Crema
Ya llevaban casi cuatro semanas de "clases" y Charlie no hacía más que mejorar. Mariana juraba que hasta empezaban a tener charlas más largas y entendibles sin necesidad de usar el inglés. El rubio aún cometía pequeños errores pero por lo demás estaba perfecto.
Lo único malo de todo eso era que el mexicano comenzaba a acostumbrarse cada vez más y más a la compañía del angloparlante. A tal punto que a veces lo esperaba con algún batido de fresas y un trozo de pastel. Todo a cuenta de la casa, obviamente.
Otra veces Charlie lo ayudaba cuando el café se llenaba de gente y era difícil recordar cada pedido. Además ya casi se sabía el menú de memoria. Eso era un logro que ni siquiera Roier consiguió.
Ante el regreso de Aldo, los horarios de Mariana se redujeron. Este no dudó en quejarse con su amigo por supuesta sobreexplotación. Pero ahora el más alto comenzaba su horario más tarde, lo que causaba que también saliera más tarde. Así que Charlie algunos días se ofreció a llevarlo hasta su casa. Mariana siempre se negaba.
Pero hoy era diferente.
Había sido un día demasiado pesado. Ni siquiera tuvo tiempo de hablar cómodamente con el rubio. Así que cuando este volvió a preguntar, Mariana lo dudó pero finalmente aceptó.
No solo porque estaba físicamente exhausto para esperar el bus que lo dejara en su casa, sino porque también quería recuperar el tiempo que no pudo pasar con él.
Con la excusa de enseñarle más palabras. Claro.
— Y pues eso es lo que significa.
— Oh… Okay, so… ¿"Sopota Panzona"?
La pregunta tan inocente provocó la risa en el más alto. Quién escondió la sonrisa detrás de su mano para contenerla y que no pareciera que se burlaba de él. Pero Charlie no pensó eso en ningún momento, ya que se contagió de la diversión ajena.
— Why are you laughing? (¿Por qué te estás riendo?)
Preguntó entre risas.
— Es que, wey, lo dices muy adorable. —Respondió el de gafas redondas intentando calmar su risa. No tuvo la necesidad de decirlo en inglés porque tenía la fé de que Charlie podía entender esas simples palabras. Y su radiante sonrisa se lo confirmó.— Tienes que pronunciar más la "R". Sopo-rrr-ta. ¿Entiendes?
El angloparlante apagó el motor cuando el GPS indicó su llegada a la dirección estipulada por el mesero. Y luego se volteó hacia él.
— How do you say? (¿Cómo se dice?)
Mariana no llegó a notar la burla en su tono de voz, así que obedientemente volvió a demostrarle la entonación de dicha palabra.
— Es como "rrr", cómo un motor. ¿Puedes intentarlo?
Cuando el castaño le devolvió la mirada, el contrario lo estaba viendo con una sonrisa ladina llena de diversión.
— Why are you "Rawr" at me? (¿Por qué me estás "Rawr"/rugiendo a mi?) —Bromeó el menor provocando que el más alto lo observara con confusión por algunos segundos.— I know I'm hot but it's not for you to growl at me. (Se que soy atractivo pero tampoco es para que me gruñas)
El rostro de Mariana se tiñó completamente de rojo al entender su propósito y dió un golpe en el hombro ajeno.
También eso. Últimamente los coqueteos de Charlie fueron volviéndose cada vez más obvios para que Mariana al fin los notara. Aunque el más alto creía que solo eran bromas sin intenciones de más.
Porque, por favor, Charlie no podría estar coqueteando con él. No tenía sentido.
No es que Mariana no tuviera autoestima (aunque un poco sí), pero ni siquiera sabía para qué lado bateaba Charlie. Tranquilamente podría ser uno de esos chicos de masculinidad frágil que siempre hacen bromas gay para luego terminar las frases con un "no homo". Aunque aún no lo hubiera hecho…
— Eres un pendejo, Slime.
Lo que sí podía decir es que ambos se habían tomado tanta confianza en el otro como para que Mariana pudiera comenzar a llamarlo por su apodo amistoso.
Con un exagerado jadeo fingido, Slime se llevó la mano al pecho como si hubiera sido herido por las palabras ajenas y luego lo señaló.
— Tú eres el "Pendejo".
Respondió sacándole otra carcajada al mexicano.
Y así estuvieron varios minutos dentro del auto, entre insultos y bromas, inglés y español. Olvidando por completo que ya habían llegado a destino y que Mariana solo debía abrir la puerta y entrar a su edificio. Porque el cansancio siempre lo consumía y nunca dejaba de pensar en llegar a su cama.
Pero como ya mencionamos, hoy era diferente.
Por una vez en su triste vida universitaria, no quería entrar a casa. No aún.
Estaba sacrificando tiempo de su queridísimo descanso para estar ahí, dentro de un auto, hablando con su aprendiz de español de cada pendejada que se les ocurriera. Porque Mariana no podía decirlo en voz alta, pero ambos encajaban tan bien.
A pesar de los muros del lenguaje, los dos habían encontrado la forma de entenderse a la perfección. Y no querían que ese tiempo se acabara.
Porque se suponía que Mariana solo iba a ayudarlo por una semana.
— You are tired. (Estás cansado) —Dijo repentinamente al ver el tercer bostezo de Mariana.— Go to rest. We can talk tomorrow (Ve a descansar. Podemos hablar mañana)
— No lo tomes a mal. Fue un día muy largo.
— I know. (Lo sé)
— Me gustaría quedarme a hablar contigo, pero…
— I know.
— Ya sabes, es que-
Su discurso fue interrumpido por una mano que se posó sobre la suya para ganarse su atención. Mariana levantó la mirada y chocó con las dos brillantes esmeraldas que lo miraban comprensivamente tras las gafas.
Inevitablemente se preguntó cómo se verían sin los cristales de por medio. ¿Serían aún más brillantes?
— I know, Mariana. Don’t worry. (No te preocupes) —Habló pacientemente con una sonrisa, de la cual a veces Mariana no podía despegar su mirada.— You need to sleep, Okay? (Necesitas dormir)
El más alto abrió su boca para decir algo y luego la cerró.
Honestamente los nervios lo habían despertado mejor que un café. Y aunque quisiera evitar demostrarlos, la reacción natural de su persona no le hizo caso.
— Yes… digo, sí. Sí, necesito dormir. Yo- ehh, mhm. —Además del balbuceo sin sentido, su voz había sonado más aguda de lo normal así que se la aclaró desviando su mirada.— Es hora de que entre a casa.
Charlie asintió y antes de soltar su mano, Mariana sintió una leve caricia en su palma. Debía ser su imaginación.
— Goodnight. (Buenas noches)
— B-buenas noches.
Tartamudeó antes de salir prácticamente huyendo del auto.
Charlie dudó en si detenerlo antes de que saliera, o si volverlo a llamar pero no pudo hacerlo. Y se sentía un cobarde por eso.
Así que, cuando Mariana entró en su edificio sin siquiera mirar hacia atrás, él suspiró y nuevamente puso en marcha el motor.
Algún día, quizás, se animaría a decir las palabras que tanto tiempo llevaba manteniendo en secreto.
~ • ~
El fin de semana llegó más rápido de lo que pensaba y Mariana estaba agradeciendo por haberse pedido ese sábado libre.
Literalmente no había hecho nada en todo el día. NADA. Y eso era todo un privilegio que muy pocas veces podía tomarse pero que su cuerpo lo necesitaba.
A veces olvidaba que todo tenía un límite y que no podía hacer mil cosas a la vez. Sostener su futura carrera y su trabajo ya era mucho.
Pero a pesar de estar disfrutando su día libre al cien, había un pequeño malestar. Una pequeña espina que por primera vez tenía en el fondo de su mente.
Pues, sí, ese día no tenía que ir al trabajo. Por lo tanto, no vería a Roier, ni a Aldo…
Ni a Charlie.
No debería extrañar a nadie porque solo se trataban de unas horas, y al siguiente día ya volvería a la cafetería. Pero… de alguna forma, ese estúpido chico rubio de ojos verdes y sonrisa brillante siempre encontraba la forma de colarse en sus pensamientos.
¡Y eso era muy molesto!
Porque apenas conocía al tipo. No podía ser verdad que había desarrollado algún tipo de "sentimiento" por él. Eso era imposible.
Ok, sí, era muy guapo.
Y sí, también era gracioso.
Y atento.
Y- ¡Dios! ¡No puede ser!
Mariana bufó frustrado para luego tomar la manta y cubrirse con ella hasta la cabeza. Quizás dormir un poco lo haría olvidarse de esos ridículos pensamientos.
Además, tenía que descansar. Se pidió ese día para eso, no para pensar en tonterías.
Porque no tenía nada para hacer en un sábado…
Sábado.
"Pensamos en hacer una fiesta el fin de semana que viene"
¡OH, CIERTO!
— ¡Puta madre!
Exclamó deshaciéndose de la manta y arrastrando las sábanas con ella.
Al final le había confirmado a Foolish que iría a la fiesta. Por eso mismo había dejado el sábado libre.
Claro, no podía estar un día sin hacer algo.
Pero ya era tarde, no tenía caso arrepentirse de haber hecho planes con anterioridad. Aunque ya lo estaba haciendo.
¿Realmente importaba sí asistía o no?
Mariana tomó su teléfono y revisó la hora: Seis de la tarde.
Muy bien, en cuatro horas debía estar allí.
Tres horas para seguir cuestionando su existencia. Y en si ir o no a la fiesta.
Pero finalmente se decidió.
A las ocho ya estaba bañado y cambiado. Y a las nueve abandonó su departamento, despidiéndose trágicamente de su cómoda cama. A las diez Foolish ya lo estaba recibiendo en el lugar como si se tratara de su propia casa, con la excusa de que Quackity ya había bebido un poco (mucho). Al parecer se estaba divirtiendo.
— ¡Miren quién está aquí!
El grito de Quackity no tardó en escucharse en medio de la sala cuando éste reconoció al de gafas. Y con torpes pasos (casi tropezandose en el camino) se acercó al más alto para rodearlo con sus brazos.
— ¿Dónde vergas estabas metido? Te extrañé tanto…
— Sí, sí. Yo también te extrañé.
Respondió Mariana entre risas, devolviendo el afectuoso gesto mientras despeinada el cabello azabache con su mano libre. En la otra tenía un vaso de plástico con refresco.
No tenías muchas ganas de despertar con resaca.
— Ya, ¿entonces unos besos o qué?
Quackity levantó el rostro y frunció los labios hacia él. Sacándole una mueca de asco.
— ¡Hazte para allá, pendejo! —Mariana lo alejó de un empujón pero el más bajo solo respondió con una risa.— Ya te has besado con media fiesta ¿No?
— No, aún no. —El pelinegro se acomodó a su lado en el sofá y señaló hacia una esquina donde se encontraban dos chicos bastante conocidos para él.— Me falta Roier, pero su pinche pitbull argentino ya me amenazó.
Mariana negó con su cabeza, muy acostumbrado a las ocurrencias del menor.
— Pues sí, ¿No has visto que es el claro ejemplo de "Monogamia o Bala"? Ese tipo te puede matar.
— ¿Qué puedo decir? La vida es una y tengo que lograr conseguir mi harem de castaños. Por cierto, faltas tú también. —El chico guiñó un ojo hacia él, y el mayor solo rodó los ojos.— Oye, ¿Y cómo te va con ese gringo? Roier y Aldo me contaron que te volviste su profesor de español. No mames. ¿Al menos te paga bien?
Soltó un suspiro.
De cierto modo se había decidido en asistir a la fiesta para ignorar esos pensamientos intrusos sobre tal persona. Pero al parecer ni siquiera allí podía deshacerse de él.
— No le estoy sacando dinero. Yo apenas sé las cosas básicas, por eso necesitaba tu ayuda.
— ¿"Necesitabas"? Ahora estoy libre, puedo ayudarte con eso.
Mariana apretó los labios y evitó hacer alguna que otra mueca.
En realidad su ayuda le vendría muy bien. Solo tenía que presentar a ambos chicos, Quackity ayudaría a Charlie y al fin no tendría que lidiar con él todos los días en la cafetería. Eso era algo bueno.
¿No?
Bueno, Mariana no lo sentía así.
— Mmm… Bueno es que, creo que me gustó esto de ser profesor. Así que no tengo ningún problema en seguir ayudándole.
— ¿Ah, sí?
— Sí, hasta estoy aprendiendo más inglés. Es un Ganar Ganar. ¿No crees?
Quackity entrecerró sus ojos hacia él. Porque podía estar muy ebrio pero, esa timidez, y ese repentino cambio de parecer eran algo sospechoso.
Entonces sonrió.
— ¿Y cuál es el nombre del afortunado?
— Quackity… —Regañó.— No es nada de eso. Solo le estoy enseñando español.
— Aún no me has dicho su nombre…
Habló de forma cantarina mientras giraba totalmente su cuerpo hacia él porque si había algo que Quackity amara además que a los castaños, eran los chismes.
Mariana tomó un sorbo de su bebida intentando ignorar al más bajo pero no había caso. Sabía que si no se lo decía ahora, este lo iba a molestar hasta que lo hiciera.
— Su nombre es Charlie.
— Wow, qué nombre más gringo.
Ambos compartieron una risa antes de que Mariana volviera a fingir un regaño.
— Ey, tratalo bien, pendejo. Es mi alumno. —Se quejó en broma, dándole otro empujón al menor.— Además creo que ustedes se llevarían muy bien. Slime es un tipo genial y-
— Espera, espera. ¿Qué dijiste?
El pelinegro lo interrumpió, recuperando la sobriedad de golpe. Mariana le dió una mirada llena de confusión.
— Ehh… que creo que ustedes se llevarían muy bien.
— No. Lo que dijiste después de eso.
El más alto acomodó sus gafas y frunció el ceño viéndose aún más confundido que antes.
¿Qué vergas le pasaba a su amigo?
— Que Slime es un tipo genial.
El chico en frente suyo jadeó de sorpresa y se cubrió la boca intentando ahogar una risa. Algo que le fue casi imposible, así que simplemente comenzó a reírse sin parar.
Y Mariana ya no entendía nada.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué te ríes? —Preguntó sin obtener respuestas porque al parecer el chiste era muy gracioso. Solo para Quackity.— ¡Ya pendejo, ya! ¡¿Qué pasa?!
— Es que-... —Quackity volvió a reírse y Mariana estuvo a punto de levantarse y dejarlo ahí, pero finalmente habló.— ¿Le estás enseñando español a Charlie "Slime" Cycle?
El más alto se quedó sin palabras. Porque eso era curioso.
Mariana no sabía el apellido de Charlie.
Y Quackity sí.
—… ¿Sí?
Contestó de forma dudosa. Ahora tenía muchas más preguntas pero Quackity se encargaría de decirle todo.
— Yo conozco a Slime. Es amigo de Wilbur, ¿Recuerdas? Ese otro tipo castaño que- Oh, debería llamarlo de nuevo, era tan guap-
— Quackity. Ve al punto.
— Sí, lo siento. —El de Beanie volvió su atención a su mejor amigo luego de esa pequeña distracción.— Slime estudia con Wilbur en la universidad cerca de la cafetería donde trabajas… Y hasta donde yo sé, él no tiene problemas con el idioma.
Y Mariana se congeló.
— ¿A qué te refieres?
Quackity soltó otra pequeña risa antes de confesar:
— Slime sabe perfectamente Español
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