No venga, por favor, desista del intento de conocerlos. Si yo soy testigo de todo y anhelo no vivir más entre ellos. Yo lo vi, aun cuando él no era consciente de su existencia, pero ya existía; no comprendía su importancia, pero la tenía. No llego a vivir  y estaba vivo. El mundo no lo llegó a conocer, pero aún así, fue víctima de su odio irracional. Estaba allí, encerrado en su burbuja, donde su corazón latía confiado, alentado por su inocente ignorancia. Era hermoso, como un tesoro escondido, una masa leudada que crece indetenible hasta llenar todo el espacio. Pero estaba encadenado a su cárcel, sin derechos ni voz propia, sin más opción que tomar lo que le den. 

El rechazo creció junto con él, y así también creció a su alrededor el odio por su existencia y la amargura por su significado. Su presencia era innegable y aún así, fue negada. Su incalculable valor fue rechazado, mientras el odio crece en las paredes de su celda, cargándole culpas ancestrales, sentándole en el banquillo de los acusados, a ser inculpado por traumas sociales del pasado. De esa forma, respaldados por la aprobación social y utopías de una nueva sociedad, se escondieron detrás de términos peyorativos para referirse a él, con el único propósito de no tener que amar, para no sentir remordimientos al matarlo.

Su existencia fue una amenaza política, un daño psicológico colectivo, un ataque del pasado al futuro social. Él sintió todo el odio y el rechazo a su existencia, a la vez que se le negó la oportunidad de defenderse o de al menos entender el porqué todo ese odio y rechazo hacia él. 

Le estresó mucho escuchar voces a su alrededor, sonidos extraños y tintineo de metal. No tubo oportunidad de comprender lo que sentía ante el ambiente hostil que amenaza su vida, pero a eso se le llama: miedo, vulnerabilidad, estar indefenso. Ya desde temprano sintió el veneno entrando en su cuerpo, a medida que trepaba a su interior usando la cadena que le ata a su celda. El té que ella se tomó temprano, atacó con fiereza el cuerpo diminuto del problema que crecía en su interior. "Para que no haya ninguna casualidad", dijo ella, mientras bebía el brebaje. Él sintió el fuego entrar en su diminuto cuerpo y arder como brazas en su carne. Se retorcía sufriendo los dolores mientras todo se desprende a su alrededor. 

Luego yo y él vimos una luz abrirse ante él, trayendo consigo un ruido cruel y atormentante. Cualquier humano que no oyera, hubiera creído que era Dios, pero no, era la muerte. Llegó la parca en forma de ganchos, pinzas y aspiradoras, partiendo su cuerpo en trozos, arrancándolo pieza a pieza de su cárcel. No tenía a dónde huir, estaba indefenso a merced del verdugo del odio, y aún así intentó escapar de él sin poder lograrlo. Un inocente fue castigado sin culpa, cercenado en mil trozos por los instrumentos letales de la ideología de muerte que promueve su extinción, para ocultar las verdaderas intenciones de los que han financiado su existencia. Controlando así el crecimiento de la población y adquiriendo materia prima gratuita para la investigación médica, la industria farmacéutica y la cosmética. ¿Qué buen negocio para ellos, que le paguen por matar y les dejen los restos para hacer negocios con la muerte?

Un ser sin nombre y sin derechos, que no tuvo suerte de que arrancaran primero el corazón de su pecho, que apenas llevaba una semana latiendo con su propia sangre. Su cerebro conoció el dolor, la angustia y el sufrimiento antes de madurar, de la mano de aquellos que deberían protegerlo. Tristemente, fue concebida su existencia en un planeta de seres ridículos que no merecen el aire que respiran, que odian el sufrimiento animal mientras apoyan y promueven el genocidio de sus crías nonatas. ¡Muchos conflictos éticos que a nadie le importan ya! Las millonarias empresas necesitan placentas, células madres, cerebros de embriones y no se están donando a la velocidad que su codicia necesita. Los políticos quieren soluciones y menos conflictos sociales, a ellos parece no importarles realmente los problemas y conflictos bioéticos, por lo cual se confabulan entre ellos para alimentando el odio social a la vida, fomentar ideologías de muerte para así poder tomar el desperdicio humano y generar riquezas. 

Allí quedó él, muerto sobre una bandeja. Ella no lo miró; sabe que necesita evitar tener el recuerdo de sus deditos en sus sueños, de su cara en su memoria o la ausencia de sus pies en sus días tristes. Ahora yace el nonato desarmado como un puzzle o un juguetito roto en una fría bandeja, ¡similar a los trocitos de galletas que ella horneó mal en su casa! La madre se vistió y se fue sin remordimientos, pues no fue la primera vez para ella y tal vez no sea la última. Ella es parte de una generación mascota de políticos y millonarios infames. Una generación que en su interior se cree libre habiendo sido domesticados hace años. Su mente tiene amo y no lo saben,  siendo parte de un proyecto en declive llamado "sociedad humana". 

Ella se marchó violada por la industria médica, pero a su vez aliviada socialmente. Dejó allí el peso de la responsabilidad y sus amigas calmaron su consciencia con paradigmas preconfigurados en laboratorios políticos. Siguió adelante su vida dejando todo en el pasado, sin saber que sus placentas están en el champú que ella usa cotidianamente y que trozos de su error son parte de investigaciones médicas, sin conocer que mientras se arrancaba el problema, en él iba parte de ella y en ella quedaba parte de él. Al final, ella no lo sabe, pero nunca pudo sacar totalmente ese problema de sí misma, a la vez que en él moría parte de ella; las células del asesinado, pedacitos del que tan odiado fue, durante varias semanas navegaron más allá de la jaula en la que estaba, instalándose para siempre en el cuerpo de la promotora de su asesinato. 

Es real que uno vive en lo que hizo y lo hecho se queda viviendo en nosotros. La madre vivirá su vida intentando ignorar su existencia, creyéndolo totalmente extinto, sin saber que aun están en ella pedacitos microscópicos de todos sus conflictos abortados. Células de sus hijos nonatos forman parte indisoluble de sus células, pues parece que ninguna madre humana se queda jamás sin sus hijos, portando en ella las células de ellos. Ella vive su vida, sin saber que a ellos debe mucho bien, pues la presencia microscópica de aquellos destrozados, trabajarán por décadas a favor de su salud. Aunque tal vez no sea así, quizás un día todo esto le pase factura  y la evidencia microscópica de un asesinato le cobre justa venganza con una enfermedad autoinmune. 

Pero al final, mañana es mañana y hoy es hoy, el ser humano no piensa en el futuro. Este debate seguramente caerá en el olvido, y la muerte seguirá siendo la solución para todo lo que se odia o no puede controlar los que ostentan el poder. Aunque la verdad detrás de la cortina, es que para algunos es solo un negocio, mientras que para muchos es tan solo una excusa. Por eso, se realizarán cumbres y se fundarán organizaciones para aportar más razones a la agenda, eliminando las opciones y fomentando el odio y el acceso a la muerte. Convirtiéndoles así en una sociedad maldita, que sigue el ejemplo del dios Cronos y se dedica devora a sus propios hijos. 

- ¡Por favor, no vengan! Ya hemos perdido demasiado ADN, ya hemos invertido demasiados siglos, nos retiramos. Informen a todos en el planeta Gliese 581g que en la Tierra ya no hay vida inteligente ¡Fracasamos! Busquemos un nuevo hogar en la galaxia. La humanidad está en declive y la prueba de ello es que el lugar más peligroso para un ser humano hoy en día, es el vientre de su propia madre.