Cap 9.
Tw: mucho texto.jpg y es un chingo de lore (?
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¿Cómo habían terminado así? La cabeza de Roier daba mil vueltas mientras trataba con todo su ser de no moverse ni un milímetro.
Repasemos los hechos una vez más: El elenco del mago de Oz versión pirata entró por una puerta mágica en el café que le heredó su abuelo. Casi lo mata una agencia del gobierno por jugarle al vergas. Un humano que no sabía que no era humano entró a su café justo el día que se suponía que nadie podría entrar. Y ahora iba rumbo al cuartel general de la misma organización que hace un par de meses por poco y los mata.
Y no, no era ninguna película. Era la maldita realidad.
Bueno, pensó el castaño ladeando un poco la cabeza. Podía tolerarlo, obvio fue un chingo por procesar, pero hasta dentro de lo que cabe, estaba bien con aquello.
Con lo que no estaba para nada bien era con la situación actual.
Bastante preocupado porque sus amigos no-humanos hicieran alguna tontería en el transporte público, Cellbit no les permitió viajar en tren hacia La Federación, y en su lugar los convenció (obligó) a ir todos en su coche.
Cellbit iba, por supuesto, conduciendo.
Juan chasqueó los dedos y se colocó de copiloto y no hubo poder humano ni no-humano que lo moviera de ahí.
Mariana, poco a poco aceptando que no podía darle más vueltas al asunto, no los acompañó y desapareció tras la puerta de "Solo personal autorizado" alegando que tenía que reportarle sobre esto a la reina de Pion después de todo.
Aldo pues era el invitado y originalmente iba de copiloto, pero tras el numerito de Juan aceptó ir atrás. Cellbit insistió que se sentara junto a la puerta para que no sintiera que lo estaban secuestrando. Y sí, eso parecía, pero al menos Aldo parecía emocionado con toda esta aventura)
Missa... pues era Missa. Pidió con ojos brillantes si podía ir junto a la ventana para ver el paisaje. Nadie tuvo el corazón para decirle que no.
Pinche Missa, pensó Roier, siempre el consentido.
Y eso los dejaba a él y a Spreen--
Una vuelta pronunciada sacó a Roier de sus pensamientos, sin tener de donde agarrarse, se aferró a sus propias rodillas, aunque pronto sintió dos fuertes manos en sus caderas.
—Ups —Cellbit lo miró por el retrovisor y pudo jurar que escuchó a Juan contener una risa—, lo siento.
Y esas manos seguían aferradas a su cadera...
—¡¿PUEDES SOLTARME YA POR FAVOR?! —miró sobre su hombro a Spreen, rogándole al cielo que el calor que sintió de pronto en su cara no fuera visible.
Las manos de Spreen lo soltaron como si quemara.
—¡¿ASI AGRADECES QUE TE SALVE DE CAERTE, PELOTUDO?! —Spreen le contestó mirándolo con, podría apostar, furia detrás de sus gafas de sol, sus mejillas rojas por la ira, seguramente.
Sí. Eso los dejaba a él y a Spreen. Apretados entre Missa y Aldo. Él sentado sobre las piernas del híbrido. Solo de pensarlo era terriblemente incómodo.
Y ahora, gracias al estúpido de Cellbit, esa última vuelta hizo que ahora no estuviera cómodo.
...y no, no quería decir que antes ya estaba cómodo.
Movió un poco sus piernas para tratar de acomodarse mejor.
Spreen, detrás suyo, se inclinó hacia adelante y gruñó en su oreja para que solo él pudiera escucharlo.
—¿Podés dejar de moverte tanto?
—Perdón wey, solo necesito--
En su movimiento, su codo impactó contra el abdomen del pelinegro, ganándose un nuevo gruñido, esta vez más amenazante, de su parte.
—Deja. De. Moverte.
—¡Espérate! Es que no estoy--
Jadeando cansado, Spreen colocó de nuevo sus manos sobre sus caderas, apretando con fuerza por apenas un segundo mientras lo levantaba y acomodaba justo en la misma posición en que estaba antes de aquella vuelta.
Retiró sus manos tan rápido como las había puesto antes de alejarse y recargarse de nuevo sobre el asiento y girar su rostro a un lado, encontrando los coches que Missa miraba pasar a su lado de pronto demasiado interesantes.
—Ya estas —le contestó. No era pregunta, era una afirmación, y al mismo tiempo una advertencia de que no escucharía nada más al respecto.
Y Roier estaba bien con eso. No quería volver a saber de esto en todo lo que le quedaba de vida. Todo era más fácil y un millón de veces menos incómodo cuando creía que Spreen lo odiaba.
—Llegamos.
Tras lo que parecieron horas, o segundos, la verdad no estaba del todo seguro, la voz de Cellbit y el coche deteniéndose confirmó que habían arribado a su destino. Missa y Aldo abrieron sus puertas al mismo tiempo, saliendo por cada lado, y Roier encontró la manera de retirarse del regazo de Spreen de un épico salto, evitando lo más posible el contacto adicional.
Salía por la puerta derecha cuando escuchó al híbrido, quien salía por la puerta izquierda, murmurar entre dientes.
—La próxima vez yo voy arriba.
"No habrá próxima vez", juró Roier en su mente mientras giraba los ojos.
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Roier esperaba encontrarse con una organización clandestina, oculta del ojo público, quizás dentro de una montaña como la Baticueva o algo así, con cientos de trampas y peligros para poder entrar.
Pero, por el contrario, frente a él se erigía orgullosa una gran torre con un letrero gigante en la punta que decía "La Federación", más fiel a los Avengers.
Y la verdad prefería mil veces Marvel sobre DC Comics, pero seguía siendo algo extraño lo llamativo que era.
La Federación constaba de esa torre y varios edificios aledaños, todos alrededor de una pequeña cúpula, la misma que ya había visto en el bolígrafo del agente.
Juan pareció notar su sorpresa y se acercó a él.
—El mejor escondite es el que está a simple vista —le dijo cruzándose de brazos y sonriendo—. Lo último que pensarías es que, tras estas puertas, además de simple y aburrido trabajo de oficina, se investiga sobre otras dimensiones, ¿verdad?
Roier sonrío. Quizás eso es lo que le faltó a su trabajo anterior para mantenerlo entretenido y pleno: Un secreto tan genial y fuera de lo cotidiano cómo lo eran sus días ahora en Karmaland.
Liderados por Cellbit, todos comenzaron a andar hacia una de las puertas principales. Roier miró por su hombro a Aldo, quien parecía comenzar a tener segundos pensamientos al respecto.
—¿Todo bien? —se acercó al de gafas sonriendo.
Aldo lo miró arqueando una ceja —No van a abrirme para diseccionarme o algo así... ¿verdad?
—Claro que no, menso —lo tomó por la muñeca y comenzó a caminar con él— Si, se ven medio pendejos, pero te prometo que son buenos. Vamos.
Algo en su comportamiento logró relajar visiblemente a Aldo, y junto a Roier apretaron el paso para darle alcance al resto.
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El interior del complejo de edificios de La Federación era blanco casi en su totalidad, sencillo, elegante y bastante limpio. Lleno de gente yendo y viniendo y varios teléfonos sonando a lo lejos en las oficinas cercanas.
Roier se sorprendió de ver el trato que recibía Cellbit, pues a pesar de ser un tipo normal, y se atrevía a decir que algo cómico, en el café, parecía ser algo así como un tipo importante aquí. Pasaron por varios filtros y puertas dónde apenas con mostrar sus credenciales, o a veces incluso solamente con su rostro, le daban acceso.
Conforme bajaban pisos a lo que seguramente era bajo tierra, la gente que veían por los pasillos iba disminuyendo, Roier logró ver un pequeño cartel indicando que salían de áreas generales y llegaban al Departamento de Asuntos Paranormales.
Pronto dejaron atrás las aburridas instalaciones y comunes oficinistas para dar paso a agentes en traje y personal con batas de científicos. A su lado, Aldo murmuraba cosas como "qué chingón" y "no mames, que increíble", todo era nuevo para ellos, pensó Roier. Pero Juan y el resto no parecían para nada impresionados. Quizás hasta acostumbrados.
Aceleró un poco el paso para acercarse a Missa, con Aldo pisándole los talones.
—¿Ya habían estado aquí antes? —preguntó en voz baja.
—Un par de veces —respondió el esqueleto con una ligera sonrisa—, no hay mucho que hacer por aquí, pero a veces Maximus se pone algo pesado con Cellbit y no le queda de otra que traernos para verlo.
¿Maximus? Sentía que ya había escuchado ese nombre antes pero ahora no podía recordarlo, ¿quién sería?
El pequeño grupo se detuvo frente a una puerta, Cellbit colocó su mano sobre el picaporte.
—¡Hasta que llegas, Cellbit! ¡¿Cuánto más tenías pensado hacerme esperar?! ¡Un segundo de mi tiempo vale oro!
Se alcanzó a escuchar una voz del otro lado de la puerta y al mismo tiempo Cellbit, Juan y Spreen resoplar fastidiados.
Roier pestañeó un par de veces —¿Quién es ese?
—¡¿CÓMO?!
La puerta se abrió de golpe, dando paso a un hombre alto con bata, bigote, gafas oscuras y redondas, el cabello en largo recogido en un descuidado moño sobre su cabeza y una expresión de angustia total en su rostro, quién pronto encaró al agente.
—¡¿No me digas que no le has contado sobre mí?! ¡¿Tu mejor amigo y colega?! —se llevó una mano al rostro— Ni siquiera sé por quién siento más pena, por ti porque acabas de demostrar ser un pésimo amigo, o por la pobre alma en desgracia que no tiene el placer de conocerme aún.
Cellbit se cruzó de brazos.
—¿No fuiste tú quien dijo que solo valían la pena seres de otras dimensiones y que no le interesaba conocer a otro aburrido humano?
—¡Oye! —respondieron Aldo y Roier a unísono.
—Tu no, amigo —le murmuró Juan al de gafas—, ya te dijimos que no eres humano.
—Eso no aplica para un De Luque.
Ignorando el comentario del mayor, el extraño sujeto se dirigió esta vez al castaño, sonriendo con diversión.
—No hay que ser un genio para saber que el único humano que traerías cuando me llamaste sería nada más ni nada menos que el famosísimo Roier De Luque, ¿o me equivoco?
—Ya ni siquiera me sorprende —Roier rodó los ojos—, todo el mundo parece conocerme.
—¡Normal! Nunca vi a nadie plantarse frente a los altos mandos de La Federación como lo hizo Vegetta, tu abuelo fue y sigue siendo una leyenda por aquí. Lo que sí no es normal es que tú no sepas quien soy yo
El hombre hizo una pequeña reverencia antes de continuar.
—Soy Maximus, el apellido no es relevante ya que yo crearé una nueva era. Aunque prefiero ser llamado Agente Maxo. Tiene más impacto. Soy el líder de investigación de otras dimensiones y no-humanos de La Federación y el segundo más importante aquí.
Tomando a Roier desprevenido, Maximus lo tomó del brazo y arrastró junto con él hasta el interior de lo que parecía ser su laboratorio. Cellbit y el resto le siguieron el paso.
La habitación era espaciosa, rodeada de estanterías con cientos de libros y carpetas, una pequeña cama desordenada y varios papeles con el sello de "Confidencial" esparcidos despreocupadamente alrededor.
—Roier, eres realmente afortunado —empezó Maximus apenas conteniendo sus lágrimas—. No cualquiera tiene el honor de conocer al ser más importante de esta organización ¿Qué digo organización ¡De esta dimensión! ¡¿QUÉ DIGO DIMENSIÓN?! ¡DE TODAS LAS DIMENSIONES!
No se detuvieron hasta que estuvieron frente a un largo escritorio lleno de luces y varias pantallas alrededor. Roier miró a ambos lados, pensando que en cualquier momento alguien saldría por detrás del super computador frente a ellos.
—Roier —Maximus ahora si estaba llorando, lágrimas reales— Ella es SOFIA.
Silencio.
—¿Dónde--
—¡Claramente Roier quedó pasmado! ¡Míralo! ¡Si hasta perdió el habla! —Cellbit corrió hacia ellos, cubriendo la boca del castaño con su mano antes de que terminara de hablar.
—¡No puedo culparte, Roier! —el llanto de Maximus se incrementó— ¡SOFIA aún tiene ese efecto en mí!
El mayor aprovechó el quiebre emocional de Maxo para susurrar con rapidez en su oído.
—SOFIA es la computadora que está frente a ustedes, es una Inteligencia Artificial que Maxo creó hace años y no se bien que pasó, pero desarrolló una especie de lazo con ella, por tu propio bien, síguele la corriente.
Roier asintió asustado. Comenzaba a creer que Spreen y el resto eran más normales que la gente de La Federación.
"Escaneando habitación"
Una voz femenina llenó el lugar y en la pantalla más grande del computador apareció el rostro de una mujer joven y rubia de cabello corto.
"Sujetos 33, 27 y 326 detectados. No hay amenaza aparente"
"Sujeto 610 detectado. No hay suficiente información en la base de datos. Permiso para iniciar escaneo"
Maxo se cruzó de brazos con una sonrisa —Permiso concedi--
—¡Denegado! —Cellbit interrumpió sonriendo de lado— Gracias SOFIA, ¿puedes darnos un poco de privacidad?
La mujer en la pantalla asintió antes de desaparecer. Maximus miró con incredulidad al mayor.
—Creí que querías que investigáramos sobre 610--
—Aldo —esta vez fue Roier quien interrumpió al tal Maximus, caminando los pocos pasos que lo separaban de Aldo y el resto, colocó una mano sobre el hombro del de gafas en señal de apoyo.
—Claro, Aldo. Aldo el titán —corrigió Maximus, tras darle una palmadita a una de las pantallas de SOFIA y murmurarle un "ya vuelvo contigo, cielo"— ¿Hay algo en particular que necesites saber?
—Sí, verás amigo —empezó el de gafas con voz divertida—, es justo todo eso que hablan de yo siendo un "titán". La verdad es que no me lo creo.
Maximus, lejos de ofenderse, sonrió con superioridad.
—Pues "amigo", el que estés aquí ahora mismo demuestra que al menos un poco si lo crees, ¿o no? O quizás quieres creerlo.
Dejando al más bajo sin palabras, Maxo se dejó caer sobre una silla con ruedas, el impulso enviándolo hacía una de las estanterías de la habitación. Tras una rápida inspección visual tomó una carpeta de este y comenzó a hojearla mientras continuaba.
—No te culpo —sonrió con todos los dientes—. Los no-humanos son fascinantes. No me canso de investigar y saber más y más... ojalá ser yo uno de ellos...
—Das más miedo que uno, eso es seguro —murmuró Spreen aburrido, sentado a sus anchas en uno de los sillones.
Juan, entretenido hojeando algunos reportes, resopló divertido —Al fin algo en lo que estamos de acuerdo...
—Yo creo que lo que Maxo quiere decir —empezó Missa con voz tranquila—, es que tal vez empezamos con el pie izquierdo. Antes de pensar en que es una locura y todo eso, deberías comenzar por saber mejor tu origen. Creo que por eso Cellbit nos trajo aquí.
—¡Exacto! —Maximus señaló con alegría al esqueleto, levantándose de la silla y caminando hacia ellos de nuevo— Por eso eres mi favorito, Missa, siempre tan perspicaz. SOFIA--
—Nada de escaneos —interrumpió Cellbit apenas la imagen de la misma chica de antes aparecía en pantalla.
Maximus suspiró, comenzando a teclear algo en la computadora.
—Aunque no hay nada que quisiera más en estos momentos que escanear y registrar todo sobre nuestro nuevo amigo, tendremos que empezar por abrir su mente.
Y tras teclear una complicada serie de letras y números, que aparecieron en la pantalla como asteriscos para ocultar el contenido, terminó con una exagerada pulsación en el botón de Enter.
—Muéstranos Pion.
SOFIA asintió ligeramente antes de desaparecer de la pantalla, y apenas unos segundos después, esta comenzó a llenarse de ilustraciones...
"Es un lugar donde vivimos en armonía con la naturaleza, lleno de vegetación y de estructuras construidas en árboles y barrancos, grandes cascadas y flores..."
Roier perdió el aliento al ver las imágenes en pantalla. No le hacían justicia a todo lo que él mismo imaginó cuando Mariana le contó sobre Pion.
La primera era una fotografía tomada desde un claro. Árboles gruesos, con cortezas rugosas que aparentaban llevar ahí siglos, se elevaban hasta el cielo, tan arriba que sus copas parecían tocar las nubes. Fresco musgo cubriendo las raíces de los árboles y perdiéndose entre el verdor de la hierba, tan fresca y suave que casi podía sentirla bajo sus pies.
Lo siguiente fue un video. Empezando con el característico sonido de agua cayendo. Cascadas enormes que descendían desde acantilados, ocultos entre la vegetación, creando pequeños arroyos cristalinos serpenteando a través del bosque.
Otra fotografía, flores de todos los colores y tamaños creciendo en cualquier pequeño parche de hierba que encontraba. Desde las más pequeñas y delicadas, hasta las enormes y exóticas. Sabía que era imposible, pero en su subconsciente casi podía olerlas.
Era hermoso. Increíble. Era...
—Pareces sorprendido.
Roier apartó la mirada de la pantalla para girarse hacía Maximus, quien a su vez miraba con diversión a Aldo.
—Aunque no diría el tipo de sorpresa que Roier —continuó el mayor—. A Roier se le ve sorprendido por la belleza del lugar, o lo mágico quizás, pero tú--
Acercándose a Aldo, quien seguía sin apartar la mirada de la pantalla, habló en voz baja.
—Déjame adivinar... ya has visto esto antes, ¿no? Tal vez en sueños recurrentes de algo que tu subconsciente recuerda...
Aldo se giró rápidamente y antes de que Roier pudiera reaccionar, fue atraído por Missa en un abrazo, una gran ala negra cubriéndolos a ambos, por encima de la cual logró ver el resto de la escena.
Un pequeño resplandor verde apareció frente a Maximus, cubriendo la parte delantera de su cuerpo mientras recibía un inocente manotazo por parte de Aldo que, si bien fue amortiguado por la magia de Juan y no lo mandó volando por los aires como a Mariana, si fue suficiente para sacarle el aire.
—Gracias, amigo —Maxo, aun recuperándose del impacto, miró de reojo al hechicero— ¿Alguna razón por la que no evitaste el golpe por completo?
—Creí que necesitabas un escarmiento por todo lo que molestas —contestó Juan, rodando los ojos.
—¡P-PERDON! —exclamó Aldo con voz angustiada— ¡NO FUE--
—¿Intencional? —habiendo recuperado el aire, Maximus respondió con calma— Descuida, lo sé. SOFIA es muy inteligente, hubiera detectado cualquier intención de hacer daño y antes de que me hubieras tocado te hubiera reducido a cenizas con un potente rayo láser.
Era... bueno saberlo, pensó Roier mientras era soltado lentamente por Missa.
Ver a Maximus relativamente bien logró relajar al menos un poco a Aldo, quien llevándose las manos a la cabeza comenzó a hablar en voz alta.
—Esa ala... ¿fue real? ¿Y eso verde en verdad era magia? ¿Q-qué clase de seres son? ¿De verdad piensan que soy como ustedes? Entonces... ¿Mariana también tenía razón? ¿Y cómo conseguiste esas imágenes? Yo--
—¿Te quedan dudas todavía sobre quién eres y el alcance de tu poder?
La voz grave de Maximus logró callar por completo a Aldo, quien se giró a mirarlo con ojos abiertos en sorpresa mientras el mayor continuaba
—Aldo. Eres un titán. Harías bien en empezar a aceptarlo, antes de que ocurra algo de lo que puedas arrepentirte en verdad.
El de gafas frunció el ceño —¿A qué te refieres?
Maxo ajustó sus gafas, las cuales atraparon un reflejo de luz, cambiando la atmosfera casual a una bastante más seria.
—Arrojaste por los aires a un titán —miró a Cellbit por el rabillo del ojo para confirmar esta información—. Uno que ha pasado su vida entera entrenando en su dimensión. Y lo hiciste solo con un sencillo empujón de una mano. Lo que hiciste hace un minuto fue suficiente para matarme, y aun con la magia de Juan lograste traspasar un poco. Eso demuestra que no solo eres un titán, si no también uno bastante fuerte. Encima no sabes transformarte a tu forma verdadera, por lo que todo tu poder está siendo contenido en una pequeña forma humana. Sin el cuidado necesario, en pocos años cualquier movimiento que hagas puede ser letal.
Cellbit suspiró. Conocía a Maximus de años atrás y sabía que su manera de abordar la situación sería bastante directa. Al principio tuvo sus dudas, pero viendo que tan lejos había llegado el poder de Aldo, quizás era la mejor forma de hacerlo.
Y el científico no era un desalmado. Al ver a Aldo cabizbajo y confundido, se acercó hacía él sin temor, colocando una mano sobre su hombro antes de continuar.
—Entiendo que es duro... pensar sobre titanes, otras dimensiones, lo que deberías o no creer. Pero pareces un chico listo, y sé que dentro de ti sabes que si no empiezas a hacerte a la idea, la próxima vez puedes lastimar a un ser querido... o a alguien inocente...
Y terminó señalando a Roier, quien aún trataba de comprender por completo la situación.
Aldo tragó duro tomando una decisión.
—SOFIA... ¿cierto? —habló a la gran computadora a sus espaldas— ¿Puedes hacer ese escaneo del que hablaban antes?
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El cielo estaba ya oscuro cuando salieron de las instalaciones de La Federación. En silencio el grupo, aun liderado por Cellbit, caminaban en el ahora vacío estacionamiento hacía el coche del mayor.
Aldo arrastraba los pies junto a Roier, muy seguramente, pensó el castaño, aun absorbiendo todo lo que había aprendido de sí mismo apenas horas atrás.
Resulta que el escaneo de SOFIA no era para tanto, de hecho, terminó en menos de un parpadeo. Trayendo consigo cada momento en que los poderes de Aldo se manifestaron a lo largo de su vida.
Lo que si llevó tiempo fue la pequeña cátedra de historia de los titanes, las dudas que Aldo tenía sobre lo que podría hacer, explicar sobre el tema de los portales y los agujeros de gusano. Fueron horas y aún quedaban muchos huecos, pero era un importante avance, al menos por ahora.
Y aunque fue revelador y algo aterrador en partes iguales, la experiencia finalizó con una dura, pero evidente verdad dicha por Maximus justo antes de despedirse:
"Tu cuerpo es el de un titán, pero tu alma es la de un humano. ¿Cuál elegirás?"
La pregunta había logrado afectar visiblemente a Aldo, quien desde ese momento no había vuelto a hablar, sumido en sus pensamientos.
Roier lanzó un suspiro preocupado, no alcanzaba a imaginar por lo que el chico debía estar pasando, ¿cómo podría ayudarlo a relajarse al menos un poco?
—No te hagas un quilombo ahora.
Sorprendentemente Spreen fue el primero en dirigirse al "nuevo" titán, palmeando su espalda un par de veces mientras continuaba.
—Tanta información en un solo día es una banda, cualquiera se volvería loco —miró con sus ojos negros al castaño—, solo mirá a Roier. Si claro, ahora que Missa extendió sus alas ni se inmutaba, pero el boludo hasta se desmayó cuando me vio transformarme.
El aludido contestó, ofendido.
—¿Apoco sí? ¿Y tú cómo chingados reaccionarías si así de la nada un tipo con orejas de oso se transforma en una bola de fuego frente a tus ojos? ¿Eh?
La respuesta de Spreen fue inmediata. Sonrió mostrando adorables e igualmente amenazantes caninos.
—Lo hago pija.
—Pija te debí hacer cuando tuve la oportunidad.
La sonrisa de Spreen se ensanchó.
—¿Con el zapato?
—Sí, Spreen, con el zapato —le contestó irónicamente.
—Valiente pero pelotudo, es una combinación peligrosa, ¿eh Roier? Tenés suerte que estoy de tu lado.
—Uy si —Roier rodó los ojos—, qué suerte ser amigo de Spreen: oso poderoso, piromaníaco y amante del peligro--
—Y del filete.
—Sí, sí, y del filete...
El más ligero resoplido divertido por parte de Aldo desplazó por completo la molestia de Roier, quién solo tuvo que mirar de reojo al pelinegro sonreírle de lado para entender que aquello era solo un intento por animar al de gafas.
Le contestó con una pequeña sonrisa y un "gracias capo" en un susurro. Los tres ajenos al hecho de que Cellbit los miraba sobre su hombro.
"No encontrarás a nadie más amable que Spreen en ninguna dimensión, te lo garantizo"
La suave voz de Vegetta llegó a sus oídos como un suspiro, haciendo que el agente sonriera divertido. Cellbit tenía demasiados motivos para pensar que aquello fue un mal juicio o una broma del señor De Luque. Pero muy a su manera, el híbrido realmente había demostrado tener una amabilidad nata de la que, podría apostar, ni siquiera él mismo era consciente.
Y aunque su torpe agresividad y mal temperamento seguían saliendo a relucir la mayoría de las veces, estas últimas semanas había mejorado bastante. No había que ser un genio para suponer que cierto castaño podría estar influyendo en eso.
Negó con su cabeza mientras ocultaba una sonrisa. Cuando Vegetta describió a Spreen como "amable" pensó que estaba loco, pero quizás realmente era tan sabio como Missa solía decir...
—Bien... —Cellbit metió la mano en el bolsillo de su saco, extrayendo las llaves de su coche y girándolas con destreza un par de veces en su mano— ¿Listos para volver?
La sonrisa cómplice que compartían Spreen y Roier tras el silencioso plan de "animar a Aldo" desapareció en una fracción de segundo al escuchar aquello. Cruzaron miradas tan intensas que casi parecían salir chispas de ellas.
Mientras ambos tomaban aire para empezar lo que seguramente sería una larga discusión sobre quien cargaría a quien en el camino de vuelta, Juan alzó la voz, resoplando cansado.
—¿En tu coche? —rodó los ojos— Que hueva. Veamos Aldo, ya aceptaste que no somos humanos y eso, ¿cierto? Entonces no pasa nada si hago esto ahora. En compensación, te cedo mi lugar de copiloto ¿sí? Genial. Los veo allá.
Y tras chasquear los dedos, desapareció.
Roier y Spreen se quedaron varios segundos de pie, alternando la mirada entre ellos mismos y el lugar donde Juan había desaparecido. Parecía imposible, pero resulta que solo de pensar ir sentados uno al lado del otro en el viaje de regreso era más incómodo ahora...
Mientras Cellbit y Aldo subían a la parte delantera del coche, Missa se acercó tímidamente al par.
—Chicos —empezó jugando con sus dedos— ¿Les molesta si ahora yo voy en el centro? Es que me di cuenta de que los viajes en coche me marean.
Y claro que ninguno de los dos se negó.
Bendito Missa, pensaron Roier y Spreen, siempre el consentido.
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—Ya era hora.
Spreen le lanzó una mirada asesina a Juan quien, relajado sobre uno de los sillones de Karmaland, saboreaba un trozo de pastel de frutas.
No había ni un alma en las calles cuando Cellbit aparcó fuera del café. Entre el viaje de ida y vuelta, y las horas adicionales que pasaron en el laboratorio con Maximus, el reloj ya marcaba pasada la 1 AM. Definitivamente no eran horas decentes, pero tras un día de tantas emociones y descubrimientos incluso parecía que no alcanzaba el tiempo.
—¿Y no era más fácil si Juan nos teletransportaba a todos? —preguntó inocentemente Roier.
Juan de pronto se llenó la boca con pastel.
—Sí Juan, decinos... ¿no era más fácil? ¿Por qué no lo hacías y ya? ¡Ah! Me olvidaba —canturreó Spreen con una sonrisa sarcástica— El mago de mierda solo puede teletransportarse a sí mismo, ¿verdad?
—¡PUEDO TELETRANSPORTAR A QUIEN YO QUIERA, IMBECIL! ...pero solo uno a la vez, y tengo que estar a su lado y así...
...
Cellbit arqueó una ceja, divertido —¿Y preferiste teletransportarte a ti en lugar de a, no sé, Missa?
—Qué cruel eres, Juan —bromeó Missa, fingiendo estar llorando.
Entre los falsos sollozos de Missa, las risas de Cellbit y un "hiciste llorar a Missa, sos hombre muerto" de parte de Spreen, Roier buscó con la mirada a Aldo.
Lo encontró sentado en silencio en la barra, con rostro pensativo. Se acercó lentamente con una sonrisa cálida.
—¿Quieres beber algo? —preguntó en voz baja mientras se escabullía tras la barra, encendiendo la cafetera
— ...
— Claro que sí —continuó el castaño—, ni te acabaste el café de la otra vez, ¿te lo preparo igual?
— ...
—Verga, a ver si me acuerdo... eran dos de azúcar, ¿no?
Y Aldo, finalmente, respondió.
—¿No tienes miedo?
Miedo.
La palabra resonó en los oídos de Spreen, quien cuidando no llamar la atención, dejó de poner atención a Juan y el resto para enfocarse en la conversación de Roier y Aldo al otro lado del café.
—¿Eh? —contestó Roier, claramente confundido.
—De Cellbit lo entiendo, agente del gobierno y toda la cosa, pero tú eres normal... Estar aquí, rodeado de seres de otras dimensiones... tan... diferentes a ti, ellos, y yo... ¿no te asusta? Somos una abominación--
"Una completa abominación..."
— --¿y si lo que dijo Maximus es verdad y termino matando a alguien?
"¿Sabes a cuantos debió haber matado ya?"
— --¿y si después de hacerlo ni siquiera siento remordimiento?
"Es un desalmado, sin corazón..."
La visión de Spreen se empezaba a oscurecer, las voces de todos y el ruido de la cafetera iban atenuándose poco a poco para dar paso a los, odiaba admitirlo, familiares murmullos a sus espaldas.
"Nadie más que tú puede definir quién eres"
Recordando las palabras de Vegetta, Spreen tomó aire y cerró los ojos, luchando con callar a sus demonios internos para no dejar ver que se reflejara en su mirada. No podía mostrarlo.
No frente a Missa y el resto después de estos años de conocerlos.
"Es tan egoísta..."
No frente a Aldo quien recién acababa de descubrir su verdadero origen.
"Es un despiadado..."
No frente a Roier...
Apretó los dientes y puños. Definitivamente no frente a Roier.
"𝘌🆁𝘦🅢 𝘂🅝 𝓶𝕠𝚗𝒔𝓽--"
—No eres un monstruo.
La voz del castaño, apenas en un susurro, pero cargada de sentimiento y acompañada del suave sonido de una taza tocando la barra, lo regresó al presente. Spreen abrió los ojos, Missa lo miraba ligeramente preocupado, pero fuera de eso parecía que nadie había notado su reciente batalla mental.
Negó un par de veces con la cabeza para tranquilizar al esqueleto mientras soltaba el aire que estaba sosteniendo. Esta vez no se molestó por ser discreto, miró sobre su hombro hacia Aldo, quien miraba al castaño con ojos bien abiertos en sorpresa, y a Roier, por supuesto, sonriendo como siempre.
"No te lo dijo a vos" susurró una vocecita burlona en su cabeza. Spreen la calló mentalmente.
Claro que no se lo decía a él, pero eso no significaba que no le hubiera ayudado igual.
—Y respondiendo tu pregunta —continuó Roier, acercando la taza de café latte hacia Aldo—, toma por ejemplo el café.
Aldo bajó la mirada a la barra para ver un par de tazas, Roier con cuidado llevó la propia a su boca, bebiendo un sorbo.
—Tú prefieres latte con leche y poca azúcar, Juan y Cellbit beben americano, Missa adora el café helado, Mariana prefiere el capuchino y Spreen lo acompaña con filete —resopló divertido ante lo último antes de mirar su propia taza—, y si me preguntas a mí, ni siquiera puedo elegir.
Levantó la mirada para mirar al de gafas a los ojos.
—Somos un poco como el café, ¿no crees? Claro, todos tenemos nuestras pequeñas diferencias, pero eso no hace a ninguno más ni menos que el otro. Somos iguales. Pero incluso si aun así a veces sientes que no perteneces a algo, siempre puedes regresar aquí.
Le tomó algunos segundos, pero pronto Aldo se contagió de la sonrisa del castaño, tomando la taza que había colocado para él.
—Estás loco, ¿sabes? ¿Quién vergas compara humanos y no-humanos con café?...
Sus ojos se cristalizaron un poco, y ocultó su sonrisa acercando la taza a sus labios, el vapor del café empañando sus lentes para ocultar justo el momento que una pequeña lágrima salía de sus ojos.
—Gracias... amigo.
Spreen dejó de escuchar en ese momento. Su pecho se contrajo en una risa contenida mientras regresaba su atención a Juan y Cellbit, quienes, habiendo superado la pequeña broma de Missa llorando, ahora estaban pensativos sobre que hacer ahora que sabían todo sobre Aldo.
—Tal vez podamos pedirle a Mariana que se acerque más a él y le de algunos consejos —dijo Juan, rascando su barbilla—, tú sabes, por su experiencia como titán.
—No es mala idea. Lo importante es que se sienta aceptado —agregó Cellbit—, es mucho para procesar, y seguramente siente que no encaja o algo.
—Va a estar bien —habló Spreen encogiéndose de hombros—, parece del tipo listo, con que estemos al pendiente suyo y pueda seguir viniendo acá, creo que no pasará nada malo.
Juan y el resto lo miraron con sorpresa.
—Es raro que tu tengas algo que decir, Spreen, y aparte algo tan positivo —dijo entre risas el hechicero— ¿Va a estar bien? ¿Qué te hace pensar eso?
En respuesta, el híbrido hizo un movimiento con su cabeza, señalando la barra dónde Aldo y Roier platicaban y reían animadamente.
—¿Y será cierto lo que dijo Maximus? —preguntó Aldo, con un brillo en sus ojos— Eso de crecer así bien pinche gigante.
—Pues la neta no sé, Mariana dice que sí pero nunca lo he visto... pero por si las dudas por favor no lo intentes aquí —respondió Roier entre risas.
—Pinche Mariana. El menso decía que según se cree el One Punch Man, pero si somos titanes ¿no seríamos más como los de Attack on Titan? ¡Verga! Pero ahí los titanes son los malos... aunque bueno, ya conforme se acerca el final se descubre que--
—¡Hey! ¡Sin spoilers, pendejo!
Y estallaron en una carcajada.
—Creo que Spreen tiene razón —Missa sonrío mirando la bonita escena—, nos tiene a nosotros. Y tenemos suerte de que Mariana sea de su misma dimensión, él puede ayudarlo en el camino.
...
—¡Oye, si es cierto! —Juan frunció el ceño, su voz llamando la atención de todo el grupo quienes se giraron para mirarlo— ¿Dónde vergas está Mariana? ¡Se fue desde la tarde y nada que regresa!
Un ligero tintineo de la campanilla que indicaba la llegada de alguien hizo eco en el café. Inmediatamente todos giraron su rostro a la puerta principal.
Nada.
—Todo tengo que hacerlo yo.
Una pequeña voz, amortiguada por la puerta de "Solo personal autorizado", pero claramente femenina rompió el silencio del café.
—Verga —susurró Juan, golpeando su frente—, no mames que la trajo...
—Bueno, más fácil, ¿no? —agregó Missa con una pequeña sonrisa— Así la mantenemos al tanto y sirve que si Aldo tiene alguna duda le puede preguntar. Y no sé tú, pero yo hacía mucho que no la veía.
Roier quiso preguntar a que se referían cuando la puerta de debajo de la escalera se abrió lentamente, por la cual vio entrar a un bastante fastidiado Mariana--
Y a su lado a una chica rubia bajita de brazos cruzados.
Tan pronto estuvieron dentro del café, la chica escaneó el lugar con mirada dura.
—¿Neta para esto me trajiste, Mariana? —giró los ojos— Tres pesos...
—¡Es tu deber como reina! —Mariana le contestó con ira— ¡¿Y qué te quejas?! ¡En Pion nunca haces nada más que tus torneos y ponernos ese nombre todo estúpido! ¡Deja de hacerte pendeja y haz lo tuyo, con todo respeto!
El castaño se vio tentado a saltar sobre la barra y correr a defender a la chica tras la forma tan fea y grosera de hablarle del titán, pero se congeló en su sitio cuando de un rápido movimiento la rubia tomó al más alto del cuello de su playera, con nada más que el meñique, para, sin esfuerzo alguno, encorvarlo hasta su propia altura.
—Vuélveme a hablar así, a ver si muy valiente, ¿eh? Acuérdate que nomas con un pinche dedo te mando a chingar a toda tu madre...
Había un aura tan fuerte en el lugar que hasta Spreen, quien siempre parecía ignorar su entorno, miraba la escena con seriedad. Así que esta chica era la reina de Pion... Mariana no mentía cuando dijo "chaneque", era incluso mucho más bajita que el propio Roier y Aldo.
Mariana tragó saliva —P-perdóname por favor...
Y bueno, pensó Roier en silencio, tal vez sí que debía saltar la barra, pero el que parecía necesitar ayuda realmente era Mariana...
Sin soltar al más alto, la chica regresó su mirada a la habitación, mirándolos uno a uno.
Su mirada se suavizó y sonrió cálidamente al ver a Missa agitando su mano libre para saludarlo —Hey Missa, ¿todo bien? Hace mucho que no me visitas, ven pronto a Pion, ¿sí?
Pero su sonrisa se desvaneció y giró los ojos con desdén al ver a Spreen y Cellbit —Ah, también están los pendejos... bueno, no todo puede ser perfecto, ¿verdad?
Cellbit solamente carraspeó, apartando la mirada, y lo más sorprendente: Spreen ni siquiera se inmutó cuando la chica lo llamó "pendejo" Esta vez fue el turno de Roier de tragar saliva, ¿exactamente qué tan poderosa era la reina de Pion como para mantener al siempre imprudente Spreen a raya?
Y, por último, miró con lo que Roier humildemente calificaría como "instinto asesino" al hechicero —Sabes que te escuché, ¿verdad, Juan? ¿Algún problema con que esté acá?
—¡¿Y-Y-YO?! —tartamudeó ofendido— ¡PARA NADA! ¡ES UN HONOR QUE ESTES CON NOSOTROS, RI--
—Su majestad —interrumpió la chica con una sonrisa maliciosa.
—¡SU MAJESTAD! —acató al instante Juan, agregando una exagerada reverencia.
Spreen resopló y susurró inclinándose hacía el de gafas —Cagaste, pa.
La chica miró con aburrimiento al hechicero, quien aparentemente se debatía entre asesinar al híbrido o seguir en su reverencia toda pendeja, apartó la mirada para concentrarse esta vez en Roier y Aldo, ahora de pie, junto a la barra.
—Ya iremos con el titán, pero ¿quién es él? —preguntó curiosa, señalando a Roier— Es humano, ¿no?
No queriendo terminar como Mariana, aun atrapado en el agarre de la rubia, Roier pronto se enderezó y aclaró su garganta.
—S-sí, señora... ¡señorita! —corrigió rápidamente al ver a la chica arquear una ceja, su lengua dejando de funcionar correctamente por un segundo— Mi nombre es Doied--¡Roier! De Luque, propietario de este café, de Karmaland, mucho gusto.
Y terminó con una pequeña sonrisa y una ligera reverencia.
Uno, dos y tres segundos más tarde, la chica le sonrió de vuelta.
—Me agradas, Doied —imitó la chica, finalmente soltando a Mariana y caminando con seguridad hasta él para extender su mano en un amistoso saludo— Yo soy Diveds, o Rivers, como prefieras.
—¡Qué no te engañe, Roier! —gritó Mariana dramáticamente en el suelo, luchando por respirar— ¡Es una hija de la chingada! Un paso en falso y ¡PAM! Te mata a la verga.
—Ignora al mojón —Rivers rodó los ojos con una sonrisa divertida—, esta mensito, pero pues se le aprecia. Y en su defensa yo también lo molesto un buen. Así ha sido desde que somos niños.
Tras darle una ligera (dolió un vergo) palmada en la espalda, Rivers se giró para mirar esta vez a Aldo, cambiando su expresión relajada a una un poco más seria.
—Creo que ya es bastante obvio, pero igual me presento. Soy Rivers, reina de la dimensión de los titanes, Pion. Y tú debes ser el chico que con un empujón mandó volando a Mariana.
—Aldo... mucho gusto —respondió el aludido, sin romper el contacto visual con la rubia.
—Así que Aldo... —continuó Rivers, mirándolo de arriba a abajo— Mariana me habló de ti. Al parecer tuviste mala suerte y caíste en un agujero de gusano hasta aquí cuando eras un bebé.
—No lo llamaría mala suerte —respondió el de gafas, con seguridad en su voz—, tengo una buena vida aquí, familia, amigos y no me quejo.
—Es bueno saberlo —Rivers sonrió de lado un momento, antes de regresar a su expresión inicial—, sin embargo, en Pion o en cualquier dimensión, todos los titanes son mi responsabilidad.
Echó los hombros hacía atrás, preparándose para continuar.
—Supongo que entiendes lo que significa, ¿no? —continuó la rubia— Claro, sé que tu situación es complicada, pero confío en que eres lo suficientemente listo como para tomar una decisión.
—¿Decisión? —repitió el de gafas, temiendo lo peor.
Roier miraba la interacción con algo de preocupación. Ahora que su identidad fue revelada, y que la mismísima reina de su dimensión estaba aquí, ¿lo obligarían a irse a Pion?
Casi como si Rivers pudiera leer sus pensamientos, continuó en voz alta.
—Y dime, Aldo ¿Vas a seguir viviendo como un humano aquí, con tu familia, claro, pero siempre bajo el ojo de La Federación? ¿O vendrás a Pion, tu verdadero origen, para aprender más sobre ti mismo y ser lo que siempre has sido por dentro? —sentenció Rivers, cruzándose de brazos— Y piensa bien tu respuesta. De esto dependerá lo que pase de ahora en adelante.
Aldo sonrió divertido. Claro que esperaba esto.
Se tomó unos segundos para ordenar sus ideas, y comenzó en voz baja y mirando al suelo.
—Desde que puedo recordar, me he sentido diferente al resto. Primero pensé que por ser adoptado, pero conforme iba creciendo, supongo que me di cuenta de que era algo más. Algo que incluso no terminaba de entender.
Levantó ligeramente la mirada para encontrarse con Roier.
—Y aunque he tenido la suerte de tener una gran familia y conocer a gente realmente buena...
Desvió la mirada hacía Mariana y el resto de los no-humanos del otro lado de la habitación.
—Saber que también hay gente que es el mismo tipo de "diferente" que yo hace que quiera saber más aún. Y aunque solo han sido un par de días, eso fue suficiente para dejarme claro que no quiero dejar mi vida aquí... pero tampoco quiero seguir ignorando lo que soy. Tengo que ser fiel a mí mismo...
Y apretando los puños, desvío una última vez la mirada para conectar con la de Rivers . Los ojos miel de la rubia se ensancharon ligeramente al ver en la mirada de Aldo algo que muy pocos titanes tenían:
Convicción.
—Mi decisión es... —continuó Aldo, cruzándose él esta vez de brazos— ninguna de las que propones. No puedo elegir una vida sobre la otra. Así que tendrán que pensar en otra opción.
En el silencio del café, Rivers se tomó algunos segundos para estudiar la postura del contrario. Tras lo que se sintieron horas, inhaló profundamente antes de cambiar su expresión a una sonrisa de satisfacción.
—Respuesta correcta.
Todos en la habitación miraron a Rivers con sorpresa.
—Pero...
—Nuestra gente no solo es fuerte —continuó Rivers—, también tiene un gran corazón, y sobre todo somos leales. El que no elijas una o la otra demuestra que eres un verdadero titán. Y no mames, llevas aquí 22 años, ¿de verdad crees que soy tan insensible como para exigirte venir a nuestro mundo solo por qué sí? No es una decisión que puedas tomar de la noche a la mañana.
Y continuó, mirando hacia Cellbit.
—Y justo como dices, si no puedes elegir, entonces es mi deber como tu reina y el deber de La Federación asegurar que un caso tan especial como el tuyo sea tratado de la mejor manera.
Cellbit asintió. En efecto. Rivers debía velar por los titanes, y él, como representante de La Federación, por el bienestar de los humanos. Aldo era un poco de ambos, así que tendrían que llegar a un acuerdo.
—Los titanes pertenecen a Pion —empezó Cellbit—, casos especiales como el de Mariana son aceptados porque él sabe controlar su poder. Pero no es el caso de Aldo.
—Claro que pertenece a Pion, es un titán, pero no podemos ser crueles con el chico —contra atacó Rivers, mirando con fuerza al agente—, entiendo que ustedes tienen una misión por cumplir, pero no creo que obligarlo a dejar su vida aquí para volver a Pion sea lo correcto.
—Concuerdo, pero que se quede aquí también es una mala idea —respondió Cellbit—, ahora que La Federación tiene su información, va a estar en constante vigilancia, eso puede afectar su vida privada. Además, Maximus dijo que tenía un poder excepcional, debería estar entrenando antes de volverse una amenaza.
Ambos tenían buenos puntos, junto con Aldo el resto empezó a interceder, viendo ventajas y desventajas, posibles escenarios y que podría pasar de hacer una cosa o la otra.
Cellbit resopló cansado. Ya podía sentir sobre sus hombros las interminables reuniones diplomáticas que tendrían que hacer para resolver esto...
Entonces, en medio del caos, Roier alzó la voz:
—¿Y si se queda en Karmaland?
Todas las miradas se posaron sobre Roier, quien a pesar de haberse cohibido un poco al sentirse de pronto el centro de atención, continuó, dirigiéndose esta vez a Aldo.
—El abuelo construyó un piso arriba, Juan y los demás se quedan a veces... no hay habitaciones desocupadas, pero no creo que a Mariana le moleste compartir... —miró de reojo al titán para confirmar aquello, sonriendo con más seguridad al verlo asentir contento— Puedes mudarte aquí, así estarías en nuestra dimensión, pero podrías ir a Pion a través del portal las veces que Rivers considere necesarias para que puedas entrenar. Incluso Cellbit podría monitorearte mejor desde aquí y así mantienen a La Federación contenta. Funcionaría... ¿no?
Cellbit no daba crédito a lo que estaba escuchando. Quizás tantos años de ser fiel a las reglas y a lo que estaba o no correcto habían atrofiado un poco su sentido común, pero si lo pensaba bien, la propuesta de Roier era perfecta... ¿cómo era posible que un chico común y corriente lograra resolver un conflicto de dimensiones de una manera magistral dejando en ridículo cualquier plan que pudiera habérsele ocurrido a La Federación?
—Espera —Aldo habló esta vez, mirando con sorpresa al castaño—, Roier, no mames... nos conocemos de dos días, ¿en serio vas a dejar que un desconocido se quede aquí así nada más?
—Te sorprendería —Spreen respondió entre risas— El pelotudo nos dejó en el café la primera noche y se fue a un hotel.
Roier miró al híbrido con sorpresa —¿Quién?
—¿Quién qué?
—Te preguntó.
—Sos un--
—A mí me parece bien —habló esta vez Rivers—. Y si está con Mariana, mejor. Claro, puede ser un menso, bueno para nada y algo idiota.
—¡Hey--
—Pero va a estar aquí para apoyarte —continuó la rubia sin inmutarse, mirando alrededor—, junto con Missa, Doied y los idiotas... hasta puede que Juan ayude.
—Espera... —Juan miró con ojos entrecerrados a Rivers— ¿Quieres decir que para ti soy menos que un idiota?
—Hay que aclarar un par de cosas, pero creo que podemos llegar a un buen acuerdo —Cellbit sonrió satisfecho.
Lo que minutos atrás era una discusión, ahora era una alegre plática de que harían y cómo se organizarían ahora que Aldo viviera bajo el mismo techo. El temor a la incertidumbre que Aldo llevaba sintiendo dos días atrás finalmente comenzó a disiparse conforme Rivers hablaba y el resto del grupo lo miraba contento. La chica debió notar algo, pues se acercó el par de pasos que los separaban y palmeó amistosamente su espalda.
—Dime Aldo —empezó en voz tranquila y con una sonrisa cálida—, con gente tan chingona y que está dispuesta a ayudarte en el camino, ¿aun tienes miedo a lo que pueda pasar?
Aldo la miró un momento antes de sonreir.
—Supongo que no... pero hay algo que no puedo aceptar así nada más...
Y acercándose a un sorprendido Roier hasta quedar frente suyo, le dijo con una sonrisa.
—Se que acaban de abrir y todo eso, pero ¿necesitas ayuda en el café?
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Los días siguientes a la visita de Rivers en el café pasaron como agua entre los dedos. Y ahora, una semana después, y tras recordarle a cierto hechicero supremo que todavía tenía que retirar su escudo mágico, finalmente Karmaland estaba listo para abrir al público.
Roier miró su reflejo distorsionado en la brillante cafetera. Le sonrió tímidamente a su imagen, su cabello estaba mucho más controlado ahora que usaba su bandana. El discurso de Aldo sobre ser fiel a sí mismo lo inspiró lo suficiente como para decidir usarla después de todo.
Y tenía mucho sentido en realidad. Si en verdad quería hacer de Karmaland suyo y no vivir bajo la sombra de su abuelo, los comensales y sobre todo él mismo tenían que conocerlo y aceptarlo como quien realmente es.
No Roier De Luque, nieto de Vegetta De Luque. Sino Roier, dueño de Karmaland.
Miró a su izquierda, donde a través de los vitrales de la entrada podía ver ya formada una pequeña fila de comensales esperando afuera para la, ahora sí, reapertura del café. Un vistazo a su teléfono le confirmó que solo faltaban unos cuantos minutos para poder cambiar el letrero de "Cerrado" a "Abierto"
Todo estaba listo. O bueno, casi todo. Solo quedaba una cosa por hacer.
Reincorporándose miró esta vez a su derecha, donde Aldo con un delantal a juego y el resto de no-humanos estaban en fila de pie frente suyo observándolo fijamente.
—Bien, repasemos una última vez —empezó caminando de un lado a otro frente al resto— Repitan después de mi: No voy a hacer alboroto.
—No voy a hacer alboroto —repitieron en voz alta.
—No voy a incomodar a los clientes humanos.
Mariana rio bajito mientras todo el grupo repetía —No voy a incomodar a los clientes no humanos.
—No voy a abrir la puerta de "Solo personal autorizado" durante horas de servicio.
—No voy a abrir la puerta de "Solo personal autorizado" durante horas de servicio.
Roier enarcó una ceja hacía Juan —No voy a poner un escudo mágico sobre el café sin consultarlo con Roier
—En realidad es un hechizo de protección bastante poderoso que--
—Juan.
El aludido resopló —No voy a poner un escudo mágico sobre el café sin consultarlo con Roier...
Contento con la respuesta del de gafas, Roier terminó por colocarse frente a Spreen, quien a su vez desviaba la mirada.
—No voy a transformarme frente a nadie.
— ...
—¡Dilo! —reclamó el castaño, haciendo un puchero— ¡Dilo Spreen, maldita sea!
— ...
—No sé por qué te molestas en darle largas, Spreen —contestó Roier, cruzándose de brazos y buscando la mirada oscura del híbrido— Puedo estar aquí todo el día--
—De hecho —Aldo interrumpió desde el otro lado de la fila—, tenemos que abrir en tres minutos.
—Puedo estar aquí tres largos minutos —corrigió Roier sin pestañear.
— ...ie...
Roier sonrió —¿Disculpa?
Los ojos de Spreen se movieron ligeramente para encontrarse con los del castaño, tenues destellos de su original color amatista brillando tras negro profundo.
—No voy... a transformarme frente a nadie...
—¡Eso quería escuchar! —respondió contento el castaño, dando vuelta sobre sí mismo y encaminándose hacia la puerta principal— ¿Todos listos?
Cambiando el letrero a "Abierto", Roier abrió la puerta principal, sonriendo a la pequeña multitud ya afuera.
—¡Hola a todos! ¡Y bienvenidos a Karmaland!
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—¡Salud! —Roier alzó un tarro con cerveza en el aire— ¡Por qué el primer día de operación fue todo un éxito!
—¡Salud!
Mariana y Aldo respondieron a unísono, chocando sus propios tarros con los del castaño. Cortesía de Cellbit, quien había llegado apenas minutos antes de cerrar.
Cellbit y Juan rodaron los ojos divertidos, optando por una taza de café en lugar de cerveza, Missa reía junto al trío saboreando un trozo de pay de limón mientras Spreen se comía el resto.
Fiel al motivo de la celebración, su primer día abiertos al público fue todo un éxito. Tanto en ventas como en la ausencia de cosas paranormales por parte del pequeño grupo de no-humanos.
Tras un día atareado pero lleno de elogios y sonrisas, Roier finalmente colocó de nuevo el letrero de la puerta principal a "Cerrado" cuando Aldo sugirió la pequeña fiesta.
Sonrió ya comenzando a sentir el alcohol hacer efecto en él, parecía que cada día desde que llegó a Karmaland era motivo de celebración...
—Bueno —Mariana se puso en pie—, fue divertido y todo, pero tenemos que irnos.
—Es cierto —le siguió Aldo, estirándose un poco—, Rivers dijo que podíamos ir hoy también para seguir entrenando.
Una de las ventajas de trabajar y vivir en Karmaland, era que Aldo podía viajar a Pion algunas veces junto a Mariana. Y así había estado ocurriendo desde la visita de Rivers. Si Roier recordaba bien, esta debía ser su cuarta o quinta visita a la dimensión de los titanes.
Era genial, pensó el castaño, cómo a pesar de que al principio fue difícil de asimilar por el de gafas, ahora podía incluso viajar a su lugar de origen y explorar más sobre lo que era ser un titán.
Era como Hannah Montana. Realmente tenía lo mejor de ambos mundos.
Dejando sus bebidas sobre la mesa, el resto del grupo se levantó y caminaron entre risas hacía el portal oculto tras la puerta de "Solo personal autorizado" bajo las escaleras para despedir al par.
Una vez que estuvieron todos frente a la imponente puerta, Roier se acercó con cuidado cambiando el letrero de "Cerrado" a "Abierto"
—¿Seguro que estarás bien sin mí, Roier? —preguntó Aldo ligeramente preocupado, ya con la mano sobre la elegante manilla— No creo que regresemos hasta mañana por la noche, o pasado quizás.
—Tranquilo, estaremos bien —le respondió el castaño, colocando una mano sobre el hombro de Missa— Missa se ofreció a ayudarme si las cosas se ponían ocupadas por acá. Diviértete, Aldo.
—Oh, créeme que lo haré —respondió el aludido, golpeando amistosamente el hombro del más alto— Rivers dijo que no me limitara con mi poder, así que espero que estés preparado, Mariana.
—¡Hey! ¡No, mien! —renegó el de gafas— Ya mucho tenía entrenando con Rivers cuando éramos niños, y ahora que por fin me libré de ella vienes tu. Eso no está bien.
Y tras aquello, Aldo abrió la puerta. Entrando junto con Mariana en medio de discusiones amistosas. Sus voces se atenuaron poco a poco mientras desaparecían en la luz que emanaba del portal.
La puerta se cerró tras ellos, dejando el letrero en "Abierto" para cuando el par regresara.
—Y bueno —Juan rompió el silencio— ¿Aun queda pay de limón?
—Creo que Spreen se lo terminó todo, Juan —respondió Missa encogiendo los hombros.
—Puta madre, Spreen —el hechicero rodó los ojos, comenzando a caminar fuera de la habitación del portal— ¿La de compartir te la sabes?
—Le compartí a Missa.
—¡Creo recordar que más bien Missa alcanzó a tomarlo antes de que tú lo vieras!
Típica discusión en Karmaland, pensó Roier caminando detrás del grupo, colocó su mano sobre el picaporte de la puerta para regresar al café cuando la voz de su abuelo resonó en sus oídos:
"Hay todo tipo de gente..."
Se detuvo un momento y miró sobre su hombro, hacia la gran y ostentosa puerta en medio de la habitación.
"Hay quienes vienen del otro lado de la calle, otros que vienen de otras ciudades o pueblos, y hay otros cuantos que vienen de muy, muy, muy lejos..."
Las imágenes que vio días atrás en la computadora de Maxo no le hicieron justicia a la descripción de Mariana, y tras ver la expresión en el rostro de Aldo después de su primera visita a Pion, estaba seguro de que la realidad debía ser mil veces mejor que simples fotografías.
"Lugares tan maravillosos que parecieran sacados de un cuento de hadas..."
Era curioso... hace apenas una semana sentía casi pena por Aldo. Dividido entre la dimensión de los humanos, donde fue criado toda su vida, y la dimensión de los titanes, su verdadero origen.
Pero ahora, viéndolo ir y venir entre dimensiones y lo feliz y pleno que parecía con todo, aquella pena comenzaba poco a poco a transformarse en un feo sentimiento que solo podía relacionar con la Envidia...
Su mirada se fijó en el letrero de "Abierto"
Y sí él pudiera--
—Roier.
La voz de Spreen lo sacó de sus pensamientos, miró de nuevo al frente para conectar su mirada con la del pelinegro, quien observaba aburrido desde el interior del café.
—¿Venís?
—Ah... s-sí...
¿Qué estaba pensando? Ese no era su lugar. Su lugar era este, su mundo, su dimensión y Karmaland. Debería sentirse afortunado con todo lo que ya tenía...
Sacudió la ridícula idea de su cabeza mientras daba media vuelta para unirse al resto del grupo, cerrando la puerta de "Solo personal autorizado" detrás suyo.
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Aber... (9.2k palabras) a si, me mamé 😂
Ahora si puedo decir que terminamos la parte 1 de este fic!!! 🎉🎉 aun faltan algunos personajes por incorporar a la historia, pero ya los iran viendo 🤭
Mil gracias por la paciencia en tanto lore 😭 les prometo que era necesario! Pero lo importante para arrancar ya esta listo
Gracias como siempre por leer!! 🩷
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