10. Promesa pactada
♥ Capítulo 10 ♥
Promesa pactada
Miro con curiosidad los pequeños insectos que revolotean entre las matas, impregnándome del aroma de las flores frescas que acaban de abrirse para adornar con armonía el pequeño jardín de la casa. El ambiente es tranquilo, hermoso, digno de una mañana donde todo tiene que ser alegría y felicidad a costa de todo.
Me siento sobre el césped, estirando las piernas para sentirme más cómoda y ligera, cerrando los ojos al notar los primeros rayos de sol que comienzan a calentar mi tez blanca recién bañada. Quiero tener mi mente en blanco, no pensar en nada, disfrutar por completo el panorama. Deseo hacerlo pero demasiados pensamientos comienzan a atormentar mi alma.
—Buenos días, mi bello ángel.
Alzo la mirada al escuchar esa voz, sonriendo al encontrarme con los ojos cafés que son mi perdición. El chico me observa con una expresión tierna, dulce, llena de unos sentimientos que dichosamente son correspondidos por mi corazón.
—Buenos días, dormilón —le saludo con ternura—. Te estaba esperando.
El chico torna una sonrisa pícara, asintiendo con la cabeza mientras comienza a agacharse para sentarse a mi lado.
—¿Me estabas esperando a mí? —pregunta con encanto, acomodándose sobre el césped y rodeándome con su brazo.
—Sí —aseguro con rotundidad, observando con ternura sus ojos—. Quería proponerte algo.
Brad alza las cejas, sonriendo ampliamente mientras comienza a acariciar mis rubios cabellos con suavidad.
—Quiero un día para nosotros —digo finalmente—. Quiero que pasemos un día solos, donde no haya nadie a nuestro alrededor, donde no existamos nada más que tú y yo.
El chico se queda en silencio durante unos segundos, algo pensativo, pero en cuestión de unos instantes vuelve a mirarme con la misma dulzura de siempre.
—¿De verdad quieres eso? —pregunta, algo sorprendido pero a la vez entusiasmado—. Me encantaría, Angeline. Me parece una idea sensacional —toma mis manos, sonriendo—. ¿A dónde nos vamos, mi precioso ángel?
Suspiro con felicidad ante su reacción, posando mi cabeza sobre su hombro que me llena de satisfacción.
—Vamos a la playa —contesto en un susurro—. Aún no la conozco, me encantaría verla. ¿Podemos?
El chico me separa un poco de su lado, mirándome tiernamente a los ojos para responderme.
—Claro que podemos —asegura con una tierna sonrisa—. Claro que sí, mi preciosa Angeline.
***
Camino felizmente de la mano de Brad, mirando impresionada la belleza del paisaje al que acabamos de llegar. Una arena fina y de textura suave, limpia y llena de pureza, está expandida bajo nuestros pies, logrando que una sensación de gran bienestar nos inunde al avanzar. Abro mucho los ojos al llegar hasta el mar, al ver la inmensidad de las aguas azuladas que no parecen tener fin, y que indudablemente está repleta de seres vivos que buscan un hogar donde vivir. Es algo magnífico observarla, contemplar el movimiento de las olas que rompen con rocas alejadas, suspirar cuando las aguas se calman por completo y todo es tan apaciguado que es inevitable sentirse agraciada.
—¿Te gusta? —me pregunta el chico de ojos cafés, que no suelta mi mano por un solo instante.
—Sí, es precioso —contesto maravillada, sin dejar de observar cada detalle que nos regala el panorama—. Muchas gracias por traerme.
Brad alza una de sus manos hasta mi rostro, acariciándome tiernamente.
—Gracias a ti por estar conmigo, mi ángel —susurra con dulzura—. Eres lo más hermoso que tengo, mi tesoro más preciado. Te quiero, Angeline, te quiero mucho.
Suelto un suspiro en lo más profundo de mi alma, aferrándome a su pecho ante sus palabras.
—Yo también te quiero, Brad —aseguro con una sonrisa—, con todo mi corazón.
Nos quedamos abrazados por un largo tiempo, entregándonos el calor infinito de nuestros cuerpos mientras escuchamos el sonido de las gaviotas que vuelan sobre las inmensas aguas del mar.
Cierro mis párpados por un momento, quedándome inmersa en los pensamientos conectados a los últimos acontecimientos. Han pasado varias semanas desde que Chris quiso atentar contra su vida, desde que llegaron sus padres para ayudarla y desde que todo es más tranquilo y templado. Por suerte, la chica no ha vuelto a mostrar ningún signo de recaída. Toma sus medicinas correspondientes todos los días, hace ejercicios de relajación, y poco a poco va aceptando la firme y segura relación que mantengo con Brad. Es algo increíble, pero todo va mucho mejor.
—¡Ah...!
—¿Angeline? —se sobresalta el chico al escuchar mi grito de dolor, separándome de su regazo para mirarme a los ojos—. ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?
Asiento con la cabeza, forzando una sonrisa mientras por dentro siento que me muero.
—Sí, estoy perfecta... —aseguro, tratando de reprimir una lágrima—. No te preocupes...
Brad me observa alarmado, agarrando mi mentón con sus manos, entristeciendo su mirada que ahora es más agitada de lo normal.
—Angeline, no me mientas —susurra en un tono preocupado—, sé que no estás bien. Desde hace semanas te he notado más decaída de lo normal, y aunque siempre tratas de disimular, estoy seguro que esos dolores que sientes son continuos. Vamos con un doctor, por favor, de lo contrario no podré estar tranquilo.
Suspiro con abatimiento, desviando la mirada. Las punzadas son cada vez más dolorosas, diariamente tengo que soportarlas, y aunque trato de engañar a Brad para no preocuparlo, él parece estar enterado.
—No, no es necesario —aseguro con una sonrisa—. Además... hoy vamos a pasar el día juntos, me prometiste que así sería.
—Angeline —llama mi atención con una voz más seria, mirándome fijamente a los ojos.
—Está bien —contesto finalmente—. Iremos mañana si tanto lo deseas. Pero hoy no, por favor. Hoy es un día para nosotros.
El chico asiente, aunque no muy convencido, rodeándome nuevamente entre sus brazos.
Por momentos siento que me voy a derrumbar, que voy a comenzar a llorar de forma inevitable, pero me contengo con todas mis fuerzas. Hoy es un día especial, nada lo podrá cambiar.
—¿Nos metemos en el agua? —pregunto con una sonrisa, tratando de suavizar la situación y hacerle olvidar mi padecimiento.
—Como tú quieras, mi ángel —asiente, algo más animado—. ¿Sabes nadar?
Frunzo el ceño, negando con la cabeza.
—No te preocupes —asegura con una tierna sonrisa—. Yo te cogeré en mis brazos y no te soltaré. ¿Confías en mí, verdad?
Lo miro con adoración, asintiendo.
—Confío en ti, Brad. Lo hago, y lo haré siempre.
El chico sonríe ampliamente, tomando mi mano con fuerza, llevándome hasta la orilla de la inmensa playa donde la calma es tan placentera. Poco a poco nos vamos adentrando, sumergiéndonos en las azuladas aguas, refrescándonos con un agua tibia que empapa todo nuestro cuerpo, el cual es resguardado bajo nuestras ropas ahora también mojadas.
Brad me tiene entre sus brazos, me agarra con seguridad y ternura, me absorbe con sus ojos de mirada limpia y pura. Lo observo con deseo, aferrándome con ímpetu a su cuerpo, rodeando su cuello con mis manos mientras lentamente me acerco a sus labios.
Nuestras bocas se buscan con inquietud, se encuentran con alegría, se funden en un beso pasional que nos lleva a la gloria de este día. Degustamos cada rincón de nuestros labios con ansias, de forma efusiva y entusiasta, cerrando los ojos al sentirnos en el mismo cielo bajo la inmensidad de las aguas.
De forma indescriptible, siento las manos de Brad introducirse bajo mi ropa. Siento como desliza sus dedos por cada rincón de mi cuerpo, sumergiéndose hasta acariciar cada poro de mi piel, logrando que un placer exquisito se apodere de todo mi ser. Me estremezco ante cada uno de sus roces, agarrándome con fuerza a su espalda, besando desesperadamente cada rincón de su boca mientras convulsiono ante el goce exquisito que estoy sintiendo.
Me encuentro en el mismísimo paraíso de los cielos...
Tras unos largos minutos donde nuestras almas se han unido para siempre, y donde nuestros cuerpos se han fundido en una pasión infinita que permanecerá constantemente, regresamos hasta la orilla.
Acomodamos nuestras ropas mojadas, desviando las miradas por unos instantes, sentándonos luego sobre la arena mientras nuestros ojos se buscan de forma incesante. Nos observamos fijamente, sin decir una sola palabra, alzando nuestras manos hasta nuestros cabellos mojados que comienzan a secarse con los últimos rayos de sol que pronto se acaban.
Después de un cruce intensivo de miradas, donde sus ojos cafés me entregan una ternura apasionada, me acuesto sobre su regazo, cerrando los ojos ante la felicidad tan grande que siento y que jamás podrá ser arrancada de mi pecho.
Todo es tan puro y placentero que aún no puedo creerlo...
—¡Ahh...!
—¡Angeline! —grita el chico con preocupación, sosteniéndome entre sus brazos—. ¿Dónde te duele, Angeline, dónde?
Comienzo a respirar con dificultad, temblando de miedo ante lo que pueda pasar. Brad me sostiene con fuerza, palpando con sus manos cada rincón de mi cuerpo, preguntando por la ubicación de ese malestar que siento.
Sin embargo, yo no puedo contarle la realidad en la que me encuentro...
«Angeline, criatura del reino de los cielos, has desobedecido gravemente las normas impuestas en el paraíso. Has formado una relación con un humano, incumpliendo las pautas establecidas, condenándote a ti misma a un futuro solitario entre penumbras y sombras sin salida. Tu destino está pactado, al inicio del atardecer tu alma se convertirá en polvo, y tu existencia será nula para el resto de tu vida. Nada puedes hacer, cumplir con tu condena será lo último que hagas este día».
Comienzo a sollozar ante esas palabras, al recordaras en mi mente después de que esta mañana fueran retransmitidas por la jueza celestial. He tratado de mostrarme lo más natural posible con Brad, intentando que no sospechase mi gran pena, disfrutando cada segundo a su lado antes de que me fuera. Por momentos he llegado a olvidar mi destino, me he sentido tan bien entre sus brazos que he deseado con todas mis fuerzas que mi partida solo fuese una pesadilla, que pudiese quedarme a su lado.
Pero por desgracia eso es imposible... me voy de este mundo y desaparezco de su lado.
—A-Angeline, mi amor... —logro escuchar que me llama el chico—. P-Por favor, reacciona... D-Dime qué te pasa...
Abro los ojos con dificultad, sonriendo amargamente mientras miro sus bellos ojos que ahora están llenos de lágrimas.
—B-Brad... me tengo que ir... —susurro con apenas voz, sintiendo unas punzadas tan dolorosas que me hacen jadear de dolor.
—N-No, Angeline, n-no... —comienza a negar de forma desesperada, agarrándome con fuerza entre sus brazos—. ¿P-Por qué dices eso? ¿P-Por qué? T-Tú no te vas a ir, t-te vas a poner bien, a-ahora mismo vamos al médico y...
—Brad... —lo detengo cuando trata de cogerme, alzando una de mis manos hasta su mejilla para acariciarla—. Te quiero... te quiero con toda el alma. Nunca lo olvides...
—¡N-No, Angeline, p-por favor...! —exclama con desesperación, estrechándome contra su pecho mientras una inmensidad de lágrimas caen desde sus ojos.
—Muchas gracias por todo... —susurro con una sonrisa—. Muchas gracias por quererme, por haber sido tan bueno conmigo... Gracias por haberme enseñado el significado del amor.
El chico comienza a respirar de forma acelerada, mirándome con una angustia infinita, retorciéndose de dolor ante mis palabras. Me aprieta contra su cuerpo con verdadera angustia, suplicándome que no me vaya, diciéndome lo mucho que me ama.
—A-Angeline... —me susurra con abatimiento—. M-Me prometiste que jamás te irías de mi lado, m-me lo prometiste... Y-Yo te necesito, te necesito mucho... N-No puedes dejarme... A-Angeline, p-por favor...
—Lo siento mucho... —digo con una voz casi inaudible, comenzando a cerrar los ojos—. S-Siento mucho no poder cumplir mi promesa, l-lo siento mucho...
—A-Angeline, no... —suplica entre llantos—. A-Abre los ojos, por favor... ¡Abre los ojos!
—Te amo, Brad... —susurro en un hilo de voz, haciendo un esfuerzo infinito para abrir los ojos y ver su hermoso iris por última vez—. Te amo... y lo haré siempre.
Y tras esas palabras mis ojos se cierran por completo, dando paso a una oscuridad infinita que me carcome por dentro, una que me llena de un dolor abrupto y que me obliga a consumir el castigo por traicionar las leyes del cielo.
Pero no me arrepiento. Me voy conociendo el sentimiento más hermoso del mundo, recordando para siempre al chico que me llenó de ternura y pasión, sonriendo al saber que soy el primer ángel que ha conocido el amor.
Nunca te olvidaré, mi hermoso Brad, siempre te llevaré en mi corazón.
Te recordaré, te querré y te amaré para siempre, te lo prometo.
Es una promesa de tu ángel caída del cielo, mi vida.
Una promesa pactada por nuestro amor...
FIN
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