No queda café
Era un hombre extraño. Desde que empezó a ir al café lo observaba, inmerso en la brillante pantalla mientras golpeaba las teclas sobre las que no quedaba rastro de las letras. Supuso que iba a trabajar, pero nunca se atrevió a preguntar. Se encontraba chorreando lluvia, tras la barra de su segundo hogar, con él a su lado. Era extraño. Qué sorpresa le dió cuando aquel día le tendió un papelito rectangular con su número escrito en él.
Sabía que él también se había fijado en ella. Aunque nunca le dijo nada, no preguntó su nombre, ni un mísero "hola". Siempre con los ojos puestos en su trabajo. El día que vio el anillo alrededor de su dedo anular se decepcionó. Estaba triste porque ya hubiera encontrado otra mujer. No. No estaba enamorada de él, no tenía nada que ver con él, no sabía ni su nombre. Y ahora compartían sonrisas cómplices bajo la lluvia. ¿En qué momento empezó? Solo sabía que se volvía a sentir como una niña de quince años.
—Luccio.
—¿Sí? —sonrío complacida.
—Nada.
—Esa es mi línea.
—Considéralo un préstamo a largo plazo.
—¿Te crees muy lista, eh?
—Lo soy.
Se limitó a sonreír de forma sarcástica, como si no creyera ni una de sus palabras.
—Mer, tú...
—Yo... ¿Qué?
—¿Quién eres? Quiero saber más sobre ti.
—¿Estás seguro? Después deberás asumir la responsabilidad.
—Al cien por cien.
No entraron en detalles profundos sobre el otro. Cosas simples como sus nombres, empleos, aficiones... Hacía años que trabajaba en la empresa de su padre y ahora él la había heredado. Su nombre completo era Luccio Álvarez Figueroa. Y lo más importante: no le gusta el café.
Para los que dudáis sobre la pronunciación del nombre del protagonista: Las dos ces se pronuncia /k/. Lukio, no Luzio.
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