"Hoy en día, cualquier excusa sirve para sacar lo más profundo de tu alma. La gente solo piensa en vivir como les plazca en un mundo que se está acabando. Vivimos en una era donde se presume de tener múltiples identidades y de hacer cambios bruscos de personalidad: unos por traumas, otros por curiosidad, otros por conveniencia, otros simplemente porque les da la gana. Pero ya hoy en día, no sabes quién es quién, ni cuánto tiempo será lo que dice ser, ni cuándo será el momento brusco en la vida de esa persona que  le haga mutar."

Se me va el tiempo reflexionando así, en un diálogo interno, cuando escucho que me llaman por mi nombre. "Por fin me toca mi turno" - pensé. Me acerco a la taquilla y me aborda desde el otro lado una funcionaria grosera y es evidente que no tiene ganas de trabajar. Sin siquiera tomarse el esfuerzo de mirarme, me dice a secas: "¿Qué trámite vas a realizar?"

"Quiero renovar mi documento de identidad" - le dije.

"¿Usted ya sabe quién es?" - preguntó ella.

"El mismo que siempre he sido" - respondí yo, asombrado por la pregunta y creyendo que era broma.

"Pero ya le informaron de todos sus derechos?" - me dice seriamente, mirándome por encima de los espejuelos. "¿Acaso no le han informado que ahora usted puede ser quien quiera y lo que quiera?"

"La verdad, no lo sabía" - respondí estupefacto.

"Pues ya lo sabe" - me dijo y señalándome con el dedo afirmó: "Usted ya no tiene que ser prisionero de esa identidad".

Esa afirmación me llevó a mirarme de arriba a abajo, no hallando nada raro, diferente a lo normal o lo de toda la vida. Terminé confundido y le pregunté: "Discúlpeme si no la entiendo, ¿qué tiene de malo esta identidad?"

Ella mostrándose alterada, ya con una voz fuerte afirma: "Su identidad está obsoleta, fue impuesta por la sociedad de antaño. ¿No te das cuenta que nadie te dio derecho a elegir quién quieres ser?" Hace una pausa y me vuelve a señalar con el dedo para decirme: "Pero no importa, ahora tienes ese derecho y puedes ser quien quieras, lo que quieras, cuando quieras, como quieras y donde quieras".

Mi cabeza iba a explotar, ¿cómo podría funcionar algo así en la sociedad? La idea es muy romántica, ¿Acaso será práctica? Me quedo ensimismado.

"¿Entonces?" habiendo sido informado de sus derechos, "¿quién, qué o cuántos quiere usted ser? Por favor, que no tenemos todo el tiempo..."

"¿Cómo dijo usted? ¿Cuántos quiero ser?" - la interrumpí sobresaltado- "¿Acaso yo puedo ser más de uno?"

"¿Señor de dónde salió usted? ¿Dónde ha estado todo este tiempo? ¿Cómo es posible que no sepa nada de nada?" Ya la funcionaria da un golpe a su mesa y parece querer saltar de su taquilla sobre mí. Pero se recompone un poco para decirme: "¡Pues sí! Ese es tu derecho, el estado reconoce tu derecho a ser todos y tantos como usted quiera".

"¿Entonces si soy más de uno, puedo votar varias veces, aplicar más de una vez para los mismos beneficios sociales, o yo solo considerarme una sola familia viviendo dentro de mi cuerpo?" - pregunté curioso, mientras los que hacen fila detrás de mí se desesperan. Pero parecía una buena oportunidad para sacarle provecho al sistema y, quería entenderla.

"¡No, eso no es así! Aunque tú seas más de uno por derecho, por la ley solo cuentas por uno solo para recibir beneficios de la seguridad social" - me explicó con tal firmeza, que me convenció de que ella realmente entendía las incongruencias que decía.

En ese momento mi mente ya se llenó de confusión. Permanezco inmóvil delante de la taquilla intentando saber qué hacer o qué decir. La verdad, tampoco creo saber qué pensar sobre lo que me ha dicho la funcionaria, pero como yo estaba demorando la cola, ella levanta la vista de los espejuelos y me exige una respuesta inmediata o que deje de importunar.

"La verdad, lo que he sido hasta hoy es lo que creo que quiero seguir siendo. No creo que necesite una nueva identidad. Yo solo quiero seguir siendo yo mismo" - le dije con voz temblorosa.

Entonces, todo se paralizó y me miraron. La gente en trámite y los funcionarios me observaban disgustados. Mientras las cámaras de seguridad se voltean y me miran fijamente, me pareció que había caído en ese lugar una bomba de silencio. Todos quietos y enojados, seguían con la vista a dos uniformados que entrando al salón, marchaban rompiendo el silencio con sus botas. Se colocaron a cada uno de mis lados, fui alzado e inmovilizado, para luego ser arrastrado con brusquedad fuera del salón. Mientras me llevan sin saber a dónde, uno de ellos me dice al oído: "Deberías haber sabido, que puedes ser quien tú quieras, menos tú mismo".

____________________________________

(Espero amados lectores, que este libro sea una experiencia agradable, sino espectacular, para ti. No se te olvide votarlo y comentarlo; tu apoyo me inspira a seguir y tus opiniones son invaluables para mi. Sería genial si compartieras con otros este viaje por el cuento corto)

____________________________________