Dos meses más tarde, domingo. Casi Navidad.

—Hola.
—Hola. 
—Me llamo Silvia, aunque Alma me llama Mel por... Bueno, eso puede esperar. Tengo 29 años, trabajo... Trabajaba como secretaria en una notaría y los sábados en el Rincón de Alma. No me gustan los zapatos altos y el chocolate es mi único vicio. Me gustas, encantada.

Las ojeras le llegaban a la comisura de los labios y el llanto le había dejado los párpados hinchados y las mejillas húmedas. Se doblaba sobre sí misma para resguardarse del implacable invierno, sentada frente a la persiana del café cerrado. 

—Te invito a chocolate. 

La cogió de la mano, agarrotada y gélida como un témpano. La ayudó a levantarse y juntos y en silencio emprendieron rumbo hacia algún lugar con calefacción y chocolate.