Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap 11.

Y aquí estaban de nuevo. Justo como el día anterior, frente a la puerta y listos para partir. Pero esta vez al pequeño grupo de excursión a Bestia se le unían dos nuevos integrantes.

A pesar de sus inmensas ganas de poder ir a otra dimensión, no fue fácil de aceptar para Roier que tendría que dejar el café desatendido, lo cual no era sorpresa para nadie. El chico había desarrollado una especie de obsesión con su trabajo en el lugar. Sana, sí, pero en verdad amaba el lugar y la idea de no abrir lo angustiaba.

Hablaba ideas locas de atender el café por la mañana, ir a Bestia por la noche, regresar al día siguiente para poder abrir de nuevo y así repetir hasta encontrar a los padres de Bobby y Ramón.

“¿Dormir? Por favor ¿Quién lo necesita?”

“Aparte aquí vendemos café, si me da sueño, me tomo uno y ya”

Era estúpido, sí.

Aun así, nadie pudo decir nada contra esa lógica.

Por suerte Aldo logró hacerlo entrar en razón. Convenciéndolo, después de hacer cuentas, de que no pasaría nada por cerrar al público durante su ausencia. Y por poco eso tampoco funcionaba, pero luego lo asustó diciéndole que no se vería bien atendiendo con un par de enormes ojeras bajo sus ojos y eso fue suficiente para persuadirlo.

Spreen había dicho que, con la incorporación de Cellbit y el pelotudo de Roier (textualmente), su viaje podría extenderse a más de un par de días. Aun así, tampoco era la gran cosa. Era casi como un pequeño viaje improvisado. Aldo se quedaría en la dimensión de los humanos, cuidando de Karmaland y por supuesto del portal.

Con ese tema solucionado, Spreen y el resto discutían algunas cosas mientras que el castaño tomaba aire para mentalizarse, sus ojos fijos en la gran puerta frente suyo.

En el brazo izquierdo cargaba a Ramón, el pequeño descansaba acurrucado entre este y su pecho, mientras Bobby, más independiente que su hermano, se instaló dentro de la mochila que llevaba sobre su espalda, dejando la parte de arriba de esta descubierta para asomarse detrás suyo.

Aunque lo de la mochila fue algo espontáneo, recordó Roier. La tomó a último minuto esa mañana, y solo porque, al salir de su habitación, pudo ver a Spreen dirigiéndose escaleras abajo, mirada al frente, expresión seria, y cargando una mochila desinteresadamente sobre su hombro derecho.

Se veía casi genial. Parecía preparado para... bueno, lo que sea que fuera a pasar en Bestia, así que corrió de vuelta a su habitación para tomar una mochila el mismo e imitarlo.

Pero la triste realidad es que solo era para aparentar. No llevaba nada ahí dentro salvo, por el ruidito que hacía Bobby al acomodarse, algunas monedas y uno que otro recibo, de esos que apenas te dan, arrugas y arrojas sin mirar, dejándolos olvidados por años. Pero nada que él considerara realmente “útil” para un viaje interdimensional.

Casi como si leyera sus pensamientos, Bobby frotó afectuosamente su cascarón contra su cuello y el castaño sonrió. Bueno, técnicamente llevaba un dragón en su mochila, gánenle a eso.

Pero ya en serio ¿tenía que llevar algo? Spreen no le dijo nada, ¿cierto?

—Oye Spreen--

—Toma.

El aludido lo interrumpió, arrojando un trozo de tela sobre su cabeza y obstruyendo su vista y la de Bobby quién gruñó incomodo. Asegurando que Ramón no se cayera de su agarre, Roier la tomó con su mano libre y la extendió frente suyo examinándola.

—¿Una capa?

—Es piel de bestia de zorro —continuó el híbrido, quien llevaba puesta una capa similar, mientras le pasaba una también a Cellbit—, si llevan eso encima, el frío de Bestia no debería ser problema —Spreen miró de nuevo al castaño, quien arqueaba una ceja— Murieron por causas naturales, Roier —continuó, rodando los ojos— Ningún zorro fue herido en el proceso.

Satisfecho con la respuesta del contrario, Roier asintió antes de maniobrar para colocársela, mordiéndose la lengua para aguantar las ganas de quejarse que, de haber sabido que llevaría una capa encima, no se habría esmerado tanto en vestirse esa mañana.

Adiós a presumir su sudadera favorita a seres de otras dimensiones.

Más que una capa, era una especie de poncho. Un gran y grueso trozo de tela con un agujero para asomar la cabeza y con aperturas a los costados para sacar los brazos. Ya puesto, le llegaba hasta las rodillas, cubriendo su cuerpo por completo. Bobby detrás suyo se las ingenió para hacerse un espacio y poder asomarse por su espalda.

El castaño sonrió contento ante eso. La capa era lo suficiente grande para cubrir al par de huevitos, pero también les daba la libertad de salir si era necesario. Se giro para mirar a Juan y al resto, arqueando una ceja al ver que ellos no usaban una.

—¿Ustedes no llevan nada para el frío? —preguntó curioso.

Mariana se cruzó de brazos, luciendo orgulloso su traje amarillo.

—Los titanes somos rápidos en adaptarnos a ambientes hostiles.

Le siguió Missa, quien sonreía bajo su capucha morada.

—Yo técnicamente estoy muerto, aparte ya he estado en Bestia y no es cómo que me afecte.

Y terminó Juan, sonriendo con suficiencia.

—Magia, muchacho. No tiene caso que te lo explique, no lo entenderías.

—Claro —Roier rodó los ojos, divertido. Ya acostumbrado a las payasadas del hechicero— lo de siempre, ¿no? Eso de que los humanos somos frágiles y la chingada y ustedes que son de otra dimensión son increíbles.

—Exacto —respondió Juan, con orgullo— Claro, quizás no he estado en Bestia como Missa, pero, aunque a ti te mataría, para alguien como yo no debe ser la gran cosa.

—Che Juan, todavía estas a tiempo —Spreen a su lado, resopló divertido, luciendo su propia capa—, solo tenés que pedírmelo, ir arriba y tomar una más de mi armario.

—Lo entiendo por Roier y por Cellbit, pero a diferencia de los brutos como tú, yo sí confío en mis habilidades como ser superior —Juan se cruzó de brazos cerrando los ojos—, no necesito una tonta capa.

Roier juró que miró a Spreen musitar un “ya veremos” mientras rodaba los ojos con clara diversión antes de aclarar su garganta para llamar la atención de todos en la sala.

—El plan es simple —comenzó mirando a todos y cruzándose de brazos—. Entramos, vamos directo hasta donde estaban los pibes y vos Juan hacés esa mierda que dijiste para buscar junto con Missa.

—Se le llama eco-rastreo arcano, imbécil, y es una técnica ancestral desarrollada hace miles de años por los Dioses de Todo, donde enviamos ondas cargadas de energía para poder percibir seres distantes. Solo los hechiceros supremos podemos invocarla y--

—Sí, la magia esa de mierda —interrumpió el pelinegro, bastante aburrido con la explicación del de gafas— Lo hacen y en el mejor de los casos encontramos a los de su especie.

—¿Y si no los encontramos?

Tan pronto Mariana pregunto aquello, recibió un codazo por parte de Aldo, acompañado de un ruidoso “shh”. El más alto se quejó sin entender, hasta que vio a Missa mirar disimuladamente hacía donde estaban Bobby y Ramón.

Silencio.

Pero era muy tarde, ambos huevitos estaban ahora muy atentos a la conversación. No tenía caso disimular, pensó Spreen mirando al par de dragones con una expresión indescifrable antes de continuar.

—Si no... ya veremos qué hacer.

Roier bajó la mirada. Esperaba de corazón pudieran encontrar a su familia sin mayores contratiempos, y aunque Mariana lo había dicho sin malas intenciones, no quería imaginar que pasaría con ellos en caso contrario.

Había un límite en lo que él, un simple humano, podía hacer...

—Dicho eso —el híbrido continuo, interrumpiendo sus pensamientos—, debemos irnos ya si queremos llegar al punto antes de que oscurezca. Prepárense.

—¿Podemos repasar una vez más, Spreen? —Cellbit levantó una mano con seriedad hacía el híbrido.

Con la misma seriedad, Spreen asintió, girándose hacía el agente para discutir algunas cosas, muy seguramente referente a su seguridad, pensó Roier quién, aprovechando el momento, escaneó la habitación buscando a Missa para preguntarle algo que le llevaba dando vueltas en la cabeza por algún tiempo ya.

—Oye Missa —empezó en voz baja— ¿y cómo funciona? Digo, ustedes entraron en medio de una luz, pero... pues es una pinche puerta ¿cómo se conecta a otra dimensión o qué?

Missa sonrió comprensiblemente, claro que para un humano como Roier parecería algo completamente imposible.

—Aunque no lo creas, en realidad es bastante simple —empezó, señalando la puerta—, tienes que abrir la puerta teniendo en tu mente el lugar al que quieres ir. Spreen tiene que pensar en Bestia mientras la abre hoy. Es lo mismo con Mariana y los demás. Mientras conozcan el camino hacia la dimensión a la que van a viajar, solo basta con pensar en eso mientras abren la puerta para conectar allá. Pasa igual del otro lado, cada que queremos venir a Karmaland, abrimos pensando en llegar a la dimensión de los humanos. La puerta hace el resto.

Roier pestañeó. ¿Eso era todo?

—Entonces si yo la intento abrir...

—No irías a ningún lado —Missa terminó la frase por él—, ya que no conoces otra dimensión más que esta.

—Hasta hoy —el castaño continuó orgulloso—, hoy conoceré Bestia, entonces podría ir y venir, ¿no? —al ver la mirada sorprendida de Missa, agregó rápidamente— ¡No significa que lo vaya a hacer! Entiendo que es peligroso y eso.

—Menos mal —el esqueleto suspiró aliviado—, pero incluso así, no funcionaría. Claro, conocerás Bestia hoy, pero no basta solo con verla una vez. Recuerda a Aldo. Mariana lo estuvo acompañando hasta hace poco. Es como cualquier lugar nuevo al que vas: no solo con ir una vez ya conoces de memoria el camino de ida y vuelta, ¿o sí?

Bien, eso tenía mucho sentido, pensó Roier. Y era cierto que a Aldo le tomó un par de semanas poder ir él solo a Pion.

Mayor razón para atesorar y aprovechar cada segundo de esta ocasión. Su primera y seguramente última visita a otra dimensión pensó mientras, sin saberlo, sus ojos se iluminaban.

Sin embargo, la mirada del castaño pareció confundir y alertar al esqueleto, quien, mirando a ambos lados para asegurarse que nadie los escuchaba, se acercó más a él.

—Roier —comenzó en voz baja, pero algo seria— ¿Hablas en serio? No vas a ir a Bestia por tu cuenta... ¿verdad?

Roier pestañeó varias veces antes de contestar.

—Claro que no, Missa, estoy pendejo, pero no tanto —respondió algo ofendido— Solo era curiosidad, te lo juro.

Missa lo estudió unos segundos. Al no detectar ni un rastro de mentira en las palabras y acciones del castaño, suspiró visiblemente más aliviado.

—Perdón, es que me preocupo por ti, es todo... ya que en el extraordinario caso que recordaras el camino de ida, el de vuelta es otra historia...

Este nuevo fragmento de información sorprendió a Roier, quien presionó para saber un poco más.

—¿Cómo? —empezó, tras asegurarse también que nadie les estaba prestando atención— ¿No dijiste que bastaba con pensar en la dimensión? Yo soy de aquí, podría solo pensar en eso, ¿no?

Pensativo, Missa se llevó una mano al mentón, tratando de encontrar una forma sencilla de explicarle aquello a Roier.

—Si de pronto despertaras en otro sitio —respondió al fin—, sin saber cómo llegaste ahí, ¿qué te hace pensar que encontrarás por tu propia cuenta el camino de vuelta a casa?

Eso era fácil de entender hasta para un niño, aceptó Roier, finalmente comprendiendo lo simple y a la vez complejo de los viajes a través del portal. Missa tenía una forma increíble de explicar las cosas. Definitivamente el mundo (bueno, este y todos los demás mundos) sería un lugar mejor si hubiera más Missas.

Impriman más Missas.

Satisfecho con saber que había aclarado todas sus dudas, le agradeció con una sonrisa, y mientras el esqueleto se giraba a escuchar la conversación de Aldo y Mariana sobre este último “debiéndole una” por irse de aventura sin él, Roier volvió a mirar la ostentosa puerta en medio de la habitación.

Claro, la explicación de Missa tenía sentido dentro de lo mágico y sobrenatural de su situación, pero el hecho de que una puerta pudiera conectar con otros mundos seguía siendo bastante impresionante...

Tragó saliva mirando el letrero de “Cerrado”, de momento solo Spreen y el resto parecían conocer el camino hacia la dimensión de los humanos, pero aun así, no descartaba la posibilidad de que algunos otros seres pudieran venir a Karmaland por el portal.

Pensar que, si no fuera por ese sencillo letrero, cualquiera podría entrar en cualquier momento le heló la sangré por un segundo. ¿Y si eran hostiles?

Roier inhaló y, presa de nervios de último minuto, su exhalación salió entrecortada, no pasando desapercibida para un par de orejas felpudas de oso que se elevaron ante el sutil sonido.

—Qué Roier —Spreen resopló divertido, girándose a mirarlo tras terminar su charla con Cellbit —¿Tenés miedo?

Roier levantó la mirada en tiempo récord para mirar el rostro burlón del híbrido frente suyo. Infló las mejillas molesto —¡C-claro que no!

—Claro —Spreen giró los ojos, dándose media vuelta y caminando hacia la puerta— Escuchá, el camino es todo recto. Si pasa algo, solo sigue caminando hasta llegar.

Una vez Spreen estuvo frente a la puerta, colocó su mano sobre la manilla y miró al castaño sobre su hombro, sonriendo con superioridad

—Pero si te asustas, podés sujetarte de mí, prometo no reírme... tanto.

Roier arqueó una ceja frunciendo los labios —Ay si, ni que me fuera a perder, pendejo...

Y hubiera discutido más, pero Spreen abrió la puerta en ese instante y el sonido de la campanilla resonando fuertemente en sus oídos silenció sus intenciones. De pronto, la habitación se llenó de luz que emanaba de la puerta, abierta de par en par frente a ellos.

Roier olvidó como respirar por un segundo. Esto realmente estaba pasando. Meses atrás, vio a Spreen salir por esta puerta, y ahora aquí estaba, a punto de entrar él mismo...

“Lugares tan maravillosos que parecieran sacados de un cuento de hadas”

La voz de su abuelo en su cabeza fue reemplazada por el sonido de las botas de Spreen contra el suelo, quien daba un paso al frente hacia el interior de aquel túnel de luz.

Roier reaccionó en automático, casi tropezando con sus propios pies para apresurarse a darle alcance y usó su mano derecha para aferrarse con fuerza a la parte de atrás de la capa del híbrido.

Spreen sonrió satisfecho ante la acción, conteniendo las ganas de hacer un comentario gracioso al respecto y de girarse para ver la expresión en el rostro del contrario. En su lugar, tomó aire, liderando el camino dentro del portal, cuidando no ir demasiado aprisa.

Tan pronto cruzó el umbral de la puerta, Roier se vio envuelto en nada más que blanco.

Escuchó una última despedida de parte de Aldo, y las voces de Mariana y el resto detrás suyo.

La luz envolvía todo, dando la ilusión de estar en un sitio enorme, o demasiado angosto, no estaba del todo seguro. Su cerebro estaba confundido y lo único que alcanzaba a ver delante suyo era su propio brazo, extendido hacia delante y unido a la espalda de Spreen.

Uno... Dos... Y tres pasos dentro y el inconfundible sonido de la puerta cerrándose detrás suyo fue lo último que escuchó.

Literalmente.

Las voces del resto, que iban justo detrás suyo, desaparecieron por completo. Roier se vio tentado a mirar sobre su hombro para ver si seguían ahí, pero la luz entonces se intensificó, el blanco cegador a su alrededor le obligó a cerrar sus ojos con fuerza.

Spreen se detuvo, y Roier tendría que recordar agradecérselo más tarde, pues realmente necesitaba un minuto.

Era... terrorífico. No del tipo de miedo que sintió al ver a Spreen y al resto salir del portal. Ni del tipo de miedo de ver a una criatura tan imponente como el minotauro. Era el tipo de miedo que sientes por la incertidumbre.

Ser privado de pronto de su vista y su oído era aterrador, lo único que aún lo mantenía de alguna forma atado a la realidad eran el calor en su espalda y su izquierda, que emanaban de Bobby y Ramon, y el hecho de saber que, aunque no podía verlo, aun podía sentir la suave piel de la capa de Spreen entre sus dedos.

Sintió como su respiración se aceleraba y comenzaba a jadear, aunque tampoco podía escucharse a sí mismo.

¿A dónde tenía que ir?

¿Y si se quedaba aquí para siempre y moría en este lugar?

...

¿Seguía siquiera con vida?

“El camino es todo recto. Si pasa algo, solo sigue caminando hasta llegar”

Cuando lo escuchó la primera vez, Roier pensó que era estúpido, pero ahora entendía el contexto de las palabras dichas por el híbrido.

“Sigue caminando.”

“Sigue caminando.”

Roier asintió y era ridículo, porque estaba seguro de que Spreen no podría verlo, pero al parecer debió sentir algo, pues el pelinegro emprendió de nuevo la marcha.

Cuatro... Cinco pasos... y al fin escuchó algo.

Un susurro del viento, acercándose.

Y al sexto paso...

Un aire helado golpeó su cuerpo con fuerza, tirando la capucha sobre su cabeza hacia atrás y traspasando su piel y músculos, llegando directa y dolorosamente hasta sus huesos.

En su confusión y por lo fuerte del impacto, su mano derecha se soltó del agarre, la angustia mezclándose con el frío al dejar de sentir la capa de Spreen entre sus dedos...

Angustia que duró poco, pues apenas medio segundo después la suave tela fue reemplazada por una mano cálida. Dedos fuertes envolviéndose firmemente en su palma, cuidando no cortar piel con afiladas garras, tomándolo con fuerza y jalando hacia delante, hacía el presente.

Roier sacudió su cabeza fervientemente, recuperándose del brevísimo momento de pánico y enviándolo a lo más profundo de su cerebro. No había tiempo para esto.

Movió su mano contra la de Spreen, afianzando su agarre, ambas palmas ahora envueltas una con la otra, un par de dedos entrelazados torpemente entre sí, mientras que la voz del pelinegro, no estaba del todo seguro si en la realidad o desde sus recuerdos, resonaba en su mente:

“Sigue caminando.”

Siete... Ocho... Nueve...

Diez pasos... y Spreen volvió a detenerse. El blanco cegador y el rugido del aire gélido desapareciendo en un instante.

...

Para cuando sintió sus párpados acostumbrarse de nuevo a la luz, Roier abrió los ojos lentamente. Un jadeo de sorpresa salió involuntariamente de entre sus labios, creando una nube de aire blanco frente suyo, mientras, con ojos ahora abiertos de par en par, veía a su alrededor.

Apenas minutos atrás estaba en el café, pero ahora frente a él había un mundo completamente diferente.

Un vasto mundo de tundra, extendiéndose en todas direcciones, bajo un manto helado de blanco y azul, nieve y hielo, hasta donde sus ojos alcanzaban a ver.

A su alrededor, algunos troncos cubiertos de escarcha daban una imagen más de desolación que de vida. Aun así, eran lo único que contrastaba contra el resto del escenario. Ramas inmovilizadas por el frío, congeladas en el tiempo.

Y fiel a lo que Spreen le había contado, a pesar de ser claramente de día, ni un solo rayo de sol caía en la tierra, pues todo el cielo estaba cubierto de densas nubes en matices blancos y grises, confundiéndose con el horizonte por su semejanza con la nieve que cubría la tierra y amenazando con soltar pesadas tormentas de un momento a otro.

—¡Gruu!

El movimiento de Bobby y Ramón lo sacaron de su trance. Ambos saltaron de inmediato desde la altura del castaño, cayendo en un suave sonido sobre la nieve acumulada en sus pies, pronto comenzando a correr entre sus piernas y las de Spreen.

Aunque eran pequeños sabían dónde estaban y parecían realmente contentos de volver a casa.

Roier miró sobre su hombro. A la gran puerta en medio de la nada que los había traído hasta aquí. Y de la cual apenas segundos después salían Cellbit y el resto.

—¡PUTA MADRE!

La estruendosa voz del hechicero rompió el perpetuo silencio de aquel bosque congelado, mezclado con el tiritar de dientes.

Spreen bufó —Te dije que hacía frío.

—Ti diji qui hicia fríi —imitó entre dientes, envolviéndose en su propia capa roja.

—Pero en verdad es impresionante —habló esta vez Cellbit, también visiblemente impresionado, mirando alrededor— Debí traer un termómetro, seguro el dato exacto le ayudaría a Maximus a entender un poco más sobre este lugar.

—¿Tú estás bien, Mariana? —preguntó Missa, para nada afectado.

—Pues —Mariana, quien hasta hace pocos segundos parecía tranquilo, se estremeció de pronto—, ahora que lo dices, si está algo frío... Igual creo que estoy bien.

—¿Y tú, Roier? —la voz autoritaria de Cellbit alertó al castaño— ¿Te sientes bien? ¿Nada extraño? Aun es buen tiempo para regresar si es demasiado.

Roier sonrió —Estoy bien, digo, el frío si está de la verga, pero con la capa y caminando puedo tolerarlo.

Lo decía en serio. El torrente de aire que sintió dentro del portal era algo a lo que creía que jamás podría acostumbrarse, pero ya aquí en Bestia, el aire estaba tranquilo, salvo algunas corrientes de vez en cuando.

Cómo si leyera sus pensamientos, Spreen habló de nuevo.

—No parece que vaya a haber tormentas pronto —comenzó mirando al cielo—, así que cómo dice Roier, con la piel de zorro no deberían tener mayor problema. Pero si acaso azota alguna, lo envuelvo en otra capa y lo traigo de vuelta al portal.

La imagen de Spreen cargándolo estilo nupcial cruzó la mente de Roier por exactamente una milésima de segundo. La desechó tan rápido como llegó.

—Bueno, ya estuvo bueno de charlas —Mariana volvió a hablar, visiblemente más afectado que antes, comenzando una marcha hacia el frente— Vamos de una vez, caminar ayudará.

—Mariana tiene razón —Cellbit sonrió ligeramente, comenzando a seguirlo—, lo importante es estar en movimiento para que el cuerpo no se entuma.

—Si, no queremos terminar como Juan —bromeó Missa, antes de darles alcance.

—Chinga tu madre —le contestó el hechicero de mala gana, reteniendo un estornudo.

Spreen lo miró por encima de sus gafas, ojos amatistas con un brillo de diversión.

—Yo te lo advertí.

—¿Por qué no te vas a la verga? —respondió Juan, girando los ojos— Lo hiciste a propósito para joderme la vida.

Una risa burlona salió de sus labios, Roier pronto contagiándose de esta. Tenía que darle la razón al híbrido en esto, Spreen en efecto se lo ofreció, pero cómo siempre, Juan solía ser bastante orgulloso. Parecía que no aceptaría ayuda de nadie. Y muchísimo menos, de Spreen.

Fastidiado con ser el objeto de burlas del par, Juan comenzó a caminar hacía donde se dirigía el resto.

—Che Juan —medio gritó Spreen, haciendo que el hechicero lo mirara por sobre su hombro— Si me lo pedís de buenas, puedo prestarte la capa que traigo yo.

Juan rodó los ojos mientras frotaba sus antebrazos con molestia. Estuvo a punto de girarse de vuelta e ignorar al imbécil de Spreen, cuando su mirada cayó abajo y vió algo bastante interesante...

Sonrió con saña.

—No gracias. Cómo lo he dicho en repetidas ocasiones, sé aceptar mis errores, y acepto que subestimé el clima de aquí. Pero ya me las arreglaré. Al menos yo no necesito compartir calor corporal para poder soportarlo.

Terminó, dando vuelta sobre sus talones y siguiendo de cerca a Cellbit y el resto.

Spreen y Roier fruncieron el ceño al mismo tiempo viéndolo alejarse. Giraron sus rostros para mirarse mutuamente, tratando de entender las palabras del hechicero.

Ambos parpadearon varias veces. Ahora que lo pensaban, era verdad que había algo cálido ahí. Pero ¿qué?

Bajaron la mirada, a sus dos manos aun entrelazadas...

Y se soltaron al mismo tiempo, de un tirón rápido y exagerado.

Bobby y Ramón dejaron de correr al ver la acción, deteniéndose a mirarlos fijamente.

Maldita sea, ¿por qué los huevos de dragón no podían hablar? Ambos necesitaban con urgencia que alguien rompiera el incomodísimo silencio.

—G-gracias —al final fue Roier quien lo hizo, tenía que agradecerle de todos modos— Tú sabes, por ayudarme allá atrás.

—No es nada —respondió el híbrido, acomodando sus gafas sobre sus ojos—, da una banda de miedo la primera vez.

—Ya...

—Si...

...

—¡Y bueno! —volvió a hablar el castaño, antes de que volvieran a esa extraña atmosfera— Pues vamos, ¿no? Aparte tú eres el que conoce el camino.

—Si, si —Spreen pareció salir de un trance al contestar, echó ambos hombros hacia atrás— Acá el camino no es todo recto, así que mantente cerca.

—Ok, va —Roier asintió.

Bobby a sus pies gruñó, captando la atención de ambos.

Spreen miró al pequeño con curiosidad —¿Qué--

Pero lo interrumpió el fuerte impacto contra la boca de su estómago por parte del huevito que se lanzó contra él. Al menos esta vez logró plantarse y no caer de espaldas al suelo, pero seguía doliendo como los mil demonios.

—¡BOBBY!

Roier gritó entre lo que Spreen calificaría la mezcla perfecta de diversión y angustia, agachándose enseguida y tomando al huevito entre brazos. Bobby se removió varias veces intentando liberarse.

Una vez el dolor se disipó, Spreen se quitó las gafas, mirando directamente al pequeño con furia y mostrando colmillos.

—¡¿Cuál es tu problema?!

—Ay, es que está chiquito, Spreen. No sabe lo que hace.

—¡Chiquito las pelotas! —lo señaló acusadoramente— Sabe perfectamente lo que hace, sabe que duele una banda y por eso lo hace.

El pequeño lo miró un segundo, antes de acurrucarse contra el pecho del castaño.

—Hijo de puta... —suspiró el híbrido, volviendo a colocarse las gafas y emprendiendo camino para alcanzar al resto— Tenés suerte que Roier sea un debilucho.

—¡Hey! —Roier jadeó indignado, llevando a Bobby al interior de su mochila y agachándose para tomar a Ramón en brazos— ¿Y ese insulto de gratis?

—Aprendé a controlarlos, por algo sos su mamá.

—¡Qué no soy su mamá! —respondió el castaño, dándole alcance— ¡Aparte fuiste tú quien los trajiste!

Mientras ambos seguían discutiendo, Bobby y Ramón trinaron contentos, acomodándose para el pequeño viaje.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Caminar en Bestia era bastante parecido a lo que Roier solía ver en películas sobre el desierto o situaciones apocalípticas dónde la tierra regresaba a la era de hielo.

En su mente, casi podía ver a su grupo desde las alturas, abriéndose paso entre el desolado paisaje.

Spreen seguía, por supuesto, al frente del grupo. Missa iba a su lado, entretenido en mirar a la lejanía y charlar de vez en cuando con el híbrido.

Aunque sus charlas consistían más bien en Missa hablando, y Spreen respondiendo con frases cortas o movimientos de cabeza.

“¿Recuerdas cómo nos conocimos? Cuando casi me matan esos lobos”

“Bueno, tú sabes, en sentido figurado”

“Porque ya estoy muerto”

“Bien, medio muerto, pero pues cómo que más muerto que vivo, ¿sabes?”

Era curioso, pero a pesar de lo diferente de sus formas de ser, Missa, que debería dar miedo por estar muerto, pero era un ser de luz y Spreen, quien tenía bonitas orejas de oso, pero era bastante hijo de puta, funcionaban bastante bien.

Algunos pasos detrás iban él junto con Mariana. Roier peleaba una adorable batalla con Bobby, colocándose de vuelta la capucha sobre la cabeza que el pequeño echaba hacia atrás cada que se asomaba por detrás de su espalda para mirar alrededor.

Ramón en algún momento debió quedarse dormido en sus brazos, pues había dejado de moverse y su respiración se había ralentizado.

Mariana podía aparentar que iba fresco. Pero solo bastaba ver su rostro para saber que moría de frío. ¿Y esa mamada de que los titanes se adaptaban rápido? ¡Ja! Parece que el cuerpo titán solo resiste temperaturas promedio.

Y al final del grupo iban Juan y Cellbit, envueltos ambos en la capa del último. Roier se atrevía a apostar que iban hasta atrás en un intento desesperado por parte del hechicero para que Spreen no lo molestara al descubrir que él también optó por "compartir calor corporal". O por estar tan cerca del agente. Quien sabe.

Una mancha rojiza a la lejanía, contrastando por completo con el perpetuo blanco alrededor, llamó la atención de Roier, quien esta vez dejó que Bobby echara de nuevo la capucha hacia atrás para estirar el cuello.

Entrecerró un poco los ojos —Eso es--

—Es más pequeño que el que viste, pero sí. Es un minotauro —contestó Spreen, sin dejar de mirar al frente— Son super territoriales, si te acercás sos hombre muerto, pero tranca, también son medio brutos y no suelen detectar a alguien a menos que estés muy cerca. Tenés que ser bastante idiota cómo para dejar que uno te ataque.

El castaño siguió mirando por un rato mientras digería las palabras de Spreen. Bobby siguió su mirada, gruñendo tiernamente hacia la bestia, podría ser aun un bebé, pero quizás estaba en su sangre el imponerse ante otras criaturas.

—Debiste ver a Maxo.

Escuchó la voz de Cellbit un par de pasos detrás suyo.

—Cuando supo que habíamos capturado a un minotauro estaba eufórico, poco le importó que por poco se sale la situación de control —continuó con una mezcla de diversión y resignación.

—No sería la primera vez —esta vez escuchó la voz de Juan, continuando la conversación—, el muy maniaco siempre se pone así cuando conoce a un nuevo ser de otra dimensión ¿Te acuerdas cuando Missa tuvo que encerrarse en el baño por horas hasta qué le hiciste jurar a Maximus que no le arrancaría ni una sola pluma de sus alas para investigarlo?

El par rio ante el recuerdo.

—Aunque ojalá fuera la última vez, o al menos de un tipo C, sobre todo uno de Bestia —el agente resopló cansado, un tinte de seriedad en su voz.

—Te apoyo, amigo —contestó el hechicero— ¿saben ya algo sobre los agujeros de gusano de Bestia?

—Nada aun —lo escuchó suspirar—, aunque siguen investigando, lo único que han logrado descubrir es que la cantidad de agujeros de Bestia se incrementó hace poco más de diez años, pero no hay registros de que ocurriera algo así antes--

—Ya empezaron estos con sus cosas aburridas.

Mariana llegó a su lado, cubriendo la vista del agente y el hechicero, pasando un brazo alrededor de los hombros de Roier y ganándose un gruñido molesto de parte de Bobby al ser desplazado a la mochila.

El más alto arqueó una ceja —Bájale de huevos, pinche Bobby. Podrá ser tu mamá y todo eso, pero es mi amigo y solo me estoy asegurando de que está bien.

—¿Apoco sí, pendejo? —olvidando la plática de Juan y Cellbit, Roier contestó divertido— ¿No será que tienes frío?

El titán jadeó ofendido —¿Tú de verdad crees que yo te usaría, Roier? Solo me preocupo por ti... por cierto, ¿no tienes calor con esa capa? ¿Y si te la quitas un rato? Si quieres yo puedo cargarla.

El castaño rio divertido, sacudiéndose el brazo del más alto de sus hombros y usando su mano derecha para abrir su capa e invitarlo a acercarse. Mariana suspiró contento al verse envuelto en el calor, tanto que casi ni parecía importarle Bobby, quien saltó de la mochila hacia la cabeza del titán, rasguñándolo con sus patitas.

El movimiento logró despertar al pequeño Ramón, quien se removió en el brazo de Roier, abriéndose paso entre la capa para poder asomarse por un costado.

—¿Qué pasa? ¡Ah!

Roier apenas tuvo tiempo a reaccionar cuando Ramón saltó de su brazo, cayó suavemente sobre el camino de nieve y se echó a correr hacía...

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Caminar por Bestia nunca fue un problema para Spreen.

El frío, aunque no lo mataría jamás por sus genes, solía ser molesto, por eso siempre optaba por usar capas. Cosa que le vino bastante bien ahora que Roier y Cellbit los acompañaban.

Roier... pensó, dejando de escuchar la voz de Missa un rato.

No tenerlo en su campo visión, en un lugar tan peligroso como este, le provocaba una sensación extraña e incómoda. Claro, si pasaba algo que pusiera en peligro a los dos humanos del grupo, obviamente correría al auxilio de cualquiera de los dos, pero la diferencia radicaba en lo que sentía al pensar en la posibilidad.

Si atacaban Cellbit, atacaría de vuelta.

Pero si atacaban a Roier...

...

Sacudió la idea de su cabeza, junto con la imagen mental de él desgarrando al atacante con sus propias manos. Además, eso no pasaría.

Podía sentir su presencia detrás suya, a salvo. Mariana estaba a su lado, y podría transformarse para llevarlo a las alturas en caso de que algo ocurriera.

Y Juan iba justo detrás. Podrían tener una relación complicada, llena de discusiones y en ver quien molestaba más al otro, pero la verdad es que Juan era, después de él, la persona en la que más confiaba podría mantener a Roier a salvo.

Un toquecito sobre su bota sacó a Spreen de sus pensamientos, quien bajó la mirada, sorprendiéndose de encontrar al pequeño Ramón caminando a su lado.

—Eh wachín —se detuvo por un momento— ¿Qué pasa?

El pequeño se limitó a saltar repetidamente a su lado, agitando sus patitas en el aire. De un suspiro Spreen bajó a su altura y sin esfuerzo lo levantó en un brazo, colocándolo dentro de la capucha en su espalda.

—No se te ocurran ideas locas de andarme pegando como al desubicado de tu hermano.

Ramón contestó con un trino, acurrucándose dentro de la capucha del híbrido quien, con una pequeña sonrisa, pero sin más comentarios continuó su camino.

...

—¡Bueno! Ya estuvo, ¿no? ¡Dile algo Roier! ¡El pinche Bobby ya me tiene harto!

Pero el castaño apenas y alcanzó a escuchar las quejas de Mariana, pues seguía sin poder apartar la mirada después de aquella interacción entre Spreen y Ramón.

—¿Tienes frío mien? —la voz del titán salió esta vez con un tinte de preocupación— Si quieres agarra toda la capa tú, no le hace, yo me las arreglo.

—¿Qué? —contestó, confundido— No, estoy bien, ¿por qué?

—¿Seguro? —presionó el titán— Es que tienes la cara toda roja...

En lo que Roier calificaría como "los 2 segundos más lentos de toda su vida", pudo ver las orejas de Spreen respingar ante las palabras del más alto, y mientras lo veía girar la cabeza hacía él, se colocó la capucha encima a la velocidad de la luz, bajándola lo más humanamente posible con sus manos para cubrir por completo su cabeza y rostro.

—E-estoy bien, solo... cuida a Bobby un segundo, ¿sí?

—Ay si, ¿y quién me cuida a mí? Yo soy el que necesita ayuda-- ¡Ya estuvo bueno, pinche Bobby! Síguele y vas a ver, de un toquecito te mato a la verga.

Oculto bajo la capucha, el castaño pudo ver el momento en que Spreen regresó su mirada al frente y finalmente soltó el aire que no sabía que estaba sosteniendo.

Y es que había algo en la forma que Spreen había mirado y le había sonreído al pequeño Ramón que le provocó una especie de cosquilleo en la boca del estómago, subiendo hasta su pecho y haciendo que su corazón se detuviera un segundo, solo para comenzar a latir de una forma rara.

...

No.

Lo raro es pariente de lo feo. Y aunque Roier no estaba seguro de qué fue eso, lo que si sabía es que no fue feo en lo absoluto.

Quizás solo... ¿diferente?

Sonrió, mirando al suelo y siguiendo las huellas en la nieve.

Sí. Diferente.

Diferente estaba bien.

Diferente se sentía... bien.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

—Fue justo acá.

Tras una o quizás dos horas más de caminata, ahora frente a ellos se extendía una especie de costa, con un extenso mar donde flotaban numerosos trozos de hielo de varios tamaños.

Spreen señalaba un pequeño punto cercano al agua y Roier sintió tristeza solo de imaginarse a Bobby y Ramón, acurrucados ellos solos en este lugar tan alejado de todo.

Hablando de ellos, tanto Bobby como Ramón bajaron de nuevo a la nieve, jugando entre ellos y observando de vez en cuando la plática del grupo.

—Pues manos a la obra —Juan, aparentemente mucho mejor que cuando llegaron, salió de dentro de la capa de Cellbit— ¿Listo, Missa?

—Listo —contestó el aludido con una sonrisa, acercándose al hechicero.

—Y —no queriendo interrumpir, Roier se acercó a Spreen para preguntar en voz baja— ¿Exactamente qué van a hacer?

—Los dragones se mueven por los cielos —contestó Spreen—, es re complicado rastrearlos. Juan puede lanzar una especie de ondas para buscar, pero solo en tierra —con su cabeza señaló al esqueleto—. Ahí entra Missa. Aunque no pueda hacer magia, puede almacenarla y soltarla, él va a tomar la magia de Juan, volar y lanzarla desde el cielo para buscar.

Vaya, algo parecido a lo que hacen las ballenas, pensó Roier, completamente fascinado.

—¿Y qué hago yo? —preguntó con ojos brillantes.

—¿Vos? —respondió mirándolo por el rabillo del ojo, escaneó la zona un momento hasta encontrar lo que buscaba. De un chasquido prendió fuego a un tronco caído en el lugar— Vos te vas a sentar allá, sobre esa roca junto al fuego, asegurarte de que Bobby no se me acerque a menos de dos metros y tratar de no morirte.

Roier arqueó una ceja —¿No te parece raro decir que mantener a Bobby alejado de ti es una obligación, pero no morir es opcional?

—Y bueno —sonrió con los dientes—, tampoco te puedo pedir la gran cosa.

—Órale, culero —contestó frunciendo los labios y encaminándose al punto que señaló Spreen. Después de todo, había prometido hacer caso.

Spreen miró la espalda de Roier alejarse, con ambos huevitos siguiéndole de cerca. Cellbit pasó a un lado suyo, igual haciéndose camino hacía el lugar.

—Che Mariana —habló sin despegar la vista del frente, tras asegurarse que estaban lo suficientemente lejos para que no los escucharan.

Mariana se detuvo en seco a su lado, girando el rostro para mirar al híbrido.

—Vigila a Roier, ¿querés? —continuó Spreen al saber que tenía la atención del titán— El pelotudo va a decir que está bien todo el tiempo, pero si ves que algo anda mal, avísame.

El titán parpadeó varias veces antes de sonreír.

Spreen carraspeó al darse cuenta de cómo sonó aquello, preparándose para el comentario fuera de lugar de Mariana.

—Tranquilo, mien —contestó sonriente— Se que estás cómo que todo estresado por haberlo traído, pero confía en nosotros. Vamos a cuidarlo bien. También es nuestro amigo.

El híbrido se giró a mirarlo, sorprendido, antes de sonreírle ligeramente.

—Bueno —continuó Mariana, encogiéndose de hombros—, aunque más bien es tu pinche novio--

Roier miró sobre su hombro sorprendido al escuchar la estruendosa risa de Mariana, quien venía corriendo hacia ellos y esquivando algunas pequeñas bolas de fuego que le arrojaba Spreen desde más atrás. ¿Qué le habría dicho para hacerlo enojar?

Aunque lo que realmente lo sorprendió es que entre todo eso, Roier confirmó que en verdad el frío de Bestia debía ser algo impresionante, pues también parecía afectarle al mismo Spreen.

Lo supo por el intenso color rojo que alcanzaba a ver en sus mejillas y nariz...

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Tres horas después.

—¿Nada aun? —Juan no pudo evitar la pena en su voz cuando vio a Missa regresar a tierra cabizbajo.

—No —contestó con tristeza—, veo muchas cosas, pero ningún dragón en kilómetros a la redonda.

Spreen escuchaba con cuidado, cruzado de brazos desde su pequeño e improvisado punto de encuentro.

Chasqueó la lengua al girarse para ver al resto del grupo. El frío aunado a no estar en movimiento ya comenzaba a afectar a Roier y Cellbit, quienes tiritaban visiblemente a pesar de seguir envueltos en sus capas y frente al fuego.

Missa, aunque no sentía dolor, volaba con más dificultad. Nieve y quizás hielo comenzaba a acumularse en sus alas, y Juan era demasiado orgullo como para aceptarlo, pero se le notaba demasiado cansado, la magia realmente drenaba por completo su energía.

Suspiró. Tendrían que parar por hoy.

Cellbit pareció ver sus intenciones y se levantó, Roier y Mariana lo imitaron y juntos se acercaron hasta donde estaba Juan y el resto.

—Paremos la búsqueda por hoy —comenzó el agente, extendiendo una parte de su capa a los hombros del hechicero.

—Pero —Juan y Missa contestaron a unísono.

—Lo entiendo —interrumpió de nuevo Cellbit—, pero ninguno de los dos está en condiciones de seguir, además, está oscureciendo. No soy experto, pero no creo que sea muy inteligente quedarnos en este lugar.

Para dar más peso a sus palabras, Spreen asintió firmemente. Finalmente consiguiendo que ambos chicos aceptaran y comenzaran a reponer fuerzas.

El ambiente de pronto se tornó triste.

—Verga... —Mariana suspiró— me imaginaba que no sería fácil encontrarlos, pero tampoco creí que fuera tan difícil...

—Me hacía una idea —Spreen añadió con impotencia—, nadie que conozca ha visto un dragón en años--

—¡GRUU!

Un par de fuertes siseos sorprendió a todos, que giraron a ver a los dos huevitos entre los brazos de Roier.

Spreen se mordió el labio inferior. Era un llamado desesperado a los suyos. Igual... no, más triste aun que el que alcanzó a escuchar cuando los encontró.

Tristes siseos y gruñidos, acompañados con algo parecido a sollozos llenaron el lugar. Roier apretó el agarre en ambos, bajando la mirada y cerrando los ojos con impotencia.

Los dos llamaban sin cesar, pero nadie les contestaba de vuelta...

“Por favor” pensó en su mente.

“Alguien conteste su llamado...”

“Quien sea...”

Y justo en ese momento…

¡AYUDA!

Un grito desesperado silenció por completo los llantos de los huevitos.

Mariana se estiró un poco sobre sus pies, mirando el horizonte —¿Qué fue eso?

¡Perdón! ¡Perdón! ¡PERDÓN! —la extraña voz continuaba, escuchándose cada vez más cerca— ¡No sabía que era su territorio! ¡Hey! ¡No te mames! ¡¿Cómo estando todo pinche enorme puedes correr tan rápido?! ¡AY! ¡DIGO! ¡NO! ¡PERDÓN POR ESO TAMBIEN!

Roier giró sobre sus talones justo a tiempo para ver corriendo hacia ellos a un chico completamente asustado. Un gorrito sobre su cabeza, sudadera azul y un par de pequeñas alas amarillas sobresaliendo de su espalda baja.

Pero más importante que eso, perseguido muy de cerca de uno de esos minotauros con los que Spreen le dijo expresamente no debía cruzar miradas si no quería ser hombre muerto...

Aunque también dijo textualmente que tenías que ser “bastante idiota” cómo para dejar que uno te ataque...

¡YA FUE! ¡HASTA AQUÍ LLEGUE! ¡ADIOS MUNDO CRUEL--

El misterioso chico entonces miró al frente, un punto detrás de él, y Roier pudo ver sus dos grandes ojos negros iluminarse.

—¡SPREEN! —esta vez su grito era de completo alivio— ¡AY DIOSITO! ¡GRACIAS AL CIELO VOLVISTE! ¡AYUDAME POR FAVOR!

Detrás suyo Roier pudo escuchar al híbrido jadear cansado, y estaba seguro de que rodaba los ojos.

Sintió cómo dejaba algo sobre su cabeza mientras pasaba a su lado. Apoyándose de un solo brazo para cargar a Bobby y Ramón, llevó su mano arriba para sentir las gafas de sol que solía usar.

—La puta madre... —murmuró entre dientes una vez estuvo al frente de todo el grupo— Agachate.

El chico se dejó caer de cara al suelo, haciéndose bolita, enroscando sus alas y cubriendo su cabeza con sus brazos.

Spreen dio unos cuantos pasos más al frente, tras dar un chasquido de dedos, varias llamas color turquesa envolvieron al minotauro, quien desvió su atención del pobre chico para concentrarse en apagar el fuego que comenzaba a quemar su pelaje y ropas.

Aprovechando la distracción, el híbrido llevó su mano derecha hacia la mochila que llevaba en la espalda, sacando de esta un hacha con una hoja brillante.

Roier contuvo el aliento. Así que eso es lo que cargaba ahí...

—Posta son re molestos —continuó el pelinegro, girando el hacha un par de veces en su mano con habilidad— ¿Hasta cuándo van a seguir aprovechándose de todos los que son más débiles que ustedes?

Antes de que cualquiera pudiera reaccionar, Spreen se lanzó a toda velocidad hacia el minotauro, colocó un pie sobre la espalda del pobre chico aun tumbado sobre la nieve para impulsarse hacia arriba y con el contrafilo de su hacha golpeó a la bestia en la nuca, la cual cayó inconsciente al instante.

La clara muestra de poder de Spreen en su elemento fue suficiente para que todos olvidaran su cansancio, hasta Bobby y Ramón dejaron de llorar, concentrados solamente en la figura del híbrido.

Conforme la adrenalina del momento se disipaba, una voz comenzó a romper el silencio.

—S-S-S...

Roier salió de su trance al escucharlo de nuevo. Es cierto. Sea quien sea ese chico, claramente había gritado el nombre de Spreen antes...

El chico se levantó y de un salto llegó al lado de Spreen, quien ya estaba guardando de nuevo su hacha, aferrándose con fuerza a su brazo con ojos llorosos.

—¡Spreeeeeeeen! —clamó casi como si estuviera viendo a un Dios, lágrimas cayendo por su rostro— ¡Me alegra mucho que estes aquí!

Spreen lo empujaba con el brazo que aún le quedaba libre.

—¡Soltame! —gritó de vuelta, con cara de asco— ¡Tenés la cara hecha mierda!

—¡Es que tenía tanto miedoooooo! —el contrario lo ignoró monumentalmente, frotando su rostro contra el hombro del híbrido— Pero... pero... ya estoy mejor —contestó, limpiando el último rastro de lágrimas con la manga de su propia sudadera— Ya que mi carnal está de vuelta.

—¿Tu carnal? —Roier no pudo decir en voz alta.

Las orejas del chico respingaron al escuchar otra voz. Se giró rápidamente al grupo, casi como si no hubiera notado que estaban ahí.

Ojos negros se encontraron con los avellana de Roier, ambos mirándose mutuamente con curiosidad.

Acto seguido, el chico de alas amarillas dio un salto, colocándose detrás de Spreen, y mirándolo con furia desde su escondite.

—¿Qué clase de bestia son tú y tu grupito? —preguntó con cuidado, entrecerrando los ojos, para después sonreír con superioridad— Bueno, no es que me importe, solo que sepas que si intentas atacarme te vas a arrepentir, porque mi carnal Spreen es el más fuerte de toda Bestia, y te dará una paliza si me pones una sola mano encima. ¡Anda! ¡Muestrales Spreen!

Silencio.

La sonrisa del chico se ensanchó —¿Qué? ¿Ya se asustaron? Normal, no quisiera estar en su lugar--¡Hey! —señaló acusadoramente a Roier— ¡¿Eso que tienes sobre la cabeza son las gafas de Spreen?! ¡No mames! ¡Si se las pudiste quitar eres realmente fuerte! ¡Ten cuidado, Spreen! ¡Anda! ¡Yo te cubro!

—Pará ya, Quackity —finalmente Spreen rodó los ojos, sacudiéndose del agarre del más bajo en su espalda—, vení, te presento...

Aun cauteloso, el tal Quackity seguía de cerca a Spreen, aferrándose de vuelta a su brazo, mientras ambos caminaban de vuelta hacia el grupo para lo que suponía sería una muy necesaria presentación.

Aunque Roier no estaba prestando mucha atención que digamos...

—¡Gruu!

Volvió a la realidad al escuchar la queja de Bobby y Ramón en sus brazos, no se había dado cuenta de que había apretado con fuerza, se disculpó con ellos en silencio mientras trataba de ordenar sus pensamientos.

Pues no dejaba de sentir un malestar en su pecho desde que vio al chico aferrarse al brazo del híbrido. Le molestaba. Y mucho.

Pero no tanto cómo lo que le molestó ver que Spreen, aun y cuando el peligro ya había pasado, no hacía nada por quitarlo...

°•○●○•°•○●○•°•○●○•°•○●○•°•○●○•°

Actu al fiiiin!! 👏 y sigo (y seguiré) incluyendo nuevos personajes 🤪

Bonitos momentos entre los dos bobos q ya sienten cosas, aunque interrumpidos por la situación con Bobby y Ramón y ahora por la llegada del pato 🤭

Mil gracias por leer!! 🫶🩷

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro