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|Te encontré|


No tenía la definición de normal dentro de su vocabulario, al menos no en sus circunstancias, pero debía admitir que se le habían pasado por la cabeza unas cuantas ilusiones sobre su vida anterior y lo deseoso que estaba por tenerla de vuelta. 

Trabajar en la pizzería Jojo's le había ayudado con eso. Atener a los clientes y hablar con ellos le estaba sirviendo para desenvolverse y que la gerente dejara de supervisarlo constantemente. Chloe le dirigía miradas de vez en cuando, en especial si algún cliente grosero alzaba la voz en su contra de manera arrogante. 

«Ellos ponen comida en nuestra mesa y nosotros en la suya.» 

Era lo que solía decirle luego de una situación parecida. Las propinas tampoco eran malas. Debido a que a Caín se le hacía un poco complicado hablar con desconocidos, se esforzaba el doble por ser servicial −incluso practicó frente al espejo− y el resultado pareció agradarles a los comensales.
Claro que también causó cierto disgusto por parte de sus compañeras, quienes tenían más tiempo trabajando en la pizzería y no recibían el mismo efectivo.

Estaban por dar las once cuando un grupo de jóvenes llegaron al local listos para ordenar. Chloe le pidió quedarse para atenderlos a cambio de salir más temprano al día siguiente y Caín asintió sin dudar. No tenía mucho que hacer en la casa de los hermanos, solo le esperaba otra noche en vela o sumergido en interminables pesadillas de las que solo quería escapar. Se acercó a uno de ellos dejando la carta sobre la mesa y con la libreta entre sus manos, pero eran muy ruidosos y no le daban oportunidad para hablar ni darles la típica bienvenida.

−La próxima iremos con tu gurú loco para que nos de suerte en la final, Stayce.−se acomodaba en su asiento claramente disgustado viendo a una de las chicas− A ver si así recuperamos las dos horas que perdimos en esa porquería de lugar.

−¿Quieres mi puño en tu boca, idiota?—de la mesa se alzó ligeramente otro muchacho y los demás empezaron unos susurros venenosos alentádolos a continuar la posible pelea afuera— Porque lo estás buscando

−No es mi culpa que tu novia sea una supersticiosa de mierda. 

El novio de la aludida se levantó, esta ves listo para pelear con el muchacho enojado frente a él, pero una voz los hizo volver a sus asientos a regañadientes.

−Cállense, ambos. –El joven de manos húmedas, que parecía regresar del baño, los retó con la mirada y claramente ninguno estaba dispuesto a discutirle− Nadie hablará de eso, ¿entendido?− 
Se sentó cerca de Caín y se dirigió a él con calma luego de tomar la carta y ojearla por unos segundos, en los cuales sus acompañantes dirigieron la vista a sus celulares.
−Discúlpalos, son algo revoltosos. Nos traes una vegetariana, dos americanas, tres cervezas y cinco sodas, por favor.−Le regresó la carta marcando un solo ojuelo en su rostro sonriente

−¿Desean algo más?

−Tu número, para llevar.

Los demás rieron ante el comentario de la chica con el raro delineado de ojos. Caín solo sonrió incómodo y pasó a retirarse hacia la cocina para entregar el pedido.
Chloe le permitió descansar en lo que estaba la comida, así que tomó su libreta y ocupó una mesa cerca a los recientes comensales. Ellos aún comentaban en voz baja y se reían de sus propios chistes, sobre todo las tres chicas sentadas más cerca de él. Vio a una de ellas quitarse el chicle de la boca y guardarlo en su envoltura, sin botarlo.

−¿Segura que te dijo eso? Espera, ¿fue antes o después de...?—no terminó la frase a propósito, parecía ver a su amiga con cierta curiosidad por la respuesta.

−Antes. Dijo que puede ver tu pasado, aunque tu futuro siempre será incierto. Además sabía cosas que... −Se acercó a ellas para que no la escucharan, mirando a los demás para asegurarse− ni siquiera he dicho en voz alta.

Las chicas ya no parecían convencidas, su amiga quizás estaba algo cansada y el viaje no le había sentado bien.

−Es una estúpida feria creepy, nena. −La tranquilizó una de ellas revisando sus mensajes− Seguro escuchó a uno de los chicos hablando sobre ti o ya te conocía de otro lado. Sabes que esos pervertidos están en cada puta esquina.

−No estoy loca, se los juro. Sí es brujo.

La comida estaba lista y el rubio se apresuró a servirla. Chloe se acercó a ellos para pedirle a los dueños de las cervezas sus identificaciones. El chico que había parado la posible pelea entre sus compañeros anteriormente mostró la suya, aclaró que las tres le pertenecían y que se llevaría un par para el camino.

Por supuesto, Chloe no le creyó nada, pero asintió y mandó a Caín por otras dos sodas que, extrañamente, acababan de ordenar. El grupo de muchachos siguió comiendo hasta casi medianoche y los temas cambiaron a otros que al rubio no le interesaban. Escribió un poco en la libreta y arrancó la hoja para guardarla en su bolsillo.
Cuando pagaron la cuenta fue a cambiarse y se apresuró al escuchar que tocaron la puerta. Al salir, la misma chica del delineado poco usual miró en ambos lados antes de colocar algo dentro de su bolsillo trasero.

No parecía saber el significado de espacio personal.

−No era para mí –Aclaró antes de marcharse.

Al perderlos de vista, Caín sacó un trozo de papel con un número de teléfono y en la parte posterior, escrito de manera rápida pero aún legible:

«Si no tengo tu número, ¿qué tal una cita en la feria? Parecías interesado.  −J.»

No había prestado la suficiente atención como para saber quién había escrito la nota, así que metió el papel dentro de su mochila y se la colgó al hombro antes de recibir un aire fresco del exterior.

Perfecto.

Quedó como un chismoso en su primer día atendiendo a esas horas, debía aprender a disimular en frente de los clientes y las conversaciones que no debían de ser de su interés.
Y normalmente no lo sería, sin embargo, tenía extraña idea no iba a desaparecer fácilmente.

∘◦◦∘

Esa noche, antes de desordenar su cama, Caín tocó tres veces la puerta de la mayor de los Caruso. La escuchó hablando con alguien por teléfono y no quiso interrumpir, pero para cuando se dio cuenta ella ya había dado con su presencia. Al igual que su hermano, parecían compartir la poca tolerancia al calor que se reflejaba en la parte superior de su pijama púrpura que había quedado un poco al descubierto al igual que su pecho mientras se acomodaba la bata en el marco de su puerta.

Se disculpó por la hora y, aún con la incomodidad de pedirle algo, preguntó si podía tomar prestado una libreta y un lapicero. Ella le entregó ambas cosas momentos después de revisar entre sus cajones y aclaró que no había necesidad de devolverlos ya que a la libreta le quedaban pocas hojas y ella no iba a utilizarla de todas formas.
Para cuando volvió a su habitación, Caín intentó recordar todas las pesadillas que hubiera tenido desde el día que despertó. Tenía la teoría de que, si unía todas las piezas, por más mínimas que fueran, podría armar el rompecabezas. O al menos, estaría cerca.

Intentó varias veces, pero solo venían a su mente algunos fragmentos sin una línea temporal segura. No se comparaban con la imagen casi completamente clara que tenía cuando apenas las recordaba. Aquel día donde la lluvia golpeaba el suelo y las sirenas eran el fondo perfecto para el brillo de una navaja frente a sus ojos, ¿sucedió antes o después de que su cabeza chocara con el piso dirigido por las manos de su propio hermano?
No lo sabía y se arrepintió de no haber intentado aquello antes.

La única opción que le quedaba era la que había intentado en la pizzería, así que tomó la mochila que reposaba al lado de su cama y sacó el papel arrugado que había dentro.

Papel equivocado.

Buscó entre sus bolsillos y encontró el correcto. La tinta negra manchaba la hoja, recordándole las noches a la intérperie y los ruidos extraños a los que debió acostumbrarse para conciliar las pocas horas de sueño que su mente le permitía.

Ambulancia

Navaja

Toallas

Almendras

412

Hermano

Golpe

Muerte

Miró el papel por tercera vez; no le gustaba lo que contenía. Ya no era solo en su mente donde guardaría aquellos recuerdos que lo incitaban a buscar respuestas, había aprendido que su memoria era frágil, ahora tenía que plasmarlo en físico.
Garabateó sobre la última palabra. No es que fuera a olvidarse de ese "detalle" de todos modos. Guardó ambas hojas en el cajón de su mesita de noche y sobre esta colocó la libreta junto al lapicero.

∘◦◦∘


«¡No vuelvas

Fue lo último que escuchó luego de que el hombre cerrara la puerta de golpe.
Luego de eso, su cuerpo se movía por sí solo. El ruido de las cosas que aventaba y las que se rompían inundo sus oídos. No estaba pensando en nada más. Gritó y golpeó las paredes, tratando de acallar el ruido en su cabeza. El pecho le dolía. Las piernas empezaron a fallarle, obligándolo a sentarse en el suelo de la habitación sintiendo sus mejillas húmedas al contacto con alguna corriente de aire.
Abrazó sus rodillas e intentó calmarse hundiendo su cabeza entre ellas. Su respiración fue haciéndose más corta conforme pasaban los segundos.

Aun así, percibió un olor extraño, pero al intentar levantar la vista no obtuvo resultado. Estaba atrapado. Su propio cuerpo no respondía y empezaba a desesperarse.

«Por fin te encontré»

Una voz resonó en su cabeza. ¿Era su hermano? ¿Había regresado a la habitación? Intentó pedir ayuda, pero sus labios permanecieron en su lugar, ni siquiera lo ayudaban a respirar mejor.

Cuando sintió una cálida mano posarse en su hombro, despertó.

Ahí estaba él.

Con su cabello desordenado, que se confundía con la oscuridad de la habitación, y sus pobladas cejas formando un arco ascendente. Quizás fuera la sorpresa de que Caín se levantara casi de golpe o la cercanía que ello había puesto entre ambos.

−Vine a despertarte –Se excusó sin que el rubio tuviera tiempo de cuestionarlo−. ¿Tuviste una pesadilla?

«Ni te imaginas»

Caín se apartó un poco, recuperando su espacio personal y dirigió la mirada hacia su mesita de noche donde el reloj electrónico marcaba la hora. Se talló los ojos para estar seguro.

−Son las cuatro de la mañana.

−Fuck, debí equivocarme de alarma −Se encogió de hombros−. Te traeré otra polera o vas a pescar un resfriado.

Caín tenía la parte superior de su ropa algo mojada por el sudor, esa noche había olvidado quitársela. Steve regresó con el cambio y volvió a sentarse a un lado de su cama con la misma confianza como si estuviera solo en su propia habitación.

A Caín le empezaba a doler la cabeza, se apresuró en quitarse la ropa húmeda y cuando se disponía a colocarse el cambio, el pelinegro lo detuvo.

−Tienes que secarte. —tomó la ropa y la pasó por su hombro, siguiendo camino por las clavículas y descansando en el pecho del rubio.—No dejes que tu cuerpo se enfríe.

Caín solo se limitó a mirarlo sin decir nada. Sus extremidades se sentían débiles y solo quería que el chico se fuera antes de que olvidara alguna parte del recuerdo que aún se conservaba fresco en su memoria.

−¿Querías decirme algo?

La piel se le erizó por unos momentos ante la posibilidad de que Steve supiera más de lo que le había contado acerca de su situación. Esos pensamientos se esfumaron cuando recordó que esa noche, cuando fue a recogerlo de la pizzería, había mencionado un asunto del que quería hablar con él al día siguiente.

−Unos clientes estuvieron hablando sobre una feria, no sé su nombre, pero queda algo lejos...

En cuanto Steve llega al abdomen del rubio, este se separa.

−Podemos ir un día –volvió a sentarse a mayor distancia al ver que Caín se había incomodado por la dirección de su tacto−. Será divertido. ¿Qué quieres hacer primero? Juegos, comid-

−Un brujo.

El chico se quedó en silencio ante la respuesta. No parecía ser la que esperaba y Caín lo sabía, pero esa idea no lo dejaba tranquilo. Posiblemente, si no viviera algo inexplicable, no creería en tales cosas como la brujería o la clarividencia, pero era una situación algo peculiar.

−Tengo muchas preguntas –se defendió terminándose de vestir−. ¿Estás libre mañana?

∘◦◦∘

Había cosas que Caín no podía explicar muy aparte de su origen.
Entre ellas estaba su incapacidad de concentrarse por mucho tiempo en una sola cosa.

No era su intención, pero su cabeza divagaba hasta en lo más diminuto y ocasionó que ese día Chloe le llamara a un rincón apartado y lo regañara.
Debido a esto, mencionarle que ese día saldría más temprano era como decirle a una persona molesta que se calmara.

Una mala idea, pero necesaria.

Esa tarde, Steve le había asegurado investigar cualquier feria que tuviera un brujo, no sin antes advertirle que todos eran un fraude. La gerente seguía observándolo, algunas mesas eran más ruidosas que otras por lo que tenía que ser víctima de sus miradas y gestos groseros cuando les pedía bajar la voz.

Llegó a ver alguno enseñarle el dedo medio acompañado de las risas de dos chicos sentados junto a él. Los ignoro y fijó su atención en el gran reloj rojo que colgaba de una de las paredes. Ya era hora.
Le preguntó a Chloe si podía irse, no sin antes esquivar su mirada sintiéndose incómodo. Ella 
dudó por un momento, pero terminó recordando lo que le había prometido aquel que se quedara atender al grupo de revoltosos la noche anterior.
Se cambió lo más rápido que pudo y salió del pequeño cuarto.

−Muevete, holgazán−un cuerpo más pequeño lo hizo tambalear para un lado al caminar con prisa hasta el almacén− La jefa quiere tu trasero aquí mañana temprano.

Sus compañeras no tenían el mejor ánimo durante la jornada, así que terminó de guardar su uniforme dentro de la desgastada mochila oscura e intentó cerrarla mientras caminaba a la salida.

Steve lo esperaba sobre la acera con un paraguas, no habían muchas nubes en el cielo ni señal que indicara lluvia próxima, pero lo que a Caín le importaba era el lugar de destino.  

−¿Lo tienes?−el viento le golpeaba las mejillas y escondió sus manos en su abrigo para protegerlas. Caminaron hacia un taxi que ya los esperaba con las luces encendidas, el conductor parecía saberse el camino de memoria y no tener ganas de hablar en el trayecto. Tuvo que formular de nuevo la pregunta al darse cuenta que había sido ignorado− ¿Encontraste el lugar o no?

−No te va a gustar.



CONTINUARÁ

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