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|Malas lenguas|


Apenas escuchaba las voces de los hermanos conversando en la sala. Estaba echado en su cama con la mirada fija en el techo mientras pensaba qué iba hacer a partir de ese momento. ¿Y si Dreany también tenía preguntas? Estaba claro que no podía responderlas. Habían pasado un par de horas desde que habló con el chico y este le dijo que él se encargaría de hablar con su hermana, luego solo se alejó para hacer una llamada y a Caín no le quedó de otra que regresar a su habitación.

Era extraño.  

Estaba claro que quería preguntarle el porqué de su decisión, pero al mismo tiempo no quería volver a las calles. Por el momento no se arriesgaría.

Debía concentrarse en la manera de encontrar trabajo. Distraer su mente le ayudaría a manejar la situación en la que se encontraba mientras se aseguraba un plato de comida y un techo para vivir. Pero, exactamente, ¿qué tipo de trabajo buscaba?

Alguien tocó a la puerta y Steve apareció del otro lado, asomándose.

−Dreany quiere verte. Hagas lo que hagas, no le digas sobre tu amnesia.

−¿Qué se supone que le diga entonces? −respondió, confundido

−Nada, solo asegúrate de asentir a todo.

Dreany era una buena conversadora, muy suelta y agradable a comparación de su hermano. Cuando salió de su habitación, ella subía las escaleras con un banquito plegable en una mano y sosteniendo un peine y unas tijeras con la otra.

−Hora de cortar esa melena –le dijo, sonriendo algo triste

Le indicó que entrara al baño y plegó el banco donde el rubio podría sentarse mientras cortaba. Ese lugar no era muy grande, así que tuvo problemas con la posición de sus piernas que eran lo suficientemente largas para hacerlo sentir incomodo en un espacio tan estrecho.

Caín podía verla a través del espejo. Peinó su cabello y empezó a desenredarlo con el peine poco a poco, de abajo hacia arriba, sin causarle dolor. Luego separaba su cabellera en partes con ligas negras que sacaba del bolsillo de su mandil y que contrarrestaban el color de su cabello. Le había hecho una pequeña coleta en medio de la cabeza lo cual le dio cierta gracia, pero escondió su sonrisa. Ella parecía tener practica por lo que la dejo seguir.

−¿Ya lo has hecho antes?−preguntó él, cortando el silencio

−Se lo corto a Steve desde que era niño. Al principio no me salía muy bien, pero él fue mi conejillo de indias así que no te preocupes.

El chico ve como ella suelta una pequeña risa, seguramente recordando los peinados disparejos que le dejo a su hermano en medio de la práctica. Esta vez Caín sonríe, pero al mismo tiempo vuelve a sentir ese vacío en el pecho.

¿Su hermano y él habrían sido así de unidos? Eso quería pensar, pero sabía que no había muchas probabilidades de eso. No después de esas pesadillas.

Cuando terminó el corte, Dreany le pidió que esperara mientras iba al cuarto de Steve por su secadora. Cuando volvió, la enchufó y el chico pudo sentir el aire caliente acariciarle la nuca.

− ¿Por qué él tiene tu secadora? −preguntó

−En realidad, es suya, se la compre hace varios años. La mía se estropeó así que ahora la compartimos −Ella se acercó un poco y le susurró−. Puede parecer muy rudo y todo, pero se cuida más que yo.

− ¿De qué hablan? –interrumpe el muchacho recostado en el umbral de la puerta con una cesta de ropa a sus pies.

−No es de tu incumbencia. Apúrate con esa ropa que hace buen rato prendí la lavadora. −La chica apaga la secadora y pasa sus dedos por el cálido cabello del rubio para acomodarlo− Espera, antes que te vayas, dime que tal.

Caín volteo a ver a Steve por unos momentos y él dio una rápida mirada de ascensor.

−Se ve bien. Mejor que yo a los doce.

−Exagerado, −le reprochó− no lo hacía tan mal.

−¿Exagerado yo? –Enarcó una ceja hacia la dirección de ella− Terminaron rapándome varias veces porque ya no había arreglo, Drea. Si eso no está mal, ¿por qué no te rapas un poco? –dijo mientras recogía la cesta de ropa para marcharse−Un cambio de look no te vendría mal.

Ella le hizo una mueca de fastidio y el chico se fue. Caín se puso de pie y miró su reflejo mientras estiraba las piernas que ya empezaban a adormecerse. Su cabello ondulado, aunque algo despeinado, ahora se acomodaba a su rostro y no le tapaba la visión. No solo se veía bien, sino que le hubiera sido útil cuando andaba de caza.

«Te quedó genial, gracias»

Al final ella no le había preguntado nada sobre quién era él. Suponía que no estaba cómoda hablando del tema de su despido y él tampoco estaba listo para más preguntas sin respuesta, así que terminó de limpiar los cabellos que estaban sobre el piso y se dispuso a tomar otra ducha. 

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Terminó de abotonarse la camisa y repasó sus dientes con su lengua sintiendo la frescura del dentífrico. No se veía mal.

Era su primera vez saliendo y no sabía exactamente a dónde irían. Steve había entrado a su habitación antes de su baño y le mencionó que saldrían esa noche. Le dejó un cambio de ropa planchado sobre su cama y le aviso que debían que ser puntuales, tenían que ver a un conocido suyo a las ocho en un local cercano. Y dejó en claro que su hermana no podía enterarse de aquello. No dijo nada más, ningún detalle en especial y a Caín no le gustaba ignorar más cosas sobre su alrededor, tampoco mentirle aquella chica que se había portado tan bien con él, pero no tenía de otra.

Esperó al muchacho en la puerta de la casa. Por lo menos quería tomar un poco de aire fresco a solas, ya que había pasado un día en esa casa y, aunque no le incomodaban los hermanos, apreciaba sus momentos a solas con él mismo. Escuchó rechinar la madera y la puerta abrir y cerrarse a su espalda mientras un taxi se estacionaba frente a la casa.

−¿No dijiste que estaba cerca?−pregunta extrañado

−Lo está. Pero caminando llegaríamos tarde−dijo el chico guardando las llaves en el bolsillo de su pantalón gris− .Ten esto

Steve le extendió un antifaz, quedándose con otro que tenía en la mano izquierda. Caín lo vio extrañado.

−¿Para qué es? −preguntó mirando el objeto con detalles dorados

−Lo sabrás cuando lleguemos.

Ambos subieron al pequeño vehículo y emprendieron la marcha. En diez minutos llegaron a un local de extraña apariencia, con el nombre de "Nobody's bar" en letras grandes y con pequeñas luces. Había una fila de personas con antifaces esperando en la entrada, frente a dos guardias vestidos de blanco con expresión indescifrable y el sonido de la música zumbándoles los oídos.

El muchacho a su costado, que había estado tecleando en su móvil justo antes de llegar, alzó la mano en la dirección a una chica de cerquillo y sin antifaz que les indicó acercarse. Habló con uno de los guardias mientras señalaba a los chicos y entró con la mirada fija en su celular sin voltear a verlos.

Ambos se colocaron el antifaz y pasaron a través de un pasillo angosto con varias cortinas de glass beads antes de entrar al gran salón. Una vez ahí, Caín miro todo con detenimiento, absorto entre las luces y la música que alumbraba ese lugar. A un lado había dos barras blancas llenas de licores de todo tipo, dividiendo chicas de chicos, donde tenían un bartender y una barman con antifaces a su disposición. Por otro lado, varios juegos de puffs cuadrados donde había hombres dialogando entre ellos con extraña cercanía y mujeres que tomaban vino con los brazos entrelazados y miradas cómplices.

Finalmente la pequeña pista de baile que, aunque los asientos y charlas se habían robado protagonismo, algún albergaba algunas parejas de chicos y chicas que se movían al compás de las canciones mientras las bebidas en sus manos amenazaban con derramarse. Era temprano, por lo que era lógico que hubiese menos personas de lo imaginado, pero lo que aún no entendía eran los antifaces, quizás fuese una fiesta temática de la que no estaba al tanto, así que lo dejó pasar.

Se habían detenido cerca de la barra cuando la chica despegó la mirada de su celular y saludó a su amigo.

−Maya, él es Caín −Lo presenta el pelinegro−. Venimos por Haey, ¿ya está aquí?

−¿De verdad preguntas por él? −Steve encoje los hombres− No, no lo he visto. Maya Navarro, la dueña y no doy tragos gratis.

Steve empezó a ver su teléfono con insistencia y volvió a enviar mensajes.

−Voy a llamarlo, préstame tu oficina.

−Lo siento, tarado. Hoy no se podrá, está en remodelación y debe estar más inhabitable que tu cuarto. –se burló

−Ja ja, qué chistosa. ¿Y dónde te estás quedando entonces?

−En casa de Sabrina −alzó la voz sobre la música−Prácticamente vivo ahí desde hace un mes, pero no queremos oficializar por ahora. Como sea, le dije al guardia que venían conmigo, dile que sales a fumar y regresas.

Steve asintió e invitó al rubio a seguirlo. Pero la chica de mechones coloridos tenía otros planes.

−Puedes ir solo, no te vas a perder. −comenta tomando a Caín de la muñeca para detenerlo.

El muchacho le dedicó una última mirada a su amiga que Caín no supo cómo interpretar. Dirigió su vista hacia ella, que ya le estaba prestando atención con esos escurridizos ojos cafés que se ocultaban debajo de su cerquillo y resaltaban con las luces del lugar.

A Caín no se le daba bien hablar con otras personas, se sentía incómodo durante los silencios y no había muchos temas de conversación donde pudiera ser del todo honesto en su situación. ¿Padres? ¿Familia? ¿Trabajo? Era inútil preguntarse eso, menos en aquel lugar donde −para suerte de su paz mental− la música y el nuevo entorno robaban su atención.

Maya lo invitó a la barra, ordenó dos chupitos de vodka y miró su celular por tercera vez sin dirigirle la palabra.

Cuando vio el licor frente a él, algo parecía anticiparle el desagrado que sentiría si lo probaba. Sin embargo, no tenía algo mejor que hacer.

−Se nota que te encanta el vodka, −Ella pareció darse cuenta de la mueca que hizo y se mofó un poco− ¿quieres otra ronda?

−No acostumbro beber

Ella se ordenó otro chupito luego de beberse de golpe el que ya tenía mientras miraba al rubio. Se arregló el brasier negro que se traslucía de su oscura polera transparente y recargo su rostro una de sus manos sobre la barra.

−¿Por qué buscan a Haey?

Caín se encogió de hombros, ni siquiera conocía al hombre.

−¿Es amigo tuyo?

Maya, quien estaba a punto de tomar lo que le habían servido, empezó a reir dejando que un poco de vodka se derramase a la barra. La barman que los atendía buscó un trapo con el que limpió rápidamente el lugar de la chica, recibiendo la aprobación de esta.

−Supongo que no lo conoces, Caín. Así que te daré un consejo −Terminó de beber y continuó−. Haey no es amigo de nadie. Yo en tu lugar lo pensaría dos veces antes de hacer aceptar.

−¿Aceptar qué?

Ella no le respondió, cambio de tema tan rápido como pudo. Hablaba de cómo su amigo no solía llegar tarde a menudo, pero que cuando los había visto llegar en un taxi viviendo tan cerca le había parecido un derroche de dinero.

−No quería que Haey esperara −Intentó defenderlo

−¿Bromeas? Haey llega tarde siempre, todos lo saben, es parte de su estilo hacerse desear −explicó− Estoy segura de que el niño no quería ensuciar su ropa favorita con sudor, es muy caluroso y más en las noches de verano. Las axilas le deben apestar a-

−¿No te puedo dejar cinco minutos sin que hables mal de mí? –interrumpió el recién llegado y luego se dirigió a Caín que parecía aliviado de verle− Vámonos, está en el segundo piso.

−¿Yo? ¿Hablar mal de mi mejor amigo? Nunca −se defendió mientras caminaba con ellos, falsamente indignada−. Solo le contaba a Caín cómo es el chico con el que se lleva tan bien que hasta comparten ropa.

Miró a ambos de arriba abajo con una sonrisa triunfante hasta que llegaron a las escaleras y ella tuvo que dejarlos para atender una llamada. Cuando subían, el chico pensó que era buena idea preguntarle la razón de su salida.

−Necesitas papeles y un currículo si quieres tener un trabajo −explicó cuando llegaron−. No son cosas que consigas en una tienda. Haey tiene contactos que nos ayudarán con eso, pero necesita tomarte algunas fotos, tus huellas y esas cosas.

Caín pareció entender, no se había puesto a pensar en eso, sus ideas eran bastante desordenadas. Estaba tan concentrado en encontrar respuestas que se había olvidado por completo que aquello requería más que solo voluntad.

Caminaron entre habitaciones grandes, con ventanas y puertas de vidrio opaco donde apenas se distinguían las figuras de un par de personas dentro. Entraron a la última habitación de la izquierda, donde ya los esperaban.

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−¿Dominique?

Así se había presentado el hombre sentado frente a él. Caín no entendía, escuchó que lo llamaban por un nombre diferente, se habían referido a él como Haey un par de veces y le había confundido el cambio repentino.

−¿No le explicaste cómo funcionan las cosas aquí? −le preguntó a Steve y, sin esperar que este responda, continuó− Verás Caín, en este lugar las personas como yo, que tenemos cierto "nivel" socioeconómico, venimos a relajarnos. No nos gusta la atención en nuestros ratos libres, no queremos relaciones descaradas ni hacer un espectáculo sexual ante otras personas. Ya sea por decisión propia o porque sus padres son figuras públicas sin ánimos de escándalos, todos los que entren en esa descripción vienen aquí. Algunos nos llaman «retraídos», yo prefiero el término «recatados» −aclaró, para luego terminarse la copa de pisco que tenía entre sus dedos−. Seguro habrás visto algunos que no tiene antifaces. Eso es porque lo dijeron hace mucho y solo vienen aquí de vez en cuando y la pasan bien. Pero la mayoría son gais, lesbianas y bisexuales de closet. Por eso aquí no existen rostros ni nombres reales, cada quien decide cómo lo llamaran y a quién revelar su verdadera identidad.

−¿Por eso no permiten cámaras?

Caín se había dado cuenta de pequeños detalles. Como que antes de ingresar se prohibían el uso de celulares, cámaras y cualquier otro dispositivo. Tampoco había cámaras de seguridad dentro. Uno de los guardias sostenía una lista de invitados no muy larga y el otro cargaba un arma de electrochoque en el lado izquierdo.

−Exactamente. Nadie vendría si hubiera el riesgo de ser expuesto −aseguró sonriendo y dejando su copa sobre la pequeña mesa de centro−. Pero de eso ya se encarga la dueña y, conociendo a Maya, no me preocupo. −Dominique se dirigió a Steve esta vez− ¿Te importaría traernos algo para comer?

El chico dudó. Parecía tener algo en mente, al igual que el mayor, así que asintió y sin darse vuelta abandonó la habitación.

−Ahora vayamos al grano. Steve me contó de tu "problema de memoria". Y siendo sincero, no te creo −Su voz se volvió un tanto burda−. Un chico que se encuentra en un bar de mal gusto termina en casa de un extraño y resulta que no sabe ni quién es. ¿Muy difícil de procesar, no te parece?  

Caín asintió. Sabía que sonaba inverosímil y, si no fuera exactamente lo que le pasaba, ni él mismo lo creería.

−Te voy a investigar. Si llego a enterarme de que eres alguna clase de fruto podrido, –soltó con aire amenazador− aún si tu pérdida de memoria es real, te haré recordar todo hasta que te duela el hacerlo. ¿Entendiste?

Eso era mucho mejor que obtener papeles. Sabría quién era o, mejor dicho, quién fue. Podría encontrar a su hermano, a sus padres, se encontraría a sí mismo. La idea no le disgustaba en lo absoluto.

−¿Qué obtendrás a cambio? −Hurgó en la conversación sin responder a la pregunta

Dominique lo miró por unos segundos. Como queriendo descifrar en qué terreno se encontraba para poder elegir las palabras correctas contra el oponente. Pero ese era un punto a favor del rubio, cada día se conocía un poco más, por lo que el terreno cambiaba con constancia.

−¿Qué te hace pensar que hago esto a cambio de algo?

−¿No creo que lo hagas porque te caigo muy bien, cierto? −El muchacho se acomodó el antifaz y miró al hombre de barba sombreada−. Todos quieren algo a cambio, es razonable.

Caín lo sabía muy bien. Desde la prostituta que conoció en su primer día en la ciudad, hasta los hermanos que necesitaban el dinero de la renta. Todos necesitaban algo a cambio, nada era gratis y estaba bien con eso. La vida ahí era un trueque, un intercambio, un dar y recibir.

El mayor respiró profundo y, tras una breve pausa, exclamó:

−Quiero un favor. Nada concreto, algo así como un cheque en blanco. El día que toque cobrarlo escribiré el monto.

Dominique abrió la puerta e hizo una seña con las manos. En su campo visual pudo distinguir la sombra de Steve acercarse al hombre a través de vidrio opaco y recibir una tarjeta.

Debían verlo a mediodía para que le tomaran algunas fotos y luego les daría los documentos necesarios para que consiguiera un empleo.

Se fue sin decir nada más.

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En el camino de regreso, Caín se quitó el antifaz que le empezaba a molestar. El aire de la noche se sentía bien al chocar en su rostro y, aunque no estaba exactamente caluroso, no se percibía rastro de frio. Volteo a ver a Steve, quien no había hablado desde que salieron de aquel local y empezaron la caminata hasta la casa.

El chico le estaba siendo de ayuda y quería agradecérselo, pero no sabía qué podía hacer. No sabía mucho acerca de él y no quería parecer curioso, así que dudó mucho en preguntarle algo, pero el silencio en plena acera nocturna no era muy agradable. A diferencia de Dominique, Steve no parecía tener intenciones de pedirle algo a cambio, pero Caín se sentía en el compromiso de deberle una.

−¿Te gustan las fiestas?

Tomando en cuenta que su mejor amiga era dueña de un bar popular entre la gente con dinero y que conocía al tal Haey que parecía ser un cliente frecuente, no era una pregunta muy inteligente de su parte.

−Me gusta el ambiente, aunque no suelo venir estos días...–Al verlo, Steve se acercó al chico inesperadamente y lo tomó por los hombros− ¿Qué le pasó a tu mejilla?

Al parecer, Caín no era el único con preguntas poco inteligentes ese día.

−¿Olvidaste que tu puño terminó en mi cara ayer? −preguntó con sarcasmo− ¿O también tienes amnesia?

El chico negó, sacó su móvil de uno de sus bolsillos y activó la cámara frontal para mostrarle su reflejo. Caín lo tomó y pudo darse cuenta del por qué.

En su piel no había rastro del hematoma. Pasó uno de sus dedos por su mejilla y no sintió dolor alguno, incluso hundió un poco una de sus uñas para asegurase. Solo habían pasado unas horas, no podía haber desaparecido tan rápido, ¿o sí?

El otro chico parecía igual de extrañado que él, esa mañana su mejilla no se veía muy bien a pesar de que no tenía una hinchazón demasiado prominente. De todas formas, ahora había desaparecido por completo.

−Debe ser por el hielo que Dreany me dio esta mañana

Steve asintió, no muy convencido. Quizás no había sido tan malo como aparentaba y ya no tendrían que usar ningún tipo de maquillaje o edición en las fotos del día siguiente.

− ¿Ya pensaste en qué quieres trabajar? –Retomaron la marcha

Caín negó con la cabeza esta vez. No lo había pensado tanto, pero cualquier cosa sería mejor que estar encerrado dándole vueltas al mismo asunto sin respuestas. Por ahora podía conocer la ciudad, aprender a mezclarse y ver si alguno de esos lugares le resultaba familiar.

Cuando puso un pie en su habitación, todo se sentía frío. El piso, las sabanas, la cama y las almohadas. Tuvo un extraño escalofrío recorriéndole la espina dorsal y manifestándose en un gran suspiro que llamaba a la calma.

Cambió su ropa por una más cómoda que Steve le había dado cuando llegaron, se recostó y cerró los párpados. El día siguiente encontraría trabajo y comenzaría su verdadera búsqueda. Tenía que mentalizarlo, era su manera de hacer las cosas.

«Si crees en ello, podrás hacerlo» se repetía

Y Morfeo lo arrulló.

CONTINUARÁ

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