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Décimo quinto capítulo.

Décimo quinto capítulo.

Caminó por la ciudad sin rumbo fijo intentando darle sentido a la confesión de Mark, buscó el odio en el pecho y no logró encontrarlo, era apenas un recuerdo vago de algo que  ya no tenía poder sobre él. Los pasos lo llevaron al lugar que no había visitado en años, pero ahora no lo hacía para hablar desde el dolor, sino para contarle su nueva vida, sus sueños cumplidos, la familia que había creado junto a Plan y Prem. Se sentía liviano, despojado del rencor que siempre albergó por Mark, de los celos que habían oscurecido sus pensamientos.
Volvió al hotel donde estaban parando, Prem dormitaba luego de pasar varias horas de la noche fuera y Plan había salido a recorrer la ciudad. Se recostó en una de las camas, el encuentro volviendo a él, las palabras resonando, por años culpó a Perth, y aunque él lo había lastimado, ahora sabía que no fue el culpable de todo. Se removió incómodo, un sentimiento  que no le gustaba para nada se coló en sus sentidos, la vergüenza por lo que había hecho cuando prácticamente lo obligó a tener sexo con él. De pronto un impulso lo llevó a levantarse y salir, los pasos apurados a una dirección que no había olvidado y que por lo que sabía, no había cambiado.
El barrio era muy distinto a lo que estaba acostumbrado, el sector sur de la ciudad donde las casas, si bien cuidadas, eran más bien modestas y simples. Avanzó con las manos en los bolsillos, el viento fresco despeinandolo y volviendo aún más rojas sus mejillas. Se paró a una distancia prudente, sabía que era un gran error, pero el impulso estaba allí, picando en su nuca, pidiendo verlo una vez más. Tal vez el destino se impondría, de seguro no estaba, se había mudado o estaría ocupado con alguien.
Pero no pasó de esa manera.
Los ojos se ajustaron al sol del mediodía cuando lo vio salir a un patio en el frente, por delante un perro mediano de pelaje blanco y manchas negras caminó con una pelota en la boca para después dejarla a los pies del morocho con obvias intenciones de jugar con él. Recordó que le había contado que añoraba un perro, pero en ese tiempo no podía permitírselo, supuso que ahora podía hacerlo. Los ladridos agudos lo volvieron al momento, Perth tiraba la pelota para que el chucho corriera tras ella y la atrapara en segundos, realizaron la maniobra varias veces hasta que fue obvio que el animal estaba cansado. Y él estaba allí, perdido en la visión de la piel más oscura, en los brazos que se movían al lanzar la pelota, en el pelo en mechones cortos y de corte prolijo. Se movió como polilla atraída por la luz, sus pies lo llevaron a cruzar la calle y posicionarse a metros de la entrada. El reconocimiento de los ojos casi negros fue inmediato, dejando la mano quieta a mitad de una caricia que le propinaba a su mascota. No dijo nada, no pudo, las palabras habían quedado prendida en algún lugar entre el pecho y la garganta. Lo vio avanzar hacia él mientras sus pies permanecían estáticos clavándolo al pequeño serco que delimitaba el patio. No pudo rehuir de la mirada, las pestañas negras enmarcaban las pupilas que estaban trabadas en las suyas, los labios entreabiertos pronunciando alguna palabra que no llegaba oír. Sintió la mano que abarcó su mejilla una vez que estuvo lo suficientemente cerca.

-Tu pelo... -lo escuchó decir mientras no apartaba los ojos.
-Si...
-Es tan hermoso -dibujó una pequeña sonrisa- es tan perfecto.
-Perth...
-Shhhhh -dijo con suavidad- solo déjame mirarte.

Era del todo irreal, miles de palabras por decir y no salía nada.

-Tienes la piel fría -acarició la piel con suavidad.
-Es la falta de costumbre a este clima- se sentía tonto y demasiado tímido.

Quería decir algo más, algo que justificara el que estuviera allí pero no había nada, debería irse, ya lo había visto y eso debería ser suficiente. Intentó alejarse hasta que el perro comenzó a saltar intentando llegar a él a través del serco.

-Heyyy heyyyy tranquilo -se agachó para abrazarlo.
-Es muy bonito -al mirarlo de cerca pudo notar un pelaje de crecimiento irregular en la cabeza dándole un aspecto de bandido.
-¿Ves Chicho? -le besó el hocico- todos dicen lo bonito que eres.

Se hizo silencio y supuso que no había nada que decir.

-Perdón -retrocedió un paso- no se que hago acá, debería irme.
-No -se paró de inmediato- no lo hagas, quedate unos minutos.
-Perth...
-Saint...
-No tiene sentido.
-Lo tiene, tiene todo el sentido del mundo.
-Solo fue un impulso -trató de justificarse.
-Lo nuestro siempre lo fue, desde el principio.
-Lo nuestro fue una estupidez...

Observó a Perth acariciar el perro que reclamaba su atención, era tan tonto estar hablando con listones de madera entre ellos que dibujó una mueca burlona.

-¿Qué?
-Nada -le respondió con una sonrisa- solo me parece un tanto ridículo estar hablando así.
-Entonces hagámoslo de otra manera, puedes pasar.
-No no...
-Podemos caminar entonces, por favor, no digas que no.

Aceptó porque no quería negarse, porque la misma necesidad de estar a su lado volvía con fuerza. Lo siguió al interior cuando se lo pidió para dejar al perro.
Atravesó la puerta con la sensación extraña de estar viviendo todo por primera vez, de volver el tiempo atrás  para conocer a Perth, pero ya no era el mismo, ninguno de los dos lo era.
Entraron a un hall de entrada y de allí a un living donde predominaban dos sillones, en uno una manta con varios juguetes que entendió eran del perro.

-¿Puedes esperar un segundo?

Lo vio ir hacia el interior donde sabía había dos habitaciones, volvió con un buzo negro de la que prendía una capucha. Observó como colocaba comida en un cuenco y se despedía de Chicho, su mascota.

-Es muy lindo -le dijo sobre el animal para llenar el silencio- ¿Cuántos años tiene?
-Tres -sintió la mirada sobre él  mientras lo miraba- lo encontré un día al costado del camino mientras volvía del trabajo.

Avanzaron por varias cuadras mientras Perth le contaba anécdotas sobre Chicho, los dedos de vez en cuando se rozaban generando un calor que se expandía a cada célula.

-¿Quieres que nos sentemos aquí?

Habían llegado a un parque que bordeaba un lago, el sol reflejaba sobre el espejo de agua calentando un poco el ambiente.

Se ubicaron lado a lado, Saint con las piernas juntas y las manos en su regazo, Perth inclinado hacia adelante con los codos apoyados en las rodillas mientras miraba el suelo.

-¿Sabías lo de Mark? -se oyó preguntar.
-Me lo contó hace un tiempo...
-¿Porqué no me lo contaste? -habló con amargura- siempre lo cubriste...
-No Saint -tironeó las mangas del buzo- no lo cubrí, es solo que... ya me odiabas, tu lo dijiste, yo te quité todo, te alejé de tu madre, merecía todo el odio que pudieras sentir.
-Todo podría haber sido tan distinto.
-Lo se.
-Necesito saber porque jugaste conmigo, porque si no me querías...
-Eso no es así.
-¡No mientas!
-Saint... -se incorporó y lo miró a los ojos- tu padre sabía lo nuestro, es asqueroso lo que hice, me pagó para que te dejara, no es excusa y no lo justifica, en ese momento necesitaba el dinero.

Las palabras dolieron, pero las sintió lejanas, ya no tenían el poder de antes y sabía muy bien de lo que era capaz su padre.

-Podrías haberme dejado sin lastimarme como lo hiciste, yo estaba enamorado de ti.
-Ese día, no tendría que haber sido así, y me odió como no tienes idea... Saint, soy la persona más egoísta que existe, y solo quería poder tenerte una vez, quedarme con ese recuerdo para siempre, pero al final tenía que alejarme, soy una mierda, una porquería, te lastimé cuando sabía que te sería difícil reponerte.
-Y yo hice lo mismo años después.
-No, no lo hiciste -se sonrió- fue lo más sórdido y a la vez, lo más real desde que nos habíamos separado.

De pronto una ráfaga de viento los despeinó a los dos, el frío atravesándole la camisa.

-¿Hace calor donde vives ahora?
-Si, todo el tiempo, perdí la costumbre de aguantar este clima.

Las manos de Perth tomaron el buzo que se había colocado antes de salir y se lo sacó.

-Ven aquí -lo colocó a través de la cabeza, vistiéndolo como un niño- vas a congelarte.

Se quedó allí, con el calor del cuerpo del morocho todavía en la ropa, con el perfume tan particular prendido en la tela.

-Sabes... se que no tendría que haberme acercado a ti nunca, eras tan inocente, la cosa más dulce que había visto en mi vida.
-Era un bicho.
-No es así, me volvía loco pensar en ti y cuando tu padre llegó a mi con esa propuesta, me convencí a mi mismo que era lo mejor, sería cuestión de tiempo de que tu me dejaras.
-Lo entiendo...
-No, no creo que lo hagas -buscó sus manos y permitió que se las tomara- tenemos algo en común, perdimos nuestras madres demasiado rápido, yo me aproveché y le di a la mía un buen tiempo con el dinero de tu padre.
-Por lo menos sirvió de algo -respondió con un poco pena.
-Pero nada lo justifica, me aproveché de ti, me dije que era por una buena razón, te terminé sacrificando para obtener un beneficio.
-Ya está hecho -dejó salir un suspiro- aprendí a dejarlo ir.
-Yo no ¿sabes porque? -lo miró a los ojos con una intensidad que lo abrumó- porque a veces todavía me pregunto que habría pasado, todavía me aferro a tu recuerdo, a lo que sentí esa vez... me atormentas Saint, me atormentas y me persigues como no te haces una idea, a veces me digo que es la culpa, pero se que no es así.

No dijo nada, todo se sentía demasiado intenso, las palabras, la cercanía, su perfume.

-¿Cuánto tiempo estarás aquí?
-Tal vez uno o dos días más.
-Deberías decir que no, deberías negarte, pero ¿Puedes pasar este día conmigo?
-Perth...
-Una cita, como las que tendríamos que haber tenido.
-Estás loco.
-Esa no es novedad.

Podía decir que no, mentirse y negar el deseo que se filtró bajo la piel.

-¿A donde iríamos?

Le sonrió con esos dientes afilados que tanto le gustaban.

-A todos lados, al fin del mundo si es necesario.

〰️🖤〰️

Hola! No se ustedes pero Perth ya como que me está gustando.
Espero hayan disfrutado este reencuentro, gracias por estar aquí! No se olviden de comentar que les pareció. Saludos, cuidense.

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