5. ¿Lo de anoche?
Massiel
«¡Maldición! Olvidé poner la alarma anoche».
No hay nada más lindo que empezar un lunes atrasada —sarcasmo—, pasé corriendo toda la media hora que me quedaba. Normalmente me gustaba darme el tiempo para prepararme bien, pero en esta situación, tuve que hacerlas a la rápida.
Una vez lista, bajé corriendo por las escaleras, y vi a toda mi familia tomando desayuno, tranquilamente como si se tratara de un domingo al medio día.
—¡Ya me voy, que tengan un buen día! —grité abriendo la puerta para salir de casa.
—Massiel, hija —dice Carmen, mi madre. De ella heredé mis ojos verdes, pero no su color de pelo, pues Alicia se llevó los mejores atributos de mis padres, el rubio de mamá y los ojos azules de mi padre, Marcos. De él sólo me quedé con su pelo oscuro, pero no me quejo, en realidad, en su juventud ambos eran muy apuestos, y con el paso de los años se han mantenido bien.
—Mamá, en serio, ya me tengo que ir —rezongué detenida en la puerta.
—Pero, cariño, espera, ¿a dónde vas tan temprano?
—A clases, pues, ¿a dónde más? —respondí como si fuera obvio.
—Hermana, te queda más de una hora para entrar —dice Alicia. Mis padres se ríen. Todos en esta casa saben que jamás salgo a la universidad con tanta anticipación, casi siempre llego justo o unos minutos tarde.
—¿Qué dices, Ali? No tengo tiempo para bromas —agregué seria rodando los ojos.
—Massiel, cambié la hora de tu celular mientras dormías, sabía que despertarías tarde si no lo hacía —me sorprende mi hermana.
Otra razón para ponerle contraseña a mi celular, había olvidado hacerlo.
La miro boquiabierta y busco el reloj de la pared para asegurarme de lo que dice, y efectivamente la hora en mi celular estaba adelantada. Suelto un suspiro y me tumbo en el sillón, a causa de la noche anterior todavía sentía mi cuerpo muy pesado.
—¿No me vas a agradecer? —dice sonriendo.
—No, a decir verdad, prefería dormir un poco más —respondí soltando un bostezo—, pero, gracias.
—Dormiré veinte minutos más, mamá, me despiertas, por favor —supliqué mientras cerraba los ojos.
—Massiel, ve a comer —alguien susurra.
—Massiel, hijita —dicen en mi oído, pero no tengo intención de despertar.
—¡Massiel, es hora! —grita mi madre desde unos metros de distancia.
Entre abro los ojos, y veo la enorme cara de mamá.
—Te serví desayuno, querida —dice mientras me tira de los brazos para sentarme.
Terminé de comer lo más rápido posible y me alisté para camuflar mi trasnochada cara.
Le di un beso a mamá, ya que era la única que quedaba en casa, pues, mi hermana y mi padre salen a trabajar más temprano.
Salí corriendo en busca de mi auto para conducir a la universidad, ¡y sorpresa! No estaba.
—¡Mamá, dónde está mi auto! —grité caminando al interior de la casa.
—Ah, olvidé avisarte, estás castigada: sin auto toda la semana y lo usará tu hermana porque el de ella está en el mecánico —anunció con total normalidad.
«Lo último que me faltaba. Ahora si que llegaré tarde.»
Ni siquiera tenía tiempo para discutir, salí enojada pensando en alguna solución.
Llamé a un taxi, busqué un Uber, y no había nada disponible, la única opción que tenía era llamar a mi amigo Felipe, él es de los míos; llegar puntual nunca ha sido una prioridad, salvo para los ensayos de la banda o cuando tenemos examen.
—¡Pipe, el mejor futuro tecnólogo médico! —lo adulé—¿Ya te fuiste? —pregunté por llamada un poco desesperada, ya que habían pasado más de quince minutos.
Para mí era aceptable llegar máximo diez minutos tarde, pero atrasarme más, era peligroso, porque los profesores son como una metralleta de información y cualquier información puede salvarte en un examen.
—Eh, estoy a punto de salir, Massi, ¿por qué? —responde.
—¿Podrías llevarme, por fa? —le suplico.
—Por supuesto, en cinco minutos estoy ahí.
—Genial, muchas gracias —chillé aliviada.
Un auto rojo se estacionó frente a mi, y con tan solo ver el cabello risado, pude identificar que era él. No siempre es fácil reconocerlo, ya que siempre está usando diferentes autos.
—Hola, ¿todo bien? ¿Y los demás? —saludé entrando a su auto. A menudo iba acompañado de Vicente o cualquiera de mis amigos, pero en esta ocasión venía solo.
—No sé —evadió mi pregunta—¿Y tu auto? —añadió mientras le daba un beso en la mejilla.
—Estoy castigada, el auto de la princesita está en el mecánico, así que usará el mío —respondí poniéndome el cinturón de seguridad. A Felipe le encanta la velocidad y es mejor prevenir que lamentar.
—Puff, que mala suerte —se lamenta—, pero no te preocupes, te puedo llevar toda la semana, sin problema —dice con una enorme sonrisa tocando mi mano. Yo intento correrla con disimulo y finjo que me pica la frente.
—Gracias —reí volviéndome hacia la ventana—, pero no quiero perder mi vida.
—¿Y cómo te fue ayer en el restaurante? —me pregunta cuando se da cuenta que me incomodó al tocarme la mano.
—Bien, el chico era paciente, así que no lo hice llorar, y lo salvé de que no quedara como un ladrón.
—Así que te las diste de heroína.
—Nada que ver, soy todo lo contrario —traté de reír como una villana.
—Si, sí, ella la mala.
A cuadras antes de llegar a la facultad, Vicente lo llama por teléfono, y Felipe me dice a mí que conteste, como es Vicente, prefiero no ponerlo en altavoz.
—Hola, Pipe, ¿sabes por qué Massiel no ha llegado? La llamé pero no me entra la llamada.
—Hola, guapo, ¿estabas preocupado por mí? —dije dulce.
—Ag, yo que me preocupo, y tú, ¿estás con Felipe? —noté rechazo en su voz, ¿qué tenía de malo si estaba con Felipe?
—Sí, pero no es lo que piensas —me excuso a medio reír —Ya estamos llegando, así que te cuento cuando llegue.
—Bueno, florcilla, yo también tengo cosas que contarte.
Llegamos y nos fuimos a los casilleros, ya que el mío y el de Felipe estaban separados por una escasa distancia.
—Mmm, ¿Massiel? —me dice desde su casillero.
—Dime, te escucho —dije asomando mi cabeza por el lado de la puerta de mi locker.
—¿No recuerdas lo de anoche?
«¿Lo de anoche? Resonó en mis oídos».
Inmediatamente trato de recordar qué sucedió anoche y no recuerdo nada extraño, traté de hacer memoria, recordaba que había llegado, Vicente me saludó y me senté entre él y Sofía, después habíamos comido pizza, bailamos, fumamos, cantamos, ¿y eso fue todo?
—¿Lo de anoche? ¿A qué te refieres con exactitud? —pregunté con cierta preocupación.
—Ah, —dice dudando—nada, es mejor que lo olvides y dejemos las cosas así.
—Claro, si ni siquiera sé a qué te refieres —me encogí de hombros y él se rió.
—Después te contaré, en algún momento.
Detestaba que me hicieran esperar, y más si era algo que me involucraba.
—¡No, me dirás ahora, qué carajos fue lo que pasó anoche! —exigí alzando la voz, sin darme cuenta llamé la atención de los que iban pasando.
Los universitarios se voltearon atentos al chisme.
—¿Qué? ¿No lo recuerda? —dice Vicente aproximándose a nosotros.
—Mmm, creo que no —se lamenta Felipe.
—Ya que no lo recuerdas, cariño, yo te lo diré... Ustedes se... —habla Vicente—besaron —moduló lentamente.
Felipe lo fulminó con la mirada.
—Espera, ¿acabas de decir que nosotros..? —apunté a Felipe—¿Él y yo nos besamos? —dije bajando la voz sin poder creerlo. Ellos asintieron.
«Dios mío, ¿cómo pudo pasar algo así? Definitivamente estaba muy drogada porque jamás besaría a uno de mis amigos».
De un segundo a otro la conversación se volvió incómoda, en verdad no buscaba en Felipe algo más allá que nuestra amistad, no podía verlo de otra forma, era lindo y simpático, pero éramos y debíamos ser amigos.
Quizás ahora podía entender por qué él estaba tan feliz de poder llevarme toda la semana.
—Vicente, ¿nos dejas a solas para poder conversar? —hablé con intención de que se fuera.
—Claro, se pueden seguir besando después que me vaya —se burló guiñándonos un ojo mientras se alejaba.
—¡Solo vete! ¿Si? —grité molesta.
Cuando se fue, no hallaba cómo, ni qué palabras decir para expresar que nuestro beso había sido un error, y esperaba que para él no hubiese significado nada, así nuestra amistad no corría riesgos.
Cerré mi casillero y aclaré mi garganta antes de emitir las supuestas palabras adecuadas.
—Felipe —susurré llevándome una mano a la frente.
—Tranqui, Massiel, entiendo lo que me quieres decir. Por favor, no te enojes por lo que te diré —Asentí con miedo—, yo fui el que te besó, pero sólo fue un impulso. Tú estabas tan volada, que cuando terminamos "el beso" —lo puntualizó haciendo comillas con los dedos y casi me caí de espaldas al oír la condición en que yo estaba cuando me besó—Te desplomaste y te quedaste dormida, después despertaste e insististe en que Vicente te fuera a dejar.
Lo observo impactada sin decir nada en absoluto, mientras intento procesar lo que me dice.
—¿Me besaste porque estaba volada? —dije sorprendida, sintiendo un abuso de confianza.
—No, jamás lo haría. No sabía que estabas mal hasta que te caíste. En verdad, lo siento, no sabes lo arrepentido que estoy. Y no, no estoy confundido ni nada por el estilo, sólo fue un impulso, y estoy seguro que no significó nada para ti.
—¿Entonces, no estás confundido? —respiré aliviada.
—No, lamento haberte incomodado, sólo quería... Quería saber cómo besabas... La verdad es que sentía atracción por ti desde hace un tiempo. Pero luego de la forma en que te besé, por la situación, me di cuenta que no era lo correcto y que tampoco quería arruinar nuestra amistad —dice lamentándose—Me sentí terrible después del beso.
«Mi alivio se había ido por la borda, ¿cómo que yo le atraía?».
Felipe se estaba confesando y no sabía cómo reaccionar, creo que mi rostro no expresaba nada. Me sentía anonadada, y algo culpable, no quería herir a uno de mis amigos, menos de esta forma.
—Massiel, créeme estoy diciendo la verdad. Puse en riesgo nuestra amistad, pero realmente, siendo honesto, ambos sabemos que no podría tener algo serio con nadie, no te ofendas, pero tampoco contigo. —Me provocó una sonrisa—Y también, es por ello que no estoy confundido, digo, sólo podemos ser amigos.
—Tampoco quiero arruinar nuestra amistad, y es mejor que no recuerde ese beso —comento con una sonrisa de labios.
—Espero que todo siga normal, ¿amigos? —dice sonriendo.
—Amigos —asentí sonriente.
Por suerte sonó el timbre para entrar a nuestras respectivas clases. Después de esa extraña charla me fui a mi salón corriendo.
A primera hora tenía anatomía junto con Vicente, y era el instante perfecto para hablar, además debe darme explicaciones de por qué él sabía del beso y no me contó.
Llegué, y el castaño ya tenía un puesto reservado para mí, estaba hablando con unos compañeros, y la profesora todavía no llegaba.
—Vicho —le digo seria y autoritaria—, ven aquí.
Las personas con las que hablaba se voltearon repentinamente y Vicente me miró alzando las cejas.
—Voy, mi señora —sonríe.
Se sentó junto a mí y depositó un beso en mi cabeza.
—Antes que todo, antes de que me retes, déjame explicarte cómo sucedieron las cosas.
—Está bien —le dije soltando un suspiro.
—Hace un tiempo Felipe me dijo que, que...
—Por favor, dilo de una sola vez —insistí.
Me gustaba que las cosas fueran "al pan pan, y al vino vino" en una amistad, si las cosas no podían ser así, entonces no podía existir confianza mutua.
—Que te tenía ganas, o sea, que quería contigo —confesó bajando la voz. Lo miré con una cara exagerada de impacto.
En otras palabras, él sólo quería pasar el rato conmigo.
—Entonces, tuvimos una gran discusión respecto a ti, dado que eres mi mejor amiga y jamás permitiría que alguien como Felipe juegue contigo. Y no sólo por eso, si él tuviera algo contigo, serio o no, después su amistad y la de nosotros se vería muy jodida, le afectaría mucho a la banda, y como aún no comenzamos, sería el fin de ella. Además, estaba casi cien por ciento seguro de que tú jamás tendrías algo con él.
—Sí, pensaste bien, se nota que me conoces harto —sonreí—. Continúa.
—Y bueno, conociendo a Felipe, sabía que no se iba a quedar sin hacer nada. Probablemente me mates por lo que diré ahora —dice con una sonrisa apretándose los dientes a medida que toma un poco más de distancia.
Alcé una ceja preparándome para lo que venía.
—Llegamos a un acuerdo —se expresó cauteloso.
—¿Qué acuerdo? —entrecerré los ojos.
—Que te podía besar... Pero solo una vez.
«Con este amigo, ¿para qué más? Me acaba de decir que le dio permiso a Felipe para que me besara, ¿quiénes demonios son para decidir sobre mi vida?».
De todos los años de amistad que llevábamos, nunca me había pasado algo similar.
—Dime que es broma —rogué tomando sus manos con unas ganas enormes de asesinarlo.
—Massiel, no es para tanto, solo fue un beso —alardea—. Además, el beso debía ser en presencia mía, jamás dejaría que ese beso pasara a mayores, pero no me di cuenta que estabas en un viaje espacial cuando se besaron, y cuando te vi, ya era demasiado tarde, sus bocas acababan de separarse.
Lo miré enojada, y de solo imaginar el hecho me daban arcadas.
—No debiste hacerlo de ninguna manera, eso no lo hacen los amigos —me quejé un tanto decepcionada.
—Pero sí los mejores amigos —se excusó con una sonrisa.
—No es justo... Voy a matarte, Vicente.
—Quería decirte, pero él dijo que él debía decírtelo.
—No, Vicente, pasaste los límites de confianza, eso no se hace.
—Estás exagerando, Massiel, solo fue un beso no significó nada —alardea rodando los ojos.
—¿Y si yo te hubiera hecho eso? ¿Cómo te sentirías? —le reclamé.
—Somos diferentes, me lo hubiera tomado de otra manera, dependiendo de quién me hubiera besado. Si hubiera sido alguien de mi gusto te perdonaría, pero si no, te haría pagar por ello.
—Te haré pagar entonces, ya verás —dije tratando de sonar desafiante.
—Me presto para lo que quieras —rió.
—Bien. —suspiré, después de todo, lo dejaría pasar—Ahora dime, ¿qué hice cuando me besó? —pregunté curiosa, moriría de vergüenza si me dice que continué el beso.
—Lo alejaste con cara de asco y luego te desplomaste, Felipe y yo alcanzamos a sujetarte antes de que te cayeras, Bárbara y Daniel te cuidaron mientras yo buscaba a Sofía para llevarlos a casa.
Lo miré aliviada.
—Creo que no volveré a fumarme un puro yo sola jamás, porque en serio no recuerdo la parte del beso.
Él se rió.
—De todas formas, pagarás muy caro por lo que hiciste —le advertí, sacando mi cuaderno—no te quedarás impune.
—En otras noticias, adivina quién más fue rechazado anoche.
—¡Oh, no! —me lamenté al darme cuenta que se refería a él y Sofía.
—Sí, ella está saliendo con alguien —dijo Vicente.
—¡No es cierto! Te mintió —miré negando.
—Pero si ella me lo dijo —alega medio confundido.
—Vicho, sabemos que si algo así pasara, yo sería la primera en enterarme.
Me miró aún más confundido.
—¿Pero por qué me mentiría?
—Quizás no le gustas y era una forma más sutil de decírtelo, o tal vez por la banda... o no quiere arruinar su amistad. No lo sé.
—Sí, pero pudo decírmelo —se quejó—, además, ¿cómo no voy a gustarle? Mira esta cara, soy un papucho, mi cara fue tallada por los mismos Ángeles.
«Egocéntrico total».
—No te preocupes, hablaré con ella —intenté tranquilizarlo después de reírme.
Fui yo quién lo animó y sería yo quién arreglaría las cosas.
Después de eso, le conté todo lo que pasó en el restaurante, y luego que el chico raro de Tomás me ayudó con el auto.
—¿Y cómo es? —preguntó con cara coqueta.
—¿A qué te refieres, exactamente?
—Cómo es físicamente.
—Bueno, es alto, de ojos cafés, pelo medio rubio, se le hacen margaritas cuando sonríe, tiene tatuajes... Y habla hasta por los codos.
Se quedó en silencio al notar cuán detallista había sido mi respuesta e hizo una expresión pícara.
—¿Y esa sonrisa? —levanta las cejas al ver mi cara.
—No es nada, idiota —aclaré mi garganta y borré la tonta sonrisa que tenía.
—Creo que ese chico podría ser un buen partido... Por lo que dices, lo encuentras lindo, amable, atento y lindo, lindo...
—¡Claro que no! Ni siquiera dije eso, no lo soporto, es arrogante, engreído —me quejé.
—¿Y eso qué? No has dicho que sea feo.
«Mi amigo, tan superficial».
Lo superficial es lo menos importante, ¿de qué sirve un chico lindo, si no es detallista, si no te presta atención, si no es cariñoso, si no tiene opiniones, o si no te respeta?
—¿Te dije que me llamó por teléfono? Y ni siquiera le había dado mi número —le comenté esperando que me dijera que yo tenía razón.
—Oye, ese hombre se ha ganado mi respeto —dice asintiendo con una sonrisa aprobando lo que escuchaba.
«No lo entiendo, ¿por qué se ganaría su respeto? Es absurdo».
Por suerte llegó la profesora y le dimos fin a nuestros chismes.
Por si alguien no entendió la frase "al pan, pan, y al vino, vino", es un refrán popular que invoca la franqueza y la necesidad de hablar con claridad sobre las cosas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro