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40. Las bestias

Tomás

Durante los primeros tres días en Madrid, nos dedicamos a conocer nuestros alrededores y cómo funcionaban las cosas para poder desplazarnos sin perdernos. Conocimos algunos supermercados, farmacias, bares, restaurantes, discotecas, y algunas tiendas.

Junto al detective, y Massiel armamos un horario con las actividades que Lucas realizaba, dónde y cuánto tiempo las hacía. La idea era estar en los mismos lugares que él, sin que se diera cuenta.

Sin embargo, no había una rutina específica porque estaba de vacaciones. La única actividad que tenía establecida, eran entrenamientos de basquetbol, donde jugaba de 15:00 a 16:30 horas, de lunes a viernes. El resto del día no era claro, a veces salía y se reunía con amigos, y otros días se la pasaba en casa. De vez en cuando la familia realizaba eventos y todos asistían.

Sus padres trabajaban la mayor parte del tiempo y sus hermanos mayores, que eran Víctor de 25 años y Luna de 22 años, se iban de vacaciones junto a sus amigos ricachones a una montaña por un par de días o se la pasaban de fiesta en fiesta y en restaurantes exclusivos. Y Sol, la pequeña de ojos azules tenía 5 años, era la que siempre estaba con Lucas.

Nuestro hotel tenía muy buena ubicación, estaba cerca de su casa y de los lugares que él frecuentaba. Pero, nos dimos cuenta que nos haría falta un vehículo para movilizarnos más rápido y no teníamos contemplado invertir en eso, por lo que obtener un trabajo estaba siendo prioridad.

Aquel frío jueves, Massiel debía visitar lugares en donde se solicitaban trabajadores, y yo, tenía planificado revisar alternativas para arrendar algún vehículo. Luego de eso, íbamos a comer juntos en el hotel e iríamos a recorrer una feria navideña porque a Massiel le fascinaba.

Una mañana como esa era como para estar todo el día acostado, pero como no estábamos allí por lujo, debía realizar mis pendientes. Por más capas de ropa que tenía puestas, no lograba acostumbrarme a las bajas temperaturas y aunque no me sentía tan cómodo, prefería parecerme a Michelín que congelarme de frío.

A diferencia de mi, ella prefería usar chaquetas más delgadas porque sentía que las gruesas la asfixiaban. «Una exageración más de esa bella mujer».

Apenas asomamos la cabeza por la puerta del hotel, un viento para morirse, azotó nuestras caras.

—¡Maldito invierno! —se quejó Massiel mientras intentaba ordenar su cabello.

—Amor, solo es un poco de viento.

—Claro, como tú no estás despeinado, no tienes de qué quejarte.

—¿Será porque llevo gorro? —indiqué mi cabeza.

—Lo veo, no soy ciega —hizo una cara de burla y luego continuó quejándose—. Es que el gorro deja mi cabello grasoso, y no quiero que mi pelo se vea opaco durante la entrevista.

—Entonces no te quejes del frío —me alcé de hombros.

—Me quejo porque quiero y punto. ¡Odio el invierno, el viento, la lluvia y toda esa mierda! —gritó tirando su pelo hacia atrás.

«No creo que haya alguien más que odio tanto el invierno como ella»

—Oye, creo que deberías tomártelo con más… ¿Calma? No creo que llegar enojada a una entrevista de trabajo sea buena idea.

—¡No me vengas con eso, será mejor que consigas un auto! —La táctica de decirle a alguien que se calme, jamás funciona, solo empeora la situación.

—Consigue el trabajo primero —sonreí besando su frente.

—Sí, claro —fingió una sonrisa, me dio un beso y se fue corriendo hacia la estación más cercana.

—¡Consigue ese trabajo, amor! —grité a todo pulmón cuando estaba a punto de perderse en una esquina. Se volteó, frunció las cejas y me levantó el dedo del medio.

«Que buen humor»

La diferencia de horario nos tenía desvelados, pues el peso de las 6 horas de diferencia se sentían al despertarnos por la mañana, con mucha suerte lográbamos descansar 4 horas, y no era nada sano para nuestro organismo, nuestras ojeras se notaban a kilómetros y nuestros ojos estaban incluso un poco rojos. Pero desde hoy planeábamos agotar más nuestro cuerpo para dormirnos antes y amanecer con una mejor cara.

Me acomodé la bufanda, continué mi camino para esperar a un taxi, y no tardó mucho en llegar.

La ciudad era completamente diferente a lo que yo conocía en mi país, poseía una arquitectura ecléctica en su mayoría, hermosa para mi gusto, los detalles de su edificación le daban un toque romántico, de poder, y digno de admirar. Cada vez que miraba en una dirección diferente, me daban ganas de fotografiarla, pero, el poco almacenamiento de mi celular no me lo permitía, ni tampoco su batería. De hecho, podría haber recorrido todas las calles a pie para apreciar aún más su belleza, pero seguramente me hubiera extraviado o me hubiera congelado, y no necesito más problemas.

Me demoré solo 10 minutos en llegar, sin embargo yo y mi GPS nos desorientamos, por lo que tuve que acudir a una persona, y le pregunté a la primera que pasó.

—Señora, disculpe, ¿sabe hacia dónde queda el alquiler de autos?

La mujer de unos 40 años apróx. se detuvo de inmediato y me miró sorprendida.

—Oh, chiquito, ¿no eres de aquí, cierto?

Negué con una pequeña sonrisa.

—¿De dónde eres?

—Chile —respondí con algo de incomodidad, sólo necesitaba saber hacia dónde debía ir, no me interesaba establecer una charla social.

—Oh, del otro continente, ¿te apetece un café? —pregunta con una expresión demasiado amable.

—No, muchas gracias, tengo prisa.

—Entiendo, no te preocupes. Bueno, ya me voy, suerte —Giró su cuerpo y se dispuso a caminar.

—Disculpa, no me respondió lo que le pregunté —añadí antes de que diera el segundo paso. Se detuvo, me miró extraño y luego respondió con disgusto:

—¿Ah? Cierto, no tengo idea… Capullo.

«¿Y ahora qué hice? Sólo fue una pregunta»

«Ni quería su ayuda»

Sonreí para mi mismo, volví a revisar mi celular y tenía un mensaje de Massiel.

“Lamento haberte gritado, ya sabes, no dormir, el frío y los nervios me ponen mal, pero no debí reaccionar así. Te quiero.<3”

Le sonreí como estúpido al celular y luego le respondí. Esos pequeños detalles me hacían quererla cada día más.

“Avísame cuando llegues, yo estoy un poco perdido, pero no te preocupes, estoy cerca. Te adoro, Massi”

Gracias al momento en que me había quedado quieto, la orientación de mi teléfono se restauró y el mapa volvió a funcionar, solo debía seguir la dirección, no estaba tan perdido como creía.

El lugar era idéntico al sitio que aparecía en internet, desde afuera se veían los autos a través del vidrio, estos parecían ser de alta gama y muy lujosos, pero, según lo que investigué, el dinero que tenemos no nos alcanzaba para eso.

Entré al local y fui atendido de inmediato por un hombre joven con un aspecto demasiado formal para mi gusto. A simple vista todo parecía estar bien, tenía varios vehículos a precios moderadamente aceptables pero una condición me impedía cerrar el contrato.

Solo se aceptaban personas mayores de 30 años para hacerse cargo del vehículo, como evidentemente yo tenía menos edad de la solicitada, no pude ni siquiera terminar de cotizar. Lo más ilógico, es que me hizo perder el tiempo mostrándome los vehículos, en vez de mencionar los requisitos al principio.

—Lo lamento, joven, creí que cotizabas para alguien más, en internet se especifica que debes tener esa cantidad de años.

—Sí, no hay problema, es mi culpa por no leer bien, ¿sabe dónde puedo alquilar un auto con mi edad?

—¿Qué edad tenías?

—22.

—Sí, déjame buscar —comenta con una sonrisa sincera.

Revisó su celular y me dió la dirección de dos lugares más, que no estaban muy lejos, pero por la hora, me demoré más en encontrar un colectivo disponible. En el primer lugar sólo quedaban disponibles para arrendar autos de 70 euros y mi presupuesto máximo era de 55 euros, pero en el segundo y último lugar, encontré una mejor alternativa. El vehículo era más económico y tenía las cosas que estaba buscando, aunque era demasiado pequeño.

Un mini fiat 500.

De solo verlo me daba risa, no por su apariencia, sino porque yo era bastante alto para ir sentado dentro de él. No obstante, lo único importante es que cumpla bien su función, lo demás es lo de menos.

Ya era la hora de almorzar y entre tanto, Massiel me informaba que ya se iba de regreso al hotel. Necesitaba llegar pronto para ver su reacción.

Me pidieron mis documentos, firmé varios papeles, me explicaron cómo manejarlo, y luego pude dar una vuelta de práctica en el mismo lugar, sólo para corroborar que sabía conducir ese modelo.

Pagué el auto, y al pasar una semana debía volver a renovar el contrato, o podía devolverlo.

Era chiquitito, pero tenía una radio y unos parlantes excelentes, la música se escuchaba de maravilla.

Manejé con más precaución de lo habitual, ya que como suele decir mi madre, “en lo ajeno abunda la desgracia” y más cuando apenas sabía cómo funcionaban las calles. Si no fuera por la tecnología, ya me hubiera rendido.

Llegué a mi hotel y pasé al patio para estacionarme, allí me esperaba Massiel, pero no se había dado cuenta de mi llegada hasta que bajé.

—Tomás —dijo boquiabierta—¿No había nada mejor? Apenas puedes salir —añade acercándose para conocer la nueva adquisición.

La comisura de sus labios delató la sonrisa que se estaba aguantando.

—¿No querías que llegara con vehículo? Pues, aquí está.

—No es lo que imaginaba, pero está bien —rió mientras asentía—, está bien chiquitito —añadió con una carcajada.

—¿Y a ti, cómo te fue? —pregunté besando su frente.

—Bien, pero lo hablaremos en el almuerzo, tenemos algo que discutir —dijo la última palabra con voz aguda y una sonrisa de oreja a oreja.

Entramos a nuestra habitación, dejé mi ropa abrigada sobre la cama y regresé al mini comedor para ayudar con el almuerzo, pero al asomarme, algo hizo que me frenara en seco, pues, sobre la mesita habían dos boletos para ver un partido de básquetbol.

—“Las bestias” juegan hoy, ¿dejamos la feria para otro día?

La miré boquiabierto.

En el equipo de “Las bestias” jugaba Lucas, con ellos entrenaba a diario, y no tenía ni la menor idea de que jugarían hoy. Ir al partido… Eso significa que, ¡por fin podría verlo!

Tomé un boleto para ratificar lo que me había dicho y era correcto. Claramente ella jamás jugaría con algo así.

—¿Entonces, vamos al partido o quieres ir a la feria?

—A-al, al partido, por supuesto —respondí medio tartamudo.

Asintió con una sonrisa y se sentó frente a mí con dos platos de tallarines y budín de verduras.

—Ey, come que se enfría.

—Sí, y bueno, ¿cómo te fue con las entrevistas?

—Mejor de lo que esperaba, ¿por qué crees que conseguí entradas para el partido?

Negué pensativo.

—Ya, te cuento. Hoy agendé dos entrevistas, una en una pastelería y otra en un bar. En la pastelería me dijeron que me avisarían en dos días más si me ganaba el puesto, y en el bar, me dijeron que podían tardar tres días en darme una respuesta, ¿ya? Bueno, cuando ya estaba lista, me tenía que venir, pero me quedé mirando cómo funcionaba el lugar, y en eso, el dueño del local terminaba de tomarse un trago, entonces, cuando sacó su billetera para pagar, algo cayó de su bolsillo. Vi que la persona a su lado lo iba a recoger, pero noté que se lo dejaría para ella porque abrió su cartera, y no sé cómo diablos lo hice, pero le grité al hombre que se habían caído dos papeles. La persona que estaba a su lado se alejó rápidamente y el hombre pudo notar sus boletos en el suelo. Sonrió al mirarlos y me dirigió la palabra. Y adivina qué…

—¿Qué?

—¡Era el dueño del estadio donde van a jugar “Las bestias”!

—¡No te creo! —literalmente mi cerebro a acababa de explotar.

—Ya po, entonces, me dijo que la honestidad hablaba muy bien de mí, así que, en agradecimiento, me regaló los boletos, dijo que eran para sus sobrinos, pero que en realidad no lo merecían, y además, como fui sincera… ¡Dijo que podía empezar a trabajar mañana!

—Dios mío. Si que tuviste un buen día —sonreí feliz—¡Hay que celebrarlo!

—Espera, antes de que hagas tu baile de victoria —me detuvo antes de que pudiera pararme—, dime, ¿estás de acuerdo con que trabaje en el bar?

—No sé, dime dónde queda, cuál es el horario, cuánto te pagan y todo, quiero asegurarme de que estarás en un buen lugar…

El bar no quedaba tan cerca, pero ahora que teníamos vehículo, podría ir a dejarla y a buscarla. Además podía estar con ella fingiendo ser un cliente. Los bares no me daban buena espina, menos para una mujer, pero si ella quiere trabajar ahí, yo puedo apoyarla.

Terminamos la comida y nos fuimos al partido.

Hicimos la fila y esperamos a que fuera nuestro turno. Mientras esperaba, perdí los nervios y el temor, estaba muy relajado, pero cuando por fin entramos y nos sentamos en nuestros lugares, mi corazón empezó a acelerarse.

Las mascotas —de cada equipo— empezaron animando al público, luego las porristas entraron bailando y haciendo ágiles piruetas,  y en cualquier momento entrarían los jugadores a la cancha.

Mis manos me empezaron a sudar y el corazón me empezó a latir de manera descontrolada. No podía quedarme quieto, por acción innata llevaba mis manos a mi cabello y luego volvía a ponerlas al lado de mis piernas, una y otra vez.

Massiel me miró y tomó una de mis manos con cuidado, al hacer tacto con ella, la acerqué hacia mí y me sentí mejor. Sus manos, su piel, su energía y simplemente ella; me tranquilizaba.

—Oye, respira con calma, ¿si? Todo estará bien, solo confía.

Asentí. Cerré los ojos y volví a abrirlos, esta vez más relajado.

—¡Y aquí vienen, las espectaculares, las inigualables! ¡Las bestias! —espetó el animador a través de su micrófono.

En ese momento, todo a mi alrededor se detuvo, los jugadores fueron nombrados uno a uno, hasta que dijeron su nombre y sólo pude mirarlo a él.

—¡Lucas Bañuelos Palatchi!

¡Bueenas bueenaas! 

«Léase con la entonación del video de Tik tok» «Aprovechando la mención a Tik Tok, les aviso que tengo una cuenta: @ela.rey.wtt »

✨☀️✨☀️✨

¡Leo opiniones! ¿Qué creen que suceda entre Lucas y Tomás?

¡AAAH qué emoción, Tomás por fin ve a su hermano en persona!

Recordatorio: Recordemos que Lucas anteriormente se llamaba Lucas Hoffman Soler, pero eso fue antes de ser adoptado, entonces, su nombre legal actualmente es Lucas Bañuelos Palatchi.

Les dejo la aclaración para que no queden confundidos jajsjs.

Espero que estén de maravilla, se me cuidan. ❤️

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