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Décimo cuarto capítulo.

Décimo cuarto capítulo.

Después de mas de 3 años, Mark todavía podía sentir el terror arrastrándose por su piel, volviéndola pegajosa y fría y a la vez tan caliente que la sangre bombeaba frenética.
Gun, su Gun, su niño, ese tonto mimado y de buenos modales, el dulce y de sonrisa fácil, el tierno y adorable, tan inteligente que le molestaba, tan sensato al hablar, al pensar, al ser él mismo, había yacido en una cama del hospital en el cual trabajaba, conectado a monitores que marcaban cosas que no podía comprender, haciendo sonidos que lo atormentarían por siempre.
Intentaba no recordar, pero ese día era más real de lo que quería, en ocasiones cerraba los ojos y podía volver a la llamada telefónica de Vivien diciendo que alguien había agredido a su hermano, que había sido golpeado en la cabeza dejándolo inconciente y que debía ser intervenido para drenar una hemorragia. El mundo había caído sobre él, su primer impulso fue intentar adormecer su mente pero Perth lo había detenido, lo llevó al hospital y allí se abrazó a su madre para darse fuerzas, para convencerse de que pronto la pesadilla terminaría. No fue así, su agonía duró semanas, la lesión era peor de lo que se había creído y pasaron 20 días antes de que Gun despertara. Hizo guardia a su lado cada día, se turnó con su madre para acompañarlo, se apoyó en su padre que sufría en silencio por el menor de la familia.
En todo ese tiempo se ató a Gun, a la vida que casi se le escurre, a la sonrisa que no podía ver, a las palabras que no podía pronunciar, a un amor tan enfermo que ni siquiera podía confesar, al deseo que había sentido desde que entró en la adolescencia y que lo llevó a castigarlo con su desprecio aún cuando el pequeño nunca había sido conciente de nada.
Custodió el sueño del castaño, pasó horas mirándole las pestañas y cejas, reconociendo cada peca o mancha, memorizando los lunares y marcas, permitiéndose en el sueño del otro poder observarlo sin culpa, sin la necesidad de mantenerlo lejos o molestarlo para que terminara por huir de su presencia, sin el impulso de autodestruirse en su afán de borrar ese sentimiento que traicionaba cualquier razonamiento o sentido común. No quería pensar en lo que sentiría Vivien si se enteraba de como a los 15 años descubrió que se sentía atraído por el adolescente de 14, por ese casi niño que había llegado junto a ella cuando su padre había decidido rehacer su vida luego de años de soledad, ella desde el principio fue una madre para él, amándolo como si fuera su hijo biológico, y Gun era su hermanito hasta que sintió el cosquilleo en la nuca ante la visión de su sonrisa, desde ese día intentó odiarlo, alejarlo, deshacerse de esa sensación que solo podía acallar con las drogas.

Sacudió la cabeza, tanto había cambiado en los tres años, sin embargo algo persistía, la culpa por haber traicionado a su amigo y lastimado a alguien tan inocente como Gun, el sentimiento de que el karma había estado cobrándose su deuda.
Apretó los dedos con fuerza hasta volverlos blancos, se sentía nervioso por lo que debería afrontar, sus pecados expuestos para obtener el perdón.

-Tranquilo -la voz sonó a su lado.

Miró los ojos que lo miraban con dulzura, Gun, su tortura personal y penitencia. Desde que se había recuperado se dedicó a ser el hermano mayor que se merecía, no podía evitar amarlo en silencio y era ese mismo amor el que le dio la voluntad para entrar a rehabilitación y recomponer su vida, era ese mismo amor el que le daba la valentía para confesar a Saint lo que había hecho.

-¿Crees que vendrá? -los nervios hacía temblar sus piernas- se está demorando.

Buscó a través de la gente que pasaba por la vereda al hombre de pelo castaño, ese que tanto lo odiaba y con justa razón.

-Sólo son unos minutos -le tomó la mano y el calor le subió hasta el plexo solar- no te angusties.

Angustia es lo último que sentía, más bien una necesidad que hacía retroceder a duras penas.

-Estoy bien -bajó la mirada por miedo de que pudiera leer en él- solo un poco nervioso.

Esperó un tiempo más, hasta que la presencia de Saint pareció materializarse a su lado chupando todo el oxígeno del lugar.

-Hola Saint -habló primero su hermano- tal vez no me recuerdes...
-Eres su hermano menor -dijo saludando solo con un gesto- disculpa, no recuerdo tu nombre.
-Está bien, soy Gun, me da gusto volver a verte.

El castaño no respondió, estaba más allá de ser cortés.

-Mark... me quedaré cerca ¿si?
-¿Tienes miedo que le haga algo? -preguntó de manera brusca, todavía permanecía a un lado de la mesa.
-Se que no -dejó su asiento luego de reiterar el apretón para darle ánimos.

El silencio se hizo espeso entre los dos, los tintineos de la vajilla chocar o las voces susurradas apenas lograban colarse. De reojo lo vio sentarse en frente y negar con la cabeza cuando algún mozo intentó tomarle el pedido.

-¿Y bien? -lo escuchó expresar mientras cruzaba los brazos y estiraba las piernas bajo la mesa- puedes empezar para que pueda marcharme.

Buscó palabras dentro suyo, no obstante estas parecían rehuirle, no permitían ser pronunciadas.

-Tu me citaste por si no lo recuerdas -sonaba impaciente y bastante molesto- no me hagas perder tiempo.

Intentó pero no salía nada.

-Eres un idiota -dijo y comenzó a levantarse- sabía que no debía venir.
-Espera Saint... espera un segundo.
-¿Vas a decirme que quieres?
-Si... -realmente no sabía por donde empezar y eligió empezar por el final- hace tres años sabía que eras tú, lo supe por aunque habías cambiado demasiado, pero el odio con el que me mirabas los decía todo.
-Bien por ti ¿eso es todo?
-No -tomó valor- en esa época, cuando nos conocimos, tu eras... eras alguien que me recordaba a otra persona, y juro que no quería lastimarte.
-Recuerdo tus burlas Mark, lo que hicieron en ese momento...
-Lo hice yo solo -dijo al fin- sabía que irías con Perth a la pensión, lo hice solo, tomé las fotos a escondidas.
-Él vendió las fotos -parecía atragantarse con lo que salía de su boca.
-No, nunca lo hizo, no sabía que yo las había tomado, fui yo quien las vendió a tu padre y más tarde las publicó.
-Pero porqué...
-Porque era un infeliz -respondió con sinceridad- porque me odiaba y te odiaba a ti y a Perth por ser felices juntos.
-Todo era mentira por parte de Perth -observó como apretaba los puños- no era para nada felíz.
-Saint...
-¿Y esto tenías que decirme? -dijo entre dientes y con el cuerpo tenso- pasaron casi catorce años, ¿crees que cambia algo?
-Solo quería que supieras la verdad.
-¿Para liberar tu conciencia? -no respondió porque era eso lo que intentaba hacer- no lo mereces.
-Lo se...
-¿Sabes lo que me hizo mi padre? ¿Sabes la humillación de que todos vieran mi cuerpo en la posición más íntima que puede existir? -escuchó la agitación mientras le hablaba- no hubo nadie en la escuela que no me llamara puta o se burlara de mi asqueroso cuerpo.
-Lo siento...
-No lo arregla Mark, lo que digas no arregla nada, me quitaste la vida, me quitaste todo lo que me importaba.
-Yo no...
-Y ahora quieres liberar tu carga cuando yo tuve que vivir con ella, cuando me quitaron a mi madre, cuando ni siquiera pude verla en su final.
-Saint...
-Sabes que Mark, no, no puedo perdonarte y no voy a hacerlo.

Agachó la cabeza y sintió que se hundía.

-Vas a tener que vivir toda la vida sabiendo que le privaste a mi madre de su único hijo, que me robaste la oportunidad de darle la mano en el final, de besarla, de decirle palabras de consuelo.
-Esta bien, merezco no ser perdonado, lo se y lo acepto.
-Bien por ti -se levantó de la silla y tomó unos centímetros de distancia- supongo que eso es todo.
-Si sirve de algo... me odio por lo que hice, supongo que Perth también lo hace.
-No es mi problema.
-Él no lo sabía Saint, puedo jurarte que él no sabía nada.
-No lo justifiques, tiene su cuota de culpa, él también fue partícipe.
-Si, pero en ese momento cada uno lidiaba con sus problemas a su manera.

Escuchó un suspiro venir de Saint y se atrevió a mirarlo con mayor detenimiento, de ese adolescente del pasado ya no quedaba mucho, pero en el fondo estaba allí.

-Se lo conté a Perth después de que te volviéramos a encontrar, él tampoco me perdonó.
-Debe ser porque no lo mereces.
-Ya casi nunca nos vemos, cada uno siguió su camino.
-Eso no tiene nada que ver conmigo.
-Solo quería que lo supieras...
-Hasta nunca Mark -lo miró con los ojos oscurecidos por las emociones- espero no volverte a ver en mi vida.

Lo vio alejarse, ese adolescente que un día había destruido con su maldad, ese niño que había llorado a su madre, al que la traición había borrado el brillo de su mirada. Apoyó los codos en la mesa y tapó su cara con las palmas de la mano para intentar frenar las lágrimas que empezaron a rodar sobre su piel.
No merecía el perdón y no lo había obtenido, pero de alguna forma, este encuentro lo había liberado.


〰️🖤〰️

Hola!
Quien sabe donde andará Perth...
Pronto lo que tod@s queremos, ya puedo saborearlo.
Les agradezco que todavía esten por aquí, un beso inmenso, cuidense.

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