Cap 13.
A pesar de considerarse relativamente rápido, Roier sabía que la carrera para alcanzar a Spreen era una perdida desde el principio, por lo que para saber que camino había tomado tuvo que guiarse por dos factores a su alrededor.
El primero y más obvio, las huellas que dejó sobre la nieve.
El segundo y más preocupante, el camino flanqueado por decenas de habitantes del asentamiento corriendo y huyendo en dirección contraria a él.
Eso debió ser una señal de que las cosas no estaban bien, pero sus pies no dejaron de moverse ni un segundo.
Para cuando llegó al centro del territorio, un área abierta dónde minutos atrás estaban interrogando a algunos sobre el posible paradero de dragones, había casi perdido el aliento. Roier se apoyó en sus rodillas un segundo, inhalando en fuertes y dolorosas bocanadas de aire helado, tratando de regular de nuevo su respiración.
Levantó la mirada para encontrar el lugar casi desierto. "Casi", pues lo que lo esperaba, contrastando por completo con el pequeño y adorable pueblo lleno de gatos y conejos, era un grupo de al menos cinco minutauros cómo el que perseguía a Quackity horas atrás.
Si tuviera una moneda por cada vez que había estado frente a un minotauro esta semana, tendría 3 monedas, lo cual no es mucho, pero vete a la verga, ¿quién chingados ve un minotauro en la actualidad?
Definitivamente no estaba entre sus planes, con un demonio, él solo quería hacer café, pensó mirandolos con cuidado desde su posición. Arqueó una ceja confundido cuando su atención se posó en el que estaba justo al centro.
Este era un poco diferente al resto. Visiblemente más grande y con una complexión mucho más muscular que los que había visto hasta ahora.
—Es el líder.
Roier giró su rostro rápidamente al escuchar la voz de Spreen justo a su derecha. Cruzado de brazos y con las gafas de sol de vuelta sobre sus ojos, al igual que él, mirando al frente, seguramente analizando la situación.
—Te recomiendo taparte las orejas —agregó con veneno en la voz, entrecerrando los ojos hacía la criatura—, su voz es re molesta.
Una tétrica risa burlona llenó el lugar.
—Me rompes el corazón, Spreen.
Roier giró de nuevo su cuello tan rápido que dolió, de vuelta al grupo de minotauros, específicamente al sonriente gigantón del centro.
¿Acababa de hablar?
Recordando la explicación de Cellbit, eso lo convertía en un tipo A. Podía comunicarse con ellos. Aunque a diferencia de los no-humanos con habilidad para hablar que conocía hasta ahora, este no parecía tener buenas intenciones en lo absoluto.
Sin esperar que Roier ordenara sus ideas, la criatura siguió hablando.
—Así que era verdad —continuó con sarna en la voz— Cuando escuché que estabas paseándote entre territorios tan débiles creí que era un pésimo chiste, pero hete aquí. ¿Qué pasa? ¿Ahora sois amigos todos y jugáis a tomar el té? Te has ablandado, Spreen.
Ignorando por completo sus patéticos intentos de provocación, Spreen aprovechó la discreción que le daban sus gafas para observar su entorno. Los habitantes ya habían evacuado esta parte del pueblo, Roier estaba a salvo a su lado, de Juan y los demás no sabía dónde estaban, aunque suponía que el alboroto ya debía haberlos alertado.
Sabiendo que se acobardarían y huirían al verlo junto con un titán y un hechicero supremo, su mejor apuesta ahora era hacer tiempo hasta que los demás llegaran.
—Mirá, Reborn —Spreen suspiró cansado, levantando ambas manos al aire y cerrando los ojos—, no es buen momento ni lugar, ¿podemos hablar lue--
Un escalofrío recorrió su cuerpo al escuchar el más tenue sollozo, sus orejas respingaron y sus ojos se abrieron de par en par al mismo tiempo que Roier gritaba.
—¡BOBBY! ¡RAMON!
En automático, extendió su brazo izquierdo, escudando y previniendo la clara intención del castaño por echarse a correr sin pensar hacía el frente, mientras ambos miraban la escena con horror.
Uno de los secuaces que estaban detrás levantó sobre su cabeza ambos brazos, en cada una de sus manos sujetando por sus colas a las pequeñas crías de dragón. Bobby pataleaba con todas sus fuerzas, mientras Ramón intentaba dejar de girar sobre sí mismo por la gravedad.
Spreen sintió su sangre arder.
—¡¿Por qué los tienen?! —rugió Roier con una mezcla de confusión y furia— ¡Los estaba cuidando Quackity!
—Es un pelotudo... —contestó el pelinegro entre dientes.
Reiteraba lo que pensó días atrás: el híbrido de pato podría ser su amigo, pero si no podía defenderse ni siquiera a sí mismo, no tenía nada de oportunidad cuidando a un par de bebés.
Aunque si era realmente honesto, sospechaba que parte de la culpa la tenía él mismo. Reborn siempre había tenido esta fijación por pelear contra él, el que persiguieran o atacaran a su amigo eran daños colaterales en un intento de llegar hasta él. Roier, sin tener idea de esto, inocentemente debió pensar que sería una buena idea dejarle a cargo a los dragones.
Y hablando de Roier, podía compartir el sentimiento del castaño. Ahora mismo, lo único que quería hacer era saltar hacía el grupo de hijos de puta, y tras liberar a los pequeños de las sucias garras de ese grandote y dejarlos a salvo con Roier, volver a atacarlos y noquearlos uno por uno, terminando con el imbécil de Reborn.
Pero no era tan sencillo, lo superaban en número, existía el riesgo de que lastimaran a los pequeños y debía tener un ojo sobre Roier todo el tiempo. Eso aunado a que aún estaban en medio de un asentamiento lleno de gente. Tenía que pensar inteligentemente.
Intentando ganar más tiempo, decidió preguntarle sobre algo que venía pensando desde hace rato.
—He visto a varios de tu especie desde que llegué —habló, arqueando una ceja— Conociendo tus sucios métodos, seguro iban siguiendo de cerca al que atacó a Quackity antes sabiendo que iba a buscarme. Sabías que estaba acá ¿quién te lo dijo?
La criatura se cruzó de brazos, mirando al híbrido desde arriba.
—¿Qué te hace pensar que tenemos un informante?
—No te da la inteligencia para armar una emboscada así.
Lejos de ofenderse, el minotauro soltó una gran carcajada.
—Vamos Spreen, que no eres cualquier gilipollas. Noticias cómo que estes aquí vuelan por todo Bestia. Pero suficiente de eso.
Sintió a Roier tensarse a su lado mientras, con una señal, Reborn mandaba a la criatura que sujetaba al par de huevitos a ponerse frente a todo el grupo.
—Si realmente te interesa la vida de este par, no te atrevas a mover ni un músculo. Y ni pienses en usar tu fuego.
Spreen sostuvo su mirada con ira bajo las gafas de sol, sin embargo, hizo exactamente lo que le exigía. En silencio, se dejó envolver por una bola de fuego turquesa, perdiendo sus rasgos de híbrido, regresando a la apariencia que solía usar cuando estaba en la dimensión de los humanos.
Con calma se llevó las gafas sobre la cabeza, sus ojos negros ocultaban perfectamente sus sentimientos e intenciones, no tenía caso seguir usándolos por ahora.
—Qué pinche cobarde —Roier temblaba a su lado, ahora completamente furioso— ¿Y si mejor te metes con alguien de tu tamaño? Que bajo usar a dos pequeños como escudo.
El tal Reborn desvió la mirada para observar al castaño directamente a los ojos por primera vez.
—No te había visto por aquí antes ¿Vienes con Spreen? —arqueó una ceja antes de sonreír—Interesante. Me pregunto cuanto aguantarías antes de rogarme que te mate. Quizás a Spreen y a tus pequeños amiguitos les guste ver.
Amenazó mientras tomaba de las manos del minotauro que estaba frente suyo a Bobby y Ramón, agitándolos despreocupadamente por sus colas en el aire.
Roier no sintió ni una pizca de miedo ante la amenaza, su mente bastante ocupada en imaginar mil escenarios de cómo partirle su puta madre a este matón y su grupo.
Eran cinco. Si, era difícil, pero seguro entre él y Spreen podrían pensar en algo...
Casi como si estuviera orquestado, del espacio que daba hacía el bosque helado a su izquierda comenzaron a salir grupos de más minotauros, pronto rodeándolos por completo.
Bien, cambio de planes. No eran solo cinco. Eran un vergo. Roier contó al menos veinte en total. Sintió un escalofrío recorrer su espalda al sentirse por primera vez completamente vulnerable.
Bajó la mirada con impotencia. ¿A esto se refería Mayichi cuando le habló sobre cómo son las cosas en Bestia?
Podía simpatizar por completo con ella. En estos momentos, él y Spreen eran como Mayichi en su relato. Débiles, impotentes, sin poder hacer nada más que ver a seres inocentes ser lastimados y contando los segundos antes de ser reducidos a nada por criaturas muchísimo más poderosas que ellos.
—Aunque pensándolo bien —Reborn regresó su mirada al castaño, sonriendo con enormes colmillos— Será más divertido si antes de eso ves cómo le pateamos el trasero a Spreen en primera fila ¿Por qué no vienes aquí, pequeñín?
Terminó extendiendo un enorme brazo hacía él.
Roier apretó los puños. Era justo lo describió Mayichi antes: Un enfermo deporte.
Sin embargo, ante lo precario de su situación poca opción le quedaba. Tomó aire mientras daba un paso al frente--
Solo para ser tomado con fuerza por la muñeca un segundo después, deteniendo su marcha en seco.
Miró sobre su hombro para encontrarse con la mirada oscura de Spreen.
—¿Spreen?
—No tenés que hacer lo que te dice, Roier —contestó con calma.
—Pero ellos--
—Te dije que te iba a proteger —interrumpió el pelinegro, sin despegar la mirada de sus ojos—, y yo cumplo lo que prometo. Incluso si vas hasta allá, créeme que hallaría la manera de protegerte. Pero me ayudarías una banda si te quedás justo acá, ¿sí?
Eso... no se lo esperaba para nada. Era cierto que una noche antes de venir a Bestia Spreen le había prometido aquello, pero creía que este tipo de repentinos momentos románticos en medio de la adversidad eran cosas que ocurrían solamente en las películas.
...
Espera, ¿cómo que romántico?
No tuvo más tiempo de preguntarse por qué vergas su cerebro decidió usar justamente esa palabra cuando Spreen, al verlo ya sin intenciones de alejarse, lo jaló con fuerza, colocándolo detrás suyo.
—Y vos —habló de nuevo, dirigiéndose al líder en medio del grupo— Estás muy equivocado si crees que con tomar rehenes tenés esto ganado.
Sonrió con suficiencia antes de continuar.
—Eso no hace ninguna diferencia.
Y, pateando el suelo, se lanzó a correr hacia el frente. El grupo de minotauros se puso alerta al verlo en acción, pero Spreen, sin reducir la velocidad ni un instante, se dejó caer sobre sus rodillas, aprovechando el impulso para deslizarse entre las piernas del secuaz de Reborn, quien se había interpuesto frente a él para proteger a su líder. Todo ocurrió tan rápido y con tal precisión que ninguna de las criaturas reaccionó hasta que Spreen se detuvo justo frente a Reborn, mirándolo sin miedo desde abajo.
—¡¿Posta crees que necesito fuego para hacerte pija?!
Antes de esperar una respuesta, apretó su puño derecho con fuerza, conectándolo justo en la boca del estómago del contrario. Desde su posición Roier pudo jurar que escuchó alguna costilla rompiéndose.
El ataque a su líder logró confundir y asustar al resto de minotauros, quienes se arremolinaron alrededor de Reborn en un intento por protegerlo.
Pero más importante que eso, aquel repentino golpe provocó que la bestia soltara a Bobby y Ramón, quienes tras volar un par de metros arriba en el aire, ahora caían rápidamente hacía el suelo.
Roier se echó a correr de inmediato para atraparlos, pero Spreen lo venció de nuevo, saltando alto para finalmente atraparlos y resguardarlos contra su pecho.
Para cuando cayó de nuevo a tierra, Roier ya estaba a su lado. Le tendió al par de ahora temblorosos huevos al castaño con una sonrisa de lado.
—Cuídalos. No seas como el pelotudo de Quackity y los vayas a dejar.
—¡Cómo si los fuera a dejar solos! ¡Pendejo! —Roier le contesto gritando efusiva y alegremente, contento de sentir la calidez del par entre sus brazos una vez más.
La forma en que no dudo ante las exigencias del minotauro. Cómo lo retuvo cuando estuvo a punto ser tomado como rehén. Cómo espero el momento indicado para atacar y cómo a pesar de todo eso Bobby y Ramón, fuera de estar aterrorizados, no tenían ni un solo rasguño.
Roier sonrió enterrando su cabeza entre ambos huevitos. Spreen no solo había cumplido su palabra, sino que también estaba siendo el héroe justo ahora. Estaba aliviado de haber hecho caso a sus instintos antes y no juzgarlo solamente por lo que Mayichi había contado.
Pero apenas unos segundos después, volvió a estar alerta. Reborn se levantó del suelo con un quejido captando su atención y la del híbrido. Esto aún no había terminado.
—¿Qué? —Spreen lo provocó con un tinte de burla en su voz— ¿Ya que no tenés a tus rehenes te quedaste sin trucos sucios?
Reborn bufó molesto.
—No... seguimos superándote en número.
—¿Y qué van a hacer? —Spreen preguntó girando los ojos— ¿Van a atacarme igual? Dale, por mi piola.
Spreen volvió la mirada a un lado suyo, mirando directamente al pequeño Ramón, aun tembloroso entre los brazos del castaño.
—Che Ramón.
El pequeño levantó la mirada lentamente, solo para ser sorprendido por Spreen, colocando sus gafas de sol sobre su caparazón.
—Cuidamelas un toque.
Y girando sobre sus talones se dejó envolver de nuevo en una bola de fuego turquesa, recuperando sus rasgos híbridos junto con una mirada púrpura ligeramente más oscura a la que Roier estaba acostumbrado a ver.
—Te reto a que lo intentes —entrecerró los ojos—, si podés seguirme el ritmo, claro.
Apretando a Bobby y Ramón contra su pecho, Roier no podía apartar la mirada de lo que comenzó a ocurrir frente suya.
Con un gruñido bajo, Spreen se lanzó a batalla, brillantes flamas turquesa combinándose y transformándose en color zafiro. Entre saltos, patadas, puñetazos y garras pronto comenzó a superar con facilidad al grupo de minotauros.
Como un oso envuelto en llamas. Completamente imparable.
Uno a la izquierda pronto se vio atrapado en su fuego, mientras que un par a su derecha caían noqueados al suelo, todo ocurría tan rápido y certero que si se atrevía a pestañear se lo perdería.
Unos cuantos, viendo la manera en que la batalla se desenvolvía, comenzaron a retroceder en busca de retirarse, pero Spreen los vio antes, invocando un muro de fuego que obstruía su vía de escape.
—¡¿Qué pasa?! —sonrió mostrándoles caninos— ¡¿Todos esos músculos eran sólo para impresionar?!
Cómo si les hubiera dado justo en su orgullo, el mismo grupo que intentaba huir se echó a correr hacía el híbrido, levantando imponentes brazos, los cuales Spreen, sin esfuerzo aparente, detenía con sus puños, desviando los ataques que iban dirigidos a él hacía el resto de los minotauros.
En algún punto en medio de la pelea, Roier comenzó a escuchar murmullos a su alrededor. Miró sobre su hombro para ver a algunos habitantes del asentamiento salir de sus escondites, guardando su distancia, pero con los ojos atentos a la batalla.
Era un torbellino. Un torbellino de fuego. Letal. Imponente. Sofocante. Y dentro de todo aquello, estaba Spreen. Controlando fuego a placer y conteniéndolo de manera que no provocaba ni un solo daño en el territorio. Una danza hipnótica de ir y venir, atacando y reduciendo a los villanos sin esfuerzo alguno. Un héroe.
En la cima de un mundo cruel y despiadado. Spreen en efecto era...
—El más fuerte de Bestia —murmuró sin poder apartar la mirada.
Y justo como lo sospechaba, todo fue tan rápido que apenas un par de pestañeos más tarde, todo el grupo de minotauros estaban inconscientes en el suelo. Todos excepto el tal Reborn.
El resultado de la feroz pelea provocó que los habitantes del asentamiento elevaran su voz en sorpresa. De entre todos ellos, pudo distinguir un par de orejas de gato negras sobre una cabellera rubia.
Mayichi observaba pasmada la espalda de Spreen encarando a Reborn, ojos bien abiertos, en claro conflicto, casi como si no se atreviera a aceptar del todo que Spreen estaba, en efecto, ayudándolos.
Un bufido molesto y que hizo temblar el suelo provocó que el miedo volviera a los ojos de la chica y que Roier regresara su mirada al frente.
—Esos imbéciles eran los más fuertes de toda la manada... —escupió Reborn, mirando a Spreen con algo entre la incredulidad y el terror— ¿Qué clase de monstruo eres?
Spreen resopló divertido. Qué alguien como Reborn lo llamara "monstruo" no le afectaba en lo más mínimo.
—¿Monstruo? —repitió con voz calmada— No tratés de justificar tu debilidad con boludeces.
Dio un paso hacia el minotauro quien, instintivamente, dio un paso hacia atrás, habiendo perdido por completo la seguridad y alardeo con el que le habló al oso minutos atrás.
—Por lo general cada que me enfrento a los de tu especie los dejo ir con una advertencia —continuó Spreen, dando otro paso al frente—, pero la pelotudez que hiciste hoy ya cruzó un límite. Me parece que necesitas un ultimátum.
Y dicho esto, chasqueó los dedos. Una columna de fuego, lo suficientemente ancha para envolver al gran minotauro, pero justo lo necesario cómo para no dañar el territorio, comenzó a formarse a los pies de Reborn, quien sin forma de escapar pronto fue engullido por esta.
Spreen levantó su mano derecha al frente, añadiendo más fuerza mental para evitar que el fuego se saliera de su control. No quería terminar matándolo--
"Mátalo"
Cómo si de un relámpago se tratase, una punzada le atravesó la sien. El híbrido entrecerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear la voz en su cabeza, intentando arrastrarlo del aquí y ahora.
El fuego frente suyo ondeó en peligrosas tonalidades color cobalto, con un gruñido levantó también su mano izquierda, concentrándose más fuertemente en mantenerlo a raya.
"Sabes que lo merece" continuó la distorsionada voz en su mente "Tenés el poder para hacerlo. Un chasquido y todo acabará."
Su respiración comenzó a volverse irregular. Soltando mucho más aire del que llegaba a sus pulmones, Spreen empezó a jadear, tratando de obtener el tan anhelado oxígeno. Su mirada iba oscureciéndose y sentía cómo poco a poco se alejaba de la realidad.
Cerró los ojos. Pero aquella misteriosa voz seguía hablándole.
Inhala. Exhala.
"No volvería a molestarte nunca más"
Inhala. Exhala.
"No volvería a dañar a nadie en Bestia"
Inhala...
"No lastimaría a Bobby o a Ramón"
Exha--
La silueta de aquella molesta voz se materializó frente suyo dentro de su mente, envuelta en sombras, dejando ver solamente una sonrisa macabra enmarcada por largos caninos.
Y al instante siguiente, las sombras se dispersaron. Spreen sintió su corazón detenerse al verse a sí mismo de pie frente suyo. Misma vestimenta, mismo cabello, mismas orejas... Y un par de ojos color granate intenso, mirándolo con algo entre la locura y la diversión antes de volver a hablar, esta vez usando su misma voz.
"No tocaría a Roier"
La imagen de Reborn extendiendo su brazo hacia el castaño apenas minutos atrás cruzó por su mente en un segundo y Spreen vio rojo. El granate de los ojos frente suyo extendiéndose, reemplazando la oscuridad en la que estaba sumergido.
Era sencillo. Nadie extrañaría a un matón cómo Reborn. Le haría un favor a Bestia. Y más importante que eso, no tendría que preocuparse nunca más de que molestara a uno de sus amigos ni a Roier.
...
Roier.
...
¿Por qué no incluía a Roier entre sus amigos?
El rojo de su mente comenzó a flaquear con esa sencilla pregunta.
Tenía claro que no lo odiaba. De hecho, si lo pensaba detenidamente, hasta el día de hoy había compartido con el castaño cosas muy similares a las que ha tenido con Quackity, incluso con Missa y los demás, por lo que llamarle "amigo" debería ser lo más acertado.
Aun así, la palabra no terminaba de encajar.
El Spreen frente suyo pareció ver su debate mental y su sonrisa desapareció.
"Hazlo, Spreen" continuó en voz gutural "Sos el más fuerte", "Es la ley acá", "Ya todos te temen de todos modos"
"Spreen es tan egoísta"
Diferentes voces se unieron a la de sea quien fuera esa entidad igual a él, mezclándose entre murmullos cómo los que llevaba toda la vida escuchando a sus espaldas.
"Es un despiadado" "Una completa abominación"
Pero el híbrido apenas y les prestó atención. Tenía algo más importante ocupando su mente.
Si no podía llamar a Roier su amigo... ¿qué era entonces?
"¿Sabes a cuantos debió haber matado ya?"
¿El nieto de Vegetta? No había duda de que Vegetta fue clave de su vida, pero por muy importante que fuera, parecía casi un insulto hacia Roier darle mérito solo por eso. El castaño quería, muy a su manera, ser reconocido por él mismo. Y eso era admirable.
"Es un sádico"
El dueño de Karmaland, ¿quizás? Karmaland era un lugar especial para él, y que Roier estuviera al mando y dispuesto a protegerlo era motivo suficiente para considerarlo importante en su vida. Sin él, Spreen no podría volver a lo que consideraba su hogar...
"Es un desalmado" "Sin corazón"
Sonrió confundido, repasando eso último. Era curioso...
"𝘌🆁𝘦🅢 𝘂🅝 𝓶𝕠𝚗𝒔𝓽𝐫𝘂🄾"
¿Desde cuándo volver a su hogar dejó de ser beber café con lo más cercano a un padre que tuvo y se convirtió en discusiones tontas, tacos, sonrisas y miradas cálidas?
"No eres un monstruo"
La voz de Roier se alzó sobre todas las de su mente. Expandiéndose en olas de luz que disiparon el rojo y oscuridad, envolviendo a aquella versión retorcida de sí mismo hasta que desapareció, llevándolo de vuelta a la realidad.
Ojos amatista reflejando las llamas que envolvían a Reborn.
No mentiría. Una parte de él quería matar al minotauro.
Pero...
Con un último suspiro, volvió a chasquear los dedos y el fuego que envolvía al minotauro se elevó hasta desaparecer en el cielo. Reborn cayó de frente sobre la nieve. Herido de varias quemaduras, inconsciente. Pero vivo.
Tras algunos instantes de silencio absoluto, se escucharon varios pares de pasos apresurados por la nieve. Roier levantó la mirara para encontrarse con Cellbit y el resto de su grupo llegando casi sin aliento al centro del asentamiento.
—Perdón por la tardanza, mien —Mariana habló entre jadeos, regulando su respiración—, había otro grupo de estas cosas al otro lado del pueblo. Nos mantuvieron ocupados.
—Igual fue pan comido para mí —alardeó Juan, agitando una mano con soberbia—, no son muy inteligentes que digamos, solo con ver magia a la que no están acostumbrados bastó para espantarlos.
Missa se asomó tímidamente, mirando con sorpresa a Roier y a ambos huevitos.
—¿Ustedes están bien? —preguntó con preocupación— A Cellbit casi le da algo cuando los minotauros aparecieron y no sabíamos dónde estabas.
Roier le sonrió, acomodando al ahora ya más tranquilo par de dragones entre sus brazos.
—Estamos bien —respondió contento—, Spreen nos protegió.
Escuchar la voz del castaño fuera de sus pensamientos y de vuelta en el presente provocó que Spreen se sintiera de pronto avergonzado. Bajó sus orejas ligeramente, frunciendo los labios y esperando que nadie más lo notara.
Igual ¿por qué se sentía avergonzado? Solo cumplió lo que dijo y ya está. Protegió a su no-amigo Roier (si... no podía seguir diciéndole así) y a los pibitos que el pelotudo de Quackity no pudo cuidar.
Hablando de eso.
—Che, Quackity —dejando de lado aquel sentimiento extraño en su pecho, se giró a ver hacia el híbrido de pato, sintiendo su presencia oculta tras el titán— ¿Ni si quiera pudiste proteger a dos bebés? ¿Qué porongas pasó?
El aludido dejó de esconderse tras el cuerpo de Mariana y salió con un suspiro cansado. Spreen alzó ambas cejas en realización y Roier apenas pudo contener su sorpresa.
—¿Qué pasó? —preguntó el castaño, mirando con preocupación al híbrido de pato, herido de pies a cabeza.
—Perdón, carnal —dijo avergonzado el de beanie—, sé que no es excusa... pero es que me estaban rasguñando y en una de esas se me escaparon, yo creo que los fueron a buscar... pero entonces llegó Reborn y su grupo y para cuando acordé ya me los habían quitado.
"Verga..." pensó Roier. Ahora se sentía realmente mal. No era secreto que Bobby y Ramón eran un poco rebeldes con todos excepto con él. Aldo y el resto del café se llevaron una buena tanda de rasguños, y ni hablar de Spreen, Bobby de verdad parecía tener algo en contra suya.
Aunque no podía culparlos, eran bebés, era normal que se sintieran intimidados con gente nueva. Parte de la culpa la tenía él mismo por dejarlos solos en primer lugar.
—No seas tan duro con él, Spreen —Cellbit sonrió amablemente—, lo encontramos siendo apaleado por un minotauro gritando que tenía que ir a buscar a los pequeños porque el nuevo amigo de su carnal se lo pidió.
Enternecido con el compromiso del híbrido de pato, Roier estuvo por apoyar al agente en pedirle a Spreen que dejara de regañarlo cuando Bobby se removió entre sus brazos mientras Ramón volvía a temblar, buscando refugio en su abrazo.
Suspiró. Seguían asustados después de todo. Debería primero enfocarse en que ellos estuvieran más tranquilos y ya después disculparse con Quackity. Quizás invitarlo al café un día de estos.
—Y bueno —Spreen resopló, girando los ojos—, los pibes no te harían nada si no te hubieras metido con su mamá antes.
Y también debía pensar en una forma de hacerle entender a Spreen que la broma de que él era su mamá ya no daba risa, agregó Roier en su mente mientras hacía un puchero.
—Entonces, Spreen ¿Qué vas a hacer con ellos?
Acabando con el breve momento de relajación, Juan habló con seriedad, cruzándose de brazos y encarando al híbrido de oso.
—Nosotros no somos de esta dimensión —continuó el hechicero—, obviamente no podemos intervenir. Ya este es un lugar donde la ley es el fuerte vive y el débil muere, y fuiste tú quien los derrotaste... bueno, supongo que es tu decisión.
"El fuerte vive. El débil muere"
Desde que Spreen ha tenido uso de razón, esas palabras le han sido inculcadas.
Haber nacido en la manada de híbridos de oso, conocidos por su orgullo y poder contribuyó mucho a aquello. Su padre siempre se lo impuso. El resto de su manada, todos esperaban eso de él.
Todos. Excepto...
"No creas en las palabras, Spreen, observa lo que hacen"
"La gente puede decir muchas cosas, pero son sus acciones lo que demostrarán quienes son en realidad"
Así que Spreen observó.
Más allá de las miradas curiosas y temerosas de los habitantes del asentamiento, más allá de la directa pregunta de Juan. Y tras mirar a lo lejos regresó pues, irónicamente, lo que buscaba estaba justo a su lado.
Se encontró con ojos avellana mirándolo de vuelta. Minutos atrás, esos ojos lo miraron con algo muy cercano al miedo. Pero ahora lo miraban con total confianza. Quizás Roier no era consciente de lo que sus ojos decían, pero para Spreen fue un fuerte y claro: "Haz lo que tú creas correcto"
—Déjalos —respondió en voz baja, apartando la mirada de la de Roier— No van a despertar en al menos un día y al menos les tomará dos poder moverse. Le da tiempo al líder de acá organizar a todos para reubicarse en otro lado... ¿no?
Su mirada viajó hasta un híbrido de conejo de cabello blanco, cubierto por una capa verde que observaba la escena con atención. Un par de grandes binoculares sobre su cabeza mantenían sus orejas bajas. Se acercó de un par de zancadas y elevando grandes ojos azules envueltos en esclerótica negra hacía el híbrido de oso, asintió.
—Es una putada, pero estamos acostumbrados —dijo con una sonrisa triste—, Cris lidera un asentamiento a varios kilómetros al norte, seguro tiene espacio para unos cuantos más.
—¡¿POR QUÉ?!
Lo que rompió la calma en el centro del pueblo, fue la voz de Mayichi, alzándose con rabia e incredulidad entre los murmullos de la gente.
Antes de que cualquiera pudiera registrarlo, se echó a correr hasta el centro, deteniéndose junto a Roier, a unos cuantos pasos de Spreen.
—¡¿Por qué no solo los matas?! —continuó completamente angustiada— ¡Todos estaríamos mejor si lo haces! ¡Si no lo haces, solo seguirán atormentándonos!
Spreen la observó un momento antes de hablar.
—Matarlos solo va a provocar que otros más fuertes vengan buscando pelea. Por su seguridad es mejor que ustedes se vayan.
Sus palabras debieron tocar un nervio, pues la rubia contuvo algo cercano a un sollozo.
—No te entiendo, Spreen —empezó, mirándolo acusadoramente— Tú eres el más fuerte de Bestia... tú... no deberías ni siquiera pensar en las consecuencias. ¿Por qué de pronto te interesa protegernos?
Miró de reojo a Roier.
—¿Y a él? Es aún más débil que nosotros. ¿Por qué el más fuerte de Bestia se molestaría con seres insignificantes como nosotros?
Roier sintió impotencia solo de escucharla. Una parte de él quería decirle que no debía rebajarse tanto. Pero recordando todo lo que hasta ahora había visto y escuchado, la verdad es que lograba entender porque Mayichi y la mayoría de los híbridos y bestias podían llegar a sentirse así.
En su dimensión las cosas eran diferentes. La gente se apoya mutuamente, potenciando las habilidades de cada uno. Fuerza, inteligencia, astucia, lo que uno carece, el otro lo complementa.
¿Llegaría el día que las cosas pudieran mejorar en Bestia?
—Solos puede que no sean rival —contestó Spreen—, pero si se juntan con la gente de Cris, ni los minotauros ni otra bestia fuerte se va a atrever a intentar atacar. En grupos grandes, ustedes son más fuertes.
—Valientes palabras —Mayichi resopló fastidiada—, aun así, la ley es clara. ¿No es lo normal que los mates? ¿Por qué no solo lo haces?
Estudiando las palabras de la chica, Spreen se aproximó a paso lento, acortando la distancia entre ellos, extendió su brazo izquierdo hacia el frente...
Mayichi se estremeció por un segundo, pensando que tal vez lo habría hecho enojar, pero pronto se dio cuenta de que el movimiento no iba hacia ella, sino hacía la pequeña cría de dragón en los brazos del humano a su lado.
—Porque —con cuidado tomó las gafas de sol del cascarón de Ramón, colocándoselas de vuelta sobre los ojos antes de continuar— yo no mato.
La rubia lo observó con ojos bien abiertos, la furia desapareciendo de su cuerpo y siendo reemplazado por completa sorpresa.
—¿Qué? —preguntó en un hilo de voz— Pero la ley--
—A la mierda la ley —interrumpió a la chica y repitió lentamente—. Yo no mato.
Y si Roier antes creía que Spreen era una especie de héroe, ahora lo confirmaba.
En un mundo donde la muerte es un tema tan trivial, dónde seres fuertes luchan entre sí para mantenerse en la cima, a costa de atormentar a los más débiles. Un mundo dónde por solo Dios sabe cuántos siglos se ha vivido en un círculo vicioso de sobrevivir o morir, Spreen tenía su propio credo.
Claro... no había manera de que él--
—¿Qué no matas? —Mayichi recitó las palabras lentamente, casi como intentando que asentaran en su mente, frunció el ceño— ¡E-Eso es mentira! ¡Mis padres--
—Espera.
Tras ver de lejos la conversación, Quackity interrumpió, abriéndose paso entre Mariana y Cellbit para acercarse a ellos. Pestañeó con ligera sorpresa al estar frente a la chica, observando detenidamente su rostro.
—No mames —empezó mientras se dirigía a Spreen— ¿No es la chica que salvaste años atrás del ataque de los minotauros en la región de Tortilla al sur?
Mayichi aspiró fuertemente, mirando al contrario confundida.
—Sí que es —confirmó el pato, cruzándose de brazos y encarando a la rubia de nuevo— Verga, pasaron ya qué, ¿seis años? Pero sí que me acuerdo.
—¿D-de qué hablas? —Mayichi enfrentó a Quackity— ¿Salvarme? ¿A mí? Y-y ¿cómo sabes del ataque a Tortilla? Nadie nunca sabe de ataques en Bestia al menos que hubieran estado ahí...
—Pues porque estuvimos ahí, aunque igual es normal que no lo recuerdes, estabas escondida en un armario casi inconsciente cuando llegamos
Al ver que tenía su completa atención, Quackity continuó su relato.
—Los minotauros llegaron a atacar esa noche, buscando expandir su territorio. Mi carnal olió la sangre y fuimos corriendo a ayudar. Cuando llegamos a tu casa, tus padres ya estaban muertos, pero al ver que tu seguías con vida, él logró derrotarlos y ahuyentarlos antes de que te asesinaran a ti también.
—E-eso es mentira —respondió Mayichi, aunque parecía que ni ella creía del todo en lo que decía—, porque después de eso--
—Después de eso saliste de tu escondite y tras vernos te desmayaste —el pato le sostuvo la mirada— Spreen sabía que si te dejaba ahí ibas a morir, así que te trajo con Conter.
Sorprendida, levantó la mirada en busca del líder del asentamiento.
—Todo es cierto —afirmó el conejo con seriedad—. Claro, no fue fácil entender por qué Spreen de la nada llegó y me dejó a una chica cubierta de sangre —sonrió, un brillo divertido reflejándose en sus ojos azules— Siempre tan impulsivo el cabrón.
—Igual me debías una por la espada que te conseguí, hijo de puta —Spreen resopló cansado, cruzándose de brazos.
Mayichi soltó un suspiro mirando al suelo. Roier podría jurar que vio un brillo diferente en sus ojos tras escuchar la historia de Quackity. La confirmación del tal Conter pareció darle aún más peso a aquella verdad.
—¿Verdad que mi carnal es el mejor? —Quackity se giró hacia Spreen, golpeando su espalda repetidamente— Qué orgullo y alegría poder decir que Spreen, el más poderoso de Bestia, salvó tu vida. ¡Y si yo te contara! Después de eso, pasó días lamentándose de no haber llegado antes para evitar más muertes, diciendo que iba a irse a seguir entrenando para evitar otra tragedia así y--
—Cerrá el orto —gruñó el híbrido de oso visiblemente avergonzado. De un empujón, enviando a Quackity a trompicones a un par de metros lejos de él.
—Entonces toda esa fachada de "soy Spreen, no me hagan enojar por que los mato" es mentira —se burló Mariana a sus espaldas.
—El pendejo capaz solo es así para presumir —el hechicero le siguió, riendo por lo bajo.
—Pues yo creo que es increíble.
La voz de Missa, cargada de orgullo y alegría, captó la atención de todos.
—Spreen en verdad es increíble. Es el más fuerte de su dimensión, y todo sin matar a nadie.
—Tiene razón —Cellbit a su lado, sonrió cruzándose de brazos—, considerando la forma en que son las cosas aquí, es digno de admirarse.
Quackity se giró para encarar al grupo, cerrando los ojos y sonriendo abiertamente.
—Y sí. Ese es Spreen, para todos ustedes. Él no mataría ni a una mosca. Es de los buenos.
—¿Por qué?
La rubia dijo en voz baja, pero aun así Spreen logró escucharla. Se giró a mirarla.
—¿Por qué no dijiste nada? —continuó con incredulidad— Después de que te acusé todo este tiempo--
—¿Habría cambiado algo? —se encogió de hombros— No me hubieras creído de todos modos. Y no te culpo, así son las cosas acá.
—Pero —bajó la mirada— ¿No te molesta? Que todos... tengan una imagen diferente de ti...
"No porque a mí me digan "chiflado", o lo que sea que digan de ti significa que tengamos que serlo, ¿o sí?"
Spreen sonrió.
—Me chupa un huevo.
Y mirando directamente a Mayichi, aun por debajo de sus gafas, continuó.
—Mirá... fue una mierda lo que le pasó a tus viejos, y no voy a decirte que hacer, pero si lo que quieres es venganza, perdón, pero yo no puedo ayudarte con eso. Yo no mato. Esa es mi ley.
...
Una suave risa llenó el lugar, triste, incrédula, pero también aliviada. Cómo si con ese acto liberara años de sufrimiento cargados en sus hombros.
Mayichi levantó la mirada, sonriendo al mismo tiempo que lágrimas corrían por su rostro.
—El más fuerte de Bestia no mata —resopló— Es... lo más estúpido que he escuchado...
Su sonrisa tembló para dar paso a un grito ahogado, dejándose caer de rodillas sobre la nieve, Mayichi se llevó ambas manos al rostro.
—Entonces... ¿por qué... no llegaste antes? —habló entre sollozos— ¿Por qué no llegaste a tiempo... antes de que esos malditos mataran a mis padres?
Cargando a Bobby y Ramón en uno solo de sus brazos, Roier se arrodilló junto a la chica, frotando su espalda con calma.
Cada lágrima derramada por la chica era un golpe directo a Spreen, quien apretó los puños con furia, culpando a su versión de seis años atrás de no haber sido lo suficientemente rápido, lo suficientemente fuerte.
No pudo hacer más en ese entonces. Pero al menos se aseguraría de que nadie más tuviera que volver a pasar por algo así...
...
Y quizás el tumulto de emociones fue demasiado para Spreen, tanto que entorpeció sus instintos por unos segundos...
...y no le permitió sentir el peligro que emanaba del par de ojos que lo miraban fríamente, ocultos entre el pueblo...
°•○●○•°•○●○•°•○●○•°•○●○•°•○●○•°
Disclaimer: ningun huevito fue herido durante la escritura de este capitulo 👍
Aqui estamos con nuevo cap 🤙 El misterio de lo que ocurrio aquella noche con los padres de Mayichi quedo resuelto, y ahora sabemos un poco mas de como lleva Spreen todo el tema de ser el mas fuerte de Bestia
Mil gracias por leer!! 💕
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro