Un café solo y un otoño corto
-¿Por qué?
-No... No es por ti.
-Si terminas esa frase me levanto y me voy.
-Lo siento.
-Que lo sientas no explica nada Mer.
-No podemos seguir con esto. No puedo seguir con esto. Tenemos que dejar de vernos, será lo mejor para los dos.
-¡No tienes ni idea de lo que es mejor para mí! No hables como si lo hicieras por mi bien.
-Luccio, por favor, cálmate. Estás montando una escena.
-¿Desde cuándo te preocupa lo que piensen los demás de tí?
-Desde que te conocí.
-Entonces soy yo el que debería sentirlo. Te he estropeado.
Una sonrisa amarga como un café solo. Una mirada tan dolida como iracunda. Unas campanillas tocando una marcha fúnebre. Un silencio tan grande y pesado como una montaña.
-Bienvenido otoño -lo vio alejarse subiéndose el cuello del jersey de punto azul-. Te odio.
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