C̲a̲p̲í̲t̲u̲l̲o̲ ̲3̲0̲:̲ ̲R̲e̲v̲e̲l̲a̲c̲i̲o̲n̲e̲s̲
Leah estaba pérdida entre sus pensamientos, aún no se creía como todo había ocurrido. Se encontraba abrazada por su padre, llorando a moco tendido y oculta entre sus brazos, mientras se sentía tan pérdida y vacía.
El colera se le había escapado horas antes y ahora el vacío que percibía cada vez que observaba todo el lugar tan colorido en busca de ella. Era imposible sentirse de otra manera, parecía imposible de resistirse a la conexión que poseían ambas.
—Aún no me lo creo que estés aquí mi niña.
La voz de su padre no pudo ahogarse en silencio. Porque simplemente le daba una tremenda alegría verla pero también de igual manera una gran tristeza. La tenía dolida y rota en sus brazos.
—Ni yo papá... Ni yo...
—Hubiera esperado verte aquí en unos años, no tan pronto... —comenzó diciendo Harry Clearwater mientras me Acarigua sus cabellos con suma suavidad— ¿me dirás ya a que va todo esto...?
Leah se separa de su padre y se limpia las mejillas mientras se coloca mejor sentándose a lado de su padre.
—Es más frustrante de lo que pensé estar... Con la imprimación...
—¿Te has Imprimado? Enhorabuena mi niña, pero eso solo explica que... —su voz se selló al pensar en la conclusión.
Ambas miradas conectaron y sus labios se igualaron en amargura, cada uno con su motivo en especial. Pero Harry intenta romper una vez el silencio incómodo que generaba la inquietud en su hija mayor.
—Eso explica el ambiente tenso, pero, ¿que ha pasado con la Catrina? ¿Cual ha sido su reacción? —pregunta curioso.
—Digamos que al principio su modo peculiar de ser fue bastante altanera, y forzosa en cuanto me dio a entender que ya lo sabía, pero... —frunce los labios algo incómoda— tuvimos contratiempos y discusiones rompiendo la poca paz entre ambas, una cosa llevó a la otra y... Aquí estamos.
Harry entendió que el tema era demasiado complicado como para que su orgullosa hija fuera a soltarla así nada más por lo que suspira levantándose lentamente de aquella muralla hasta caer firme al suelo.
—Comprendo. Ven Leah, te mostraré algo que he notado en estos meses estando aquí.
[...]
Entre aquella festiva aura del mundo de los muertos ambos Clearwater iban caminando por lugares transcurridos hasta llegar a un punto de cruzar entre un callejón que iba al parecer en el centro de la ciudad.
Encontrándose con una gran estatua que figuraba un Centauro con una gran espada incrustada en el suelo. Parecía estar vivo pero no se movía. En la punta del mango entre las manos unidas estaba el majestuoso Fénix aunque estaba en una posición que dejaba notar que parecía estar dormitando.
—¿Que es este lugar, papá?
—Es el centro de este pueblo colorido. Los habitantes me han dicho que el Fénix es el guardián de la Catrina y que hace unos días ha estado rondando por aquí. Tal vez puedas encontrar soluciones en él.
—¿Crees que sepa cómo encontrarla? —pregunta Leah cruzándose de brazos, mientras se recuesta por la pezuña derecha del Centauro.
—¿Joven Catrina? —una voz ronca había retumbado por el lugar, un aire místico se alzaba en el ambiente.
—Leah.—murmura Harry preocupado de que hubieran hecho algo mal.
—¿Quién dijo eso? —pregunta temblando pero resguardando a su padre tras su espalda.
—¿Uh? ¿Cahaya's ha vuelto, Centurión? —otra voz, más específica del Fénix que empieza a desperezarse buscándola.
Pero solo se encuentra intrigado al ver a ambos Clearwater. Aunque su cuerpo tiembla de pavor al sentir el aura de poder de su ama y señora en la menor.
—Rocco, creo que algo malo ha ocurrido. Hace mucho tiempo que no tengo ante mi presencia a una Catrina inexperta... —dice la voz y ojos levemente iluminados de la estatua del Centauro.
El Fénix no pierde tiempo. Preocupado bajando en vuelo hacia ellos. Tenía razón, hace mucho que nadie visitaba directamente al Centauro por voluntad propia.
La primera había sido Cahaya's Eien, la actual Catrina o más bien, parecía que ya no era por la aura que Leah Clearwater poseía en esos momentos.
—¿Que le ha pasado a Cahaya's? Porque no está con vosotros? —pregunta algo preocupado el Fénix posado en la pezuña.
—P-papá... ¿La estatua ha hablado verdad? —pregunta sacada de onda Leah.
—Así mismo pequeña...
—Vamos, diganme que ha pasado. He estado esperando la señal de mi Catrina hace como 12 noches y no he recibido nada. —dice el Fénix.
—Esto... La Catrina ha sido secuestrada por unos demonios.
—Justo en el tiempo de tu registro. Catrina Leah, mi pésame por vuestro mal comienzo en nuestra tierra —dice el Centauro arrodillandose ante la antes metamorfa.—eso fue justamente en la primera noche, hace 11 noches, Rocco.
—¿Eh...? Esto... Tranquilo... No ha sido tan malo... Pero la angustia de no encontrarla me esta matando. —dice Leah mirando algo avergonzada al Centauro. —¿como sabes quién soy?
—Soy el guardián del registro de Almas, Centurión. Es un placer tener a la nueva Catrina ante mi. —se presenta la gran estatua del tamaño de un rascacielos.
—¿Cómo...?
—La Catrina. —murmura empezando a sentirse el ambiente cálido, entendiendo el enojo palpable del fenix—ella te ha otorgado sus dones, oficialmente luego de registrarte las criaturas más antiguas te reconoceran como la nueva Catrina. Estas en la parte del tu iniciación. Maldición —grazna por lo bajo.
—¿Pero... En qué momento?
—¿Te ha dado acaso un beso en la frente antes de marcharse, Catrina Leah? —pregunta curioso pero serio el Centauro.
—Si... ¿Que tiene que ver eso?
—En definitiva comenzó el ritual. Te ha pasado la mitad de su poder. Por eso te sientes aún cuerda sin ella. —explica Centurión.
—La imprimación me hace sentir débil aún. Pero.. ¿Cuerda? Quiere decir que si se moría allí mismo, me volvía loca? —pregunta sintiendo encogerse el corazón ante la revelación.
—La Catrina Cahaya's en tu lugar lo pasó. Se volvió loca aprendiendo a ser Catrina, a ser nuestra señora. Me sorprende que ni siquiera sepas de la historia de nuestra señora. —dice bastante intrigado—¿qué han hecho en todo este tiempo?
Un bufido del Fénix los interrumpe. Observando a lo lejos pero después se queja, un hueso ha caído sobre su cabeza.
—Ay, mi pobre cabecita.
—¿Uh? ¿Un hueso? —pregunta Harry extrañado al tomarlo entre sus manos.
—Centurión, ambas son tercas y orgullosas. Ambas se han mantenido luchando y no siguiendo el curso correspondiente. —dice el Fénix mientras se acaricia su cabecita.
—Maldito. —espeta Leah al ver como cuenta de ellas sin siquiera el silencio como respeto.
—¿Ves? Son tal para cual. —se mofa el Fénix.
Pero otro hueso cae sobre el. Quejándose y soltando un gruñido por lo bajo.
—¡De verdad! El que este haciendo esto, que se visualice ahora o lo incendiaré en este instante. Y como seas tú... Bhejo. Realmente disfrutaré dañarte —dice el Fénix perdiendo la cordura.
—Y luego me dices que no eres un gruñon.
Leah se queda estática al solo escuchar esa voz que la hace sentir como sus piernas fallan. Y más aún al verla solo en huesos sin nisiquiera su flameante vestido de Rosas.
No perdió tiempo en ir a ella y tomarla entre un abrazo sin importar que la rechazara pero ni siquiera la rechazó solo le acarició la cabeza.
—Ya estoy en casa, Leah.
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Aquí está el penúltimo capítulo. Perdón la demora.
¿Qie creen que ocurrirá en el próxima cap?
Saluditos!
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