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Cap 12.

En su vida, Roier aprendió muchas cosas por parte de Vegetta. Pero había tres enseñanzas en especial que se incrustaron en su subconsciente. Y las tres estaban relacionadas a un evento que nunca olvidaría...

Una fría y nevada noche, un hombre entró al café.

Estaban cerrados. El último comensal se había ido hacía casi una hora, pero Vegetta, siempre tan olvidadizo, no cambió el letrero de "Abierto" a "Cerrado".

El pequeño Roier, de apenas siete años, estaba sentado en una esquina dibujando y sorbiendo chocolate caliente cuando lo vio. Envuelto en una gran capa y con una capucha sobre la cabeza. Era extraño, pensó, no recordaba haber escuchado la campanilla sonar, pero claramente venía de afuera, por la cantidad de nieve y escarcha acumulada en su ropa.

Cuando Vegetta lo vio, en lugar de corregirle y pedirle que se retirara, lo guio con una sonrisa a la barra, pronto ofreciéndole algo caliente para tomar.

"Bienvenido a Café Karmaland" le dijo con una sonrisa "Mi nombre es Vegetta De Luque, propietario y el orgullosísimo abuelo de aquel pequeñín en la esquina"

Roier se hundió en su asiento al sentir la mirada del extraño hombre sobre él. Había algo sobre él que lo inquietaba en la forma triste y cansada que lo miraba, y su cerebro debía estarle jugando bromas, pues casi podría jurar que vio sus ojos cambiar de un bonito esmeralda a un negro profundo cuando sus miradas se encontraron...

El hombre no dijo mucho más. Agradeció la bebida y se disponía a buscar algo en su abrigo para pagar. Vegetta al ver el movimiento lo detuvo con una sonrisa.

"La casa invita. Es tu primera de, espero, un montón de visitas más"

Roier, siendo educado desde muy pequeño por su abuelo, se levantó para llevar su taza vacía a la cocina, para cuando volvió, el hombre ya se había marchado.

Algo debió mostrarse en su rostro, pues Vegetta pronto se acercó y se agachó a su altura, esperando a que el pequeño hablara.

"¿Quién era, abuelo? ¿Un amigo tuyo?"

Vegetta rio bajito, sacudiendo su cabello.

"Pues espero que pronto lo sea. Es la primera vez que lo veo por aquí"

Esto pareció sorprender a Roier.

"¿Entonces por qué le dijiste tu nombre? Parecía aterrador..."

La primera enseñanza que Vegetta le dio a Roier fue:

"Es de mala educación pedirle a alguien que se presente sin haberse presentado primero"

De vuelta al presente, Roier pestañeó varias veces. ¿Por qué había recordado ese evento justo ahora?

Spreen junto con el chico al que acababa de salvarle la vida se acercaban a su grupo. Y aunque la intriga por saber más sobre aquel extraño chico era muy grande, las palabras de su abuelo seguían resonando en sus oídos con cada paso que daba hacía él.

Estaba ya en sus genes, eran parte de él y de su esencia. No podía luchar contra aquello y siendo honesto, le agradaba presentarse. Además, no tenía nada de extraño, ¿cierto? Son modales después de todo.

Pero al ver la mirada sorprendida de Spreen y del híbrido de pato ahora frente suyo mientras maniobraba con ambos huevitos para cargarlos sobre su brazo izquierdo y extendía la diestra hacía el último, también entendía que pudiera ser raro para los demás.

Sobre todo, si se conocen después de ser perseguido por Dios sabrá cuanto tiempo por un enorme minotauro...

Eso debería ser lo raro, pensaba Roier rodando los ojos. En realidad, él era el más normal aquí y aun así era visto como el loco.

—Que tal —sonrió ligeramente—, soy Roier.

Al parecer lo había tomado por sorpresa, y una parte del castaño en verdad esperaba que lo mirara como bicho raro y pasara de lado. Bajó la mirada avergonzado cuando la voz de Spreen lo sacó de sus pensamientos.

—¿Qué? —rio bajito— ¿No le vas a contestar?

Para cuando Roier levantó la mirada, el chico pestañeaba confundido, pero aun así tomó su mano en respuesta.

—Quackity —dijo escéptico y cauteloso, dando un firme apretón y sacudiendo un poco su mano.

Vegetta también decía que después de un saludo, decir un dato aleatorio sobre ti ayudaría a romper el hielo, pero viendo la situación, Roier decidió dejarlo hasta ahí de momento. No creía que Quackity estuviera especialmente interesado en saber cuál era su color o comida favorita después de casi ser asesinado...

Tras su bochornosa presentación, Spreen fue presentando a Quackity uno a uno con el resto del grupo. El claro nerviosismo del híbrido de pato se iba desvaneciendo con cada palabra intercambiada, hasta que finalmente cambió a una sonrisa despreocupada.

—¿Entonces no son bestias malvadas que quieren lastimarme? ¡Ay! Pues que pendejos, hubieran empezado por ahí.

Quackity se llevó ambas manos detrás de la cabeza mientras hablaba, sonriendo abiertamente al grupo.

—Aunque igual lo que dije antes es verdad —continuó, cerrando los ojos y sonriendo con suficiencia— incluso si intentaran algo contra mía, Spreen los mataría en un santiamén. Secuestrarme tampoco es una opción porque con sus increíbles sentidos los rastrearía, entiendo que soy perfecto y hermoso, pero incluso así, no lo hagan si no quieren terminar muertos, ¿ok?

...

—Mien —Mariana se acercó para susurrarle al oído a Spreen— Está como curiosito el chico, cómo que le hace falta un golpe de realidad, ¿no?... ¿Y si le pego?

Spreen jadeó, llevándose una mano al puente de su nariz —Ya... es un boludo, pero no lo hagás, ¿querés? Es un viejo amigo.

—¡¿Un amigo?!

Roier tendría que recordar golpearse varias veces contra la pared al volver a casa. Esa frase salió con bastante... demasiada más alegría de la que había planeado en primer lugar. Ni siquiera él mismo sabía porque se sentía más relajado al saber la relación que tenía con Spreen.

Pero apenas tuvo tiempo para avergonzarse cuándo el susodicho giró hacía su dirección.

—¡Me alegra que lo menciones!

Quackity estuvo de nuevo frente suyo de un par de zancadas, y con una mano sobre su cadera y la otra apuntándose con orgullo con su propio pulgar, continuó.

—¡Soy el gran y poderoso...! —hizo una pausa dramática para señalar a Spreen— Es decir ¡El mejor amigo del gran y poderoso Spreen! Eso ya me hace grande y poderoso también. ¡Mucho gusto! Como les dije, me llamo Quackity, aunque no quiero aburrirlos con mi vida, seguro Spreen ya les contó todo sobre mí.

Al ver al tal Quackity sonreír con ojos brillantes, todos acordaron en silencio no romper su ilusión, pues Spreen no lo había mencionado ni una sola vez, ni siquiera a los que ya tenían años de conocerlo...

A sus espaldas, escuchó a Juan y al resto hablar entre ellos.

—Pues más que presentarse a sí mismo, parece que su personalidad se basa en ser amigo del otro pendejo —empezó Juan entre risas— Y yo que creía que no podía haber nadie más idiota que el propio Spreen.

—Es un poco intenso —le siguió Missa, sonriendo nerviosamente— Honestamente me sorprende que se lleven bien...

—Si me lo preguntas a mí, yo creo que Quackity es el único que cree que son los mejores amigos —Mariana añadió, riendo por lo bajo.

—Igual no debería sorprendernos —agregó Cellbit, sonriendo de lado—, después de todo, Spreen ya tenía su vida aquí antes de que lo conociéramos. Nosotros solo conocemos una pequeña fracción de él.

Si bien las palabras de sus amigos no parecían afectar ni un poco al híbrido de pato, estas cayeron como un balde de agua fría sobre Roier.

Y es que, por triste que fuera, todo era verdad. Mientras que él solo tenía unos cuantos meses de conocer al híbrido, Missa y los demás parecían ya conocerlo de hacía años, y ni hablar del chico frente suyo, el tal Quackity llevaba toda una vida a su lado.

Quizás Mariana tenía razón y no eran amigos inseparables como el pato parecía creer, pero, aun así, no cabía duda de que compartían un vínculo importante, seguramente mucho más fuerte que el de la extraña amistad o camaradería que surgió del nieto del barista de un café y uno de sus comensales de otra dimensión.

¿Y aun sabiendo todo eso sintió esa opresión en su pecho cuando vio al chico aferrado al brazo del híbrido? Por favor, sonrió con sarcasmo mientras sacudía la cabeza de un lado a otro.

¿En qué rayos estaba pensando? Claro que Spreen tenía su vida. Con un demonio, él también la tenía. No podía dejar que una simple interacción entre Spreen y su amigo de la infancia lo hiciera sentir...

...

Espera... ¿qué es lo que había sentido exactamente cuándo vio a Quackity aferrarse a Spreen?

—Pero bueno —por suerte, la voz animada de Quackity lo sacó de sus pensamientos—, no me has dicho que haces aquí carnal —rodeó con un brazo los hombros de Spreen— Te vas por días y de pronto apareces cómo si nada, nos preocupas, wey.

Spreen suspiró cansado. Por su sola expresión era seguro decir que el tal Quackity era, en efecto, un viejo amigo. De esos con los que creciste, y aunque ya no tengan absolutamente nada en común, siguen manteniendo un lazo de una u otra manera.

Aunque el contraste que comentó Missa era increíble, pues mientras Spreen tenía un rostro aburrido, poco amigable y altamente reservado, el chico era todo sonrisas y, a pesar de los pocos minutos de conocerlo, la imprudencia y falta de vergüenza (y probablemente dignidad) en persona.

¿Y de verdad tenía que estar todo el tiempo tocando al pelinegro?

Roier no se dio cuenta, pero Bobby y Ramón alternaron la mirada entre él, Spreen y ese extraño chico pato varias veces...

—Ahora que recuerdo —Spreen habló y, alabado sea el Señor, por fin se sacudió del abrazo del contrario— Vos eras bueno en conseguir información y eso, ¿no?

Quackity ni se inmutó por ser ignorado.

—El mejor —Quackity colocó ambas manos sobre su cadera, en pose de orgullo— Claro, el minotauro me agarró desprevenido, pero si se trata de chisme, puedo escabullirme para en todos lados para saber lo que sea. Soy buenísimo, nadie me ha atrapado nunca.

—Seguro es porque es tan poco relevante que ni se toman la molestia en tratar de atraparlo.

Roier escuchó a Juan susurrarle a Mariana, ambos estallando en una pequeña carcajada.

—¿Información? —los ojos de Cellbit se iluminaron— ¿Crees que él pueda...

Spreen asintió y, pasando de largo al confundido pato, llegó hasta donde Roier, colocó su mano sobre su espalda baja y empujó, haciéndolo trastabillar hacia el frente.

La mirada confundida de Quackity pasó de la mirada avellana del castaño al par de huevitos en sus brazos. Sus ojos se abrieron ligeramente al por primera vez prestar atención a ellos.

—No mames... ¿son dragones? —levantó la mirada y le sonrió a Spreen— ¿Desde cuándo viajas con dragones?

Con una mano intentó apartar a Roier para alcanzar a Spreen y...

—¡Grrr!

Roier pestañeó un par de veces al escuchar ese sonido por primera vez, sorprendiéndose al sentir de pronto una vibración mucho más fuerte que el ronroneo al que estaba acostumbrado provenir del par de dragones en sus brazos.

—A la verga —Quackity miró al par, sorprendido— ¿Por qué me gruñen o qué?

—¿Posta? —Spreen giró los ojos, colocando una mano sobre la cabeza de Roier, sacudiendo bruscamente— Te estás metiendo con su mamá.

—¡Qué no soy su mamá! —el castaño sacudió su cabeza para intentar quitarse la mano del híbrido de encima, sintiendo sus mejillas arder por la vergüenza.

Sí. Vergüenza. Por ser de nuevo llamado "mamá", no tenía nada que ver con lo que su corazón se aceleró al sentir el toque del híbrido.

—Y tenés suerte con que te gruña solo—continuó, mirando con recelo a Bobby sobre el hombro de Roier—, a mí me da unos cabezazos que te cagas.

Bobby resopló y se refugió de nuevo en los brazos del castaño.

—Así que... Quackity, ¿cierto?

Cellbit interrumpió el divertido momento, esperó a tener la atención del híbrido de pato antes de continuar

—Decías que eres muy bueno para obtener información, ¿tienes alguna idea de dónde podríamos encontrar a los padres de estos dos?

—Eso de hecho es relativo —empezó Quackity— ¿No has escuchado eso de que nuestros seres queridos siempre viven en nuestros corazones? A lo mejor y la respuesta está en que les pregunten a ellos dónde están sus padres, ¿no crees?

Cellbit arqueó una ceja, cruzándose de brazos.

—A-ahora —continuó el pato, visiblemente más nervioso— Si lo que dices es que necesitan encontrarlos en físico y no en sentimiento, ahí ya cambia la cosa. No sé si lo sepas, pero los dragones viven en las montañas, y suelen moverse mucho, así que--

—Entonces no sabes —interrumpió Cellbit.

Silencio.

—Bueno... no.

Un jadeo colectivo se dejó escuchar en todo el grupo, a lo que Quackity pronto añadió.

—¡Hey! ¡Sé que lo parece, pero pues ni modo, no soy perfecto! Pero si de algo sirve, quizás en el asentamiento de aquí cerca sepan algo de lo que ocurrió ese día durante la tormenta.

—¿Asentamiento? —preguntó Roier, curioso— ¿Algo así como un pueblo?

—Justo eso —Quackity respondió sonriente— No todos en Bestia son violentos ni tan fuertes, algunos no pueden tampoco sobrevivir por su cuenta, por lo que suelen juntarse en grupos con los cuales conviven y se protegen entre sí —se cruzó de brazos, orgulloso— No todos tienen la fortuna de ser fuertes como Spreen ni de ser su carnal, como yo.

Y terminó girándose hacia el pelinegro, con ojos brillantes.

—¿Qué dices Spreen? ¿Quieres que vaya y les pregunte si han visto algo?

Spreen pareció pensárselo un momento, pero antes de que él pudiera contestar, Juan fue quien alzó la voz.

—Nos vendría bien, la verdad no tenemos absolutamente ninguna idea de por dónde empezar, tal vez, como dice el pato, ellos hayan visto algo aquel día.

—También tenemos que descansar —completó Missa—, un lugar con un techo y más comodidad sería mejor que pasar la noche aquí en la intemperie, sobre todo para Roier y Cellbit.

—Yo estoy bien —Roier habló de nuevo, mirando al esqueleto—, digo, sí, hace algo de frío, pero...

—Podés decir lo que quieras, pero no engañas a nadie. Obvio no estas bien, Roier.

Todos se giraron a mirar a Spreen, quien, tras interrumpir al castaño, continuó.

—Estás re pálido, y si no has soltado a esos dos es porque seguro los dedos de tus manos ya están congelándose. Ni hablar de la escarcha que ya se acumuló en tus pestañas. Si tu cuerpo no es capaz de derretir esa mínima cantidad de nieve, es porque ya está en el límite.

Mariana se acercó a la velocidad de la luz a ver al castaño. En efecto, todo lo que decía el híbrido era cierto.

—No mames, mien —le dijo ofendido al castaño— ¡Avísame! Si te pasa algo el Spreen me va a verguear.

—Se preocupan más por mí que por Cellbit —contestó, inflando las mejillas—, él también es humano y no los veo haciendo un alboroto por eso.

—Él tiene a Juan para que se preocupe por él.

—¡¿DISCULPA?! —contestaron el agente y el hechicero a unísono.

Entre la ahora divertida charla, algunos pasos más atrás, Quackity observaba la interacción con ligera sorpresa. El híbrido de oso no era exactamente conocido por ser muy sociable, y sin embargo aquí estaba, con conocidos de otras dimensiones.

Aunque, por alguna razón, su relación con el tal Roier parecía ser solo un poco diferente a la del resto. Alternó la mirada entre ambos y finalmente sonrió con diversión.

Oh sí, tendría que averiguar más sobre eso. Pero por ahora...

—Bien —aplaudió un par de veces para llamar la atención del grupo— No se diga más, ¡Síganme y los guiaré al asentamiento!

Dicho eso, comenzó a marchar hacia el este. Spreen lo observó unos segundos antes de suspirar y darle alcance, tomándolo por la parte posterior del cuello de su sudadera.

—Che Quackity... ¿no estás yendo hacia donde los minotauros de nuevo?

—¡Verga! ¡Es verdad! —con pánico se soltó del agarre del pelinegro y tras mirar frenéticamente a su alrededor, señaló con convicción hacia el oeste— ¡Es hacía allá! ¡Síganme!

Valiente informante, pensó Roier junto con el resto mientras comenzaban a seguirlo en silencio...

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El hombre volvió una semana después. De nuevo, una noche nevada, envuelto en su capa y capucha.

Esta vez Roier no lo vio llegar. Tomaba una pequeña siesta en uno de los sillones del café cuando la risa de su abuelo lo despertó.

Al verlo hablando con su abuelo en la barra, se limitó a sentarse correctamente y continuar coloreando el dibujo a medio terminar. Se quedaría en sus asuntos, el hombre era extraño.

Debió pasar un cuarto de hora cuando, escuchó a Vegetta excusarse para ir a la cocina y la silla raspar contra el suelo de madera. Una parte de Roier quiso suspirar aliviado, pensando que el hombre ya se iba cuando una sombra se cernió sobre él.

Levantó la mirada, grandes ojos avellana, aun con rastros de sueño, y alcanzó a ver una mirada oscura observándolo de vuelta bajo la capucha.

Roier sintió el fantasma de un grito comenzando a formarse en su garganta cuando el hombre señaló hacía la mesa.

"¿Es un osito?" dijo en voz cansada, pero ligeramente sorprendida.

Confundido por el repentino cambio, pero orgulloso de que notara que su dibujo era en efecto un oso (su abuelo nunca atinaba cuando se los mostraba), el pequeño Roier asintió repetidamente.

"Ostias... pues es muy bonito... ¿te gustan los osos?"

Roier asintió de nuevo, bajando la mirada a su dibujo.

Satisfecho con su respuesta, el hombre acarició levemente su cabecita antes de retirarse. Minutos después, cuando el pequeño Roier levantó la mirada, ya no lo veía en ninguna parte.

El abuelo de verdad tendría que arreglar la campanilla de la entrada, pues no la había escuchado de nuevo...

Más tarde, cuando los padres de Roier llegaron a recoger al pequeño, Vegetta salió para despedirlo. Cómo de costumbre, Roier le obsequió el dibujo de recién al mayor.

"Pero que bonito" Vegetta suspiró enternecido mirando la obra de su nieto "Es... ¿un koala?"

"¡Es un oso!" contestó Roier, inflando las mejillas "Tu amigo si pudo diferenciarlo"

Esto, lejos de ofender al mayor, lo llenó de alegría.

"¿Hablaste con él? ¿Ya no te parece aterrador?"

Roier bajó la mirada avergonzado, Vegetta sonrió y se agachó a su altura, para darle la segunda enseñanza que nunca olvidaría:

"Es normal que te sientas nervioso con extraños, Roro" empezó "Pero recuerda que nunca debes juzgar un libro por su cubierta. La primera impresión que tienes de alguien, no siempre es la correcta"

El camino hacía el asentamiento del que habló Quackity fue suficiente para que Roier se sintiera culpable por no recordar esas palabras antes.

¿Cómo podría juzgar a alguien sin conocerlo realmente? Claro, seguía siendo un extraño, y aún estaba ese feo sentimiento que le provocaba verlo tan unido a Spreen. Pero fuera de eso, Quackity no parecía ser un mal sujeto. Quizás solo algo tonto y egocéntrico, pero oye, eso no es un delito.

El chico hablaba animadamente con todos, preguntando sobre las dimensiones de Juan, Missa y Mariana, charlando con Cellbit sobre otras ocasiones donde su información sí fue útil, incluso se acercó a él en algún punto. Sorprendido de cómo un humano parecía tener control total de dos dragones.

Bebés de dragones, pero se entiende.

No estaba mal tener una primera impresión, pero no por eso debía encasillar al pobre chico que, a pesar de no hacerlo del todo bien, solo quería ayudar. Tal vez ahora no era el mejor momento, pero, si seguían en contacto, trabajaría en conocerlo bien.

Tras lo que debió ser solo poco menos de una hora, el grupo se detuvo sobre una colina, donde pudieron ver un lugar completamente diferente a lo que habían visto hasta ahora en Bestia.

En un espacio abierto, aunque rodeado estratégicamente de un bosque helado, se alzaban varias casitas hechas de rocas y cubiertas de nieve. Dándole a Roier y al resto por primera vez en su pequeño viaje una imagen de "vida" en esta dimensión.

Esperaron un poco mientras Quackity se adelantaba para poder ir a hablar con quien quiera que fuera el líder del asentamiento y explicar su situación. Después de todo, en sus propias palabras, no todos los días recibes al más fuerte de Bestia, un titán, un hechicero supremo, un medio muerto, dos humanos y dos crías de dragón mientras lo único que quieres es vivir en paz.

El híbrido de pato regresó corriendo a los pocos minutos.

—El líder ya está enterado de todo —confirmó visiblemente aliviado—, tenemos su permiso para estar aquí, siempre y cuando no causemos problemas, claro está.

Continuaron su camino colina abajo, y una vez entraron al pueblo, Cellbit comenzó a darle al grupo de no-humanos una rápida advertencia sobre comportamiento, mientras que Roier aprovechó para mirar con atención el lugar.

Varios ojos curiosos se habían acercado, deteniendo sus actividades, para mirar al grupo de recién llegados. Algunos con orejas de conejo, otros tanto de gato, alas de ave, cola de castor, todo desde niños a ancianos.

Especies más débiles, recordó las palabras de Quackity. Bestia era un lugar hostil por naturaleza, sin embargo, solo bastaba un vistazo a los habitantes de este lugar para saber que, por sí solos, no tendrían una oportunidad contra seres como los minotauros.

—¿Entendido? —escuchó a Cellbit terminar— Nada de usar sus poderes aquí. Recuerden que solo venimos en busca de información y a descansar un poco.

—Es cierto —Mariana le sonrió a Quackity— ¿Cómo conseguiste que nos dejaran quedarnos? Y con tan poco tiempo.

Contento con ser el centro de atención, el híbrido de pato sonrió con suficiencia, cruzándose de brazos.

—No es por presumir, pero tengo facilidad de palabra.

Juan arqueó una ceja, sonriendo divertido.

—Para mí que entraron en confianza porque vieron que eras igual o más débil que ellos y les diste lástima.

—¡¿Esa es forma de tratar a tu nuevo amigo?! Spreen ¿Qué tipo de amistades hiciste? ¿Vas a dejar que me hablen así? ¿A mí? ¿A tu carnal?

Las fuertes carcajadas de Mariana y Juan ante la broma del último, aunado a las quejas cada vez más fuertes de Quackity llamaron aún más la atención del pueblo a su alrededor.

Lo bueno es que Missa lo notó y comenzó a tratar de calmarlos.

—Ch-chicos...

—¡Tú no te metas! —Juan, Mariana y Quackity respondieron a unísono, antes de volver a mirarse mutuamente— ¡No le hables así a Missa! / ¡No le hables así al niño!

Lo malo es que no funcionó...

Cellbit pronto intervino, vociferando frases como "¡¿Qué acabo de decirles?!" y "¡Van a creer que somos unos salvajes!" qué en lugar de ayudar solo lo empeoraban todo.

Roier resopló divertido, estuvo a punto de unirse para calmarlos cuando...

—Perdón, mejor nos separamos acá.

La voz inusualmente baja de Spreen lo alertó. Miró sobre su hombro justo a tiempo para ver a Spreen ajustar la capucha sobre su cabeza, dar media vuelta y en silencio caminar en dirección contraria dentro del asentamiento. Ni el resto de su grupo ni los híbridos y bestias reunidos parecían haberse percatado de aquello.

"Qué raro" pensó "¿Irá a buscar información por cuenta propia?"

—Bueno, ya estuvo pues. A lo que vinimos.

Quackity alzó la voz, haciendo que el "público" que tenían huyera de vuelta a sus casas o sus asuntos y llamando la atención del grupo.

—Aquí dentro no hay peligro, y para cubrir más terreno, es mejor que se separen y cubren más terreno —terminó cruzándose de brazos.

Juan arqueó una ceja.

—¿No vienes?

Quackity miró a ambos lados, y tras asegurarse que Spreen no estaba cerca, susurró.

—No le digan a mi carnal, pero la neta ando algo cansado por... bueno, eso con el minotauro. Yo los espero aquí.

—Pendejo no dura nada. Entendido —Mariana rio bajito—, vamos entonces.

—Espera.

Los cinco se giraron a mirar a Roier, quien a su vez miraba con ligera preocupación a Bobby y Ramón, quietecitos entre sus brazos.

—No se ven muy bien —Missa confirmó sus sospechas.

—Debieron agotarse después de llorar hace rato —agregó Juan—, son bebés después de todo, es normal. Y cómo vamos caminando de aquí a allá, seguro con el movimiento no pueden descansar bien.

Quackity ladeó la cabeza, extendiendo los brazos.

—Yo puedo cuidarlos, si quieres.

Roier lo miró sorprendido, esperaba cualquier cosa, menos esa oferta...

—Ay, pero... —titubeó— me da pena, wey, te acabamos de conocer, es mucha molestia.

—Naaah —sonrió el contrario—, sí es verdad que tenemos nada de conocernos, pero cualquier amigo de mi carnal es mi amigo también. Qué digo amigo, familia.

—Pero...

—Deberías aceptar su oferta, Roier —Cellbit colocó una mano sobre su hombro—, cómo dijo, aquí dentro no hay peligro. Y les vendrá bien descansar.

El castaño mordió su labio inferior. Minutos atrás hablaba sobre darle una oportunidad al chico antes de juzgarlo, y ahora que la tenía, seguía renuente a la idea de alejarse de los pequeños...

...Verga... en verdad era cómo su mamá... Suerte que Spreen no estaba cerca para molestarlo con eso.

Resopló bajito y bajó la mirada hacia el par.

—¿Se quedan con su tío Quackity un rato? —preguntó en voz suave— No nos tardamos.

—¡Tío Quackity! —repitió el de beanie con una sonrisa gigante— ¡Me encanta cómo se oye!

Y acto seguido, se acercó al castaño para que éste depositara a ambos en sus brazos.

—Tranquilo, Roier, ¡Déjamelo a mí! Tú no te preocupes, te juro por mi carnal Spreen que los cuido.

—Pero ¿Quién lo va a cuidar a él? —murmuró Mariana, ganándose una risa de Juan y Cellbit.

—¡Pero si son adorables! —continuó Quackity, ajeno a aquello último— Bobby y Ramón, ¿cierto? Yo soy su tío Quackity, el mejor amigo de Spreen, vamos a llevarnos super bien.

El par de huevitos se miraron mutuamente y asintieron, para acto seguido agarrarse con sus garritas de la sudadera del híbrido.

—¡Ay mira! —continuó Quackity, ojos brillantes cómo si en cualquier momento se fuera a poner a llorar— ¡Ya me quieren! ¡Me están abrazando!

Roier palideció al ver la clara intención del par.

—Eh... Quackity, ¿sabes qué? Creo que mejor me los--

—¿Qué dices? —el aludido contestó con una gran sonrisa— ¡Ay! ¡Ahora me hacen cosquillas!

—Decía que mejor si me los lle--

—¡Roier no decía nada! —Mariana llegó detrás del castaño, levantándolo sin esfuerzo unos centímetros del suelo y cubriendo su boca— ¡Nos vamos al rato! ¡Qué se diviertan!

¡Mmff! ¡Hnnngh! —el castaño intentó liberarse, pataleando y moviendo la cabeza repetidamente, pero era inútil ante el agarre del titán.

—Qué si Roier, que ya nos vamos, ahí nos vemos, Quackity.

Mientras el grupo se alejaba, Roier solo podía escuchar la voz de Quackity detrás suyo, pasando...

Sí, sí, cualquier cosa aquí ando. ¡Jajaja! ¡Ataque de cosquillas!... ay... espera.. Jaja, oye, espera, eso cómo que duele... ¡Ay! ¡AY! ¡OYE ESA ES MI PIEL! ¡ESO DUELE! ¡¿ESO ES SANGRE?! ¡HEY! ¡SUELTENME! ¡ROIER! ¡TUS HIJOS ME ESTAN MATANDO!

"Perdón, Quackity..." murmuró el castaño en su mente...

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Tomó un poco de esfuerzo, pero tras varios intentos, y decidir que Missa y Roier fueran quienes hablaran, habían logrado conversar con algunos habitantes del asentamiento.

—Gracias —Roier le sonrió a un chico con orejas de lobo antes de dar media vuelta y regresar con su grupo.

Sin embargo, aunque recordaban sobre la tormenta de días atrás, ninguno tenía información sobre avistamientos de dragones en la zona.

—Si mis cálculos son correctos... ¿qué digo? Claro que lo son —el hechicero rodó los ojos— Ya recorrimos casi el 80% de todo el pueblo.

—Y aun así no hemos obtenido nada de información útil —agregó Mariana, cruzándose de brazos.

—Es desalentador —suspiró Cellbit—, esta zona es la más cercana a donde estaban Bobby y Ramón, si ellos no han visto nada, dudo que encontremos algo más.

Missa alzó la voz, intentando ser más positivo.

—Esperen, Spreen se fue por otro lado, ¿no? ¡Tal vez él tuvo más suerte!

¿Lo ves? Te dije que estaban con Spreen...

Una voz detrás suyo captó la atención de todo el grupo, quienes se giraron curiosos.

Algunos híbridos los observaban desde lejos, otros hablaban entre ellos.

Mejor vámonos —dijo otra voz, apresurada— Quien sabe que nos hará si seguimos hablando con ellos, seguro nos matará...

Un silencio reinó en el grupo de búsqueda, mientras Roier se sumía en sus pensamientos, recordando vagamente las palabras del híbrido cuando se enfrentó a La Federación meses atrás:

"El fuerte vive. El débil muere"

La vida, algo que debería ser único y especial, era algo tan trivial aquí en Bestia. Eso es lo que había aprendido tan solo por lo que Spreen le había contado.

Entonces debía ser normal que, viendo a Spreen como un ser superior en fuerza, tuvieran miedo.

Pero lo que el castaño veía en los ojos de los habitantes del asentamiento parecía ir mucho más allá del temor a un ser más fuerte.

Por la forma en que el nombre de Spreen salía de sus labios... era casi cómo... ¿si le temieran específicamente a él?

¡NO ME JODAS!

Una voz femenina cargada de ira acalló todos los murmullos a su alrededor, Roier y el resto se giraron inmediatamente hacia la dirección donde la habían escuchado.

Los ojos de Roier se abrieron ligeramente, si no recordaba mal, ese es el camino que había tomado Spreen...

—¿Qué vergas? —Juan hizo ademán de comenzar a caminar hacia allá, pero fue detenido por el castaño.

—Yo voy —declaró con decisión— Ustedes sigan preguntando a ver si encuentran algo, ¿ok?

Se giró a mirar a Cellbit en búsqueda de su aprobación, el agente debía estar confundido por su reacción, pero pronto asintió un par de veces.

—No salgas del asentamiento —declaró firmemente.

Roier asintió, casi tropezando con sus pies mientras trotaba hacia la dirección en que había ido el híbrido de oso.

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La tercera y última vez que Roier vio a aquel hombre, varias semanas después de su segundo encuentro, era de nuevo después de que cerrara el café, por la noche, y también nevaba, pero a diferencia de las veces anteriores, estaba solo. Vegetta había salido un momento, algo sobre recoger una cafetera recién reparada.

Roier estaba en su esquina habitual y no se dio cuenta de que el hombre estaba ahí hasta que lo vio por el rabillo del ojo sentándose a la barra. Pestañeo confundido varias veces. Estaba casi seguro de que vio a su abuelo cerrar la puerta principal cuando salió.

El hombre miró a ambos lados, visiblemente confundido, y Roier, aun y con la voz de su madre gritándole en un oído "No hables con extraños" decidió acercarse.

"El abuelo salió" dijo en voz baja, el hombre miró hacia abajo para verlo de pie frente a la barra "No debe tardar"

"Ya" respondió el hombre, golpeando repetidamente su dedo sobre la barra, nervioso "¿Sabes qué? Mejor me voy"

Hizo ademán de levantarse, pero Roier, siempre curioso, volvió a hablar.

"¿Por qué?" empezó, ladeando su cabeza "¿No te gusta su café? A mí no me gusta, es muy amargo, pero dice que cuando sea más grande me gustará, aunque yo no creo, ¡puaj!"

El hombre parpadeó varias veces antes de reir por lo bajo, acariciando la cabeza del pequeño.

"Pero es que si eres igualito a él..." dijo con ternura en su voz.

"¿A mi abuelo?" cuestionó Roier "¡No! ¡Él está viejito!"

"Vegettita va a llorar si le dices eso" contestó entre risas "Pero no me refería a él..."

"¿Entonces?"

"...un ser querido" respondió después de meditarlo unos segundos "Y sobre irme, no es por el café, el café es buenísimo. Es porque creo que ya he molestado mucho a tu abuelo con mis cosas"

"¿Qué cosas?"

El hombre lo observó un segundo. Claramente el pequeño no entendería el tipo de problemas con los que tienen que lidiar los adultos, pero era adorable cómo los niños eran tan curiosos por saber.

"Problemas aburridos de adultos" contestó tranquilamente "Solo digamos... que tengo que tomar una decisión, pero entre las opciones, no sé cuál sea la mejor"

Roier lo miro arqueando una ceja, ¿eso era todo? Bueno, en efecto era un problema. A veces él no sabía si elegir su taza roja del hombre araña o la azul que decía "Spiderman" en letras amarillas, y otras veces no sabía si beber chocolate caliente o leche.

Tomar decisiones era difícil, podía entender al hombre.

"Pero basta de eso" sacudiendo su cabeza, el hombre lo miró de nuevo "¿No es tu hora de dormir?"

Un bostezo lo delato. El hombre sonrió mientras se levantaba y encaminaba al pequeño al sillón de la esquina del café, hablando de que esperaría con él hasta que Vegetta volviera para que pudiera dormir.

Roier se recostó en el sofá mientras el hombre tomaba una silla de otra mesa y se sentaba frente suyo, la leche caliente que bebió minutos atrás ya hacía efecto, y comenzó a adormecerse poco a poco.

El hombre suspiró mientras comenzaba a acariciar su cabeza. Era muy amable en realidad. Aunque parecía aun triste por no poder resolver su gran dilema, sea cual fuera.

"Sobre su problema, yo digo que haga lo que le dice su corazón" dijo el pequeño Roier ya con voz apagada.

El hombre dejó de acariciar su cabeza al escuchar las palabras del pequeño. Levantó la mirada con sorpresa, brillantes ojos verde esmeralda mirando a inocentes y enormes ojos color avellana.

"¿Cómo?"

"Cuando yo por ejemplo no se si comer tarta de fresa o pastel de chocolate, porque ambas son deliciosas, cierro los ojos y pienso en cuál de las dos me hace sonreír más" imitó su explicación, cerrando los ojos con fuerza y sonriendo tiernamente "Entonces cuando los abro, ya se cual elegir porque es la que eligió mi corazón. El corazón siempre escoge lo que te hace feliz..."

Roier no volvió a abrir los ojos, pronto quedándose profundamente dormido...

Cuando volvió a despertar, su abuelo lo cargaba contra su pecho, caminando afuera del café donde pudo escuchar las voces de sus padres esperando para llevarlo a casa.

"Vino tu amigo" murmuró en voz baja, captando la atención de Vegetta.

"Lo sé" el mayor sonrió tiernamente "Me dijo que le diste un buen consejo"

"Espero haberlo ayudado. Se veía triste" contestó con un puchero.

"Está pasando un momento complicado, chiqui" contestó Vegetta, con el rostro igualmente decaído "Aunque no ha querido decirme exactamente el qué..."

Esto sorprendió a Roier al punto de despertarlo casi por completo, se separó un poco del pecho de su abuelo para encararlo.

"¿No te lo dijo a ti?" preguntó confundido, "Pero tú lo sabes todo, abuelo. Tu siempre me enseñas cosas"

"No tengo todas las respuestas, Roro" su abuelo lo miró con ternura "Y aunque me halagas, no sientas que yo soy el único que debe enseñarte, escucha..."

La tercera, última gran enseñanza de su abuelo, y la más importante de todas fue...


Sus pasos lo llevaron al extremo contrario del asentamiento. Ahí, a un costado de una única casita, alejada del resto, pudo ver a Spreen de pie frente a una chica rubia de orejas de gato, envuelta en ropa negra y púrpura y quien, sin percatarse de la presencia del castaño a sus espaldas, señalaba acusadoramente y gritaba con furia hacía el aparentemente tranquilo pelinegro.

—¡¿Por qué?! —recriminó con ojos entrecerrados— ¡¿Por qué te atreves a aparecerte ahora?! ¡¿Por qué después de todo este tiempo?!

Spreen, aun oculto bajo su capucha, se limitaba a observarla con expresión indescifrable y sin decir una sola palabra.

—¡Lárgate! —exclamó con fuerza— ¡Vete ahora mismo de nuestras tierras! Creí que lo había superado... pero cuando te veo...

El cuerpo más frágil de la híbrida de gato tembló mientras continuaba.

—Cuando te veo solo puedo recordar esa maldita noche que mataron a mis padres —la chica apretó los puños— No pude pelear... no pude hacer nada... solo los vi morir frente a mis ojos...

No podía verla, pero por la forma en que salía su voz, Roier intuyó que los ojos de la chica amenazaban con soltar lágrimas.

Sin embargo, pareció recordar algo más, pues pronto talló sus ojos y volvió a levantar la mirada.

—O acaso es eso... ¡¿Acaso viniste a burlarte?! —volvió a señalarlo— ¡Debí esperarlo de ti, Spreen! Después de todo, eres despreciable. ¡Sólo una bestia sedienta de sangre!

—¿Sangre?

Roier no pudo evitar murmurar, las orejas de la chica respingaron en sorpresa mientras lo miraba por sobre su hombro, finalmente consciente de su presencia.

Spreen, por otro lado, lentamente miró en su dirección hasta que sus ojos amatistas se posaron sobre los suyos.

Roier contuvo la respiración un segundo. Llevaba meses mirando esos ojos, pero nunca los había visto tan...

Tristes.

Con un resoplido, la chica ajustó su abrigo para comenzar a caminar con pasos fuertes sobre la nieve, y antes de que Roier se diera cuenta, ya la tenía en frente.

—Tú debes ser el humano del que habló el líder del asentamiento —habló en voz baja pero ligeramente acusadora.

Sin estar exactamente seguro de que estaba pasando, el castaño sacudió por un momento la imagen de los ojos de Spreen de su cabeza, la primera enseñanza de su abuelo rondando en su mente.

—Si... soy Roier, mucho gusto...

La chica lo estudió un momento antes de contestar.

—Mayichi —dijo antes de cruzarse de brazos y arquear una ceja—. Con solo verte sé que eres muchísimo más débil que yo, Roier... un ser completamente indefenso... y aun así viajas junto a Spreen... nunca te lo contó ¿cierto?

Roier pestañeó varias veces, alternando la mirada entre la chica frente suyo y el ahora cabizbajo Spreen.

—¿Contarme qué?

—Es tu día de suerte —respondió la rubia con ironía—, te diré que clase de lugar es Bestia realmente... y quien realmente es Spreen.

Los ojos de Roier se agrandaron y pudo jurar que, incluso en el frío del lugar, sudor corría por su espalda en forma de nervios.

—Mis padres y yo vivíamos en un pueblo a kilómetros de aquí —empezó su relato, veneno en su voz—, no molestábamos a nadie, no nos metíamos con nadie. Una noche fuimos atacados por los minotauros. Mis padres no sobrevivieron...

La segunda enseñanza de su abuelo: "La primera impresión que tienes de alguien, no siempre es la correcta"

Aunque Mayichi parecía solo recriminar a Spreen, por supuesto que Roier no conocía su historia. Esta chica había sufrido una gran pérdida. No era justo juzgarla antes de tiempo.

—Yo... lo siento mucho —contestó el castaño tristemente— Es horrible que tuvieras que pasar por algo así.

—No pedí tu pésame —la chica contestó con calma—, y sí, fue una putada. Lo único que pido es que me dejen vivir en paz, y si de algo sirve, tratar de evitar que vuelva a ocurrir una tragedia así. Al parecer tú me vas a ayudar a hacer posible lo segundo, Roier.

Sin entender, el castaño la miró, confusión reflejada en sus ojos.

—¿Qué quieres decir?

—Los minotauros nos atacaron —Mayichi continuó su relato—, apenas tuve tiempo de esconderme, pero cuando logré salir me di cuenta... quien los lideraba esa noche... quien los mató a sangre fría, destrozando sus cuerpos con sus propias manos...

—Fue Spreen.

Silencio.

¿Han escuchado sobre las personas que, cuándo están nerviosas, se ríen?

Roier pensaba que había un límite tolerable en eso. Quizás reir por no saber la respuesta en un examen. O tal vez por no traer tu cartera para pagar en un restaurante.

Pero aquí estaba ahora, tratando de no reir ante lo que la tal Mayichi acababa de contarle. Aunque en su caso no era por nervios.

Era porque era algo completamente ridículo.

Claro, Spreen podría ser algo malhumorado y no era del tipo que se retractaba de una pelea. ¿Pero decir que había matado a alguien? Y peor aún ¿sin motivo? Era casi hilarante.

Pero lo que finalmente evitó que la sonrisa se mostrara en sus labios fue el propio Spreen. De pie, varios pasos atrás...

...y que, hasta ahora, no negaba nada de lo que la chica decía...

Un escalofrío recorrió su columna...

—E-espera... —logró articular después de un rato— Eso... eso no...

—No te culpo por no creerlo, para cualquiera que no sea de aquí puede llegar a ser algo impresionante... pero eso es Bestia.

Mayichi continuó, bajando la mirada.

—Una constante lucha de fuerza y poder entre los más fuertes... quienes disfrutan de oprimir y masacrar a los débiles cómo si de un enfermo deporte se tratase. Bestia es un mundo lleno de malicia. No sé cómo sea en otras dimensiones, pero aquí matar es la forma en que son las cosas.

"Lugares tan maravillosos que parecieran sacados de un cuento de hadas..."

Un duro golpe de realidad dio de lleno en la mente del castaño.

Asesinato. Masacre. Matar cómo un deporte...

Esas tristes palabras reemplazaron la frase que su abuelo solía decirle cuando era un niño...

En medio del caos que era ahora la mente del castaño, Mayichi sonrió con ironía.

—Ahora lo entiendes ¿no? Spreen es exactamente como todos ellos. No sólo eso, también es el más fuerte en todo Bestia, eso solo puede significar una cosa.

La chica miró sobre su hombro para dedicarle una mirada de odio a Spreen, quien seguía plantado en el mismo lugar.

—Significa que es un asesino, y su título se lo ganó a costa de matar a las bestias e híbridos de este mundo. No importa que se vea más pequeño, él es exactamente igual o peor que los minotauros.

Y girándose de nuevo a Roier, continuó.

—Todo ese cuento de querer información para encontrar a los padres de dos dragones bebés debe ser solo una excusa para infiltrarse en nuestras tierras. ¡Estoy segura de que va a intentar matarnos a todos!

—¡No! —aliviado de por fin haber encontrado su voz, Roier habló— ¡N-no lo hará!

Había muchas cosas que Roier no entendía. Pero lo de querer encontrar a la familia de Bobby y Ramón no era mentira. De hecho, la idea de venir al pueblo no fue de Spreen en primer lugar.

Aunque se guardó sus comentarios, algo tan trivial no ayudaría a esclarecer las acusaciones de Mayichi.

¿Por qué esta chica conocía a Spreen? ¿Por qué lo acusaba de algo tan despiadado?

Y lo más importante.

¿Por qué Spreen no hacía ni decía nada para defenderse o negarlo?

Sintiéndose de pronto mareado, Roier logró apartarse del camino de Mayichi y dio un par de pasos titubeantes hacía Spreen.

—Spreen...

Spreen cerró los ojos. Había muchos sentimientos depositados en la forma que Roier pronunció su nombre.

Inquietud, anhelo, esperanza.

Pero el peor de todos, era el miedo...

—Matar es la forma en que son las cosas acá —respondió fríamente— No voy a negar eso.

Abrió los ojos, una pequeña corriente de aire helado se hizo paso entre los troncos de los árboles, tirando su capucha y la de Roier hacia atrás, mientras lo miraba directamente a los ojos y continuaba.

—"El fuerte vive. El débil muere." Es la ley más importante de todo Bestia —apartó la mirada— Entiendo que sea complicado de entender para vos, pero acá matar es casi como... respirar para ustedes. Está en nuestros genes. Es instinto.

— ...ya veo.

Así que... esto era.

La razón por la que Spreen estaba tan renuente a traerlo a Bestia en primer lugar... no quería que tuviera que enfrentarse a esta dura verdad...

Pero aun así...

—Y sobre lo que ella dijo... —tragó saliva— ¿Es verdad?

Spreen levantó la mirada, y el pequeño destello de sorpresa que vio en sus ojos le dio a Roier un poco más de esperanza.

Mayichi contestó en su lugar, completamente sorprendida.

—Pero... ¿aun no me crees? Spreen está justo aquí, lo escuchó todo y no lo negó.

—Tampoco lo aceptó.

Las palabras de Roier fueron fuertes y contundentes. Se giró a mirar a la chica de nuevo.

—Escucha, no quiero decir que mientes o algo así... es solo que, si lo que dices en verdad pasó, quisiera escucharlo del propio Spreen...

"No tengo todas las respuestas, Roro" su abuelo lo miró con ternura "Y aunque me halagas, no sientas que yo soy el único que debe enseñarte, escucha..."

La tercera, última gran enseñanza de su abuelo, y la más importante de todas fue:

"Cuando seas mayor, llegará un momento en el que formes una enseñanza propia. Algo en lo que creas fervientemente, y que, al igual que yo, transmitirás como tu propia esencia"

—No siempre el silencio otorga —empezó con calma—, no te pido que lo entiendas porque en tu verdad él es quien te hizo daño. Pero Spreen es importante para mí. Y quien me importa merece que escuche su verdad antes de yo decidir la mía.

Eso logró dejar sin palabras a Mayichi. Spreen, a sus espaldas, abrió los ojos con sorpresa.

Extendió una mano para tocar el hombro del castaño y...

—Ro--

Un fuerte y salvaje gruñido rompió la calma. Haciendo las ramas de los árboles cercanos temblar y obligando a los tres a cubrirse las orejas por la fuerza y cercanía.

Los ojos de Roier se abrieron ante la realización. Sólo lo había escuchado un par de veces, pero estaba casi seguro de que eso fue...

—¡Eek!

Mayichi se dejó caer sobre la nieve, cubriendo su cuerpo con sus brazos y temblando aterrorizada.

—¡Nos encontraron! —decía entre temblores— ¡Están aquí!

—Hey —Roier estuvo a su lado en un segundo, cubriéndola con su propio cuerpo e intentando calmarla.

Confundido, Roier levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Spreen mirándolo fijamente, antes de echarse a correr en dirección al ruido.

—¡Spreen!

Mayichi pareció aprovechar el momento y, sacudiéndose el abrazo de Roier, se levantó de un salto, echándose a correr a su casa.

—¡Corre! —le advirtió al castaño— ¡Si aprecias tu vida, vete mientras puedas!

Y terminó dando un portazo, dejando a Roier confundido, de rodillas sobre la nieve.

Con la mente aun yendo a mil por hora debido a todo lo que acababa de escuchar, el silencio de Spreen, el tema con Bobby y Ramón, y el aparentemente inminente ataque al pueblo, la decisión de que hacer no estaba del todo clara para el castaño.

Cerró los ojos un momento y con solución volvió a abrirlos antes de echarse a correr en la misma dirección que había ido Spreen.

Quizás no fue una enseñanza de su abuelo, ni mucho menos una propia. Tal vez era incluso la enseñanza más antigua de todos los tiempos, pero era la primera que aprendió y la única a la que Roier podía aferrarse en este momento:

"Haz lo que te dice el corazón" 

°•○●○•°•○●○•°•○●○•°•○●○•°•○●○•°

Buenaaaas!

Actualice al fiiiin! Un hombre misterioso en el pasado de Roier y un nuevo personaje añadido a la historia, aunque dando un toque algo oscuro a lo que parece ser el pasado de Spreen,

Cuanto de aquello será verdad?? *tin*

Mil gracias por leer!! 💕🫶

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