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Canela

— Mariana…

— ¿Sí? 

— ¿Estás bien?

— Claro que sí. ¿Por qué lo preguntas? 

Roier arrugó el entrecejo mientras le echaba una mirada de arriba a abajo a su amigo y señalaba su mano.

— Porque prácticamente estás apuñalando ese pastel como si hubiera hecho algo malo.

Mariana automáticamente salió de su ensoñación y levantó el cuchillo lleno de crema para ver el desastre que había hecho. Llevaba varios minutos cortando porciones de un pastel como si fuera un carnicero. Hasta había manchado el mostrador con crema. 

Muy bien, quizás el pastel no había hecho nada malo. Pero de cierta forma era su culpa. Si el pastel no fuera tan suave y delicado, quizás no se hubiera destrozado así. Si el pastel no tuviera tan buena pinta, quizás Mariana no lo hubiera tomado en cuenta. Si el maldito pastel no le hubiera visto la cara de pendejo, mintiendole y haciéndolo desperdiciar horas y horas de su vida en él, enseñándole algo que claramente ya sabía, quizás no lo rebanaría de esa manera. 

Cambió de opinión. Sí, todo era culpa del pastel.

— ¡Mariana! —Volvió a llamar su amigo, casi escandalizado. Entonces señaló hacia la mesa.— ¡Lo estás haciendo de nuevo!

El más alto suspiró y dejó el pastel, de forma no tan delicada, a un costado. Para luego llevar el cuchillo al lavaplatos. 

— ¿Qué te sucede?

Insistió su mejor amigo cruzándose de brazos. 

— Nada. No es nada. 

— Ajá, sí. Mis huevos "no es nada". —Roier tomó una servilleta y se acercó a su amigo, tomándolo del brazo para poder limpiar los rastros de crema de su mano.— Desde el fin de semana te estás comportando raro. ¿Pasó algo?

Mariana dudó en hablar sobre lo que se había enterado gracias a Quackity pero finalmente negó. 

A lo que una tercera voz se les unió:

— ¿Alguien te molestó? —Preguntó cierto chico pelinegro, que se encontraba sentado en la barra con un Milkshake Oreo entre sus manos. Mariana dudaba que eso hubiera sido pagado.— Decinos el nombre y lo vamos a buscar a su casa. 

Roier se giró al escuchar a su novio para darle una mirada de reprimenda mientras este en respuesta encogía sus hombros y volvía a tomar un sorbo de su bebida. 

A Mariana le resultó divertida la situación. Siempre era divertido ver alguna interacción entre esos dos por lo diferentes que eran el uno del otro. Pero no podía pensar en eso ahora cuando su enojo persistía como un fuerte dolor de cabeza que si no lo hablaba lo iba a terminar matando. Además, está bien, probablemente necesitaba la opinión de otra persona sobre el asunto. 

— Nadie me molestó. Es solo que…

Y en pocos minutos, el chico de gafas terminó narrando como un vómito verbal todo lo que había pasado desde que Charlie llegó a la cafetería hasta el día anterior dónde Quackity le confesó tal cosa. 

Roier no paraba de hacer muecas y reaccionar con exclamaciones cómo: "¡No!", "¡¿Qué?!" Y "¡¿Cómo?!"

Por su parte, Spreen escuchaba atentamente el monólogo pero se veía mucho más concentrado en su batido como para reaccionar. 

— ¡Es un mentiroso!

— ¡Sí!

— ¡¿Cómo pudo engañarte así?! Llevas semanas enseñándole español para que el pendejo de repente sepa hablarlo a la perfección. 

— ¡Eso es lo que digo!

— ¿Por qué lo hizo?

— Bueno, él… 

Y de repente Mariana se quedó en blanco. No tuvo la oportunidad de hablar mejor las cosas con Quackity para descubrir por qué el chico le había mentido, porque su mejor amigo estaba más que ebrio. Pero tampoco pudo deducirlo por si mismo. 

Mariana rebuscaba y rebuscaba en su mente alguna prueba que le diera la respuesta de Por qué Slime había hecho tal cosa. Pero no encontraba nada.

Sus únicas sospechas eran: Una apuesta o una broma pesada. 

¿Pero cuánto podría durar una cosa así? ¿Por qué tomarse el tiempo de hacerlo semana tras semana?

— Yo… no lo sé.

— ¿Cómo que no lo sabes? 

Preguntó Roier. Y seguido de él, por primera vez Spreen decidió dar su opinión.

— Estás diciendo que: este pibe fingió no saber hablar español, te convenció para que le enseñaras, logrando así pasar más tiempo juntos y lo hizo por varias semanas sin remordimiento alguno… ¿Y aún no sabés por qué lo hace? 

El tono de voz que Spreen había implementado parecía querer exponer algo "obvio". Pero tanto Mariana como su propia pareja se voltearon a verlo confundidos. 

Y el Argentino no podía creer que fueran tan ciegos. 

O mejor dicho, de una forma más Argentina: "pelotudos"

— ¿Qué quieres decir?

Spreen puso los ojos en blanco y se inclinó hacia atrás.

— ¿Por qué no se lo preguntás vos mismo?

Sí, bueno, Mariana podría llamar a Charlie y enfrentarlo. Era la solución más fácil para resolver todo ese estúpido asunto.

Pero Mariana se cegó por el enojo y ni siquiera contestó los mensajes del chico. Porque habían pasado apenas veinticuatro horas de la fiesta en la casa de Quackity y en todo ese tiempo recibió diferentes mensajes del rubio, como: Deseándole los buenos días, que cómo estaba, que si se veían mañana, que iría a la cafetería ese mismo día y que- 

Oh.

Espera…

El tintineo de la puerta tomó por sorpresa a los tres individuos que voltearon a ver quién había llegado. 

Y Mariana al reconocer los mechones de cabello dorado, inmediatamente cayó sobre sus rodillas escondiéndose detrás de la barra. 

— ¿Qué vergas estás haciendo? —Le reclamó su mejor amigo en un murmullo.— Ve y enfrenta al pinche mentiroso. No puedes esconderte así. 

— ¡Cállate! Cállate a la verga, Roier. 

Spreen, que aún seguía con su mirada puesta en el rubio que se estaba acercando a ellos, preguntó:

— Ah, ¿Es él? —Tomó un último sorbo de su bebida y se puso de pie, tronandose los dedos de cada mano.— ¿Querés que le dé una paliza? 

— ¡No! —Exclamó Mariana, exageradamente alto y arrepintiéndose en el momento en que Spreen le sonrió con burla. Expuesto.— N-no, solo-... Solo digan que no estoy aquí. Que me dió gripa o algo. 

— ¡Mariana! 

Volvió a regañar a su mejor amigo pero ya era tarde. Mariana ya estaba gateando hasta la cocina para poder refugiarse allí.

No quería hablar con Charlie. No quería escucharlo. Ya era suficientemente vergonzoso haber caído en los encantos de un chico que le mintió todo el tiempo, no quería escuchar la verdad. Solo quería ignorarlo.

Hacer como que nada pasó y que Slime no existe.

Sí, porque así se solucionan los problemas. ¿Verdad? 

~ • ~

Slime estaba desesperado.

Quizás es algo dramático actuar así porque no responden tus mensajes. Pero Slime puede explicarlo.

Verán, Mariana suele dejar mensajes sin responder cuando está ocupado en el trabajo o cuando se queda dormido. Pero siempre termina respondiendo sus mensajes horas después y disculpándose por la tardanza. Algo que aún no había pasado y eso le daba una mala espina a Slime.

Y creía que ese hecho tenía algo que ver con haber ido a la casa de Quackity. 

Charlie no creía que el amigable chico podría llegar a exponerlo. Pero luego de una charla con su mejor amigo y que este le dijera que Quackity era un gran idiota, ya no estaba muy seguro. 

Pero sea lo que sea que hubiera pasado en esa fiesta, Slime tenía que remediarlo. Quizás también estaba sobrepensando mucho las cosas por ese sentimiento de culpabilidad que no paraba de crecer desde la primera vez que le mintió a Mariana sobre su… situación. 

Pero podía explicarlo. Había una buena explicación para todo eso. 

Además no podía alejarse de Mariana, no ahora que había avanzado tanto.

— Where’s Mariana? (¿Dónde está Mariana?)

Al instante recibió una mirada muy poco amigable del castaño que se encontraba al otro lado del mostrador. 

— Ah no, no. Pinche gringo mentiroso, conmigo no vas a usar tu falso inglés. ¡Ya sabemos tu sucio secretito! ¡Pregúntamelo en español si tienes tantos huevos! 

Roier había hablado tan rápido y tan brusco que hasta su propio novio se sorprendió. 

Charlie tragó en seco mientras su rostro tomaba un color más cálido. 

Estaba claro, el imbécil de Quackity lo había expuesto frente al chico al que intentaba conquistar. Con mentiras, obvio. Pero al menos lo estaba intentando. 

¡¿Ahora qué mierdas haría?! Seguramente Mariana debía estar pensando lo peor de él.

Tenía que hablar con él. AHORA.

— L-lo siento, yo… Realmente necesito hablar con Mariana.

Dijo en un perfecto español. Provocando que Roier jadeara más que indignado, sacudiendo el brazo de su pareja. 

— ¡¿Escuchaste eso?! —Le preguntó a Spreen, el cual no tuvo tiempo ni siquiera de responder.— Con que con esas andamos, eh. 

Con la última frase volvió a dirigirse al rubio delante suyo. Luego se apoyó en el mostrador en un intento por verse intimidante. 

— Le has estado mintiendo a mi amigo para que sea tu pinche tutor de español, ¿y ahora quieres hablar las cosas con él? —Roier arrugó las mangas de su camisa hasta más arriba de los codos.— Pues primero tendrás que pasar sobre mi. 

— No, no pases sobre él. 

Agregó Spreen, siendo espectador de la nueva y ridícula faceta que estaba mostrando su novio. 

Por su parte, Slime intercambió confusas miradas con ambos chicos sin entender bien lo que estaba pasando o qué debía hacer para llegar a Mariana.

Entonces bajó su vista al pecho del castaño, leyendo la identificación plateada que colgaba de su delantal. 

— Mira, Roier. Sé que quieres proteger a tu amigo porque fui un imbécil-

— Mentiroso. 

Slime rodó los ojos ante la interrupción.

— Un imbécil mentiroso. —Corrigió.— Pero realmente necesito hablar con él. Yo no hice todo esto para hacerle perder su tiempo. 

— ¿Entonces por qué lo hiciste?

Slime se calló abruptamente. 

¿Debería contárselo a él? 

No, no. No se humillaría más de lo que ya lo está haciendo.

— Es algo… difícil de explicar. 

— Entonces no voy a decirte dónde está. 

Contestó el mesero cruzándose de brazos mientras que el chico de ojos verdes se escandalizaba prácticamente tirándose sobre el mostrador. 

— ¡Pero-!

— No. —Respondió firme.— ¿En serio me crees tan pendejo como para entregar a mi amigo a un gringo, pendejo, cabrón, imbécil, puto mentiroso-?

— Está en la cocina. 

Ambos chicos parpadearon girando su rostro hacia el pelinegro inmutable en su lugar. 

Y una sonrisa se formó en el rostro de Slime.

— ¡Osito! 

Se quejó su pareja formando un mohín con sus labios.

— ¿Qué? —El Argentino alzó sus hombros a la defensiva y después señaló al chico angloparlante.— Miralo, está desesperado. 

— ¡Pero no tenías que decírselo tan fácilmente!

— ¿Por qué no? Ya fue…

Y mientras la pareja empezaba una discusión, Slime se escabullía detrás de ambos para llegar al dichoso lugar sin llamar la atención. 

~ • ~

— Oh no. No, no, no.

Comenzó a repetir Mariana luego de escuchar cómo Spreen revelaba su escondite.

Por eso no se puede confiar en un Argentino… ¿Huh? Eso se sentía como un deja vú.  

De todas formas, ahora lo único que importaba era salir lo más rápido posible de ahí porque no quería hablar con Slime. Por lo menos no hoy. 

Se sentía tan humillado y avergonzado. ¡Hasta usado! 

Simplemente no podía tolerarlo. 

Así que comenzó a tomar una por una sus cosas hasta llegar a su abrigo. Roier podría ocuparse de la cafetería él solo, ¿No? 

Y si su jefe preguntaba: él estaba enfermo. Muy enfermo. Sí, sí eso. Solo debía fingir una buena tos. Quizás así hasta se ganaría una semana de descanso. 

Pero muchas veces la calma es un factor importante cuando necesitas ser rápido. Y Mariana no estaba muy calmado que digamos. Así que entre buscar sus llaves y la billetera todo parecía esconderse de su vista a propósito y eso provocaba que tardara el doble. Cuando finalmente se resignó, pensando que podía dejar su cartera olvidada porque de todas formas no tenía mucho dinero en ella, y empujó la puerta trasera del establecimiento ya era muy tarde.

— ¡Mariana! 

El susodicho se congeló en su lugar.

Tomó un largo respiro dejando que sus pulmones se llenaran del aroma a café recién hecho, y juntó las agallas suficientes para girar su rostro.

— Charlie…

Entonces lo vió. Slime mantenía su entrecejo arrugado en preocupación. Sus labios parecían resecos y con algunas marcas de haber sido mordidos sin parar. Y ni hablar de lo rápido que llegó allí, ¿Realmente estaba así por no haber respondido sus mensajes?

En ese momento Mariana se sintió algo culpable. Hasta pudo haber sentido pena por el chico, de no ser por:

— Escucha… Puedo explicarlo…

— ¡Chingas a tu madre, perro mentiroso! —Exclamó al sentir la rabia inundar su cuerpo cuando escuchó ese perfecto español fluido.— ¡¿Qué vergas es eso, eh?!

— ¡Espera, Mariana! ¡Déjame explicarlo! 

— ¿Explicar qué? Que me querías ver la cara de pendejo todo este tiempo. 

Lo siguiente que hizo fue usar su abrigo como un arma "letal" para golpear al rubio mientras seguía describiendolo con insultos muy culturales.

— ¡Culero hijo de tu puta madre! Orale, ¿No que mucho inglés? ¿Mucho "I don't understand", cabrón? 

— ¡Ya! ¡Ya entiendo! —Interrumpió Slime, que mientras se cubría de los golpes (si así se les podía llamar) logró atrapar uno de los bordes del abrigo deteniendolo en el proceso.— Sé que crees que soy un horrible mentiroso pero-

Mariana soltó la prenda y se posicionó con las manos en la cintura para poder enfrentarlo mejor.

— ¿Pero qué, pendejo? ¿Acaso no lo eres? 

Slime volvió a abrir la boca para contradecir al más alto, pero ningún sonido salió de ella. Tardó unos segundos en cerrarla y desviar la mirada pensativo hasta que finalmente habló:

— Bien, sí. Tienes razón. Soy un horrible mentiroso. —Aceptó sin más, y agregó:— Pero todo tiene una explicación. 

— ¿Apoco sí, mi falso gringo? —Dijo Mariana con molestia. Pero de igual manera decidió que quería escuchar que tan ridícula sería su excusa.— A ver, explícate entonces. 

Muy bien.

Ahora era el turno de Slime para poder dar su discurso anteriormente preparado sobre Por qué había hecho eso y unas necesarias disculpas por haberle mentido. 

La cosa era que Slime no había preparado nada. Nunca se había puesto a pensar que haría en tal situación porque, ¡A la mierda! ¡Solo se vive una vez! 

Pero por más que pensara de esa manera, era momento de ser serio y Mariana se merecía una buena explicación al respecto.

— P-pues, verás, ehh… Yo… ¡Sufro de pérdida de memoria a corto plazo! 

El rostro de Mariana se convirtió en un signo de pregunta (¿Eso era posible?). Luego resopló.

— Oh, vete a la mierda. 

— Hablo en serio, yo- uhm… ¿Quién es Charlie? No conozco a ningún Charlie…

Mariana casi suelta una especie de gruñido de frustración mientras le daba un golpe en el hombro.

— ¡Basta! O me dices la verdad o-

— ¡Está bien! Está bien, solo era una broma. Ahora sí voy a decirte la verdad… 

Slime carraspeó aclarando su garganta y aprovechó la nueva cercanía del contrario para tomarlo por los hombros. Este lo observó de arriba a abajo, listo para escuchar lo que fuera a decirle pero a la vez atento por si decía otra estupidez.

Entonces Charlie suspiró, hizo contacto visual y dijo:

— Tengo una enfermedad terminal. 

Y quizás fue la abrupta forma de dar aquella información o el pequeño gesto de encoger los ojos como siempre hacía cada vez que mentía, pero nuevamente Mariana no le creyó. 

— Eres un hijo de puta. Hasta aquí llegué. 

El chico lo empujó, no sin antes arrebatarle su prenda de las manos y se volteó hacia la puerta de salida sin dejar que Slime pudiera defenderse.

— ¡Espera! ¡Lo siento! —Exclamó el rubio prácticamente corriendo detrás del mesero y evitando que pudiera abrir la puerta al apoyar su mano en ella. Ante esto, Mariana respiró hondo con la rabia llegando a su límite.— Solo espera, por favor…

Y entonces explotó.

— ¿Para qué? ¡Eh! Ni siquiera puedes decirme la verdad a la cara. —Mariana se giró, señalando a Slime quién automáticamente levantó sus manos en rendición.— Me tuviste semanas enseñándote una lengua que ya tienes aprendida. Estuve días metido en la biblioteca y en internet para saber cómo hacerlo porque, sí, me caías bien y parecías un buen chico. Alguien honesto a quién no podía defraudar. 

Charlie bajó la mirada ante el regaño. Si antes se sentía culpable, ahora era peor. 

Pero aún así, tenía una explicación…

— Luego me entero por terceros que tú ya sabes español. Y aquí estás, mintiéndome una y otra vez porque no quieres decirme la verdad. —Poder decir eso en voz alta sirvió para que el enojo bajara unos niveles. Así que lo siguiente que dijo fue de una forma más calmada.— Anda, dilo. ¿Por qué seguir ocultándolo? Solo dime qué fue algún tipo de apuesta entre amigos, o una broma pesada sobre dejar en ridículo al tonto mesero de la horrenda cafetería. Realmente no me interesa si fue así, solo quiero saber-

Pero fue interrumpido por el de cabellos dorados.

— Dios, no. Mariana, no es nada de eso. 

— ¿Entonces qué? ¿Lo hiciste por diversión propia? Mira, no sé qué clase de juegos raros te guste hacer pero yo no-

— ¡Me gustas! 

La primera reacción de Mariana al escuchar eso fue quedarse mudo y llevar rápidamente su mirada a la ajena para comprobar lo que había dicho.

El par de ojos verdes temblaba pero le devolvió la mirada de una forma más seria. Más real. Hasta sus cejas se levantaron con inseguridad, como con miedo de ser... Rechazado.  

Y lo único que pudo pensar fue: 

Mierda

— I m-mean, yo, well- bueno, es que-... ¡Shit!

El rostro de Slime comenzó a teñirse de rojo y Mariana parpadeó incrédulo de lo que estaba viendo delante suyo.

De repente, tomó una de sus manos y torpemente lo guió hasta la única silla que había en la cocina para que tomara asiento. Mariana prácticamente se desplomó en ella con el rostro en blanco. 

¿Esto era un sueño? ¿O estaba mintiendo de nuevo?

Tenía que tratarse de otra mentira.

— Mira, es que… Fue hace unos meses atrás, ¿Sí? En invierno. Yo vine aquí con unos amigos y recuerdo que el lugar estaba lleno. Demasiado. Y la verdad no soy muy fan del café pero ellos insistieron y, en fin. Ignora eso. —El pobre chico estaba tan nervioso que escupía las palabras una tras otra. Como un doble tempo. Así que decidió detenerse para respirar e intentar bajar el calor de sus mejillas antes de seguir.— Entonces te vi a ti y… Recuerdo que ibas de un lado a otro sin parar para atender cada mesa. Quizás tanto movimiento, sumado a la calefacción, hizo que te levantaras las mangas de la camisa hasta los codos y que tus lentes se empañaran de vez en cuando. Y... te prometo que soy totalmente honesto cuando digo que nunca antes había visto a alguien tan perfecto en mi vida. 

Esta vez, las mejillas de Mariana fueron las que tomaron color mientras abría los ojos de par en par y ahogaba un jadeo de sorpresa contra su mano. Y sabía que se estaba dejando expuesto otra vez. Muy expuesto. No podía creer lo que simples palabras podían llegar a provocarle. 

Hasta que Slime lentamente sonrió por su expresiva reacción. 

Ahí Mariana supo que ya no había vuelta atrás. 

— Luego llegaste a atender nuestra mesa y todos dijeron su pedido sin problema, pero cuando me miraste esperando mi respuesta yo… Me congelé. Abrí la boca y no dije nada porque, dios, me atrapaste desde que entré a este lugar y tenerte ahí en frente mío fue como un golpe de realidad muy duro. Mis amigos tuvieron que hablar por mi. 

— Y-yo no lo recuerdo…

Balbuceó. 

Al notar los nervios en su temblorosa voz, eso le dió la confianza suficiente a Charlie para que recuperara su naturaleza de bromas y coqueteos. 

— ¿Por qué tendrías que hacerlo? Debes estar acostumbrado a ir por ahí rompiendo corazones. 

Mariana quiso gritar.

No, en serio. 

Casi grita de manera muy poco masculina al escucharlo decir eso. 

¡No tenía sentido! 

Mariana nunca se consideró un Rompecorazones. Eso lo sabía muy bien desde preparatoria. Nunca fue el "chico lindo", ni siquiera llegaba a ser el "chico raro". Mariana solo era un chico normal, aburrido. Nunca fue la primera opción, apenas llegaba a tercera. Nunca fue el centro de atención, siempre fue el que pasaba desapercibido. Y todo esto lo llevó a ser quién era hoy:

Mariana, el tipo que vive solo. Terapeuta emocional para sus amigos. El que está metido las veinticuatro horas en la cafetería o en los infinitos textos de su carrera. Alguien que dejó en segundo plano su vida amorosa, la cual dudaba que existiera aún…

Ese era Mariana.

Pero de un día para el otro había aparecido este Golden Retriever de ojos verdes, sonrisa hermosa y gafas gruesas a darle toda su atención y decirle que nunca antes había visto a alguien tan perfecto como él y-

¡¿Qué carajos estaba pasando?!

— Wow, wow, espera. Detente ahí. —Mariana tuvo que hacer una pausa porque si eso seguía seguramente colapsaría en el suelo.— ¿Y lo de mentirme con tu idioma donde queda?

Mariana no se dejaría llevar por unas pocas palabras bonitas, uh-hm, no. Tenían que volver al punto inicial.

Slime hizo una mueca.

— Sí, sobre eso… Digamos que estoy llegando allí. —El más alto lo miró confundido. Sin embargo, Slime prosiguió con su explicación.— ¿Recuerdas que te dije que me congelé? Bueno, después de eso pasé varios días terriblemente avergonzado de que esa fuera mi primera presentación contigo. Sentía que no podría verte a la cara a pesar de que para ti no fue nada… pero realmente quería volver a verte. Luego vinieron los exámenes, fui esclavo de la universidad por un tiempo y cuando finalmente me liberaron, lo primero que hice fue venir aquí a dar una buena segunda impresión.

La mente de Mariana comenzó a atar cabos con las fechas y-

— Oh…

— Sí, oh. —Repitió Slime con cierto toque de gracia. Al menos tenía que reírse de sus errores.— Supongo que esa vez sí la recuerdas porque me quedé totalmente mudo frente a ti, otra vez. Incluso entré en pánico y señalé el menú como un idiota. 

El mesero bajó la cabeza entre sus manos, sin saber si reírse de él o de cómo su propia mente asumió tonterías. Por ejemplo cuando pensó que efectivamente era mudo.

Oh dios.

— Lo intenté varias veces pero siempre me paralizaba ante ti. Hasta ese día que me sorprendiste con un menú especial para mi… Verás, fuiste muy amable y en serio quería hablarte, yo solo me ponía muy nervioso y ocasionalmente cuando me pongo nervioso, sin querer suelo hablar en…

— Inglés. —Mariana finalizó la frase por su cuenta. Ahora entendiendo todo el contexto.— No puede ser…

El rubio soltó una risa nerviosa.

— Es que, ya sabes, es mi lengua natal y-

— Charlie, ve al punto.

— ¡Sí! Ok. —Slime sacudió la cabeza y se acomodó las gafas en el puente de su nariz.— Así que te hablé en inglés y por primera vez me contestaste, y estábamos teniendo una agradable charla sin que me quedara mudo. Había captado tu atención y eso era más que un logro, por lo tanto decidí seguir hablando en inglés. Y cuando estabas a punto de irte se me ocurrió una idea loca y… No lo pensé antes de decirlo, ¿Ok? Solo quería seguir hablando contigo y conocerte mejor. Era la única forma de hacerlo. 

El corazón de Mariana dió un vuelco dentro de su pecho.

Charlie solo quería pasar tiempo con él. Quería conocerlo, hablar y escucharlo. Y eso no debería sentirse tan bien, pero mierda, claro que lo hacía.

Pero a pesar de eso, Mariana se quedó con la última frase en su mente. Frunció el ceño y lo interrumpió.

— ¿"La única forma de hacerlo"? Perdona, Charlie pero ¿no era mejor hablarme sin mentiras de por medio? 

— Bueno, sí… Pero tú asumiste que yo solo hablaba inglés así que decidí aprovecharme de eso. 

Contestó con una sonrisa inocente. Cómo si no acabara de decir la estupidez más grande que haya oído con tal de excusarse.

El termómetro de enojo de Mariana comenzó a subir de nuevo.

— ¿Acaso me estás echando la culpa a mi? Tú solo me hablaste en inglés.

El semblante nervioso y apenado de Slime se relajó, tornándose un poco divertido con la situación.

— Quizás pudiste haber preguntado…

Mariana no pudo ocultar su indignación. Eso lo llevo a levantarse de su asiento y señalar al rubio.

El termómetro estaba prácticamente en rojo.

— ¡Quizás pudiste no haber mentido y hacerme perder el tiempo!

— Para mí no fue una pérdida de tiempo, porque ¿Sabes qué? —Charlie dió una pausa y se alejó extendiendo sus brazos con una gran sonrisa.— ¡Fueron las mejores semanas de mi vida, nene! 

— ¡Probablemente hubieran sido aún mejores si hubieras dicho "ey, Mariana, también hablo español"!

— ¡Pues perdóname por querer buscar la forma de pasar tiempo contigo porque me gustas! ¿Oíste? Sí. ¡Me gustas! 

El castaño se cubrió el rostro con vergüenza pero eso no evitó que su enojo siguiera creciendo.

— ¡Cállate!

Eso tampoco evitó que Slime siguiera presionando. En realidad fue todo lo contrario.

El rubio se acercó hasta el más alto y con delicadeza tomó ambas manos para alejarlas de su rostro.

— Me gustas cuando intentas hablar en inglés. Me gustas cuando estás atendiendo la cafetería. Me gustas cuando ignoras mis coqueteos. Me gustas cuando estás avergonzado. Me gusta todo lo que conocí de ti y sé que me gustará todo lo demás. 

Mariana suspiró tratando de soltar el aire contenido y a la vez darle un respiro a ese pequeño órgano en su pecho que se removía ansioso.

Esto era demasiado. 

Pero aún así…

— ¡Ey! No hables a futuro, pendejo. ¡Ni siquiera te has disculpado y ya estás asumiendo cosas! —Eso solo causó la risa ajena y una mirada enternecida.— ¡No! ¡No te atrevas a mirarme con ojos de cachorro! ¡Eres un mentiroso hijo de-..! Puta madre… ¡Tú! ¡T-tú! 

— Dilo. —Animó Charlie con la mirada fija en el par de temblorosos ojos marrones. Sabiendo que solo lo enojaría más.— Dímelo.

Mariana arrugó el entrecejo con rabia y se preparó para decir el adjetivo más insultante.

O no.

Porque en realidad, Mariana estaba teniendo una pelea interna entre seguir negando lo que estaba pasando o aceptar los sentimientos que fueron creciendo a medida que pasaba tiempo con él. 

Porque lo odiaba por haberle mentido. 

Pero a la vez, nadie se le había confesado así antes. Ni mucho menos habían mostrado el interés y la persistencia que tenía Slime. ¡Por favor! Ni siquiera le gustaba el café, solo iba allí a verlo. 

¡Literalmente fingió no saber español solo para estar con él! 

No, no podía aceptarlo. 

Eso era una locura.

— Te odio.

Murmuró en respuesta, ganándose como reacción una mirada sorprendida y luego un gesto dolido. Cómo si acabara de patear los sentimientos de Slime en el suelo.

Gesto que no duró más de un segundo porque Mariana se adelantó, soltándose del agarre y tomando el cuello de su camiseta con ambas manos antes de estampar sus labios con los ajenos. 

El movimiento fue tan brusco y sorpresivo que las gafas de Charlie casi salen volando. Incluso el mismo Charlie se sintió desfallecer porque, ¿Realmente estaba pasando eso?

¿El chico lindo de la cafetería lo estaba besando?

¿Mariana lo estaba besando? 

… ¿Luego de haberle dicho que lo odiaba? 

El beso no duró mucho, y terminó con la misma persona que lo había iniciado, alejándose. 

Charlie parpadeó en shock. No podía creer lo que veían sus ojos.

El chico en frente suyo aún tenía su ceño fruncido con enojo, pero sus mejillas y nariz estaban ruborizadas. Su mirada era firme pero en ese par de ojos café oscuro había un pequeño destello de anhelo. Charlie pensó que no había imagen más preciosa que aquella de la que estaba siendo espectador. Sin embargo-

— Me siento realmente confundido. —Murmuró el rubio casi hipnotizado.— ¿Tú sueles besar a las personas que odias? 

— Ugh, cállate. ¿O prefieres que me detenga? 

— ¡No! No, no. Para nada. Yo estoy muy dispuesto a sufrir ese castigo, créeme. Puedes hacerlo las veces que quieras, no voy a oponer resistencia. Incluso-

El torpe balbuceo de Slime fue ahogado nuevamente por otro beso, provocando que sus palabras resonaran más como quejidos bajos al ser perdidas en los labios del otro. Y eso que solo se trataba de un delicado roce entre ambas bocas. Pero cuando Mariana hizo el primer movimiento, inclinando su cabeza y atrapando el labio inferior entre los suyos, las neuronas de Charlie se desconectaron de la realidad, enviando una última señal a sus brazos para que rodearan la cintura impropia.

La realidad en la que estaban en la cocina de la cafetería, dónde del otro lado de la puerta que los separaba de los clientes se encontraba un chico de bandana azul apoyando su oído en un vaso de vidrio, el cual al mismo tiempo se apoyaba en aquella puerta en un intento de escuchar lo que se decía allí dentro. 

— No mames, ya se están besando. 

Dijo Roier, más como una protesta mientras resoplaba y se alejaba con el vaso en mano. 

— ¿Y qué tiene? —Preguntó su pareja.— ¿No deberías estar feliz por él? 

— Sí, claro que lo estoy pero, ¿Quién crees que lo va a cubrir ahora si se pone a hacer cochinadas en la cocina? 

Roier mentalmente se respondió a sí mismo, sabiendo que él sería quien tuviera el doble de trabajo ahora que los tórtolos se habían reconciliado. Pero no fue por mucho tiempo porque al voltear a su costado y ver al pelinegro muy concentrado revolviendo la crema que quedaba al final de su batido, tuvo una maravillosa idea. 

Una sonrisa algo malévola se formó en sus labios. Spreen estuvo a punto de preguntar a qué se debía cuando una prenda lo azotó justo en la cara.

— ¿Qué carajos? —Se quejó tomando la prenda de color marrón y examinandola.—… No voy a hacer esta mierda.

El Argentino lanzó el horrible delantal sobre el mostrador. 

Su novio se cruzó de brazos.

— Pues tienes que hacerlo. Te recuerdo que Tú provocaste eso. 

Cuando Roier señaló la puerta de la cocina, Spreen rodó los ojos para luego desviar la mirada tomando la misma posición. 

— Ni siquiera me van a pagar por cubrirlo. No me rompas las bolas.

No había forma de que Spreen aceptara tomar el lugar de Mariana hasta que Aldo llegue. De ninguna manera se pondría ese estúpido delantal y sería amable con los clientes. Eso era impensable para él.

Imposible.

— ¿Entonces no piensas ayudarme? 

El pelinegro entrecerró sus ojos con sospecha al escuchar las palabras de su pareja. Y sin esperarlo ya tenía al castaño junto él, demasiado cerca para su pesar.

De pronto un suave susurro chocó contra su lóbulo, haciendo que se le erizara la piel. 

— Porque si lo haces, me encantaría recompensarte más tarde en casa…

Spreen apretó la mano en un puño, cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz. Todo en un orden muy claro de frustración. Mientras que Roier sonreía inocentemente hacia él. 

De un segundo a otro, suspiró y se puso de pie, tomando el delantal en el proceso.

— Es la última vez que hago esto. 

Advirtió después de atar el dichoso nudo en su espalda baja. 

Roier saltó en su lugar y atrapó el rostro ajeno para depositar un beso en su mejilla. 

— Gracias, gracias, gracias. 

El más alto no reaccionó. Solo tomó la pequeña libreta del bolsillo y se alejó murmurando maldiciones, listo para poder atender a los nuevos clientes que apenas habían ingresado. 

Roier volvió a sonreír satisfecho, regresando a su labor. No sin antes echarle un último vistazo al contrario, pensando que no estaba nada mal el look de delantal. 

Debería sacarle una foto y enmarcarlo…




















































Primero que nada, Buenos días. Segundo: mil disculpas por la larga espera. No era mi idea tardar tanto ;;

Y espero que les haya gustado porque este ya es el final. Nunca había escrito sobre este ship pero la verdad le tenía muchas ganas. Me encantan y los extraño pipipi

Cómo siempre: gracias por tomarse el tiempo de leer <3

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