con solo rozarlos. Es una sensación demasiado placentera.
Mis manos se pierden por toda su espalda, otorgándoles el gusto de deleitarse con sus fuertes músculos.
La mágica energía danza a nuestro alrededor desde hace rato, incentivándonos a seguir para entregarnos a más. Es imposible poder resistirse.
Desliza sus manos por mi trasero para poder levantarme y así yo enroscar mis piernas en torno a su cintura. Nos seguimos besando mientras él camina en dirección a la escaleras y sube cada escalón sin ninguna dificultad. Una vez en su cuarto, cierra la puerta de un talonazo.
Y aquí se desata la locura.
Dylan me coloca de espaldas sobre el mullido colchón, sin dejar de besarme en ningún momento. Ambos nos quitamos las zapatillas mientras nuestras bocas se devoran como si no hubiera un mañana.
Hoy más que nunca quiero sentirlo a él, todo de él. Dylan es la única persona que puede rearmar las piezas rotas de mi corazón. Su amor es como un bálsamo para mí. Y después de tantos días malos lo único que deseo es que me haga olvidar por un momento la cruda realidad.
Me separo solo unos centímetros para poder verlo a los ojos. En ellos se refleja no solo el deseo, sino también el amor. La intensidad del mismo provoca que mi cuerpo entero tiemble.
Sentir su cercanía disuelve cualquier pensamiento en mi cabeza. Todos mis sentidos solo se centran en él, ya nada más importa que disfrutar del momento.
Su mano sube por mi cuello hasta llegar a mi mejilla, la cual roza con una delicadeza que me desarma. Todo mi vello se pone de punta al sentir esa sutil caricia. Adoro que haga eso. Nuestros rostros se acercan lentamente casi por inercia, como si fuesen dos imanes que se atraen mutuamente.
El espacio en este momento es lo único que nos molesta. Es una necesidad imperiosa la que nos domina y nos hace desear sentirnos lo más cerca posible.
Coloca su frente contra la mía, rozando muy suavemente mis labios con los suyos. Puedo sentir contra mi pecho su corazón latiendo con fuerza. Nuestras respiraciones se entremezclan y su tórrido aliento comienza a caldear mi cuerpo entero cuando mueve sus labios hacia mi cuello. Mi piel arde ante su contacto, sus besos son como el fuego mismo que va incendiándome con una lentitud agobiante. Mis manos se mueven por si solas por toda su espalda, esperando con anhelo poder sentir su tersa piel.
Dylan continúa atacando mi cuello con sus labios mientras mis manos suben por su nuca y se enredan en su cabello.
Es inevitable que un jadeo se escape de mi boca cuando una de sus manos viaja por debajo de mi camiseta y acaricia con gentileza mi pecho.
El calor en la habitación aumenta de golpe. Nuestros cuerpos son dos llamas ardientes que queman todo a su paso. Necesito aplacar el calor de alguna manera. Mis manos abandonan su cuerpo solo para quitarme la camiseta que en este momento está de más.
Sus labios suben hasta los míos y me besan con una pasión que me estremece el alma. Sí, Dylan ha logrado bajarme el cielo y subirme el mismísimo infierno al mismo tiempo.
Mis piernas se aferran a su cadera y lo atraen más contra mí, necesito sentirlo todo. Un gemido sordo se escapa de mi boca al sentir su voluptuosa prominencia rozando mis partes. Madre mía, y eso que aun las prendas se interponen entre nosotros...
—Dylan... —susurro su nombre con ansias al sentir su mano deshacerse de mi sostén, el cual arroja fuera de la cama.
Sus fuertes manos me acarician cada centímetro de piel mientras sus labios se entretienen en mi pecho, encendiéndome el triple que antes.
Dylan parece estar sintiendo el mismo calor que yo, ya que se quita la camiseta de un ágil movimiento, concediéndole a mis ojos la gloriosa imagen de su torso desnudo. Santo cielo, ¿es posible ser tan perfecto? Y yo no soy la única que lo mira completamente anonadada. Dylan también me observa el torso desnudo con una admiración que hace que me ruborice.
—Eres perfecta —susurra fascinado.
Los dos sentimos lo mismo por el otro, tenemos los mismos pensamientos. Nuestra conexión es demasiado fuerte, y ahora se hace notar más que nunca.
Ya no hay vuelta atrás, para ninguno de los dos. Es casi imposible detenernos en este momento.
Sus labios vuelven a los míos para saciar nuestra sed que va en aumento a medida que los segundos pasan, es muy difícil de controlar.
Mis manos descienden automáticamente al botón de su pantalón y lo desabrochan para luego dejar que una de ellas explore dentro.
Madre mía, Dios ha sido más que generoso en la creación de este ser.
—Joder... —jadea Dylan al sentir el suave e inocente roce de mi mano en el lugar más sensible de su anatomía.
Quito la mano de allí solo para dejar la expectativa latente. Su mirada busca de inmediato la mía, implorándome que vuelva a donde estaba. Bajo la luz del atardecer que se cuela por la ventana, veo como sus pupilas se han dilatado tanto que ahora solo un fino aro de color gris plata las rodea. El deseo en sus ojos es tan evidente que me estremece. Es increíble que yo pueda tener ese efecto en Dylan. Me siento poderosa, tan así que mi lado tímido se ha escondido en algún rincón de mi cerebro, y estoy segura que no saldrá en un buen rato.
—Si quieres que me detenga solo... dilo, Caitlin —sugiere con esa voz ronca que me hace palpitar por dentro.
No, no quiero que se detenga. Quiero sentirlo a él por cada rincón de mi cuerpo. Y a eso se lo doy a entender cuando coloco una mano en su nuca y lo atraigo para unir nuestros labios. El beso es apasionado e intenso, mi ser tiembla de solo sentir la suavidad de sus labios, el calor de su lengua...
Sus manos descienden lentamente por mi pecho, llegan a mi vientre y se detienen en el botón de mi pantalón. De una forma extremadamente lenta, lo desabrocha y comienza a deslizar la tela de mi vaquero hacia abajo, yo colaboro a lo último y termino de quitármelo rápidamente para que él no tenga que apartarse de mi lado. Luego, repite el mismo proceso lento con mi braga. Es una tortura, pero la expectación es excitante, realmente excitante...
Finalmente, todo mi cuerpo queda completamente vulnerable a su mirada y sus caricias.
—Eres demasiado hermosa —susurra en mi oído, su voz roza la fascinación misma.
Mis dedos se clavan en su espalda al sentir como se presiona contra mí. Santo cielo, esto es demasiado.
—Dylan... —jadeo ya hambrienta. No quiero pasar otro segundo más aguantando estas ganas que me llevarán a la locura.
Mi chico se quita de un movimiento extremadamente veloz el pantalón junto con el bóxer, quedando ahora sí los dos expuestos el uno al otro.
Me tomo un breve segundo para apreciar su belleza. Cada jodido centímetro de su cuerpo es perfecto, no encuentro ningún mínimo detalle en él que no cuadre con su glorioso cuerpo. No puedo creer la suerte que tengo. No solo tengo al ser más hermoso del planeta Tierra, sino que también tengo su amor, su lealtad y su respeto, y eso es lo que más valoro de una persona.
Su mano acaricia con gentileza mi mejilla, mientras sus ojos buscan la aprobación de lo que está a punto de hacer. Parece encontrarla en mi mirada, ya que sin dejar de verme, extiende la mano hacia la mesita de noche y busca algo dentro del cajón.
Me derrite la forma en que me mira, como si fuese la única mujer que haya visto en el planeta Tierra. Me mira maravillado, como si no pudiera creer que estuviera aquí con él.
Pasan unos pocos segundos hasta que las ganas de tenernos terminan por vencernos a ambos. Nuestros labios se lanzan sobre el otro para devorarnos con un autentico fervor. Y entonces, puedo sentir como muy lentamente Dylan y yo pasamos a ser una sola persona. Mi garganta emite en un suave gemido y mis uñas se aferran a su espalda una vez que lo siento por completo. Es una sensación gloriosa, única, jamás creí que fuese a sentirse así, tan fuerte y mágica.
Pierdo por completo la noción del tiempo. Ahora soy toda sensaciones. Todo de él me vuelve loca, su aroma, como se mueve, su fuerte y viril cuerpo. Es como si Dios lo hubiese creado justo a mi medida, los dos somos piezas de rompecabezas que encajan a la perfección.
Nuestro vínculo se hace cada vez más fuerte, a cada segundo, a cada minuto podemos sentirlo fortalecerse. Nuestro amor es único, jamás podremos entenderlo, pero de lo que estamos seguros es que nos amamos con una intensidad que rompe las barreras de cualquier obstáculo.
La habitación se llena del sonido de nuestras agitadas respiraciones, de jadeos y suaves gemidos. Aquí, entre sus brazos, me siento la mujer más afortunada del mundo. Haber encontrado a Dylan es como haber encontrado la pieza que me complementa. Encajamos a la perfección, en todo sentido. Él siempre ha sido mi otra mitad.
Mis pensamiento se nublan cuando llego al punto más alto de esta empinada montaña de sensaciones. Mis manos alcanzan a tocar el cielo por un instante muy corto. Instante en el que lo único que cruza por mi mente es cuanto lo amo, cuan enamorada estoy de este hombre.
Ahora mi interior ha encontrado una paz que jamás creí que fuese a encontrar. Una paz que solo Dylan me puede dar, al igual que yo a él. Y la felicidad se abre paso entre aquel mar de emociones. Sí, ahora soy completamente feliz.
Dejo que sus manos me llenen de caricias y sus labios de besos hasta que no somos capaces de resistir la inmensa plenitud que nos embarga y dejamos que el sueño nos transporte a ese otro lugar mágico del cual solo nosotros somos dueños.
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