Cap 3.
Hola!
Deje una nota super importante al final del capítulo! Por fa no dejen de leerla para evitar malos entendidos desde ya 😅
Capitulo un poco más cortito pero aqui vamos 🙌
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La extraña y molesta sensación se rehusaba a dejarlo en paz.
Rumbo a Karmaland, Roier caminaba con las manos en los bolsillos de su sudadera, mirando al suelo y tratando inútilmente de recordar más detalles de aquel sueño.
Pero no había nada, era casi como si su mente hubiera bloqueado la información.
Lo único que recordaba era que estaba oscuro y dolor, mucho dolor. En más de un solo sentido de la palabra; nunca fue de hacerle mucho caso a los sueños, pero este en particular llamaba su atención.
—Igual solo fue por tanta mamada que pasó ayer... —susurró, tratando de convencerse a sí mismo.
Iba perdido en sus pensamientos cuando vio en el suelo un bolígrafo que desentonaba completamente en el tranquilo paisaje. Se detuvo y lo levanto del suelo.
Lo giró entre sus dedos. Sí, claramente era fino. Negro casi en su totalidad, salvo algunos detalles en blanco y dorado, un pequeño logo en el cuerpo y un par de iniciales grabadas.
—¿"C.L"?
—Mis disculpas —una voz frente suyo lo sobresaltó— es mío, gracias por recogerlo.
Roier levantó la mirada para encontrarse con un hombre, suponía, varios años mayor que él. Vestía un traje casual y gabardina, tenía ojos claros, barba un poco descuidada y aunque al juzgar por su rostro no había estado durmiendo bien por días, tenía una sonrisa agradable.
Sacudió la cabeza al darse cuenta de que se había quedado mirándolo mucho rato.
—Ah, sí, sí, no es nada —encogió los hombros entregándosela mientras el hombre le agradecía nuevamente—, suerte que no cayó en alguna alcantarilla, se ve cara.
—No lo es en realidad —el hombre sonrió mientras la guardaba nuevamente en el bolsillo de su gabardina—, solo una baratija que nos dan a todos en el lugar donde trabajo.
—Ah.
Silencio.
—Bueno... pues tenga cuidado de que no se le vuelva a caer, adió--
—¿Puedo hacerte una pregunta? —interrumpió.
—Claro —contestó el castaño, mirándolo con curiosidad—, ah, pero solo para que sepa, no soy de aquí, si lo que ocupa es alguna dirección--
—Nada de eso, de hecho, es algo un poco personal... —el hombre le sonrió abiertamente—, y también tengo que agradecerte por salvar mi bolígrafo, ¿qué dices si te invito un café?
La mirada tranquila de Roier de inmediato se convirtió en una de desagrado.
Genial, pensó, un loco.
—Yo preferiría que no —contestó algo alerta—, ni que fuera para tanto, con las puras gracias está bien, además tengo cosas que hacer.
—Qué pena —dijo el hombre sin absolutamente una pizca de pena en su voz—, y se puede saber ¿qué es eso tan importante que tienes por hacer?
Roier sonrió.
—Si mira, de hecho, son dos cosas, la primera es "¿qué chingados te importa?" Y la segunda "pendejo"
Rodó los ojos y conteniendo las ganas de mostrarle el dedo de en medio continuó su camino mientras escuchaba al hombre reír detrás suyo.
—¿En serio? —lo escuchó hablar a sus espaldas— Vaya, yo creí que tendría que ver más bien con el Café Karmaland y sus cuatro clientes de otras dimensiones.
Roier paró en seco y se giró a mirarlo nuevamente, el hombre de la sonrisa enigmática ahora tenía toda su atención.
—¿Cómo sabe eso?
¿Acaso este hombre también venía de otra dimensión? No lo vio el día anterior en el café, aunque Juan mencionó que cualquiera podía entrar si mantenían el portal abierto ¿tal vez llegó después de que él se fuera? El hombre pareció verlo confundido y levantando ambas manos en son de paz volvió a dirigirse al castaño.
—Perdón por asustarte, te prometo que no era mi intención, pero no tienes por qué tenerme miedo, Roier —extendió su mano ante la mirada ahora más sorprendida del castaño—, soy un viejo amigo de tu abuelo, mi nombre es Cellbit Lange. Y solo para que lo sepas, soy un humano común y corriente, justo como tú.
El castaño tomó su mano aun algo dudoso.
—Antes que nada, mi más sentido pésame por lo de Vegetta. Era un gran hombre —dijo con una sonrisa nostálgica mientras terminaban su saludo—. Él solía mencionarte todo el tiempo y presumiéndote en fotografías, por eso te reconocí inmediatamente.
Bueno, eso tenía sentido, razonó Roier relajándose un poco. Además, si sabía sobre Spreen y el resto significaba que Vegetta en verdad confiaba en él.
—Y dime Roier, ¿has venido a ver el café? ¿Limpiar? ¿O quizás a recoger algunas de sus pertenencias?
El castaño volvió a colocar sus manos dentro de sus bolsillos antes de contestar.
—Algo así... mi abuelo me dejó el café en su testamento.
—No lo dudo, si a alguien iba a dejárselo era a su nieto adorado —Cellbit sonrió con ternura— ¿Has pensado lo que vas a hacer con el? Es un terreno amplio, y a pesar de estar alejado de la ciudad es una excelente ubicación, no dudo que se vendería rápido.
Roier alzó ambas cejas ¿por qué parecía tan interesado en eso? Encogió los hombros mientras contestaba.
—Pues la verdad es que aún no lo tengo muy claro...
El rostro amable del hombre frente suyo se arrugó un poco ante esto.
—Así que "aún" ... —dijo ligeramente irritado mientras chasqueaba la lengua—, creí que después de aquello preferirías venderlo y simplemente olvidarlo... esto va a ser un problema.
—¿Cómo que problema? —repitió Roier, arqueando una ceja.
Cellbit entonces pareció darse cuenta de sus palabras —Oh, no lo digo por ti, claro, no es como que tu tengas la culpa —corrigió con una sonrisa—, me refiero a ellos.
Roier no tenía que ser un genio para saber a quienes se refería. No estaba seguro de cómo, pero el tal Cellbit parecía saber exactamente lo que había ocurrido el día anterior dentro de Karmaland.
—En fin, si me permites darte un consejo, Roier —continuó el mayor mientras se inclinaba un poco para quedar a su altura— Deberías considerar venderlo, justo tengo un cliente muy interesado en comprarlo que te puedo asegurar le dará un buen uso.
¿Este hombre en verdad era amigo de su abuelo? Roier honestamente comenzaba a dudarlo, si lo fuera, sabría que la idea de vender Karmaland para convertirlo en cualquier otra cosa le rompería el corazón.
—¿Ah sí? —habló en voz baja, cruzándose de brazos— ¿Y por qué debería venderlo según usted?
— "¿Por qué?" —Cellbit se mostró honestamente sorprendido por la respuesta del menor—, disculpa, pero creí que era demasiado evidente. No tienes ningún tipo de responsabilidad con lo que pasó y el que hayas heredado el café no significa que también debas heredar ese tipo de problemas.
—Pues perdón por ser un pendejo que no entiende —respondió bruscamente, cruzándose de brazos— ¿De qué problemas habla? Dígame, a ver si me ilustra.
—Por favor, Roier —Cellbit resopló incrédulo—, solo basta con mirarlos, no son como nosotros. Claro, puede que con algo de magia aparenten serlo, pero por dentro no son más que... bueno, criaturas extrañas.
"Híbridos, hechiceros, titanes, medio muertos..."
La voz de Spreen resonó en su mente, poco a poco opacando la de Cellbit en la realidad.
"Mientras estábamos acá, nada de eso importaba. Todos éramos solo clientes para el viejo. Eso es Karmaland. Y es por lo que todos tenemos buenos recuerdos de este lugar"
—Ellos... —murmuró.
Cellbit se detuvo ahí —Perdona, ¿dijiste algo?
"Ellos son la razón principal, abrí Karmaland por la gente"
Esta vez Roier escuchó la voz de su abuelo, junto con su rostro materializándose desde sus recuerdos.
"Empecé Café Karmaland como un pasatiempo, ni siquiera pensé en esto como un negocio... pero--"
Y la imagen del rostro de Vegetta en su mente se expandió, hasta transformarse en la escena de una tarde cualquiera en el café, y en una mesa pudo ver también a un nervioso Missa, un altanero Juan, un amistoso Mariana y un gruñón Spreen, disfrutando tranquilamente de postres y tazas de café.
"Pero-- ahora tengo clientes que se sienten a gusto aquí, un lugar dónde pueden ser ellos mismos, un hogar... no hay manera en que pueda quitarles eso..."
Roier apretó los puños.
—¡ELLOS NO--
Se detuvo abruptamente al escuchar el sonido de un celular, Cellbit frente suyo sacó su teléfono del bolsillo de su pantalón, alzando ambas cejas al ver la pantalla.
—Perdona, tengo que atender esto cuanto antes —habló mientras daba media vuelta y comenzaba a alejarse—, pero en verdad espero que tomes mi consejo, Roier, y si no —lo miró con ojos indecifrables por sobre su hombro—, pues supongo que nos veremos otra vez muy pronto.
Sin darle más oportunidad de responder, lo vio entrar a un coche estacionado a pocos metros de ahí, para finalmente alejarse por la carretera.
Inhaló y exhaló profundamente un par de veces antes de relajarse por completo.
—¿Y quién quiere verte otra vez? —frunció el ceño— Imbécil...
Decidiendo no darle más importancia a ese encuentro, continuó su camino hacia el café.
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Aquí estaba de nuevo.
Roier pasó al menos dos minutos frente a la fachada sin moverse. Las grandes palabras "Café Karmaland" en la marquesina seguía exactamente igual que el día anterior, llevó su mano hasta su mejilla...
...
Y la bajó justo antes de pellizcarse. Ya no solamente lo del portal, Juan y los demás, el mismo Cellbit Lange se había encargado de, sin quererlo, recordarle y confirmarle a la vez que todo era bastante real.
—Ya Roier, que no es un sueño...
Con una sonrisa, Roier se percató que lo único que evitaba que diera media vuelta, tomara el tren de vuelta a casa y olvidara todo lo que pasó era su hambre por querer desvelar todos los secretos que Karmaland y su abuelo tan celosamente habían guardado todos estos años.
Tomó el picaporte con convicción y empujó la puerta, la campanilla de la puerta sonaba indicando su llegada mientras la voz del híbrido hacía eco una vez más en su cabeza:
"Capaz y te topas con una sorpresa"
Roier rio bajito mientras giraba los ojos, ¿qué podría sorprenderlo más que todo lo que ya había pasado?
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...
...
...
—¿Hasta cuándo va a hacer eso? —Mariana le murmuró a Spreen en voz baja.
—Dale tiempo —el aludido encogió los hombros, mirando al frente—, o lo acepta o se cansa, lo que pase primero.
Roier ignoró sus voces mientras salía y volvía a entrar por la puerta principal de Karmaland por... sexta o séptima vez. Había perdido la cuenta.
Pero oye, ¿podían culparlo? La tarde anterior dejó el café en las capaces manos de cuatro seres de otras dimensiones (lo cual en retrospectiva fue una PÉSIMA idea) y lo que hoy lo recibía al abrir la puerta era otro mundo.
Literalmente.
Para la onceava vez que entró ya se había cansado y, convencido de que por más imposible que pareciera todo era real, dejó de intentar. Dio algunos pasos hacia el interior dejándose envolver por sus alrededores.
Un gran bosque se mostraba ante él, rodeado de flores y enredaderas, el techo había desaparecido dejando que los rayos del sol que se colaban entre las copas de los árboles que parecían llegar hasta el cielo iluminaran gentilmente en lugar. Y en un pequeño claro a pocos metros, había varias mesas alineadas con bolsas llenas a rebosar de comida chatarra, cajas de pizza y todo tipo de bebidas.
—¡Roier, llegaste!
Missa se abalanzó sobre él con una gran sonrisa, de nuevo con aquella máscara de calavera cubriéndole medio rostro —Es genial, ¿no? Juan lo hizo.
—¿Juan? —parpadeó un par de veces, buscando al aludido con la mirada, encontrándolo pronto sentado a una de las mesas, comiendo despreocupadamente de una bolsa de papas fritas.
—Sí, bueno, no me gusta alardear —cerró los ojos mientras sonreía engreídamente—, pero fue pan comido. Igual no te asustes, no es cómo que nos hubiera transportado a otra dimensión de pronto —agitó una mano despreocupadamente—, es solo una ilusión.
El castaño jadeó sonoramente ante eso último mientras gentilmente se liberaba del abrazo de Missa y adentraba más en el paisaje.
Para ser "solo una ilusión" parecía todo tan real. Podía sentir el pasto crujir bajo sus pies, la calidez del sol sobre su piel y la suavidad de las hojas entre sus dedos, eso junto con el cantar de algunas aves a la lejanía y la clara ausencia del aroma a café, siendo reemplazada por el sutil perfume de las flores.
Era hermoso. Casi como si lo hubieran sacado directo de su imaginación.
—Aquí sí que podría transformarme —Roier miró sobre su hombro para encontrarse con un sonriente Mariana— ¿Quieres ver?
—No es necesario, te creo —rio el castaño por lo bajo antes de regresar su mirada a las bonitas amapolas rojas ahora frente suyo—. No sabía que hacían esto cuando venían al café, seguro el abuelo se volvía loco.
—No lo hacemos —el alto se encogió de hombros—, de hecho, Juan es muy renuente a este tipo de cosas, está el peligro de que alguien lo vea y dice que puede alterar las dimensiones o una mamada así —se inclinó a susurrar en su oído—, pero acá entre nos, solo hace falta que lo halaguen un poco sobre lo increíblemente poderoso que es para que lo haga.
Roier se giró a mirarlo de nuevo.
—¿Ah sí? ¿Entonces por qué lo hicieron ahora?
Mariana lo miro confundido —Pues por--
—Es una joda.
La voz de Spreen detrás suyo interrumpió al par, el híbrido en su forma humana los miraba desde arriba con brazos cruzados, una ceja alzada asomándose tras sus gafas de sol.
—Es cierto —completó Missa apareciendo detrás de Spreen—, es una fiesta para tí, Roier.
—¿Para mí? —el aludido parpadeó varias veces.
—Nos dimos cuenta —siguió Mariana, algo avergonzado—, de que ayer todo fue muy rápido, asi como muy intenso, y ni siquiera nos conocíamos de antes, tipo, sabíamos de ti por Vegetta y eso, pero tu no sabías nada sobre nosotros.
—Así que decidimos hacer una fiesta —sonrió dulcemente Missa—, tu sabes, de bienvenida... o bueno, de despedida, depende de lo que vayas a hacer después, claro...
Spreen asintió para darle peso a las palabras del par —Exacto ¿entendés? Juan preparó esto para la joda.
Roier sonrió de lado sarcásticamente.
—Claro, por qué ¿para qué hacer una fiesta en una cafetería que ya tiene todo listo y es super normal y corriente cuando podemos simplemente decirle a Juan que haga de ilusionista?
Spreen sonrió con los dientes —Y bueno, por algo es un mago de mierda.
—¡HECHICERO SUPREMO! —gritó Juan levantándose de golpe de su silla, envolviendo en un brillo verde y suspendiendo en el aire las papas fritas a su alrededor antes de que estas cayeran al suelo— Si yo fuera tú cuidaría lo que digo, ¿eh Spreen? No querrás que lo quite justo ahora, ¿o sí?
El aludido lo miró fijamente antes de chasquear la lengua y a paso lento alejarse del grupo para encaminarse hasta otra de las mesas del claro. Roier observó confundido la pequeña interacción.
—¿Anda de malas? —dijo más para sí mismo que para alguien en particular.
—Más que de costumbre al menos —Mariana contestó, encogiendo los hombros—. A mí se me hace que el wey sigue molesto por lo de hace rato.
—¿Qué paso? —preguntó el castaño.
—Se chingó a unos tipos que querían entrar al café.
Roier se tomó unos segundos para digerir las palabras que Mariana acaba de decirle.
1...
2...
—¡¿CÓMO QUE LES PEGÓ?! —respondió lo más calmado que pudo... lo cual era absolutamente nada calmado.
—¡Si mien! —sonrió el alto, definitivamente confundiendo el horror de Roier con emoción— ¡Debiste verlo! Primero salimos a decirles que el café estaba cerrado, pero los pendejos seguían insistiendo quequerían entrar y que la chingada, y uno de ellos empujó a Missa y que ¡pum! Salta Spreen al frente, porque nadie toca al niño, y primero les gritó ¡Nombre Roier! ¡Un día deberías ver a Spreen enojado! ¡Es hermoso! Dice como treinta palabrotas por segundo, algo de la gorda de su vieja y no sé qué tanta mamada se inventa. El caso es que ni así se espantaban y pues ya mejor les dio una chinga. Y se fueron corriendo los muy cobardes.
Cada palabra solo lograba horrorizar más al castaño quien miraba incrédulo al sonriente Mariana contar esa anécdota mientras Missa asentía a su lado repetidamente.
Y Roier no era ningún experto en el sector del servicio al cliente, pero al menos sabía que un café donde se les daba palizas a clientes potenciales no sería bien visto en las reseñas...
Al menos Missa pareció notar su preocupación, se acercó para poner una mano en su hombro.
—Calma Roier —empezó en voz tranquila—, por lo general yo también estoy en contra de la violencia, pero esta ocasión estoy del lado de Spreen.
—Osea, ¿del lado de golpear gente, así como así? —lo miró incrédulo.
Roier no se dio cuenta, pero justo antes de que Missa respondiera pudo ver a Spreen y Juan lanzarle una mirada de advertencia, acompañada de gestos de negación.
Carraspeó antes de continuar.
—Solo digamos... que hay cierto tipo de personas a las que es completamente aceptable golpear.
Eso sí que llamó la atención de Roier, quiso indagar más cuando escuchó a Juan llamarlos a su espalda.
—Bueno ¿Estamos aquí para hablar de este bruto o para una fiesta? —dijo poniendo ambas manos en su cintura— Ya llegó el invitado de honor, yo digo que hagamos un brindis.
Mariana llegó a su lado, y poniendo un brazo alrededor de su cuello y del de Missa, los arrastró con una sonrisa hasta la improvisada área de la fiesta.
El aroma a pizza caliente y la promesa de comida chatarra fue suficiente para que Roier dejara de lado todo lo demás.
Pero espera...
—Missa —murmuró en el oído del mitad esqueleto— ¿La comida es de verdad? ¿No será también una ilusión?
—¡Claro que es real, Roier! —respondió entre risas— Aunque bueno, todo es comprado, ninguno de nosotros sabe cocinar y nos daba miedo incendiar la cocina o algo.
Roier no pudo evitar reír ante esto, había algo bastante cómico en el hecho de que seres tan increíbles de otras dimensiones le tuvieran miedo a una simple estufa...
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Aproximadamente una hora más tarde, Roier miraba con diversión a Missa y Mariana empezar otra ronda de lo que el último llamaba "ver quien aguanta más sin respirar"
El más alto alegaba que, al ser un titán, su fuerza también se interpretaba en resistencia y podía sostener muchísimo tiempo el aire en sus pulmones, y tenía razón, llegaba a aguantar casi los veinte minutos, era en realidad algo asombroso.
Era una lástima que su oponente fuera un muerto que ni siquiera necesitaba respirar.
No sabía que era más gracioso, ver a Missa preocupado y pidiéndole que paren porque no tenía caso o al propio Mariana que exigía otra ronda donde aseguraba podría vencerlo.
Justo cuando Mariana comenzaba a ponerse morado (de nuevo) bajo la mirada a la taza de chocolate caliente entre sus manos. Sonrió de lado al ver el aburrido bombón nadando en el oscuro líquido, debió pedirle a su abuelo que le enseñara como hacer aquellas flores, osos, conejos y demás cosas increíbles que dibujaba con crema cuando lo preparaba para él.
—Si es que son bobos.
Levantó la mirada hacia Juan, quien miraba con aires de madurez al par de amigos.
—Llevan años jugando a ese juego, pero Mariana es demasiado orgulloso para detenerse y Missa demasiado bonachón como para decirle que no —suspiró, alcanzando un plato vacío—, a como yo lo veo seguirán con eso por mucho tiempo.
El castaño rio bajito. A pesar de no conocerlos lo suficiente, las palabras de Juan le confirmaban que en efecto sus personalidades eran un reflejo de lo que aparentaban ser.
Además, logró sacar a la luz una duda que le surgió en algún punto del día anterior: ¿Qué edad exactamente tendrían sus nuevos... conocidos? Decidió aprovechar que se había abierto una ventana para preguntar sin parecer un acosador.
—Cuándo dices años —empezó, concentrándose en el calor que emanaba de la taza entre sus manos—, hablas de... ¿siglos? ¿milenios?
Juan lo miró como si estuviera loco.
—¿De qué hablas? Serían unos 4 o 5 años a lo mucho, ni que fuéramos inmortales, no mames, Roier, has visto muchas películas de ciencia ficción.
Increíble que el auto proclamado hechicero supremo y próximo Dios que salió de una puerta mágica junto a un oso, un titán y un muerto y que acababa de crear esta ilusión en el café de su abuelo le dijera eso.
—Ay bueno, perdón —el castaño giró los ojos, dejando su taza sobre la mesa— ¿Pues yo que voy a saber?
Juan rio mientras con un dedo guiaba un trozo de pastel de fresa del otro extremo de la mesa hasta su plato.
—Bueno muchacho, también te han pasado muchas cosas raras en menos de un día, normal que pienses de esa manera, pero tranquilo, el tiempo funciona igual entre dimensiones —con la mirada buscó un tenedor, estirándose para tomarlo mientras continuaba—, veamos... tu tenías 22 ¿cierto? Missa te lleva como ocho años, le sigo yo y luego Mariana, y mi más sentido pésame, pero compartes edad con el idiota del grupo.
Dos cosas sorprendieron a Roier sobre eso. Primero, ¡¿cómo que Missa era mucho mayor que él?! Aparentaba muchisimo menos... espera, ¿Missa en verdad tenía edad estando muerto? O tal vez era algo normal en su dimensión...
Y la segunda cosa que le sorprendió fue: ¿en verdad Spreen y él tenían la misma edad?
Miró por el rabillo del ojo al pelinegro, bastante ocupado devorando su tercera pizza él solo.
Aunque en apariencia Spreen era un poco más alto y fornido que él, la diferencia no era tan abismal cómo para decir que fuera mucho mayor. Pero en teoría las personas de la misma edad conectan rápidamente, lo cual no parecía para nada ser su caso.
Juraba que lo que hacía que se sintiera tan inquieto cerca suyo sería alguna mágica barrera de cientos o miles de años entre ellos.
—Ni te emociones —le dijo sin mirarlo—, soy mayor que vos varios meses.
—¡¿QUIEN SE ESTA EMOCIONANDO, PENDEJO?! —exclamó Roier, levantándose de golpe y mirándolo con un mohín.
Si, definitivamente no conectaban. Roier lo miró feo un rato antes de volver a sentarse y voltear la cabeza, casi deseaba que Juan le hubiera dicho que el oso tenía unos ochocientos mil años, eso tendría más sentido.
—No le hagas caso, Roier —Juan giró los ojos, ya terminando su rebanada de pastel—, es un pendejo.
—Oí eso.
—Claro que lo hiciste, todo oyes —resopló el de gafas.
Juan miró a ambos lados varias veces para acto seguido chasquear sus dedos, una onda casi transparente extendiéndose desde estos hasta envolverlos a Roier y él mismo en una especie de burbuja.
Confundido, Roier miró alrededor, Missa y Mariana seguían en su juego y Spreen con la mirada fija en su plato.
—¿Qué--
—Cómo te habrás dado cuenta, ese oso puede escuchar un alfiler caer a kilómetros de distancia, pero no es nada que un poco magia no pueda arreglar —Juan sonrió orgulloso—, solo quería decirte que sí, es un pendejo, pero no es tan malo una vez que lo conoces. Aunque claro, no puedo decirlo a la ligera o se le va a subir a la cabeza.
—Es fácil para ti decir eso... —Roier se cruzó de brazos y se hundió un poco más en su asiento—, mira, agradezco la fiesta, en serio, creo que me hacía falta para relajarme, y en verdad me agradan, pero no creo que él y yo nos podamos llevar bien si no pone de su parte.
Juan rio fuerte y claro, y Roier tuvo que girar a mirar a Spreen de nuevo para asegurarse que efectivamente no estaba escuchando nada de lo que ocurría aquí dentro.
—Es gracioso que lo digas cuando tu fuiste quien lo atacó con un zapato.
Eso sí que sobresaltó al castaño —¿Se los dijo?
—¿Bromeas? Claro que nos lo dijo —sonrió con los dientes, apoyando la barbilla en su mano—, es idiota, sí, pero quizás son los años de conocernos los que hacen que tengamos esta especie de lazo de confianza con él.
Roier tragó duro. ¿Les diría también sobre la carta? No le dijo que fuera algún secreto ni nada, pero--
—También nos dijo que hablaron ayer —Juan continuó, ajeno a los pensamientos del contrario—, aunque fue bastante vago, no nos dio mucho detalle —miró un momento hacia arriba, pensativo—, ahora que lo pienso, creo que es la primera vez que Spreen nos oculta algo, solo nos dijo que estabas triste por algo.
Y si Roier creía que eso lo sorprendía, definitivamente no se esperaba lo que estaba por venir.
—Nunca le digas que te lo dije, pero fue Spreen quien me pidió, o bueno, rogó es una palabra más adecuada, que hiciéramos esto para ti hoy.
Roier se levantó tan rápido que dejó caer la silla tras suyo, el movimiento captando la atención de los tres restantes, Juan tuvo que actuar a la velocidad de la luz para hacer desaparecer la burbuja que los envolvía antes de que se dieran cuenta de que estaban hablando a escondidas.
—¿Roier? —Missa preguntó cautelosamente— ¿Todo bien?
Un extraño y cálido sentimiento se albergó en el pecho de Roier ante eso último, giró de nuevo a mirar al híbrido, quien se había levantado también, quizás por la impresión, y lo miraba confundido.
No solo guardó en secreto algo personal suyo sin siquiera pedírselo, también se tomó la molestia de orquestar todo esto solo para distraerlo de todo lo que lo preocupaba.
Spreen era misterioso, arisco, y bastante bruto. Pero Juan tenía mucha razón en decir que no era tan malo. Y aunque no podría agradecerle por el detalle pues delataría al hechicero, sí que podía esforzarse en que al menos se llevaran mejor.
—P-perdón, había una araña... —mintió mirando a Spreen a los ojos, rio bajito mientras señalaba la comisura de sus labios— y Spreen, tienes salsa de tomate aquí.
De un rápido movimiento con su mano, el pelinegro limpió la zona. A pesar de estar en su forma humana, Roier imaginó la forma exacta en que sus orejas de oso se hubieran levantado ante eso antes de bajar en clara vergüenza.
—Hey Mariana, Missa —Roier se giró esta vez a mirar al par—, ¿por qué no dejan un rato ese juego y vienen aquí? Podemos hablar del abuelo.
No tuvieron que decírselos dos veces, bueno, a Mariana sí, le hizo jurar a Missa que continuaría su competencia luego, ambos llegaron hasta la misma mesa donde estaban Juan y Roier, sentándose en el otro extremo y pronto alcanzando dulces y bebidas.
Roier sonrió, sentándose de nuevo en su lugar —¿Vienes? —dijo en voz baja, sin siquiera girar a mirar al oso—, tipo, sé que puedes escucharnos desde allá, pero ya sabes, es una fiesta y eso, sería chido que estuvieras acá también.
Juan había visto muchas cosas sorprendentes en las dimensiones a las que había viajado, pero aun así la sorpresa de ver a Spreen obedientemente levantarse de su lugar y acercarse hasta donde estaban ellos solo porque un humano que acababa de conocer lo dijo lo superaba todo...
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Waos capitulo en domingo 👏
Quiero dejar algo bien claro desde ahorita 😅
El papel de Cellbo en este fic no es para nada como interes romántico de Roier ni viceversa, entiendo como a veces verlo en un fic spiderbear es como "tercero en discordia" pero no es el caso aquí, solo que era PERFECTO para el rol que va a tener 🤭
Muchisimas gracias por leer! ❤️
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