Faltan pocos metros para que ella se estrelle contra el suelo. Se dice que antes de morir, la vida pasa adolorida por la mente, pero eso es mentira. Lo único en lo que puede pensar, es que saltó al vacío cometiendo un error muy grande. El suelo se acerca implacable y ella se siente más cercana a la muerte cada vez. Durante un mes estuvo meditando si debía hacerlo, cuál era el momento y el lugar perfectos para saltar. No quería ser detenida ni caer sobre alguien, pero lo que realmente le importaba era sobrevivir y tener que explicarle a su familia por qué lo hizo. Pasaron treinta días buscando excusas para no dar ese salto, mientras el vivir perdía cada vez más sentido para ella.

Cuatro semanas mirando a su esposo dormir, a sus hijos jugar y rememorando sus logros, para terminar sin encontrar nada a lo que aferrarse. Reflexionó también sobre muchas formas menos dolorosas para morir, pero para ella el salto fue la opción definitiva. Ahora, el suelo se acerca y su vida no pasa como imágenes delante de sus ojos, es mucho peor, porque se da cuenta de que sí hay excusas para seguir viviendo. Parece que acercarse a la muerte te hace recordar el valor de vivir, dudando si la muerte te hará libre de la vida o prisionera de otro infierno. "No puedes hacerlo", se repite a sí misma, pero no encuentra cómo evitar lo que está sucediendo. Es demasiado tarde, cierra los ojos para entregarse al abrazo del asfalto.

En ese momento, la sirena de la fábrica avisa el descanso y en un momento de lucidez, ella se aleja del borde. Mirando al suelo por centésima vez, se imagina lo que sucederá cuando ella ya no esté, en vez de seguir planificando su huida de la vida se pregunta: "¿Qué pasará con mis hijos cuando yo no esté?". Piensa y repiensa ella, mientras algunos trabajadores salen al callejón de abajo a fumar. 

Lentamente retrocede hacia su vida, hacia su esposo y sus hijos, mientras regresa del techo a su lugar de trabajo. Nadie la vio, nadie lo supo, tampoco lo comprenderían. Regresa como una zombi a la línea de producción, nadie notó su ausencia y quizás tampoco su existencia. Ya no está al borde del techo, pero aún se siente al borde de su vida. Ella no puede asegurar que no haya otro intento. Ahora ya no piensa solo en sí misma, mientras su mente pasea por recuerdos felices.

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