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LI


Mis amigas se han marchado hace ya casi una hora, debían alistarse para ir a clases. La noticia de la muerte de mi abuela surgió tan de pronto que ayer no les dio tiempo a preparar nada, querían verme cuanto antes.

El fin de semana se pasó más rápido de lo que me hubiese gustado. Aunque pensándolo bien, con todo lo que viví en esos pocos días... mejor que haya terminado.

En cuanto al duelo que estoy atravesando, debo decir que hoy me siento mucho mejor. Es un día nuevo, totalmente diferente. Ya no lloro, pero eso no significa que todavía no duela. Duele como mil demonios, solo que lo tolero mejor.

Aun tengo una hora antes de ir a clases. Debería levantarme, arreglarme un poco y desayunar, pero es que la cama se siente demasiado bien, que decirles.

Y sí, a pesar de todo iré al instituto. No quiero quedarme aquí a llorar, tengo que superarlo. Y la mejor manera de hacerlo es estando rodeada de mis amigos, incluyendo a Kyle en la bolsa.

Recuerdo la última conversación que tuve con él y me ruborizo de solo pensarlo. Me hizo pasar un mal trago en el entrenamiento, antes de ser atacados por Argus y su séquito. No puedo creer que haya intentado besarme. Por más que lo hizo pensando en su novia, ¡fue una jodida locura! Ahora no sé como lo veré a la cara sin sentir vergüenza y enfado hacia él.

Lo peor de todo es que aun no he hablado del tema con Dylan, no se lo he mencionado en ningún momento. En mi defensa, no he tenido tiempo de hacerlo. Además, no necesita saberlo, si al fin y al cabo no sucedió nada, ¿verdad? ¿Para qué preocuparlo? Todo fue un mal entendido.

Que emoción, le ocultarás algo a Dylan sabiendo que ya no hay más secretos entre ustedes. Que rebelde eres. Me agrada esta Caitlin.

Maldición, ¿intentas hacerme sentir culpable, conciencia?

No quiero hacer sentir mal a Dylan, o enfadarlo. Causaría una disputa con Kyle y este no es el momento de peleas, como están las cosas ahora debemos mantenernos lo más unidos posibles.

¿Cómo un trío?

¡No!

Que bien, ahora estoy discutiendo conmigo misma. Creo que ya se me zafó un tornillo.

Quito de un manotazo las sábanas de encima mío y me levanto de la cama para dirigirme al baño a hacer mis necesidades. Me duché a la medianoche, así que no necesito hacerlo hasta más tarde. Ahora solo debo arreglarme para ir al instituto.

En estos momentos estoy sola en casa. Dylan me avisó que vendría en un par de minutos, y mis padres volverán esta semana, según me dijeron. Mamá quiere quedarse unos días con el abuelo para hacerle compañía, y yo lo comprendo. Papá es el único que podría volverse, pero sabiendo como es él, se quedará con mamá hasta el último día en que ella decida volver.

Salgo del baño y voy directo a mi armario a buscar algo que ponerme hoy. Rebusco entre todas las prendas que tengo ordenadas gracias a mi madre, porque si fuese por mí...

Justo cuando estoy por tomar una camisa a cuadros, dos fuertes brazos me rodean la cintura por detrás, haciendo que mi corazón comience a latir desbocado al reconocer enseguida su aroma.

Dylan.

Sus labios depositan un tierno beso en mi nuca, provocando que se me erice la piel.

Admito que lo extrañé demasiado durante la noche, casi me he acostumbrado a su presencia en mi cama antes de dormir.

Me volteo entre sus brazos y quedo con el rostro a un palmo del suyo. Es entonces cuando me percato de algo que me deja desconcertada.

La piel de su bello rostro, siempre impoluta, ahora está marcada en la zona de su ojo por un hematoma a punto de desaparecer.

—¡¿Qué té ocurrió?! —le pregunto horrorizada, tocando con suavidad su rostro.

Dylan frunce el ceño al principio, pero enseguida se da cuenta de lo que hablo. Se acerca de un movimiento veloz al espejo de la pared opuesta y maldice en voz baja al ver su reflejo.

—Creí que ya había desaparecido... —dice, en un susurro bajo, pretendiendo que yo no lo oiga.

¿Es que estaba esperando a que se le fuera para venir a verme? Eso quiere decir que no tenía intensiones de contarme sobre esto.

—¿Quién te lo hizo? —insisto, un poco molesta con él por no querer decirme nada.

—No es nada, no te preocupes por eso—responde, haciendo caso omiso a todas mis preguntas.

¿Qué no me preocupe? ¿Es enserio? Lo usaron de bolsa de boxeo y me pide que no me preocupe. ¿En qué pelea se metió?

Se acerca a mi cama y toma asiento en ella.

—¿Por qué no quieres contarme? —me acerco a él y me cruzo de brazos delante suyo, mostrando mi disconformidad por no recibir explicaciones.

Él no parece querer hablar sobre el tema. Sus emociones muestran culpabilidad y enojo. ¿Por qué se siente culpable? ¿Qué hizo?

—Lo tenía merecido, no debí meter mis narices en asuntos que no me corresponden —murmura, apenado.

Parece que no dará su brazo a torcer, así no lograré sonsacarle nada ahora. Me frustra que haga esto.

—¿Al menos me dirás quien lo hizo? —le pregunto, molesta por su actitud terca. Lo que no sabe es que yo soy más terca que él.

Dylan niega con la cabeza y toma mi mano para que me siente en sus piernas, pero yo me suelto de su agarre y doy un paso atrás. Su ceño se frunce ante mi rechazo.

¿Creía que con un par de besos desaparecería mi enojo?

Sí.

Bueno... tal vez sí, pero en otro momento, no ahora. Estoy muy molesta. Detesto esperar para saber la respuesta sabiendo que la persona frente a mí la sabe. Tengo que reconocer que mis emociones también están a flor de piel, me siento muy sensible a todo.

No entiendo por qué se comporta así, si nosotros no tenemos secretos.

¿Segura de eso? ¿Tú no tienes nada reciente para contarle?

Ay, no. Hubiese sido mejor olvidar eso.

Un momento... de pronto, las piezas comienzan a encajar por sí solas. El golpe en el ojo... Kyle...

¿Acaso Kyle le dijo lo que sucedió en el campo de entrenamiento? ¿Por qué lo hizo? Si en su momento fue él quien me suplicó con la mirada que no lo hiciera, justo en el momento en que había llegado Dylan.

—Fue Kyle, ¿verdad? —suelto casi sin pensar.

Y con eso terminaste de enterrarte. Muy inteligente de tu parte. Adiós.

Me golpeo la frente mentalmente al darme cuenta de que acabo de hablar de apurada.

Si tengo mucha suerte, tal vez no sea eso que estoy imaginando y Dylan simplemente diga no.

Él alza una ceja y me observa detenidamente. Se ha inclinado hacia atrás, apoyándose en sus muy varoniles brazos.

—¿Por qué Kyle haría eso? —indaga con suspicacia.

Es inevitable que ante la presión, o al momento de decir una mentira, mi rubor me delate. Dylan, como bien ya conoce cada detalle de mí desde niña, dudo que desconozca eso.

Sus ojos reparan en mis mejillas ruborizadas e inmediatamente veo la claridad asomándose en ellos. Dylan regresa la mirada hacia mí, esperando una respuesta.

¿Cómo se si Kyle le habló de eso? No puedo arriesgarme a decirlo de golpe. Capaz esté intentando sacarme la información él mismo. Entonces, ¿sospechará?

De todos modos, ¿por qué Kyle lo golpearía? Si fue él quien intentó besarme. O puede ser que el golpe en el ojo de Dylan haya sido en defensa a un ataque de éste mismo, no lo sé.

Me siento una cobarde en este preciso momento. ¿Dónde está esa Caitlin valiente que iba a correr a contarle todo a su novio apenas tuviera la oportunidad? Maldita cobarde.

—B-bueno... podría ser por... por una discusión entre ustedes. Sí, eso, una pelea por algo insignificante —respondo con nerviosismo.

Dylan se ríe sin gracia, una risa vacía, carente de humor. Lo miro con extrañeza.

—¿Tú crees que por algo insignificante conseguí esto? —cuestiona, señalando el hematoma ya casi invisible, en un par de minutos no existirá más.

—No... —contesto, insegura de mi respuesta—. Tal vez, el problema...

—Si hablas de ese problema, no te preocupes que se solucionó el mismo día —me interrumpe, diciendo lo que temía.

Demonios.

—¿A qué te refieres? —opto por hacerme la desentendida. Sí, muy tonto de mi parte.

—Vamos, Caitlin, creía que lo nuestro iba enserio —se pone de pie tan repentinamente que no me queda otra que levantar la mirada para ver sus ojos. Puedo sentir lo molesto que está.

¿A qué se refiere con eso que acaba de decir?

—Lo nuestro sí va enserio —aseguro sin un atisbo de duda, pero algo confundida por su actitud.

—Pues no lo parece. Creí que no había secretos entre nosotros. ¿Pensabas contarme en algún momento que Kyle quiso besarte? —la manera en que lo dice me deja desconcertada. No se corta ni un pelo.

Abro la boca para responderle, pero la vuelvo a cerrar de inmediato.

—Porque parece que si yo no me enteraba por mi cuenta tú no ibas a abrir la boca —continúa.

Sus emociones son una mezcla de culpabilidad, celos y frustración.
Sus ojos aun siguen cansados. Dylan no está durmiendo como corresponde y eso también puede estar influyendo en su repentino ataque contra mí. Me pregunto qué es lo que estuvo haciendo durante la noche que no tuvo tiempo de dormir.

Jugando a las muñecas con su amigo seguro que no.

¿En qué momento se les pudo pasar por la cabeza irse a los golpes? Son dos idiotas.

—Lo mismo digo de tu ojo —digo en su mismo tono de voz.

Él se queda serio, mirándome fijamente. Yo hago lo mismo. Ninguno quiere ser el primero en desviar la mirada.

Pasados los tres segundos, la mágica energía que nos atrae comienza a hacer de las suyas. Todas las células de mi cuerpo se sienten atraídas hacia Dylan como si éste fuese un imán. Y él también puede sentirlo. Sus ojos descienden hasta mis labios, mirándolos con deseo...

...hasta que no podemos resistirnos más.

El movimiento es perfectamente coordinado. Nos lanzamos a los labios del otro como si fuese el mismísimo oasis de un sediento.

Las mariposas de mi estómago revolotean alocadas ahora por todo mi abdomen, y la poderosa atracción que sentimos nos incita a más.

Dylan me acorrala contra una de las paredes de mi cuarto mientras sus labios se mueven deseosos sobre los míos. Yo le correspondo encantada, con el mismo entusiasmo.

Su boca reclama la mía con ansias, como si con cada beso estuviera marcando su territorio. Mis labios siempre le pertenecerán a él.

Mi cuerpo entero se estremece cuando sus manos recorren toda mi espalda hasta llegar a mi nuca, donde una se queda allí y otra desciende de nuevo hasta mi cintura.

Es él quien consigue despegar sus labios de los míos para poder verme a los ojos. Su pecho sube y baja agitadamente.

—Necesito que me respondas algo y seas lo más sincera posible —me pide, casi implorante.

Yo asiento sin dudarlo.

Siempre he sido sincera con él, salvo por el detalle de la charla de ahora. No quería hacerlo para no iniciar una pelea entre ellos, si al fin y al cabo no llegó a suceder nada.

—¿Te sientes atraída por él?

Tan solo la pregunta sale de sus labios, mi humor cambia de inmediato. ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Está de broma? Realmente espero que esté bromeando.

Ni siquiera en una dimensión paralela a esta podría sentirme atraída por Kyle. No lo digo porque él no sea atractivo, todo lo contrario, Kyle es muy apuesto, solo que no somos compatibles.

Además estoy conectada a Dylan tanto física como mentalmente. Es casi imposible pensar siquiera en otra persona como algo más. Jamás encontraría alguien tan perfecto para mí como él. Somos dos piezas de rompecabezas que encastran a la perfección.

¿Y por qué dudaste por una fracción de segundo en el campo de entrenamiento?

Recuerdo haberme replanteado la unión que me une a Dylan. Nuestro vinculo es eterno y eso solo significa que estaré el resto de mi existencia junto a él. No estaré con nadie más, y tampoco conoceré a nadie más. Mi lado humano es quien pensó eso por mí, ese lado quiere cometer los errores que como Raezer no pienso cometer. ¿Cómo se sentirá besar a alguien más? Tal vez sea un beso vacío, carente de esa chispa que siempre surge cuando Dylan lo hace. Solo que no lo sabré jamás. Y tampoco está mal pensar en eso, soy joven y todo esto es muy nuevo para mí, es normal que a cada tanto surjan dudas. De lo único que estoy segura es que será imposible romper el vinculo que tengo con Dylan. Ya puedo imaginar que con ningun otro chico será igual que con él. Por eso siempre lo elegiré a él.

Y eso responde a su pregunta. No, no me siento atraída por Kyle.

De todas formas, siento que el enojo comienza a tomar el control de mi cuerpo. ¿Cómo se atreve a hacerme una pregunta así después de todo lo que pasamos?

Lo aparto de un empujón y me hago a un lado. Dylan parece sorprendido por mi reacción. ¿Y qué es lo que esperaba?

—No confías en mí —afirmo, un poco dolida por su pregunta.

Sus emociones oscilan entre la inseguridad y la culpa, se detienen más en ésta última al analizar lo que siento yo.

—Solo respóndeme —presiona, acercándose un paso a mí, pero yo me alejo otro.

Así de fácil quiere las cosas. Pero claro, cuando yo le hago preguntas él decide irse por la tangente. Ni siquiera me dijo quien fue el que le marcó el ojo, yo misma tuve que sacar conclusiones. Ahora le pagaré con la misma moneda.

—No te preocupes por eso —repito lo mismo que me dijo él.

Es increíble que estemos discutiendo por esto. También me gustaría saber que carajos le dijo Kyle para que ahora Dylan dude de mí.

Dylan suelta el aire de golpe y se pasa las manos por el cabello, parece muy molesto. Bueno, los dos lo estamos. Además, sentir su molestia aumenta la mía el doble.

—Esto no tiene sentido —dice entonces, dándose la vuelta para comenzar a caminar hacia la puerta.

¿Se va? Y ni siquiera me dijo quien lo usó de bolsa de boxeo.

¡Sí, vete, no te necesitamos!

Una vez que está en el pasillo, corro hacia él a mi velocidad de Raezer, interponiéndome en su medio de su camino. Dylan frena en seco para evitar chocar conmigo.

Antes de que se vaya le aclararé su estúpida duda para no generar futuros problemas.

—Kyle es bello, ¿sabes? Es inteligente, carismático, malhumorado y divertido.

Dylan entorna los ojos y cierra los puños con fuerza a cada lado de su cuerpo. Puedo sentir como su enojo aumenta en creces a medida que hablo.

—¿Qué carajos me estás...? —alzo la mano para evitar que siga hablando y me deje seguir a mí.

—Pero ni en mis más remotos sueños me sentiría atraída por él. No lo veo más que como un amigo y eso jamás cambiará. Que él se haya confundido y haya creído en ese instante que yo era su exnovia, Debbie, no es mi problema —Dylan está a punto de abrir la boca, pero antes de que diga algo me adelanto yo—. Así que puedes guardarte todos los comentarios que tienes en mente y marcharte de mi casa por esa maldita puerta.

Le doy la espalda y regreso a mi cuarto, acentuando mi enfado al azotar la puerta.

Pasan exactamente tres segundos antes de escuchar el portazo en la planta baja.

Santo Dios. Creo que esta es la primera pelea que tengo con Dylan, sin contar la vez que lo dejé justo aquí, en mi habitación, pero esa es otra historia. En este momento solamente estamos enojados el uno con el otro y lo mejor es estar a solas para que pensemos con claridad las cosas.

¿Si me atrae Kyle? Por favor, es una completa locura. Primero tendría que cortar mi conexión con Dylan, que es casi imposible y tampoco quiero hacerlo. Y después de eso, ni la última persona en la que me fijaría sería su mejor amigo, ¿quién podría hacer algo tan cruel?

En ningún momento disminuye la intensidad de sus llamados. Dylan está pensando en mí en este momento. Se siente culpable y furioso, puedo sentirlo yo también.

Culpable...

Maldición, ¿es normal que ahora me sienta mal por él? Es decir, solo me hizo una pregunta, no me acusó de nada. Pero es que me molesta demasiado que se deje llevar por sus celos y no confíe en mí. ¿Cuantas veces le dejé en claro cuanto lo amo? ¿Acaso nuestra conexión no se lo ha dejado en claro?

Echando humo por las orejas, camino hacia el armario y termino de hacer lo que estaba haciendo antes de que Dylan apareciera.

Tendré que decirle a Penny que pase a recogerme a mi también.

—¡Qué hermoso día! —exclama Jill con sarcasmo, desde el asiento del copiloto. Es obvio que para ella no lo es.

Ya somos dos.

Apenas terminé de enviarle el mensaje, Penny respondió que estaría en solo cinco minutos.

¿Saben en qué situación me encontraba? El cepillo de pelo se me había quedado atascado en el cabello y me había colocado una zapatilla distinta a la otra.

¡Me siento muy molesta todavía!

Así que me arreglé como pude, le di de comer a mi perro y salí a las apuradas de la casa. Sumado a todo esto, acaba de venirme el periodo y estoy con un humor de perros. Seguramente es por eso que reaccioné así con Dylan.

—¿Y a ti que te ocurre? —le pregunto a Jill.

Ella me mira con el ceño fruncido desde el espejito retrovisor.

—¡Olvidé que hoy tengo que entregar un trabajo muy importante de clase de español! ¡¿Puedes creerlo?! —responde, al borde del histerismo.

—Y adivina por qué me ha echo salir de mi casa con el desayuno prácticamente en la boca —habla ahora Penny, con un deje de fastidio en el tono de voz.

Uff, yo sí que la entiendo. Al menos ella alcanzó a desayunar.

—¿Porque lo resolverás minutos antes? —pregunto insegura.

Eso sería imposible, pero vale la pena intentarlo.

—¡Como si pudiera! Le pediré el trabajo ya hecho a alguien y con eso me las arreglaré.

—¿Se lo copiarás? —cuestiona su prima mientras detiene el auto a la espera de que una señora mayor cruce la calle.

No entiendo como las abuelitas pueden levantarse tan temprano.

—Yo no dije eso— la rubia sonríe con picardía—. Traje todos mis ahorros, por las dudas.

Penny vuelve a pisar el acelerador y otra vez nos movemos por las calles de la ciudad medio dormida. Las personas recién se están levantando para ir a sus respectivos trabajos, casi no hay ni un alma andando afuera.

—¡Te harás pasar como que lo has hecho con esa persona! —exclamo, atónita.

—Mi segunda opción era coquetearle al profesor Montgomery, pero creo que Taylor no estaría de acuerdo.

Suelto una carcajada al oír aquello, Penny también se une a mi risa.

—Mejor ve por la primera opción —asiento entre risas.

Me gusta reír con ellas. Esto es mucho mejor que quedarme en mi casa en un estado depresivo.

—¡Entonces acelera, Penn! —le demanda a su prima.

Penny acelera solo un poco, pero sin exceder el límite de velocidad. Eso frustra aun más a Jill que termina por echarse en el asiento, soltando un bufido.

—Si corro llegaría más rápido...

—Al menos yo sí podría —declaro, con una sonrisa malévola curvando mis labios.

Jill voltea medio cuerpo para verme a través de las rendijas de sus ojos. Es una mirada amenazadora, pero que pierde todo el efecto viniendo de ella. Lo que menos me infunde es miedo, todo lo contrario, me echo a reír por su pésimo intento.

—Ya llegamos, pequeña diablito —señala Penny, deteniendo el coche en el aparcamiento del instituto.

Jill recoge su mochila a la velocidad de la luz y sale despedida del auto como si le hubiesen colocado dinamita en el trasero.

—¡Gracias! ¡Adiós! —se despide ya a dos metros de distancia del coche.

Con Penny la vemos correr hasta el edificio, sin habernos bajado del coche aun.

—Me gustaría contagiarme un poco de su energía —murmura Penny, saliendo también del coche.

Tomo mi mochila y salgo afuera para respirar aire fresco. Hoy es un día totalmente opuesto al de ayer, el sol brilla en el cielo y no se ve ninguna nube negra opacando el bello día. Aun así, el chico lindo del pronóstico anticipó otra tormenta para la madrugada. Me espera una noche larga con Rey a mi lado.

A esta altura comienzo a extrañar un poco a mis padres. La casa se siente vacía sin ellos. Pero no me malinterpreten, me agrada tener más independencia, solo que extraño la compañía de ellos.

Una vez que entro al aula, me percato de lo poco que madrugan mis compañeros. No los culpo, yo soy igual.
Solo somos cuatro en el salón: una chica, dos chicos y yo. Genial.

Tomo asiento donde lo hago siempre, en la última silla del fondo. Miro a mi lado, a la silla vacía de mi compañero, de mi novio, para ser más precisos. Me pregunto si vendrá hoy.

Ex-novio si no solucionan las cosas.

Todavía faltan veinte minutos para que la clase inicie. Perfecto. Apoyo los brazos sobre la mesa y recuesto mi cabeza en ellos. Tal vez si cierro un momento los ojos...

No creo que se sienta bien —escucho el eco de una voz demasiado familiar.

Está babeando su brazo —la secunda otra que también creo reconocer.

¿Babeando?

Levanto la cabeza de golpe y los dos idiotas que estaban hablando cerca mío se llevan el susto de sus vidas.

Dylan está sentado a mi lado. Su rostro luce preocupado mientras escudriña el mío como si intentara encontrar algún indicio que indique que algo anda mal.

Sí, tu desconfianza está mal. Y la maldita pregunta que me hiciste también está mal.

Su ojo ya no luce ninguna marca, está igual que siempre, como si nunca hubiese sucedido nada. Es increíble.

En la mesa de adelante, justo en frente mío, está sentado Kyle, que ahora se ha volteado en la silla para tener un mejor panorama.

Me siento un animal de feria, ¿qué tanto van a ver?

Mi mirada cae en mi brazo al sentir una ligera humedad y sí, definitivamente me lo he babeado. Que asco. ¿Desde cuándo babeo?

Desde que conociste a Dylan.

Ya cállate.

Me limpio con el pantalón, sintiendo como mis mejillas comienzan a colorearse. Me hubiese gustado hacerlo en la chaqueta de Kyle, pero estoy segura que luego se lo cobraría en las clases de entrenamiento. Y además, tengo a Dylan estudiando cada movimiento, después de la discusión que tuvimos esta mañana ya tuve suficiente.

—No viniste hoy con nosotros —dice Kyle a un volumen que me aturde el oído. O eso me parece a mí.

—No grites, por favor —le ruego mientras me sujeto la cabeza entre mis manos.

El salón ahora está lleno, y el bullicio que se ha creado resuena como un tambor en mi cabeza.

¿Por qué no tomé un analgésico antes de salir de mi casa? No lo sé.

Aun siendo una Raezer, mi período es el mismo de siempre. Detesto esto.

—¿Qué tienes? —intervine Dylan de inmediato.

Me giro hacia él y lo fulmino con la mirada. Que ni me hable, y menos en estos momentos.

Me vuelvo a mi posición inicial y cierro nuevamente los ojos.

—Sospecho que Andrés ha llegado —le oigo susurrar a Kyle.

Es un idiota. ¿Y cómo supo? De todas formas no le preguntaré, estoy enojada con él también, al menos hasta que sepa que es lo que habló con su querido amigo.

—Caitlin —me llama Dylan con suavidad.

No le respondo. Y tampoco pienso responderle.

—Vamos, sé que me estás oyendo —insiste una vez más.

Y yo sigo sin prestarle atención.

—Según mis teorías, yo creo que te está ignorando —se le ocurre decir al otro.

Y es más que obvio lo que sigue. Se oye un golpe seco y enseguida el quejido de Kyle. Me acabo de imaginar la escena a la perfección.

—Eso no era necesario —protesta el adolorido.

—Sí lo era, tú tienes la culpa de esto.

Oh, no.

El silencio incómodo que se genera a continuación me hace querer cavar un agujero y meterme dentro.

Igual, en mi opinión, creo que Dylan se ha pasado. ¿Es que aun no arreglaron ellos sus diferencias?

Levanto lentamente la cabeza y veo que Kyle se ha devuelto hacia adelante. Luce tenso, tiene la mirada puesta en la pizarra. Por otro lado, Dylan se ha colocado la capucha de una nueva sudadera negra. Por su perfil, puedo notar la expresión seria que ahora tiene su rostro.

Maldición. Espero que esto no siga así durante todo el día.

Me acomodo mejor en la silla y carraspeo, repentinamente incómoda.

El profesor Murphy acaba de llegar. Deja su maletín sobre el escritorio mientras todos lentamente comienzan a guardar silencio.

No vuelvo a escuchar ni a Dylan ni a Kyle por la siguiente hora y media. El profesor nos ha dado bastantes ejercicios para resolver en clase y eso nos ha mantenido con la cabeza en la hoja, a los tres por igual.

De pronto mi paz se ve interrumpida por la mano de Dylan que roza suavemente mi mejilla. Ese simple roce envía mil descargas por todo mi organismo. Mi cuerpo pide más, pero me niego a que lo haga otra vez. Y no porque no quiera, sino porque será muy fácil para él. Así que reúno todo el coraje que tengo y me alejo solo unos centímetros para dejar su mano suspendida en el aire.

Aunque no lo parezca, me duele esto. No acostumbro a rechazar sus muestras de afecto.

Dylan frunce los labios, pero parece no querer rendirse.

—¿Podemos hablar después? —pregunta en un cuchicheo.

—No me apetece —contesto, con la mirada puesta en mi cuadernillo mientras resuelvo el último ejercicio.

—Por favor, solo quiero solucionar las cosas —insiste.

Como me gustaría eso... solo que no es conmigo con quien tiene que solucionarlas.

—Pues entonces háblalo con Kyle y resuelvan sus diferencias.

—Ya lo hicimos —responde el aludido, sin quitar la mirada de su hoja.

—Caitlin...

—¿Tres por cuatrocientos cuarenta y ocho? —pregunto por encima de su voz.

—Mil trescientos cuarenta y cuatro —responde Kyle rápidamente.

Es una maldita calculadora.

Murmuro un gracias antes de escribir el número como resultado final y cerrar el cuadernillo. Listo.

—¿Podrías escucharme un segundo, por favor? —me pide Dylan una vez más.

Giro la cabeza hacia él y lo miro. Estoy escuchando.

—Lo lamento, ¿si? No debí haber preguntado eso, me dejé llevar por el enfado que sentía, no tuve una buena noche.

Miro a Kyle al recordar que, según mis conclusiones, él golpeó a Dylan.

—No me golpeó Kyle —revela, echándole una rápida mirada al otro.

—Yo no golpeo como niña —aclara el mencionado, dando un rápido vistazo hacia atrás.

Si no fue Kyle, ¿entonces quien fue?

—¿Quien lo hizo entonces? —pregunto más interesada que antes.

Ambos se miran, sin decir nada. No veo indicios de que alguno quiera decirme la verdad.

El timbre suena y todos comienzan a levantarse de sus sillas. Estos dos idiotas siguen sin hablar.

—Bien —digo, rápidamente mientras me pongo de pie —. Adiós.

Y dicho eso, tomo mis cosas y me largo del aula con sus miradas taladrando mi nuca.

Me encuentro enseguida con mis amigas en la cafetería. Ellas ya tienen sus bandejas con comida, así que antes de sentarme me dirijo a la fila para elegir que comer.

Cargo mi bandeja con un poco de comida y camino hacia mi asiento procurando que no se me caiga la botella de agua, que es lo que más peso hace.

De repente, la energía que me atrae a Dylan hace su aparición, guiando mi mirada hacia la mesa del fondo, donde suele sentarse Dylan, y allí lo veo a él. Por poco casi tiro la bandeja entera cuando reparo en que sus ojos me miran sin disimulo alguno.

Tengo que batallar conmigo misma para no correr a sus brazos. Es como si quisiera nadar contra la corriente. Así de denso se siente.

Es un verdadero triunfo para mí romper la conexión y retomar mi camino hasta la mesa donde están mis amigas.

Tomo asiento junto a Penny y me pongo a jugar con la ensalada. Que no cunda el pánico, también traigo conmigo un budín de chocolate, solo para que el mundo vuelva a estar en equilibrio.

—¿Qué se traen ustedes dos entre manos? —indaga Jill con curiosidad.

¿Puedo sentarme contigo o sigues enojado? —escucho a lo lejos una voz que reconocería en cualquier lado.

Haz lo que quieras, Kyle —responde Dylan con desinterés.

Lo siento, realmente no quise que Caitlin...

—Olvida ese tema —lo detiene el otro y da un rotundo cambio de tema:—¿Hiciste la llamada?

¿De que están hablando ahora?

Me muevo solo unos centímetros para poder tener a Dylan y Kyle a la vista. Su mesa está vacía, no tienen bandejas, solo sus celulares sobre la mesa, que a cada tanto miran.

Sí y sigue sin responder. De todas formas sigue haciendo sus guardias, ella en ningún momento queda sola —hace una pequeña pausa donde ambos se quedan en silencio—. Estaba realmente enfadado contigo, ¿acaso no viste venir el golpe? —murmura Kyle en lo que procura ser en voz baja, aun así alcanzo a oír todo.

¿Quién fue el que lo golpeó si no fue él? ¿Su hermano, tal vez? ¡¿Es que volvió Dylan al castillo?! ¿Hablarán de Sarah también? Tal vez ya tuvo noticias de ella.

Sabía que estaba abrumado, pero no creí que se le fuera la mano.

Que bueno que Kylecito llegó justo a salvar el día —dice Kyle todo orgulloso.

Arrojarle una silla no fue una gran idea, Kylecito —contesta Dylan, haciendo énfasis en el apodo que se ha puesto.

¿Kyle también fue al castillo? ¿Le arrojo una silla a Ryan? No tiene sentido, ¿es que Dylan no extendió su escudo al entrar allí?

Pues...

—¡Caitlin! —me sobresalto cuando la rubia me arroja una migaja de pan en el rostro.

Kyle guarda silencio de inmediato al escuchar el grito de Jill. Maldición la han oído. Ahora pensarán que los estaba oyendo.

Los estabas oyendo.

—¿Me responderás? —pregunta ella, molesta por no prestarle atención.

—¿Que cosa? —pregunto confundida.

Jill pone los ojos en blanco y vuelve a repetir la pregunta.

—¿Qué pasó entre el Adonis y tú?

Jill ya se ha acostumbrado a llamarlo así, ese el apodo de Dylan, el Adonis. Lo gracioso de esto es que él ya debe saberlo, puede escuchar cada palabra suya desde su lugar.

—Es un idiota —me limito a responder, sabiendo que me puede escuchar a la perfección.

Ouch, eso me dolió hasta mí —murmura Kyle por lo bajo.

Cállate, Kyle —le regaña Dylan con voz de pocos amigos.

Tú no eres el problema, y lo sabes.

—Ese enfado si se puede ver, amiga —dice Penny mientras se lleva su refresco a la boca para darle un trago.

—Adivino, estás en tu periodo —suelta Jill sin tapujos.

Lo sabía — se oye decir a Kyle—. Eso explica su humor.

Eres un idiota, Kyle —contesta Dylan.

Mis mejillas se ruborizan al saber que aquellos dos ahora saben eso. Esto es increíble.

Ruedo los ojos sin decir nada, solo me limito a terminar mi ensalada.

Jill comienza a contarnos su travesía con el trabajo de español. Al final un compañero se ofreció gustoso a poner el nombre de ella en su trabajo, el pobre chico está enamorado de ella desde hace más de cinco años.

Mientras Jill continúa parloteando, observo de reojo a Dylan, que mantiene la vista sobre la mesa, como si estuviera sumido en su pensamientos. A su lado, Kyle está usando el teléfono.

—Si le decía que tengo novio seguramente no iba a querer ayudarme. ¿Saben? Ahora me siento mal por haberlo usado, la próxima pondré su nombre en mi trabajo —concluye su relato con un asentimiento de cabeza.

—¿Por qué no vas a hablarle, Caitlin? —me dice Penny, justo cuando me pilla volviendo a mirar hacia la otra mesa.

Mierda. No lo mires, no lo mires, no lo mires.

Te está mirando.

¡No lo miraré!

—Tu casa está libre —empieza a hablar Jill mientras juega con el sorbete de su jugo—. Yo que tú lo llevaría a tu cuarto, cerraría la puerta de una patada y me aferraría a él, como un gatito lo hace con sus pequeñas garras, para luego despojarlo de sus ropas y...

—¡Jill! —exclamo escandalizada.

Ni tú ni yo somos santas, Caitlin.

A que haces eso con Taylor —afirma su prima, sonriendo con picardía.

—Lo vuelve loco —revela la rubia sin rodeos.

¡Por Dios, no! ¡Que asco! Tardaré en borrar esas imágenes de mi cabeza.

—Jill... —intento advertirle, pero rápidamente soy interrumpida por Penny.

—¿Ustedes ya lo han... hecho? —le pregunta a su prima sin importarle un comino que yo esté aquí.

Intento interrumpir de nuevo, pero Jill es más rápida que yo y me deja con las palabras en la boca.

—¿Tú que crees? —contesta, con una sonrisa traviesa en el rostro. Y de esa manera termina por afirmar el hecho.

—¡Que horror! —exclamo disgustada—. ¡Yo no tenía que saber eso, Jill! ¿Acaso quieres que tenga pesadillas?

Me hubiese gustado oír el detalle al completo si hubiese sido con cualquier otro chico, pero no estoy interesada en saber de la vida sexual de mi hermano.

Yo sabía que la rubia llevaba un gatito dentro —escucho decir a Kyle entre risas.

No puede ser, y ellos lo han escuchado todo. ¿Es que no tienen algo más importante que hacer?

—Penny fue la que preguntó —se defiende Jill, con un leve encogimiento de hombros.

Suelto un suspiro de rendición y vuelvo mi comida. Adiós, ensalada. Hola, budín de chocolate.

Mientras escucho a Penny contar un chisme, algo de lo que dice Dylan llama mi atención. Acaba de mencionar a una tal Miracle, o algo así.

Se quedará conmigo hasta que esté lista —contesta Kyle con seguridad.

¿Lista? ¿De quién están hablando? ¿Quién es ella? ¿Y dónde dijo que se quedará?

Bien —está de acuerdo Dylan —. Sabes que yo puedo...

Yo quiero entrenarla esta vez —lo interrumpe —. Sabes que estoy listo para hacerlo solo, me pusiste a prueba con Caitlin y ya viste que soy capaz.

Dylan parece meditarlo unos segundos.

Está bien, estará a tu cargo. Sabes que será tu responsabilidad, ¿verdad?

Por supuesto —asiente él con una amplia sonrisa.

No puede ser... encontraron a otra Raezer como nosotros, ¡y tampoco me lo dijeron! ¿Es que cuantos secretos piensan mantener ocultos?

Me levanto tan rápido de la silla que el chirrido que ésta hace sobresalta a mis amigas.

—¿Qué tienes? —pregunta Penny con extrañeza.

Jill dirige la mirada a sus espaldas y mira con el ceño fruncido a Dylan y a Kyle. Los matará en cualquier momento, al parecer el chisme estaba bueno. Kyle clava la mirada en ella y se encoge de hombros, en señal de inocencia.

—Debo ir al baño —les aviso a mis amigas mientras ya inicio la marcha hacia la salida de la cafetería.

Mentirosa.

Cuando paso justo por al lado de la mesa donde están sentados aquellos dos, les doy una mirada fugaz. Sus ojos siguen cada uno de mis movimientos. Les conviene levantarse ahora y darme respuestas, porque de verdad que me cabrearé muy feo con ellos. Me siento un cero a la izquierda, es como si no quisieran compartir nada conmigo.

Creo que nos oyó y quiere que la sigamos —le oigo decir a Kyle mientras salgo hacia el pasillo.

¿Tú crees? —le responde Dylan con sarcasmo.

Avanzo un poco más por los pasillos hasta llegar a un apartado más o menos vacío, solo unos pocos estudiantes pasan por aquí. Cuando me detengo y me giro, ya tengo a mis espaldas a Dylan y a Kyle.

Sus gestos son serios, pero puedo ver en ellos cierta preocupación.

Kyle mantiene las manos en los bolsillos de su pantalón en una posición más relajada. Lleva puesto una sudadera de un equipo de baloncesto que podría hacerlo pasar como uno de los deportistas de esta institución.

Por otro lado, Dylan va vestido todo de negro, como es de costumbre en él. Me pregunto por qué lo hace, que yo sepa no es un discípulo de Argus. Igual no me quejo, mis ojos adoran verlo vestido así, le da un aire misterioso y peligroso a la vez. Me recuerda a los libros que he leído, algunos personajes masculinos suelen vestirse así, y las descripciones hacen que quiera pasar la lengua por las hojas. Bueno... tampoco tan literal.

—Antes de que digas algo, nosotros no hicimos nada malo —se ataja Kyle, antes de que yo pueda abrir la boca.

De alguna extraña manera esto me resulta gracioso. Ambos son jodidamente atractivos, aunque crea que Dylan opaque a cualquiera. Los dos están en completa armonía y equilibrio con la naturaleza; bellos, de cuerpos fornidos, altura que roza el metro ochenta y pico, y apariencia intimidante. Y lo gracioso es que ahora se sienten amenazados por una chica que apenas alcanza a medir un metro sesenta y tiene que mirar hacia arriba para poder verlos a los ojos. Intento aparentar seriedad y autoritarismo con los brazos cruzados sobre el pecho, pero siento que eso está muy lejos de ser así.

—¿Por qué me excluyen de todo? —les reclamo—. ¿Qué problema tienen conmigo? Si creen que soy un estorbo puedo alejarme de ustedes sin problema.

Mentira. No podría hacerlo. No podría siquiera tolerar estar alejada de Dylan. Solo imaginarlo me provoca una fea sensación en el estómago.

—No eres tú el problema, Caitlin —interviene Dylan.

—¿De quién entonces? —pregunto fastidiada.

Kyle mira a Dylan un instante en el cual el otro ni siquiera se inmuta, tiene los ojos clavados en los míos.

—Cuando fuimos a buscarte al castillo encontramos a una persona que también tenían allí cautiva —revela Kyle, en un cuchicheo bajo para que nadie más pueda oírlo—. Miracle se llama. Es nueva en esto, así como tú lo eras hasta hace poco.

Mis ojos se abren grandes de la sorpresa. Con que esa es la chica de la que hablaban...

No lo puedo creer, ahora me siento un poco mal por pensar cualquier cosa de ellos, esa chica se encontraba en el mismo aprieto que yo.

El enfado poco a poco empieza a disiparse en mi interior, pero aun así eso no quita que me lo ocultaron.

—¿Y por qué no me dijeron de eso? —les reprocho, con el enojo flaqueando en mi interior.

—Yo no te veo desde que te rescatamos en el castillo —Kyle se lava las manos y mira a su amigo.

Dylan gira la cabeza solo para darle una mirada cargada odio y luego vuelve la mirada hacia mí.

—Si te soy sincero olvidé mencionarlo, con lo de Sarah y luego lo de tu abuela... simplemente no encontré el momento.

En eso tal vez tenga un poquito de razón. Estos días han sido pésimos para los dos.

—Luego de clases puedes conocerla, si tú quieres —propone Dylan un poco más relajado.

—Te advierto que es el diablo en vida—dice Kyle, soltando una risilla.

—¿Y tú que eres? —replico con una ceja en alto.

Él rueda los ojos y hace un mohín.

—Muy graciosa —suelta con retintín.

Dylan curva levemente los labios en una sonrisa. En este momento se siente como si todo siguiera igual que antes.

Entonces, se adelanta un paso para quedar más cerca de mí. Extiende una mano y con sus nudillos me acaricia con suavidad la mejilla. Ese pequeño toque provoca una revolución en mi interior, y él puede sentirlo.

—Está... está bien —respondo algo aturdida por su cercanía—. Me iré contigo luego.

Su rostro se ilumina por la gran sonrisa que se forma en sus labios.

—Entonces iré a buscar a Miracle al salir de aquí —murmura Kyle desde su lugar.

Mis mejillas se sonrojan al darme cuenta que nos ha estado mirando en todo momento, casi olvido su presencia aquí.

—Bien —contesta Dylan, sin apartar la mirada de mí, provocando que mis mejillas se enciendan más.

—Yo... mis amigas me están esperando —les aviso antes de echar a andar nuevamente hacia la cafetería.

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