2. Mi primer pedido
♥ Capítulo 2 ♥
Mi primer pedido
Observo maravillada cada una de las instalaciones del nuevo hogar en el que me encuentro. Es un lugar colorido, nada parecido al cielo. Las paredes están pintadas con colores pasteles, los suelos impregnados con alfombras de seda, y los muebles decorados con jarrones llenos de flores.
Me sobresalto por un instante al percibir algo que roza mis pies descalzos. Miro hacia las baldosas del suelo, abriendo mucho los ojos al verlo. Es un pequeño gatito, de pelaje anaranjado y ojos azulados, con una nariz rosada que en cuestión segundos me ha hipnotizado.
Me agacho para verlo mejor, acariciándolo con verdadera motivación. El adorable felino comienza a frotarse contra mi cuerpo, revolcándose contra el suelo mientras no deja de buscar mi atención. Lo cojo entre mis brazos, levantándome de la superficie mientras lo acuno como un angelito. Es irresistiblemente bonito.
—¿Te gusta? —me pregunta una voz cercana, amistosa y enérgica.
Alzo la mirada, sonriendo al ver a la chica que ahora se encuentra junto a mí.
—Sí, es precioso —contesto con una sonrisa—. Me gustan mucho los gatitos, en el cielo nunca los había conocido.
La chica hace una mueca de extrañeza, observándome por unos instantes como si me estuviese examinando de pies a cabeza.
—¿De verdad eres un ángel? —me pregunta finalmente—. Tienes un aspecto muy humano, y ni siquiera tienes alas...
—Sí que lo soy —aseguro con ímpetu—. Y he venido para ayudarte en tu vida diaria, para hacerte compañía y convertirte en toda una dama. ¿Acaso no te gustaría?
La chica duda por unos segundos, pero acaba asintiendo con la cabeza.
—Claro que me gustaría —afirma con alegría—. Mi vida siempre ha sido un poco aburrida, y estoy convencida que con tu presencia será mucho más divertida. Muchas gracias por venir en mi ayuda.
Sonrío ante sus palabras, acariciando al dulce gatito que aún mantengo entre mis brazos.
Al menos, Christine parecía haberlo entendido todo. Hacía unas horas que llegamos a su casa, durante todo el trayecto le estuve explicando mi importante presencia en su vida y ella me había aceptado en su hogar sin demasiadas preguntas.
Al principio se mostró bastante extrañada, aunque en ningún momento desconfiada. Y la verdad, no sabía si eso era muy bueno, o extremadamente nefasto.
—Angeline, ¿quieres que hagamos algo divertido? —me pregunta de repente, posando una de sus manos sobre mi hombro.
La observo con curiosidad, asintiendo.
—Bueno, en realidad... —continúa diciendo, aunque con una voz más apagada—. En realidad necesito que me ayudes con algo, ¿podrías?
Sonrío con amplitud, soltando al pequeño animal sobre el suelo para poder prestarle mayor atención.
—Claro que puedo, Christine —aseguro—. Para eso he venido desde el reino de los cielos, para ayudarte en todo lo posible. ¿Qué se te ofrece?
La chica parece alegrarse al escuchar mi respuesta, pues una sonrisa esperanzadora se plasma en su rostro de inmediato.
—¡Gracias, Angeline! —exclama con felicidad—. Pero vamos a sentarnos, y así te cuento todo con tranquilidad, ¿quieres?
Asiento ante sus palabras, siguiéndola hasta un pequeño pero acogedor sofá.
Estando sentadas, y tras un leve silencio que nos invade al principio, comienzo a observarla con detenimiento. Christine es una chica joven, con un rostro coqueto y bonito. Sus ojos son verdes como esmeraldas, grandes y muy expresivos, y su cabello es castaño, ondulado y relativamente largo. Sin embargo, su ropa es demasiado simple en comparación con las de otras humanas que he visto, y en sus facciones no goza un solo signo de lo que llaman maquillaje.
—Bueno, Angeline, el problema que tengo es... —comienza a decirme, logrando que ahora la mire directamente a los ojos—. Es... es...
—Tranquila, Chris —tomo sus manos para tratar de calmar sus evidentes nervios—. Puedes contarme tu problema con toda confianza, estoy aquí para ayudarte.
La chica suspira profundamente, y tras pensarlo por unos instantes más, asiente en señal de confiar en mí.
—Estoy enamorada —afirma con timidez—. Hay un chico al que amo con todo mi ser, uno por el que suspiro cada mañana al levantarme, que me quita el sueño por pensar en él cada una de las noches.
Me quedo algo confusa ante su confesión, ante la inquietud de no saber qué responder. He estudiado mucho sobre el mundo de los humanos, sobre sus costumbres, caprichos y arrebatos. Sin embargo, ¿qué puedo enseñarle yo sobre el amor?
En el cielo ese sentimiento está vetado. Las criaturas femeninas y las masculinas viven en recintos separados, pocas veces se cruzan, y por esa razón es imposible caer enamorado.
¿Cómo puedo ayudar con algo que nunca he sentido ni experimentado?
—Supongo que tu silencio significa que no puedes, ¿verdad? —me dice con una voz afligida—. Bueno, no te preocupes, ya buscaré la forma de...
—No, no, claro que te ayudaré —aseguro con rapidez—. La verdad es que no entiendo mucho del amor, y no sabría qué consejos darte. Pero, si me das unos minutos, puedo averiguar algunos métodos para que te acerques a ese chico, para que lo conozcas y que él mismo se te declare cuando también se enamore de ti. ¿Qué te parece?
La chica suspira con tristeza, con una especie de melancolía que no logro entender.
—Bueno, la verdad es que... ya nos conocemos —asegura tras unos instantes—. Hemos convivido juntos desde hace dos años, nos vemos todos los días y nos llevamos bastante bien.
La miro con extrañeza, frunciendo el ceño en busca de una explicación más detallada.
—Ese chico vive aquí, en esta casa —afirma finalmente—. Ambos compartimos el hogar. La cocina, los baños, el jardín... todo es de ambos.
—Ya veo... —asiento con la cabeza—. Pero, entonces... ¿Cuál es el problema? Si vivís juntos, eso quiere decir que sois pareja, ¿no?
—No, por desgracia no —contesta la chica al instante—. Yo estoy muy enamorada, pero él parece no darse cuenta. Y por eso mismo sufro, por la indiferencia que muestra ante mí a pesar de que hago todo lo posible por gustarle. Por favor, Angeline... tienes que ayudarme.
La observo de reojo, recapacitando en mi mente todo lo que me ha dicho. Ella necesita mi ayuda, me la está suplicando, y aunque yo sea una principiante en el tema, tengo que buscar la manera de hacer algo.
Además, este es mi primer pedido y no puedo abandonarlo...
—Está bien, Chris —respondo con entereza—. Pero, ¿de qué forma podría ayudarte?
La chica sonríe con esperanza, ilusionada ante mis palabras.
—Bueno, la verdad es que tengo una idea muy buena —asegura con rotundidad—. Creo que es algo infalible, que sin duda puede funcionar.
—¿Ah, sí? —pregunto con curiosidad—. ¿Y qué es?
La chica de ojos verdes se acerca a mí, posando su cabeza junto a la mía mientras en un susurro de voz comienza a hablar.
—Verás... Él es un chico muy popular, que ha tenido muchas novias a lo largo de su vida. Sin embargo, nunca se ha fijado en mí a pesar de que vivimos juntos, y yo creo saber la razón...
—¿Sí? ¿Cuál es esa razón?
—Yo soy una chica muy tímida... —continúa diciendo—, por eso nunca me he atrevido a mostrarle un gesto emotivo de mi parte. Sé que a él le gustan las mujeres con decisión, algo más extrovertidas, que le muestren algo... pasional.
Frunzo el ceño, separándome un poco de ella mientras la observo con extrañeza.
—¿Algo pasional? —pregunto, aún sin entenderlo.
—Sí —afirma ella—. Por ejemplo... un beso.
Asiento consecutivamente con la cabeza, entendiendo sus palabras poco a poco.
—Bueno, si tú lo dices, puede ser una buena idea —le contesto—. Pero, ¿cómo quieres que yo te ayude a besarlo? ¿Acaso quieres que te mire, eso te dará confianza?
La chica baja la mirada por un instante, clavándola después en la mía en forma de súplica.
—No, Angeline... —niega con la cabeza—. Lo que quiero es que... que...
—¿Sí...?
—Que tú lo beses.
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