Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

II


Un intermitente pitido me saca de mis más profundos sueños. Me quedo un par de segundos boca abajo, intentando asimilar de donde viene eso. No sé donde estoy ni cómo me llamo.

¡Despierta!

Levanto la cabeza rápidamente al recordar que activé el despertador la noche anterior. Ya me había acostumbrado a las gloriosas vacaciones. ¿Por qué tuvieron que terminar tan rápido?

Apago el despertador de un manotazo y volteo a ver el techo por un par de minutos mientras voy despertando. Quiero regresar a ese magnífico sueño que estaba teniendo. Todavía puedo sentir la cálida sensación del sol en mi piel. Estaba nadando sobre aguas azules sin nadie a mi alrededor. La soledad se sentía increíblemente bien. Me gustaría volver, pero la realidad me da una fuerte bofetada para que despierte de una buena vez.

¿Y si no voy al instituto? La tentadora idea surge en mi cabeza como todas las mañanas que debo ir a clases. Me pregunto si existirá alguien en el planeta Tierra que le guste madrugar para ir al colegio, porque a mí no. Ahora mismo, me encantaría darme la vuelta y abrazar a mi almohada, que tanto amor le tengo.

Pero dos toques en mi puerta son suficientes para que inicie una pelea con las sabanas. Me levanto de un salto de la cama y corro a buscar la ropa que ya dejé preparada sobre la silla del escritorio.

—¿Cielo, ya estás despierta? —pregunta mamá desde el pasillo.

—¡Sí! —respondo, intentando meter un pie por el pantalón vaquero—. ¡Me estoy cambiando!

Siempre suelo tomar una ducha en las mañanas, pero ayer predije que me quedaría más tiempo en la cama reflexionando sobre mi existencia, así que decidí bañarme antes de ir a dormir. Fue una idea brillante.

Paso los brazos por las mangas de la blusa que me compré la semana pasada. Su simpleza me enamoró. Es de color cielo, y solo dos pequeños botones decoran el cuello. Camino hacia el espejo que está en la esquina del cuarto solo para ver como luzco. ¿Saben? Hice una buena elección de sostén, el poco busto que tengo se ve bastante bien. Antes de dirigirme al baño, completo mi atuendo con mis cómodas zapatillas blancas que uso a diario. No pidan más de mí.

Una vez que termino de secarme el rostro con la toalla, me miro en el espejo para ver qué haré con mi cabello.

Suelto.

Creo que será lo más práctico. Además, las ondas que me acompañan de niña se han formado bastante bien. Ya imaginaba que la almohada me dejaría un bonito nido de pájaros, pero se comportó bastante bien hoy.

Excelente. ¡Ya estoy lista!

Antes de ir a la planta baja, recojo la mochila que dejé sobre el escritorio. No vaya a ser que me la olvide como cuando tenía doce años. Qué hermosas épocas, no sé donde demonios tenía la cabeza.

Al pisar la cocina, enseguida veo a mamá terminando de poner el tocino en el último plato.

—Buen día, dormilona —me saluda.

—Hola —saludo en general.

Papá ya está sentado en la mesa con el periódico entre las manos. Solo lo baja para sonreírme cariñosamente.

Taylor aparece justo por detrás de mí, soltando un gran bostezo.

—Buen día, familia —saluda animadamente.

Envidio su buen humor en las mañanas.

Físicamente la mayoría de las personas dicen que nos parecemos. Yo no digo lo mismo, somos todo lo contrario. Mientras él es rubio y de ojos azules, yo tengo el cabello castaño cobrizo y los ojos verdes. Es como si hubiesen metido a nuestros padres en una licuadora y salieran dos mezclas perfectas de ellos.

En cuanto a lo demás, Taylor tiene las facciones mucho más marcadas que las mías. Y en altura me sobrepasa por unos pocos...

Muchos.

...centímetros.

Tomo asiento a su lado y olfateo la comida. Tortitas con tocino. Ya se me hace agua la boca. Le echo un poco de jarabe al plato y corto una porción. Me llevo el tenedor a la boca y saboreo la comida que danza con gracia en mi boca.

Delicioso, simplemente delicioso.

—¿Tienes todo listo? —me pregunta mamá, sacando un tema de conversación.

Ella se ha recargado contra la encimera, con su habitual taza de café entre las manos. Lleva su cabello castaño recogido en un moño despeinado, y se nota en sus enrojecidos ojos azules que aún la persigue el sueño.

Emily es una de las personas más importantes en mi vida, no sé que haría si me faltara. Ella es el centro de esta casa, mantiene a la familia unida con su amor incondicional.

—Me aseguré de dejar todo listo ayer por la noche —le respondo una vez que termino de masticar.

Me siento orgullosa de mí misma por este nivel de organización, pero sé muy bien que solo durará un día.

Un clásico.

Distraídamente, mis ojos caen sobre la nota que hay en la parte trasera del periódico que lee mi padre.

Desvío la vista de la hoja cuando creo que he leído suficiente. Es muy temprano para pensar en las atrocidades que cometen algunos. Por Dios, es un horror.

Por suerte, me olvido del tema cuando siento la cabecita de mi perro sobre los muslos. Rey se encuentra a la espera de que le dé algo de mi plato. Miro de reojo a mis padres, si me ven seguro me regañen.

Vale la pena el riesgo.

Disimuladamente, tomo un trozo de comida y se lo entrego por debajo de la mesa. Me siento una traficante de tocino.

De pronto, el coche de mi amiga se hace oír afuera de casa.

—Es Penny —anuncio, levantándome torpemente.

—Pero no has comido casi nada —observa mamá.

—Comeré en el instituto —contesto apresurada—. ¡Adiós!

Una vez afuera, lo primero que ven mis ojos es el lustroso auto rojo de mi amiga. Sus padres se lo regalaron hace un mes para sus dieciocho años.

—¡Date prisa, Caitlin! ¡Llegaremos tarde! —me grita Jill, que ya tiene la cabeza fuera de la ventana.

Esa rubia gritona es mi otra amiga, Jill. Además de ser la prima de Penny, es el alma del grupo. Sus ocurrencias la han vuelto todo un personaje, adoro su sentido del humor.

Desde aquí puedo ver a la castaña retocándose los labios en el espejo retrovisor. Penny es todo un caso, no sale sin al menos dos labiales en su mochila, una loción y una muda de ropa. No me pregunten porqué.

Jill es todo lo contrario, se asemeja más a mí. Si con suerte nos lavamos la cara por la mañana es un milagro.

Las tres nos conocimos cuando éramos pequeñas. Desde entonces, hacemos un grandioso equipo.

Antes de que se vayan sin mí, me apresuro a llegar hasta el auto. Como Jill ocupa el asiento del copiloto, a mí no me queda otra que ir en la parte trasera.

—Sí, yo también me alegro de verte, Jill —digo con sarcasmo.

Ella se ríe por mi comentario y vuelve a abrocharse el cinturón.

—Vámonos —murmura su prima, poniendo ya en marcha el coche.

—¿Saldremos a comer algo esta semana luego de clases? —propone Jill, mirando a través de su ventana.

Es una buena idea.

—Yo me apunto —digo.

—Solo si vamos de compras. ¡Esta semana harán descuentos! Será una locura —dice Penny, emocionada.

Jill y yo rodamos los ojos en respuesta. No es que no nos guste ir de compras, es que con ella es... complicado. Hay veces que podemos estar una hora entera dentro de una tienda porque ella no se decide entre el vestido negro o blanco. Y a veces no se termina llevando nada.

Penny es una persona muy coqueta. Le gusta llevar su cabello bien peinado y alisado, nunca lo verás desprolijo. ¡Ni siquiera en la clase de gimnasia! No sé como hace. Es muy extraño verla con la misma ropa más de tres veces. Su armario es enorme. Sus padres gozan de una buena posición económica, así que por ser hija única le dan todos los gustos.

Por otro lado, Jill es una persona más sencilla, como yo. No andamos con tiempo de arreglarnos mucho, preferimos sacrificar esa parte por unos pocos minutos de sueño.

Entre tantas charlas, llegamos al bendito instituto. Encontramos estacionamiento extrañamente rápido, creí que daríamos un par de vueltas antes. Ya saben, el primer día de clases siempre es un caos.

—Entonces, ¿solo coincidiremos en gimnasia? —se asegura Penny.

—Y en los recreos —contesta su prima.

—Y en el auto —añado.

Es horrible cursar separada de ellas. Me hubiese gustado estar en alguna clase juntas.

Apenas ponemos un pie en el edificio, algo extraño empieza a ocurrir. Me detengo al percibir una rara sensación, algo... familiar. Es difícil de explicarlo. Se siente igual que la gravedad, pero en vez de tirarme hacia abajo me lleva hacia otro lado en particular.

¿Qué es eso?

—¿Qué tienes? —la voz de Penny me saca de aquel trance.

Parpadeo, confundida. Mis amigas se han detenido a medio metro, a la espera de que avance con ellas. ¿Qué estoy haciendo? Me abofeteo mentalmente para volver a conectar mi cerebro con el resto del cuerpo.

—Fue solo... —Me replanteo mejor el asunto antes de seguir hablando. Lo mejor será detenerme aquí con esto, debo parecer una loca—. No se preocupen, no fue nada.

Jill me analiza atentamente, con la curiosidad bailando en esos ojos azules. Seguramente está formulando la frase justa para aligerar el ambiente.

—¿Estás sonámbula? —interroga entonces.

Ahí la tienen. Suelto una risita mientras niego con la cabeza.

—Qué alivio, porque me hubiese dado miedo —continúa.

Le doy un suave codazo en las costillas, pero ella dramatiza el momento como si le hubiese clavado un cuchillo. Se agarra del brazo de su prima entre gestos de dolor.

—La tiraron de la cuna de pequeña —susurra Penny en mi dirección.

Me muerdo el labio para evitar reírme. Jill se recompone de inmediato y mira a su prima con los ojos entrecerrados.

—¿Tú qué sabes de eso? —interroga la rubia.

No sé que haría sin ellas, sinceramente, mis días son mejores cuando las veo.

Entre bromas, nos movemos por los pasillos, esquivando a los estudiantes que van y vienen; algunos perdidos, otros entusiasmados por reencontrarse con sus amigos.

Llegada la primer parada, me despido de mis amigas agitando la mano. Debo entrar al aula antes de que llegue el profesor.

Pero, apenas pongo un pie bajo el umbral de la puerta, nuevamente quedo confundida al sentir esa rara sensación en todo el cuerpo. Aunque, esta vez se siente mucho más intensa que antes. Incluso mi corazón se ha puesto a latir con vigor dentro de mi pecho.

No entiendo nada.

Intento no darle mucha importancia, más aún cuando tengo a la mitad de la clase observándome porque me he quedado tiesa en la puerta.

Siempre dando una buena impresión.

Un poco avergonzada, me pongo en marcha para buscar algún asiento vacío. Mi clase es un caos, la mayoría está fuera de sus asientos intentando ponerse al día con las cosas que hicieron en sus vacaciones. Los envidio, al menos tienen con quien hablar.

Intento centrarme en esas banalidades, pero cada vez se me hace más difícil ignorar lo que siento. Ese extraño magnetismo se hace cada vez más fuerte. Es intolerable.

Mis pies son guiados al fondo de la clase, casi no tengo control sobre ellos. Me aferro a las tiras de la mochila con tanta fuerza que mis hombros duelen. Las cabezas de mis compañeros no me permiten ver que hay en el fondo, aun así, sé muy bien que allí está la fuente de esa rara atracción.

Mientras avanzo puedo oír a muchas chicas susurrando cosas entre ellas, riendo como estúpidas colegialas. De vez en cuando echan un par de miradas hacia atrás, procurando ser discretas. Pero lo que ellas tienen de discreta lo tengo yo de alta.

Y no, no soy alta.

Encuentro un lugar vacío junto a Trevor. A ver, ¿cómo lo describo? Es un idiota mujeriego que juega con cada chica que se le cruza por el camino. Se cree la gran cosa por ser el capitán del equipo de béisbol y por tener cabello bonito. A mí no me impresiona.

Él me mira por un eterno segundo cuando paso por su lado. Más de una vez ha intentado hacerse el lindo conmigo, pero cada una de esas veces lo he dejado hablando solo. No lo soporto. Tal vez le hable cuando algún día él conozca la humildad. O sea nunca.

Continúo mi camino hasta ver un asiento vacío al fondo de todo, justo en el lugar donde mi cuerpo grita que me acerque.

Avanzo unos pasos más hasta que mis pies se quedan repentinamente clavados en el suelo. Mis pupilas se encuentran con un par de llamativos ojos grises que me observan con una intensidad abrumadora.

Un frío gélido se apodera de mi columna y asciende lentamente, torturándome segundo a segundo. Su aspecto familiar me descoloca, a pesar de tener la certeza de jamás haberlo visto en mi vida. ¿Quién es él?

Mi corazón se acelera a más no poder, dándole más trabajo a mis pobres pulmones que no dan a basto. Apenas puedo pensar con claridad, mi cabeza es un torbellino de pensamientos sin sentido.

Esto es demasiado confuso. Me siento aturdida, angustiada y por demás de ansiosa. La poca estabilidad que me queda empieza a evaporarse velozmente.

Aquel magnetismo se transforma en un gran peso sobre mis hombros. Apenas logro mantenerme de pie. Quiero reaccionar, salir corriendo de aquí, pero mi cuerpo no responde. Mi mirada está puesta únicamente en ese par de ojos que me han atrapado irremediablemente.

Es inevitable que la oscuridad empiece a consumirme. Tampoco puedo evitarlo, ya no tengo la fuerza suficiente para responder.

Lo que se suponía sería un día normal, se ha transformado de repente en una pesadilla. Me han metido a ciegas en un laberinto del cual no puedo escapar. No tengo salida.

Mi cuerpo entero se apaga cuando no soy capaz de soportarlo más tiempo. Me dejo caer en la inmensa oscuridad que me arrastra hasta sus más recónditas profundidades.

Y al final de todo, termino desconectándome de esta peculiar realidad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro