doce
La mañana del tres de octubre, la magia comenzó a escribirse, en un libro donde no son cuentos de hadas, pero suelen tener su final feliz, era quizá el libro de la vida donde está la sección de favoritos, o quizá y no había dicho libro y solo era coincidencia de la vida que no tiene una razón, ni un porque, quizá simplemente era química, quizá incluso no era nada, aunque no lo parecía, pues la mañana del cumpleaños 26 de Bang Chan, algo sucedió. No para Chan, para el hombre no fue posible, porque el hombre estaba más que atrapado para entonces, pendido de un hilo, engatuzado, ya estaba hechizado, enamorado, le dicen; Chan estaba más que perdido, sin retorno, ya no había algo que le hiciera no caer, nada podía evitarlo, absolutamente nada, pero ese día, Chan no fue el que sintió la magia, aquel día Chan no fue el protagonista.
Seungmin no supo en que momento, por qué razón o en qué circunstancia, solo sabía que no sabía nada, aquella mañana quizá fue la cosa más distinta que pudo sentir, no era raro, ni extraño, solo diferente, ahí, recostado en el asiento del conductor, que estaba reclinado, pudo contemplar algo que no se había percatado. Chan lucía como un Dios, incluso cuando dormía. Seungmin era consciente de que su amigo era guapo, consciente y bastante avergonzado de saberlo. Ya muchos días atrás se había maldecido cien veces por eso. Por ser tan consciente de la existencia de Chan, cuando supuestamente él no podía mirar a nadie más, ¿Un enamorado no ve a nadie más que a su enamorado? A Seungmin siempre le dijeron que no debía mirar a nadie más cuando está enamorado, pero es que Seungmin no era ciego, y ahora entendía que el problema no era admitir que Chan era atractivo, el problema fue que se sintió atraído a él y no porque fuera guapo, no, era porque Chan lucía como un mismo Dios bondadoso.
Chan dormido, con la cabeza chueca, mirándolo a él, con los parpados guardando sus ojos, y sus pestañas cubriendo los pómulos, los labios anulados y brillantes, que hacian un puchero inconciente, incluso con el cabello despeinado lucía bien, incluso con las manos abrazándose a si mismo y su chamarra cubriendo su cuerpo por el frente como si fuera una frazada, cuando Seungmin abrió los ojos, en su momento donde su cerebro no le reclamaba nada, se sintió feliz por ver a Chan a lado suyo, durmiendo, se sintió afortunado, embelesado, diferente, tanto que incluso sonrió, sintiendo inmensas ganas de, aunque parecía incorrecto, pasar sus dedos por los labios del peliazul.
Como un ángel, como un Dios, como un ser divino, en la cabeza atontada de Seungmin, pudo captar la esencia de Chan y lo maravilloso que era despertar a su lado. ¿Qué se sentirá despertar con sus brazos alrededor tuyo?, pensó el chico, todo eso en unos cuantos segundos, porque cuando su cerebro tomo conciencia, se dio un golpe mental, el ya tenía unos brazos cálidos los cuales lo abrazaron, esos pensamientos no eran propios suyos, pero, ¿que pasaba si ya los había pensado y si no era la primera vez? Un martirio para él, sintiéndose culpable, pues YungBin no merecía eso.
—buenos días, Minnie— la voz ronca de Chan sonó de repente, Seungmin se derritió en su asiento, no era un chico que reaccionaba a muchas cosas, pero escuchar la voz de Chan por las mañanas, era todo un afrodisíaco.
—buenos días, Channie— Chan se sintió en el cielo mismo, verlo ahí, tan calmo, recostado en su asiento, con los ojos perezosos y ocultando un bostezo, despertar juntos, que fantasía.
—¿que hora es?— preguntó con los ojos entre abiertos, mirando como los primeros rayos del sol daban en sus rostros, en el de Seungmin hacían un efecto mágico, el cielo aún era morado, apenas si el sol despertaba, supuso que era temprano.
—no tengo idea, pero descubrí que dormir en un auto no es tan incómodo — bostezó, no supo en que momento se quedó dormido, era raro, era raro porque llevaba años sin dormir fuera de su departamento, siempre siempre llegaba a dormir, pero no esa noche, no cuando se sentía tan lejano para hacerlo, de hecho, el propuso quedarse ahí, una locura, esperaba que Chan negara, pero ¿Cuando Chan le negaría algo? El podía pedirle la vida misma y Chan se la daría y charola de oro.
— creo que ya es hora de irnos, tenemos trabajo Minnie— le indico y Seungmin asintió, se tallo los ojos, miró el reloj y se dio cuenta que en efecto, si se iban ahora aún le daría tiempo de bañarse y desayunar algo de camino al trabajo.
—hora de irnos, Channie.— murmuró acomodando su lugar — feliz cumpleaños de nuevo, por cierto.
Juntos, juntos era el mejor regalo de cumpleaños de Chan, el amanecer a su lado lo era, todo un placer, pero como todo, siempre hay un amanecer que rompe la magia de la noche.
Una noche antes, cuando ya iban a partir del lugar, un lucero enorme le llamo la atención, ambos habían abordado el auto después de media hora más en el puente, puente donde no sucedió mucho, pues Chan descubrió que no había mucho por ver, aunque ver a Seungmin era suficiente para él. El chiste es que abordaron el auto 12:45, demasiado tarde, demasiado tarde para estar fuera de casa, pero la noche no era mala, no, la noche en compañía uno de otro se sentía cálida, a pesar del ventarrón, Chan sentía que la calidez de su acompañante le llenaba, Seungmin sabía que con Chan estaba a salvo.
Al llegar al carro, ambos abordaron con las manos frías, la nariz roja y el corazón caliente, iban en silencio, ya habían hablado mucho, pero el silencio no era incómodo, era un silencio que hacía reflexionar, un silencio que incluso hasta tu mente respeta sin meterte ningún pensamiento, un silencio donde la concentración es solo y para ellos. Aunque este silencio fue interrumpido por la voz de Chan.
— ¿Tienes las manos frías?— preguntó al ver que Seungmin las entrelazaba entre sí, Seungmin sonrió tímido y asintió.
— se siente frío fuera ¿sabes?— por suerte, portaban chamarras, aunque el castaño había olvidado sus guantes, Chan nunca los usaba, se le hacían innecesarios realmente.
—dame tus manos— el peliazul le estiró sus propias manos para darle la opción de tomarlas. Seungmin se quedó en silencio, mirando las manos extendidas del chico, quien con una sonrisa le brindo seguridad.
Tímidamente estiró sus manos frías a las de Chan, quien de la misma manera se encontraban frías, frías como la misma noche, frías, sí, pero se sentía vida en ellas y al tocarlas una corriente eléctrica les recorrió el cuerpo, era un toque inocente, pero se sintió tan bien que no sabía cómo actuar al respecto, ninguno de los dos. No se habló, en ningún momento se habló para nada, solo era un ambiente electrizante donde ambos se miraban a los ojos, raro, pues eran conscientes de sus actos, Seungmin era muy consciente de que Chan llevaba las manos de ambos a dirección de su boca. Seungmin se sintió sin aliento cuando las manos frías del chico acunaron las suyas, poniéndolas en forma de capullo, envolviendo sus manos con las de él, sus manos median casi lo mismo, aunque las manos de Chan se sentían más duras, las venas se remarcaban más y se notaba el trabajo en ella, Las de Seungmin eran más elegantes, delgadas y estéticas.
Nunca dejaron de mirarse a los ojos, quizá eso fue clave para que la magia comenzará, Chan llevo las manos a su boca, y con su aliento caliente, apenas rozando su propia piel, comenzó a soplar un aire caliente que le provocó cosquillas al chico castaño, no sabía cómo reaccionar, que hacer o cómo dejar de sentir lo que sea que su pecho comenzara a abordar, no sabía, pero la mirada de Chan, tan intensa, tan imponente, tan real, tan mágica, le hacía sentir cosas que alguna vez había sentido antes, pero de manera diferente.
Paso saliva nervioso, perdiendo la cordura con nada, comiéndose la cabeza de las sensaciones, se sentía flotar por nada, nada romántico, ni un beso, ni abrazo siquiera, era solo calor a sus manos, que llegó directo a su pecho, calentandole el corazón. Pero no dura para siempre, el primero en apartar la vista, sin duda, fue Seungmin, estaba nervioso tanto que creía que Chan sentiría como temblaba, aparto la vista, intento desviarla en algo y fue cuando lo miró.
— ¿Habías visto ese lucero?— preguntó cautivado, Seungmin no era mucho de mirar al cielo, pues en la ciudad rara vez había estrellas, al parecer las luces artificiales ocultaban la belleza de la noche, pero entre su nerviosismo y lo cautivante que era verlo, no pudo apartar la vista.
— jamás en mi vida había visto algo tan brillante— dijo Chan, lo que Seungmin no reparó, es que Chan no miraba el cielo, lo estaba mirando a él, tan prendido en su belleza que ni miró dicho cuerpo celeste.
— ya tengo las manos calientes, muchas gracias Channie — susurró sin mirarlo, Chan supo que debía parar, así que soltó suavemente las manos del chico, tentado de darle un casto beso en ellas, pero declinando el suceso al instante, no debía pensarlo siquiera.
—las mías igual— murmuró, el ambiente en el carro se sentía diferente, más íntimo, distinto. Se aclaró la garganta— bueno, vámonos.
Seungmin seguía mirando las estrellas, cautivado, y Chan cautivado con la bello que Seungmin lucía con su enfoque al cielo, fue que sintió el corazón vibrando en el pecho. Fue la primera noche en que realmente envidio a alguien, envidio al idiota de YungBin, lo envidio con fuerza, con coraje, porque era un estúpido que realmente no sabía lo que tenía, lo envidio, por lo mismo que existe la envidia, lo envidio porque él nunca podría tenerlo así.
Conformarse con solo mirar era una mierda, Chan sabía que él podría tratarlo mejor, ser mejor, darle todo, Chan sabía que nunca, nunca, nunca lo trataría como el idiota de YungBin lo hacía, Seungmin merecía ser tratado con delicadeza, con paciencia, con plenitud, Seungmin merecía todo, todo, todo, tiempo, fuerza, espacio, amor, todo.
Chan soltó un suspiro ruidoso, giró la vista al cristal esperando que Seungmin arrancará el auto.
— ¿Y si nos queados un rato más?— se escuchó la voz de Seungmin en el silencio que los habitaba.
—¿Eh?—Chan no entendía.
— quedemonos un rato más.— pido el chico, aún sin mirarlo.
— pero ya es tarde y...— Seungmin giró la vista al chico, los ojos le brillaban con emoción, le brillaban bonito, como cuando lo conoció, bonito, bonito hasta dejarlo sin aliento, bonito, bonito como ese lucero, bonito como solo el podía serlo.— ¿Has dormido alguna vez en un auto?
Chan sabía que era incómodo, que amanecería con una contractura, que probablemente no podría dormir ni un poco, que no era siquiera recomendable.
—no, nunca— Seungmin sabía que estaba pidiendo una estupidez, pero quería mirar el cielo un poco más, sentir a Chan un poco más, quedarse así un poco más, ya mañana tomaría represalias del daño, se castigaría por disfrutar de este pedacito de paraíso, pero esa noche, Seungmin quería quedarse un rato más, un poquito más, solo un poquito.
— entonces bienvenido, Min. Espero y sea una buena primera vez— Chan le sonrió, a sabiendas de que el la pasaría terrible— reclina el asiento, así será más cómodo, Minnie.
Seungmin miró las estrellas un rato más, luego, giró a ver a Chan, Chan quien lucía tan calmado, Chan quien dormía ya, luego de llevar semanas de descanso, Chan, no sabía que sentir al respecto, actuó por inercia, sonrió al verlo dormir, saco el celular y le tomó unas fotos, así dormido lucía divino, verlo así era un placer. Estiró la mano, levemente paso los dedos por el cabello de Channie, se sentía sedoso, no le pintaba los dedos de azul, ese toque se sintió paz, realmente verlo era paz.
Chan se movió al sentir el toque y Seungmin retiro la mano, lo miró de lejos y luego, el sueño le ganó, mirándolo a él dormir.
Seungmin lo dejo en casa, siendo esa la primera vez que el chico conducía por el barrio donde Chan habitaba, no le invito a pasar, el tiempo estaba contado, pero luego el castaño le mando un mensaje asegurando que estaba en su casa, alistandose para el trabajo y luego lo miró en la tarde en el café donde fue un día algo tranquilo, solo algo tranquilo, le cantaron feliz cumpleaños antes de cerrar y Changbin le invito una salida que tenían tiempo sin hacer, claro, fue para preguntar qué tal la cita y el porque no llego a casa, Chan dijo que no paso nada de lo que la cabecita de Changbin se inventaba y era verdad, aunque decir que no sucedió nada era mentira, pues esa noche, esa misma noche, las estrellas estaban a su favor, quizá luego de ese momento, todo iría mejor, lo supo cuando sus padres le marcaron por teléfono, el mejor regalo de cumpleaños para Chan fue saber que había un donante para su padre.
Su tercer mejor regalo fue cuando al intentar entregar una tarea, abrió el correo para mandarla y entonces vió ese Gmail con el nombre de J One en el. Seungmin le había entregado el sueño que siempre había deseado. Pues en aquel correo, que para sus nervios llegó muy pronto y su ansiedad le dijo que lo que rápido viene rápido se va, le decían que, al cantante coreano al cual tanto admiraba, había leído su letra y quería verlo en cierta dirección.
Chan estaba en el cielo.
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QUE BONITO ES VER A MI CHAN FELII
jajaja, espero les haya gustado, a mi me encantó este capítulo. Jiji
Les tqm, bai.🩷
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