Cap 15.
Jugábamos a las escondidas cuando encontré ese lugar.
Un camino estrecho y congelado, oscuro y oculto entre grandes rocas que terminaban en una pequeña cueva. El escondite perfecto.
Bajo otras circunstancias, jamás habría entrado, pero el buscador ya casi había terminado de contar. Tenía que ser rápido.
Imaginando el rostro sorprendido de todos al ver que por primera vez fui el último en ser encontrado, entré sin pensarlo dos veces.
...
Conforme me iba adentrando, el sonido del viento y la poca luz del exterior iban disminuyendo poco a poco. Por un breve momento me vi completamente envuelto en oscuridad. Estuve por dar media vuelta y salir...
Fue entonces que lo vi...
Iluminada por un pequeño lago del cual emanaba una tenue luz celeste, una gran pared de hielo se extendía al fondo de la cueva, repleta de extrañas formas que no había visto antes. Hermoso y misterioso a la vez. Era como si intentara decirme algo.
Sonreí contento. No solo había encontrado un gran escondite, también era un lugar bastante genial. Podría ser nuestra nueva guarida secreta.
Pero entonces, vi algo moverse desde lo que parecía ser otra entrada al extremo contrario de la cueva. ¿Un enemigo?
No hubo mucho tiempo para pensarlo, pues aquella sombra se extendía conforme sus pasos se acercaban lentamente hacia mí, retumbando en las paredes de la cueva.
Conteniendo la respiración, me oculté tras una roca. En mi nerviosismo, podía escuchar los latidos de mi corazón, tenía la certeza de que me había visto y de un momento a otro me atraparía...
Pero por suerte no fue así, pasó de largo y siguió caminando hasta detenerse justo frente a la pared de hielo. Me asomé un poco por detrás de la roca para poder observarlo. La sombra llevaba una gran túnica negra y estaba dándome la espalda, por lo que desde mi escondite era imposible ver su rostro, pero no era necesario.
La sola presencia de aquel ser me helaba la sangre.
"Esto no me gusta. Tengo miedo."
Pero no tenía otra opción. Debía esperar en silencio a que ese extraño ser se fuera para poder volver con los demás.
¿Me estarían buscando ya? Había pasado mucho tiempo, seguro estaban preocupados...
Recargándome contra la roca, cerré los ojos con fuerza, intentando no temblar, cuando lo escuché hablar, en la voz más aterradora que había escuchado jamás.
Cargada de furia y veneno, repitiendo una y otra vez palabras extrañas que taladraban dentro de mi cabeza.
Hasta que finalmente se detuvo. Lanzó un bufido bajo y furioso, y para mi alivio, pronto pude escucharlo alejarse hasta que su temible presencia desapareció por completo.
Retrocedí despacio hasta que pude salir de la cueva, y no fue hasta que no estuve a varios metros de la entrada que comencé a correr hasta la base. Tal como lo pensé, el juego había terminado hace mucho. Todos estaban buscándome preocupados, pero sonrieron aliviados al verme bien. No queriendo asustarlos, no les conté nada de aquello.
Aunque claro, él sabía que algo andaba mal. Siempre lo sabe. A pesar de que no me presionó a decírselo, decidí contárselo mientras todos dormían. No solo confiaba plenamente en él, también me ayudaría a no tener que cargar con esto yo solo.
Le hablé de la cueva, del mural cubierto de formas extrañas que parecían esconder un mensaje, y de aquellas palabras cuyo significado desconocíamos. Parecía sorprendido, aun así, no dudó de nada y al ver que yo no tenía intención de contarlo a nadie más, prometió guardar el secreto.
Pero sé que, por más detalles que le di, nunca podré transmitirle a él, ni a nadie, la pesada atmósfera que aquel ser aterrador evocaba.
Esa horrible sensación, la sombra, la frialdad y el rencor con los que repetía su extraño mantra, siguen atormentándome hasta hoy en mis sueños...
"—ǫ—𝓇--... ϻ𝓎🆁-𝓇 ..."
"—ǫᵍ—ϻ𝓎-𝕜🆁..."
✦ . ⁺ . ✦ . ⁺ . ✦
Roier abrió los ojos lentamente, sintiendo el sueño abandonarlo poco a poco. A tientas, alcanzó su celular sobre la mesa de noche, parpadeando repetidamente para poder enfocar y ver la hora.
—Son las 6 apenas —murmuró, tallando sus ojos y mirando a su alrededor.
La ausencia del par de huevitos en su cama lo alertó por unos segundos, hasta que recordó la tarde anterior. Al no tener aun noticias de Quackity, Spreen anunció que iría a Bestia solo a ver que todo estuviera bien. Bobby y Ramón, al escucharlo, se aferraron a sus piernas, no dejándole otra opción más que llevarlos consigo.
Habían pasado un par de semanas desde su viaje a Bestia y de la decisión de cuidar de las crías de dragones mientras Sapo Peta ayudaba a localizar a sus padres. Al principio fue algo caótico, pero poco a poco los pequeños se acostumbraron al ritmo de vida en el café.
Ahora, colocando ambos brazos detrás de su cabeza y mirando el techo, Roier se sentía honestamente aburrido. Tal vez, al igual que los dragoncitos se habían acostumbrado a su vida, él se había acostumbrado tanto a su presencia que ahora no sabía qué hacer con su tiempo libre.
Soltó un suspiro cansado. Su alarma no debería sonar sino hasta dentro de un par de horas.
—Así que... ¿levantarse o no levantarse? —se debatió en voz baja.
Bien podría intentar volver a dormir, o dedicarse a mirar videos o jugar con su teléfono dando vueltas en su cama hasta la hora de levantarse.
Pero entonces, el rostro de su abuelo cruzó por su mente y para cuando menos acordó ya estaba en pie, preparándose para bajar y comenzar el día. Resopló divertido. Ahora era su propio jefe, no podía dormirse en sus laureles.
Cuidando no hacer demasiado ruido para no despertar al resto de sus inquilinos, bajó las escaleras en silencio. No fue hasta que ya estuvo abajo que pudo escuchar suaves, casi imperceptibles trinos familiares provenientes desde la habitación del portal. Siguió el sonido, abriendo la puerta de "Solo personal autorizado" y tal como lo sospechaba, enseguida fue recibido por el par de huevitos que corrieron hasta él, saltando de arriba abajo.
—Hey, chamacos —resopló divertido agachándose para acariciar sus cabecitas— ¿Qué hacen aquí tan pronto? ¿Tanto me extrañaron?
Ciertamente Roier no esperaba una respuesta, el idioma dragón no era uno que dominara, y los hermanos sabiendo esto, le contestaron con acciones. Ramón se frotó contra su pierna, aparentemente preocupado, mientras Bobby apuntaba repetidamente con su cabecita hacia una dirección. Roier siguió su mirada para encontrarse con...
Spreen. Justo a un lado del portal. Inconsciente y desplomado de cara al suelo.
...
—¡¿SPREEN?!
Casi tropezando con sus propios pies corrió el par de metros que lo separaban del híbrido, cayendo de rodillas junto a su cuerpo, girándolo para que quedara boca arriba y apoyando su cabeza y la parte superior de su cuerpo en su regazo.
—¡¿Spreen?! ¡¿Qué pasó?! ¡¿Estás bien?!
Sacudía ligeramente su cuerpo, pero no obtenía respuesta del contrario, quien tenía los ojos cerrados con fuerza y apretaba la mandíbula en aparente dolor.
Mil escenarios pasaron por su mente.
¿Y si fue atacado? Peor aún, ¿y si estaba herido? ¿Cómo se cura a un híbrido de oso de todos modos? ¿Debería llevarlo al doctor? ¿O al veterinario? Espera... ¿en el veterinario sabrían atender osos? ... ¿El zoológico quizás? ¿Spreen se ofendería si despierta en el zoológico? ¿Y cómo vergas iba a explicarles en el zoológico que era un humano-oso de todos modos?
Volvió de sus pensamientos cuando un gruñido salió de lo más profundo de la garganta del pelinegro. Roier vio con algo de alivio como sus orejas de oso se movieron ligeramente, acto seguido, Spreen comenzó a abrir sus ojos.
Pudo sentir el cuerpo del híbrido relajarse entre sus brazos al conectar la mirada con él.
—...bre —murmuró en un hilo de voz mientras se incorporaba un poco.
—"¿Bre?" —repitió Roier, confundido— ¿Qué es eso? ¿Es otra especie de Bestia? ¿Es lo que los atacó?
—Tengo... ham...bre —dijo con lo último que le quedaba de fuerzas, antes de volver a caer dramáticamente sobre el regazo del castaño.
—...
Bueno, eso no se lo esperaba, pensó Roier girando los ojos. Indignado por haberlo preocupado así, estuvo por dejarlo caer de vuelta al suelo, pero un segundo gruñido, esta vez desde su estómago, hizo que se apiadará del sujeto.
Conteniendo una risa, se levantó junto con el cuerpo de un cansado y apenas despierto Spreen, pasando uno de sus brazos sobre sus hombros. Y guiándolo por la cintura, con los pequeños dragones siguiéndolos de cerca, comenzó a llevarlo a cuestas hacia el interior del café.
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Una hora después.
Spreen lanzó un suspiro satisfecho, palpando su propio estómago mientras sonreía cómo niño pequeño mostrando colmillos.
—¡Mucho mejor!
Roier miró impresionado la mesa entre ellos. Spreen se terminó todo en un abrir y cerrar de ojos, tardó él mucho más en prepararlo que el híbrido en comérselo.
—"Michi mijir" ¿Y el pinche sustote de antes? ¿Eh? Culero —dijo el castaño, abultando los labios—, creí que te había pasado algo malo.
Algo en el tono de Roier debió activar el interruptor de culpa en Spreen, quien apartó la mirada, rascando su nuca con vergüenza.
—Eu, no me mires así. Posta casi muero.
—Mmmm —canturreó Roier, apoyando sus codos sobre la mesa y cerrando los ojos, divertido— ¿Dices que un poquito de hambre es suficiente para llevar a "el más fuerte de todos en Bestia" al borde de la muerte? Verga, y yo que creía que se necesitaba mucho más.
Bobby y Ramón hicieron un sonidito que Roier intuyó era de burla, por la manera en que Spreen hizo un mohín.
—Y bueno, estoy en crecimiento... —contestó distraído, jugando con un tenedor— ¿Hay más?
Los codos de Roier se deslizaron por el borde de la mesa, y por poco se golpea en el rostro por la sorpresa.
—¡¿MÁS?! —repitió incrédulo— ¡SPREEN TE COMISTE TODO! ¡Muy apenas me quedó suficiente para atender hoy! Mira, entiendo que tengas hambre, pero no mames.
El pelinegro apartó la mirada.
—Debo recuperar energía. Fue un viaje corto, me encontré con Quackity pero dice que Sapo Peta aun no lo ha contactado. Hubiéramos vuelto antes, pero me emboscaron.
Las palabras cayeron sobre Roier como un balde de agua fría, dichas con tanta seriedad que sabía que no era poca cosa.
—Verga... ¿están bien? ¿Fueron de nuevo--
—No fueron los minotauros —el pelinegro confirmó, recargándose contra su asiento—, era un grupo de varias especies, aunque igualmente fuertes.
—Pinches montoneros —Roier refunfuñó, ganándose una risita por parte de Spreen.
—Ya sabes cómo son las cosas allá. Al ser yo el rival a vencer, no es raro que vengan algunos a querer retarme. Pero esta vez tenía que cuidar a los pibes, y los hijos de puta seguían viniendo a por más. Tuve que alejarlos del portal antes de que lo encontraran —elevó la mirada para encontrarse con los ojos del contrario— obvio los derroté a todos, pero creo que me excedí y llegué a mi límite.
Un escalofrío corrió por la espalda de Roier ante la imagen de Spreen derrotando a puño limpio a un montón de bestias del calibre de ese tal Reborn. Ya lo había visto en una ocasión, pero no por eso dejaba de ser algo impresionante.
—Y por eso tienes un vergo de hambre —concluyó el castaño, asintiendo ligeramente— No quisiera ser tú, wey, todo mundo te busca pleito —resopló apoyándose una vez más sobre sus codos— Pero me alegra ver que todos están bien.
Su mirada se suavizó al ver a los pequeños dragones jugando a sus pies sin preocupaciones aparentes. Spreen realmente hacía un gran trabajo manteniéndolos a salvo. Alimentarlo como recompensa parecía de pronto bastante poca cosa.
—En fin, ahora que están aquí ¿por qué no descansan? Digo, si no te pones de mamón diciendo que no lo necesitas y la chingada.
Spreen arqueó una ceja ante el comentario, pero acto seguido, sonrió con tranquilidad.
—Si, ¿por qué no? Una siesta no me vendría mal.
—Sobres —agregó Roier levantándose de un salto— De paso ¿puedes llevarte a Bobby y Ramón arriba? Yo ya tengo que empezar a preparar todo para abrir el café.
Miró hacia la cocina con una mano en su mentón, mientras continuaba, pensativo.
—A pesar del mega desayuno que te chingaste, creo que tenemos suficiente para subsistir hoy, por suerte mañana cerramos y puedo pedirle Missa ayuda para ir a comprar lo que falta —se giró a mirar al híbrido con una sonrisa— Tu ve a dormir, te preparo algo del menú cuando te despiertes. Tal vez no es mucho, pero cocinarte es lo menos que puedo hacer por ti. Después de todo, no queremos que "el más fuerte de Bestia" muera de hambre, ¿o sí?
Rio por lo bajo, pasando por el lado de Spreen cuando este, en un movimiento rápido lo tomó por la muñeca.
—Che Roier —empezó en voz baja—, no lo digas cómo si fuera poca cosa. Me ayudas una banda con lo que cocinas y vos... —carraspeó— has mejorado mucho en eso... quizás al principio no era nada especial... pero ahora... está bien... —encogió los hombros— ...gracias por la comida...
Roier parpadeó varias veces antes de soltar una risita.
—¿Ves? No era tan difícil —sonrió—, y gracias por no decir que estaba culera.
—¿Cómo? Obvio no —Spreen suspiró haciendo... ¿un puchero? —¿Por qué pensás siempre lo peor? Es cómo cuando pensaste que te odiaba. Yo nunca dije que fuera mala o algo, solo... Escuchá, sé que nunca te lo digo, pero me gusta, ¿sabes? Tiene muy buen sabor... y algo que... no sé--
—Gracias —por suerte Roier lo interrumpió, terminando con la ola de vergüenza que comenzaba a sentir—, pero no te preocupes, no tienes que forzarte a decirlo, lo entiendo con tus acciones.
Spreen alzó ambas cejas, confundido —¿Lo entendés? ¿Cómo?
—Te lo dije la otra vez, ¿no? Que dejes tu plato completamente limpio es el mejor cumplido que puedes hacerle a alguien que preparó comida para ti —respondió Roier, apuntando con orgullo la pila de platos vacíos sobre la mesa— Pero gracias de todos modos, que me digas que te gusta me anima un chingo.
La sonrisa que le dio Roier fue suficiente para dejarlo sin palabras, carraspeó nervioso antes de soltar la muñeca del castaño.
—¿Sabes? —bufó divertido, mirando un punto fijo en la mesa frente suyo— Sos muy amable. Cómo... demasiado amable —su mirada se ensombreció un poco— Sos... muy diferente a la gente en Bestia...
—¿Sí? —Roier ladeó la cabeza, confundido.
En todos lados había todo tipo de personas, incluso en Bestia. Gente buena como Quackity y Sapo Peta, gente complicada como Mayichi, gente mala como Reborn. Sabía que algunos le tenían odio por ser tan fuerte, pero por la forma en que lo dijo, parecía que hablaba de algo diferente.
Estuvo por preguntar a qué se referiría con aquello, cuando escuchó pasos en el piso de arriba. Mariana y Aldo aparecieron primero, discutiendo algo sobre un videojuego, seguidos de Juan y Missa, enfrascados en una conversación casual.
Roier sonrió al ver la bonita y doméstica escena frente a sus ojos. Al principio tenía muchas dudas y miedos, pero su vida realmente estaba llenándose de color día con día.
—Mien, huele delicioso, tengo tanta hambre —empezó Mariana, dirigiéndose a Roier y sentándose a la barra— ¿Qué hay de desayunar?
"Había", pensó Roier mientras la viva imagen de Spreen devorándolo todo volvía a su mente.
—Lo siento Mariana —respondió el castaño, sonriendo de lado—, de momento solo hay café.
El resto de no-humanos no tardó en percatarse de la gran pila de platos vacíos y al culpable sentado justo frente a esta.
Juan sonrió malévolamente —Así que el osito regresó de su viaje con hambre, ¿eh?
—Trata de decirme "osito" una vez más y no la contás —Spreen gruñó mientras se levantaba, los huevitos siguiéndolo de cerca— Iré a dormir un poco.
El semblante exhausto y el nulo entusiasmo del híbrido para seguir las provocaciones del hechicero fueron prueba suficiente de que necesitaba un descanso. Spreen desapareció escaleras arriba y tras alistar todo, Roier abrió el café al público un día más.
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La mañana siguiente, el día que conmemoraba la reapertura de Karmaland y por lo tanto su día libre, hubo dos cosas que sorprendieron a Roier al bajar las escaleras.
La primera, Spreen de brazos cruzados recargado contra la barra, jugando a lanzar al aire la cartera de Missa donde guardaban el dinero para hacer las compras.
Y la segunda...
—¡Buenas!
Quackity, sentado en uno de los sillones y alzando una mano alegremente a modo de saludo.
Roier sonrió acercándose hacia el híbrido de pato.
—Hey, bienvenido. Verga, de saber que venías hubiera preparado algo para recibirte...
El aludido contestó poniéndose de pie y mirando a Spreen con un mohín.
—¿Ves? Así es cómo debiste recibirme cuando llegué, carnal. No con un pinche zape.
Spreen rodó los ojos.
—¿Y qué esperabas? Bajé y lo primero que veo es a vos acá tan tranquilo. Creí que venías a darnos noticias de Sapo Peta.
—¿Ah no? —el castaño preguntó, intrigado.
El pato se cruzó de brazos —Pues es cierto que no hay noticias aun, pero ¿qué tiene de malo que viniera? Perdón por extrañar a mi mejor amigo.
—¡Amigo! ¡Te vi hace dos días! Vos solo querías una excusa para venir acá.
Quackity comenzó a balbucear, abriendo los ojos en ligera sorpresa ante aquello último. Roier entonces recordó que esta debía ser la primera vez de Quackity en su mundo, y por su reacción cuando Sapo Peta lo mencionó, su primer viaje entre dimensiones.
Recordó cuando él mismo sentía esta curiosidad por conocer. Podía simpatizar con el de beanie en eso.
Además, era su oportunidad de redimirse tras haberlo juzgado tan mal al conocerlo.
—Por favor, Spreen, no seas tan malo con él —sonrió, dirigiéndose de nuevo al híbrido de pato— Te entiendo completamente, yo también me moría de ganas de saber cómo era viajar a otra dimensión... aunque dio un poco de miedo, por suerte Spreen y los demás estuvieron conmigo. Y no le hagas caso, eres bienvenido aquí cuando quieras.
El de beanie lo observó unos segundos, sorprendido, antes de cerrar los ojos y esbozar una gran sonrisa.
—Gracias, amigo. Te tomaré la palabra, a ver si me enseñas que tiene de bueno este lugar que hace que el pinche Spreen se la viva aquí. Aunque para mí que es la comida —se acercó al castaño para murmurar en su oído— ¿Sabías que el otro día después de que nos vimos le dije de cenar en donde Cris y se negó? Dijo que prefería volver antes y comer aquí.
En su mente, Roier se giraba hacía Spreen y se burlaba de aquello. Apenas ayer el híbrido decía que su comida "estaba bien" y ahora Quackity lo exhibía de esta manera.
Pero la realidad fue muy diferente. La imagen de Spreen, caminando en la nieve, acortando el mayor tiempo posible para poder volver a Karmaland y probar su comida, le llenó el corazón de una manera que no era capaz de expresar.
No reaccionó hasta que Quackity se acercó a su rostro, mirándolo curioso.
—Oye... ¿estas bien? Te pusiste ro--
—Estoy bien —interrumpió el castaño, sacudiendo la cabeza y sonriendo—. No se mucho de la comida de Bestia, pero es verdad que aquí está muy buena, así que puede que tengas razón y es la comida. Y hablando de eso...
Regresó de nuevo su atención al híbrido de oso, recordando que lo había visto casi listo para salir.
Spreen, al sentir la mirada sobre él, encogió los hombros.
—Pensé que era injusto pedirle a Missa que vaya a hacer las compras si fui yo quién se acabó todo para empezar. Anoche le pedí la cartera y le dije que yo me haría cargo.
Vaya, pensó el castaño, eso era bastante considerado de su parte.
—Pero luego recordé que no sé qué hay que comprar...
...y bastante impulsivo también. Y algo tonto.
—Tienes suerte que baje entonces —Roier suspiró, confirmando que traía las llaves del café y su teléfono consigo—, Bobby y Ramón siguen dormidos, pero puedo pedirle a Aldo que los cuide un rato, ¿vamos?
—No me van a dejar solo después de que vine hasta acá... ¿verdad? —Quackity preguntó tímidamente.
—Sí--
—Claro que no —con una mirada dura, Roier interrumpió al pelinegro— Ándale, vamos. Sirve que ves un poco más de este mundo.
Una visita a la habitación de los titanes después para pedirle a Aldo estar al pendiente de los pequeños, Roier, seguido de ambos híbridos, salían rumbo al centro del pueblo...
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—Gracias —Roier le sonrió al encargado de la frutería al recibir dos bolsas repletas de verduras, apenas alcanzó a rozarlas cuando Quackity se adelantó y las tomó.
—Yo me encargo —le sonrió, acomodándolas junto al resto de bolsas que ya llevaba cargando.
—Perdón wey —Roier lo miró avergonzado— todavía que nos visitas te hicimos venir a ayudarnos con la despensa.
—No hay pedo —contestó comenzando a caminar hacia fuera del local— Cualquier amigo de mi carnal es mi amigo también.
Roier sonrió siguiéndolo de cerca. Un par de horas habían pasado desde que salieron esa mañana y fue más que suficiente para hacerle saber que, en efecto, juzgó bastante mal a Quackity la primera vez. El chico, a pesar de ser algo ruidoso e intenso, era una buena persona.
Afuera los esperaba Spreen, con una bolsa en cada mano. Había sido bastante inteligente y se ofreció a cargar los huevos y galones de leche por lo que, afirmando que debía cuidar que no fueran a romper por accidente, obligó a Quackity a cargar con todo lo demás.
El pelinegro alzó una ceja al ver las nuevas bolsas repletas de víveres en manos del más bajo.
—Posta comí una banda ayer...
—Te acabaste todo lo que teníamos para nosotros, Spreen —Roier le recordó riendo divertido, contando los billetes que quedaban en su cartera—, poco más y tenía que tomar de las reservas del café.
—Tal como es de esperarse —Quackity se acercó al mayor para mirarlo divertido—, siempre fuiste un glotón, ¿no?
—Cállate vos —gruñó bajo, alzando una mano para cerrarla en un puño en el beanie del contrario y jalarlo hacia abajo con brusquedad—, y cubríte bien ¿querés que vean las plumas de la cabeza?
—¡Oye! —el pato reaccionó alejándose de un salto, acomodando su gorrito apresuradamente— Cuidado que me lo quitas. Perdón por no ser tan genial cómo tu y no saber como ocultarlas.
Vaya que era una escena divertida. Roier, de compras, con un oso y un pato. El tipo de cosas que vería en un cuento para niños.
Por suerte aún era temprano y no había tanta gente en las calles que tuviera que soportar sus payasadas. Siguieron caminando hasta alejarse de la avenida principal, terminando en una pequeña calle desierta donde tomaron un descanso.
—Y bueno —Quackity se giró para mirar al castaño— ¿Qué más falta?
—A ver —Roier sacó su teléfono del bolsillo, mirando la lista que fue haciendo en el camino— Ya tenemos las bolsas de café, las verduras, leche, huevos... mmm...
Spreen llegó por detrás suya, apoyando la barbilla en su hombro izquierdo y mirando por encima la lista con aburrimiento.
—¿Y la carne? —frunció el ceño, indignado— Capo, falta la carne.
—¿Apoco sí? —Roier lo miró por el rabillo del ojo, abultando su labio inferior— Pues claro, es lo primero que te acabas siempre.
—Detalles —suspiró Spreen.
Pasó ambas bolsas a su mano derecha y con la izquierda se llevó las gafas de sol a la cabeza, para después rodear al castaño con su brazo ahora libre y poder tomar el teléfono de sus manos, tecleando con una mano"crnae" al final de la lista.
—Escribe bien, pendejo —el menor rodó los ojos, recuperando su teléfono y corrigiendo eso último—, no lo puse, pero obvio la iba a comprar.
—¿Cómo ibas a acordarte? —Spreen bufó, mirándolo de vuelta desde la comodidad de su hombro.
Roier sonrió engreídamente, alzando su mano derecha y dándose golpecitos con el dedo índice sobre la sien.
—Todo está aquí.
Spreen sonrió divertido.
—¿Entonces para que tenés la lista?
—...Cállate, Spreen.
—Ejem...
Ambos levantaron la mirada hacia Quackity, quien los observaba tímidamente.
Spreen entrecerró los ojos.
—¿Qué?
—La neta, hay algo que había querido preguntarles desde antes...
—¿Sí? — Roier parpadeó, confundido, rascando distraídamente su mejilla izquierda, donde el cabello de Spreen le hacía cosquillas —¿Qué cosa?
El híbrido de pato hizo una mueca extraña y simplemente soltó:
—Pues no sé qué tanto me perdí, pero ustedes dos... ¿desde cuándo son pareja?
...
Saliendo de la estupefacción inicial, tanto Roier como Spreen giraron sus rostros para mirarse mutuamente.
Solo entonces dándose cuenta de lo peligrosamente cerca que estaban...
—¡¿QUÉ?!
Gritaron a unísono, Spreen retrocedió rápidamente, dejando caer al suelo las bolsas que cargaba en el proceso.
El interruptor de "joven emprendedor" de Roier se encendió en mil alarmas.
—¡NO MAMES, SPREEN! —lloriqueó, agachándose y tratando de recuperar lo más posible— ¡TIRASTE TODOS LOS HUEVOS!
—¡¿ESO ES LO QUE TE PREOCUPA?! ¡Y VOS! —giró su rostro rápidamente al del beanie— ¡¿PENSAS ANTES DE DECIR BOLUDECES EN MEDIO DE LA CALLE?! ¡PELOTUDO!
Quackity se encogió de hombros.
—Ay, que exagerado, si no hay nadie...
Spreen miró alrededor frenéticamente. Al menos en eso tenía razón.
—Y aparte tú también, carnal —continuó el híbrido de pato, haciendo un mohín—, nunca te había visto tan a gusto con alguien, y pues como siempre estas pegado a él yo pensé--
Antes de que pudiera completar esa frase, Spreen se dejó envolver en aquellas familiares llamas turquesa, estirando una mano con una pequeña flama en su palma y mirando al más bajo con ojos amenazantes y un furioso sonrojo exténdiendose en su rostro del que seguramente no se había dado cuenta.
—¿Querés morir?
Quackity levantó ambas manos en rendición.
—¡E-espérate, carnal! ¡Baja eso! Yo nomás decía —suspiró tratando de relajar al más alto— Pero pensándolo bien, tienes razón —sonrió con orgullo— Mi carnal, el más fuerte de Bestia, no va a conformarse nunca con un débil humano, ¿cierto?
Spreen bufó ligeramente molesto ante la elección de palabras de su amigo, pero suspiró aliviado al ver a Roier demasiado ocupado rescatando lo que podía de la comida cómo para estar atento a su conversación.
¿Él y Roier? Por favor. La sola idea era ridícula. Aunque tenía que aclarar que, a diferencia de lo que dijo Quackity, no tenía nada que ver con su fuerza. Claro, podía no tener tanta fuerza física cómo él, pero el castaño era todo menos débil.
Se plantó frente a una organización completa para proteger el café y defenderlos, sin mencionar que estuvo a punto de lanzarse a enfrentar a una horda de minotauros que le doblaban la altura.
Y por Dios, hasta lo había desafiado a él cuando lo conoció. Si cerraba los ojos, aun podía sentir en su rostro el inesperado golpe de su zapato...
A la mierda la fuerza. Roier era valiente, y eso era de admirarse. Además, el castaño no tenía ni siquiera que preocuparse por ser fuerte o no. Tenía a un híbrido de oso, un medio muerto, dos titanes y su reina, un hechicero supremo, un agente del gobierno y a un par de, aunque por ahora pequeños, dragones a su total disposición. Y aunque sabía que ni en pedo se aprovecharía de ello, igual tenía la certeza de que todos, incluyendolo, estaban dispuestos a defenderlo si era necesario. A todos y cada uno se los ganó por su forma de ser...
Pensó en la eterna sonrisa en su rostro. Tenías que ser realmente fuerte para siempre recibir a todos con esa sonrisa.
Y es que quizás no lo había meditado bien, pero de verdad le gustaba mucho la sonrisa de Roier. Ojos cálidos. Mejillas abultadas. Dientes perfectos. Labios...
...
Se detuvo justo ahí, arqueando una ceja. ¿Por qué de pronto parecía que lo sabía todo sobre los labios del castaño?
Quizás eran datos inútiles, pero por alguna razón, estaban presentes en su mente.
La forma en que mordía su labio inferior en profundo pensamiento mientras hacía cuentas de las ventas de la semana.
Como los abultaba cuando estaba molesto, como si con eso atrapara sus propias palabras para detenerse de decir algo estúpido o hiriente.
La manera en que se separan naturalmente cuando estaba dormido, suavizando su expresión hasta el punto donde parecía completamente vulnerable.
Pero lo mejor eran las sonrisas. La forma tan natural en que estos se curvaban hacia arriba, achicando sus ojos e iluminando el lugar...
Entre la repentina sesión de "estudio de los labios de Roier" un pensamiento fugaz llegó a la mente del pelinegro:
Si se acercara y probara un poco... ¿serían tan suaves como se veían?
El pensamiento abandonó su mente tan rápido como llegó cuando de repente la pequeña llama que aun balanceaba en su mano comenzó a expandirse. Cubriendo su brazo y deslizándose por sus hombros hasta que antes de darse cuenta, toda su cabeza estaba envuelta en fuego fuera de su control.
Spreen contó unos largos cinco segundos de eso antes de poder apagarse y regresar a su forma humana.
Por suerte, Roier no se dio cuenta.
Para su desgracia, Quackity si...
Levantó la mirada para ver al contrario conteniendo una risa.
—Verga... ¿no había dicho Rubius que eso les podría pasar a los de su especie si de pronto se dejan llevar por sus emociones? No me digas que te pusiste nervioso, Spreen.
El aludido gruñó por lo bajo, más para sí mismo que a su amigo.
—Es tu culpa por decir estupideces...
—Pues logré salvar algo de la leche, aunque tendremos que regresar por más huevos.
Roier regresó a la conversación, mirando con tristeza lo que pudo rescatar después del descuido de Spreen. Ambos híbridos lo miraron curiosos, preguntándose a su manera que tanto habría o no escuchado.
Quackity resopló.
—En fin, regresando a lo que dije, perdón de nuevo. Pero si dicen que no son pareja, les creo —su mirada se enfocó en Spreen— ¿A lo mejor ya por fin le haces caso a uno de los que se te han insinuado en Bestia? Sin ofender a mi buen Roier, pero en nuestra dimensión tenemos más aguante, y créeme, no debe ser fácil complacer a Spreen en la ca--
—¡CERRA EL ORTO!
Decidiendo que no necesitaba estar en su forma original para matar a su imprudente amigo, Spreen se abalanzó hacia él, atrapándolo en una amistosa llave que de amistosa no tenía nada.
Conforme Quackity iba poniéndose azul, y tras haber recuperado lo más que pudo de sus compras (oye, Vegetta lo maldeciría desde su tumba si se enteraba que desperdiciaron comida de esa forma), Roier al fin comenzó a pensar en las palabras del más bajo que desencadenaron todo esto.
Él mismo se llevó una sorpresa al saber que Quackity los veía cómo pareja, sobre todo después de que semanas atrás él mismo pensó en la posibilidad de que era el amigo de Spreen quien tenía sentimientos por el híbrido de oso.
Pero lo que dijo era cierto: Spreen no iba a conformarse con tan poco teniendo tanto poder. Y quizás no había podido verlos mientras estaba agachado, pero por la forma tan agresiva en que escuchó a Spreen reaccionar, suponía que él pensaba igual, se atrevía a pensar que incluso le molestaba que la gente pensara en ellos de esa manera.
Además, era lo obvio. Ni siquiera pertenecían al mismo mundo, la sola idea era una locura.
Así que, tratando de ignorar la forma en que dolió su pecho al desechar la idea de Spreen y él siendo algo más que buenos amigos, aclaró su garganta, llamando la atención del par y sonrió.
—Obvio no somos nada, pendejo —se dirigió a Quackity, quien poco a poco recobraba el color de su rostro—, claro, somos amigos, pero nada más. Aunque es verdad que nunca hemos hablado de eso... es más...
Esta vez se dirigió al pelinegro, quien lo miraba de vuelta con ojos muy abiertos. La sonrisa de Roier se ensanchó.
—Si en verdad te interesa alguien de Bestia, ¿por qué no la o lo traes al café? La casa invita.
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Spreen pateó la puerta de la entrada de Karmaland con tanta fuerza que nadie en el interior entendió cómo la campanilla no salió volando.
Rivers, desde la barra, rodó los ojos cansada antes de regresar su atención a su taza de capuchino. Ya decía ella que el día que decidió venir a saludar estaba bastante tranquilo...
—Si te encargo, imbécil —Juan, bastante poco impresionado, arqueó una ceja, mirándolo sobre el grueso libro de hechizos que sostenía frente a sus ojos—, algunos intentamos leer.
—Nomás te digo que si tu chingadera despertó a Bobby y Ramón de su siesta, tú te vas a encargar de cuidarlos el resto del día —Aldo presionó, molesto— Me tardé un chingo para que se durmieran.
Mariana se acercó, cuidadosamente —¿Pasó algo?
—¡Tomá!
Sin otra advertencia, Spreen arrojó las bolsas que llevaba hacia las manos del titán, quien al ver que eran cosas frágiles, maniobró frenéticamente para no dejarlas caer al suelo.
Missa apareció pronto detrás de él, ayudándolo en silencio mientras miraba confundido a Spreen.
—¿Y Roier?
—¿Qué con él? —hizo un mohín al escuchar su nombre, pero al ver la mirada seria de Missa, suspiró— No debe tardar en llegar, el pelotudo viene atrás explicándole cualquier boludez que se le cruce en el camino a Quackity.
—¿Quackity está aquí? —preguntó Cellbit, curioso— ¿Hay noticias de los dragones?
—Sí. Está acá. No. No hay noticias. ¿Terminaron ya con el interrogatorio de mierda?
Spreen solamente quería pasar de largo, subir a su habitación, y con suerte morirse, pero risas a sus espaldas le hicieron hervir la sangre y le recordaron de quien era la culpa de todo esto...
Se hizo a un lado para dejar a Roier entrar al café, quien inmediatamente ubicó a Rivers y se acercó a saludar, y apenas Quackity cruzó el umbral, lo tomó de la parte trasera de su sudadera, arrastrándolo escaleras arriba.
El resto solo pudo ver en confusión a ambos híbridos desaparecer por las escaleras hasta que la puerta de la habitación de Spreen azotó con fuerza.
Silencio.
—¿Y bien? —Mariana dejó con cuidado las bolsas sobre la barra, cruzándose de brazos hacia el humano— ¿Qué pasó para que el Spreen ande de ese humor?
Roier se encogió de hombros.
—Sepa... aunque bueno, a lo mejor se molestó con Quackity que le estaba dice y dice que si le gustaba alguien. La verdad yo no lo había pensado mucho, pero pues... es casi de mi edad ¿no? Al parecer hay gente en Bestia que le interesa o algo así...
—Bueno, eso es normal.
Juan, quien hasta ese momento se había mantenido ajeno a la conversación, se acercó al resto.
—Si quitas cosas como mi magia increíble, la habilidad de volar de Missa y la ridícula fuerza de los titanes y Spreen, no somos tan diferentes a los humanos. Obviamente también podemos relacionarnos, enamorarnos y todo eso.
—Y Spreen aún es bastante joven —agregó Cellbit tras dar un sorbo más a su café—, no debe ser extraño que tenga al menos uno o dos pretendientes.
—Y agrégale que es super popular allá, con eso de ser el más fuerte —Mariana codeó divertido a Aldo—, debe ser todo un rompecorazones.
—Pues claro. Es fuerte, guapo y tiene cara de culo todo el tiempo —asintió Aldo, divertido— La fórmula perfecta para el enculamiento.
—No tiene cara de culo todo el tiempo —respondió Missa entre risas—, pero si, es un buen partido. Cuando llegue el momento, será divertido ver quien ganó su corazón.
Tras eso, escucharon una puerta abriéndose de golpe y pasos pesados en el segundo piso. El rostro molesto de Spreen apareció en lo alto de las escaleras.
"Cierto" pensó Roier, divertido "Su pinche oído hiper desarrollado..."
—¡¿Pueden dejar de hablar a mis espaldas de estupideces?! ¡Y vos, Roier!
Spreen apuntó directamente al castaño, quien le regresó la mirada, confundido.
—Vos olvida todo lo que escuchaste hoy sobre amor y parejas ¿querés? No estoy interesado en ninguna de esas boludeces —levantó ambos puños— Lo único que necesito son a estos dos.
Roier pestañeó, tratando de ignorar el pinchazo que sintió en su pecho al escuchar al contrario decirle aquello a la cara.
—Seguro, si tú lo dices —contestó, sonriendo de lado.
Spreen sintió una vena palpitar en su cabeza.
—... ¿por qué te lo tomas tan bien? Pelotudo.
Y dicho esto, se giró refunfuñando, regresando a su habitación y azotando de nuevo la puerta detrás suya.
Roier le gritó de vuelta, sabiendo que lo escucharía de todos modos.
—¡A chinga! ¿Y el insulto de a gratis? ¡Acabas de decir que lo olvide, pendejo!
Para Juan y el resto esto no era más que el inicio de otra de las típicas peleas tontas del par, pronto regresaron a su conversación habitual.
Rivers, quien observó todo en silencio desde la barra, resopló divertida.
Así que un híbrido de oso y un humano... ¿quién lo diría?
Si tan solo fueran más honestos consigo mismos.
—Hombres... —rodó los ojos, regresando su atención a la taza frente suyo— De verdad que son imbéciles...
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¿Cuál era su maldito problema?
Cuando Quackity insinuó que tenía pretendientes en Bestia, Roier ni siquiera se inmutó.
¡Peor aún! ¡Lo animo a traerlos a Karmaland y presentarlos! ¡Y se lo dijo todo con esa estúpidamente brillante sonrisa! ¡¿Se puede ser más imbécil?!
Frunció el ceño, mirando al suelo con una mezcla de enojo y tristeza. ¿No podía al menos sorprenderse, molestarse, o algo?
¿Tan poco le importaba la idea de él con alguien más?
...
¿Y desde cuándo le importaba lo que Roier le pudiera importar eso?
— ...
Sacudió la cabeza frenéticamente. ¿Por qué últimamente pensar en el castaño hacía todo tan complicado?
Recordando la presencia de Quackity en la habitación, resopló hastiado. Ya lidiaría con eso más tarde. Primero...
Cerró sus ojos un momento para enfocar su oído, y tras asegurarse de que todos estaban escaleras abajo bastante ocupados con otras cosas, los abrió de nuevo, mirando con seriedad a Quackity frente suyo.
—¿Y bien? —empezó, cruzándose de brazos— ¿Qué hacés acá? La verdad. No puede ser esa boludez de extrañarme ni conocer esta dimensión.
Quackity lo miró con sorpresa, antes de sonreir con sarcasmo.
—Es imposible ocultarte algo, ¿no?
Suspiró cansado antes de continuar en voz baja.
—La verdad es que quería decirte algo que escuché ayer, sobre el grupo de Reborn.
Eso fue suficiente para despejar su mente de Roier y todo lo demás. La sola mención de los minotauros y cualquier información que pudiera ayudarlo a acabar con su repetida amenaza era bastante valiosa.
—Así que siguen atacando—bufó Spreen, rodando los ojos— Es re molesto, pero al menos son predecibles... ¿podés decirle a Conter y Cris que estén alertas? ...capaz y hay que avisarle a Rubius igual--
El de beanie lo interrumpió en voz inusualmente seria.
—De hecho, es todo lo contrario... Reborn lo disimuló muy bien la última vez que nos atacó, pero llegó un punto en el que ya no se puede ocultar.
Asegurandose de tener la total atención de Spreen, el menor siguió:
—La verdad es que... desde hace ya varias semanas que los minotauros han disminuido en números.
Las cejas de Spreen se alzaron en sorpresa. Definitivamente no esperaba algo así...
Quackity tomó su silencio como indicación para continuar.
—No han habido reportes de ataques en aldeas ni en otros clanes grandes, ni se han encontrado cuerpos. Es como si se estuvieran desvaneciendo en el aire... —suspiró aliviado— La neta, eso es música para mis oídos... pero sigue siendo raro ¿no crees?
"Raro" es poco...
¿Los minotauros estaban simplemente desapareciendo? ¿Acaso había otra amenaza mayor en Bestia?
Pero incluso si fuera así, no se han encontrado cuerpos... ¿a dónde estaban yendo?
Al parecer estaba tan metido en sus pensamientos que no detectó la presencia de Missa acercarse, hasta que dio un par de golpes en la puerta de su habitación.
—¿Spreen? ¿Quackity? —habló tímidamente del otro lado— Llegó la pizza, ¿pueden bajar?
—¡No me lo tienes que decir dos veces!
Contestó alegremente Quackity, abriendo la puerta y encontrándose con un sonriente Missa, pronto arrastrándolo escaleras abajo mientras preguntaba "Por cierto, ¿qué es pizza?", dejando a Spreen solo con sus pensamientos un momento.
Si era completamente honesto, Quackity tenía mucha razón en decir que esa noticia era buena. Bestia definitivamente sería un lugar mejor sin los minotauros para atormentar a las villas y pueblos.
...
Entonces... ¿por qué tenía un mal presentimiento de todo esto?...
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Otro capitulo de los bobos enamorados y enojandose nomas porque sí 🤪 pero tambien nos ponemos modo serio..
Muchas gracias por leer! 🫶💕
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