Final (Primera parte)
Final (Primera parte)
Cada beso, cada caricia, cada promesa susurrada sobre la piel tibia de los dos elevó la excitación a un nuevo nivel, no era solo la conjunción de sus cuerpos, sus almas estaban allí, el corazón de cada uno expuesto para que el otro lo viera, para sentir lo que esta conexión significaba.
Había algo definitivo en cada acción, la lengua de Saint recorrió la espalda de Perth hasta llegar mucho más abajo grabando el sabor almizclado en su cerebro, realizó movimientos eróticos en la entrada del morocho que dejaba caer gemidos lastimosos intentando obtener más de la sensación desconocida al removerse entre las sábanas.
-Saint -susurró ya con los dedos de los pies encogidos- por favor... no puedo más.
-Shhhh -se separó unos centímetros del lugar entre sus muslos- quiero que esto sea agradable para tí.
-¿Agradable? -sonó desesperado- si no te detienes ahora voy a estar en problemas, y necesito tenerte dentro.
El castaño no hizo caso, a la intromisión agregó dos dedos realizando movimientos circulares hasta que la electricidad irradió desde un punto desconocido a cada nervio del cuerpo de Perth.
-Saint -casi gritó separando el cuerpo de las sábanas desgastadas- por favor...
Esta vez el joven hizo lo que le pidió, sabía que el otro estaba en su punto límite.
Se colocaron frente a frente, el lubricante colocado de manera descuidada y decadente en Perth, el preservativo puesto con celeridad envolviendo el miembro de Saint.
La necesidad del de pelo más oscuro lo llevó a casi rogar, necesitaba esto, necesitaba ser poseído por el otro, tenerlo de una forma que nunca había permitido a nadie más. No cerró los ojos a la primer punzada de dolor, el cuerpo del otro abriéndose en él, reclamándolo como propio, como debía ser.
Las manos pálidas lo tomaron de la cadera haciendo un contraste de pieles, los movimientos empezaron lentos y sensuales, los labios mordiendo de manera perezosa, las lenguas enroscándose para luego lamerse con descaro.
Cuando Saint tocó ese montículo de nervios dentro de su cuerpo gimió sin reparos, pidiendo más, exigiendo volver a sentir ese placer inconcebible, moviendo su cuerpo buscando mayor fricción.
Los movimientos se aceleraron, la cadera golpeando con fuerza y descontrol, los ruidos obscenos llenando la habitación. El orgasmo llegó sin anticipación, la electricidad recorriéndolo sin siquiera haber tocado su pene, la explosión llenando su abdomen de semen resbaloso. El cuerpo sobre él fue deteniendo su movimiento, lo beso con ternura, desde la cercanía podía ver las pestañas clarísimas y la curva de las cejas delicadas, necesitaba guardarlo todo en la memoria.
-¿Estás bien? -lo escuchó preguntar una vez que dejó los besos.
-Perfecto.
-¿Puedo seguir?
No respondió con palabras, sino que onduló la cadera para devolverle el placer del que todavía estaba bajando. Los movimientos se reanudaron, Saint se veía cada vez más descolocado, en un vaivén frenético buscando alcanzar el mayor placer. No pasó mucho tiempo, a los minutos se salió de su cuerpo y descartó el preservativo a un lado.
-Quiero marcarte -gruñó mientras se masturbaba sobre su abdomen.
-Hazlo.
Segundo después el calor de su semilla lo cubría desde el cuello hasta la pélvis, la boca de Saint abierta en un grito silencioso, era la postura más sensual que había visto en su vida.
Ninguno habló, se colocaron uno junto al otro después de limpiarse un poco, las piernas entrelazadas para compartir el calor, algunos besos tiernos dados con abandono.
Perth sintió las lágrimas llegando, queriendo derramar la tristeza de tanto tiempo desperdiciado, del daño hecho, del amor perdido, observó a Saint y pudo ver los mismos sentimientos reflejados.
-Ven aquí -abrió los brazos para sostenerlo.
No quería que terminara, no podía dejarlo ir pero sabía lo que pasaría.
-Un día Saint... voy a ser una mejor persona, voy a progresar, tener una vida que te haga sentir orgulloso -lo apretó con fuerza a su pecho- ese día voy a buscarte y pararme frente a ti como tu igual.
-Perth... -lo escuchó sollozar y él hizo lo mismo.
-Se que no tengo derecho a pedirte nada, pero siempre fui egoísta -le besó el pelo- no me dejes ver que te vas, espera un poco más.
El asentimiento se sintió sobre la piel del pecho donde había escondido el rostro. Podrían haber hablado, contado de su vida, hecho algún plan, no obstante, solo se quedaron allí, respirándose el uno al otro, empapándose de lo compartido, amándose aún cuando su historia siempre fue un imposible. Luchó contra el sueño, pero el sexo había drenado su energía y le apagaba el cerebro.
Cuando la luz del amanecer comenzó a filtrarse sintió el movimiento, y a través de la neblina del sueño, el beso sobre los labios antes de quedar solo, le dio el consuelo de saber que algún día volvería a él.
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No se ustedes... pero terminé enamorada. Ya en el final
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